viernes, 16 de enero de 2009

Los que llegaron, los que ya estaban...

...una disputa absurda.

Con el recrudecimiento del conflicto en Oriente Medio, y a raíz de recientes charlas de sobremesa, se me ha dado por profundizar sobre algunas cuestiones subyacentes a la disputa que parece no tener fin, y que posicionan a la mayor parte de los observadores externos en un polo u otro del espectro de opinión: que los palestinos son un pueblo invadido que merece tener su propio país, que Israel es una avanzada de la civilización occidental en una zona copada por terroristas, que se acercan las elecciones en Israel y hay necesidades electorales que se reflejan en la escalada bélica, etc., etc. Ante semejante maremagno de posiciones, he dado con el artículo que en el presente post reproduzco, que me pareció curioso y a la vez interesante. Por su tenor, conviene introducirnos previamente en las características del autor.

Durante 2001-2002, Israel Adan Shamir (Adam Ermash) escribía una serie de artículos que luego fueron compilados en el libro La lluvia verde de Yasuf (Ed. Ojeda, Barcelona, 2004, ISBN: 84-932851-7-X), del cual el texto que a continuación se transcribe resulta ser el primero de la reseña. I. A. Shamir se presenta como "ruso e israelí", nacido en Novosibirsk, Siberia, biznieto de un rabino de Tiberíades (Palestina), naturalizado ciudadano sueco desde 1992.

En 1969 se radicó en Israel, donde sirvió en el ejército y participó de la guerra de 1973. Posteriormente retomó estudios de leyes en la Universidad Hebrea de Jerusalén, hasta que se decidió por el periodismo. Como corresponsal de la BBC, presenció las guerras en Vietnam, Camboya y Laos, y a partir de 1977 colaboró con los periódicos israelíes Maariv, Haaretz (para el que cubrió los sucesos en Rusia de 1989-1993) y el izquierdista Al HaMishmar, vinculado a los partidos socialistas Hashomer Hatzair y Mapam (antecesor del actual Meretz-Yachad), que dejó de imprimirse en 1995. En representación del Mapan, también según su biografía oficial, fue miembro del Kneset (Parlamento israelí); y como traductor posibilitó la difusión en ruso de las obras de Sy Agnon, el único premio Nobel israelí de literatura, y se le publicaron en Londres traducciones de Las guerras árabe israelíes, de Jaim Herzog (sexto presidente de Israel, 1983-1993). También colaboró en el diario ruso Pravda y en el semanario ruso Zavtra.



Enfrentado al exclusivismo israelí en Palestina (lo que le ha valido el mote de "controvertido", polémica que excede nuestra capacidad de conocimiento y nuestra autoridad de opinión), junto a Edward Said, un árabe cristiano nativo de Jerusalén, que ha sido considerado "uno de los académicos más influyentes del mundo" y "una de las mentes más brillantes del siglo XX" (Universidad de Columbia, NY, en donde fue profesor desde 1963, al igual que en Harvard y Yale), postulan, en contra de la partición del territorio en dos Estados confesionales, la idea de la comunidad pacífica de ambos pueblos bajo el paraguas de una república democrática, resumido en el lema "un hombre, un voto, un Estado" (http://www.israelshamir.net/).

A continuación se transcribe el texto mencionado, porque expresa una original posición de concordia respecto del álgido (y cruento) conflicto que enfrenta desde la Década de 1930 a palestinos y judíos.



Oda a Fares o el regreso del caballero

Marzo de 2001

Nadie tiene derecho a entrar o salir de la franja de Gaza. Está rodeada de alambres de púas, sus puertas están con cerrojos y aunque tenga todos los papeles necesarios, tampoco podrá entrar en la mayor cárcel de alta seguridad del mundo, que aloja de todos modos a más de un millón de palestinos. El ejército israelí, famoso antaño por su poder de fuego, está reducido al papel de guardia-cárcel. La formulación de la táctica de las fuerzas de defensa israelí se remonta a los años 30: “No hace falta abatir a un millón de personas. Maten a los mejores y los otros quedarán aterrorizados”. Son los británicos con la ayuda de sus aliados judíos durante la sublevación palestina de 1936, los que emplearon esta táctica por primera vez. Desde entonces, miles de hijos e hijas, de entre los más brillantes de este país, la elite palestina potencial, han sido exterminados. Una vez más, el ejército israelí es utilizado para llevar a cabo el mismo plan: “Calmar la agitación de los indígenas” abatiendo sistemáticamente a los rebeldes en potencia.

