martes, 8 de julio de 2008

Has recorrido un largo camino, muchacho

Ganar tiempo.

Y los corrieron por izquierda, nomás.

Tanto provocar al destino finalmente hace que el destino se presente. Como la vida es una excepción, una negación resuelta al principio de la muerte, que rige con mayor relevancia en el resto del universo. Entonces la vida introduce algunos elementos que para todo el funcionamiento del mundo resultan irrelevantes. El más trascendente es el tiempo. En efecto, la vida es tiempo, y el tiempo es una dimensión sólo concebible en función de ésta. No es posible, en el resto de los aspectos abordados por la física, encontrar en el tiempo alguna singularidad diversa del espacio. Menos en lo referente a la vida. La vida es tiempo que se le gana a la muerte, que es el principio general.

El desafío será entonces saber ganar tiempo (la actual posición, muy cercana a las utopías de Condorcet, que suponía que el progreso de la ciencia podía dar al hombre la eternidad) o saber aprovechar el tiempo (conforme con las cosmovisiones tradicionales, que alentaban la intensidad de la aventura frente al “buen pasar” moderno).

Nicolás Condorcet.

Lo cierto es que el destino tiene una sola cara cierta, y esa cara es la muerte. Para los pueblos que creían que el destino estaba escrito desde siempre, lo único que quedaba claro era el desenlace. El destino, entonces, guarda el único interés de la forma: cuándo y cómo. Pero queda claro el qué, porque es inexorable.

El destino del kirchnerismo está escrito desde un comienzo, y señala que va a terminar siendo corrido por izquierda. Entonces el conglomerado multicolor que se aglutina alrededor de las dos preclaras personas que rigen los destinos de todos los argentinos, tiene por desafío postergar ese inevitable desenlace. Es decir, el módico objetivo de ganar tiempo.



Como toro en el chiquero.

Como todo gobierno cuyos principios fundamentales son la oportunidad y la astucia, éste se desenvuelve en el vaivén de las circunstancias de formas contradictorias. Contra los preceptos maoístas, diríamos que en lugar de “como pez en el agua”, el kirchnerismo se debate contra la realidad como toro en el chiquero, con los pies hundidos en el barro y dando cornadas.

Así las cosas, en el pragmatismo de la corporación política la lectura que se hizo es que la mediocracia y la progresía locales habían tejido alrededor de las posibilidades de gestión dos mallas electrificadas que no sólo no podían ser franqueadas, sino que ni siquiera aceptaban que se las tocara: los derechos humanos (en su discutible versión vernácula) y ciertas concepciones industrialistas, matizadas de estatismo nostalgioso.

Con base en esa lectura, sabiamente el kirchnerismo edificó su “modelo”, y los protagonistas se construyeron de nuevo, desde cero, aprovechando el desconocimiento generalizado de la población hacia las pintorescas figuras que emergían del sur más remoto. Como los hiperbóreos de los griegos, pero al revés: estos hiperaustros aprovecharon el handicap invalorable en la actual decadencia política, y se presentaron en sociedad con nueva piel y nuevo rostro.

Cierto que no podían resistir un archivo. Pero quién podía, luego de que hasta el socialdemócrata más rancio en los ’90 empezaba el discurso de su propuesta diciendo que “la Convertibilidad no se toca”. Pero sobre todo, nadie quería ni mirar los archivos. La complacencia del argentino, su esperanza desaforada y ciega, otorga siempre cheques en blanco. Un pueblo que sabe ser tan crítico e incisivo, cuyos programas de TV versan casi todos en la crítica de otros programas de TV, se comporta como un dócil perro faldero justamente con el nuevo amo y como un doberman enloquecido con el amo viejo. Es claro, para enloquecer se debe comer varios palazos y maltratos, pero a la larga, siempre muerde.


La culpabilidad colectiva y el ilustre desconocido.

Los aciertos del gobierno entrante en 2003 en materia de construcción de poder son innegables: De una buena lectura de la contingencia, se desprendieron dos conclusiones preliminares. La primera, que la sociedad estaba aterrorizada con la perspectiva de la anarquía, y eso la colocaba en bandeja al servicio del amo que llegara, más propensa a aceptar al déspota que al demócrata, con tal de que consolidara la autoridad en crisis.

