miércoles, 29 de septiembre de 2010

Si se puede evitar...

Giorgio De Chirico

El luctuoso accidente sufrido el pasado domingo cerca de la medianoche en la Ruta Nacional 11, a la altura de Villa Ocampo, en el que murieron 14 personas y otras 5 resultaron heridas de gravedad, no puede de ninguna manera conceptuarse como una tragedia (menos aún, como dijo Guillermo Andino, que poco o nada conoce de los géneros teatrales clásicos, de un “hecho dramático”).


Ello así, porque para la definición del término, en la tragedia el desenlace siempre es fatal, es decir, inexorablemente tiene que ocurrir, por más que es conocido previamente por los protagonistas, y, en la ortodoxia del teatro griego, también es conocido por ellos que ese final es inevitable, lo que transforma la gesta trágica en un acontecimiento honorable, épico, digno de ser evocado por las generaciones posteriores. Un acontecimiento que traduce simbólicamente el drama existencial del hombre, la única criatura que conoce de antemano su destino, y elige cómo afrontarlo.


Ese drama existencial, entonces, adquiere caracteres de gesta en la cosmovisión occidental, que tradicionalmente ha elegido la acción como forma de trascendencia, mientras que adquiere carácter de introspección para la cosmovisión oriental, que ha asumido esa misma condición trágica desde la faz contemplativa, procurando con la supresión de toda acción evitar la repetición cíclica de la tragedia.


Un ejemplo de la tragedia, entonces, puede ser la batalla de las Termópilas, en el marco de la Segunda Guerra Médica, en la cual el general espartano Leónidas, al mando de 300 conciudadanos y 1.100 aliados, resistió hasta la muerte de todos ellos la acometida del inmenso ejército persa, de unos 300.000 hombres según fuentes modernas, y protegió así la retirada de unos 5.000 griegos que en conjunto habían bloqueado el desfiladero durante una semana, demorando el avance del invasor en Grecia y causándole severas y definitivas pérdidas. El avance del ejército imperial persa era inevitable, e inevitable era el deber de todo griego por proteger su terruño, e inevitable que el desenlace fuera mortal para todos los que protagonizaron la gesta, sin mayor esperanza que la ganancia de tiempo, la merma de la fuerza del agresor, y sobre todo, claro, la gloria eterna.


Frank Miller


Nada de eso se ha continuado en la modernidad, que ha operado un giro copernicano en la consideración de la tragedia. Y más drástico aún que cualquier otro, puesto que ese giro conduce a la no-consideración del destino trágico. En la omisión sistemática de cualquier consideración.


La idea, entonces, conduce a fomentar una ilusión de bienestar supremo, a través del confort y del consumo, y también a través, como clarificara John Gray (Perros de paja, 2001) y obviamente Aldous Huxley (Un mundo feliz, 1932), de “paraísos artificiales” como los que mentara Charles Baudelaire (1860) a partir de la experiencia hedonista-nihilista de su amigo Thomas De Quincey (sobre todo, a partir de sus Confesiones de un inglés comedor de opio, 1821), y de otros paraísos químicos como las pastillas que engalanan los botiquines de todo buen burgués moderno, sea Lithium, sea Prozac, y por qué no, de los paraísos eléctricos, que conducen a través del estímulo visual y sonoro permanente, al aletargamiento de la consciencia, y que pueden ir desde la abstacción que prefigurara Ray Bradbury en Fahrenheit 451 en 1953 (y que se proyecta en parte de la cultura relámpago de los videoclips) hasta el hiperrealismo del 3-D, hoy en pleno apogeo.


También la idea conduce a la generación de una ilusión, de una esperanza irracional, de carácter mágico, en las posibilidades de la ciencia para retrasar el destino trágico, y hasta para suprimirlo, en un utópico futuro ya soñado por el Marqués de Condorcet, en el que el hombre, a través de ciertos avances de la ciencia, pudiera vivir por siempre.


Condorcet


Mientras tanto, el hombre se conforma con diversas ilusiones de seguridad, de previsibilidad, también de carácter científico, y por lo tanto, no sólo provisorias, sino casi siempre falibles. Sin embargo, idóneas a los efectos negacionistas apuntados.


Si la ciencia es capaz de establecer una gama de probabilidades de muerte temprana o de supervivencia hasta avanzada edad, sustentada en los hábitos alimentarios, en la propensión a los excesos, en los riesgos de accidentes, etc., el individuo se conformará con respetar severamente ese nuevo canon de conducta, para no ser merecedor del aciago destino. Así la regulación avanza decididamente hacia un progresivo prohibicionismo, se avasalla la esfera de privacidad y la libertad del individuo, para resguardar un bien superior, cual es su vida. Se le prohíbe fumar, se le prohíbe andar en moto sin casco, o en auto sin cinturón de seguridad, etc. Se pasa de un Estado de Bienestar paternalista, hacia un Estado de Protección maternalista: “abrigate, nene”; “si no tomás la sopa, te quedarás chiquitito”…


Sin embargo, se genera una perturbadora contradicción en este sistema de previsibilidad conductista, no sólo cuando los buenos alumnos de la vida sana se mueren sin explicación aparente, sino también cuando los mismos fenómenos técnicos asociados con la modernidad sirven para aumentar drásticamente los incidentes mortales.


Anotaba con brillantez Ernst Jünger en su diario el 12 de diciembre de 1966: “El tráfico, uno de los santuarios de la modernidad, es un Moloc, uno de los indicios que apuntan a una edad titánica. Exige un millar de víctimas o más al día, preferentemente por fuego. Una generación que está cansada de los héroes y de la veneración de los héroes se comporta en esto con una desenvoltura sorprendente. Se cae en la estadística; la vida se encarece, la muerte se abarata. También cabe invertir eso, según la idea que se tenga del valor. Heracles, a punto de partir para Nemea, se hace un seguro de vida”.