Su tarea no es difícil: es el ejército más grande y más poderoso de Cercano-Oriente, el de un país que dispone de potencia nuclear y que dispone de todos los armamentos posibles cuando los palestinos cautivos no tienen más que piedras y armas livianas. Recientemente, los israelíes interceptaron un cargamento de armas con destino a Gaza. Este ejército proclamó una gran victoria pero también su “preocupación”. Hay de qué. Desde 1973, el ejército israelí raramente tuvo la ocasión de encarar el hacer fuego como respuesta. Los soldados judíos se acostumbraron a un trabajo fácil, como por ejemplo, liquidar a pibes indefensos.

Gaza parece pertenecer a un mundo de ciencia ficción que nos recuerda a El prisionero o alguna otra de la serie B. Sus cerramientos con alambrada ocultan un secreto; la voluntad de un pueblo que permanece intacta. Sí, se parece a una puesta en escena de película de serie B pero los actores, hombres y mujeres, merecen varios Oscars.

Este mensaje secreto nos viene de Palestina en la persona de Fares Ouda, un muchacho de trece años. Él es el pequeño David palestino que vimos enfrentar al Goliat judío en los suburbios de Gaza y que fue inmortalizado por el fotógrafo de Associated Press, Laurent Rebours. Fares el temerario, el que tiró piedras contra el monstruo blindado con la gracia de san Jorge, el santo venerado en Palestina. Afrontó al enemigo con los modos de un pequeño aldeano cazando un perro rabioso. Esa foto fue tomada el 29 de octubre y, algunos días después, el 8 de noviembre, el chico fue abatido a sangre fría por un tirador israelí aislado.



Deja detrás suyo la imagen de un héroe, un póster para colgar junto al del Che Guevara, un nombre para evocar al mismo tiempo que el de Gavroche, el valiente pequeño rebelde de las barricadas de París de la novela de Víctor Hugo, Los Miserables, símbolo del espíritu, que es invencible en el hombre. Viene de otra época donde el heroísmo no era una mala palabra, cuando los hombres se iban a la guerra dispuestos a combatir y a morir por una noble causa. Simbólicamente, su nombre remite a la palabra “Caballero” y su apellido a la noción de “Regreso”. La imagen de este chico evocaba muy bien la del “regreso de los valerosos caballeros de antaño”. Este espíritu es totalmente ajeno al hedonismo comercial barato, a la ideología dominante de nuestra época, alimentada abundantemente por la cultura popular norteamericana.

La herencia de Fares marca el fracaso del plan maestro israelí. Este joven rebelde, había nacido bajo la ocupación militar israelí, y cayó desafiando a los soldados de la FDL.

Nosotros, los amigos de Palestina, no comprendimos inmediatamente este mensaje de esperanza, acostumbrados como estábamos a la idea del sufrimiento y del martirio palestinos. En nuestros escritos, reproducíamos inconscientemente la actitud un poco afeminada que consiste en presentar a “los nuestros” como desgraciadas víctimas dignas de compasión y de piedad. Pero lo que los palestinos deben inspirarnos es lo contrario: admiración, amor, solidaridad, fe en los héroes, incluso envidia, todo menos la compasión. Si se apiadan de los palestinos, deberían también lamentar el destino de los 300 guerreros del rey Leónidas que cayeron defendiendo las Termópilas contra los persas en el año 480 ante de J.C. o de los soldados rusos que impidieron con sus cuerpos el avance de los tanques de Guderian, incluso el de Gary Cooper en A la hora señalada. Los héroes no deberían provocar lástima. Por el contrario son ejemplos que deberían insuflarnos coraje.

En un primer momento, no habíamos ubicado correctamente la imagen de Fares. El esquema elegíaco apelaba a la imagen del pequeño Mohammed Durech, muriendo encogido ante nuestros ojos, compañero de desgracia de la pequeña vietnamita corriendo desnuda con todas sus fuerzas para escapar del infierno de los bombardeos con napalm.

La imagen del regreso del Caballero Fares Ouda pertenece a un registro distinto: este niño es un héroe emblemático. Habría que mostrarlo al lado de la imagen de los Marines de Iwo Jima o en una iglesia junto a su compatriota, san Jorge. Después de todo, el santo mártir fue enterrado en tierra de Palestina, no lejos de Fares, en la cripta de la antigua iglesia bizantina de Lydda.

Pareciera que los adversarios de Palestina comprendieron mejor esta realidad que sus partidarios. La prensa norteamericana, dominada por los judíos, no ahorró esfuerzos para borrar el recuerdo de Fares, porque sobre todo no quieren que se extiendan las vocaciones heroicas. MSNBE.com organizó un concurso estúpido para encontrar “la imagen del año”, permitiendo elegir entre la foto de Mohammed Dureh el mártir y unas fotos de perros (siempre nos dan para elegir, pero siempre es entre dos malas opciones). El cónsul de Israel en Los Ángeles hizo publicidad para la foto de los perros y numerosos partidarios de Israel votaron por ellos, mientras que los partidarios de Palestina votaban por la foto de Mohammed. Pero la foto que verdaderamente importaba, el ícono de Fares, no fue sometida al voto del público.

