martes, 1 de julio de 2008

34 AÑOS

Un día como hoy, fallecía el Presidente Juan Domingo Perón. Indudablemente, para adeptos, para adversarios y para neutrales, fue para la Argentina la personalidad más señera y gravitante del siglo XX. Como todo gran hombre, y más en lo relativo a estas Pampas, cometió el desatino de morirse a destiempo. Si hubiera tirado un añito más apenas, es muy probable que se hubiera evitado el baño de sangre que después vino y que todavía nos atormenta.
Porque el general debió asumir funciones de manera excepcional, para evitar la traición que se estaba consumando a los principios de su movimiento, y esa pesada carga, agravada por los asesinatos y los hostigamientos, seguramente precipitó su muerte.
Es que lo que pasó a fines de 1973 debió haber pasado en 1970, o a lo sumo 1971, cuando dentro de la interna castrense se había resuelto la asunción de Aramburu para pacificar al país mediante el simbólico abrazo y la transmisión de mando a Perón. Así se había arreglado en París en 1970 entre los dos ex compañeros de armas, pero el sugestivo asesinato del golpista, cometido por una organización hasta entonces desconocida que se autosindicaba como "peronista" pero que obedeció a oscuros propósitos, truncó su regreso triunfal.
Porque su acción política siempre estuvo signada por los principios de la concordia y de la unidad nacional; y esos principios son los que venimos a rescatar un día como hoy, sumergido en una etapa muy triste de nuestra Patria, para que no sean olvidados.
A continuación, entonces, se transcriben algunos fragmentos de Conducción Política provenientes de la edición de 1966 (obviamente, sin cita de editorial porque regía la proscripción y la quema de libros). Entre paréntesis al final de cada texto, las referencias al paginado. Los resaltados son del original. Los escasos subrayados son nuestros. Alguna acotación que nos hemos permitido figura entre paréntesis, en cursiva.
LOS OBJETIVOS SIN VALOR

Otro asunto que a menudo olvidan los hombres en la conducción –y ustedes han de haberlo observado mil veces- es que hay personas que tienen temas fijos. Se ocupan de cosas sin importancia, se ven atraídas por un objetivo que no tiene valor, y por él desprecian los verdaderamente importantes.

Eso es muy común en los hombres, porque el hombre no solamente tiene criterio para discernir, sino que tiene también pasiones que lo arrastran; y las pasiones lo llevan, generalmente, hacia los objetivos secundarios. Muchas veces un político, por perseguir a otro, ha perdido toda su acción política. Se hundió é por otro, sin alcanzar el objetivo que persiguió; perdió todo lo que buscaba.

Esto es un asunto muy importante, porque contiene la razón misma de ser de la conducción. Y también está en la naturaleza del hombre. El hombre suele ser pasionista por naturaleza y aun por costumbre. Y el conductor no puede tener esa clase de defectos. (Pág. 178).

Otra relación con los hermanos uruguayos fue posible...

EL CONDUCTOR Y EL CAUDILLO

[El conductor de pueblos] tiene que ser, además de un hombre que conduzca, un hombre que sepa enseñar, que sepa formar al pueblo, que sepa organizarlo y que sepa, finalmente, conducirlo. Por eso creo que los conductores de la política, en la Argentina, han sido muy pocos.

¿Por qué pienso así?

Porque hemos llegado hasta esta altura y vemos que el pueblo argentino no está todavía ni formado, ni instruido, ni organizado para posibilitar esa conducción.

Nosotros hemos tenido caudillos, no hemos tenido conductores. Si hubiéramos tenido conductores, el pueblo ya estaría educado, formado, organizado, y sería fácil conducirlo. Por eso no lo podemos conducir ahora con un sentido técnico. Somos capaces de hacer una diablura o una acción popular, pero no somos capaces de construir una obra perfecta a través de los años.

Es decir, somos luchadores de montonera; no somos luchadores constructivos de una organización permanente.

Por eso tenemos todavía el sentido gregario y no el sentido técnico de la conducción.

¿Para qué es ese sentido técnico? Para dar continuidad a las obras y a la existencia misma de la organización y de la conducción dentro del país. Sin esa educación el pueblo no irá muy lejos; cambiará de caudillo, pero no hará nada permanente.