La segunda, que el desconocimiento del recién llegado otorgaba un largo tiempo de complacencia, un crédito abierto. Entonces, a la primera característica contingente se respondió con arrebatos de cólera dirigidos a sectores debilitados y desprestigiados, sin mayor riesgo y, por el contrario, con una enorme potencialidad para capitalizar el “arrojo y valentía, la determinación y el coraje”, políticamente.

Respecto de la segunda característica contingente, el gobierno debutante mudó sus ajados ropajes y se puso la brillante capa de la “nueva política”. No es que nadie conociera ya el pasado iniciado en abrupto enriquecimiento usurario sustentado en la circular 1050 del Proceso (ahora transformado en lo discursivo en “dictadura genocida”, pero antaño colmado de genuflexiones y conspicua convivencia en la militarizada región austral), seguido por invariables cargos públicos que habían acrecentado notablemente ese patrimonio inicial.

No es que nadie conociera el abrupto “acrecimiento preventivo” del patrimonio al ingresar en la primera magistratura, que pasó de $ 1,8 millones a $ 7 millones en la declaración jurada ante la OA. No es que nadie conociera su pasado verticalista voceando “Isabel conducción, lo demás es traición” en un acto del crapulosamente olvidado Luder, en los albores de la democracia (situación que después se revertiría, promoviendo desde la secretaría comandada por el “Duhalde bueno” una miserable persecución judicial sobre la antigua referente). No es que nadie conociera su papel en la privatización de YPF, o la desaparición forzada de los billonarios fondos provinciales. No es que nadie conociera las manipulaciones de la justicia local, la insólita composición de su legislatura, etc., etc.

Todos conocían esos datos. Eran de dominio público y fueron bastante difundidos. Lo que pasaba es que a nadie le importaba. La ficción colectiva, el espejismo, es producto de una encantación mayor. Es producto de un sobreentendido que permea a todas las capas de la “respetable audiencia”. En el teatro todos vemos el escenario, todos sabemos que los actores representan un papel, pero elegimos creernos la trama como si fuera real. Lo mismo pasa con los actos de los ilusionistas.

Ese encantamiento colectivo parte de una culpa entendida también como colectiva, por un fracaso tan mayúsculo que provoca inconscientemente el ansia de castigo. Una suerte de resurgir, en medio de la decadencia, de una especie de regresión totémica. Si nos hemos portado mal, debemos ser castigados. Y el castigo tenía ahora encarnadura, en un rostro severo, en una mirada desconcertante.


Si la sociedad hubiera leído a Freund, sobre todo cuando dice:

“¿Puede afirmarse que la sociedad política es responsable de sus desgracias por haber elegido mal a sus dirigentes o por haberles tolerado exacciones inhumanas? De hecho, una consulta electoral, por ejemplo, no es una decisión en el sentido propio del término, sino que indica solamente, por el juego de la mayoría y de la minoría, que un hombre o un partido aparecen como los más aptos para desempeñar la tarea correspondiente a las exigencias del bien común. La mayoría puede equivocarse, y toda la colectividad sufrirá las consecuencias del error. ¿Se trata igualmente de una responsabilidad colectiva, en el sentido de culpabilidad colectiva? ¿El error de apreciación es susceptible de ser asimilado conceptualmente a una falta? Donde hay organización, hay también reglas de juego. Sería irrazonable identificar el error de juzgamiento del electorado en la aplicación de una regla, a una falta moral. No es el cuerpo electoral quien fija los objetivos ni quien decide. Se limita a brindar su confianza a tal o cual formación política, que pueden no estar a la altura de su misión. La responsabilidad entendida como culpabilidad colectiva escamotea simplemente la existencia del gobierno que tiene a cargo la acción política, y lo trata como una entidad despreciable o una institución puramente formal, es decir, reduce a la asociación política al rango de cualquier otra”.

Sin embargo, en nuestros intelectualmente humildes pagos, donde abundan los intelectuales, pero donde poquísimos están a la altura de los tiempos, y muchos se han quedado en Sartre y su responsabilidad individual por los destinos de la humanidad, se ha negado toda atribución de responsabilidad ante el desgobierno de la Alianza. Ese hato de irresponsables que creyó que gobernar era como vender una marca a través de publicidad. Ese hato de pequeños hombres mezquinos que renunciaron a sus responsabilidades, que huyeron cuando la historia comenzó a complicarse para salvar sus inservibles molleras.

