miércoles, 31 de agosto de 2011

Lo lingüísticamente correcto


Me llegó por segunda vez por correo-e una presentación .pps que aborda claramente taras lingüísticas reiteradas, y sobre todo, reiteradas desde el poder y el monopolio del "decir bien" en nuestra sociedad, es decir, imposiciones tan prepotentes cuanto arbitrarias, que con su repetición martilleante, han terminado por lastimar mi susceptibilidad, fraguada por la lectura, la escritura y la plática, y por qué no, por el aprecio genético y visceral por nuestro rico idioma. Un "decir bien" que es "decir mal", y por tanto, si seguimos a Unamuno y aceptamos que sólo se piensa en palabras, un "decir bien" que no conduce a un "pensar mal", sino a un "pensar menos" (aunque, o tal vez por ello mismo, ocupando más espacio en el disco rígido).

Como se trata de un documento cuya finalidad es la difusión de mano en mano, o de correo en correo, creo que al agregarle este medio de publicidad contribuyo con su objeto, tal vez más que tomándome la molestia de reenviarlo a todos mis contactos. Aquí van algunas de las diapositivas entonces (click sobre cada imagen para ampliarla):










lunes, 29 de agosto de 2011

Telegrama



Aclaración previa. Este post es un puzzle de remisiones a otras páginas, a las que se reenvía con un click sobre el texto subrayado (links). No viene mal mirar un poco. Se trata de botones de muestra, solamente.





"Lombrosiana", de José María Cao. Análisis criminológico a la moda de la época. Aparecido originalmente en Caras y Caretas Nº 421, 27 octubre 1906. Publicado en La Argentina sin careta. Ilustraciones 1893-1918 por la Fundación OSDE.



"La exclusión lisa y llana de la oposición mediante el uso de los instrumentos del estado hizo que muy pronto se denunciara a este sistema como un verdadero régimen oligárquico".

La política según Roca. Control electoral y exclusión de opositores
; en op. cit. infra, p. 32.



Allá lejos y hace tiempo, pero siempre es bueno rememorarlo, por aquellos mismos argumentos con que nos taladran también hoy para justificar privilegios, indemnizaciones, contrataciones directas y "anticipos" de obra que son casi totales, a saber: que olvidar los hechos garantiza que éstos se repitan en el presente... Allá lejos y hace tiempo, decíamos, existía la oligarquía (ahora no), que sustentaba su poder en el fraude electoral (ahora no) y digitaba directamente desde la Presidencia de la Nación al sucesor (ahora no), en connivencia con un esquema de gobernadores lábiles y cómplices (ahora no), sustentada en la morosidad y desidia de un pueblo adormecido por la bonanza económica (ahora no) sostenida en los aranceles aduaneros que se cobraban a las exportaciones agroganaderas, por entonces muy apreciadas en el mercado internacional (ahora no), todo lo cual que generaba una elite caracterizada por las puertas giratorias entre los distintos ámbitos del poder: sus miembros, en el transcurso de la carrera política, pasaban por los tres órganos de gobierno, eran gobernadores, luego senadores, luego jueces federales, luego diputados, luego ministros, etc.

El caso culminante lo constituye José Figueroa Alcorta, que detentó la máxima autoridad en los tres órganos de la República: fue Presidente de la Corte Suprema, Presidente de la Cámara de Senadores, y Presidente de la República. Además fue, faltaba más, diputado nacional y gobernador de la Provincia de Córdoba (provincia donde fue también diputado, senador, ministro de Gobierno y ministro de Hacienda).

Podemos afirmar que, de esa generación del '80, ninguno de los representantes de la elite tenía tiempo de quedarse en casa, o de dedicarse a la actividad privada. Cuando no había algún carguito dando vueltas, siempre el mundo les ofrecía la oportunidad de viajar, a través del noble ejercicio de la diplomacia.

A un esquema de partido hegemónico, llamado con justicia el "unicato" en donde las elecciones se resolvían entre distintos miembros y "ligas" del mismo Partido Autonomista Nacional (PAN), se le agregaban arteros mecanismos de "elecciones controladas" por el mismo gobierno que las organizaba, que han sido resumidos, por ejemplo, como sigue:

"Indalecio Gómez, ministro de Interior durante la presidencia de Roque Sáenz Peña, se refirió ala dinámica electoral del roquismo: 'Lo odioso no es que se cometan venalidades, que se cometan maniobras fraudulentas por los ciudadanos, sino que sea el gobierno mismo el que provoque esos delitos'. La acusación apuntaba al gobierno como principal promotor del control electoral. Desde 1880, la competencia electoral entre partidos disminuyó o bien se concentró en las disputas entre las ligas del PAN.
"Varios eran los pasos para el desarrollo de una elección controlada. Todo empezaba con la confección del Registro Cívico y la selección de las autoridades de las mesas escrutadoras. Una vez comenzado el comicio, podían ocurrir desde las más conocidas acciones violentas generalizadas de las décadas anteriores hasta los métodos más pacíficos de manipulación del voto. En esta instancia, los caudillos electorales mantuvieron su papel central como en años anteriores. Ofrecían servicios, pactaban acuerdos, movilizaban electores. Solían ocupar puestos de gobierno de poca importancia, pero su lugar en el proceso electoral era clave. "En general, los ciudadanos inscriptos en el Registro Cívico iban a votar en grupo, según su afinidad. Las boletas (si la elección se implementaba mediante boletas) se entregaban a los electores poco antes de ir a votar. Muchas veces el número de votantes excedía la cantidad de inscriptos en el registro, ya que se usaban nombres de ausentes, fallecidos o personas que debían sufragar en otro distrito, pudiendo así votar dos o más veces. Luego, el juez de elección era quien debía otorgar legitimidad al comicio, lo cual ocurría según sus simpatías o lealtades".

[Fuente: Maniobras roquistas. Cómo funcionaba el control electoral, en Historia de las Elecciones Argentinas, Tº 2, "1853-1910. Aprendizaje electoral", AGEA S.A., Bs. As., 2011, ISBN 978-987-07-1389-0; pp. 40-41].




Hace poco leía a un historiador que reflexionaba que uno de los méritos de esa oligarquía decimonónica fue el haber emplazado gran cantidad de postes de telégrafo, para integrar las comunicaciones en un país tan vasto, atribuyendo al telegrama (el mensaje breve que se envía por medio del telégrafo) el carácter de anticipo secular respecto de la Internet. También en los telegramas encontramos afinidades y puntos de contacto entre las oligarquías separadas por más de un siglo.

