miércoles, 16 de diciembre de 2009

Igualdad y Distribución

El último informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), coordinado por el sociólogo Fernando Calderón, señala que “a la tradicional visión de una sociedad con una pasión igualitaria se contrapone la de una creciente desigualdad, con signos que mostrarían un incremento en las distancias entre clases, separadas por el temor, el estigma y la discriminación”. (Clarín, 14-XII-09, p. 32).

Recientemente el filósofo Alberto Buela, en un artículo titulado Abel Posse y una brasa ardiente, señalaba como la quintaesencia del discurso progresista que en nombre de los pobres fabrica más pobres y que en nombre de la educación progresista y democrática, no excluyente y abarcativa, produce analfabetos funcionales a rolete y reniega de la excelencia”.

En la misma línea, la “pasión igualitaria” aumenta la “distancia entre clases”, fragmenta la sociedad, desune, conduce a injustas discriminaciones. Y nótese el papel relevante que ha otorgado esta Administración del discurso y del relato a los organismos que combaten “toda forma de discriminación”.

Tal parece que todo lo que se nombra en el discurso se destruye en los hechos, se cancela, se reduce al polvo cuando menos, y cuando más, a la emergencia de sus antípodas.

Mientras se habla de una mejor distribución de la riqueza, la riqueza se distribuye cada vez peor, y los ricos son menos y más ricos y los pobres más y más pobres. A esa dinámica, el Estado no ha permanecido ajeno, y ha transferido recursos públicos en forma de subsidios o privilegios fiscales a los empresarios más aventajados, en una proporción mucho mayor que cualquier otro tipo de medidas de fomento de carácter social.

A ese fenómeno se le ha dado en llamar “capitalismo de amigos”, e involucra asimismo consideraciones impositivas diferenciales, especialmente distorsivas cuando involucran exenciones y privilegios impositivos para actividades no productivas y de nulo o bajo beneficio social, tales como la especulación financiera y los juegos de azar.

En tal sentido, Osvaldo Giordano y Marcelo Marzocchini, de la UCA, apuntaban en el artículo El gasto social como mecanismo para la redistribución del ingreso (BAE-VIP, pág. 30, 6-VI-07) que En los países nórdicos las transferencias monetarias están fuertemente concentradas en los primeros cinco deciles del ingreso (los más bajos), mientras que –por el contrario- en la Argentina los recursos públicos aparecen muy sesgados en favor de los deciles más altos. Más específicamente, se puede señalar que en el caso de Dinamarca, uno de los países con el sistema de transferencias más redistributivo, el 75% del gasto asistencial y de seguridad social se destina a la mitad más pobre de la población; en el caso de Suecia alcanza al 62% y en Finlandia el 61%. En la Argentina, sólo el 22% del gasto social llega a los cinco deciles correspondientes a los menores niveles de ingreso".

En cuanto a la distribución del ingreso, es sugestivo el silencio del INDEC que comprende el período que va desde el último trimestre de 2006 y el último trimestre de 2009, en el cual vuelve a publicarse la información de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH), aunque reconociendo que se han “ajustado” los indicadores, como ese organismo nos tiene ya acostumbrados para las mediciones de inflación, canasta básica, pobreza, etc. Este extracto del diario paraoficial Página 12 del 5-XII-09 no puede ser más claro al respecto: “La diferencia entre ambas series es muy reducida, limitada a unos pocos decimales, pero los primeros valores de 2003 muestran divergencias fuertes. Esto genera que entre 2003 y 2007 la evolución de la distribución del ingreso por total de población fuese regresiva para la vieja medición (de una brecha de 27,8 a 28,3), mientras que para la nueva fue progresiva (de 30,8 a 28)".

Aun así, ello no ha obstado para que del último indicador se colija que ha aumentado la desigualdad en la Argentina respecto del año 2008 (nota de La Nación firmada por Oliver Galak, de fecha 16-XII-09), y que Página 12 no pueda obviar, como conclusión al artículo citado (Un cambio sin grandes estridencias) esta solapada crítica: “Más allá de las diferencias estadísticas –menores–, el proceso muestra, más bien, el limitado alcance en materia de lucha contra la desigualdad que el impresionante crecimiento económico del período 2003-2007 pudo llevar a cabo”.

Tamizada por las diversas mediciones, diferencias metodológicas, ajustes y recálculos propios de una materia demasiado ríspida, políticamente gravitante y en el contexto de un país propenso a la manipulación estadística, la realidad cronológicamente comparada igualmente señala, con algunos más y otros menos, la siguiente serie:

Año

Veces de ingreso Decil 10/Decil 01

1974

10,6

1980

13,2

1985

14,9

1988

21,6

1991

14,4

1994

17,9

1996

17,2

1999

16,1

2000

25,6

2001

27,7

2002

29,8

2003

27,8

2004

28,9

2005

28,6

2006

29,3

2007

30,1

2009

30,2

Fuente: INDEC-EPH. También, Consultora EQUIS y, para los últimos 2 valores, INDEC-EPH, C-III y Artemio López: http://rambletamble.blogspot.com/2009/08/una-aproximacion-la-estructua.html. Asimismo, Ernesto Kritz señala 33,8 para 2006 y 33,5 para 2008.