Ernst Jünger


Y allí sí que hay un punto en el cual la tragedia se diluye. Un Estado maternalista no puede permitirse tantas muertes por accidentes… Porque los accidentes no lo son tales cuando respetan metódicamente una cifra estadística que se repite año a año, cuando se duplican, triplican y multiplican simétricamente como clones. Un accidente es siempre un acontecimiento excepcional. Nunca puede presenciarse una repetición sistemática y exacta de los accidentes. Nunca puede verse la misma noticia una y otra vez en los periódicos, y culpar de ello al destino. Como no puede achacarse a la mala suerte, a otra jugada artera de la fatalidad, la cifra de los delitos, que se repiten en su zonificación y en su modalidad, que se agravan tendencialmente, a través de la experimentación y el escarceo para medir las capacidades estatales de reacción, que toman el tiempo y la capacidad y grado de la respuesta represiva.


Ciertamente, la innovación técnica de la modernidad, y la marginalidad animalizante de la modernidad, son fenómenos que exceden las capacidades del Estado maternalista. Pero ello no excusa la falta de respuesta adecuada a una serie estadística que nunca desciende. Las madres no eligen el barrio en donde viven, ni las amistades potenciales de sus hijos, ni el flujo de tránsito creciente. Pero toman recaudos frente a la expansión de los fenómenos que no pueden controlar. No controlan el contexto, pero sí pueden –y deben- controlar a sus hijos.


Y no alcanza entonces con el “portate bien”, o el “no tomes”, o el “no te drogues”. Los impedientes a establecer deben tener carácter estructural, a los hijos hay que llenarles la vida de posibilidades, sacarlos del abandono inercial al que están condenados de antemano por el contexto.


Como no alcanza con que el Estado maternalista diga simplemente, y con ello considere que agota su responsabilidad, “no conduzcas rápido”, “hacé la revisión técnica de tu vehículo”, “no utilices un camión con más de 20 años de antigüedad”, etc. etc.


La Ley Federal de Tránsito 24.449 tiene 16 años, y en ella se establece una antigüedad máxima de 10 años para autos, colectivos y transporte de sustancias peligrosas y de 20 años para el resto de los camiones. Según nos informa martilleante el Gobierno Nacional, el PBI per cápita es mucho mayor que en aquella década “nefasta”, el país no para de crecer a tasas récord, etc., etc. Entonces nadie alcanza a comprender la magnitud de la evidencia: el creciente grado de precarización y marginalidad, la informalidad –si no, la ilegalidad lisa y llana- ganada a todos los niveles, en ferias multitudinarias que cubren los cronistas televisivos con gozo, mientras aprovechan para comprarse un par de prendas de primeras marcas a un cuarto de su precio y sin factura, en villas miseria que en cinco años han decuplicado su tamaño, y que también son visitadas y publicitadas por la TV, en secuestros, asesinatos y violaciones cada vez más atroces, y a los que responden con “sensaciones”, viboreantes gambetas retóricas y estadísticas miopes producidas por los mismos falentes organismos a los que se les escapa la sangre de los ciudadanos como agua entre los dedos.


De la comunidad organizada a la turba desorganizada. Ver noticia aquí.


Una de las diferencias más palmarias entre el primer mundo y esta Argentina cada vez más “latinoamericanizada” (eufemismo por “marginalizada”) reside en que en el primer mundo no se toleran ciertas cosas, y no hay negocio de venta callejera, de productos de baja calidad y precios regateables, que no acepte todas las tarjetas de crédito y que aun con las compras en efectivo, no deje nunca de emitir el ticket fiscal.


El camión que cegó la vida de 14 personas, y arruinó la de al menos un centenar en Villa Guillermina, venía excedido en sus dimensiones, “como es habitual en los camiones cañeros”, sin luces, sin bandas reflectivas laterales (exigidas desde al menos 6 años por la normativa carretera), sin revisión técnica, hacía 7 años que circulaba sin seguro, y su conductor no tenía licencia ni experiencia. Un camión modelo 1979, con 31 años de antigüedad y las ruedas lisas como la seda. Salió de un camino vecinal perpendicular a una ruta nacional que es eje del comercio internacional, y que además de ser muy angosta (sólo una luz de 70 cm separa a dos camiones que se cruzan sobre su cinta asfáltica, que encima no tiene banquinas) está en un deplorable estado de conservación. Salió parsimoniosamente, largamente excedido de peso, bufando y haciendo fuerza, cruzó toda la ruta en medio de la noche y se posicionó en L, con todo el acoplado sin ninguna posibilidad de ser visto atravesado en la carpeta asfáltica, cuando la combi municipal que llevaba a nenes de una escuela de folclore y sus familiares se metió debajo, sin chances siquiera de frenar.


Ese camionero conocía (o debía conocer, ya que la ley se presume conocida por todos, y si no el Estado de Derecho desaparecería) que estaba en la más absoluta ilegalidad. Pero no le importó. Ese camión gigantesco, viejo y oxidado no se puede esconder de nadie. Seguramente cuando no anda viajando por las rutas del país está estacionado en el barrio de alguna localidad, a la vista de todos. Y el dador de carga, el productor de la caña de azúcar que decidió contratarlo, especulando con un flete ventajoso por lo barato, tampoco podía desconocer las condiciones irregulares de la contraparte. No es física cuántica o mecánica ondulatoria. Es lo más elemental de lo elemental. Lo básico.


Sin embargo, toda una cadena de complicidades, de vistas gordas, permitió que ese camión, excedido en 11 años de su vida útil, pudiera haber circulado 7 años sin seguro… más años que la vida completa de muchos de los chicos que mató.