Aquí, en estos telegramas sugestivamente tachonados, corregidos y con discrepancias numéricas, y otras barrabasadas varias. Aquí también. Y aquí. O este otro caso, en el cual el presidente de mesa tiene DNI comenzado en 40 millones, o sea, una edad de entre 14 y 15 años.

Y este caso, más que sugestivo. Faltó que la autoridad de mesa escribiera: "Va el cheque en blanco. Complétenlo ustedes, que no tengo ganas/tiempo/conocimiento para hacer la cuenta".

Como después de toda bonanza (ciertamente ayudada por el talento, hay que reconocerlo, y lamentar que siquiera un émulo disminuido a un 10% del Gringo Pellegrini esté en condiciones hoy día de afrontar la crisis que se viene; concluía Pacho O'Donnell sobre el gabinete de Don Carlos en Historias Argentinas, Sudamericana, Bs. As., 2006, p. 184: "A nadie escapará el elevado nivel intelectual de dichos hombres, tan ausente en muchos de los gabinetes recientes") viene el declive, que Argentina vivió cuando comenzó la Gran Guerra del 14, y luego la mishiadura, que Argentina vivió a partir de la Gran Depresión del 29, quedará para cada uno analizar si, entre las lamentables diferencias entre una y otra oligarquía, hay alguna que radique en cuestiones infraestructurales, materiales, básicas.

Si todavía viajamos sobre los rieles que se emplazaron en aquella época, y usamos sus telegramas, si Argentina tuvo entonces para tirar medio siglo con el changüí de los excedentes financieros gestionados en la época de bonanza; cabe preguntarnos, ante las inequívocas señales de un nuevo declive, qué nos deja la actual oligarquía para pelechar mañana, más que compromisos económicos en forma de subsidios estructurales para una gigantesca masa humana clientelar sin capacidad para ganarse el pan con sus propias armas, es decir, una deuda social explosiva, nada más. Y nada menos.



viernes, 26 de agosto de 2011

Lo Políticamente Correcto

Recientemente me han llegado muy buenos materiales sobre el tema, redactados por autores que, no sólo tienen evidentemente mayor autoridad que nosotros, sino mejor capacidad expresiva. Es por ello que dejaremos a los mismos hablar sobre tan crucial cuestión.


Cronológicamente entonces, comenzaremos por Alexis de Tocqueville, genial pensador e historiador liberal francés, que en tiempos tan tempranos como 1840 anticipaba con perturbadora precisión (De la Democracia en América, 2ª Parte):

El despotismo me parece pues particularmente de temer en las eras democráticas. Pienso (...) que la especie de opresión que amenaza a los pueblos democráticos no se parecerá a nada de lo que la ha precedido en el mundo; nuestros contemporáneos no la encontrarían registrada en sus recuerdos. Yo mismo busco en vano una expresión que reproduzca exactamente la idea que me formo y robustezco de ella; los antiguos términos despotismo y tiranía no sirven. La cosa es nueva, por lo que hay que ponerse a definirla, ya que no se la puede nombrar.

Cadenas y verdugos son los instrumentos groseros que empleaba antaño la tiranía; pero en nuestros días la civilización ha perfeccionado hasta al despotismo mismo, que sin embargo parecía no tener nada que aprender
(...). El príncipe había, por así decir, materializado la violencia; las repúblicas democráticas actuales la han tornado tan intelectual como la propia voluntad humana que ella intenta constreñir. Bajo el gobierno absoluto de uno solo, el despotismo, para llegar al alma golpeaba groseramente el cuerpo; y el alma, escapando a esos golpes, se elevaba gloriosa. Pero, en las repúblicas democráticas, la tiranía no procede así; deja el cuerpo y va derecho al alma. El amo no dice más: pensaréis como yo o moriréis; dice: sois libre de poder pensar como yo; os quedáis con vuestra vida y vuestros bienes. Pero, desde este día, sois un extraño entre nosotros. Conservaréis vuestros privilegios en la Ciudad, pero os resultarán inútiles porque, si procuráis el cambio de vuestros conciudadanos, no lo aceptarán; y si demandáis sólo su estima, os la rehusarán. Permaneceréis entre los hombres pero perderéis vuestros derechos a la humanidad. Cuando os acerquéis a vuestros semejantes, huirán de vos como de un ser impuro; y hasta los que crean en vuestra inocencia os abandonarán, pues se les escaparía a su turno a ellos también. Id en paz, os dejo la vida, pero os la dejo peor que la muerte.



En 1997 Günther Maschke escribía "Lo Políticamente Correcto", en No a la Censura. De la Policía del Pensamiento a la Nueva Inquisición, GRECE, París, pp. 79-92, de donde extractamos:

La actual imposibilidad de construir una teoría crítica de lo políticamente correcto (PC) explica la tendencia que tenemos a subrayar solamente los aspectos más ridículos. Por ejemplo, la utilización de palabras correctas en el dominio de las diferencias sociales o raciales. Cada uno es consciente, sin duda, de lo ridículo de lo PC, ¡pero todo el mundo habla correctamente! En realidad, la fuerza de lo PC es imperiosa, decide arbitrariamente sobre la carrera de los individuos y condiciona las actitudes deseables en función, no de la opinión pública, sino únicamente de la opinión publicada.

(...)

Lo PC
se caracteriza siempre por una inversión de los conceptos, como en la utilización abusiva de los términos democracia o tolerancia. Sus partidarios reclaman así la tolerancia para los demandantes de asilo, los inmigrados, los musulmanes, los gitanos, los criminales y los terroristas, como para las minorías sexuales. En realidad, el esquema es siempre más o menos el mismo: primeramente se reclama derechos iguales para esos grupos; luego, se los privilegia. Esta situación conduce a que toda crítica respecto de estos grupos sea denunciada como un prejuicio de tipo fascista, autoritario o racista. Al final, se promulga una ley que prohíbe pura y simplemente toda crítica.

A la inversa, las convicciones de la mayoría son frecuentemente menospreciadas. Los fundamentos de la ley cristiana son frecuentemente ridiculizados y tratados con desdén, mientras que un solo comentario irónico sobre un culto africano puede fácilmente transformar a su autor en un cuasi criminal SS. Ya en 1916, Vilfredo Pareto escribía en su Tratado de Sociología General: Las demandas de igualdad ocultan casi siempre pretensiones de privilegios (...) Los inferiores quieren ser iguales a los superiores, y no admiten que éstos sean a su vez sus iguales.


