jueves, 31 de julio de 2008

El estatismo previsional

La gran hipoteca al futuro.


En el post anterior he consignado algunas de las críticas más relevantes que al Estado Social o Estado de Bienestar (Wellfare State) se le han efectuado desde las usinas de pensamiento europeas y americanas en los tempranos años ’80. La originalidad de la reseña radica en que se centra en las cuestiones morales y políticas (antes que en los consabidos argumentos económicos eficientistas) devenidas de una actividad estatal hipertrófica, que en discursivas aras de la igualdad, fomenta con su actividad “social” enormes desigualdades, tanto en la (des)consideración de los méritos como en la generación de nuevas clases parasitarias, alejadas de la cultura del trabajo, el sacrificio, la capacitación y el respeto.

Clases cuya mirada hacia el Estado deja de ser amistosa, se escapa de cualquier espíritu de colaboración y comunidad, para transformarse en directamente reclamante. De allí que el Estado pase a ser –en el sustrato ideológico- el principal responsable de cada avatar negativo en la vida de amplias capas sociales: Si no tienen casa, se tratará de una crisis habitacional generada por la desidia del Estado en la construcción de viviendas sociales; si no tienen empleo, será atribuido invariablemente a la incapacidad del Estado para generarlo.

El Estado de Bienestar, en una evolución más o menos consciente, aunque luego superado por la propia espiral de expectativas por él generadas, acapara cada espacio de la vida social, hasta el punto de asfixiar a las fuerzas creativas e innovadoras de la propia comunidad. Su crecimiento indetenible, hasta abarcarlo todo, importa la monopolización de prácticamente la totalidad de las actividades civiles. La planificación efectuada desde usinas burocráticas pasa a ser tan meticulosa (y engañosamente teñida de un halo de neutralidad científica) que nada a ella puede escapar y nada de ella puede apartarse. Todo se encuentra absolutamente normatizado y captado por la actividad estatal. Entonces, tanto desde lo económico (porque este Estado intervencionista es el gran dínamo de la sociedad, el gran generador de inversión y el señalador de prioridades y de áreas beneficiadas, en detrimento de otras que resultarán abandonadas) como desde lo social, el Estado marcará la agenda de desarrollo hasta en sus detalles más ínfimos.

John Maynard Keynes (retrato de Duncan Grant).

Se trata de la aplicación ad absurdum de las recetas keynesianas ideadas para sortear un momento de crisis del sistema capitalista y devolver la confianza a los mercados. Pero donde la fórmula keynesiana se detiene, en su expreso reconocimiento de su temporalidad y excepcionalidad, el Estado ya no puede (o por lo menos, no pudo) hacerlo, condicionado por la hipertrofia de su organización burocrática.

En esto vuelve a tener razón Max Weber, al sostener que la lógica del órgano es autónoma de los fines que motivaron su creación, una vez que ésta se ha plasmado. El órgano, por más temporal que fuere su cometido, tenderá a crecer y perpetuarse, como una suerte de tejido canceroso que actúa con independencia del ordenamiento del cuerpo todo.

Cancela (1892-1957). Un visionario injustamente olvidado.

Es excelente, y absolutamente recomendable, el libro El cocobacilo de Herrlin, de Arturo Cancela, escrito en el primer gobierno yrigoyenista, cuando la tendencia a la burocratización de la actividad estatal comenzó a adoptar ribetes tan exagerados como abrumadores. Si algo ha distinguido al radicalismo en el gobierno ha sido la generación y proliferación de una nueva clase social: la clase media urbana de los empleados públicos. En ese libro, para salir de un apuro en un atolladero legislativo, el Estado dispuso la creación de una Comisión para el estudio y combate de la plaga del conejo en nuestras pampas (plaga que en realidad nunca fue verificada, ya que el conejo no es natural de estas latitudes, sino de Europa). Al año siguiente la Comisión ya tenía un edificio de una manzana y varios pisos, y algunos centenares de empleados administrativos, que un año después, ya eran millares. Por su propia actividad, a la plaga del conejo se le empezaron a adjudicar ribetes apocalípticos nunca verificados en el campo. Finalmente, la Comisión, convertida en un gran elefante burocrático que insumía ingentes sumas presupuestarias, no liquidó a un solo conejo… Eso sí, pobló la dilatada llanura rural de carteles publicitarios advirtiendo a los desconcertados chacareros del peligro de esta plaga.

El conejo burocrático.

Así, la máxima weberiana podría resumirse en “órgano que se crea, órgano que no se suprime”. De allí el peligro que representa la creación de nuevas estructuras burocráticas, sea en el seno de la Administración centralizada, como a través de empresas públicas o cuasipúblicas: se trata de una auténtica hipoteca pagadera por las generaciones venideras.

Los ajustes que el sentido común, y la imperiosa necesidad dictada por la emergencia, en un momento se hacen insoslayables, son apreciados entonces como inhumanas políticas “neoliberales”, fuertemente resistidas y capciosamente interpretadas. El estatuto diferencial del empleado público, que determina su estabilidad laboral más allá de cualquier lógica de eficiencia (si se lo despide sin sumario debe pagársele el sueldo por el resto de su vida hasta que se jubile; y hacerle un sumario, en una estructura burocrática solidaria en la cual es imposible constatar fehacientemente ausentismos o licencias fraguadas, por mecanismos endogámicos cuasimafiosos de “vos me cubrís y yo te cubro”, una tarea de resultado tan improbable como la comprobación del sexo de los ángeles), determina que cada ajuste deba realizarse a través de retiros voluntarios, los cuales cotizan a valores de mercado, para resultar atractivos al empleado que tan cómodo y protegido se encuentra.

Empleado público del mes - Ideas del mes.

Ése también es el costo de un proceso de privatizaciones. Las observaciones malintencionadas tienden a poner la lupa en la relativamente exigua cantidad de dinero en efectivo, contante y sonante, depositado en la Tesorería General de la Nación, pero jamás atienden a la deuda cancelada (que por más garcas que hemos quedado los argentinos luego de la tan festejada “quita” picarona de 2004-2005 que nos dejó sin crédito para la próxima década, sigue siendo deuda, o sea, plata) y al pago de montones de dinero a los empleados que se acogieron a retiros voluntarios, a razón de, en promedio, U$ 100.000 per cápita. Esas mismas observaciones malintencionadas suelen cubrir con un aura de inocencia y de solemne silencio cada proceso estatizador o reestatizador, al que se le llama eufemísticamente “nacionalización”, o “recuperación”, y que se festeja sobremanera en el ámbito sindical, porque significa una patente de corso ad aeternum… Si hasta yo he concurrido a alguna pomposa fiesta convocada por un empleado de “planta transitoria” al que “coronaron” con el aura sacra e inmortal del ingreso a la “planta permanente”.


La contabilidad tuerta y el progresismo reaccionario.