Pero esto no alcanzaba y el Washington Post envió a Lee Hockstader, su corresponsal en Palestina, para desalojar el recuerdo del niño derribado. Este pasquín a sueldo de la AIPAC puede tenerle confianza a Hockstader. Sus artículos deberían ser estudiados en las escuelas de periodismo, en un curso de “desinformación”. Cuando los tanques y los helicópteros del ejército israelí bombardearon Belén, que carecía de la menor defensa, Hockstader escribió: “En el pueblo bíblico de Belén (¿no iba a hablar de la Natividad, no es cierto?), los soldados israelíes y los palestinos se enfrentaron utilizando tanques, misiles, helicópteros, ametralladoras y piedras”. Me parece que si Hockstader relatara la Segunda Guerra Mundial, hablaría de los Estados Unidos y de Japón demoliéndose con bombas atómicas.

Hockstader no dejó de justificar las incursiones israelíes contra las poblaciones civiles escribiendo que los portavoces del ejército israelí afirman que estas incursiones son limitadas y esencialmente defensivas. Sin embargo, el gobierno israelí ve las cosas con más amplitud, haciendo notar que estas incursiones les dan flexibilidad a los comandantes militares locales para “enfrentar un enemigo difícil de cernir”. Este corresponsal adopta “una visión más amplia” de las acciones de Israel, y en sus artículos, los palestinos se convierten en “simples terroristas frenéticos”. “Los palestinos han amenazado con hacer pagar el precio de lo que consideran como una guerra de agresión. El movimiento de la resistencia islámica, más conocido bajo el nombre de Hamas, convocó a nuevos atentados suicidas y a tiros de mortero contra Israel”. Alguien que comprende claramente a Hockstader, como cierto François Smith, difundió el siguiente mensaje por Internet: “Considero como un insulto que este tipo me crea lo bastante estúpido como para creerle. Desconfíen de Hockstader. En mi opinión, tiene un programa definido”.

No hay dudas en cuanto a eso: Hockstader tiene como objetivo el reforzamiento de la supremacía de los judíos y denigrar a los palestinos. La idea de destruir la leyenda de Fares encaja perfectamente en su proyecto. Hockstader fue a Gaza y volvió contando que el pequeño Fares le desobedecía a su papá y a su mamá y que se hacía la rata en vez de ir al colegio, y que este adolescente era “un arriesgado que no soñaba más que con hacerse matar. Un tirador de elite judío comprensivo simplemente le permitió realizar su anhelo”. Hockstader no se olvidó de nada: el chico fue abatido justo cuando se preparaba a tirar una piedra y por lo tanto efectivamente había que abatirlo. Su gloria póstuma deriva del “barullo que se produjo después de su muerte. De todos modos, su madre cobró un cheque de 10.000 dólares del presidente irakí, Saddam Hussein”.

Hockstader apostaba con su ganancia… Si había llegado a dar por sobreentendido que los colonos, padres del bebé muerto en Hebrón, deseaban la muerte de su hijo y si se había atrevido a calificar a la reacción israelí de “barullo”, si incluso se había conformado al mencionar el cheque consiguiente que el carnicero de Sabra y de Chatila les había hecho llegar personalmente, Hockstader no habría salido vivo de Israel y Katherine Graham, propietaria del Washington Post, lo lamentaría hasta el fin de sus días.

Los judíos han llegado a intimidar a sus enemigos y de ninguna manera por la sola magia del discurso. En la época de Lord Moyne, ministro de Estado británico para el Oriente Medio, oficiales y simples soldados británicos así como centenares de dirigentes palestinos fueron asesinados por judíos preocupados por afirmar su supremacía sobre la Tierra Santa de los años 1940; esto ocurrió hasta que los británicos a merced del terror se apuraron a abandonar la bahía de Haifa, el 15 de mayo de 1948.

Todavía hoy, en San Francisco, dos militantes por la paz, el sacerdote católico Labib Kobti y el rabino totalmente judío Michael Lerner, siguen recibiendo amenazas de muerte de parte de grupos terroristas judíos y las toman muy en serio.

Los palestinos son agricultores y ciudadanos más bien pacíficos. Saben cuidar a los olivares y los viñedos y saben fabricar el zir, esa jarra que guarda fresca el agua aún cuando sopla el “khamsin” más ardiente. Sus magníficas construcciones de piedra y maçonnerie alegran al menor rincón de Palestina. Los palestinos escriben poemas y veneran las tumbas de sus santos. No son guerreros y mucho menos asesinos. Por eso, sienten estupor e incredulidad cuando se inclinan hacia el espejo de una prensa dominada por los judíos, donde se ven bajo los rasgos de terroristas ávidos de sangre.