Finalmente, en 2006 Dietrich Schwanitz escribe con una claridad y sutileza encomiables, en el artículo "Lo Políticamente Correcto" de su libro La Cultura. Todo lo que hay que saber (Punto de Lectura, Madrid):

Tras su derrumbe, el socialismo ha sido relevado por un culturalismo que caracteriza en igual medida a la teoría del discurso, a la deconstrucción y al feminismo. El marxismo todavía relativizaba a su rival probando su conciencia falsa de la realidad. Las teorías culturalistas, en cambio, se han convertido en sus propios programas: dado que consideran los sistemas simbólicos como mecanismos de dominación encubiertos, su objetivo es conquistar los discursos apelando a la moralidad. Este objetivo se ve favorecido por el hecho de que, junto con su programa histórico, la vieja izquierda ha perdido también el criterio con el que poder distinguirse de sus rivales: "Nosotros representamos el futuro, somos los progresistas; los demás representan el pasado, son los reaccionarios". En vez de esto, ahora se apela a una diferenciación moral: "Nosotros somos los buenos, los demás son malos", lo que conduce a la moralización del mercado de opiniones mediante luchas y campañas semánticas: una palabra equivocada en público y tendrás que comparecer ante el Comité de Salvación Pública. No hay discurso que no esté acompañado de procesos inquisitoriales y de exhortaciones a la penitencia por parte de sacerdotes, cuya maquinaria incriminatoria les proporciona las víctimas con las que tiñen de rojo los altares de la corrección política.

En otras palabras: el mismo mercado de opiniones se ha convertido en un campo de batalla. Uno puede estar bien o mal situado, por lo que hay que tener precaución. Para orientarse en él existen señales luminosas con inscripciones como "Fascista. Prohibido el paso. ¡Peligro de muerte!"; "Machista. Peligro. Los hijos responden por sus padres"; "¡Atención! Trayecto peligroso. Eurocentrista. Logocentrista. Falocrático"; "¡Cuidado! Elitista"; "Biologismo. Firme deslizante”.





martes, 16 de agosto de 2011

Números didácticos


Conocido el aplastante triunfo oficialista del pasado domingo, presenciamos los argentinos un cambio de actitud comunicacional, que fue sin solución de continuidad, de la Cris-pasión al sosiego, la mano tendida, el guiño perdonavidas. Una severa bajada de línea a la "cybermilitancia" indicaba la necesidad de mesura, de dominar la natural tendencia a la agresión y a la provocación, y en líneas generales, conminaba a los sectores ideados e implementados para la confrontación, a macrizarse: "Los votos no tienen dueños", "no hay que creérsela", y frases por el estilo inundaron las frecuentes apariciones mediáticas de figurones y figurines.

Quien quizás mejor represente esa onda de paz y amor, y transmita a la población y a los periodistas una imagen de asepsia científica, de neutralidad y de objetividad, sea el Ministro del Interior Florencio Randazzo, que pacientemente se presta a demostrar desde el púlpito las bondades del sistema electoral más vetusto y antiecológico (bosques y bosques devorados por las boletas sábanas de 7 secciones) de esta parte del planeta.

Con esa paciencia, esa neutralidad y esa capacidad didáctica, deslizó un concepto que rápidamente también caló en la primera mandataria ya reelecta, que en su conferencia de prensa repitió un par de veces: en estas elecciones PASO, se registró "la más alta participación electoral de los últimos 28 años".

Sabemos que a veces pecamos de obsesivos, y que a estas alturas, decimales más decimales menos, ni siquiera tendríamos que tener ganas de contradecir al Ministro. De hecho, en el artículo del día de ayer hicimos hincapié en la enorme participación ciudadana, que implica por supuesto la irreversibilidad del pasado plebiscito en el siguiente octubre.

Sin embargo, mencionaremos sucintamente, sin mayores abundamientos, los porcentajes de participación de votantes sobre el total de inscriptos en el padrón en las otras elecciones presidenciales de estos últimos 28 años (recordando, por otra parte, siempre siguiendo los razonamientos del Ministro, que el padrón ha sido enormemente depurado por ésta su gestión, en parte por la implementación de los nuevos DNIs y el cruce de información electrónica con el Registro Nacional de las Personas; es decir, que el padrón actual resultaría más "sincero", menos "inflado" que los otros que tomamos por referencia, y por tal motivo, el porcentaje de votantes efectivos debería ser aun mayor).

1983
Padrón: 17.929.591
Votantes: 15.350.186
Participación: 85,61%
Participación votos afirmativos: 83,26%

1989
Padrón: 20.021.849
Votantes: 17.086.704
Participación: 85,34%
Participación votos afirmativos: 83,64%

1995
Padrón: 22.178.154
Votantes: 18.203.452
Participación: 82,08%
Participación votos afirmativos: 78,43%

1999
Padrón: 24.201.563
Votantes: 19.878.018
Participación: 82,14%
Participación votos afirmativos: 78,30%

2003
Padrón: 25.480.440
Votantes: 19.930.111
Participación: 78,22%
Participación votos afirmativos: 76,09%

2007
Padrón: 27.091.037
Votantes: 20.673.170
Participación: 76,31%
Participación votos afirmativos: 70,51%

2011
Padrón: 28.853.153
Votantes: 21.757.053
Participación: 75,41%
Participación votos afirmativos: 71,74%

De lo expuesto, se puede apreciar, por el contrario de lo afirmado por las autoridades nacionales, que la participación electoral del pasado domingo es la menor de las registradas en comicios presidenciales desde 1983, y el porcentaje de votos afirmativos supera en un 1% al menor de esa misma serie, que se dio en 2007.

Lo expuesto no cambia nada, naturalmente, y sigue indicando un grado de participación muy interesante, máxime considerando el creciente escepticismo y la resignación en un público que ya no espera mayores cambios en la política, y tan sólo aspira a un módico pasar sin mayores sobresaltos.

Solamente nos vemos en la obligación de ponerlo de resalto, de la misma forma que en su momento indicamos los falseamientos que, respecto de inflación, costo de vida, canasta básica, etc., emanaban de las informaciones oficiales. La conclusión que puede establecerse de las diferencias entre discurso y realidad no son cuantitativamente relevantes. Aunque cualitativamente, señalan una discrepancia tendencial: no es que estamos cada vez mejor, sino que estamos cada vez peor, pero un poco menos mal de lo que creíamos. No es que nuestro dinero compre más este mes que el mes pasado, sino que no compra demasiado menos, tal vez dos o tres productos que habrá que bajar del changuito en cada compra. No es que haya menos crímenes violentos que el año anterior, sino que hay más, pero igual la mayoría sobrevivimos, tampoco el conurbano se transformó en Caracas todavía...