Si los hombres de la conducción no fueran capaces de organizar una acción permanente dentro del pueblo, no serían conductores, serían caudillos.

La diferencia que existe entre el caudillo y el conductor es natural. El primero hace cosas circunstanciales y el segundo realiza cosas permanentes. El caudillo explota la desorganización y el conductor aprovecha la organización. (Pág. 181).

VALORES ESPIRITUALES DEL CONDUCTOR (Fines y Medios. Media vuelta de tuerca a Maquiavelo)

En cuanto a los valores espirituales del conductor, lo que puede afirmarse en ese sentido es que un conductor puede carecer de preparación, pero no puede carecer de valores morales.

Si carece de valores morales, no es un conductor, porque los valores morales, en el conductor, están por sobre los intelectuales, porque en la acción la realización (fin) está siempre por sobre la concepción (medios).

Muchas veces una mala concepción (medios) realizada sistemáticamente y tenazmente llega a un buen resultado, pero una buena concepción (medios) con una mala realización (fin) no llega nunca a nada.

Esa es la razón por la cual, en el hombre de arte y en el conductor, la acción está siempre por sobre la concepción. Puede tener carencias intelectuales, pero lo que no puede tener son carencias morales, porque sin valores morales no hay conductor. (Pág. 183)


TRABAJAR PARA LOS DEMÁS

Quiere decir que esta complicada personalidad del conductor presupone muchas cosas que son muy difíciles de cumplir.

Es indudable que el conductor debe saber, en política, que él trabaja para los demás.

En esto, hay dos clases de hombres: aquellos que trabajan para sí mismos y los que trabajan para los demás.

El conductor que trabaje para sí mismo no irá lejos.

El conductor siempre trabaja para los demás, jamás para él.

Porque si él se obsesiona con su conveniencia, abandona la conveniencia de los demás, y cuando ha abandonado la conveniencia de los demás, falta poco tiempo para que los demás lo abandonen a él.

Por esa razón son dos las condiciones fundamentales del conductor: su humildad para hacerse perdonar por los demás lo que no hace por ellos; y su desprendimiento, para no verse nunca tentado a trabajar para sí.

Estas condiciones, que parece que no tuvieran importancia, la tienen –y extraordinaria- en el conductor político.

No ocurre lo mismo en un conductor militar, para quien son secundarias.

En el conductor político esto es quizá lo más fundamental. (Págs. 185-186).


EL ARTE DE CONVIVIR

El conductor político nunca es autoritario ni intransigente.

No hay cosa que sea más peligrosa para el político que la intransigencia, porque la política es, en medio de todo, el arte de convivir, y, en consecuencia, la convivencia no se hace a base de intransigencia, sino de transacciones.

En lo que uno debe ser intransigente es en su objetivo fundamental y en el fondo de la doctrina que practica.

Pero debe ser alta y profundamente transigente en los medios de realizarla, para que todos, por su propio camino, puedan recorrer el camino que les pertenece.

El conductor político nunca manda; cuando mucho, aconseja; es lo más que se puede permitir.

Pero debe tener el método o el sistema necesario para que los demás hagan lo que él quiera, sin que tenga que decirlo.

Quien conduce en política de otra manera choca siempre, y en política el choque es el principio de la destrucción del poder.

En ese orden de cosas, creo que la base es la lealtad y la sinceridad.

Nadie sigue al hombre a quien no cree leal, porque la lealtad, para que sea tal, debe serlo a dos puntas: lealtad del que obedece y lealtad del que manda.

El engaño es un arma muy traicionera, en política, y por otra parte, como dicen los italianos: “le bugie anno le gambe corte”.

En esa lealtad y sinceridad, el conductor debe tener grabado profundamente en su alma el amor al pueblo y a la Patria, porque ésa es la base para que él tenga en su alma un sentido perfecto de la justicia. (Págs. 186-187)


LA JUSTICIA DE LOS HOMBRES

Entiendo que el conductor debe tener encarnada en sí mismo la verdadera justicia, la justicia humana, la justicia de los hombres, con todos los defectos y virtudes.