Sin embargo, estos simples campesinos son todavía capaces de darnos a todos una lección de heroísmo, cada vez que un enemigo trata de apoderarse de su tierra. Por otra parte, los palestinos han probado su coraje hace siglos y siglos, en la época legendaria de los “Jueces”, cuando sus ancestros combatieron a los “invasores del borde del mar”.

En los años 30, un judío ruso, ferviente nacionalista y fundador del partido político de Sharon, Vladimir Zeev Jabotinsky, escribió una novela histórica (en su lengua materna, el ruso), titulada Sansón, en la que retomaba el relato bíblico del instigador del atentado suicida que, matando a tres mil hombres y mujeres (Jueces, 18-27), había perecido con sus enemigos. Hace algunos años, esa novela fue publicada en Israel, traducida al hebreo moderno y un crítico literario del diario Davar habló de ella en términos de “interesante aberración”.

Según Jabotinsky, los británicos no eran otros sino los filisteos de la época moderna mientras que los israelitas se convirtieron en los judíos que conocemos hoy en día. A los ojos del lector israelí contemporáneo, esta novela glorifica, sin embargo, al combate de los palestinos contra el dominio de los israelíes. Los filisteos, herederos de una importante civilización y poseedores de una tecnología militar superior, los invasores que venían del mar, habitantes hedonistas de la planicie del litoral y belicosos intrusos en las Tierras Altas le recordaban al crítico a los judíos israelíes actuales. En tanto el pueblo de Sansón, la “gente de la tribu de Israel” nativos de las Tierras Altas, le hacían pensar en los campesinos de las colinas de Palestina, nuestros contemporáneos. Como ellos, están convencidos de la profundidad de sus raíces y de la victoria ineludible de su atadura a la tierra frente al poderío militar del invasor.

Todo esto es lógico puesto que los palestinos son los auténticos descendientes del Israel bíblico, del pueblo indígena que abrazó la fe de Cristo o la de Mahoma, y que permaneció por siempre sobre la Tierra Santa, en tanto los otros, los que rechazaron al Cristo, fueron condenados a errar hasta que comprendiesen su error. Los israelíes son perfectamente conscientes de esto. En los laboratorios de genética de Tel Aviv, los investigadores en busca del “ADN judío” publican orgullosamente el menor resultado que pruebe la existencia de un lazo sanguíneo tenue entre los judíos y los palestinos de antaño. Saben muy bien que nuestras pretensiones, de nosotros judíos al orgulloso nombre de Israel son, por lo menos, discutibles. Siguiendo el ejemplo de Ricardo III, nos hemos apoderado del título y de la corona y como él, nos sentiremos amenazados mientras los legítimos herederos estén con vida. Esto concierne a los motivos psicológicos de la inexplicable crueldad con la que tratamos a los palestinos autóctonos.

Los israelíes quisieran ser los verdaderos palestinos. Hemos adoptado su cocina y servimos sus falafels y sus humus como si se tratase de nuestros propios platos tradicionales. Hemos adoptado el nombre del cactus local, sabra, que crece en medio de sus pueblos destruidos, para designar a nuestros hijos, chicas y varones, nacidos sobre esta tierra. El hebreo moderno que hablamos vio la luz integrando cientos de palabras palestinas. Simplemente deberíamos pedirles perdón, que los abrazáramos tal como a hermanos que creíamos perdidos desde hace largo tiempo y que les dejáramos que nos enseñen lo que saben. Ahí está el único rayo de esperanza que conseguirá atravesar las actuales tinieblas.

Así como lo establecieron los estudios arqueológicos israelíes, hace tres mil años, las tribus de las Tierras Altas (las Banu Israel de la Biblia) terminaron por encontrar un modus vivendi con los “pueblos del mar” instalados sobre la costa y, juntos, estos hijos de Sansón y Dalila han engendrado a los redactores de la Biblia, a los apóstoles de Cristo y a los palestinos contemporáneos. El saber-hacer técnico evolucionado de los filisteos y el amor de la gente de las mesetas por nuestra tierra apergaminada se conjugaron para dar nacimiento al milagro espiritual de la Palestina antigua. No es imposible –es altamente deseable- que la Historia se repita y que la imagen gloriosa del joven Fares, luchando contra el tanque, se mezcle con las imágenes del rey David y de san Jorge en los espíritus y en los manuales escolares de nuestros hijos palestinos.

11 comentarios:

Destouches dijo...

Sencillamente sorprendente. Occam, es notable su talento para hacernos entrever la irreductible complejidad de la realidad, que rehúye -mal que le pese a muchos- los planteos maniqueos de los hombres.

Unknown dijo...