Dejamos, finalmente, un spot didáctico del mismo neutral, objetivo y aséptico Ministerio del Interior (en la jerga administrativa, Miniver), que por su naturaleza pedagógica y neutral, objetiva, etc., pasó los filtros de la veda. En él vemos que la silueta de la candidata ubicada a la derecha de la pantalla en color marrón, que inequívocamente remite a la actual presidenta (las otras dos mujeres precandidatas, Elisa y Alcira, distan un eón de esa figura; seguro que Alcira es la silueta naranja que se cae en la segunda parte del corto), es la que el dedito ejemplificador elije como su preferencia y obtiene el 48,1% de los votos. Prueba de que en tan neutral, objetivo y aséptico Ministerio rige como regla ética la mesura y la cautela.









lunes, 15 de agosto de 2011

El pueblo, siempre

El 9 de agosto Jorge Asís explicaba a su tío Plinio qué eran las PASO, con estos términos: "Las elecciones más irracionales de la historia. Son como las reales. Pero al mismo tiempo son falsas. Elecciones, digamos, amistosas. Como los partidos de fútbol del verano. No están en juego los tres puntos. Tan caras, en realidad, como innecesarias. Es una suerte de entrenamiento con público obligado a presenciarlo. Sirven para saber cómo están parados los candidatos que ya fueron arbitrariamente elegidos. En el fondo, las elecciones amistosas, 'primarias y obligatorias', simultáneas del 14 de agosto, no tienen el menor sentido".

Luego del aplastante triunfo de ayer del oficialismo, en realidad, las que parecen no tener "el menor sentido", las que resultarán "tan caras como innecesarias", las que serán "irracionales", serán las formales y protocolares del 23 de octubre.

Ello así, habida cuenta de una participación de electores muy alta, superior al 75% del padrón. Si se imagina que esa participación puede aun subir en la próxima elección, digamos, hasta el 81% que se registró en 1983, cuando la población venía ansiosa por votar, en lugar de estar alguito harta de perderse 4 domingos en 3 meses, como en el presente 2011, se agregarían en octubre 1.600.000 electores. Suponiendo que todos ellos escojan una opción diversa de la oficialista, aun así ésta se situaría en el 45% exigido por la Constitución para ganar en primera vuelta. De modo que esos más de 10 millones de votos obtenidos por el FPV le garantizan una victoria inconmovible en cualquier escenario.

Hemos escuchado hasta el hartazgo, de parte de la nueva casta de los encuestólogos, que se viene haciendo una panzada con tantas vueltas y contravueltas electorales, que estas primarias serían "una gran encuesta nacional". Sus resultados, en efecto, deben ser entonces empleados con sentido estadístico.


El peronismo.

Teniendo en cuenta una tasa de mortalidad promedio del 7,5 por mil anual, quedarían aproximadamente 4.740.000 peronistas de los 6 millones que votaron por el PJ en 1983 (y que puede ser considerado el piso histórico del justicialismo). 4.210.000 fueron los votantes que eligieron a candidatos peronistas en las primarias del día de ayer, lo que puede entenderse como que la mayor parte del peronismo histórico quedó abarcado entre las alianzas contingentemente denominadas Compromiso Federal y Frente Popular. Considerando que ese número representa el 20% de los votos positivos de 2011, concluimos en que la fuerza electoral del peronismo ha quedado reducida exactamente a la mitad, en el transcurso de los 28 años de la presente democracia. La renovación generacional, en cambio, se ha volcado por la opción populista encarnada en el FPV, pero que básicamente engloba a la mayor parte del espectro político contemporáneo.


El populismo.

Ese planteo populista, de carácter esencialmente difuso (ya que naturalmente, va orientando las políticas concretas de acuerdo con dos principios complementarios: las necesidades detectadas por las encuestas y las necesidades generadas por el discurso), resulta, bajo el influjo del "rating minuto a minuto", la forma moderna de gestionar, condicionada por las circunstancias. De tal forma, todo el espectro político termina por coincidir en casi todos los puntos programáticos y, ante la eventualidad de una resistencia popular a alguna medida (en general, la historia señala que las medidas que generan esas resistencias son fiscales), surgirá una disidencia también populista coincidente. 

Veamos algunos ejemplos:
 
1) De la segunda hipótesis, claramente, el asunto ése de la Resolución 125, que puso al FPV al borde del abismo, del que sólo pudo levantarse por la increíble estolidez y la carencia llamativa de voluntad de poder de todo el resto del espectro político. En realidad, si el campo no hubiera pataleado, absolutamente ningún político hubiese manifestado su disenso con el incremento del impuesto a las exportaciones del 35% móvil. Las únicas voces que escuché oportunamente (o sea, cuando la medida fue dictada, y no 2 meses después, cuando los tractores salieron a la ruta) provinieron de autoridades jurídicas en materia tributaria o constitucional, y como de costumbre, limitadas a sus estrictos cenáculos doctrinarios.

2) De la primera, o sea, de la tendencia natural de todo el espectro político a coincidir en todo y tan sólo diferenciarse, a veces, en la forma (mayor transparencia, control de la corrupción, normatización por ley, etc.), podemos ejemplificar con Aerolíneas. El Secretario de Estado más impresentable, tanto desde lo moral como desde lo técnico, propuso y defendió sin entusiasmo la estatización de una empresa aérea que hasta entonces estaba en manos de una empresa española. Sólo un puñado de aviones (entre media y una docena), 6 mil empleados y una deuda multimillonaria era lo que se pretendía estatizar, ya que las rutas pertenecen al Estado. Todo el mundo parlamentario concediendo en que era fundamental tener una línea aérea estatal (además de LADE, naturalmente), y divergiendo en punto al asuntito ése de la deuda. Una minucia en verdad, ya que el problema fundamental de esa visión radica en el déficit operativo cotidiano y en el despropósito de gastar fortunas en eso.

En un país muy dilatado como Argentina, la opción de transporte de pasajeros se divide entre los peligrosos micros (que cada día tienen mayores inconvenientes de movilidad, por la saturación del tránsito y por los cortes de rutas) y los improbables aviones (que vuelan cuando las cenizas y las huelgas lo permiten, a un precio del pasaje extremadamente caro, y con elevadísimos subsidios del Estado, a la par que disponen de una oferta de servicios francamente insuficiente). Ni entremos a considerar el impacto ambiental del avión, el factor más contaminante de todos los que nos ha regalado la modernidad. 

En fin, Aerolíneas insume al Estado no menos de $ 3.000 millones al año de déficit operativo, al que hay que sumar los elevadísimos costos de inversión en aeronaves y su mantenimiento, aeropuertos, radares, etc. El presupuesto operativo, nada más, equivale a la construcción de 1.250 km anuales de vías dobles nuevas, con rieles de acero nuevos, durmientes de cemento biblocks nuevos, balasto nuevo, plataformas nuevas, incluso nuevos tendidos que eviten pasar por el centro de los poblados, o que eviten las zonas intrusadas por villas miseria. Con vías absolutamente nuevas, los trenes de pasajeros pueden desarrollar su potencialidad, por más que sean comparativamente obsoletos respecto de casi todo el resto del mundo. Digamos que cualquiera de nuestras vetustas formaciones ferroviarias diesel podría desarrollar una velocidad crucero de 90 km/h constantes, y garantizar así 8 horas de viaje totales para llegar a Córdoba, por ejemplo, contando asimismo con elementos de confort como camarotes, cine y restaurante. 

