miércoles, 28 de enero de 2009

Quino y la burocracia



Un comentario de Stella al post anterior me trajo el recuerdo de Joaquín Lavado, Quino, sin dudas uno de los más grandes humoristas gráficos que ha dado esta tierra pródiga en figuras de relevancia a nivel internacional (Dante Quinterno, Guillermo Divito, Blotta, Garaycochea, Oski, Caloi, Fontanarrosa, Lino Palacio, Faruk, Ferro, y un largo y afortunado etcétera). Al responder el mencionado comentario me encontré con la dificultad evidente que media entre la capacidad descriptiva de las palabras frente a la elocuencia natural del dibujo meticuloso y preciso. Es por ello que se me ocurrió compartir algunas de esas muestras de humor gráfico tan logradas, no sin omitir recomendar enfáticamente la veintena de libros en que se encuentra plasmada esa fecunda labor, y de la cual la última recopilación, Esto no es todo (Lumen, 2001, 528 pp.), aporta un panorama variado y contundente. Como de lo que terminamos hablando en el intercambio precedente fue del ominoso peso de la burocracia, he decidido centrar estos ejemplos en ese tópico, en el cual Quino evidentemente ha destacado. Que lo disfruten.



lunes, 26 de enero de 2009

Crisis de Identidad

En la página oficial de la Policía Federal Argentina, sección Documentación Personal, se enumeran los requisitos exigidos por la normativa vigente para obtener la Cédula de Identidad, que resultan ser:

- D.N.I. “en perfecto estado de conservación, sin tachaduras ni enmiendas (Ley 17.671 y sus modificaciones)”. [O sea, que no cualquier D.N.I., sino aquéllos de los que surge indubitablemente que no son ni adulterados ni falsificados].

- Certificado o Acta de Nacimiento, o en su defecto, Libreta de Matrimonio de progenitores donde conste el nacimiento.

- Documento que acredite estado civil actual:

-Casado: Libreta o Certificado de Matrimonio.
-Viudo: Certificado de Defunción o en su defecto, Libreta de Matrimonio con la anotación de la defunción.
-Separado: Certificado de Matrimonio con la anotación marginal de separación personal o en su defecto, testimonio de la sentencia separación personal.
-Divorciado: Certificado de Matrimonio con la anotación marginal de divorcio vincular o en su defecto, testimonio de la sentencia de divorcio vincular.
RECUERDE: el estado civil soltero no debe acreditarse.

La Cédula de Identidad se trata de un documento no obligatorio, pero cuya expedición evidentemente implica la constatación de los requisitos fundamentales concernientes a la identidad de la persona, de una forma fehaciente e infalsificable, desde que viene dotada con elementos de seguridad que el D.N.I. no tiene (estampado en dorado, holograma, sistema codificado de compatibilidad magnética con equipos electrónicos para su lectura, etc.).

Asimismo, a diferencia del D.N.I., cuya renovación se exige cada muerte de obispo y su estado deplorable, con las hojas sueltas o semi-legibles por efecto del lavarropas, no constituye mayor impedimento para identificarse, la Cédula de Identidad debe ser renovada cada 5 años, cumpliendo en cada caso con todos los requisitos enunciados, a excepción de la nueva presentación del Acta de Nacimiento.

Por lo demás, el procedimiento de expedición y el soporte informático y tecnológico para su confección es idéntico a los empleados para el Pasaporte, y consecuentemente la Cédula de Identidad es un documento válido para moverse por cualquier país del MERCOSUR y del MERCOSUR Ampliado, y obviamente para entrar o salir del país, para pagar con tarjeta de crédito en Viña del Mar, alquilar un auto en Rio de Janeiro, etc., etc.

El organismo a cargo de la expedición, como se insinuó al principio, es la Policía Federal Argentina, dependiente del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos. Es decir, a diferencia de los Registros Civiles, que están delegados a las provincias (y que tan enriquecedoras muestras de probidad nos han dado, sobre todo, en las vísperas de procesos electorales, de las que recuerdo por ejemplo los documentos en blanco, rellenados a las apuradas y sin foto, que Rovira otorgó a una indeterminada cantidad de ciudadanos paraguayos el mismo día en que buscaba su reelección indefinida en Misiones), en este caso el archivo y los procedimientos están centralizados, controlados y unificada la responsanbilidad de su gestión.