A eso hay que agregar que en 2006, a pocos kilómetros de esta masacre, un colectivo que llevaba un contingente de alumnos del colegio Ecos, de vuelta de una misión solidaria en una escuela rural, fue embestido de frente por un camión que venía zigzagueando, con el camionero completamente borracho, y murieron por ello 9 alumnos y una profesora. Entonces: dos camiones, ambos en situación irregular, con conductores que no estaban en condiciones de conducir, por la misma ruta fatídica, angosta y en mal estado, arruinaron la vida de muchos niños y jóvenes argentinos que venían en sentido opuesto luego de un viaje educativo. Con nada menos que cuatro años de ventana entre uno y otro, no se trata de dos accidentes… A lo sumo se trata de uno solo. El segundo evidentemente no lo es, y tampoco es una tragedia, porque de ningún modo puede (o no debiera) tratarse de un destino inexorable.


Cuando nadie respeta ningún tipo de control, o los controles no se hacen, y la informalidad y el viva la Pepa reinan soberanos, y es posible ver pasar centenares de camiones en mal estado y copar la 9 de Julio, como ocurrió en 2004, para evitar que se ponga efectivamente en marcha el sistema integrado nacional de información y sanciones para el transporte por camión, con secuestros e inhabilitaciones definitivas, y lo que logran esos 300 marginales es que las sanciones se transformen en “advertencias” y las normas en “anuncios”, resulta que el Estado bobo, debe apelar a otro tipo de estrategias.


La más evidente y elemental es aquélla conducente a evitar físicamente los cruces de los principales corredores de tránsito y transporte con los caminos vecinales, y en definitiva, cualquier cruce viario a nivel. Y por sobre todo, suprimir las rutas de doble mano, puesto que los choques frontales son los más frecuentes y los más mortales. Es decir, operar con la inversión en infraestructura las modificaciones al entorno exigidas por las circunstancias.


Informe Vialidad Nacional, 2007.


La evolución presupuestaria para inversión en la red vial nacional, en dólares, de los últimos 8 años, es la que se aprecia en el siguiente cuadro, y en la columna anexa, el estimado de lo que realmente pudo haberse ejecutado, basado en los aportes extraordinarios que, en uso de facultades extraordinarias, hizo sistemáticamente la Jefatura de Gabinete de Ministros.


Presupuesto Año

Aprobado

(millones de USD)

Ejecutado

(millones de USD)

2003

219

219

2004

341

450

2005

530

746

2006

800

1.356

2007

1.090

2.017

2008

1.583

2.835

2009

1.732

3.064

2010

1.989

3.544

Total

8.284

14.231


Ahora bien, ya en 2006 la Dirección Nacional de Vialidad consignaba una inversión de $ 2.449 millones en 1.554 km de “Obras Nuevas”, lo que significa, al tipo de cambio de esa época, unos USD 525.300 por kilómetro de ruta nueva construido, y significaba asimismo que el 33% del total ejecutado se había destinado a obras nuevas.


Informe de Gestión "5 Años de Gestión", Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios.


Sin embargo, en la actualidad el mismo organismo, dependiente de la Secretaría de Obras Públicas señala en su página web, para las obras que tiene en ejecución o recientemente ejecutadas:


Obra

Extensión

Presupuesto

(millones USD)

Millones

USD/Km

Autopista Rosario - Córdoba

316 km

671,0

2,12

RN 40

5.000 km

1.376

0,28

RN 23 (Río Negro)

337 km

113

0,34

RN 3 Autovía Trelew – Madryn

60 km

78

1,30

RN 150 (Corredor Bioceánico Central)

389 km

205

0,53

RN 14 Autovía Gualeguaychú – Paso de los Libres

450 km

623

1,38

RN 7 (Paso a través de Laguna La Picassa)

10,5 km

17

1,63

RN 101 (Misiones hasta Iguazú)

88 km

90

1,02

RN 40 (Catamarca, de montaña)

38 km

25

0,67

RN 8 Autopista Pilar - Pergamino

166 km

401

2,42


De las obras consignadas, sólo la correspondiente a la RN 150, en la Provincia de San Juan, se mantiene en el mismo parámetro consignado para 2006. La Autopista Rosario Córdoba resulta excesivamente onerosa, porque es una obra casi terminada, con lo que refleja un “costo real”, vinculado con rubros colaterales, actualizaciones y otras argucias no necesariamente presupuestados en el origen. La Autopista Pilar-Pergamino luce como la obra más cara, puesto que está en etapa preliminar, de llamado a licitación, y ya contiene en su valuación el famoso “costo Bicentenario”.


En tanto, las Autovías Telew – Madryn y Gualeguaychú – Paso de los Libres, pueden ser tenidas como un parámetro estándar de precio para obras de envergadura similar, conducentes a asegurar dos carriles por sentido de circulación y suprimir los cruces a nivel (siempre, claro está, siendo indulgentes con el “costo argentino” contenido por supuesto también en esas obras). Así las cosas, nos posicionaremos en un valor de US$ 1,3 millones por cada kilómetro nuevo de autovía a construir.


Ello nos conduce a la posibilidad, lamentablemente no manifestada en la realidad, ya que el sistema nacional de autopistas crece a un ritmo exasperantemente lento (unos 26 km por año) de haber construido, en estos 8 años de manteca al techo, casi 11.000 km de autopistas de acuerdo al monto efectivamente ejecutado, o al menos, 6.400 km de acuerdo con el monto originalmente presupuestado, o siquiera, 3.000 a 5.000 km de autopistas si sólo se hubiera destinado a ese fin menos de la mitad del dinero disponible para el objetivo declarado.


No hace falta decirlo: con 11.000 km de autopistas, casi toda la red troncal nacional estaría bajo resguardo de este tipo de accidentes, y de otros tantos, más allá de que la marginalidad siguiera imperando en los intocables camiones de nuestro sacrosanto –y lamentable- sistema de transporte.