Pero si encima se decidiere hacer una inversión en equipamiento diésel de altas prestaciones de últimos modelo y tecnología, hay que considerar que el costo de cada formación es aproximadamente la mitad que el de un avión de pasajeros de cabotaje, con el aditamento de que su capacidad de transporte quintuplica la de éste. Para ser concretos, la inversión ferroviaria total de un proyecto Buenos Aires - Rosario - Córdoba, sin Tren Bala, asciende a 10 meses de los costos operativos de Aerolíneas. En estos últimos 4 años, el sistema ferroviario argentino podría haber contado, tan sólo con asignar a ese fin los millones que se pierden por el tubo del gasto operativo aéreo, con 5.000 km de vías nuevas aptas para transitar a la mayor velocidad por fuera de los ejidos de las poblaciones intermedias, y que de tal forma conectara, por ejemplo: Neuquén-Bahía Blanca-Buenos Aires-Rosario-Santa Fe-Córdoba-Tucumán-Salta, y también Buenos Aires-Córdoba-Mendoza y Buenos Aires-Mar del Plata.
 
Con esos destinos conectados, 18 millones de habitantes hubieran quedado de inmediato conectados, y otros 18 millones a una distancia menor a los 300 km de cada nodo terminal o intermedio. Durante 2012, podrían ponerse en marcha, asimismo, los tramos Bahía Blanca-Puerto Madryn y Santa Fe-Formosa.
 
El ritmo de los trabajos depende de la mano de obra involucrada, ya que el trabajo de vías sigue comportando el empleo de enormes números de recursos humanos sin calificación, algo que realmente sobra en este "modelo de inclusión con matriz diversificada".
   
Lo malo de esta opción es que los trabajos de vías dejan un margen exiguo de rentabilidad, siempre, claro está, que se utilicen parámetros universales en la cotización de los componentes (que por supuesto, existen, aunque en Argentina somos renuentes a aplicarlos). Ése, el de la rentabilidad racional, es ciertamente un parámetro reñido con el modelo populista. Quizás por ello tengamos que soportar los dos extremos más patéticos y deprimentes del discurso: el nostalgioso y museológico de Pino Solanas y el faraónico, suntuario y estratosférico del Tren Bala.

Mencionando el ejemplo de Pino Solanas, encontramos otro exponente del populismo, que intuye necesidades y apetencias diversas en la misma población a la que se intenta seducir. Si el populismo oficialista apunta al turismo, el populismo solanista apunta a revitalizar la actividad de los pueblitos de la campiña, por los que ya no pasa el tren. Claro que a esos pueblitos les pasó Internet y la televisión, y la muchachada que migra a estudiar a las ciudades difícilmente regresa. Ése es un factor que el cineasta en blanco y negro parece no considerar. Tampoco debe considerar, seguramente, que hoy en día casi todo el mundo tiene automóvil o camioneta propios, y que un tren que pare en cada pueblito (distantes en promedio, en la Pampa Húmeda, 8 km entre sí) demoraría una vida de Argumedo o de Solanas en recorrer un trayecto que en auto insume 4 ó 5 horas.

Lo mencionamos, para mostrar que los objetivos del populismo pueden ser tan divergentes como las intuiciones de los políticos acerca de qué cositas que a ellos les gustan (o que a ellos les "venden" ingeniosos empresarios) son más "populares" o impactan mejor en la opinión pública. 

Resulta a las claras el camino metodológico opuesto al de un proyecto meditado, trabajado con tesón y con sustancia técnica, a partir de la detección fidedigna de una utilidad pública estratégica. El asunto entonces está, como suele suceder, en la calidad de la pregunta a formularse. Ella no es "¿Estatizamos Aerolíneas?", "¿Compramos trenes usados?", "¿Volvemos a crear Ferrocarriles Argentinos?" sino "¿Qué forma de movilidad resulta más económica en términos de inversión/usuarios beneficiados, su construcción y operación genera más fuentes de trabajo; y a su vez es más segura, ambientalmente menos gravosa, y relativamente más cómoda y más rápida, y siempre en consideración de nuestra particularidad demográfica y geográfica?"  

Creo que a partir de las ejemplificaciones formuladas respecto del populismo, podemos abarcar en ese espacio a casi todo el espectro político, a excepción del exitoso caso de San Luis, y tal vez, de ciertas elucubraciones realizadas en el seno del Movimiento Productivo Argentino, referenciándose en el ejemplo brasilero (repito, tal vez). 


El radicalismo.

Es difícil mensurar el caudal histórico de un partido centenario, tan propenso a las fragmentaciones (yrigoyenistas y antipersonalistas, UCR Intransigente y UCR del Pueblo, etc.) y que ha sufrido los vaivenes de fenómenos no calculados que le han restado clientela, así como de otros que luego le han sumado, aunque sea, provisionalmente.

Si en 1928 Yrigoyen accedía a su segundo mandato con más del 57% de los votos, en 1937 Alvear perdía frente a la Concordancia con el 40%. En 1951, último momento en que estuvo unificada, la UCR se acercó al 32%. En 1958 la UCRP (balbinista) quedaba en segundo lugar, atrás de Frondizi, con el 29%; y en 1963 ganaba, aprovechándose de la proscripción del peronismo, con el 27%. Si en esa ocasión, se sumaban los votos de la UCRP y de la UCRI, el total de votos radicales ascendía al 44,6% de los sufragios positivos. En tanto, en 1973, Balbín obtuvo, frente a Perón, el 24%. Si consideramos que los votos de la Alianza Popular Revolucionaria (integrada protagónicamente por el Partido Intransigente, heredero de la UCRI), de la elección inmediata anterior (frente a Cámpora, 11-3-73) son en su mayoría radicales, y los sumamos al resultado de la UCR balbinista, obtenemos aproximadamente un 30% de los votos positivos de 1973.

Desde que está el peronismo en el mapa, entonces, y entendiendo que tanto Alfonsín como De La Rúa se aprovecharon fundamentalmente del voto independiente, el caudal electoral histórico promedio de la UCR se aproxima al 30%.