Bueno, lo cierto es que la sociedad absorbió toda la culpa ante la inimputabilidad de un gobierno definitivamente incapaz. Y esa conciencia colectiva culposa sirvió para que toda la sociedad disfrutara masoquista de cada corruptela evidente, del nombramiento de funcionarios insólitamente sospechables: que la esposa del ministro cajero va a controlarlo, que el primo del presidente hará obra pública, que la hermana del presidente distribuirá subsidios, que el compinche de juerga del presidente también distribuirá subsidios… Todo estaba permitido en el masoquismo culposo. Y Kirchner, que es muy vivo para eso, no perdía oportunidad de acicatear la culpa colectiva, desde el púlpito pastoral del Salón Blanco, recordándonos que festejamos los goles de Kempes en el ’78, que aplaudimos cuando recuperamos las islas en el ’82, que vivimos felices en el 1 a 1 y votamos con el voto cuota en los ’90, etc., etc.

Así, mal que bien, se fueron cuatro años y medio, aunque la sociedad, ya al final, considerando que ya estaba purgada su culpa con los flagelos monacales, empezó a recordar que la legitimidad del régimen fue la más baja de la historia de la Argentina, que tenía arrebatos antidemocráticos, que no hubo gestión en absoluto, que se comieron el presupuesto en futilidades y sobreprecios mientras la inversión caía y caía, que había vuelto a asomar el fantasma de la inflación, que…

Y entonces se decidió la suplantación por la señora esposa. Y el modelo del “ilustre desconocido” volvió a repetirse. Esta vez venía la señora de la verba florida, de los neologismos a flor de labio, a construir el relato, a articular las políticas, a coherentizar, a profundizar el cambio y avanzar en lo institucional, a insertarnos en el mundo con el distingo incontrastable de tanto trajecito de confección y cartera italiana y joyería rutilante. El resto de la historia es bien conocida, y más lamentable todavía.


El industrialismo humanista.

Pero volvamos al principio. A las dos imposiciones matriciales de la progresía y los mass media: los derechos humanos y el “industrialismo” con estatismo nostalgioso.

En realidad, el “industrialismo” había comenzado con el compañero Duhalde, piloto de tsunamis que aceptó subirse al barco de hierro macizo que le propició Techint a través de la UIA y los colosos sesentistas del Plan Fénix, sólo para diferenciarse del riojano que lo había postergado por dos veces.

El industrialismo fue la salida elegante al endémico déficit fiscal y para evitar –otra vez- el ajuste en el gasto público y las reformas estructurales: fiscales, burocráticas, de seguridad, de capacitación laboral, etc., etc. Entonces todos los empleados del Estado (que son muchos) se comieron casi felices un recorte salarial del 70% cuando año y medio antes habían salido indignados a protestar porque Machinea les ajustó el 13%. Como bien decía Cavallo, el argentino es un tipo culturalmente dispuesto a la inflación. Cuando se le sacó la herramienta cambiaria como panacea para todos los males de la economía, no fue capaz de generar una sola idea creativa para crecer, salvo, claramente, en el área vitivinícola, que se tecnologizó y es la única que crece genuinamente y de cara al mundo, prestigiando año a año la “marca país” que en lo demás, con suerte, es sólo un espejismo.

En cuanto al estatismo melancólico, el kirchnerismo rápidamente supo hacer bandera. Le sacó el Correo a Macri justo cuando empezaba a ser una carga demasiado pesada. La excusa fue que no pagaba los $ 57 millones anuales de canon. Entonces, de la mano del progresista Di Cola, en un tiempito, el nuevo Correo estatal pasó a demandar otros $ 50 millones en aportes del Tesoro para funcionar. Total: un déficit de más de $ 100 millones. La función electoral del Correo gubernamental, por otra parte, quedó bien de manifiesto en octubre de 2007.

También creó la pomposa Enarsa, otro ente confuso que no explotaba ningún tipo de hidrocarburo pero que generaba convenios con la bolivariana republiqueta y rentaba aviones para que bolivarianos amigos vinieran a hacer turismo de 6 horas a Buenos Aires, pero con valijas como para quedarse toda una vida… Y también creó Lafsa, una entelequia sin aviones pero también con importante presupuesto para llevar a través de SW también gordas valijas, esta vez a Barajas…

Con todas esas “joyas de la abuela” recuperadas, la culpabilidad colectiva se atenuó. Podíamos seguir usando teléfonos que anduvieran y autopistas con peaje porque ya estaba el Estado en posesión de las añoradas empresas de cartón pintado.