Eso no debe conocerlo, sino sentirlo, porque en sus manos está el discernir los honores y la dignidad a quien le corresponda, porque, como decía Aristóteles: “La dignidad no está en los honores que se reciben, sino en los honores que se merecen”.

De manera que el conductor debe comprender claramente que su justicia es la base de las buenas relaciones, del respeto que por él tengan y de la aglutinación natural de la masa que conduce.

Sin este sentido innato de la justicia, nadie puede conducir.

Si el conductor debe ser también un maestro, debe enseñar; y debe enseñar por el mejor camino, que es el del ejemplo.

No delinquiendo él, no formará delincuentes.

Porque, en la conducción, de tal palo ha de salir tal astilla.

[El conductor] debe inspirar respeto por el respeto que él guarde a los demás, que es la mejor manera de ser respetado.

Un respeto cariñoso, pero respeto.

Respeto en lo que el hombre tiene de respetable; porque algunos respetan las formas; yo soy partidario de respetar el fondo de las cosas y de los hombres. (Págs. 187-188).

LUCHAR POR UNA CAUSA

Por esa razón, el conductor, que debe ser un luchador, no lucha nunca en forma personal.

Él lucha por una causa.

Por eso, cuando algo anda mal, él no se debe ofender personalmente.

Él debe mirar, desapasionada, inteligentemente, cómo corregir el error en beneficio de la causa que persigue.

Cuando algunos políticos reaccionan violentamente y luchan entre sí, no están trabajando por la causa de todos: están trabajando por la causa de ellos. (Pág. 189).

En política no hay por qué enojarse, puesto que uno no persigue intereses personales.

No hay en esto por qué tomar las cosas a la tremenda; no conduce a nada. (Pág. 190).

La pasión es, generalmente, producto de un sectarismo.

Cuando el hombre que conduce toda la política se sectariza, pierde la mitad de las armas que tiene para defenderse.

En segundo lugar, cuando obedece a su pasión, abandona la conducción de todos, para dirigirse a un sector que es el que lo apasiona.

Ése no es un conductor. (Ibídem).

El buen conductor es siempre reflexivo y profundo.

El audaz y el impulsivo no tienen las condiciones del conductor, porque debe manejar hombres, y no hay nada más difícil que manejar a los hombres (Perón, obviamente, se refiere a manejar hombres prescindiendo de las dádivas y los subsidios).

Es necesario emplear toda la ciencia, todos los valores morales y toda la conciencia que uno tiene para poder manejarlos bien. (Pág. 193).

SISTEMA DE LA CONSTRUCCIÓN

(…) Eran más bien de una orientación de fondo marxista, y como tal pugnaban un tipo de revolución distinto al nuestro.

Se inclinaban más hacia la lucha de clases y la destrucción de un sinnúmero de valores que la nacionalidad tenía creados.

Yo no compartía esas ideas.

Creía que la lucha de clases es un agente de destrucción y no de construcción, y, la humanidad para ir a un puerto seguro no debe emplear nunca el sistema de la destrucción, sino el de la construcción. (Pág. 290).

Todos los conflictos y luchas dentro de una colectividad destruyen y no construyen.

De manera que el secreto está en asegurar la justicia, que es la única forma de suprimir la lucha.

Señores: Cuando yo fui a la Secretaría de Trabajo y Previsión, repito, la gente que iba conmigo no quería ir hacia donde iba yo; ellos querían ir a donde estaban acostumbrados a pensar que debían ir (hacia la lucha de clases).

Yo no les dije que tenían que ir a donde yo iba; yo me puse delante de ellos e inicié la marcha en la dirección hacia donde ellos querían ir; durante el viaje, fui dando la vuelta, y los llevé a donde yo quería… (Pág. 291).

15 comentarios:

MM dijo...

Muy buena selección de textos!!!

Cuándo llegará el día que bajen las pasiones y comiencen a descubir (y a leer) al genio estratega, al filósofo y al humanista que había en Perón?

"Vengo como un león herbívoro, descarnado, como prenda de paz de los argentinos", nadie le dio bola.

Saludos!

José Luis dijo...

Groncho, Occam...