Ello más así, teniendo en cuenta que las tareas de Recuperación y Mantenimiento (programas CREMA) se efectúan con créditos externos del Banco Mundial y de la Corporación Andina de Fomento, y que las acciones de mantenimiento en la Red Vial Concesionada quedan a cargo de las empresas de peajes, con el obtenido de las tarifas cobradas a los usuarios. De modo tal, que el monto presupuestario proveniente de impuestos se puede volcar casi en su totalidad a obras nuevas.


El saldo de todo este derroche inconducente, en donde no se puede encontrar la plata invertida en ningún lado, asciende, en promedio muy precario (ya que ni siquiera son fiables las estadísticas oficiales, desde que muchos “heridos” en un primer momento, mueren a la semana o al mes, y no son incluidos como fallecidos), asciende a unos 10.000 muertos por años y unos 40.000 heridos de diversa gravedad. Este año esa cifra negra ya ha sido ocupada en los dos primeros cuatrimestres, con lo que es dable esperar se supere holgadamente cualquier récord histórico.


De todos modos, hablamos de casi un centenar de miles de víctimas fatales y más de tres centenares de miles de tullidos, traumados, deformados por los golpes… de un millón de personas que los lloran, que los recuerdan con dolor todos los días, en los 8 años en los que la obra pública ha sido el pilar de nuestro modelo popular de crecimiento con inclusión, y la mar en coche.


En medio de todo ello, se ha sancionado una infinidad de normas que son sólo perorata vacía, sin reflejo en la realidad de nuestro tránsito. Se ha modificado la Ley de Tránsito para crear una nueva Agencia Nacional de Tránsito y Seguridad Vial (ANTSV, Ley 26.363), con cojonudo edificio en Puerto Madero, a estrenar, vista al río, y unas muy pitucas camionetas color naranja, que van a los lugares donde se mataron unos cuantos argentinos cada día, a “investigar el accidente”, se le ha dado las facultades de “coordinar”, “armonizar”, “proponer”, “reflexionar”… se ha prohibido la venta de alcohol en los locales con acceso directo a rutas y autopistas, se ha postulado un sistema de licencia de conducir unificada… Y mientras, cada año, miles mueren por conductores sin licencia, o alcoholizados, o negligentes, en rutas de la época de las carretas, en vehículos vetustos, de 30 y 40 años de antigüedad, sin seguro, sin luces, sin vergüenza.


A todo esto nos referimos cuando hablamos de carencia de gestión, de falta de idoneidad, de excesiva gestualidad vacía, de palabras sin hechos, de caretear y caretear, de llenar toneladas de papel estéril, mientras afuera la vida pasa… pasa y se va.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Rescatate gato, sacate la gorra

No hay nada que hacerle. Somos incorregibles. Nada pasa en la Argentina para que tengamos que rasgarnos las vestiduras al "descubrir" (como si se tratara de algo clandestino) un programa de policía infantil en la provincia de Chubut, que como ocurre en tantas otras provincias de la Argentina, en algunos casos desde hace 20 años (aclaremos: siempre en democracia) viene aplicándose como forma de inculcar valores ciudadanos y actitud de servicio en los jóvenes, sobre todo, aquéllos procedentes de estratos sociales más desfavorecidos.

Nos muestra, la incurable mediocridad periodística y su claque de autómatas inerciales, a unos pibes haciendo ejercicio, tomando distancia, o marchando. Algo así como lo que hacíamos en el colegio cuando nos preparábamos para un desfile patrio (uy, qué dije), o lo que nos enseñaban cuando fuimos chicos y tuvimos la suerte de practicar algún arte marcial: disciplina, respeto, autocontrol, espíritu solidario, sacrificio.

Para Julio Bazán, triste personejo vocero del Clarín que siempre escupe hacia arriba y que va a terminar tapado por la misma mierda que prodiga generosamente como verdad sacrosanta; para ese oscuro cronista que gusta del efectismo, la distorsión y la interpretación libre -generalmente, capciosa- de las más nimias actitudes humanas, se trataba poco menos que de la Hitlerjugend... Que "ante el pasado reciente (?????) uno se pregunta si no les estarán uniformando el alma" o alguna sandez muy parecida, que tocan en una banda vestidos de uniforme, que "tienen pistolas de madera"...

¿Acaso ignoramos todos, somos tan cabeza de tacho, como para omitir el hecho de que la mayor parte de la población de las provincias vive en la pobreza, y que la principal fuente de empleo son los Estados provinciales? ¿Acaso no es saludable que, dentro de esa tristísima coyuntura en la que la mayor parte de nuestra economía funciona a partir del sector público, o sea de lo que saca de un sector privado siempre decreciente, por lo menos los empleados públicos del mañana se preparen para servir y no para ser ñoquis o asesores de algún legislador, o cebamates de algún cacique electoral?

Porque ser policía, acá en la capital, y mucho más aún en el interior, es un gesto de sacrificio y de servicio cada vez más incomprensible, a la luz de los sueldos simbólicos, las limitaciones en equipamiento básico y las exposiciones a una muerte o una herida casi seguras, por imperio de un desorden que hace tiempo que, por hacerse de omisiones, de complicidades y de mentalidades corrosivas, le da la espalda al sentir, al querer y al sufrir populares, y es por lo tanto profundamente antidemocrático. Antidemocrático como el abandono, la chorro-simpatía, el cobijo a las mafias que financian campañas, la impunidad y la "sensación de inseguridad", o sea, el desprecio a un pueblo que teme cada vez más. Y que llora muertes, impiedades, violaciones y robos todos los días.

Entonces ser policía sólo puede obedecer a dos causas efectivas: o bien un ilegal ánimo de lucro, a través de prohijar las mismas conductas que debería combatir, y usufrutuar de ellas; o bien un espíritu de servicio genuino, generado por una casi ingenua vocación... Una vocación infantil, diríamos. Como el amor a la patria, la consideración de la bandera, la admiración a los próceres, el afán de justicia. Como el secreto anhelo que embarga a casi todos los chicos por ser valientes y justicieros, por hacer algo grande, importante y sincero por los demás.