También se estatizaron los riesgos empresarios de amplios sectores de la “burguesía nacional”. Así, empresarios de categoría “incobrables” en el Banco Nación pudieron acceder a créditos de $ 700 millones para producir material ferroviario que el Estado luego les pagaría a los precios que ellos establecieran. Toda la actividad ferroviaria (otro sentimiento nacional invadido de culpa) empezó a funcionar a base de subsidios cada vez más cuantiosos. En el caso del FC Belgrano Cargas el Estado pagaba toda la operación; en el caso de las ferroviarias de la región metropolitana, el Estado volcaba $ 2.000 millones anuales que nunca más se vieron, ni se olieron… Lo único que ven y huelen los usuarios son las pestilentes e inhumanas condiciones en que viajan.

Y todo el discurso de izquierda, la gran impostura para conjurar la culpabilidad colectiva, fustigada agudamente por los medios, que no paraban de acusar a cada hijo de esta patria de entreguista al neoliberalismo, fue consolidándose como mascarada para toda esa sucesión de conductas poco transparentes.

Así las víctimas de los sangrientos ‘70 fueron muchas veces resarcidas (sí, ya sé, el sufrimiento no halla reparación posible, pero a un trabajador que se murió de cáncer por haber llenado de asbesto sus pulmones por 20 años lo arreglaron por $ 80.000 y las víctimas de la delincuencia que crece al amparo de la ineficiencia y los viejos prejuicios progres no obtienen absolutamente nada… ni siquiera que la seguridad mejore). Así a cada arrebato fiscalista para seguir sosteniendo el modelo “industrial” altamente subsidiado se cubrió de un manto de revolución agraria y lucha contra la oligarquía. Así alimentaron a organizaciones prebendarias para que crecieran en sus trece, generando “militantes” en lugar de trabajadores; “autoconvocados” en lugar de estudiantes, “organizaciones sociales” en lugar de sociedad organizada.

Ahora los corren por izquierda. Es que la brecha entre ricos y pobres nunca ha crecido más que en estos últimos seis años. La concentración de la riqueza es fabulosa y el modelo redistributivo es altamente regresivo: un IVA altísimo castiga sobre todo a los pobres para subsidiarle los servicios y el combustible entre otras cosas, a los ricos. La inflación galopante agrega millones de nuevos pobres y de nuevos miserables anualmente. Ya no hay trabajo que aguante. La regresión moral es terrible. Si como saldo de la transformación de los ’90 la pobreza se podía imputar al desempleo, ahora la pobreza es más estructural. La padecen los que trabajan, que cada vez están peor. Si antes la salida era generar fuentes de trabajo, ahora no hay salida. Una puerta más que se cierra en el cada vez más estrecho abanico de posibilidades de la Argentina.

Perón, sobre todo el tercer Perón, el más brillante y preclaro (el diablo sabe por viejo) y a la vez el más fustigado y defenestrado. Ése que fue acusado de gagá, de cornudo, de entornado, había visto claramente que la única posibilidad de la Argentina estaba en mirar hacia fuera, en insertarse realmente en el mundo, en ampliar los estrechos márgenes de su decrépito mercado interno.

Pero estos supuestos seguidores, al mundo lo despreciaron. Lo apartaron, para que no contamine la pequeña aldea endogámica del capitalismo de amigos, una Santa Cruz apenas ampliada. Actualmente, sin acceso al crédito, perdiendo día a día nuevos mercados, observados con recelo y compasión por los que se acuerdan de mirar el mapa más debajo de San Pablo, nos hundimos inexorablemente.

Los “cuellos de botella” con los que pretenden justificar la inflación fueron generados por el propio “modelo”. El industrial argentino, ya lo había dicho en los ’70 Mastrorilli, es vago y acomodaticio, prebendario y cobarde. No tiene en absoluto el fuego sagrado del emprendedor. Es un tipo que la que gana se la lleva afuera o se compra un campito. El riesgo empresario en todo momento debe estar absolutamente minimizado, en lo posible publicizado en el Estado. El Estado, que somos todos, es el principal cliente, el principal consumidor y el principal inversionista. El gasto público ha crecido tanto que se ha situado en el doble que en el peor momento de la década de los ’90, y ocupa en la actualidad (sólo el correspondiente al Estado Nacional) más del 45% del PBI. Con un Estado que abarca un tamaño tan grande de la torta nacional, no queda espacio, no hay oxígeno suficiente, para el crecimiento del sector privado, que entonces, a la vez cada vez más agobiado por impuestos para sostener al monstruo, se asfixia y decrece.