Esas mismas opiniones tan poco objetivas, tan mudables, tan ideologizadas (no podemos dejar de referirnos al think tank de la actual política “neoestatista”, en particular, al más tank de todos, el “filósofo” José Pablo Feinmann, que ha llegado a discriminar entre “corrupción buena y corrupción mala”, entendiendo que la primera es la que caracteriza a sus amigos, y por ello hay que cubrirlos con un manto de comprensión e indulgencia), han mirado con beneplácito la reestatización del sistema de jubilaciones, llamado para la gilada, “de reparto” (habría que ver de reparto entre quiénes y entre cuántos), que nuevamente ocultado tras un manto de “socialismo nacional”, “redistribucionismo”, o cualquier otra sanata parecida, no fue otra cosa que un arrebato fiscalista, al punto de que con esos nuevos fondos ingresados a la ANSES vienen disimulando desde hace 2 años como superávit un balance del sector público que ya es a estas alturas claramente deficitario.

El think tank...

Y a nadie parece preocuparle, que pongan dentro de la cuenta, en el renglón de “ingresos”, como si se tratara del producido de impuestos, los aportes jubilatorios, que el trabajador y su empleador hacen al Estado solamente para que se los “cuide” y se los administre hasta que se produzca el retiro, que por ello mismo no son otra cosa que deuda, y nunca puede considerárselos activos. Claro, nunca en un país serio. Acá, que se arreglen los que siguen, siempre hipotecando el futuro de hijos y nietos (de los otros, claro está; los de estos prohombres de la contabilidad tuerta ya nacieron millonarios).

Y todo esto viene a cuento de uno de los intentos más neciamente frustrados de reconversión del sistema previsional, cual fue el de la creación de administradoras privadas de jubilaciones y pensiones, más conocidas en la jerga como AFJPs, en el convencimiento de que la clara separación de los fondos provenientes de aportes, respecto del agujero negro del Tesoro Nacional, además de prevenir los recurrentes manotazos a la caja de los jubilados que todo gobierno en todo tiempo hizo y seguirá haciendo, permitía una administración técnica, privada y eficiente conforme a las reglas de mercado. Claro está, enseguida salieron las airadas voces reaccionarias, con la moralina de la piratería que significaba confiar los fondos de los trabajadores a las voraces fauces capitalistas, sacándolo de la impoluta esfera del Estado. Las mismas voces que depositan sus ahorros en el Citi, y que seguramente tienen contratado con IMG Insurance un seguro de retiro… Pero aquella banca privada en la que los burguesitos progresistas pueden depositar sin problemas, persignándose ante San Marx antes de ingresar la llave en su caja de seguridad o antes de girar a Miami, no resultaba apta para el trabajador ordinario y desvalido, al que seguramente desplumarán sin escrúpulos.

Tantas y tan airosas fueron estas voces, incluso desde el mismo peronismo de ese entonces, que toda la revolucionaria medida, que tan bien funciona por ejemplo en Chile, hubo de relativizarse, estableciendo legislativamente una “opción” entre el sistema privado y el sistema de reparto, conspirando entonces contra el sistema todo, y contra los fines depuradores de las malas prácticas del sector público.


La estatización encubierta (los papeles basura y el constitucionalismo provincial).

Todo ese panorama, además, se vio fuertemente violentado por las prácticas del gobierno de De La Rúa, que obligó a las AFJPs a tomar mucha deuda pública a valores inverosímiles (los llamados “papeles basura”), que destruyó todo equilibrio en la cartera de inversiones, y de una manera elíptica, llegó al punto de partida: El Estado se “chupó” los recursos provenientes de aportes y los canjeó por bonos de deuda, que luego resultaron incobrables (no olvidar que la alabada “quita” kirchnerista repercutió en la muy mayor medida sobre esa deuda que el Estado tiene con los futuros jubilados, mientras a los “chupasangre” detestados del FMI se les pagó el 100%... en efectivo… ¡y por anticipado!).

La otra política ordenadora revolucionaria que se intentó a mediados de los ’90 fue la supresión de las cajas jubilatorias provinciales, instituidas con regímenes mucho más beneficiosos que la caja nacional, desde que no se tienen que hacer cargo de las pensiones y beneficios a los no aportantes, y que además nacen –en la mayoría de los casos- de coparticipaciones que reparten a las provincias mucho más de lo que éstas aportaban al conjunto. Con criterio federal, y para propender a atenuar el desequilibrio regional, las provincias pobres o periféricas han salido desde siempre muy beneficiadas con la coparticipación. Jujuy, Formosa o La Rioja han recibido $ 5 por cada $ 1 que aportaban al fondo común. Santa Cruz es un caso parecido, al que a la vez en los ’90 se le otorgó las regalías petroleras. En una situación de semejante abundancia, las administraciones provinciales no tuvieron nunca otra idea que la de tirar manteca al techo: el sector de las burocracias provinciales es mucho mayor que el sector privado. En algunos casos lo duplica y hasta lo triplica. Y lógicamente eso se prorroga a los regímenes provinciales de jubilaciones.

Mientras a nivel nacional se fustigaba para la supresión de las jubilaciones de privilegio, en las provincias diputados de 30 y pico de años de edad se jubilaban luego de 2 años de ejercicio, considerando el monto íntegro de su dieta. Y eso lo debíamos (lo debemos) pagar todos los argentinos. Es por ello que ante esa arremetida racionalizadora, las provincias opusieron el solemne texto de sus constituciones locales, manifestando su imposibilidad de “acompañar” el esfuerzo que por ese entonces hacía el Estado Nacional para normalizarse.


Córdoba y el nuevo Estado: El Estado Vengativo.

Para mencionar un ejemplo de actualidad, y no hablamos de las provincias más beneficiadas por la coparticipación, sino de una que sale “hecha”, como es el caso de Córdoba, nos enteramos a raíz de este conflicto que la jubilación promedio es de $ 2.000, y que un 14,4%, compuesto por ex legisladores, ex jueces y ex funcionarios jerárquicos, cobra más de $ 5.000 mensuales. Niveles claramente desfasados respecto de la realidad a nivel nacional.

Ahora bien, en el camino han pasado muchas cosas. El Estado Nacional destruyó el régimen privado de jubilaciones, y achicó los recursos coparticipables del 45% al 23% del total recaudado, transformando a las provincias en rehenes de su humor político. A la manera de la constitución unitaria rivadaviana de 1826, los gobernadores dejan de ser la representación de los pueblos de las provincias para transformarse en Delegados del Poder Ejecutivo Nacional, que se sientan a la cabeza de éstas pero en representación de los intereses centralistas. Ello ocurre de facto, pero ocurre. Si no, preguntar por Urtubey, Urribarri, Capitanich, Zamora, sólo por nombrar a algunos.

Claro que la culpa no es toda del chancho. Hay provincias que han luchado, a través de una eficientización de sus administraciones y de sus gastos, por resguardar, también de facto, su autonomía. Y así han conseguido que sus posiciones en contra de algún capricho demencial del gobierno nacional de turno no redundaran en el consabido “castigo” por inanición y ostracismo.