Coincido totalmente en que Perón fue un estratega genial. Fuera de todo molde.

No obstante creo que el Perón filósofo y el humanista siempre estuvieron subordinados al Perón estratega.

Perón también tuvo (él y Eva) alocuciones explosivas, odiantes, literal y efectivamente incendiarias. ¿Cuál fue Perón, el "león herbívoro" o el "5 por 1"? ¿El dueño de los dos poodles o el fundador de la AAA? ¿El de la "música maravillosa" o el de "leña, leña"?

Un abrazo,
JL

destouches dijo...

Excelente, Occam. Coincido con Mr. Groncho en que son pocos los que han leído y entendido a Perón. Para bien o para mal siempre dominaron las pasiones en torno a su figura. Es paradójico: justamente él que intentó explicar racionalmente el difícil arte de la conducción política, no logró que impere la racionalidad entre sus seguidores y detractores.

perogruyo dijo...

Los hombres libres no necesitan ser "conducidos". Sòlo establecen relaciones voluntarias de asociaciòn con un fin determinado y se hacen responsables de sus decisiones.

La doctrina de Peròn es sólo doctrina "militar". No es para hombres libres.

destouches dijo...

Posiblemente, no lo necesiten los hombres libres, pero ciertamente sí las comunidades. Las dos grandes ideologías triunfantes del siglo XX (liberalismo y marxismo) precisamente coinciden en desconocer a los pueblos y comunidades como realidades ontológicas. El único actor de la historia es el hombre aislado, siempre igual a sí mismo, reconvertido de sujeto portador de derechos en "homo aeconomicus". El peronismo se inscribe en una tradición política (si se quiere marginal en la segunda mitad del siglo XX), que pone el foco sobre las comunidades, no en abstracto, sino sobre cada pueblo y sus particularidades, tratando de indagar en su historia y sus tradiciones, en su idiosincracia en suma, cuál es la mejor manera de organizarse y darle entidad a esa empresa colectiva que es una nación. Esto requiere un conductor, o al menos elites dirigentes capacitadas, como sostenía Pareto.

perogruyo dijo...

Las comunidades o redes de hombres con identidad de sentido y útiles al resto de sus semejantes se llaman empresas. Las empresas, siempre que fueran competitivas y no tuvieran patentes de corso otorgadas por el Estado, devinieron y son el factor más poderoso de renovación de las sociedades y de creación de riqueza. No lo fué nunca el Estado concebido por Perón ni el marxista, por supuesto, y no lo son las corporaciones.
El resultado de la "conducción" al estilo de Perón lo que produjo es moyanos, cavalieris, barrionuevos, kirchners, rodriguez-saás, duhaldes, paoloroccas, macris, etc, etc.. Estos "conductores" son los únicos que lograron la movilidad social y prosperidad prometida, a costa de sus "conducidos" y a través de las "zonas liberadas" que son los sindicatos monopólicos y empresas de amigos y otros feudos. Crea "otras" oligarquías en reemplazo de otras.
El hombre libre posee una alta estima de sí mismo y, reitero, no necesita, ni quiere, que lo "conduzcan" como borrego.
El manual de conducción política evocado en la entrada es un manual de viveza criolla o si se quiere de "maniobra política" esencialmente táctico y el único sentido estratégico que implica, a mi entender, es el considerar que existen dos tipos de hombres: los que conducen y los conducidos que es una contradicción con los fines que dice perseguir. No busca la "promoción" de los conducidos, sino la perpetuación de su condición así como la de preservar la del líder (conductor). Los resultados están a la vista.

Occam dijo...