A Menem la izquierda le reprochó los indultos, hasta transformarse en la principal bandera contra su figura. A Kirchner la izquierda le exige mucho más. Le exige la misma tolerancia que él tuvo con sus bandas de piqueteros del conurbano, cuando los usaba de fuerza de choque para escrachar y presionar a las petroleras y otros “enemigos”. Sin ir más lejos, le exige la concesión del mismo derecho de instalar sin permiso carpas políticas en las plazas públicas. Pero también le exige, ya que está, que colectivice las tierras, que cree granjas colectivas, y si es posible, que implemente una NEP similar a la de 1922. “Ni con el gobierno burgués entreguista ni con los kulaks”. La nueva tercera posición. Un día de estos nos desayunaremos con que son el nuevo peronismo…


Es que, como ya había dicho el doctrinario socialista Radbruch, lo que el Estado de Derecho concede en beneficio de la clase dominante, por su generalidad, luego redunda en beneficio de todos los demás, incluso de sus propios adversarios.

Ayer hasta Tinelli, en medio de nalgas redondas y brillantes y de frívola algarabía, se sorprendía de la disparidad de criterios en el tratamiento del asunto éste de acampar en las plazas de Buenos Aires, y que vuelve a demostrar la estrechez de mira del gobierno. Una picardía, el "copamiento", la "toma", como en los idílicos tempranos '70, es una caja de Pandora que se abre. Como pasó con los cortes de ruta, y un superado Ministro de Justicia y Seguridad, cayendo en flagrantes contradicciones: que "si la justicia no se pronuncia tenemos las manos atadas", cuando la Unión Ferroviaria de Sobrero cortaba las vías de tren cualquier día a cualquier hora. "En caso de flagrancia, el gobierno puede actuar sin necesidad de orden judicial", un par de años después cuando los piquetes molestaban.

Ayer vimos casi al mismo tiempo una batalla campal violentísima en Plaza de Mayo, unos escraches de los chacareros hacia sus diputados en Tucumán, que a su vez emplean sus propias fuerzas de choque rentadas para protegerse. Desorden por todos lados. Caos y falta de esperanza en las instituciones.

“Has recorrido un largo camino, muchacho”, y por fin llegaste… al punto de partida.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

De lo mejor que he leído en mucho tiempo. Para poner en un cuadrito. Realmente estás inspirado por estos días.

Nicolás Lucca dijo...

Estimado:

Tengo una mezcla de admiración por las palabras que acabo de leer y por otro lado, una sensación un tanto extraña.

El dólar baja, los precios del importado se estabiliza y si las retenciones no salen, entre las indexaciones salariales y el dólar en baja, estamos nuevamente en una virtualidad cambiaria que fue criticada duramente.

Y en este país, mientras el dólar no suba, podes desaparecer gente, perseguir opositores, desarmar los Ferrocarriles (que a pesar de parecer un Copyright de Carlos Saúl, en los últimos años se han seguido desmantelando y hasta se creo un shopping en los talleres de Rosario) o quedarte en el Gobierno hasta que termines tu mandato.

En la Argentina, la diferencia la hace la clase media, que es la única que tiene algo de educación. Pero nos enseñaron todo menos una cosa: defender a los demás.

Entonces, cuando las cosas van mal, podemos hablar de la brecha entre ricos y pobres, de las corruptelas en el gobierno y de los manoseos políticos que todos nos aplaudirán por decir lo que otros piensan.

Ahora, si el dólar no sube y se pueden ir de vacaciones o comprar un LCD, los pobres no quieren laburar, la corrupción es un vicio del sistema democrático, los manoseos son cosas de la política y nosotros somos unos locos que nos quejamos de cualquier cosa y no hay nada que nos venga bien.


Nuevamente: Excelente lo suyo.

Stella dijo...

Es lamentable, porque no estamos de nuevo en el punto de partida, estamos aún peor!
Yo tengo una desazon terrible, que va y viene en mi ánimo hace un poquito mas de 100 días.
Una tiene una edad en la que no tenés mucho futuro. Digo, si hay futuro, pero me refiero al progreso. Lo que hicimos hasta acá, con suerte, seguirá estando, pero ya no hay mucho mas novedoso por hacer. Entonces vos ves un montón de gente de mi edad absolutamente angustiada porque se rompieron laburando y no saben que corno va a pasar porque estamos en manos de un par de psicóticos.