Pero ése claramente no es el caso de Córdoba, que en los últimos años ha tomado partido decididamente por el modelo centralista, y en el camino ha resignado su autonomía a cambio de televisadas inauguraciones con Presidente, Presidenta y Presidentitos, y considerables montos de ATNs no revisables… Aunque las cuentas no cerraran demasiado bien, ya que en el camino acumuló una deuda de entre $ 8.000 millones y $ 12.000 millones, según cada cual.

Nosotros, que nos queríamos tanto.

Ahora viene la hora del castigo por su imprudencia, por la desobediencia a los designios más absurdos. Hay –de nuevo, según cada cual- entre $ 1.650 millones y $ 2.200 millones, sólo correspondientes a este año 2008, que el Estado Nacional retiene (las otras retenciones) en detrimento de la provincia díscola. Luego del violento alzamiento piqueteril de unos 5.000 cuadros en la capital provincial (que por su número ya representa un fracaso, respecto del “Cordobazo 2” que se intentaba para forzar la intervención federal), ya se han anunciado para lo sucesivo, cortes de ruta… ¡En los mismos lugares en que se produjo la rebelión agraria! Hasta en lo simbólico se aprecia la grosería. A veces no es necesario ser tan obvios.

La V no era de la victoria... era la V de Venganza.

Es evidente que en un ámbito de nuestra vapuleada sociedad sí funciona la obediencia debida, y el subordinado no puede objetar siquiera las órdenes más irracionales; y claro está, desde las extrañas construcciones jurídicas ad hoc “por la Verdad y la Justicia”, no hablamos de las Fuerzas Armadas.

miércoles, 30 de julio de 2008

Estado intervencionista y política social

La visión del mundo.

Veremos a continuación las apreciaciones que la mejor doctrina internacional ha efectuado sobre las consecuencias de la hiperactividad intervencionista estatal en el ámbito de las políticas sociales. Así contemplaremos la precisión y consonancia que esas apreciaciones tienen con nuestra realidad. Lo lamentable es que tienen de 20 años a un cuarto de siglo de vigencia, y de un tiempo a esta parte, como una suerte de tentación dañina, no hemos parado de desafiar sus evidentes -y anticipadas- consecuencias.

Sobre el desconcierto de la izquierda respecto de las contradicciones del Estado de Bienestar, viene a cuento la siguiente cita:

El predicamento de la Izquierda es político: la experiencia histórica indica que no pueden confiarse a los gobiernos las alternativas que supondrían una diferencia, las que requieren grandes dosis de intervención estatal. El dilema de la Izquierda es que el único modo de mejorar las condiciones materiales de los trabajadores y los pobres bajo el capitalismo es mediante una intervención estatal masiva y el Estado no parece ser un mecanismo fiable de intervención. El paciente está enfermo, hay drogas disponibles, pero el médico es un incompetente.
Adam Przeworski y Michael Wallerstein, Why is There No Left Economic Alternative?, Universidad de Chicago, 1986.

Las actuales condiciones del Estado argentino, tranformado en un híbrido bastante deforme del Estado de Bienestar en su etapa más álgida y decadente, han sido claramente expuestas por Claus Offe, y a él entonces transcribiremos por su meridiana claridad:

La planificación de decisiones dentro del Estado... se desvía del control parlamentario sobre el ejecutivo y del ideal weberiano del alto ejecutivo político que dirige un aparato burocrático de acuerdo con su propia visión responsable. Muy a menudo, las decisiones sobre asuntos políticos claves emergen más bien de un proceso altamente informal de negociación entre representantes de grupos estratégicos dentro de los sectores públicos y privados.



Mead critica el Estado de Bienestar por su "permisividad", entendiendo por ello su fracaso a la hora de imponer "obligaciones cívicas" vinculantes a los beneficiarios de sus servicios y atenciones. Por obligaciones cívicas entiende deberes cívicos como aceptar trabajo, sostener a la propia familia, respetar los derechos de otros y adquirir mediante educación formal las aptitudes básicas para ser culto y contratable. En conjunto, estas virtudes cívicas construyen lo que Mead llama ciudadano competente o "funcionante", cuya creación concibe como función de un nuevo estilo de política social, que con medios educativos y simples castigos trabajaría en la configuración de ciudadanos con arreglo a ese modelo.

"El Gobierno debe persuadir a las personas para que se responsabilicen a sí mismas. Los pobres deben ser obligados a aceptar el empleo como un deber".
Mead, Beyond Entitlement.


Según Spieker, el Estado de Bienestar ha alimentado una conducta vital "hedonista" y "parasitaria", frente a la cual deben restaurarse e imponerse no sólo virtudes relacionadas con el trabajo y la familia, sino una actitud de "amistad hacia el Estado".

Sin embargo, nuevamente para Offe, resulta "evidente que trasciende los poderes de cualquier Estado 'moderno' formar una unidad de voluntad moral incluso al nivel de las élites, por no hablar de imponerlo "autorizadamente" a nivel de masas".

Finalmente, y para cerrar, vaya esta conclusión:

Como mínimo, podemos esperar que estos esquemas desafíen la extendida suposición de que la política social estatal produce por sí misma cosas como "calidad de vida", "seguridad social" y así sucesivamente. En contraste con esa suposición, nuestra tesis es que la función de "configurar la sociedad" de la política social estatal se limita a la definición de los temas, tiempos y métodos de conflicto y, así, al establecimiento del marco -y no el resultado- de procesos de poder social.

Los desarrollos e innovaciones de la política social estatal pueden concebirse no como la
causa de concretas situaciones o cambios sociales, sino solamente como iniciadores de interacciones conflictivas, cuyo resultado es abierto y ambivalente precisamente porque se encuentra determinado por la relación estructural de poder y la constelación de intereses.
Claus Offe, Contradicciones en el Estado del Bienestar, Alianza Universidad, Madrid, 1990.

Claus Offe

martes, 29 de julio de 2008

Perón y el Estado

Un mes atrás consignamos un homenaje, en ocasión del trigésimo cuarto año del fallecimiento de Perón, en el cual se seleccionó una serie de textos producidos por el ex presidente, en los cuales volcaba algunos conceptos cruciales de teoría política. Ese trabajo fue recibido con opinones variopintas, que iban de la ponderación al ataque más descarnado, a veces centrado en su persona, otras en cuestiones de filosofía política.

Por un lado, soy consciente de la necesidad de descarnar las ideas, de disociarlas de cualquier prejuicio negativo sobre quien las formulara, resaltando su utilidad para la posteridad justamente en ese carácter: el de ideas; y en la convicción de que las ideas, como alto producto de la construcción humana, guardan siempre una utilidad eminente como vehículo de desarrollo del espíritu, y por su intermedio, también de la materia.