Me emocionó occam.
No sabía que San Jorge era el santo más venerado.
Y ese chiquito, tenía la edad de mi padre cuando emigró y la de mi hijo cuando enfermó.
Bendito sea.

Hegeliano dijo...

Entre tanto ruido de los bienpensantes, con palabras como genocidio, fósforo blanco, termobaricas, se hace dificil tener un panorama de un territorio del tamaño de Miramar con 1,5 millones de habitantes.

Lo que me queda claro es el oportunismo de la progresia y paradojicamente la extrema derecha, para ser aun mas anti capitalistas, anti imperialistas y nazis y no aportar nada al tema sino mas confusion.

No es para hacer chistes, pero me recuerda una anécdota (no creo que sea verídica) que en una asamblea general de la ONU, en una de las innumerables discusiones sobre el tema palestino, cuentan que el representante de Israel hace una cuestión de privilegio antes de la apertura de la discusión y con voz profunda dice: "quiero dejar constancia de la humillación y la bajeza del proceder de los palestinos en épocas del profeta Abraham, este entro a las aguas del Jordán a bañarse y vinieron unos palestinos y le robaron las pocas ropas que dejo en la orilla"

Palabras que provocaron la airada reacción del representante palestino, el que rojo de furia gritaba frases como "mentira en esa época no estábamos allí", a lo que el canciller israelí dijo "sentado el punto del representante palestino, continuemos con el debate"

Claude dijo...

Iba todo bastante bien hasta que Guevara fue elevado, desde la criminalidad más pura, hasta la condición de “héroe”. Israel Shamir parece estar claramente en uno de los polos. Conmovedor lo del muchacho Fares Ouda. Buscaré material sobre él en la Web, porque a este Shamir le desconfío un poco.

Occam dijo...

Hegeliano:
Coincido con la utilización animosa del conflicto en Oriente Medio por parte de grupos de presión, fundamentalmente antinorteamericanos. De hecho. I.A. Shamir procede innegablemente de la izquierda. Pero los argumentos ad hominem no me resultan convincentes en el terreno de las ideas, y voy a ser consecuente primero con ello. Que ciertas voces acusatorias se eleven desde los sectores de la izquierda antiimperialista o desde el islamismo más integrista, no pueden esconder el trasfondo de la querella, que no es otro que el de una lucha de liberación nacional, legítima como el derecho a la diferencia y el derecho que tiene todo pueblo a existir. Es más, ciertas actitudes de Israel sólo han servido para desintegrar el bando nacional palestino, y fortalecer las posiciones panislamistas, que sustancialmente distan de un propósito beneficioso para el pueblo palestino (a más muertos, mejor posición en la lucha general).
Mis cordiales saludos.

Occam dijo...

Para todos:
Me permitiré citar las palabras de algunas incontrastables fuentes judías (ya, por lo visto, pasadas de época) que denotan que el trasfondo del sionismo no constituye un bloque homogéneo y coherente que representa el sentir de toda una comunidad. Veamos:
El 11 de enero de 1902 Theodore Herzl (padre del sionismo, que no era creyente, sino agnóstico) escribía a Cecil Rodhes, el epónimo de las empresas coloniales "à la carte" en África del Sur:

Le ruego que me envíe un texto en el que diga que ha examinado mi plan y que lo aprueba. Si se pregunta por qué me dirijo a Vd., Sr. Rhodes, le diré que es porque mi programa es un plan colonial.

Martin Buber, la más importante voz de la judeidad durante el siglo XX, declaraba en Nueva York (según el Jewish Newsletter del 2 de junio de 1958):
El sentimiento que me embargaba, hace sesenta años, cuando entré en el movimiento sionista, es esencialmente el que siento hoy. Esperaba que este nacionalismo no siguiera el camino de otros que comienzan por una gran esperanza y se degradan posteriormente hasta convertirse en un egoísmo sagrado, que osan incluso, como el de Mussolini, proclamarse como sacro egoísmo, como si el egoísmo colectivo pudiera ser más sagrado que el egoísmo individual. Cuando regresamos a Palestina, la cuestión era: ¿Quiere Vd. venir aquí como un amigo, un hermano, un miembro de la comunidad de pueblos de Oriente
Próximo, o como el representante del colonialismo y del imperialismo? La contradicción entre el fin y los medios a alcanzar ha dividido a los sionistas: unos querían recibir de las Grandes Potencias privilegios políticos particulares, otros, sobre todo los jóvenes querían solamente que se les permitiera trabajar en Palestina con sus vecinos, para Palestina y para el porvenir


El profesor Judas Magner, presidente de la Universidad Hebraica de Jerusalén desde 1926, decía en 1946, al momento de la vigésima apertura del curso universitario regular:
La nueva voz judía habla por la boca de los fusiles. Así es la nueva Thora de la tierra de Israel. El mundo ha sido encadenado a la locura de la fuerza física. El cielo nos proteja de encadenar ahora al judaísmo y al pueblo de Israel a esta locura. Es un judaísmo pagano el que ha conquistado una gran parte de la poderosa Diáspora. Nosotros habíamos pensado, en los tiempos del sionismo romántico, que Sión debía ser redimido por la rectitud. Todos los judíos de América llevan consigo la responsabilidad de esta falta, de esta mutación incluso aquellos que no están de acuerdo con las artimañas de la dirección pagana, pero que permanecen sentados, con los brazos cruzados. La anestesia del sentido moral conduce a su atrofia.