Perdon por comentar algo que no sea el motivo de tu post, que està excelente. Pero esto es asi, uno escribe y el post oficia de disparador en los lectores. Y a mi se me disparó pal lado de la catarsis!

Besos

PD: Y como soy recaradura, me tomo el atrevimiento de decirte algo. Porque me parece que ayudaría a que te lea mucha mas gente, es muy interesante lo que escribis.
Por ahi, si cambias de planilla, por una mas ancha...no se si me explico...
Un texto largo es mas facil de leer si no parece tan chorizo a simple vista.
Espero que no te moleste mi comentario, y no lo tomes a mal. Si es asi, te pido disculpas. Y si necesitas ayuda, chiflá fuerte y te socorremos.

piscuiza dijo...

Uff, Occam cuesta reponerse para hilvanar un comentario. Desde mi humilde opinión su mejor post.
Entre las cosas que se me vinieron a la mente leyendo sus palabras:

"ES LA ECONOMÍA ESTUPIDO", Bill Clinton (El estúpido en este caso, no es Ud, eso está claro).

Por otro lado pensaba en eso de la construcción del poder. Vaya construcción que usa como argamasa el dinero de las arcas públicas o la coerción. Pero dejando de lado las herramientas utilizadas para lograr adhesiones, la pregunta del millón sería una vez obtenido: QUE?
A veces los veo por la televisión y me recuerdan a chicos peleando por una golosina que cuando consiguen no comen, porque ya están deseando otra.

Ayer a cuento de algo personal, consulté las tasas de interés que aplican las tarjetas de créditos, invito a cualquiera a que lo haga, si bien lo que Bruno dice tiene mucho de cierto, creo que se le está escapando la liebre en lo único que la clase media no le perdonará: ES LA ECONOMIA ESTUPIDO!
Salute

Monsieur Sandoz dijo...

No tengo mucho para agregar sobre su artículo. Sencillamente brillante.

Gabriela dijo...

Estimado Occam;

Lo que más bronca me da es que la gente sabìa como venìa la cosa.. y de donde venìa... y lo de la 1050 y tutti le fiocci. Aùn no entiendo que es lo que pasò, que es lo qe se priorizò.

Como puede ser que un candidato gane una elecciòn sin haber hecho campaña, sin haber dado un sólo reportaje serio y creíble, como no se cuestionò la falta de difusiòn. Hoy la escucho hablar de "todo lo que dije en la campaña" y trato de hacer memoria pero no logro enfocar una imàgen evocativa de esa campaña.

Y lo peor.. ¿Quién fue el que pensò que el cambio realmente se iba a dar porque gobernara el otro lado de la cama?

Coincido plenamente con la idea de "hacer tiempo". Hacen tiempo y "reargentinizan" empresas a precios irrisorios anque atosigadas con la anuencia de los sindicatos (caso aerolíneas argentinas por estos dìas), hacen tiempo.. y caja privada.

Este pais es como un rastrojerjo viejo: sigue andando medio cachuzo pero no se termina de romper porque es lo que se dice NOBLE.

Pero nos estamos quedando de a piè, como dicen en el campo.

Anda viendo por estos días los plenarios del senado?

Antes enviarle mis cordiales saludos le atrevo a coincidir con la mayorìa y le digo que lo suyo es realmente para colecciòn.

Occam dijo...

Muchas gracias a todos por leer este post, y por sus hermosos conceptos. Realmente, me honra que personas inteligentes y libres de condicionamientos y de prejuicios tengan opiniones tan afectuosas hacia las mías.

Como verán, me tomé el día de la Patria, colgué la bandera en el balcón, sobre todo para que mi chiquitín la vaya apreciando y queriendo, ya que mucho amor ha de tener en su corazón para afrontar las décadas que se vienen.

También para agradecer por todo lo que la Patria nos dio: nos dio un idioma precioso, uno de los más perfectos que existen en el universo y que nosotros despreciamos a favor de otro más módico y mercantil. Lo bello por lo práctico.
Nos dio una forma de familia insuperable, nos dio amigos, nos dio mate en las reuniones hogareñas, a toda hora, de día, de tarde y de noche, para combatir el sueño y el hambre, y sobre todo, para compartir. Nos dio los cafecitos de las esquinas, nos dio vinos excelentes y carne paradisíaca. Nos dio el fútbol, y en una calidad bastante premium. Nos dio a Borges, a Bioy, a Arlt, a Denevi, a Nalé Roxlo, a Lugones, a Girondo, a Pizarnik, a Alfonsina, a Horacio Quiroga, a Mallea, a Puig, a Laiseca, a Asís. Nos dio el tango y la copla surera. Nos dio casa y abrigo. Nos dio orgullo y esperanza.