Entonces, después de esta ominosa introducción, me pregunto:

¿Por qué miércoles cuando uno va al banco a cobrar un cheque le exigen sin apelación y como único instrumento válido de certificación de la identidad, el D.N.I., con su foto blanco y negro de cuando éramos unos púberes que estábamos cambiando la voz y peleábamos con los granitos, y que le muestra al funcionario interviniente una imagen que se parece tanto a nosotros como la larva a la mariposa?

¿Por qué en el Automóvil Club Argentino, cuando uno va a renovar la licencia de conducir, y pese a llevar la Cédula de Identidad y hasta el carnet de asociado con la cuota al día, sospechan de alguna impostura porque uno no lleva abultando su bolsillo el incómodo y deteriorable cuadernillo llamado D.N.I.?

¿Por qué incluso el mismo Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires desprecia el sofisticado documento que aprecian las autoridades de todos nuestros países limítrofes, la Aduana y la oficina de Migraciones, y no nos permite realizar ningún trámite si no es con el evangélico librillo verde? ¿Tan autónoma es la Ciudad de Buenos Aires como para considerarse excluida no sólo de la República Argentina sino también del MERCOSUR?

En fin, hablo en este caso de algo que todos sabemos y padecemos: de la absurda duplicación, triplicación, y así hasta el infinito, o el ridículo, de tramiteríos y de documentaciones que caracteriza el accionar de una multitud de organismos públicos que operan como compartimentos estancos o como robots autistas.

En la era de la informática y las comunicaciones en redes, la colaboración, cruzamiento e interacción entre diferentes instancias del sector público parece una utopía de Isaac Asimov. Prevalecen, en cambio, los nichos de negocios y aranceles, de empleados mal dispuestos y siempre antipáticos, las más originales modalidades para distinguirse unos de otros: en un escudito, en un matasellos, en un sello al agua, en el color de fondo del papel que se usa.

Un ejemplo, nada más, de nuestra crisis de identidad (para emparentarla con el Documento o con la Cédula), o de nuestra identidad disociada.

Torneos largos, torneos cortos

Al finalizar el Torneo Apertura 2008 a la Asociación del Fútbol Argentino (AFA) se le ocurrió una nueva brillante idea que, si no proviniera de su autocrática y eterna dirigencia que desde 1979 hace y deshace a su antojo los destinos del fútbol argentino, podría hasta parecer razonable: volver a los campeonatos largos, de dos ruedas ida y vuelta (38 partidos).

Lo menos comprensible de ese asunto es la excusa que se esgrimió para la aparente innovación (que en realidad es la restauración de la modalidad que imperara hasta mediados de 1990): favorecer el equilibrio de poderíos entre clubes, y por ende, las posibilidades de los equipos llamados chicos de competir con reales esperanzas de campeonar.

En realidad, tan intempestiva decisión se produce en momentos en que las tradicionales hegemonías de River primero, y más atrás de Boca en el ámbito local, se debilitan, dejando espacio al surgimiento de protagonistas provenientes de un ámbito más humilde en lo económico y con escueto historial exitoso. A la pésima performance de River en el torneo pasado, hay que agregar la necesidad que acometió a Boca para apelar a sus divisiones inferiores, a jóvenes aún amateurs (que durante la competición firmaron su primer contrato como profesionales), para componer un combinado mixto en el cual muchas veces los pibes fueron mayoría. El resultado final fue conseguido a pesar de esa zozobra, y llevó por ejemplo al diario Crítica de la Argentina a titular el logro como un hecho inédito: “Nueva hazaña de Boca: salió campeón sin arquero”.

En fin, más allá de esas disquisiciones, no casualmente en los últimos torneos cortos empezaron a aparecer entre los protagonistas (y entre los campeones) nombres infrecuentes en una historia más o menos monótona, que se reparte los campeonatos casi invariablemente entre los cinco grandes, permitiendo que de vez en cuando algún rosarino meta la cola.