Eso resulta "terrible", "preocupante", merecedor de apremiantes pedidos de explicación, y también de soberanas chicanas de los políticos, que "no sabían nada de lo que pasaba", "que tomarán medidas para que no vuelva a ocurrir", y blablá.

Seguramente ya nuestro aciago destino, nuestra indeclinable decadencia, no tenga tiempo para oír verdades. Porque las verdades suelen ser incómodas para la somnolencia opiácea en que estamos flotando. Pero por las dudas, y aun pese a ello, no está de más recordar los tres pilares de los Estados modernos que señala Max Weber. Los tres incómodos, a veces detestables. Los tres imprescindibles para la supervivencia de nuestro modo de vida: la burocracia, la policía y los impuestos.

Si falta uno de ellos, sencillamente el Estado se derrumba. Y no importa que a todos nos moleste hacer trámites, respetar las normas de conducta y pagar impuestos. Por eso un Estado está en fase de descomposición definitiva cuando omite los procedimientos, cuando prima el amiguismo y la incompetencia en la selección de los cuadros técnicos de su administración pública, cuando deja de cobrar impuestos, y cuando mina sistemáticamente la autoridad de su propia policía, cuando recela de sus agentes, cuando destruye la moral de sus hombres.

Claro que a no preocuparse. Que el Estado burgués desaparezca no quiere decir que se termine el mundo. Siempre toda sociedad tiende al orden, y lo busca afanosamente, con desesperación, en los momentos más álgidos de la anarquía. Siempre habrá por tanto un orden de reemplazo. Los dañinos que minan el Estado burgués piensan en el Estado socialista (que es el eufemismo con que se conocen las dictaduras de partido o de facción). Pero claro, siempre hay otras alternativas a la mano, a veces en yuxtaposición o convivencia: los señores feudales que ofrezcan protección, o las mafias y hermandades criminales, o los déspotas tiránicos, y por qué no, el colonialismo de alguna potencia.

Nosotros, sigamos fumando el paco de la indolencia, que para eso servimos, y escuchando, complacientes, a veces deleitados, músicas con letras como ésta:

"Tu vieja te dice que estás tomando /
ay que mal te está pegando /
estás muy zarpado re loco todo el día /
andás duro por la vida /

"Tu vieja ya sabe que andás por la noche /
con los pibes en la esquina /
mangueando y robando monedas pa comprarte /
vino tinto, coca y birra y yerba pa fumar /

“Vieja tengo desecha la nariz /

tengo arruinado los pulmones /
pero re loco soy feliz /
vieja sé que me voy a morir /
pero no voy a rescatarme /
porque re loco soy feliz /
porque re loco soy feliz”.

martes, 21 de septiembre de 2010

Malouines - Le Ciel appartient aux Faucons




TEXTO DE LA CARTA DEL AS DE LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL (francés, combatió para la RAF y fue el máximo as de los aliados en el frente occidental) PIERRE CLOSTERMANN, DIRIGIDA A LOS PILOTOS DE COMBATE ARGENTINOS QUE PARTICIPARON EN EL CONFLICTO DE 1982


A vosotros, jóvenes argentinos compañeros pilotos de combate quisiera expresaros toda mi admiración. A la electrónica más perfeccionada, a los misiles antiaéreos, a los objetivos más peligrosos que existen, es decir los buques, hiciste frente con éxito. A pesar de las condiciones atmosféricas más terribles que puedan encontrarse en el planeta, con una reserva de apenas pocos minutos de combustible en los tanques de nafta, al límite extremo de vuestros aparatos, habéis partido en medio de la tempestad en vuestros “Mirage”, vuestros “Etendard”, vuestros “A-4″, vuestros “Pucará” con escarapelas azules y blancas. A pesar de los dispositivos de defensa antiaérea y del los SAM de buques de guerra poderosos, alertados con mucha anticipación por los “AWACS” y los satélites norteamericanos, habéis arremetido sin vacilar. Nunca en la historia de las guerras desde 1914, tuvieron aviadores que afrontar una conjunción tan terrorífica de obstáculos mortales, ni aun los de la RAF sobre Londres en 1940 o los de la Luftwaffe en 1945. Vuestro valor ha deslumbrado no sólo al pueblo argentino sino que somos muchos los que en el mundo estamos orgullosos que seáis nuestros hermanos pilotos. A los padres y a las madres, a los hermanos y a las hermanas, a las esposas y a los hijos de los pilotos argentinos que fueron a la muerte con el coraje más fantástico y más asombroso, les digo que ellos honran a la Argentina y al mundo latino. ¡Ay!: la verdad vale únicamente por la sangre derramada y el mundo cree solamente en las causas cuyos testigos se hacen matar por ella.

***

DEL GENERAL KELLY AGUILERA NESSI, JEFE DEL ESTADO MAYOR DE LA FUERZA AÉREA VENEZOLANA, CON MOTIVO DE UN DISCURSO PRONUNCIADO EN CARACAS, EL 18 DE AGOSTO DE 1982:


El barón Von Richthofen no es un héroe alemán, sino de la humanidad, particularmente de quienes vestimos el uniforme azul; las heroicas hazañas de Douglas Bader, el piloto inglés sin piernas, pertenecen al mundo y cuando se hable del reciente conflicto del Atlántico Sur, cuyos resultados han sembrado tanto dolor en esta parte de América que rechaza el colonialismo con todas sus fuerzas, las páginas más vibrantes de esa historia corresponderán a la gloriosa y heroica Fuerza Aérea Argentina.

***

POR KENNETH FREED, LOS ANGELES TIMES SERVICE.