Sí, ya sé. También nos dio decepción, indignación, tristeza, dolor, malasangre, mugre, miseria, desorden, anarquía, codicia, corruptelas, egoísmo, vergüenza...
La cuestión no es ver las dosis en que se repartieron las buenas y las malas, sino acordarse de las buenas para acordarse también que hay mucho por lo que pelear.

En fin, luego de esta pequeña disgresión melancólica, les diré:

Bruno: No sé quién hace la diferencia en este país. Sé que esa diferencia es cada vez más exigua, si no inexistente, respecto del resto. Casi diríamos que ya es una diferencia en menos. Creo que en los países la diferencia la hace cierto nivel de condiciones socioculturales más o menos homogéneas. Eso puede parecerse al concepto de "clase media", aunque nuestra clase media dista bastante de esas cualidades. En los grandes países los ricos no son tan ricos y los pobres no son tan pobres como en países decadentes y disgregados como los de Latinoamérica. Hay una medianía general, y ello se ha logrado justamente por evitar caer en las tentaciones utopistas y en vaivenes extremos. Porque sobre todo los grandes países tienen vocación de grandeza (que es lo contrario de la mezquindad, el egoísmo y la codicia aventurera) y conciencia de destino colectivo. Porque en la mayoría de los casos han sufrido de verdad, y no viven rasgándose las vestiduras obsesivamente con sus desencuentros y muertes pasadas, o con lo "que pudo haber sido pero no fue".

Porque, y creo que éste es el punto, en los grandes países hay elites dirigentes, conscientes de su responsabilidad y coherentes consigo mismas. Por eso tienen una diplomacia constante, y no construida de vociferaciones y arrebatos patrioteros, una sana alternancia democrática, respetuosa de la profesionalización y capacitación de los cuadros de la burocracia, en lugar de bandas de fascinerosos que toman por asalto la administración pública. Por eso ejercen sobre sus empresas un control de calidad estricto, y ponen la empresa al servicio del país y no el país al servicio de la empresa.

Stella: Coincido en que volver al punto de partida, en la lucha de los pueblos, en realidad significa retroceder unos cuantos casilleros. Los argentinos somos expertos en este juego de la oca perverso.
Creo que la incertidumbre acerca de nuestro futuro individual y colectivo es parte del mismo juego, y es bastante recurrente. En realidad, lo que abruma es saber que tras el paso de este tsunami nuestros horizontes colectivos se hacen muchísimo más módicos. Alguna vez soñamos con ser los EE.UU. del Sur. En poco tiempo nos plantearemos cómo llegar a ser como Chile...

Su sugerencia será tenida en cuenta, y aplicada en cuanto vea cómo. Igualmente, no creo que mucha más gente por ese artilugio me lea, porque aún no he avanzado lo suficiente en la virtud de la concisión, y la verdad es que para la mayoría hay cosas mucho más interesantes que hacer que perder el tiempo en un blog desconocido, por más que esas cosas sean mirar a Rial o a Tinelli.

Piscuiza: Usted ha dado en el clavo. Estamos abrumados de tanto Maquiavelo, primera parte, capítulo uno. Pero de gestión, de gobierno, cero. He ahí la cuestión. El gobierno en función de la victoria (por algo el nombre de la ficción política FPV) y no la victoria en función del gobierno. En eso, me hago cargo completamente, hay una contribución decisiva de la "cultura" peronista, que se la ha pasado treinta años construyendo poder, mecanismos para llegar y para perpetuarse, y en ningún momento realizó la revisión de sus principios teleológicos. Del "para qué", lo que lleva a generar una espiral de poder para más poder realmente perversa y viciosa.

Gabriela: Usted ha entendido bien el concepto. La clave está en la responsabilización colectiva por los desaguisados de los malos gobiernos. Cuando la responsabilidad se difumina en un colectivo, nadie es responsable de nada, y hay perversos que aprovechan esa condición autoflagelante para fustigar un arrepentimiento y una tortura psicológica de revisión patológica permanente para sacar tajada.