En 1938 Albert Einstein declaraba sobre el asunto:
Sería más razonable alcanzar un
acuerdo con los árabes sobre la base de una vida común pacífica que crear un Estado judío. La conciencia que tengo de la naturaleza esencial del judaísmo tropieza con la idea de un Estado judío dotado de fronteras, con un ejército, y con un proyecto de poder temporal, por modesto que sea. Temo los perjuicios internos que el judaísmo sufrirá en razón del desarrollo en nuestras filas, de un nacionalismo estrecho. Nosotros no somos ya los judíos de la época de los Macabeos. Volver a ser una nación, en el sentido político del término, equivaldría a apartarse de la espiritualidad de nuestra comunidad que hemos recibido del genio de nuestros Profetas
.

El 8 de junio de 1982, el Profesor Benjamín Cohen, de la Universidad de TelAviv, durante la sangrienta invasión de los israelíes al Líbano, escribió a P. Vidal-Naquet:
Le escribo escuchando el transistor de radio que acaba de anunciar que nosotros estamos a punto de alcanzar nuestro objetivo en el Líbano: asegurar la paz a los
habitantes de Galilea. Estas mentiras dignas de Goebbels me vuelven loco. Está claro que esta guerra salvaje, más bárbara que todas las precedentes, no tiene nada que ver, ni con el atentado de Londres, ni con la seguridad en Galilea. Aquellos judíos, hijos de Abraham. Aquellos judíos víctimas de tantas atrocidades, ¿han podido volverse crueles hasta tal extremo? El mayor éxito del sionismo es, así pues, éste: la desjudeización de los judíos. Haced, queridos amigos, todo lo que esté en vuestras manos para que los Beghin y los Sharon no logren su doble objetivo: la liquidación final (expresión de moda aquí estos días) de los Palestinos como pueblo y de los israelíes como seres humanos
. [Publicada en Le Monde, 19-6-82].

En fin, se podría seguir citando indefinidamente. La idea era nada más la de ejemplificar que el tiempo ha puesto un manto sobre antiguas legítimas objeciones del judaísmo hacia el sionismo político, y ha dejado en el lugar a un claro vencedor, que se ha apropiado de la voz y la representatividad de una inmensa y variada comunidad humana, al punto que, hoy día, cualquier observación que se formule contra evidentes e impunes atropellos, corre el riesgo certero de ser tachada de animosa, malintencionada, o directamente antisemita.

aquiles m. dijo...

Mi estimado Occam:
He ingresado en varias ocasiones, como para "meter la cuchara".
Me cuesta, pues en nada creo. Esto es sólo mezquindades de tipos interesados en el negocio de la guerra.
caemos con facilidad en la justificación épica...
Ambos lados son violentos asesinos, a los que nada les importa la muerte de inocentes niños, mujeres y ancianos.
Al pueblo Judío, siempre el marketing les ha jugado en contra...
Tuvo que aparecer el "chapita" de Adolfo, para cambiarles la imagen.
A riesgo de ser considerado un HDP, digo en mi defensa: Miren, lean la historia de la Humanidad. Miserables como Adolfo, con delirios megalómanos, hubieron tantos.
Los turcos en 1915 masacraron a los armenios, ahí no más, a muy pocos kilómetros.
El pueblo judío fue perseguido en Egipto, y sus debilidades y grandezas quedaron escritas en al Antiguo Testamento.
Hubieron héroes como en Masada...
Hubieron mujeres como Esther, Salomé, Herodías..
Herodes....los tres...
Bush masacró al pueblo iraqí..Y todo va para peor. Pero como no tienen buena prensa, los muertos se siguen acumulando.
Hubieron Kostekis y Santillanes, que hicieron correr como rata por tirante a un cabezón, ex bañero, que había venido como Salvador..
Y aquí estamos...buscándole la explicación de por qué nos merecemos a la banda K...
Por lo mismo que judíos y palestinos...
Por imbéciles.
Un fusil AK-47 (Kalashnikov) puede disparar 10 balas por segundo, 600 en un minuto. En Irak, una bala para este rifle de combate cuesta entre 12 y 36 céntimos de euros.
Es decir, por sólo 72 euros se puede matar a 600 personas en Irak.
Teniendo en cuenta que la posición geográfica les favorece, es posible que lo consigan mas barato.
Siempre me solazo en tu brillante impronta, buen Occam.
Salud.
PD: La épica es la justificación a la eternización de la violencia.
Perdón por no compartir con los demás distinguidos, y muy apreciados comentaristas, a quienes disfruto en mi blog, y en los de otros de la vecindad.