Casi a diario ellos vuelan hacia la batalla y en cada oportunidad sólo regresan unos pocos, pero los pilotos argentinos se transforman en los héroes de la guerra de las Malvinas, admirados por sus enemigos casi tanto como por sus compatriotas.
"Son los únicos que impiden que esto sea una derrota total", dijo un experto militar europeo.
No creo que se pueda encontrar mejores pilotos en el mundo.

***

EN UNA NOTA TITULADA "LA INCREÍBLE FUERZA AÉREA ARGENTINA" PUBLICADA EN EL JOURNAL DO COMERCIO DE RÍO DE JANEIRO, BRASIL, EL ANALISTA AERONÁUTICO MILTON LOUREIRO ESCRIBÍA:

Sea cual fuere el resultado del conflicto quedará eternamente marcado en la historia el inquebrantable valor de los pilotos argentinos. Los principios fundamentales de la guerra aeronaval fueron ampliamente superados por la audacia y el desarrollo técnico del que hicieron gala los pilotos argentinos, tanto los de la Aviación Militar como los de la Naval.
Cuando finalice esta guerra no declarada, las marinas de todo el mundo tendrán que promover una revisión de sus tácticas, por cuanto la audacia y el coraje de los aviadores argentinos echaron por tierra todas las teorías hasta, ahora existentes.
El propio enemigo quedó perplejo ante la técnica y el arrojo de los pilotos argentinos y reconoció que el conflicto del Atlántico Sur le parece tan irreal como un cuento fantástico.

***

DIARIO LA ESTRELLA DE PANAMÁ, 10 DE AGOSTO DE 1984, EL PRESIDENTE DE LA REPÚBLICA DE PANAMÁ JORGE E. ILLUECA:

Quiero rendir mi emocionado homenaje a esos héroes que dieron sus vidas por la Patria en la heroica gesta de Malvinas, a los que lucharon en pos de un ideal que nadie podrá cambiar y que los panameños sentimos como propio: Las Islas Malvinas fueron, son y seguirán siendo argentinas.

***

El resto de las citas, de cuando nuestros héroes hacían historia, y ponían bien alto el orgullo argentino en la consideración del mundo, en este sitio.

lunes, 20 de septiembre de 2010

Dícelo tú

A pedido de un lector...

viernes, 17 de septiembre de 2010

El racismo de la ignorancia




"Bendito tú a la entrada y bendito tú a la salida" (inscripción bilingüe en árabe y en hebreo, del capitel de una sinagoga de Toledo, fechada en 1180, bajo dominación musulmana; Museo Sefardí de Toledo, Castilla La Mancha, España).









En plena gansada adolescente, la izquierda acostumbra rescribir la Historia, no como es, sino como le hubiera gustado que fuera. Atribuir conceptos morales, emplear el terrorismo semántico, distorsionar, juzgar y castigar. La izquierda aparece así como una Némesis implacable, coherente con la visión lineal (bíblica) de la Historia, que señala –entre la soberbia, la ingenuidad y el error- una leyenda de progreso indefinido y constante, según la cual, cada generación es un poco mejor que la que la precedió, y cada nueva civilización corrige y perfecciona el pasado.


Evidentemente, opuesta esa idea a la de la decadencia progresiva en ciclos de empequeñecimiento espiritual, que caracteriza a la filosofía india. La visión de izquierda, de cuño dieciochesco, es una visión redentora. Luego de un paraíso primitivo, perdido por la codicia del hombre, la humanidad es conducida en forma determinista hacia su salvación definitiva y el fin de la Historia, por un sujeto colectivo mesiánico que es la clase, elevada moralmente a un rango superior al del resto de la humanidad ciega y mezquina (al que hay que “encarrilar” a como dé lugar, o bien exterminar). De allí que tantos autores, John Gray el último con el reciente y recomendable Misa Negra, hayan identificado el mesianismo monoteísta con los totalitarismos de raíz marxista del siglo XX, y el fervor revolucionario (y el empleo propagandístico del martirologio) con el fervor religioso de las guerras santas llevadas adelante por las religiones nacidas en los desiertos del Levante.


Para las religiones del Libro –y sus libros derivados-, la Historia es un decurso programado y determinado por un factor o una entidad superior, y nada entonces obedece a la casualidad, y no hay forma de evaluar objetiva y descarnadamente ningún acontecimiento. Cada hecho y cada protagonista debe ser enseguida envuelto en una atribución de valor. Las cosas no pasan porque pasan, sino porque Dios, el diablo o el capitalismo, las conducen en un determinado sentido.


Solamente una lectura moralizante de la Historia puede explicar los dislates que año a año se superan en torno al día 12 de Octubre, es decir, el día que conmemora el hecho de que, en 1492, el marinero Rodrigo de Triana avistara tierra (una isla del Caribe) desde una carabela, circunstancia que cambió el mundo de este y del otro lado del charco para siempre, y que nos obliga a considerables esfuerzos de la imaginación para evitar las imágenes de un marino noruego con su pipa, de un chocolate suizo o de unos pierogi de papa polacos en el siglo XV, e incluso también en el XVI. Para evitar las imágenes de indios sin caballo y sin lanza, de civilizaciones sin rueda, sin pan y sin vino.


El 9 de agosto de 2003 la triste Venezuela de Hugo Chávez decidió bautizar el 12 de Octubre como el Día de la Resistencia Indígena. La Venezuela que parió a Bolívar, que mal que le pese habla en castellano, que es un producto del 12 de Octubre, y que, si la resistencia indígena hubiera resultado exitosa, hoy día no existiría, como no existiría el mestizo tiranuelo que la conduce a la ruina y la tragedia, ni la bibliografía “socialista” europea que ha transplantado a su educación pública. El 12 de Octubre de 2004 una horda chavista derribó el Monumento a Colón ubicado en el Golfo Triste, en Caracas, como en Iraq se derribaron las estatuas de Sadam, o en Rusia y los países sojuzgados de Europa del Este las de Stalin y Lenin.



Derribamiento de la estatua de Colón, en Caracas, 12 de octubre de 2004.