Gracias por todos los comentarios.
Las concepciones anarcoliberales de josé álvarez son realmente interesantes, y las hemos visto fructificar y prosperar en ámbitos múltiples desde hace más de medio siglo. Hoy día, diríamos, resultan casi uniformes. Pero eso ciertamente no fue así en el pasado.
Toda polémica al respecto siempre chocará contra encrucijadas semánticas y axiológicas, ya desde el mismo principio de cada formulación, por lo que se torna ociosa cualquier discusión en tal sentido, por lo menos de mi parte.
Simplemente, evocaré al filósofo en cuyo honor construí mi nick, Guillermo de Occam, y su querella a los universales. Como nominalista que me considero, me cuesta categorizar al mundo en arquetipos universalmente válidos: por ejemplo, "el hombre", "la libertad", que son los empleados para el caso. Su promiscua aplicación, creo, conduce a las formas más sutiles de totalitarismo. ¿Libertad para qué? ¿Libertad respecto de qué? ¿Es libre solamente quien persigue y realiza su interés individual? Y más importante: ¿Es libre el hombre para definir cuál es ese interés? ¿Y ese "hombre libre", qué tipo de hombre es? ¿Un permanente migrante en busca de la mejor oferta, en busca del mejor panorama de confort, en busca de algún oasis eléctrico? ¿Las relaciones humanas están condicionadas exclusivamente por el interés? ¿Debe Pedrito dejar a sus padres e irse a vivir con la familia de Juancito porque allí sirven comida más rica y tienen televisor de plasma?
En fin, muchas preguntas. Entramos en una cuestión filosófica esencial, que seguramente más adelante desarrollaré. Otra vez muchas gracias a todos. Las polémicas inteligentes son el mejor disparador para la inteligencia colectiva, para hacernos más "libres". En eso adhiero a los sofistas de Atenas, que luego de la pérdida de su conducción política (Pericles) se esfumaron pintorescamente en el berenjenal de la humanidad migrante, hasta que ya no fueron.

Hegeliano dijo...

Se me plantea una pregunta, ¿que nos hace necesitar a los argentinos "ser conducidos"?

Que me diferencia de un australiano o un noruego, que me tienen que adosar un conductor que me diga que hacer pensar u opinar?

Saludos

Mi campaña

DEJEN AL GRONCHO EN PAZ

destouches dijo...

Hegeliano:

Argentina es un país que está en su adolescencia política. En ese sentido, necesita imperiosamente de dirigentes (aunque toda nación los necesita, por cierto). Me refiero a esas personas capaces de concebir un proyecto estratégico de país y llevarlo a cabo. Poco interesa que los llamemos conductores, elites, dirigentes, políticos, estadistas, representantes. En cada país, este tipo de liderazgo se expresa de diferente nombre y tiene diferentes características, por aquello del nominalismo que tan bien explica Occam. Lo que se necesita es que aparezca esa clase de hombres, dotados de un especial sentido del sacrificio y del patriotismo e interesados por el destino común y la grandeza de un pueblo, aun después de su propia desaparición física. Este tipo de personas no es común; en este sentido hay una suerte de fatalismo en la vida de las comunidades que explica -por ejemplo- que no se haya encontrado un sistema de sucesión de poder perfecto (Churchill decía: "la democracia es el peor sistema del mundo, excepto los demás", para ilustrar esto). El último integrante (en sentido cronológico) de esta clase de hombres de Estado en la Argentina fue Perón (que se une a un reducido grupo conformado, por ejemplo, por Rosas, San Martín, Roca). Observe que la ausencia de estadistas (o conductores, como prefiera; Perón no fue el único) de Perón hacia acá explica mucho mejor la decadencia argentina que todas esas teorías unicausalistas y economicistas que pretenden culpar de todo al peronismo. Sólo basta reparar en que EE.UU. es quizá el ejemplo contemporáneo más elocuente de la necesidad de esas elites. Lo que ha distinguido a este país en el último siglo es la cohesión y fortaleza de su clase dirigente, antes que su presunta democracia (de la que no participa más que un reducido porcentaje de su población). Esa clase dirigente ha contribuido a engrandecer su nación y a consolidar su liderazgo mundial, lo cual no significa obviamente que este liderazgo haya resultado positivo para el resto del mundo. Es también significativo que en los años 40 y 50 EE.UU. se haya ensañado particularmente con Argentina, saboteando sistemáticamente sus posiciones e intereses (como lo explican con abundantes ejemplos Carlos Escudé y Vicente Massot, es decir dos autores insospechadamente no peronistas). Nadie gasta pólvora en chimangos. En fin, como ya señalé, Wilfredo Pareto ha desarrollado la teoría de las elites mucho mejor que estas breves líneas.

Occam dijo...