Otro valor indicativo en la observación de la cuestión de la igualdad y la desigualdad en una sociedad, es aquél que proviene de la participación de la masa asalariada en el PBI. Respecto de ello, el Informe Final Beca UBACYT Estímulo desarrollado por Juan M. Graña, contiene una serie realmente clarificadora, luego ampliada por el mismo autor, junto a Damián Kennedy, en otro trabajo de la UBA titulado “Salario Real, Costo Laboral y Productividad. Argentina 1947-2006”:

Año

Masa Asalariada % PBI

Argentina

EE.UU.

Brasil

Japón

Alemania

España

Chile

Holanda

1935

34,5

50,9

-

-

-

-

-

-

1937

33,1

52,2

-

-

-

-

-

-

1939

34,5

52,9

-

-

-

-

-

-

1941

33,9

51,3

-

-

-

-

-

-

1943

33,8

54,7

-

-

-

-

-

-

1945

35,6

56,2

-

-

-

-

-

-

1946

35,8

54,1

-

-

-

-

-

51,0

1947

39,6

53,7

-

-

-

-

-

48,2

1948

42,9

52,6

-

-

-

-

-

45,9

1949

48,0

53,4

-

-

-

-

-

43,2

1950

48,5

53,1

-

-

-

-

-

42,3

1951

46,3

54,0

-

-

-

-

-

41,6

1952

48,6

55,2

-

-

-

-

-

41,4

1953

48,5

56,0

-

-

-

-

-

41,5

1954

49,6

55,5

-

-

-

-

-

42,3

1955

46,5

54,8

-

40,2

-

-

-

42,5

1956

44,2

55,7

-

41,2

-

-

-

43,7

1957

42,7

55,9

-

40,3

-

-

-

45,2

1959

35,6

55,5

-

40,4

-

-

-

45,4

1961

36,8

56,0

-

38,6

-

-

-

47,0

1963

35,8

55,8

-

41,0

-

-

-

49,4

1965

37,5

55,7

-

43,3

-

-

-

50,8

1967

40,5

57,4

-

41,9

-

-

-

52,2

1969

39,6

58,9

-

41,2

-

-

-

53,1

1971

44,7

59,1

-

45,7

53,8

46,3

-

55,2

1972

41,7

59,0

-

46,2

54,3

47,9

-

55,2

1973

45,8

59,0

-

47,9

55,4

48,5

-

55,9

1974

49,7

59,8

-

51,9

56,9

49,1

-

57,3

1975

48,2

58,6

-

53,6

57,0

51,0

-

58,8

1976

31,0

58,8

-

53,7

56,5

52,1

-

57,7

1977

29,7

58,8

-

53,8

56,8

52,1

-

57,8

1979

35,8

59,6

-

52,9

56,6

52,0

-

58,7

1981

38,7

59,0

34,7

53,5

58,3

51,1

40,0

56,7

1983

33,8

58,5

-

54,3

56,4

49,4

38,3

54,7

1985

39,5

57,7

38,4

52,9

55,7

46,5

35,6

52,1

1987

39,1

58,3

-

52,0

56,1

45,8

31,9

53,9

1989

28,8

57,8

-

51,8

54,7

46,4

32,2

51,8

1990

38,6

58,2

45,4

52,0

54,1

47,8

33,8

51,7

1991

43,0

58,2

41,6

52,5

55,2

48,8

34,2

52,1

1992

45,5

58,3

43,5

52,8

55,7

49,0

35,3

53,1

1993

46,2

58,4

45,1

53,6

55,4

49,3

36,6

53,3

1994

44,5

57,7

40,1

54,2

54,0

47,5

36,4

51,8

1995

41,9

57,5

38,3

54,6

53,9

46,5

35,4

51,0

1996

37,9

56,9

38,5

54,0

53,6

46,3

37,7

50,6

1997

38,2

56,7

37,5

54,3

52,8

46,6

38,2

50,0

1998

40,3

57,3

38,9

54,4

52,5

46,8

39,4

50,8

1999

41,2

57,6

38,2

54,2

52,7

47,0

41,5

51,1

2000

39,4

58,2

37,9

54,3

53,3

47,4

40,4

50,7

2001

40,0

58,2

37,0

54,8

53,0

47,6

40,7

50,8

2002

30,8

58,1

36,1

53,8

52,6

47,6

40,6

51,3

2003

29,2

58,0

35,6

-

52,3

47,6

-

51,5

2004

30,3

57,2

-

-

51,2

-

-

51,1

2005

31,6

56,8

-

-

50,3

-

-

49,9

2006

34,1

-

-

-

-

-

-

-

2007

32,6*

-

-

-

-

-

-

-

* Fuente de ese dato: CTA, considerando la PMW/PBI a precios corrientes, como respuesta al “cálculo” del INDEC, que la situaba equívocamente en torno al 41%. Asimismo, el Instituto de Estudios Laborales y Sociales de la UCES también efectuó el recálculo de la variación porcentual 2006-2007, situando la participación, coincidentemente, 1,5% por debajo del año anterior.