Así, el sorprendente Tigre de Diego Cagna, que estuvo apenas a un gol de consagrarse en el Apertura 2008, también antes había mostrado lo suyo con el subcampeonato que lograra en el Apertura 2007, cuando otro chico, Lanús, lograba su primera corona en su larga historia, luego de ser subcampeón en los Clausura 2006 y 1998. A esas “sorpresas” (que en realidad, demuestran una tendencia) pueden agregarse la campaña de Rosario Central del Apertura 1999 (43 puntos, uno menos que el campeón), los subcampeonatos de Gimnasia y Esgrima La Plata en el Clausura 1995 y Clausura 1996, Apertura 1998, Apertura 2000, Clausura 2002 y Apertura 2005, los subcampeonatos de Banfield en sendos Torneos Clausura 2005 y 2007, incluso el meritorio tercer puesto de Talleres de Córdoba en el Clausura 2004. Y por supuesto, los campeonatos de Newell’s en el Apertura 2004 y de Estudiantes de La Plata en el Apertura 2006. Sin dejar de mencionar el fenómeno de Vélez, que fue el gran emergente de esta serie de 18 años de torneos reducidos de una ronda.

En fin, para dejarlo claro, me permitiré reproducir a continuación una tabla comparativa de lo que hubiera resultado en estos 18 años, de haberse persistido con el formato de los campeonatos largos de ida y vuelta:

Año

Campeón

Subcampeón

Torneos Cortos

1990/1991

Boca (70)

Newell’s (65)

Newell’s (*)

1991/1992

River (77)

Boca (67)

River (1991)

Newell’s (1992)

1992/1993

River (68)

Vélez (66)

Boca (1992)

Vélez (1993)

1993/1994

Indep’te (63)

River (61)

River (1993)

Independiente (1994)

1994/1995

San Lorenzo (79)

Vélez (73)

River (1994)

San Lorenzo (1995)

1995/1996

Vélez (81)

Lanús (68)

Vélez (1995)

Vélez (1996)

1996/1997

River (87)

Indep’te (71)

River (1996)

River (1997)

1997/1998

Vélez (78)

River (74)

River (1997)

Vélez (1998)

1998/1999

Boca (89)

Gimnasia (62)

Boca (1998)

Boca (1999)

1999/2000

River (86)

Boca (74)

River (1999)

River (2000)

2000/2001

San Lorenzo (81)

River (78)

Boca (2000)

San Lorenzo (2001)

2001/2002

River (84)

Boca (68)

Racing (2001)

River (2002)

2002/2003

Boca/River (79)

Vélez (66)

Independiente (2002)

River (2003)

2003/2004

Boca (75)

River (66)

Boca (2003)

River (2004)

2004/2005

Vélez (73)

River (60)

Newell’s (2004)

Vélez (2005)

2005/2006

Boca (83)

Gimnasia (69)

Boca (2005)

Boca (2006)

2006/2007

Boca (83)

Estud’tes (81)

Estudiantes (2006)

San Lorenzo (2007)

2007/2008

Boca (70)

Estud’tes (69)

Lanús (2007)

River (2008)

(*) Habiendo salido campeón Newell’s del Torneo Apertura 1990 (39 pts.) y Boca del Clausura 1991 (45 pts.) se decidió que se disputaran dos partidos de desempate, que habiendo finalizado ambos empatados, dio lugar a una definición por penales, que favoreció a Newell’s. La particularidad de esa modalidad –derogada de inmediato por injusta- fue que no se suspendió la definición pese a que se estaba disputando la Copa América en Chile, con especial gravitación sobre Boca, que hubo de resignar para el seleccionado mayor a Batistuta y Latorre, que en conjunto habían marcado el 75% de los goles de los xeneizes.

En resumen, los campeonatos obtenidos por cada club, de acuerdo con cada modalidad, arroja el siguiente comparativo:

Torneos Largos

Torneos Cortos

BOCA

6-7

RIVER

12

River

5-6

Boca

8

Vélez

3

Vélez

5

San Lorenzo

2

San Lorenzo

3

Independiente

1

Newell’s

3



Independiente

2



Racing

1



Estudiantes

1



Lanús

1

Como se aprecia, con la modalidad abreviada (dos torneos por año) prácticamente se multiplica la cantidad de campeones, de 5 a 9, y aparecen los dos grandes de Avellaneda, más Lanús, Estudiantes y Newell’s (que en la versión ida y vuelta no hubiera obtenido ningún campeonato, y con la versión corta se llevó nada menos que tres).

River Plate fue el que mejor supo aprovechar la innovación de los torneos cortos, y duplicó la cosecha que le hubiera correspondido. En la foto, el inolvidable equipo campeón del Apertura 1994, que pese a haber obtenido 43 puntos, en la campaña 1994-95 totalizó 68 pts., ubicándose por detrás de San Lorenzo (79 pts.) y de Vélez (73 pts.).