Hegeliano:
Muy buena pregunta. Se puede responder por omisión, ya que nuestra realidad demuestra que hace mucho que no somos conducidos por nadie a ninguna parte. Y que bien nos arreglamos solitos, por espontaneidad y vacilaciones del humor.
A otros países menos serios los conduce una élite coherente que ha asegurado sucesión y continuidad. Me refiero a EE.UU., a Alemania, a Chile, al mismo Brasil.
Igualmente el mismo "Conducción Política" aclara el carácter fáustico del conductor, en el capítulo titulado "La creación y la estabilización": "Es difícil que un conductor, que es un hombre hecho para crear, se someta a la necesidad de esperar la estabilización para no seguir reformando. Todo reformador, ya que la reforma es en el fondo la base fundamental de la creación, se hace sobre formas hechas, reformando, creando nuevas cosas.
"Este es un asunto que en el conductor político tiene una importancia extraordinaria: que no se deje devorar por la fiebre de la creación, porque entonces lleva al caos, de la misma manera que no debe caer en el extremo opuesto, porque entonces no hace nada".
O unos renglones antes: "Por eso un conductor es maravilloso para crear, pero peligroso para estabilizar, porque tiene fiebre de la creación, y en las creaciones de los hombres es necesario pensar que hay un alto grado de importancia en la perfectibilidad que presupone la creación permanente, pero que también hay un grado importante en la estabilidad, porque estar empezando siempre no es cosa de cuerdos" (y agrego yo: es nuestra triste realidad desde hace décadas, por la cual tenemos ingresos per cápita iguales a la década del '60, y el PBI 2007 no alcanzó aún al PBI 2001).
Antes aún: "Conducción y gobierno. Dos artes bastante diferentes una de otra. La conducción es la lucha y el gobierno es construcción".
Y también: "Yo divido el gobierno en dos acciones: la acción administrativa y de gobierno y la acción de lucha. Esta última es la que permite la administración de gobierno. Si no triunfo en la lucha, no llegaré muy lejos en la acción de gobierno.
"Pero no se pueden mezclar las dos. Este ha sido el defecto de los gobernantes anteriores: mezclar la lucha política con la administración y de gobierno. Mezcladas, una interfiere y molesta a la otra, la destruye, la perjudica. Si uno quiere hacer gobierno para la política, volvemos a lo de antes y nos desprestigiamos como gobernantes y administradores, y no nos prestigiamos como políticos".
Muy actual, por cierto. Lástima que nadie lo lee.
En fin, no quiero parecer predicador evangélico, sacando un salmo como respuesta a cada duda del rebaño. Ni creo que Perón haya escrito o disertado de forma religiosa (como sí lo hizo el marxismo). Se trata nada más de desempolvar viejos conceptos que -por lo negativo- siguen imperturbablemente vigentes ante los desvaríos de quienes invocan su nombre.
En fin, un aporte del pensamiento político de un tipo que se la sabía lunga, más allá de cualquier prejuicio o desagrado que pueda imperar respecto de su persona en quien lo lee.
Conocer, reflexionar, respetar, son las claves para que un pueblo no se transforme en vulgo...

perogruyo dijo...

Le agradezco Occam que me haga pensar.

Habla de los "universales" como de "commodities" y los hombres no somos commodities, somos individuos únicos e irrepetibles cuya herramienta para vivir es razonar, para decidir y luego actuar de acuerdo a nuestras propias interpretaciones del mundo. Sostengo que, en principio, no creo en ningún "iluminado" que defina mis necesidades y no lo quiero para mí y por simpatía tampoco para mis semejantes. Ahí es justamente donde reside la ética de la propuesta liberal: considerar al otro como un auténtico otro detentador de su propia interpretación de la realidad y por esa misma razón sujeto de respeto. A partir de allí las personas pueden establecer relaciones de ganar-ganar y acuerdos de convivencia.

Por otra parte siempre habrá quién quiera vivir en la comodidad de obedecer al costo de su autoestima, para después quejarse de su suerte.