En las elecciones de ayer el radicalismo obtuvo el 12,17%. Si a ello le sumamos los votos de la Coalición Cívica y la mitad de los del Frente Amplio Progresista de Binner, llegamos también al 20%. Es absolutamente lógico inferir que el 10% del total (una tercera parte de los radicales históricos) se ha volcado también por la opción del oficialismo populista.


No more, please.     

No hace falta detenerse en los errores de la oposición, en los egos irreductibles, los excesivos personalismos, la tendencia patológica a la fragmentación, la discordia y las antipatías personales antes que las "diferencias ideológicas" (what is this?), la incapacidad de estructurar organizaciones y procesos de selección de candidatos dentro de esas organizaciones (y quien no puede organizar desde el llano, difícil que pueda contribuir a ordenar mínimamente el desorden general de una Argentina parchada de subsidios, prebendas, cuotapartes, donaciones, cooperativas, etc.). Si el "límite" de Binner no hubiera sido De Narváez, igualmente esa opción no habría superado el 20% (porque algunos "progresistas" habrían migrado para el oficialismo o para Proyecto Sur o la Izquierda). Si Rodríguez Saa y Duhalde no se hubieran peleado, y De Narváez no hubiera sido tan atolondrado y ansioso, el peronismo no habría igualmente obtenido más del 21% (sumando al FP y el CF la diferencia de votos de más que FDN sacó en la PBA respecto de Ricardo Alfonsín).

Así entonces, teniendo en cuenta que Binner está exultante con su 10%, y soñará durante 2 años con ser el nuevo emergente político (como alguna vez fue la Ucedé, y luego Carrió); teniendo en cuenta que, fiel a su vocación colaboradora con el oficialismo, ya anticipó que no participará de ningún armado plural de oposición, está claro que no hay siquiera la más mínima posibilidad de que se dé en octubre otro resultado que la elección directa en primera vuelta de la actual mandataria.
 
Y siempre, para enriquecer la perspectiva, teniendo en cuenta el poderoso y aceitado aparato electoral del FPV, el manejo discrecional del Correo y de los medios de comunicación y el abanico de triquiñuelas y manganetas à la carte, hay que considerar que para ganarle, hay que hacerlo por revolcón. Como los boxeadores que van a retar a un campeón yanqui por el título del mundo a los EE.UU. Tienen que ganar por K.O. Si llegan a las tarjetas, por más que al morocho de Harlem le hayan pegado una paliza, se van perdidosos. 

En 1973 Balbín reconoció su derrota y renunció a participar del balotaje frente a Cámpora, teniendo en cuenta el exiguo margen que le faltaba a éste para el 50%. De tal forma, preservó el erario público (las elecciones son costosísimas) y ahorró al ciudadano también el engorro de tener que volver otro domingo a cumplir una obligación cívica formal y superflua.

Una actitud semejante reclamamos semanas atrás al sociólogo melancólico de Flacso, Daniel Filmus, frente a una diferencia irreversible de 20 puntos, con Macri a 2,7% de la mayoría absoluta. Lamentablemente, a ello DF respondió con su latiguillo de "no somos una fuerza testimonial sino una opción de poder", y se dispuso a pasar vergüenza nuevamente, así como a fastidiar a todos los porteños y dilapidar fondos que seguramente tienen mayor utilidad en cosas concretas, techos de escuelas por ejemplo.  

Consecuentes con esa visión, sostenemos desde este espacio la necesidad de proceder a un verdadero acto de generosidad cívica, y omitir los comicios de octubre, reconociendo lo antes posible el triunfo del oficialismo, y disponiendo en consecuencia la reasunción, a partir del 10 de diciembre, de la Presidenta para un nuevo período.

Es lo menos que podemos hacer para cumplir con la Constitución Nacional. ¿Por qué?, se preguntará usted, lector.

Pues bien, vea. La Constitución Nacional contempla, a partir de 1994, en el capítulo dedicado a los Nuevos Derechos y Garantías, formas de democracia semidirecta en los artículos 39 y 40. En particular, este último prescribe: "El Congreso, a iniciativa de la Cámara de Diputados, podrá someter a consulta popular un proyecto de ley. La ley de convocatoria no podrá ser vetada. El voto afirmativo del proyecto por el pueblo de la Nación lo convertirá en ley y su promulgación será automática. 

"El Congreso o el (la) presidente(a) de la Nación, dentro de sus respectivas competencias, podrán convocar a consulta popular no vinculante. En este caso el voto no será obligatorio".

En el término de un mes algunos ciudadanos hemos ido a votar tres veces, a razón de 3 domingos sobre 6. Ni qué hablar de los desdichados a los que les tocó ser autoridades de mesa, y clavarse el día entero allí dentro, mirando una pared y regados por la luz de fluorescentes.

Hemos sido consolados por los diversos opinólogos mediáticos ponderando la bendición que representa para todos el constante ejercicio de la democracia, que hubo generaciones que casi no votaron nunca, etc. etc. 

Ahora bien, yo creo que dista mucho de satisfacer los supremos principios de la democracia (que, recordemos, antes que un sistema formal de representación, es una filosofía política que sostiene la soberanía del pueblo como fuente de verdad) el hecho de ir cada dos por tres a votar por alguno de los consabidos candidatos designados a dedo del staff estable.

Antes bien, me parece que los esfuerzos de organización y económicos puestos en tantos comicios podrían reconducirse a poner en práctica finalmente, luego de 17 años, esas formas de democracia semidirecta. Y someter al pueblo la consulta de aquellas normas que luego son dictadas en el nombre del pueblo, y con aspiraciones populistas. Si tan populistas somos, qué mejor que consultar al pueblo acerca de la estatización del agua y las cloacas, la estatización del correo, la estatización de Aerolíneas, la estatización del fútbol, la estatización de los aportes jubilatorios privados, la ley de medios y la mejor forma como pueden invertirse fondos públicos en diarios y televisión, la necesidad de tener uno o varios canales estatales, y en su caso, los criterios para seleccionar artistas, periodistas, conductores y contenidos; los impuestos que deben cobrarse a los sectores exportadores, los subsidios al transporte, la asignación universal por hijo, las leyes que involucran a la familia y a la salud, las medidas de seguridad, el traspaso de la policía federal a jurisdicción local, los criterios de empleo de las otras fuerzas de seguridad, la forma de controlar el desempeño de los jueces y la composición del Consejo de la Magistratura...

Realmente, entiendo y confío, los ciudadanos nos sentiríamos verdaderamente honrados y protagonistas de nuestro destino teniendo injerencia directa en esas decisiones cruciales que nos afectan en forma directa y definitiva.