Lógicamente, perversos de esa clase, no tienen otra patria ni otro interés que el de su egoísmo y su codicia. Se trata de la degeneración más peligrosa a cualquier forma de gobierno. Si es la democracia, se los llama demagogos. Si es una aristocracia, se los llama oligarcas. Si es una monarquía, se los llama tiranos.

Perversos que son capaces de sacar un camión cargado de dinero en nuestras narices mientras se nos aumentan los impuestos, y hacernos creer que son Robin Hood. Perversos en los cuales se ha reciclado casi todo el Frepaso cobarde e inútil que con la Alianza nos llevó a la ruina, y uno los tiene que escuchar en toda su soberbia y suficiencia hablando de cosas que a ellos no les interesa en absoluto (porque hablar es el gran deporte de los políticos; los pueblos en decadencia adoran la forma y desprecian el contenido, con lo cual esto es campo orégano para los demagogos y los superados).

En cuanto a la forma de ganar elecciones de la actualidad, mediante sucesiones decretadas a dedo y la "preservación" del candidato, al cual hay que guardar en una cajita de cristal para que no se deteriore en campaña, creo que estamos asistiendo a la consolidación de un poder detrás del poder realmente poderoso (y perdónese la repetición).

Preocupantemente absoluto, que decreta los vaivenes de la construcción de la realidad y decide quién es el personaje idóneo para encarnar los procesos.

Lógicamente, debe tratarse de un mercenario sin escrúpulos, un hombre pequeño y codicioso con grandes aspiraciones. Sabemos que el matrimonio de advenedizos ha dado en el target buscado.

Fue sugestiva la respuesta de Reutemann de ayer a Silvestre y Bonelli, cuando le inquirieron por qué dejó pasar la oportunidad de ser presidente en 2002: porque en el vaivén que se veía, el péndulo estaba yendo hacia una dirección en la cual yo no encajaba.

¿Quién tiene la decisión y el poder entonces? ¿Acaso no debería ser el político? ¿Cómo puede un político estar tan condicionado como para evaluar si encaja o no encaja en un proyecto mayor que lo supera? ¿De quién es empleado el político? Del pueblo, que de él espera todo y ninguna dirección definida, más allá de los fines generales del bienestar general, la concordia y la grandeza, nada le exige, evidentemente no.

Y ahí llegamos al meollo de la cuestión. Cuáles son los factores de poder realmente determinantes en la Argentina. Cómo pueden reciclarse para proyectos antagónicos los personajes y empresas del elenco estable y nunca salir del candelero. Lo más llamativo es que uno sabe quiénes son desde hace décadas, y sin embargo no ha nacido aún hombre capaz de ponerle el cascabel al gato.

De nuevo a todos muchas gracias y un gran abrazo.

Escabeche dijo...

Occam:
Muy bueno lo suyo. Cada día se supera. Toda una revelación.
Salute

Fede dijo...

"Los pueblos en decadencia adoran la forma y desprecian el contenido, con lo cual esto es campo orégano para los demagogos y los superados".

Brillante esa frase, Occam. La acabo de poner como mensaje personal en mi messenger. Y brillante el post. Te felicito.

El Isáurico dijo...

No hay caso, en esta Argentina vertiginosa, el que se duerme pierde.
No consulto el blog por dos días y ya me soplaron mis ideas centrales para una respuesta otros/as comentaristas mas atentos.
Coincido 100% con Picuiza: hasta hoy, su mejor post.
Lejos.
Y si bien usted ya está al tanto de mi opinión en el sentido de que posts no tan extensos son leídos por más gente, en este caso me parece que esta fiel semblanza del devenir de nuestro retorcido ser nacional (abstracción sobre la cual se han vertido ríos de tinta) durante este último lapso generacional, es prácticamente un prodigio por lo concisa y precisa.
A riesgo de sonar obsecuente, lo aplaudo de pié.
Y para dejar en claro que no lo elogio por obsecuente: media pila, como bien dijo Stella, cambiar la plantilla es cuestión de segundos.

Saludotes!

perogruyo dijo...

Para describir, explicar y vaticinar sobre la catástrofe pero/kirchnerista hay una autora que no sólo ha descripto sino explicado y predicho cómo terminan estos experimentos basados en el colectivismo o fascismos de derecha o izquierda!

¡Y el remedio es tan simple!

¡Sólo hay que tomar la dura y solitaria decisión de ser libre y reconocerle ese derecho al prójimo!

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