Occam dijo...

Estimado Aquiles.
Muchas gracias por participar y enriquecer el módico debate acerca de este asunto. Las guerras suelen esconder mezquinos intereses económicos. Con tamañas desgracias, siempre hay buitres pululando que se benefician, cuestión que no soslaya el heroísmo y la abnegada generosidad de almas superiores.
No hay que olvidar que el NSDAP, el partido nazi, logra posicionarse electoralmente a partir de 1930, cuando consigue el apoyo económico del establishment de la industria pesada, demasiado preocupada por el parate económico y los despidos. También auspiciaron ese ascenso el consorcio químico norteamericano Dupont de Nemours y el trust inglés Imperial Chemical Industry, que en conjunto con la alemana I.G.Farben tenían repartido oligopólicamente el mercado mundial de la pólvora. También la Banca Dillon de Nueva York subsidiaba al trust alemán del acero Vereinigte Stahlwerke. Por supuesto, no faltaron entre los auspiciantes tampoco Rockefeller y JP Morgan.
Francia, en los años '20, sobre todo a partir de 1927, empezó una inaudita carrera armamentística en violación del desarme progresivo comprometido en el Tratado de Versalles, respecto de la cual protestaron airadamente tanto Inglaterra como Rusia. La cosa continuó in crescendo, hasta un punto increíble, que llevó a Inglaterra a firmar con Alemania en 1935 un tratado particular permitiéndole el rearme de su flota de guerra, para evitar el ostensible desequilibrio de fuerzas a favor del militarismo francés.
Mucho se ha hablado acerca de las razones que llevaron a Francia a impulsar esta carrera armamentística que condujo finalmente al rearme de Alemania.
En el Boletín Oficial de la República Francesa del 26 de marzo de 1938 aparecen las cantidades de mineral de hierro exportadas por Francia hacia Alemania. En 1934 fueron 17 millones de quintales métricos; en 1936 se había incrementado a 78 millones... 4,6 veces!!! Es muy claro aquí el interés de François de Wendel y la siderurgia de Meurthe-et-Moselle en el rearme alemán.
Jean Galtier-Boissière y Michel Alexandre, que nos proporcionan estos detalles, sacan como, conclusión al respecto que «será un consuelo para los combatientes franceses alcanzados en su propia carne durante la campaña 1939-40, saber que los proyectiles que les mutilaron habían sido fundidos con el mineral exportado patrióticamente por François de Wendel y sus colegas de la siderurgia de Meurthe-et-Moselle».
François de Wendel era un personaje cuya influencia en la política francesa de entreguerras fue considerable. El 11 de enero de 1923, para procurarle a poca costa el coque renanowestfaliano, complemento indispensable del hierro lorenés, Poincaré hizo ocupar el Ruhr, bajo el pretexto de que una entrega de postes telegráficos efectuada por Alemania a cuenta de las reparaciones de Versalles era incompleta y, habiendo fracasado la operación, antes que obligarle a pagar a su precio el coque alemán, su amigo Barthou no vaciló en torpedear la conferencia del desarme de 1927 para encontrarle, en la persona de Alemania, un cliente serio para su mineral de hierro.
En el New York Herald Tribune del 14 de junio de 1938 el periodista americano Isaac Marcuson escribía, refiriéndose a lo que fue la Primera Guerra Mundial:
«La guerra es una colosal empresa comercial. En cuanto a las mercaderías que se negocian, éstas no son máquinas de afeitar, ni jabones y pantalones, sino sangre y vidas. El mundo ha sido inundado con relatos sobre heroísmo en la guerra, pero el heroísmo era en la lucha mundial una de las cosas más vulgares del mundo. Lo más bonito de esta guerra era más bien la organización comercial».
Ahora bien, todas estas consideraciones, y también las efectuadas por usted respecto del poder letal del AK-47, creo que no atañen al desdichado Fares Ouda y la piedra que le arrojara al tanque, que era la cuestión que se trataba en el artículo reproducido.
Como todas las grandes tragedias, la guerra será siempre la ocasión propicia para la aparición de las más admirables acciones, y también de las más mezquinas y/o siniestras.
Mis más cordiales saludos.

Almafuerte dijo...

Desconozco los fundamentos y orígenes de esta disputa.