En cuanto a su implicancia histórica, Lanús ni siquiera hubiera estampado su nombre en la plana dorada del fútbol argentino, y esa tabla hubiera resultado de la manera que sigue:

Era Profesional

(desde 1931)

Campeonatos

Diferencia

Equipo

Con torneos cortos

Con torneos largos

River

33

26/27

+6 / +7

Boca

23

21/22

+2 / +1

Independiente

14

13

+1

San Lorenzo

10

9

+1

Racing

7

6

+1

Vélez

6

4

+2

Newell’s

5

2

+3

Rosario Central

4

4

=

Estudiantes

4

3

+1

Ferro

2

2

=

Argentinos

2

2

=

Chacarita

1

1

=

Quilmes

1

1

=

Huracán

1

1

=

Lanús

1

0

+1

Como se aprecia, a mayor cantidad de competencias, las posibilidades de participar exitosamente se amplían para cada uno, y en general, las diferencias no resultan significativas, más allá de los casos de Newell’s, que incrementa en 2 veces y media sus títulos, y River, que los incrementa en un 27% o una cuarta parte, aproximadamente.

La "Lepra" rosarina también sacó mucho provecho de esta modalidad, al punto de superar a su clásico rival, que había sacado cómodas ventajas sobre todo en los Nacionales de los años '70.

Lo mismo ocurrió cuando convivían, en un solo año, los Torneos Metropolitano y Nacional (1967-1985), que dio la posibilidad a numerosos equipos chicos de llegar a dar una vuelta olímpica y a veces más.

Finalmente, es de resaltar que los torneos cortos, si bien conllevan un atractivo mayor y más sostenido en el tiempo, puesto que los equipos que rápidamente pierden chances tienen el torneo siguiente para desquitarse, han evidenciado una inconveniente cualidad de inconstancia en el desenvolvimiento general. En efecto, cada vez con mayor fuerza se ven plasmadas en las campañas las gravitaciones de las rachas. El caso más paradigmático ha sido el de River en el año recién finalizado, que de campeón pasó a último en cuestión de semanas, contando exactamente con el mismo plantel y el mismo técnico. Antes que ese caso, si bien no tan desmesurado, es digno de mencionarse el de Lanús, campeón en el Apertura 2007 con 38 puntos y entre los 5 últimos en el torneo siguiente, con 18 puntos.

Si lo que se pretende en cambio, es adaptar las exigencias del fútbol local a los desafíos que plantean las competiciones internacionales, empero, habrá que volver a mirar a los mecanismos de play-offs, es decir, primera ronda por grupos de participantes, y luego de la clasificación de los mejor posicionados, sucesivas eliminaciones de uno contra uno, mecanismo que caracteriza tanto a la Copa Libertadores de América como a la Copa América de Selecciones y, por supuesto, a la Copa del Mundo, que supongo es el gran desafío pendiente, tras 24 años de fracasos. Ese sistema, en el cual cada partido es definitorio y que no deja prácticamente márgenes para el error, también templa al jugador con un carácter más férreo y decidido a la hora de asumir la trascendencia de los grandes compromisos.

jueves, 22 de enero de 2009

Descenso vertiginoso a (de) la isla socialista

De una isla a otra isla.

La Argentina naufraga, y su infausto destino inmediato es inexorable. Mientras el gobierno, sin plan, sin ideas, anquilosado en una metodología automatista de hacer la plancha, administrar superávits forjados a fuerza de presión fiscal e inflación, y derrochar malamente en obras inauditamente caras, dispersas, electorales, superpuestas, contradictorias, imaginarias… insiste en su carencia de Plan B (que es una verdad a medias; a medias porque también hay carencia de Plan A) y se dedica a estimular ficticiamente un consumo que va en retroceso.

No es casual la identificación con la gran isla rebelde del Caribe (aunque toda la farsa de la visita inoportuna esté más vinculada a la seducción de ese apetecible 1,2% del electorado de la izquierda nostalgiosa): nuestra política nacional, desde hace más de un lustro es insular. Me refiero a que se comporta como si el país se tratara de una isla, aislada en medio de un inmenso océano, tan sólo comunicada mediante señales de humo con un módico archipiélago de otras islitas habitadas por tribus de dudosa viabilidad.

En la isla, asimismo, la política se reduce a una administración aldeana, en la cual 4 ó 5 actores interesados se reparten las utilidades del tráfico de bananas y pieles de mono, se adjudican las palmeras y se juegan al truco cada coco.