También soy consciente de que las ideas y las acciones llevadas a cabo en su virtud, no pueden en ningún caso, si no se quiere cometer una injusticia, escindirse del contexto en que se formularon, lo cual podría parecer, a priori, una contradicción.

Sin embargo, el trabajo científico vinculado a la política debe asumir ese doble desafío, tratando de hallar en el entramado de la producción humana concreta y material, en el Dasein, aquellos elementos constantes y universales que permitan la deconstrucción de los criterios esenciales de un pensamiento materializado en un ser y un tiempo determinados. Creemos que el politólogo liberal Vicente Massot lo ha hecho bien, con honestidad y probidad, y así lo ha dejado plasmado en el libro en el que analiza el sustrato ideológico y las influencias políticas, literarias y culturales de cada uno de los nueve personajes más trascendentes de la historia argentina: Moreno, San Martín, Rivadavia, Rosas, Mitre, Roca, Yrigoyen, Justo y, por supuesto, Perón. Por ello, merece ser citado, en algunos conceptos gravitantes.

Vicente Massot.

Finalmente, soy consciente de que, aun transcurridas tres décadas y cuatro años de la muerte del máximo líder de masas para algunos, y del infame tirano para otros, las pasiones enconadas por la incomprensión y la constante tendencia al enfrentamiento entre argentinos han impedido que su cadáver se enfriara. Antes bien, como en un lúgubre velorio eterno, toda la política vernácula ha pasado a desfilar de manera obsesiva en torno a su féretro, en sentido metafórico y también en sentido real (si no, recordemos el robo de las manos del cadáver, el reciente robo de la causa en que se investigaba ese hecho, el bochorno de San Vicente, etc.).

Para acompañar al General (al otro lado de la Laguna Estigia)

Como es bien sabida la intención de concordia y de visión constructiva hacia el futuro que se intenta desde este espacio, y sabedores también de que nada puede siquiera pensarse omitiendo algunas referencias que permanecen marcadas a fuego en nuestro ideario (y no conciencia, o pensamiento) colectivo, es que me permitiré reseñar este segundo conjunto, el que por lo demás también reconoce por origen ciertas revisiones animosas de la manoseada figura.


Por razones políticas, ideológicas, geográficas y estratégicas, nosotros no podemos estar a favor del comunismo. De modo que, descartado eso, nosotros ya determinamos en dónde está nuestro centro de gravedad en la acción: en el frente occidental. Nosotros vamos a formar parte del frente occidental, y lo que se avecina va a ser una lucha entre el frente occidental y el oriental. Como nosotros estamos en uno de ellos, tenemos determinado allí el gran espacio donde vamos a actuar”. Juan D. Perón, Conducción Política, Megafón, Buenos Aires, 1982, pp. 200-201.



Yo no creo que la solución de los problemas sociales esté en seguir la lucha entre el capital y el trabajo, esa lucha inútil, que como toda lucha no produce sino destrucción de valores. Juan D. Perón, Bolsa de Comercio de Buenos Aires, agosto de 1944.

El capital con el trabajo, forma un verdadero cuerpo humano, donde sus miembros han de trabajar en armonía para evitar la destrucción del propio cuerpo. Juan D. Perón, Bolsa de Comercio de Buenos Aires, agosto de 1944.

D'Elia, ahora más cerca del Partido Comunista

El Estado puede orientar el ordenamiento social y económico sin que ello intervenga para nada en la acción individual que corresponde al industrial, al comerciante, al consumidor. Éstos, conservando toda la libertad de acción que los códigos fundamentales les otorgan, pueden ajustar sus realizaciones en los grandes planes que trace el Estado para lograr los objetivos políticos, económicos y sociales de la nación. Por esto afirmo que el Estado tiene el deber de estimular la producción, pero debe hacerlo con tal tacto que logre, a la vez, el adecuado equilibrio entre las diversas fuerzas productivas”. Discurso de Juan D. Perón, en Altamirano, Carlos, Bajo el signo de la masas (1943-1973), Biblioteca del Pensamiento Argentino VI, Ariel Historia, Buenos Aires, 2001, p. 159.

¡¡¡Nooo!!! ¡¡¡El General no hablaba de tacto rectal!!!

Perón no se llamó a engaño en cuanto a la dimensión que habían adquirido en las sociedades de masas modernas los problemas sociales derivados de la injusticia, la pobreza y la marginación de las clases más necesitadas. No obstante, cuando decidió encarar el tema para establecer una alianza entre el capital y el trabajo en la cual el Estado se reservase el rol de mediador, por un lado, y el de director de la política social, por otro, no era al ritmo de una disputa a muerte entre obreros y empresarios que los problemas antes mencionados tendrían solución. De aquí que fuese menester que el Estado –hasta entonces desentendido, según su parecer, del tema social- asumiese un papel que, para Perón, resultaba fundamental. No porque fuese un defensor convencido de las bondades del intervencionismo o dirigismo estatal, en todo momento y lugar, sino porque consideraba su ausencia como sinónimo de desintegración de las fuerzas productivas de la Nación. (Massot, Vicente, Las ideas de esos hombres, Sudamericana, Buenos Aires, 2007, p. 281).

Es en tal sentido, y no en el puramente económico, que resulta pertinente hablar del estatismo de Perón. El Estado, en su concepción, es el órgano de mando, que encarna la voluntad política de la nación, antes que el planificador de la economía. De lo contrario no se entiende que, en el curso de sus primeros diez años de gobierno, diera lugar a políticas tan distintas –populistas al principio; a mitad de camino entre el intervencionismo y la economía de mercado, a partir del Plan Gómez Morales- sin que el Estado haya dejado nunca de reservarse la función de conductor. (Massot, ibídem, p. 282).

...y tampoco hablaba de esto.

En realidad, si fuese pertinente hablar de su pensamiento económico –algo en extremo discutible- correspondería decir que el jefe del justicialismo improvisó siempre, sobre la marcha, un recetario conforme a las distintas circunstancias que le tocó en suerte vivir. La única constante de la cual nunca se bajó y que de alguna manera le venía impuesta por su formación militar y su certidumbre de que la política básicamente se resumía en la conducción, fue el papel que le reservó al Estado.

No cabe duda a dónde apuntaba. La comunidad organizada debía ser una combinación de fuerzas, sectores y clases que la conforman y hallan en el Estado a un mediador imparcial e independiente de los mismos. Frente a la fragmentación, viene a decir el jefe justicialista, la unidad; frente a la lucha de clases, la alianza social; frente a la inorganicidad, la organización. (Massot, ibídem, p. 283) .

A ver, una vez más: El Estado es un mediador imparcial e independiente.

viernes, 25 de julio de 2008

EDUCACIÓN Y MERITOCRACIA

No sólo el desastroso panorama político gubernamental puede ocupar nuestras mentes. Es hora de tomar el toro por las astas y asumir la dimensión del desafío que, como argentinos, se nos presenta ante nuestros ojos. A continuación iniciaré una serie de tópicos abiertos al debate y la contribución de todos, a fin de propender a la consecución de objetivos comunes que permitan una construcción social efectiva, y que nos eleven de las miserias contempladas y evidenciadas a través del ejercicio de la crítica. Porque la crítica por sí misma no cambia nada, si no es seguida de un aprendizaje, de una experiencia, que permita nuestra superación.