Argentina fue el primer país de todo el mundo Iberoamericano en reconocer el 12 de Octubre como Fiesta Nacional, y los demás países de este Gran Espacio no tardaron en emularlo y entronizar así la fecha como Día de la Raza (de la raza americana, se entiende, o sea, de la fusión de dos mundos, uno predominantemente mongoloide y melanesio, y otro caucásico, en un pueblo nuevo, que es el que conocemos como americano, esencialmente mestizo, si no siempre racialmente, porque acá es bastante plural el mosaico étnico, seguramente sí en lo cultural, y por ende, diverso de los componentes que lo originaron y por tanto él mismo original).


En Argentina fue decretado por el presidente Hipólito Yrigoyen en 1917, momento en que su gobierno popular gozaba de la más alta popularidad, y la pionera iniciativa se encuentra reconocida, por ejemplo, en un monumento ubicado en el Parque del Retiro de Madrid, entre las estatuas ecuestres de Alfonso XII y de Alfonso XIII, con una gran placa de bronce que reproduce el texto de la norma comentada, y de cuyo considerandos puede leerse: "1º. El descubrimiento de América es el acontecimiento más trascendental que haya realizado la humanidad a través de los tiempos, pues todas las renovaciones posteriores derivan de este asombroso suceso, que a la par que amplió los límites de la tierra, abrió insospechados horizontes al espíritu. 2º. Que se debió al genio hispano intensificado con la visión suprema de Colón, efemérides tan portentosa, que no queda suscrita al prodigio del descubrimiento, sino que se consolida con la conquista, empresa ésta tan ardua que no tiene término posible de comparación en los anales de todos los pueblos”.



Monumento a Hipólito Yrigoyen por el Día de la Raza en el Parque del Retiro, Madrid.



En 2010 la Argentina ya no es pionera en nada, eso es sabido, y no es un mal reciente. Antes bien, es uno de los vicios estructurales de un país que siempre aspiró a la emulación: la París de Sudamérica, los europeos en América, la Cuba del Cono Sur, o lo que pintara… Ahora, tomando como baluarte y referente al comandantísimo venezolano, finalmente le cambiamos el nombre al Día de la Raza por el de Día de la Diversidad Cultural Americana, por iniciativa del INADI en el Consejo Federal de Políticas Públicas Antidiscriminatorias, con el objeto de transformar el feriado en “una jornada de valorización de las identidades étnicas y culturales y de reflexión histórica”.


O sea, para ser claritos (como hubiera dicho el esposo de mi tía abuela, inmigrante: “para hablar en Castilla”), se deja de “valorizar” un concepto de raza americana como aspiración de unidad, para “valorizar” las identidades “étnicas” (tal vez sea mejor dicho: paleontológicas o arqueológicas) como afirmación de una fragmentación. Es decir, de un Día de la Raza, pasamos a un Día de las Razas… Y sí, nos volvimos racistas, aun en contradicción con nuestras proclamas vacías, como aquélla que sostiene en los fundamentos de la innovación: “Que la utilización del término ‘raza’, predominante en los siglos XVIII y XIX, ha sido abandonada en la actualidad, tanto por su carencia de sustento científico (la biología no ha podido demostrar la existencia de estructuras genéticas de ‘raza’) como por razones políticas y culturales como ser los genocidios y actos discriminatorios en los que ha servido de supuesta justificación o pretexto, debiendo tenerse en cuenta la Ley Nº 23.592 que tipifica los Actos Discriminatorios”.


Violento sofisma, para variar. La acepción del término “raza” desde una perspectiva biologicista es justamente el que se desprende de esos pruritos, para desembocar, finalmente, en un concepto culturalista pero con raíces raciales, que es el de etnia (porque que sepamos, no hay mapuches rubios, pero sí hay argentinos de origen asiático; ésa es la diferencia entre etnia y nación: la una exclusivista y excluyente, la otra abarcadora e inclusiva).


Se soslaya, en cambio, el empleo del vocablo para sintetizar una unidad, una identidad común, como raza argentina, o como ya lo hemos dicho, raza americana; que no tiene un pito que ver con ninguna cuestión genética o de linaje, sino con una teleología ordenadora de las acciones políticas y culturales concretas de cada una de las naciones en que se ha fragmentado nuestra América, hacia su reunión y potenciación como el gran emergente de este siglo que ha empezado hace poco. Fenómeno que justamente el colonialismo, al que se le hace el juego una vez más (como siempre que compramos esos discursos mala leche enlatados en Londres) se esfuerza constantemente por impedir.



Sinagoga de Santa María La Blanca, en Toledo. De arquitectura mozárabe, fue luego transformada en iglesia, aunque conservando todos los ornamentos originales. Una síntesis edilicia de la "impregnación" que menta Lugones.


En fin, no pretendemos agotar aquí y ahora la cuestión, porque no queremos tampoco agotar a los lectores, ya bastante pacientes por cierto para abordar este texto.


Tan sólo agregaremos para ilustrar un poco el aspecto “europeo” del aporte más despreciado en los análisis intencionados, una cita que caracteriza a la raza española conquistadora, y que procede del libro El imperio jesuítico de Leopoldo Lugones, que se trató inicialmente de un informe técnico acerca de las recientemente sacadas a la luz ruinas de la Misiones, elaborado entre 1903 y 1904, tras una fatigosa expedición cuyo fotógrafo fue Horacio Quiroga.



En la foto, Horacio Quiroga es el primero de la izquierda, y Lugones el tercero de pie, también desde la izquierda.


Quiero referirme a la impregnación morisca, que habían efectuado en su pueblo los ocho siglos de dominación sarracena.

