viernes, 30 de abril de 2010

Día del Trabajo

Llega ya el 1º de mayo, y continuando con la serie dedicada al Trabajo, es que me permitiré emitir las siguientes reflexiones preventivas, porque me figuro desde ya las imágenes que presenciaré mañana por la televisión.

El 1º de mayo, noche de Walpurgis o de Brujas para los nórdicos y fiesta de Beltane en honor a Belenos, dios celta del fuego, está consagrada a la renovación a través del fuego y por tanto también a la fertilidad.

Quizás por el cambio de figuras que comienza a vislumbrarse con la revolución industrial, y llega a su apogeo en la primera mitad del siglo XX, por la cual, por ejemplo para Ernst Jünger, el trabajador vino a tomar la posta como sujeto de la historia dejada por el guerrero, en nuestro siglo XX (desde las postrimerías de la centuria precedente) continúa el mito de la fertilidad a través de la figura del trabajador, entendiendo por tal algo más complejo y metafísico que la adscripción al mundo asalariado de la rutina y la medición tragicómica del tiempo.

En efecto, la figura del trabajador supone un espíritu inquieto, curioso y voluntarioso, predispuesto a la creación, al dominio del medio, a la fundación, es decir, un homo faber. Desde esa perspectiva metafísica, seguramente muchos obreros industriales poco tenían que ver con la figura, y sí en cambio en torno a ella se agrupaba un cúmulo variopinto de tenaces creadores, sean ellos artistas hambreados y desvelados, poetas bohemios apremiados por la falta de sueño y la sobra de necesidades, políticos jugados a una carta y generalmente muertos jóvenes, artesanos concentrados en una factura perfecta de sus productos, inventores de todo tipo, entusiastas ingenieros de obras colosales, científicos prometeicos, (las figuras del político y del científico de Max Weber sirven al ejemplo), etc., etc.

Como rápidamente puede colegirse, y huelga hablar de ello, la figura del trabajador correspondió a una época tal vez demasiado breve, e inevitablemente trágica, y con esa época se esfumó, progresivamente, sin hacer demasiado ruido, y fue sustituida por nuevas figuras tal vez menos pretenciosas. De entre ellas, destacan el emprendedor (sujeto económico que no debe confundirse con el homo faber, sustancialmente porque se distingue en la escala moral: el fin de su acción no es la obra sino el éxito, y la medida del éxito es la medida ontológica de la figura, es decir, no hay emprendedor –también llamado empresario- que pueda ser propiamente calificado como tal si no lo es acompañado estrechamente de su éxito material comprobable), el burócrata (que vino a llenar y componer el escenario de las modernas tecnocracias, de sociedades totalmente administradas, y que se distingue del trabajador no tanto por el fin cuanto por la acción: su praxis no conduce a la creación de algo nuevo, sino a la administración de los recursos ajenos), y fundamentalmente, absolutamente, transversalmente, por el consumidor: aquél que no crea sino que consume lo que otros crean, aquél que se identifica con un producto, aquél sujeto cautivo del objeto al punto de objetivarse él también. Aquél que es lo que consume.

Para el consumidor la única acción válida y trascendente es la de adquirir, la de obtener, y hacia ella orienta todos los medios que estén a su alcance, los que por tanto pueden ser muy creativos pero poco útiles a los efectos de las definiciones. El consumidor bien puede trabajar para consumir, o puede pedir plata a sus padres para consumir, o manguear a amigos o extraños, o jugar a la raspadita, o robar, o vender, o lo que sea.

El punto más sobresaliente y extremo de la figura del consumidor es el drogadependiente, que se define absolutamente en la sustancia que consume a como dé lugar, y puede ser válido siempre como referencia didáctica para la comprensión del término denotado, aunque con ello no nos eximamos nosotros mismos -para nada- de la inclusión en el universo de consumidores.

Por ello, la celebración del 1º de mayo tiene cada vez más un tono colorista y nostalgioso, artificialmente anudada a los criterios de la realidad. Como símbolo, esa fiesta, en los tiempos en que fue tal, fue ocasión de confrontar concepciones del mundo. Los estadounidenses, temerosos de que pudiera fortalecer la posición del socialismo, la sustituyeron para un día de septiembre (el Labor Day). En Argentina el peronismo, que se propuso la nacionalización de las masas, sustituyó las banderas rojas del internacionalismo "sin dios, sin patria, y sin familia" por las argentinas, fenómeno que recién comenzó a detraerse, coherentemente, en los últimos dos años, aunque como todo por estos pagos y a estas alturas, ya no en tono de tragedia sino de farsa.

René Orsi rescata, en su semblanza sobre Jauretche y Scalabrini Ortiz, una frase muy ilustrativa, perteneciente al primero (Peña Lillo Editor, Buenos Aires, 1985, pág. 36) en la experiencia de FORJA: “…Jauretche sostiene que nosotros entendimos por [una posición nacional] ‘una línea que obliga a pensar y dirigir el destino del país en vinculación directa con los intereses de las masas populares, la afirmación de nuestra independencia política en el orden internacional y la aspiración de una realización económica sin sujeción a intereses imperiales dominantes. Esta posición no es doctrina, sino el abecé, el planteo elemental y mínimo que requiere la realización de una nacionalidad, es decir, la afirmación de su ser… Y esta necesidad primaria era la que FORJA vino a satisfacer. Promover el modo nacional de ver las cosas como punto de partida previo a toda doctrina política para el país, precisamente lo inverso de lo que hacían los partidos de doctrina’”.

Sirvan estas palabras para tamizar cada comentario que desde el sector autoarrogado de ser “campo popular”, se esgrime con calificaciones tales como izquierda y derecha, nueva izquierda y nueva derecha, hacer el juego a la derecha, popular es equivalente a de izquierda, etc. La izquierda y la derecha fueron dos posiciones (físicas, por otra parte) de la primera asamblea revolucionaria burguesa después de la Bastilla. Y la Argentina está muy lejos de la Bastilla, o tal vez no tanto, si quienes triunfaron en la historia fueron aquellos que se desvelaban por afrancesar cada piedra y cada gramo de tierra de nuestra patria.

Feliz día del Trabajo para todos, y sobre todo, para todos los blogueros que sin plata, gastando tiempo y energías, y poniendo el corazón, sostenemos con nuestro aporte insignificante, para el empate moral (ya ni la victoria moral nos pertenece) la exangüe figura del homo faber.

1 comentario:

Destouches dijo...

Feliz día a todos los compañeros, entonces! Aunque el concepto de trabajador sea diariamente tan bastardeado. Un abrazo.