Como llega el fin de semana, y uno cuenta con un poco más de tiempo para reflexionar, me permito a continuación reseñar el siguiente texto, que pretende ser introductorio de una de las cuestiones cruciales que aborda nuestra sociedad, hoy como problema, mañana como desafío. Se trata del tema de la educación.

Prisco piensa que hay que alfabetizar al pueblo. Salustio cree que no, y sostiene que el conocimiento de la literatura sólo puede hacer que los hombres humildes se sientan insatisfechos con su condición. Yo participo de la opinión de ambos. Una educación superficial es peor que ninguna: fomentaría la envidia y la pereza. Pero una educación completa abriría los ojos de los hombres sobre la naturaleza de la existencia humana, y todos nosotros somos hermanos, como recuerda Epicteto.

Juliano Augusto, 357 DC, en Juliano El Apóstata, Gore Vidal, Edhasa, Barcelona, 2004, pp. 352-353.


La gravísima crisis educativa que afecta a la Argentina desde hace lustros, tiene dos particularidades relevantes: La primera, que es su carácter progresivo e indetenible, que parece acelerarse con cada generación de egresados, y que se manifiesta en una depauperación de la infraestructura escolar y universitaria; en una mediocrización general de los planteles docentes y de los programas de estudio; en un cuestionamiento creciente del concepto de la autoridad, respaldado por el establishment político y la intelligentzia cultural, a través de un difundido, distorsionado y malintencionado criterio de “democratización” interna; y en la consolidación de un sistema de calidad educativa de corte oligárquico, es decir, sustentado en la capacidad económica de las familias para afrontar los costos de la formación, y que repercute cada vez más dramáticamente en las posibilidades ulteriores de inserción social y laboral.

La segunda, concerniente a una interacción degradante con los sistemas institucionalizados de progreso social, es decir, con el mecanismo meritocrático, el cual, cada vez más alejado de las vías formales, redunda en el llamado “deterioro moral” de la sociedad, cada vez más propensa a la recurrencia a recursos informales de progreso, todo lo cual a su vez devuelve a la comunidad un modelo de mérito y demérito absolutamente reñido con los principios éticos básicos de la sociedad de consenso: Es evidente que las formas de progreso social no siguen más los parámetros clásicos e institucionales, lo que las aleja de cualquier vía metódica y honesta, cuestión en la que, una vez más, nos enfrentamos a la tendencia mundial, y llegamos a los casos paradojales en los cuales se verifica un déficit insalvable entre las exigencias laborales de las empresas y del mercado, y el producto que el sistema educativo provee a la sociedad.

Esas dos características de la crisis, la interna (de cara a la misma estructura educativa) y la externa (de cara a la sociedad) obligan a un abordaje mucho más arduo y meticuloso que el que en este primer pantallazo se pretende como puntapié para el planteo del debate. Bástenos por ahora con mencionar algunas contradicciones manifiestas:

1. La educación gratuita. Desde los ámbitos de la progresía local, acostumbrada, en franca contradicción entre el nombre y el contenido, a ser la fuerza más conservadora y retardataria de todo el espectro ideológico, se sostiene dogmáticamente, sin lugar alguno a la disidencia, la gratuidad de la educación pública en todos sus niveles, confundiendo claramente el carácter público con la igualdad en el acceso a los bienes sociales. Una lógica progresiva y equitativa conduciría por el contrario a sostener, al igual que lo que debiera ocurrir en el diseño de la política fiscal, la necesidad de generar, al menos desde los niveles educativos superiores, un sistema escalonado de arancelamiento, que permita, mediante el subsidio cruzado, que los que más tienen sostengan en mayor medida la educación pública, para permitir que los que menos tienen tengan las mismas posibilidades de acceso a una educación de calidad. Ese sistema escalonado, a su vez, debería estar tamizado por un mecanismo meritocrático de premios y castigos, que determine incrementos y rebajas en los aranceles de acuerdo con el rendimiento del educando, hasta llegar a la beca total o parcial, en los estratos sociales de menores recursos.

El dogma de la gratuidad tan sólo ha contribuido al deterioro de la calidad educativa en todos sus aspectos, y al abandono de la educación pública por parte de la clase media (el estrato principal desde la escuela secundaria en adelante, y aquél que con mayor énfasis ha confiado desde siempre en la misma como vía de progreso social), para volcarse a la privada, y caer presa de un nuevo sistema francamente disvalioso. En efecto, la educación privada es una solución no deseada, elitista y marginal, en cualquier sociedad que tenga por objetivo la justicia social, a través del estímulo de progreso en función del esfuerzo y del mérito, partiendo de una real igualdad de oportunidades. La educación privada, en general, corresponde a núcleos religiosos, apartados del Estado laico, y que han logrado involucionar en la construcción comunitaria homogénea promovida por los Padres Fundadores a finales del siglo XIX, a través de la legitimación de sus programas específicos, sin mayor inventario, a fines de la década de 1950, en la que la querella entre educación laica y educación libre quedó saldada a favor de la segunda.

Paradójicamente, quienes ejercen el monopolio de la política educativa pública, como grupos de poder enquistados en un medio, que por ingenuidad y tolerancia ha sido cooptado, y actualmente es rehén de los más mezquinos y malintencionados intereses, al hacer alarde de la gratuidad –que sólo beneficia a las clases más acomodadas, que forman la base social de la misma progresía educativa- han provocado, por la destrucción de la escuela pública, una masiva migración hacia una educación privada cuyos ribetes distan de garantizar la homogeneidad social y la comunidad de valores, para centrarse desde siempre en conceptos más universales, pero menos integradores de la realidad y el sentir particulares de una comunidad secular.

Si cayéramos en la tentación conspirativa, toda la política educativa llevada a cabo sobre la escuela pública parecería conducir deliberadamente al crecimiento exponencial de la educación privada, y a relegar la instrucción pública a los sectores menos pudientes de la sociedad, en un esquema que implica una mayor desigualdad, desde que la educación pública no ofrece grandes perspectivas de calidad que digamos (clases de un solo turno, sin idioma, falta de orden y disciplina, altas tasas de violencia, frecuentes suspensiones de clases por paros docentes o tomas estudiantiles, deplorables condiciones edilicias, etc.). Algo similar está ocurriendo con la salud pública, y será tema de otro abordaje.