Pero por sobre todas las cosas, lo que me cuesta comprender es la participación y el posicionamiento de muchos compatriotas en este asunto, la ardorosa toma de partido por uno u otro bando (exceptuando lógicamente a quienes tienen familia y amigos en la región).

Al igual que con el tema Cuba, que a ésta distancia de los años 70 no trasciende el simbolismo, no hay ni un punto en el cual nosotros tengamos participación alguna. Al menos no más que en tantos otros conflictos y masacres alevosamente ignoradas, que no despertaron la menor declaración de nadie. Por no hablar de las atrocidades cotidianas contra mujeres y niñas en el mundo islámico, incluyendo los países europeos. Son pocas y marginales las voces que se conmueven por estos temas, ninguna desde la izquierda.

Los dos bandos en esta disputa esgrimen posiciones que no son siquiera cercanas a nuestro interés. Como argentinos, lo que sí debería preocuparnos es la posible participación de Hamas u otro grupo islámico en los atentados en nuestro país, el hecho de que hayan vulnerado nuestras fronteras, asesinado compatriotas, y que nos hayan usado como monigotes de su guerra sin el menor problema.

Me gustaría que algún defensor de la lucha palestina me explique que cornos tenemos que ver y porqué vinieron acá a matarnos gente.

Eso es todo.

aquiles m. dijo...

ALMAFUERTE:
No me encuentro comprendido en vuestra categorización.
Debo reconocer, ante todo, la pasmosa brillantez de Occam, que permite nuestras pequeñas digresiones.
Insisto:
Ambas partes son criminales, con sus justificaciones.
Fíjate, siempre hay sinvergüenzas prestos a buscar una ventaja.
Esta tarde han salido a "colaborar" con su cuota de violencia, a favor de Hamas.., aquí en Buenos Aires, los mantenidos del gobierno....

Anónimo dijo...

Occam: Le dejo este artículo sobre la cuestión, publicado el 31 de enero en el diario de Bahía Blanca por Roberto Aizcorbe, titulado "Piojos". Me parece oportuno.

La modorra estival y la falta de noticias agravaron la polémica de judíos versus árabes, totalmente irreal en nuestro país, donde ambas comunidades viven en paz; muchas veces, en los mismos barrios comerciales.

Como es usual, las minorías parciales de ambos lados empiojan la cuestión; unos, por confundir a los argentinos de religión judía con el Estado de Israel, y los otros, por atribuir un carácter antisemita a todas las críticas que el ejército de Jerusalén recibe...

En el medio, el elenco de la Casa Rosada hace el rídículo, pretendiendo imponernos a la totalidad de la población una actitud "políticamente correcta", que, en realidad, es hipócrita y ni siquiera podía ser compartida por María José Lubertino, la titular del curioso INADI aplicado a inculcarnos la buena conciencia.

Lubertino admitió que existe una campana antisemita fundada (opinó) en la violencia ejercida por los militares israelíes contra poblaciones civiles en la franja de Gaza, pero el ministro de Justicia, Aníbal Fernández, salió a desmentirla, tácitamente, afirmando que se perseguirá sin piedad a los que critiquen a todo judío.

En el medio, cayó un obispo católico-integrista, Richard Williamson, que vive aquí, a quien se acusa casi de criminal de guerra, por atreverse a declarar a un diario sueco que hubo apenas 200/300 mil judíos asesinados en los campos de concentración nazi.


En realidad, el ejército israelí hace la guerra por el único método conocido: matar enemigos. Si los guerrilleros se ocultan atrás de las poblaciones civiles, lo que ocurre es una enorme desgracia. Pero el tranquilo argentino de religión judía, que no emigró a Israel y participa como nosotros de la realidad nacional, no es responsable de esa desgracia. Por una parte.

Por la otra, no es necesariamente antisemita quien expresa su dolor por eso, aunque sí los que se entregan a excesos o agravios callejeros. En fin, los terceros no estamos obligados a comulgar con la cifra de 6 millones de muertos en los campos de concentración nazi, como tampoco admitimos los 30.000 "desaparecidos" que usa la propaganda oficialista

¿Por qué tendríamos que hacerlo si es cierto que hay libertad de opinión y nuestra versión histórica es distinta? Por lo demás, que hayan matado a 10 judíos por sólo serlo, o que hayan fusilado a un solo "montonero" sin proceso, ya califica los hechos como crimen de guerra...

Pero algo es cierto: si los judíos deben evacuar Israel, nosotros tenemos que volver a Europa y dejarle el país a Evo Morales. Viceversa: si la discriminación normal (porque vivir es discriminar) se torna violenta, entonces también van a atacar a las comunidades originarias y eso no le conviene a ninguno, aunque tampoco es justo silenciar por ley las opiniones, favorables o no, o las antipatías y simpatías individuales...

Salute.