Es innecesario demostrar que ningún pueblo sufre en veinte generaciones la conquista, sin resultar poco menos que mestizo del conquistador. Por resistido que éste sea, por mucho que se le aborrezca, a la larga establece relaciones inevitables con el vencido. Ellas son tanto más rápidas, cuanto es en mayor grado superior la civilización de aquél, pues une entonces al hecho consumado por la fuerza, la seducción que ejercen las artes de la paz. Tal sucedió, precisamente, con la conquista mahometana.

Sabido es que, desde la confección y ejercicio de las armas, elementos tan capitales entonces, hasta los principios de las ciencias naturales y las matemáticas introducidas por ellos en Europa, los árabes sobrepujaron decididamente al pueblo avasallado, estableciendo sobre él su dominio con tan decisiva ventaja. El feudalismo facilitó la impregnación, al celebrar los señores frecuentes alianzas con el enemigo común, para desfogar rencores o dirigir querellas de vecindad; y así como las cotas de nudos, que trenzaban con lonjas brutas los guerreros godos, cayeron ante las hojas de Damasco, la rudeza nativa cedió al contacto de la cultura superior.

Rasgos étnicos que todavía duran, con mayor abundancia donde fue más intensa la conquista y donde el ambiente es más propicio a su conservación (y de Cádiz partieron todas las expediciones navales, agregamos nosotros), sin dejar de revivir por esto en las otras regiones con intermitencias suficientemente reveladoras; el idioma, es decir lo último que ceden los pueblos conquistados, como lo demuestran polacos y albaneses, invadido de tal modo, que ni la reacción implícita en la adopción del dialecto aragonés y castellano como lengua nacional, ni la transformación latina de los humanistas, pudieron abolir desinencias, prefijos característicos, y hasta elementos genuinamente nacionales como las expresiones interjectivas, pues nuestro deprecatorio Ojalá es textualmente el “In xa Alá” (¡si Dios quiere!) de los sarracenos. La misma nobleza terciada de sangre judía, según lo propalaba un libelo contemporáneo, el Tizón de la nobleza de Castilla, atribuido al arzobispo Fonseca, que aun exagerado, por algo lo diría, así le hubiera inducido, como se pretende, un resentimiento nobiliario: todos éstos son elementos bastantes para demostrar la impregnación.

La independencia fue un desprendimiento lógico del tronco semita, el eterno fenómeno de la mayoría de edad que se produce en todos los pueblos, mucho más que un conflicto de razas.

…las guerras de independencia nunca son un arranque de aventureros; y en aquel choque, colaboró decididamente el mismo elemento semita, el árabe español, que daba contra su raza por amor a su tierra natal. Tres siglos bastaron para producir el mismo fenómeno en América: ¡cuánto más no alcanzarían ocho en la Península, y mezclándose el factor religioso para precipitar la separación!

El movimiento patriótico es, pues, bien explicable, sin necesidad de recurrir a la guerra de razas, para dilucidar cómo España consiguió su independencia del árabe, siendo sustancialmente arábiga; pero sin profundizar mayormente la tesis, puede sostenerse con verdad que los dos pueblos en su largo contacto (la guerra lo es también, hasta en términos específicos) se impregnaron mutuamente, engendrando un tipo que, sin ser del todo semita, no era tampoco el ario puro de los demás países de Europa.

Como es natural, los rasgos comunes de los antecesores se robustecieron al sumarse, caracterizando fuertemente al nuevo tipo. El proselitismo religioso-militar, que había suscitado en el Occidente las Cruzadas y en el Oriente la inmensa expansión islámica; el espíritu imprevisor y la altanera ociosidad característicos del aventurero; la inclinación bélica que sintetizaba todas las virtudes en el pundonor caballeresco, formaban ese legado. Rasgos semitas más peculiares, fueron el fatalismo, la tendencia fantaseadora que suscitó las novelas caballerescas, parientas tan cercanas de la Mil y Una Noches, y el patriotismo, que es más bien un puro odio al extranjero, tan característico de España entonces como ahora.

Creo oportuno recordar a propósito, que el semitismo español no era puramente arábigo. Los judíos tenían en él buena parte, y sus tendencias se manifestaron dominadoras en algunas peculiaridades, como esa del patriotismo feroz.

Ellos y los árabes, resistieron cuanto les fue posible al destierro, prueba evidente de que se hallaron harto bien en la Península. Vencidos, perseguidos, humillados, sin esperanza de riqueza material siquiera, sólo la atracción de la raza puede explicar su constancia. Consideraban su patria a España, lo soportaban todo por vivir en ella –no digamos años, sino siglos después de la derrota-, sin la más lejana idea de reconquista ya, dejando rastros de esta invencible afección en toda la literatura contemporánea.

Los moros nunca abandonaron sus costumbres del todo, no digamos ya en las Alpujarras donde disfrutaban de una autonomía casi completa, sino en el resto de la Península y bajo su forzada corteza de cristianos; igual sucedía con los hebreos, continuando esto, profundamente, la impregnación que la guerra había abolido en la superficie.

Además España, militarizada en absoluto por aquella secular guerra de independencia, se encontró detenida en su progreso social; y este estado semibárbaro, que luego trataré detalladamente, unido al predominio del espíritu arábigo-medioeval antes mencionado, le dio una capacidad extraordinaria para cualquier empresa, en la que el ímpetu ciego, que es decir, esencialmente militar, fuera condición de la victoria.


Estatuilla de Pedro I de Castilla (que consiguió durante su reinado el vasallaje de Viscaya) en actitud orante.

"Varón colocado en lo alto, ¡sea su Dios con él y lo ensalce! Ha hallado gracia y misericordia a los ojos de la magna águila de enormes alas, hombres de guerra y campeador, el gran monarca nuestro señor y nuestro dueño El Rey Don Pedro" (inscripción laudatoria a R. Samuel Ha-Levy, en hebreo, en la sinagoga de Levy, Toledo, inaugurada en el mes del Tisri, acabadas las fiestas del Seder del año 5117, es decir, en 1357, bajo dominación cristiana).