martes, 29 de julio de 2008

Perón y el Estado

Un mes atrás consignamos un homenaje, en ocasión del trigésimo cuarto año del fallecimiento de Perón, en el cual se seleccionó una serie de textos producidos por el ex presidente, en los cuales volcaba algunos conceptos cruciales de teoría política. Ese trabajo fue recibido con opinones variopintas, que iban de la ponderación al ataque más descarnado, a veces centrado en su persona, otras en cuestiones de filosofía política.

Por un lado, soy consciente de la necesidad de descarnar las ideas, de disociarlas de cualquier prejuicio negativo sobre quien las formulara, resaltando su utilidad para la posteridad justamente en ese carácter: el de ideas; y en la convicción de que las ideas, como alto producto de la construcción humana, guardan siempre una utilidad eminente como vehículo de desarrollo del espíritu, y por su intermedio, también de la materia.

También soy consciente de que las ideas y las acciones llevadas a cabo en su virtud, no pueden en ningún caso, si no se quiere cometer una injusticia, escindirse del contexto en que se formularon, lo cual podría parecer, a priori, una contradicción.

Sin embargo, el trabajo científico vinculado a la política debe asumir ese doble desafío, tratando de hallar en el entramado de la producción humana concreta y material, en el Dasein, aquellos elementos constantes y universales que permitan la deconstrucción de los criterios esenciales de un pensamiento materializado en un ser y un tiempo determinados. Creemos que el politólogo liberal Vicente Massot lo ha hecho bien, con honestidad y probidad, y así lo ha dejado plasmado en el libro en el que analiza el sustrato ideológico y las influencias políticas, literarias y culturales de cada uno de los nueve personajes más trascendentes de la historia argentina: Moreno, San Martín, Rivadavia, Rosas, Mitre, Roca, Yrigoyen, Justo y, por supuesto, Perón. Por ello, merece ser citado, en algunos conceptos gravitantes.

Vicente Massot.

Finalmente, soy consciente de que, aun transcurridas tres décadas y cuatro años de la muerte del máximo líder de masas para algunos, y del infame tirano para otros, las pasiones enconadas por la incomprensión y la constante tendencia al enfrentamiento entre argentinos han impedido que su cadáver se enfriara. Antes bien, como en un lúgubre velorio eterno, toda la política vernácula ha pasado a desfilar de manera obsesiva en torno a su féretro, en sentido metafórico y también en sentido real (si no, recordemos el robo de las manos del cadáver, el reciente robo de la causa en que se investigaba ese hecho, el bochorno de San Vicente, etc.).

Para acompañar al General (al otro lado de la Laguna Estigia)

Como es bien sabida la intención de concordia y de visión constructiva hacia el futuro que se intenta desde este espacio, y sabedores también de que nada puede siquiera pensarse omitiendo algunas referencias que permanecen marcadas a fuego en nuestro ideario (y no conciencia, o pensamiento) colectivo, es que me permitiré reseñar este segundo conjunto, el que por lo demás también reconoce por origen ciertas revisiones animosas de la manoseada figura.


Por razones políticas, ideológicas, geográficas y estratégicas, nosotros no podemos estar a favor del comunismo. De modo que, descartado eso, nosotros ya determinamos en dónde está nuestro centro de gravedad en la acción: en el frente occidental. Nosotros vamos a formar parte del frente occidental, y lo que se avecina va a ser una lucha entre el frente occidental y el oriental. Como nosotros estamos en uno de ellos, tenemos determinado allí el gran espacio donde vamos a actuar”. Juan D. Perón, Conducción Política, Megafón, Buenos Aires, 1982, pp. 200-201.



Yo no creo que la solución de los problemas sociales esté en seguir la lucha entre el capital y el trabajo, esa lucha inútil, que como toda lucha no produce sino destrucción de valores. Juan D. Perón, Bolsa de Comercio de Buenos Aires, agosto de 1944.

El capital con el trabajo, forma un verdadero cuerpo humano, donde sus miembros han de trabajar en armonía para evitar la destrucción del propio cuerpo. Juan D. Perón, Bolsa de Comercio de Buenos Aires, agosto de 1944.

D'Elia, ahora más cerca del Partido Comunista

El Estado puede orientar el ordenamiento social y económico sin que ello intervenga para nada en la acción individual que corresponde al industrial, al comerciante, al consumidor. Éstos, conservando toda la libertad de acción que los códigos fundamentales les otorgan, pueden ajustar sus realizaciones en los grandes planes que trace el Estado para lograr los objetivos políticos, económicos y sociales de la nación. Por esto afirmo que el Estado tiene el deber de estimular la producción, pero debe hacerlo con tal tacto que logre, a la vez, el adecuado equilibrio entre las diversas fuerzas productivas”. Discurso de Juan D. Perón, en Altamirano, Carlos, Bajo el signo de la masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino VI, Ariel Historia, Buenos Aires, 2001, p. 159.

¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡El General no hablaba de tacto rectal!!!

Perón no se llamó a engaño en cuanto a la dimensión que habían adquirido en las sociedades de masas modernas los problemas sociales derivados de la injusticia, la pobreza y la marginación de las clases más necesitadas. No obstante, cuando decidió encarar el tema para establecer una alianza entre el capital y el trabajo en la cual el Estado se reservase el rol de mediador, por un lado, y el de director de la política social, por otro, no era al ritmo de una disputa a muerte entre obreros y empresarios que los problemas antes mencionados tendrían solución. De aquí que fuese menester que el Estado –hasta entonces desentendido, según su parecer, del tema social- asumiese un papel que, para Perón, resultaba fundamental. No porque fuese un defensor convencido de las bondades del intervencionismo o dirigismo estatal, en todo momento y lugar, sino porque consideraba su ausencia como sinónimo de desintegración de las fuerzas productivas de la Nación. (Massot, Vicente, Las ideas de esos hombres, Sudamericana, Buenos Aires, 2007, p. 281).

Es en tal sentido, y no en el puramente económico, que resulta pertinente hablar del estatismo de Perón. El Estado, en su concepción, es el órgano de mando, que encarna la voluntad política de la nación, antes que el planificador de la economía. De lo contrario no se entiende que, en el curso de sus primeros diez años de gobierno, diera lugar a políticas tan distintas –populistas al principio; a mitad de camino entre el intervencionismo y la economía de mercado, a partir del Plan Gómez Morales- sin que el Estado haya dejado nunca de reservarse la función de conductor. (Massot, ibídem, p. 282).

...y tampoco hablaba de esto.

En realidad, si fuese pertinente hablar de su pensamiento económico –algo en extremo discutible- correspondería decir que el jefe del justicialismo improvisó siempre, sobre la marcha, un recetario conforme a las distintas circunstancias que le tocó en suerte vivir. La única constante de la cual nunca se bajó y que de alguna manera le venía impuesta por su formación militar y su certidumbre de que la política básicamente se resumía en la conducción, fue el papel que le reservó al Estado.

No cabe duda a dónde apuntaba. La comunidad organizada debía ser una combinación de fuerzas, sectores y clases que la conforman y hallan en el Estado a un mediador imparcial e independiente de los mismos. Frente a la fragmentación, viene a decir el jefe justicialista, la unidad; frente a la lucha de clases, la alianza social; frente a la inorganicidad, la organización. (Massot, ibídem, p. 283) .

A ver, una vez más: El Estado es un mediador imparcial e independiente.

7 comentarios:

piscuiza dijo...

Dónde cuernos fue que escuche a Massot esta última semana?
Creo que no es casual que ud haga este post, pero la gran siete que no puedo recordar en qué programa fue que estuvo Vicente.
Si recuerdo que junto al turco Asís fue de lo poco que me llamó la atención entre tanto programejo politizoide que espío.
A veces, me pregunto cuántos años más nos va a tomar a los argentinos hacer una síntesis de Perón. Cuándo dejarán de usar los vasos canopios de Juan Domingo y Evita?
Voto por que no falte mucho...
Salute

Occam dijo...

Yo hago los mismos votos que usted, Piscuiza. Pero hasta que eso pase, es bueno ser un poco humildes y dejar de reconocerle o achacarle al líder muerto demasiadas cosas. Sin ir más lejos, en los discursos del Senado con el tema de la retenciones no fue más del 10% el que se abstuvo de parafrasearlo, tanto "para un crudo como para un cocido".
Lo cierto es que Massot, que es un tipo intelectualmente honesto, con el que he tenido el gusto de cartearme en el pasado, y al cual le he comentado algún libro anterior en algún editorial publicado, ha realizado un esfuerzo fructífero y documentado para una síntesis sagaz y aséptica, por demás recomendable. En realidad, el libro todo lo es, y vale la pena. Así que aprovecho, ya que me aproveché de su contenido en este post, para recomendarlo enfáticamente.
Lo trascendente para este caso, es que echa luz sobre la concepción peroniana del papel del Estado, muy lejos de los modelos estatistas que tantos seguidores confundidos imaginaron ver en su obra, anclados en ciertas políticas signadas por el pragmatismo y las circunstancias en su primer período populista, que duró nada más que 5 años.
El Perón posterior se embarcó en un viraje hacia la economía abierta de mercado, en el ingenuo convencimiento de que la economía -sobre todo, la industria- argentina estaba lista para el desafío exportador, para competir en el mundo (modelo emulado del japonés de Saburo Okita).
Los industriales antes beneficiados fueron el factor de poder que más trabajó para su derrocamiento, para perpetuar las prebendas del proteccionismo, esa suerte de mercado cautivo al que venderle el producto más piojoso con la peor calidad posible al precio que ellos fijaran. Casualmente, TODOS los gobiernos que lo sucedieron desde el 55 en adelante conservaron esa estructura "industrialista" de alto proteccionismo, en detrimento del pueblo entero, hasta que un gobierno, nuevamente peronista, consumó la apertura económica finalmente (para que otros gobiernos del mismo signo la borraran de un plumazo después, pero eso es otra historia).
Lo cierto es que gente convencida y leal, no meros demagogos oportunistas como los actuales, se comió el sapo del primer peronismo como doctrina pétrea, y trabajó inconscientemente en un sentido alejado de los intereses de la nación (que son distintos de los de la llamada "burguesía nacional", que fuga sus capitales y expolia a todo el mundo con la complacencia de los gobiernos).
Saludos, y gracias por su opinión (nuevamente la primera).