Le recuerdo que no hay nada menos caótico, anárquico y democrático que una empresa competitiva. A pesar de ello y en la medida que sea realmente competitiva, constituye un sistema que da respuesta, creando valor, a las necesidades de la sociedad y sus integrantes. Concedo que no es suficiente, pero como diría Pareto es el 80%, masa crítica que se necesita para caracterizarla como lo hice.

El "empresario" competitivo sí es un creador y su prueba de fuego es su supervivencia en el mercado.

Lamento disentir con las características estratégicas del pensamiento de Perón, ya que la realidad actual me demuestra a qué nos llevó y a qué nos llevará cada vez que decidamos materializarlo.

Respeto sus consideraciones y su nostalgia, no las comparto.

Occam dijo...

Gracias otra vez, josé álvarez, por su respeto y su opinión.
No creo ser nostálgico por homenajear el pensamiento de alguien muerto hace 34 años. Justamente, uno de los principios del individualismo más rancio es que reduce nuestra existencia al fugaz segmento comprendido entre nuestro nacimiento y nuestra muerte, diferenciándonos, apenas apenitas de las larvas y las crisálidas, que viven un poco menos.
De qué ha de servir para configurar nuestra circunstancia individual contemplar el pasado o perturbarnos por el futuro, si en 50 años no seremos. Que se preocupen de ello quienes nos siguen.
Nostálgico no puedo ser de una etapa que ni recuerdo, como no soy nostálgico ni de Aristóteles, ni de Julio César ni de Napoleón.
Como bien he dicho, se trata de descarnar las ideas, de sacarse los prejuicios y leer sin miedo. Pero bueno, también uno es libre de no hacer nada de todo ello. Nadie se lo impide.
Bertrand de Jouvenell decía, y yo comparto, que el Estado es el que forma a la sociedad, y no que ésta lo precede. Ejemplos abundan en ese sentido en la historia, y la refutación tan sólo ha sido teórica con las teorías del contractualismo y el ser salvaje.
Pero quizás sea como Usted dice. Ya será hora de abandonar los conceptos de Estado, de sociedad, de pueblo y de política y reemplazarlo por los de Empresa, empleados, accionistas y gestión.
Pero por ahora, y sólo por ahora, me parece que yo hablo de cucharas y usted habla de damascos.
He ahí la razón de lo que dije más arriba. Inútil polemizar.
Cordiales saludos, y otra vez gracias por su tiempo.

En fin, cada cual con lo suyo.

Hegeliano dijo...

Creo entender que el alter ego del politico de barricada del 5 x 1 y otras barbaridades por el estilo, escribio esto, y con este manual de bridge impecable, los conocimientos absorbidos del manual, por la clase politica sucesora de Peron, en su trajinar de sobaco a sobaco, convirtieron ese juego en un puto partido de truco en donde la "elite" dirigente juega a ver quien caga a quien, eso si siempre en nombre del "pueblo"
Me gusta disentir asi cordialmente
Un saludo

Gabriela dijo...

NO. No comulgo con Perón ni con que fue un gran hombre.

si con que se muriò a destiempo, porque él solito se tendría que haber hecho cargo de los terroristas que generó, los echò de la Plaza pero con eso no alcanzó y ahora nos dan clases de oratoria paraditos tras atriles y acomodando micròfonos.

Coincido con José Luis en que fue un estratega genial, el tipo supo nadar entre tiburones sin ningùn problema, obtener réditos personales y salir bien parado; al punto que se lo sigue idolatrando.

Pero - para mí - fué un crápula.

Un lujo leerlos y espero que por más que no comulgue con las ideas políticas no me saquen a escobazos.

saludos!

Occam dijo...

Al contrario, Gabriela, siempre serás bienvenida en este espacio. Ya te he dicho en otro lado que admiro tu inteligencia y tu sentido del humor. Ahora te digo que lo que más me atrae de las personas es la inteligencia y no las ideas políticas. Hay un punto en la estratificación de las relaciones, en donde los grandes se encuentran a tomar mate fuera de las boludeces contingentes: Borges, Margueritte Yourcenar y Ernst Jünger eran amigos muy cercanos.
Es muy bueno que los argentinos nos encontremos, y enterremos de una vez a todos nuestros muertos, y en honor de su memoria (infausta o afortunada) hagamos un país de este amontonamiento.
Saludos