Con una tan reducida amplitud de miras, como caballo de mateo, se concibe entonces a la Argentina como un estrecho y autosuficiente coto de caza, en el cual todo sucede, como en un escenario de sit-com, y del cual nada entra ni nada sale. Un concepto aldeano seguramente adquirido en las frías noches de nuestro inclemente suelo austral, que obliga a los sacrificados pobladores a internarse en sus casas y permanecer, y la vida se desarrolla en un acotado ámbito, con las miserias propias de la ignorancia consecuente.

Mirarse el ombligo.

Sólo así puede explicarse la mediocre recurrencia a recetas septuagenarias para encarar, por ejemplo, el ostensible deterioro del sector servicios. A cómo otra vez los contribuyentes, como una suerte de Atlas abnegado, debemos cargar sobre nuestras espaldas los dudosos criterios de eficiencia empresaria de funcionarios designados a la bartola, para gestionar “estratégicos” sectores que los privados desechan: un Correo Oficial que pierde un centenar de millones de pesos al año, estatizado cuando la gente dejó de escribirse cartas, y con una mera utilidad de manipulación de urnas electorales; una empresa petrolera sin petróleo, ni proyectos serios de explotación, ni refinerías; una línea aérea cada vez más patética, en la que tallan por su “experiencia y eficiencia” los mismos antiguos funcionarios que años atrás crearon la entelequia de LAFSA, que la fusionaron con SW, y que hicieron tantas otras maravillas para la depredación definitiva de nuestro andamiaje aerocomercial; unas aguas y servicios sanitarios que requieren de un urgente plan de inversiones, y que ya está mostrando las fisuras y escaseces de la inercia abúlica y exasperante, para que los gestione el sindicato; un largo etcétera.

Sólo así puede entenderse ese obtuso afán recaudatorio del primer semestre de 2008, que llevó a que el país perdiera la oportunidad de exportar una cosecha histórica a valores históricos, lo que hubiera provocado un fecundo efecto derrame en la economía y hubiera pertrechado y vigorizado a un sector agrícola y agroindustrial que estaba a punto de sumergirse en el oscuro periplo de las vacas flacas.

También de esa sola manera puede abordarse la cartelización de los contratistas del Estado en un club de media docena de afortunados emprendedores que se transformaron de la noche a la mañana, de cadetes compracigarrillos en impresionantes magnates dignos de la lista Fortune.

Sólo así puede entenderse el desprecio e inoperancia con que se ha encarado metódicamente la política exterior, con imposturas vergonzosas, cholulismos patológicos, largas jaculatorias de obviedades en escenarios de cartón, patoteadas berretas a diestra y siniestra, campanitas en Wall Street, boinas en París, gorros de piel en Moscú, gorras verdes en Cuba…

De esa única manera puede también interpretarse el payasesco “plan de contingencia” que, en sucesivos pasos, puede resumirse así: cooptación de un (otro más) ortodoxo chicagón-boy para transformarse en un patriótico heterodoxo keynesiano; confiscación compulsiva de todos los depósitos correspondientes a jubilaciones privadas; anuncio de un mega-plan de obras faraónicas para proveer de (malos) trabajos a (poca) gente del (único que más o menos camina) sector de la construcción.

Y también sólo así pueden entenderse sus penosas secuelas, con ribetes tragicómicos similares, y equiparables a aquel increíblemente ficticio plan de vivienda propia para inquilinos: el nuevo sistema de cero kilómetros para primeros dueños (con un año de cuotas estables garantizado, y cuatro subsiguientes donde debe imponerse la fe religiosa) y el plan canje de heladeras (ya terminado antes de empezar).

Conmigo, el diluvio.

Con esas creativas medidas, meditadas y debatidas en frenéticas e intensivas reuniones por una veintena de cerebros oficiales, parece que algunos todavía esperan que a la Argentina no le llegará el huracán de recesión y detracción económica que se cierne sobre el mundo.

Si en 2008 presenciamos el desmoronamiento del sistema financiero internacional, durante 2009 vamos a vivir con angustia el traslado de ese derrumbe a la economía doméstica, el impacto real y material de tantas flechas rojas hacia abajo que vimos al lado de cada bolsa en las diapositivas de CNN. Seríamos bastante zonzos si nos conformáramos con contemplar extasiados, en una virtual “cadena nacional”, las obvias palabras del pintoresco nuevo presidente de EE.UU., que encima no está planteando otra cosa que replegar a su país sobre sí mismo para aguantar el chubasco.