Nicolás Lucca dijo...

Caramba, de golpe pensé que habían encarnado a las cucarachas de CQC, hasta que me di cuenta que era D´Elía.

Cuanto más leo a Perón, más me doy cuenta de lo lejos que estamos todos de tener esa claridad de pensamiento y ese pragmatismo tan groseramente envidiable.

Ni te cuento lo lejos que están los que dicen estar cerquita de su ideología.

Unknown dijo...

El estado somos todos.
No el gobierno ocasional.
A veces la realidad de nuestro país parece un tratamiento psicoanalítico pésimo, de esos que duran décadas.
Argentina, es como la mujer golpeada.
siempre volvemos a creer en las promesas.

Mensajero dijo...

Finalmente me acabé convenciendo de que Perón era una persona de Centro, es decir, alguien capaz de virar hacia la derecha o hacia la izquierda, de acuerdo con las condiciones de un tiempo dado.
Nada que ver con el inmovilismo o sumisión dogmática de los suscriptos a tal o cuál modelo.
Aún así, no he logrado votar al peronismo.
Confié, como muchas otras moscas, en el jactancioso progresismo, solo para presenciar su lamentable papelón.
Pero lo que me resulta absolutamente envidiable del peronismo es su capacidad de despliegue territorial.
Muy lejos de la política mediática (Alianza, PRO), el peronismo tiene presencia real en las calles, especialmente en las de barro. Y está absolutamente demostrado que a las guerras las define la infantería.
Saludos.

Anónimo dijo...

Brillante, Occam. Viene bien un poco de claridad entre tanta confusión. Tuve el gusto de leer el libro de Massot y coincido en que es excelente. Muy honesto intelectualmente.

Lo que no me parece seguro es que quepa calificar a Massot de liberal. Creo que sus posiciones son bastante independientes del clásico pensamiento liberal, y el libro que usted cita a mi juicio lo certifica.

Un abrazo.

Occam dijo...

Gracias por vuestros comentarios.

Bruno: Es cierto, rigurosamente cierto, que los peronistas no han estado a la altura del genio de su líder, e incluyo en esto no sólo a los malintencionados, sino también a la mayor parte de los honestos.
Uno de los errores fundamentales radica en buscar una base ideológica precisa, al estilo evangélico o marxista, en las palabras de Perón, cuando justamente él lo que buscó fue oponer la doctrina a la ideología, en un país tan tamizado de preconceptos ideológicos que es incapaz de pensar fuera de parámetros de derecha e izquierda.
Su genio fue mucho más allá de la estrecha capacidad de comprensión, tanto de sus seguidores como de sus detractores.
La clave de bóveda de su acción ha tenido dos vertientes muy claras y concurrentes: la nacionalización de las masas y el fortalecimiento de la nación, como conductora y propiciante del bien común, entendido éste justamente como el beneficio del conjunto.
La ideología es incapaz de sostenerse frente a los principios del interés general, y debe cernirse necesariamente a un criterio previo y doxológico: ¿qué es lo que se persigue? Si lo que se persigue finalmente se consigue, allí estará el bienestar general. O sea, pone el carro delante del caballo. Un ejemplo sería el de la revolución marxista: si en la supresión de la propiedad privada está la bienaventuranza colectiva es un preconcepto dogmático y mítico de imposible constatación hasta que ello acontezca. Y en el medio del camino, el derrotero puede ser (la historia lo demuestra) demasiado sórdido.
Perón era más directo, y de allí su pragmatismo. No se ceñía a recetas prefabricadas ni a metodologías rígidas. Buscaba el bien común, con el criterio y la intuición que debe tener el estadista clásico. Después de todo, es el mismo camino que ha trazado la Constitución Nacional, que habla de "propender al bienestar general", sin aportar recetas ideológicas en un sentido definido.

Cerriwden: Tiene razón. Estamos siempre en medio de una terapia regresiva autoflagelante, que revisa y revisa y nunca llega a ninguna conclusión válida para encarar el futuro.

Mensajero: Muy bueno su comentario. Coincido con él.

Destouches: Tiene usted razón. Donde dice "liberal" debe leerse "librepensador".

Cordiales saludos a todos y otra vez gracias.