No diré, como Fito Páez, que la expresión del 50% de mis compatriotas en las urnas el día de ayer "me da asco". Pero sólo concederé a esa expresión el criterio validador de una gestión de gobierno que reclama el oficialismo, cuando el oficialismo comience a creer en el pueblo, y le dé al pueblo el lugar que a éste corresponde constitucionalmente.

Do ut des, facio ut facias.

  

sábado, 13 de agosto de 2011

Barba Azul y las lecciones de Landrú


Juan Carlos Colombres, el humorista porteño más conocido como Landrú (seudónimo que remitía al "Barba Azul de Gambais", el célebre asesino serial de viudas pudientes francesas, que fue guillotinado el 25 de febrero de 1922, o sea 10 meses y 3 semanas antes del nacimiento de Colombres), se destaca por la elegancia y sobriedad de su humor, que cuando se centra en el empleo de terminología específica por segmentos etarios, o socioeconómicos, o profesionales, o políticos, recuerda el similar que Adolfo Bioy Casares evidenciara en su célebre Diccionario del Argentino Exquisito

Henri Désiré Landru (1869-1922)


Conscientes de la veda electoral y de sus alcances (proselitismo a favor o en contra de algún o algunos candidatos, o sus agrupaciones políticas o sus plataformas), aprovechamos estos días de sosiego para abordar cuestiones conexas con tan trascendente ejercicio de ciudadanía, sin que las mismas comporten el abordaje directo de nuestra actualidad.

Es por ello que en esta ocasión aprovecharemos una de las lecciones extractada de Las Clases Magistrales de Landrú (Ed. Merlin, Buenos Aires, 1972, pp. 55 y 56), que como surge de sus datos bibliográficos, procede de la época de Lanusse, muy alejada en todos sus términos de las actuales circunstancias, y por tanto, suponemos que desvinculada de las costumbres y características de los gobernantes de hoy en día.



¿QUIERE SER DEMAGOGO?

"Trate de conservar su dentadura perfecta, para enseñársela a la población cada vez que sonría (tres veces cada medio minuto).

"Sólo se pondrá muy serio para acusar a sus opositores de monstruos entreguistas.

"Para decir discursos no es indispensable que se acompañe con una guitarra. Pero si al pronunciarlos puede tocar como fondo musical el viril tema "Argentino hasta los tuétanos", el éxito será triple.

"Cada vez que se dirija a la población no olvide de anunciar un aumento general de sueldos de un ochenta por ciento.

"Búrlese siempre de sus opositores. Puede bautizarlos para dejarlos en ridículo con estos originalísimos calificativos: vendepatrias, contreras, gringos, argentinos a la violeta, traidores, mercenarios, antipatria, bribones, parásitos saprófitas, reptiles, renacuajos, insectos fósiles y orangutanes.

"Cada vez que hable al pueblo anuncie la creación de un nuevo feriado. Con esto aumentará su popularidad.

"Cada quince días dirija un mensaje en cadena por radio y TV. Recuerde que si deja de pedalear puede caerse de la bicicleta.

"Cuando en un discurso meche un chiste, no deje de acompañarlo con un simpático guiño.

"Si algo en su gobierno no anda bien, tenga a mano a alguien a quien echarle la culpa. No vaya a ser que alguno vaya a pensar que usted es el responsable.

"Una cuenta en un banco suizo es indispensable, pues nadie sabe lo que puede pasar."  


viernes, 12 de agosto de 2011

Otras definiciones




Respetando la veda electoral, y rescatando del olvido al gran criollo que fuera Tito Saubidet (Vocabulario y Refranero Criollo, Letemendia, Bs. As., 2006), que atisbara ya hace 70 años ese declive final y definitivo de todo aquello que de original, creativo y singular tuvo la cultura argentina, volvemos a su sapiencia nacida de la experiencia directa y entusiasta en los pagos de Tapalqué y más al Sur, y agregamos nuevas llamadas a la acostumbrada sección de este blog dedicada al idioma.

Amadrinado. Animal yeguarizo que sigue fielmente a la yegua madrina y a la tropilla. (Tb., Amadrinao).

Amadrinar. Acto de acostumbrar a un cierto número de animales a andar juntos siguiendo fielmente a una yegua madrina, cuando se trata de una tropilla de caballos, y a un madrino cuando se refiere al señuelo de animales vacunos. (Madrino: Buey manso que lleva cencerro o campanilla, al que siguen los demás del señuelo).

Amadrinarse. Andar juntos los caballos de una tropilla y seguir todos a la yegua que les sirve de madrina. Amadrínanse mejor los caballos si la yegua madrina tiene potrillo.



Cada grupo de mi gente rodeaba su tropilla. La madrina estaba maneada. Los animales remolineaban a su alrededor. Se manearon las madrinas de las tropillas; cesó el ruido de los cencerros, único que interrumpía el silencio sepulcral de aquellas soledades, y nos echamos sobre la blanda yerba.
LUCIO V. MANSILLA 

lunes, 8 de agosto de 2011

Un cucú en el nido del pueblo



Hace un tiempo atrás Relato del Presente (que hoy cumple 3 años, y aprovechamos esta ocasión para saludarlo y felicitarlo) publicó un artículo al que ilustró, entre otras, con una de esas curiosas fotos que enriquecen su archivo con pintoresquismo y mucha bizarría (en el sentido anglo-francés del término).

En la foto, jóvenes “militantes” de $ 40.000 per cápita al mes pagados por Juan Pueblo, junto a un variopinto espectro de personajes del elenco estable de Buenos Aires La Provincia, practican el gesto ridículamente gastado e hipócrita de la “V” de “Perón Vuelve” (justamente, la situación menos deseada por el inspirador del nombre de la agrupación juvenil, y la banda de imberbes que se había enquistado en la Administración pública a partir del 25 de mayo de 1973, a la que la vuelta del viejo líder de masas vino justamente a aguarles el asado).

Uno de ellos, llama particularmente la atención. Y ello así, porque luce una remera con la imagen del Brigadier General y General de Campaña de la Provincia de Buenos Aires, Restaurador de las Leyes y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, Don Juan Manuel de Rosas.



A partir de Juan José Hernández Arregui, y su intento de amalgamar el socialismo revolucionario marxista (internacional) con el nacionalismo argentino aparece, en esa juventud católica acomodada y acomplejada de procedencia claramente gorila que luego sería el famoso entrismo en el peronismo (el de “Perón y Evita, la Patria socialista”), la revisión de la figura del Restaurador en la historia nacional, que en el nacionalismo ya contaba para entonces, principios de los ’70, con una erudita, documentada y lujosa trayectoria.