Como se aprecia, la mayor Participación de la Masa Asalariada (PMW) sobre el Producto Nacional Bruto no sólo se asocia con menores niveles de desigualdad, sino que resulta concomitante con el apogeo económico. Para la primera mitad de los años ’50 Holanda, una economía aún emergente en período de posguerra, tenía una PMW/PBI sensiblemente menor que la Argentina. Su despegue económico está asociado con un avance en este punto, y luego reforzado, como en todos los países de desarrollo exitoso, con una estabilidad en este indicador. Lo mismo puede decirse del Japón, que en 1955 se encontraba más de 6 puntos por debajo de la Argentina, y en 1983, por ejemplo, más de 20 puntos por arriba.

Como se aprecia en la serie histórica, luego de un paulatino incremento en la PMW/PBI desde 1945, la misma supera los 42 puntos en 1948 y se mantiene siempre por encima de los 45 puntos hasta 1955 inclusive (arañando el 50% en 1954), es decir, durante el gobierno peronista. A partir del golpe de Estado de ese año, la PMW/PBI comienza a descender, y para 1959 se ubica en el nivel de la Década Infame, mejorando un poco durante la dictadura llamada “Revolución Argentina” y consolidándose nuevamente por encima de los 45 puntos durante el tercer gobierno peronista; para luego caer abruptamente con el golpe de Estado de 1976. Durante la gestión ministerial de Lorenzo Sigaut, que siguió a la caída de Martínez de Hoz, se arañaron los 39 puntos, al igual que con el Plan Primavera, y la línea de los 40 puntos recién se rebasó con el gobierno peronista de Carlos Menem, durante casi todo su período decenal (con una baja durante el “efecto tequila” y un esplendor en el trienio 1992-94). Luego de la crisis de 2001, la PMW/PBI descendió hasta los 30 puntos, y se ubicó en los niveles de la primera época del Proceso, y lo que es más preocupante, manifiesta desde entonces un estancamiento que tiende a estabilizarse en valores inferiores a la década del ’30, e incluso a agravarse.

En el diario Página 12, Diego Rubinzal, en nota del 1º de junio de 2008 titulada “La Equidad Social”, manifestaba esta preocupación y consignaba que (ajustado el coeficiente de base de cálculo correspondiente a 2002 por el suscripto de acuerdo con la tabla precedente) para 2008, en ningún caso la PMW/PBI podía ser superior al 30%. En esa nota se lo cita a Claudio Lozano (cuyos cálculos también he ajustado de acuerdo con los criterios de Graña), quien manifestaba: “los datos del INDEC sobre distribución funcional del ingreso no son comparables con las series históricas. Cualquier intento de decir que la participación del 41 por ciento es comparable con la vigente en el primer peronismo falta a la verdad. Una de las claves de las diferencias es el modo en que se mide el PBI. Si se lo presenta a precios corrientes, la participación de los asalariados es del 23% para el año 2007. Año en el que, al igual que con la pobreza, el empleo y los salarios, se observa una tendencia a la ‘esterilización’ de los efectos positivos que el crecimiento podría tener sobre los ingresos. Por ende, la participación en los ingresos que venía subiendo desde el 2004, desciende respecto al 2006”.

Carlos Maurras señalaba que la libertad que proclamaban los revolucionarios burgueses del siglo XVIII era la libertad en términos hegelianos, es decir, asociada con el poder, con la potencia. La libertad así entendida, se trasladaba a lo social en la figura que Julio Guesde ha hecho del liberalismo decimonónico: "la libertad del zorro en al gallinero", es decir, la situación en la que la gallina es tan libre de comerse al zorro como el zorro de comerse a la gallina... todos sabemos cómo termina.

Qué términos habría que aplicar, entonces, para una sociedad aquejada de "pasión igualitaria", como nos ha definido el Programa de Naciones Unidas, que no ha dejado de desigualarse desde hace medio siglo, con vaivenes, algunos momentos de solaz, que en definitiva son los más denostados, y una tendencia general descendente; mientras elegimos seguir creyendo en otra fábula: la que sostiene que el discurso modifica la realidad, como en los conjuros mágicos. Cuando como ha pensado y dicho Baudrillard, parecería antes bien, que ocurre lo contrario de las intenciones expresas, lo cual nos remite al realista Juan Perón, que otra vez, por los hechos, y con los hechos, y en los hechos, estuvo en las antípodas de la praxis gubernativa actual.