Entonces, para sintetizar, diremos que la gratuidad de la educación pública compele a los sectores medios a tener que pagar –a veces, abusivamente- una educación privada que le garantice una calidad educativa siquiera semejante a la que la educación pública proveía en el pasado. Asimismo, relega a las clases menos pudientes a una educación de pobrísimo nivel, que acrecienta la desigualdad social en la próxima generación, y sucesivamente. En tercer lugar, contribuye a la disgregación social, al discriminar, separando entre ricos y pobres, el ámbito, la convivencia y los contenidos educativos.

2. La nivelación hacia lo mediocre. El sistema de promoción educativa, del cual luego será reflejo el sistema de promoción social todo, se sostiene en el simplificante y mediocrizante criterio del “pasa o no pasa”. Más allá del mérito académico –cada vez menos trascendente, ya que hasta la bandera se otorga por sorteo o elección entre el alumnado-, el único parámetro a considerar es el de aprobar un número determinado de materias, establecido en el programa, para obtener la promoción. Si numéricamente ello implicaría 6 posibilidades sobre 10, la realidad –y cada vez con mayor patetismo- demuestra que la probabilidad de aprobar, es decir, de acceder a la promoción, está en el orden del 95% para todo el proceso, incluyendo la escuela secundaria.

Éste es sin duda otro “logro” de la progresía educativa, enquistada como un tumor maligno en el tejido de la instrucción pública con una vocación netamente destructiva. Pasa por confundir igualdad de oportunidades con igualdad en la consideración del desempeño, en detrimento del mérito y la justicia, para transformar todo el panorama en una medianía igualitarista absolutamente injusta, que transmite a personas en edad de formación, es decir, esencialmente maleables, la lógica del menor esfuerzo, de la picardía y la elusión.

Ello, desde la descabellada idea de que aquél que no es capaz, o que no quiere serlo, por el mero hecho de ir sorteando plácidamente los escalafones escolares, puede ir adquiriendo conocimientos mínimos por una suerte de ósmosis. De esta cuestión hablaremos con mayor detalle más adelante.

Por ello la segunda contradicción podría formularse de la manera que sigue: La destrucción del sistema de promoción educativa redunda en una incapacidad general de progreso a través del propio esfuerzo y capacidad, vedando de tal forma toda alternativa de promoción social a través de la educación. El igualitarismo provisto en función de una deplorable invocación a la igualdad mal entendida (igualdad esencial, sin consideración de los logros y el sacrificio individuales) determina la consolidación de una igualdad de inoportunidades, ya que la mediocrización resultante desvaloriza el carácter de todos los títulos, obligando al egresado a someterse a una serie de exámenes particulares tomados por las empresas, y a una serie de requisitos extracurriculares, que permitan al empleador deslindar las capacidades que el sistema de promoción educativa opaca.

3. El utilitarismo. La otra concepción dogmática que ha imperado, y se ha acentuado en las sucesivas reformas educativas, es aquélla que conduce a la especificidad práctica de los contenidos, renegando cada vez más de la formación holística y humanística integral del individuo, para centrarse, en un empobrecimiento cognitivo general, en aquellas cosas “que realmente importan el alumno de hoy”. La realidad, es que la diferencia, en términos de capacitación, la da la amplitud de miras que provee la educación con vocación integral y universal (etimología de la institución universitaria). Sin embargo, un funcionario circunstancial, es quien determina la gravitación que para todo el futuro de una persona tiene dejar de estudiar Latín o capacitarse en computación a través del sistema LOGO o BASIC.

La educación pública se halla reducida, en ese aspecto, a tres grandes vertientes vocacionales: la humanística (bachillerato), la comercial (perito mercantil) y la técnica, las que a su vez no resultan luego relevantes a la hora de determinar la orientación de la carrera universitaria. Por tanto, la división del caso tiende a ser nociva, desde que compartimentaliza los ámbitos del conocimiento en la etapa formativa más gravitante, y de tal forma cercena el horizonte del individuo. La respuesta universitaria a esos cercenamientos, no puede ser otra que la minimización de los contenidos para recuperar el plano de igualdad.

Asimismo, los contenidos de cada disciplina, cuando la lógica del sistema conduce a la promoción obligada, como una forma de evitar la exclusión, tiende progresivamente a empobrecerse, y la explicación o justificación que se ha aplicado a esa tendencia está basada en un sórdido criterio de utilidad mínima, básica, elemental, absolutamente arbitrario y miope, y esencialmente inútil.

Como síntesis respecto de este punto, diremos entonces que el utilitarismo en la determinación de contenidos genera una educación inútil, que no cuaja esencialmente con los requerimientos educativos del nivel superior, y nos aleja de los altos niveles de calidad vigentes a nivel mundial, a los cuales alguna vez nos jactamos de pertenecer.

4. El voluntarismo vocacional. Toda la lógica educativa argentina presupone la presencia de un ser maduro, capaz de asumir decisiones gravitantes sobre su futuro, desde la más temprana edad. Ello así, en contradicción con la lógica protectiva emanada de la misma usina "progresista", que tiende a irresponsabilizar al individuo de sus compromisos de estudio, entendiendo que la aplicación de sistemas de mérito implica el sometimiento a condiciones de competencia social para las que éste no está aún emocionalmente preparado (algo evidentemente absurdo, e irreal, puesto que la competencia social se produce desde la primera interacción de individuo con sus pares, y la educación debería ser la más trascendente herramienta para que el individuo pueda afrontar esos permanentes y constantes desafíos).

De tal forma, a un individuo concebido como una frágil estructura emocional, al que hay que desalentar de cualquier iniciativa que ponga en peligro la medianía igualitarista, a su vez se lo constriñe a asumir determinaciones vocacionales definitivas desde la pubertad. Por supuesto, como dijimos en el apartado anterior, siempre hay tiempo para arrepentirse, y la universidad, como la Legión Extranjera, admite a todos los parias del mundo sin requerirles explicaciones y sin hacer una averiguación sumaria de su pasado. Pero ciertamente, no es lo mismo haberse aplicado seis años a la tornería y a las ciencias exactas, reduciendo al máximo los contenidos de la literatura o de la historia, si luego el individuo decide estudiar una carrera humanística.

Esta cuarta contradicción, entonces, se resumiría como sigue: Se le otorga al individuo la decisión sobre su elección vocacional desde la más absoluta inmadurez, y con abstracción de cualquier consideración sobre capacidades específicas, pero a través de ese ejercicio se le va cercenando cada vez más la capacidad decisoria sobre su futuro, insertándolo en un embudo cada vez más estrecho de incapacidades. La educación, entonces, gravita más por lo que no da que por lo que otorga. Y en un mundo cada vez más especializado, el individuo, a través de la asunción de sus propias decisiones, termina por obtener, como producto de años de educación, una formación muy edulcorada y ambigua, alejada de las exigencias del mercado laboral, y que requiere de la imprescindible complementación de los cursos de especialización de postgrado, con su consabida onerosidad, y obviamente al margen de cualquier criterio de “igualdad de oportunidades”. Como veremos, la orientación debe darla el sistema educativo, en coordinación con las necesidades sociales emergentes, el proyecto de desarrollo nacional, y en atención, sobre todo, a las capacidades específicas del individuo, antes que a su voluntad.