No pasó un mes desde el comienzo de este año, y a la crisis angustiante de un campo sumergido en la depresión y la sequía se le suma la decadencia cuasi terminal del sector siderúrgico: luego de paro, movilización y corte de rutas, el sindicato no tuvo otra alternativa más que aceptar con resignación el despido de 1.200 trabajadores, la mitad de los cesanteados inicialmente. A las pujas salariales, corriendo detrás de la inflación, que caracterizaron los años anteriores, ahora las ha sucedido un regateo entre el sector gremial y la patronal más macabro: a cuántos entregamos a la desesperanza del desempleo, a cuántos salvamos provisoriamente por un par de meses más.

En el sector petroquímico el parate es casi total, y en general, el movimiento de contenedores de la actividad impo-exportadora se redujo en más de un 30%.

No es descabellado pensar, a estas alturas, que el desempleo llegará, en algún momento de este año, al 20%, por más manipulaciones de indicadores que es legítimo esperar en breve.

Desde que lo único importante en toda la politiquería barata del ámbito local es el diseño de estrategias electorales para ganar los próximos comicios, sinceramente se me ocurre que sería una interesante idea de parte del gobierno adelantar las elecciones legislativas para el próximo domingo. Esta idea de apostar a que la gente se olvide de todos los desastres cometidos en el año que pasó, y poder levantar la imagen ajada con un par de sabias cátedras sobre química y economía política en las consabidas jornadas de perfeccionamiento docente en que se transformaron las comunicaciones presidenciales, sucumbirá inexorablemente ante el avance de una realidad aplastante. No hay demagogia, ni clientelismo, ni fraude electoral que resista los embates de la adversidad económica, de la mishiadura social que ya llegó para quedarse.

Los pies y el plato.

A lo único que podemos apostar como ciudadanos responsables, en este irremisible ocaso de una cultura política olvidable, es justamente a no olvidarnos de nada, y a custodiar celosamente que nadie, pero nadie, saque los pies del plato. La experiencia indica que la tendencia política más vaselinosamente escurridiza es la izquierda recalcitrante, aquélla que provoca las más nefastas aventuras “progresistas” de retroceso social y pobrerismo y rápidamente, apenas el viento empieza a soplar desde el lado del hartazgo popular, muda en feroz impugnadora de gobiernos que “traicionaron” los obvios lemas políticamente correctos, empíricamente esquemáticos, prácticamente estériles y capciosos.

Por lo pronto, ya Bonasso empezó a ponerse crítico, y tras bambalinas la retroprogresía comienza a hablar de “decepción”. Por eso aplaudo la valiente decisión de este gobierno en ser el segundo, luego de su espejo alfonsinista, en visitar el paraíso socialista caribeño. Para que las cosas queden más claras. Para que ninguno se olvide de quiénes se trata y quiénes fueron sus soportes legitimadores desde la rancia intelectualidad de las Cartas Abiertas.

Y sí: estamos así de truchos.

Ya no hay espacio para “peronizarse”, y del lado “grasita” del espectro transversal todos lo están viendo a Duhalde más alto y más rubio, mientras dicen, todavía en voz baja, que hay que “despegarse”. En eso el neoperonismo se parece bastante a la izquierda, y va adquiriendo un poco más de cintura para contrastar con la próspera barriga de vividor del Estado… sólo que no la suficiente. De ésta va a salir muy chamuscado, pero va a conservar poder territorial en tanto tenga capacidad de descargar en unas pocas e identificables cabezas (en la familia real por empezar, y no mucho más allá) la responsabilidad exclusiva del desastre: el que gana gobierna, el resto acompaña, y cuando el que gobierna se estrella, el resto no acompaña, así de simple. Por eso, como han dicho algunos sabios amigos, en el peronismo el único pecado imperdonable es perder.

Ahora bien, la cuestión va a residir, en esta ocasión, en que la vuelta de tuerca fue tan pronunciada que todos se pasaron de rosca, en que para salvarse, los caciques locales deberán efectivamente entregar las cabezas expiatorias. No creo sinceramente que en este caso baste solamente con soltar la mano y dejar que prensa, oposición y la bamboleante opinión pública los defenestren.