En efecto, la historiografía liberal que había literalmente borrado al “Tirano” de la historia, reescribiéndola a partir de Caseros, y sobre todo con Mitre, encontró en el socialismo y el comunismo y los demás partidos tradicionales que integraron el contubernio de la Década Infame, a fervorosos adherentes, que en común consolidaron una historia oficial que no admitía disenso.

Postulado el trío San Martín – Rosas – Perón por el peronismo, y anatematizado Perón como “el Tirano sangriento” luego de la Reacción Libertadura en 1955 (al punto que era obligatorio llamarlo así), el 16 de septiembre de 1955 pasó a ser el equivalente cíclico del 3 de febrero de 1852, y los golpistas a asimilarse a los federales traidores y los unitarios que acompañaron a los brasileros para la derrota nacional en los campos de Morón.

Resultaba el camino evidente para lubricar el proceso de entrismo en un movimiento popular que les era ajeno y a veces incomprensible, la sobreactuación del revisionismo histórico. Así, el término “montoneros” evocaba las montoneras federales que resistieron el proceso centralizador posterior a Pavón, y el empleo de la estrella federal (punzó de ocho puntas) pasó a ser parte de la iconografía obligatoria, en emblemas y grafitos de los grupos marxistas como las FAR.



Hoy día, en este proceso de caretismo e impostura, las consignas y los dibujitos se repiten sin reflexión y en la mayor ignorancia. Aunque, claro está, no falto de intencionalidad, ese método publicitario berreta sostenido en la apropiación de un revisionismo venerable, llevado adelante por grandes y serios historiadores que siempre han perseguido el objetivo exactamente opuesto al de los usurpadores, es decir, la unidad y la nación frente al sectarismo y la facción; a veces es digerido con notable dificultad y litros de Reliverán. Léase al respecto como botón de muestra, la reacción visceral y diarreica del pateta de Horacio González ante el reconocimiento oficial del Día de la Soberanía, en el Boletín Oficial/12 de ese entonces.

El pájaro cucú es el pata de lana de la naturaleza, por lo menos, en la ornitología. Él pone sus huevos en los nidos de otros pájaros, para que éstos los empollen y luego alimenten a los pichones. Para hacerlo impunemente, primero desplaza del nido la misma cantidad de huevos que los que va a depositar en reemplazo, porque los pájaros saben contar. Además, elige especies más pequeñas, de modo tal que cuando el pequeño cucú nace, al poco tiempo arroja para abajo a sus “hermanastros”, para concentrar todas las atenciones de sus involuntarios tutores, a veces de un tercio del tamaño del pichón vividor.

Así venimos alimentando con cantidades ingentes de recursos a los pichones cucúes que prepotentes demandan nuestro atencioso servicio. Pero, claro está, no podemos, más allá de soportar estoicos semejante afrenta, desconocer la evidencia de la impostura. Podemos ser cornudos (de hecho, en varias lenguas, como el francés, se hace mención al cucú cuando se alude a esa infortunada condición), pero no podemos permitirnos al menos manifestar que lo sabemos, y que no lo aceptamos. Si no lo sabemos a esta altura, además de cornudos somos estúpidos. Si lo sabemos y lo aceptamos, somos cornudos conscientes.

Todo pichón de cucú ignora o no comparte esos mismos emblemas, símbolos, epónimos y personalidades con los que disfraza su condición alógena. Con los que decora sus remeras, sus banderas, sus pintadas callejeras. Cuando decimos que “ignora o no comparte”, decimos que “si no ignorara no compartiría”, eso está claro.



Yendo a un aspecto más elemental del intrusaje, detengámonos un momento en el asunto de lo popular. Allí apreciamos una desviación tan enorme que está en el plano de lo antitético.

El concepto de lo popular de Rosas (un gobernante indudablemente popular), por ejemplo, está vinculado con una idea de excelencia, que parte del reconocimiento de las propias esencia, capacidad e historia del pueblo, para potenciar, a través de la organización y la disciplina, las mejores virtudes de ese pueblo.

El concepto de lo popular de estos improvisados populistas, parte de un desconocimiento elemental del pueblo al que pretenden subyugar y seducir a través de sobornos y dádivas, y que por tanto se transforma en una profundización de sus defectos. El camino facilista, que invariablemente potencia las tendencias entrópicas. Lo contrario del adagio peronista de “los hombres son buenos, pero si se los controla, son mejores”. Así entonces, serán “populares” la jarra loca, la promiscuidad irresponsable, la música apologética del delito, la vagancia, el escarnio del que trabaja y del que estudia (el “gil”), la subcultura tumbera, la subcultura villera, la subcultura inmigrante… todos aquellos fenómenos disgregantes del pueblo, a favor de la masa informe y caótica de gente desarraigada y sin destino.

Ilustremos esta reflexión, frente a las actuales lamentables circunstancias, en las que por ejemplo, sólo se puede censar en las villas durante la mañana porque es cuando los malandras duermen, y en que se fomenta deliberadamente la holganza, con las instrucciones para los capataces en el Reglamento de Estancias de Juan Manuel de Rosas de 1825:

“Los capataces de las haciendas deben ser madrugadores y no dormilones; un capataz que no sea madrugador, no sirve por esta razón. Es preciso observar si madrugan y si cumplen con mis encargos. Deben levantarse en verano, otoño y primavera un poco antes de venir el día, para tener tiempo de despertar su gente, hacer ensillar a todos y luego tomar su mate y estar listos para salir al campo, al aclarar. En invierno deben levantarse mucho antes del día, pero no saldrán al campo hasta que aclare bien. En aclarando bien, ya deben salir. Si niebla no saldrán hasta que se quite, y en el acto de irse quitando, ya saldrán. En tanto no se quita la niebla, los entretendrán a los peones en lo que haya que hacer en las casas, si es que hay, y si no, les harán reparar las huascas y defectos que tengan sus recados”.



Y ya que hablamos de entropía, enunciaremos brevemente el otro equívoco basal: El que parte de confundir Justicia Social con Igualdad, grave equívoco lamentablemente muy difundido por nuestra creciente incultura política. Para tantos “Mordisquitos” que ofician de pichones de cucúes, vayan entonces estos versos de un cabal peronista, que había entendido y expresado claramente esa esencial diferencia y ese recelo para con la igualdad entrópica, y que consta en el que fuera durante décadas el Himno Social Argentino:

Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor...

Ignorante, sabio o chorro,

generoso o estafador.

¡Todo es igual!

¡Nada es mejor!

¡Lo mismo un burro

que un gran profesor!

No hay aplazaos

ni escalafón,

los inmorales

nos han igualao.

Si uno vive en la impostura

y otro roba en su ambición,

¡da lo mismo que sea cura,

colchonero, rey de bastos,

caradura o polizón!

Enrique Santos Discépolo, Cambalache, 1934.