Caso contrario, el sistema educativo seguirá produciendo abrumadoras titulaciones en abogacía y administración de empresas, y un puñado –raramente, media docena- de científicos especializados en ciencias duras, y de ingenieros aeronáuticos, navales, etc.

Toma del Nacional Buenos Aires.

5. La democratización de la administración de la enseñanza. Consecuencia absoluta y directa de las dos reflexiones anteriores. La atribución de madurez volitiva hacia el educando, para las determinaciones que conciernen a su formación, contrapuesta a la asunción de inmadurez emocional para responsabilizarse por sus actos e ingresar en un sistema meritocrático, deriva en la democratización de los asuntos ordinales de la educación, que por tratarse de un arte según el cual se da algo a alguien que no lo posee, involucra un principio naturalmente jerárquico. En contradicción con ello, esta tendencia determina que los individuos que debieran recibir la formación sean en realidad quienes la “construyen”: quienes determinan el sistema de calificaciones, el sistema de sanciones, la evaluación de los docentes, el gobierno de la institución educativa. De tal forma, la política penetra prematuramente en el ámbito académico, determinando que los estudiantes aprendan, antes que nada, todas las argucias y picardías propias de la dirigencia tradicional.

Cabe, para resumir, recurrir a la célebre frase de Max Weber al respecto (El político y el científico):

Me ha bastado una sola experiencia, seguida de mesurada reflexión, para aprender a desconfiar de los cursos masivos, por muy inevitables que resulten. La democracia es efectiva dentro de su propio ámbito; en cambio la educación científica, tradicionalmente requerida en nuestras universidades, es una cuestión de aristocracia espiritual, y en esto no debemos engañarnos.



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Luego de esta breve introducción, y para echar un poco de nafta al fuego, voy a reseñar, a título ejemplificativo, una explicación somera del sistema educativo de la democrática, occidental, avanzada y desarrollada república federal de Alemania. Prometo otros ejemplos en ulteriores entregas.

El sistema educativo alemán.

El sistema escolar alemán es predominantemente público y las escuelas privadas, desde el Kindergarten hasta la Universidad, son la excepción.

La educación preescolar, de los tres a los seis años, es opcional, aunque en la actualidad atiende al 87% de los niños alemanes. La educación preescolar en Alemania es lúdica y no incluye aprender a leer o actividades similares. Los pequeños no se separan en grupos fijos, sino más bien están los niños de todas las edades juntos.

A partir de los seis años, es decir desde el primer grado de primaria, la educación escolar es obligatoria. La educación primaria ocurre en una Grundschule, es igual para todos los niños y dura por lo general cuatro años. Las escuelas públicas son gratuitas y la mayoría de los niños acude a la escuela más cercana a su domicilio. Es común que los niños vayan caminando a la escuela sin compañía de un adulto.

En Sarre, Sajonia, Schleswig-Holstein y Renania-Palatinado todos los menores continúan juntos durante el quinto y sexto grado en lo que se conoce como Orientierungsstufe ("fase de orientación"). Este tipo de escuela es, en esos estados, la continuación de la Grundschule y se supone que debe ayudar a los profesores a obtener una mejor impresión del aprovechamiento de los alumnos antes de seleccionarlos para los tres diferentes tipos de escuelas del sector secundario I. Este sistema es similar al que se sigue en Berlín y Brandemburgo durante el quinto y sexto grado de escuela primaria.

En la escuela primaria los niños deben desarrollar su potencial intelectual y por lo tanto no se los califica con notas durante los primeros dos años. Los profesores hablan con los padres y evalúan oralmente a los alumnos. Por lo general no suele haber la posibilidad de repetir el año lectivo, ya que la idea es reforzar el aprendizaje a través de la pedagogía y no a través de la repetición del año escolar. Las materias más importantes son alemán y matemáticas, las cuales son complementadas con música y competencias sociales. Aún no existe la diferenciación entre asignaturas y los profesores imparten todas las materias. La Grundschule suele usar una pedagogía innovadora, lo cual se muestra ya en la educación académica para los profesores primarios.


La educación secundaria se divide en nivel secundario I y II. Además los alumnos se separan, según sus capacidades, en tres escuelas diferentes. Los criterios para la selección son las calificaciones alcanzadas durante la escuela primaria y la recomendación del profesor primario. Los niños se distribuyen entonces entre el Gymnasium (instituto que permite luego del décimo tercer año asistir a la Universidad), Realschule (escuela media que permite realizar ciertos aprendizajes de corte industrial) y Hauptschule (escuela media cuya finalización permite realizar aprendizajes artesanales y prácticos).

En algunos estados federales existen además una Gesamtschule (“misma escuela”), la cual en vez de separar a los menores en tres escuelas diversas, los mantiene unidos para ciertas asignaturas, y para otras ofrece niveles diferentes. Al término de la Realschule, después del 10mo grado, y de la Hauptschule, después del 9no grado, los alumnos realizan una formación dual que les permite aprender un oficio tanto en la escuela como en una empresa.

Al terminar el nivel secundario I, los alumnos pueden comenzar un aprendizaje profesional en una escuela vocacional (Berufsschule). Los alumnos asisten a la Berufsschule por lo general solamente de dos a tres veces por semana y el resto de los días trabajan en una empresa. Esto es lo que se conoce como el sistema dual. El concepto atrás de la Berufsschule es que los estudiantes aprendan no solamente teoría, sino también la práctica de la profesión escojida. Sin embargo, es preciso añadir que solamente se puede realizar el sistema dual después de que el alumno haya sido aceptado en la empresa, lo cual el Estado alemán no garantiza. Durante el aprendizaje el estudiante se encuentra registrado en la Cámara de Comercio e Industrias (IHK) y recibe un salario de la empresa donde trabaja. Después de aprobar con éxito los exámenes de la IHK, el aprendiz recibe un certificado y está listo para empezar su vida laboral. El aprendizaje después del sector secundario I tiene una duración de tres años.

Goethe-Gymnasium

El inglés es el único idioma extranjero obligatorio en las tres escuelas del sector secundario I. Luego es posible escoger entre varios idiomas, por lo general latín, español, francés, ruso o italiano.


Hauptschule.

La Hauptschule representa un nivel básico de estudios y tiene una duración de cinco o seis años adicionales (dependiendo del Land). Este tipo de escuela debe preparar al alumno desde el comienzo para una formación profesional. La educación que los alumnos reciben es por lo tanto muy práctica y metódica en comparación con los otros dos tipos de escuelas del sector secundario I. La idea original en que se sustenta es la de seleccionar a los niños según sus capacidades (más prácticas o manuales, o más abstractas o intelectuales). El egreso de este nivel escolar no habilita al ingreso a Universidades, sino que se orienta a trabajos vinculados con lo artesanal: pintura y arreglos domésticos, plomería, zapatería, corte y confección, electricistas, mecánicos automotrices, etc.

Hauptschule


Realschule.

La Realschule tiene una duración de seis años, hasta 10mo grado. Originalmente la Realschule se concibió como el camino intermedio entre la Hauptschule y el Gymnasium y se supone que debe proveer a los alumnos de una educación general de nivel técnico o de asistencia o apoyatura. Los egresados de la Realschule forman entonces la tradicional clase burguesa intermedia. Este tipo de escuela debe cubrir la demanda de trabajadores mejor cualificados para la industria y servicios. Su éxito radica en que ha sabido adaptarse a los cambios en la sociedad, de una economía industrial a una de servicios.

El título obtenido al término de la Realschule también se consigue si se abandona el Gymnasium después del nivel secundario I. Este diploma permite el acceso a mejores formaciones que las de la Hauptschule e inclusive permite continuar con un Fachabitur, un diploma especializado en ciertas asignaturas que permite el acceso a la universidad normal o a una de ciencias aplicadas. Luego de la titulación es posible realizar un aprendizaje de empleado bancario, y de otros muchos sectores industriales y de servicios. Los aprendizajes suelen ser más bien de empleados de saco y corbata, pero también es posible, por ejemplo, realizar una formación en mecánica aplicada.

Por estas razones, la Realschule ofrece muchas oportunidades para sus alumnos y la mayoría de los padres de familia prefiere la Realschule a la Hauptschule.

Realschule


Gymnasium.

El Gymnasium tiene una duración de ocho o nueve años (según el Land) y al terminarlo permite asistir a la universidad. Esta escuela incluye el sector secundario I y el II. Así, el sistema escolar alemán tiene una duración total de Grundschule más Gymnasium de doce o trece años, para los alumnos que se deciden o son recomendados para esta escuela. Hoy en día, la mayoría de los niños salen de la Grundschule para entrar directamente al Gymnasium, ya que éste ofrece el camino más directo al Abitur y ofrece una mayor cantidad de posibilidades profesionales.

El Abitur es el diploma que se obtiene al terminar el Gymnasium con éxito y éste permite asistir directamente a la universidad en toda Europa sin necesidad de exámenes extras o de ingreso. Los exámenes del Abitur son tanto orales como escritos y duran varias horas por materia. Los alumnos tienen por lo general dos semanas de exámenes. En el certificado de graduación aparecen tanto las notas alcanzadas durante los dos últimos grados, como las calificaciones del Abitur. La nota que los alumnos alcancen en este examen es muy importante para su futuro profesional, ya que de ella depende dónde y qué carrera pueden estudiar en la universidad. Para el estudio de la medicina, por ejemplo, se necesita un promedio de 1.2, es decir “excelente”.

Gutemberg-Gymnasium


Otras características.

- En general para todo el sistema educativo, los exámenes son, como en todas partes, supervisados y por lo general se trata de ensayos y no de opción múltiple. Cada examen consiste de dos o tres preguntas de ensayo. Durante el nivel secundario I los exámenes suelen durar dos períodos (hora y media) y durante el nivel secundario II pueden inclusive llegar a durar cuatro períodos (tres horas) sin pausa.

- En los Gymnasiums, existe un aula amoblada como la sala de una casa. Los alumnos del nivel secundario II pueden hacer uso de ésta durante las pausas sin verse molestados por los estudiantes menores. Estas aulas suelen tener una máquina de café y bebidas.

- El arreglo de las aulas y el patio es tarea de los alumnos.

- Clases de computación e informática son muy raras y poco efectivas. Si es que existen, son por lo general tan sólo extracurriculares. Sí son importantes los idiomas, siendo frecuente que los alumnos egresen con un fluido manejos de al menos dos idiomas extranjeros, y frecuentemente tres.

- Es posible, aunque no fácil, cambiar de una Hauptschule a una Realschule y de una Realschule a un Gymnasium. Para ello el alumno de una escuela de nivel inferior deberá realizar un esfuerzo para obtener altas calificaciones en su ámbito, que le permitan la admisión en la escuela del nivel inmediato superior. Inversamente, el bajo rendimiento en un año escolar gravitará en la ubicación del alumno, para el siguiente año, en la escuela de nivel inmediato inferior.

- Al terminar el Gymnasium, muchos recién graduados realizan un año de intercambio, de trabajo social voluntario y los hombres deben hacer obligatoriamente el servicio militar o servicio social. Por lo tanto, la edad promedio de los graduados universitarios en Alemania es superior al promedio europeo.

- Los alumnos tienen aproximadamente entre 30 y 40 períodos de 45 minutos por semana. Muchas escuelas del nivel secundario I y II acostumbran hoy en día a enseñar por períodos de 90 minutos, el cual equivale a dos períodos normales uno tras otro. Los alumnos tienen por lo general 14 ó 15 asignaturas obligatorias, las cuales consisten en dos o tres idiomas extranjeros (el primero se aprende por 9 años y el segundo y tercero mínimo por tres), física, biología, química, matemáticas, música, historia, alemán, geografía, astronomía, ética, deportes y estudios sociales.

- Después de cada bloque hay dos pausas de 15-20 minutos. Un día normal tiene tan sólo 6 horas de clases, sin embargo suele haber días en que los adolescentes tienen 10 horas de clases, hasta las 16h. Los profesores le dedican a las materias complementarias dos horas a la semana y a las materias más importantes tres. En casi todos los casos, la enseñanza del latín ocupa cuatro horas a la semana, y comienza a aprenderse en los últimos 3 años de secundaria.

- Muchos colegios ofrecen además materias novedosas para los alumnos como psicología, ciencias políticas y economía. A partir del Secundario II, deben escogerse adicionalmente al programa tres asignaturas de nivel superior (Leistungskurse), las que ocuparán cinco horas cada una a la semana.

- El Kultusministerium (Ministerio de educación y cultura) es el encargado de la contratación de profesores. La mayoría de los profesores son empleados públicos de por vida, una posición muy codiciada en el mercado laboral.

- La administración de la escuela es competencia de los profesores.

Universidad Humboldt (Berlín)

Universidades.

La tarea fundamental de las universidades es la investigación y la creación de nuevo conocimiento a través de la ciencia. La docencia ocupa un papel secundario que hoy en día se intenta reforzar. Las universidades se organizan en facultades y centros independientes, por ejemplo de idiomas, deportes y soft skills.

El Estado alemán le garantiza a los estudiantes de bajos recursos económicos la financiación del estudio a través de un crédito conocido como Bafög (que se paga con las utilidades producidas con la actividad laboral a su egreso). Además, un sinnúmero de asociaciones ofrece becas para alumnos con calificaciones excelentes.

En 2008 hay en Alemania 1,9 millones de estudiantes universitarios, el 2,3% de la población.

Sobre la situación en la Argentina, aunque se abordará más adelante, dejo esta nota, de 2002 pero con absoluta vigencia:

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=421013