martes, 30 de noviembre de 2010

Micros-Macros


Se acercan las fiestas, pródigas en feriados periféricos, y es muy probable que el 23 se sume al 24 de diciembre para hacer un fin de semana largo de 4 días, y que algo parecido ocurra con el 30 y el 31, para luego continuar con la temporada estival de vacaciones. Todo ello suma a los temas de siempre el asunto del costo de los boletos de los buses de larga distancia, que los argentinos llamamos, vaya a saberse por qué, “micros” (cuando son justamente los más grandes de toda la gama de omnibuses, lo que en todo caso ameritaría el apelativo de “magnos”).


Todavía recuerdo mis primeros viajes después de terminada la secundaria, a visitar unos parientes (en verdad, unos amigos que eran como de la familia) en el interior. Para hacer unos 700 km, en el mejor “micro” de la época (3 asientos por fila, uno individual y otro doble), denominado “Súper-cómodo”, gastaba $ 35, que para la época, con la Convertibilidad flamante, eran por supuesto 35 dólares.



Luego, a partir de 1993, con la desregulación de la época, fueron apareciendo otros servicios, denominados “Ejecutivos”, que tenían doble piso, butacas muy amplias y reclinables, y un montón de paqueterías, como almohadita, frazada, y a veces hasta una azafata y comida caliente. Esos servicios de alta gama se situaban en torno a los $ 45, y no podían ser mucho más caros, porque LAPA cobraba el pasaje en avión, entre $ 55 y $ 75 de acuerdo al horario y la banda negativa.




Pasados esos precios a dólares, en la nueva Convertibilidad del 4 a 1 se trataría entonces, de $ 140 para el “Súper-cómodo” y de $ 180 para el Ejecutivo de la azafata y la comida caliente.

Sin embargo, los pasajes en el equivalente al “Súper-cómodo” (lo que a partir del DNU Nº 2407/02 es “Semi Cama”, para ese mismo destino, salen $ 190, y los pasajes equivalentes al “Ejecutivo”, es decir, “Cama Suite” salen $ 250. Es decir, un 35,7% y un 38,9% más caros, respectivamente, que la simple multiplicación de los precios de la Convertibilidad x 4.

Más precisamente, significan una multiplicación de los respectivos precios x 5,43 (el Semi Cama) y x 5,56 (el Cama Suite). Lo que sugiere una eurización de la evolución de los precios, antes que una dolarización.

Claro que es difícil establecer, con los pasados tiempos, una comparación eficaz, pues regían por ese entonces las bandas tarifarias, que permitían una gran variabilidad de las tarifas, dependiendo el día en que se viajaba, la estacionalidad, etc.

Ahora las bandas tarifarias han desaparecido, y la variabilidad se reduce a un 5% máximo (Resolución de la Secretaría de Transporte Nº 181/2010).

El perro, en tanto, se lo meten al usuario con las categorías de los vehículos. Por empezar, ya no hay prácticamente disponibilidad en vehículos de baja categoría (y por tanto, más económicos). El mismo progreso tecnológico los ha sacado del mercado. De modo tal, que si antes uno estaba seco y necesitaba viajar, disponía de algún servicio a la mitad del valor del más caro. Ahora la diferencia de precio máxima verificable entre el mejor y el peor servicio es del 30 al 33%, y de los más malos casi no hay. Al menos en los papeles, porque te venden pasajes en coches que teóricamente son casi platos voladores, y cuando te subís, tenés espacio sólo para doblar las rodillas como costurera y reclinarte 45º.

A continuación, se expone un desarrollo de la evolución tarifaria post-devaluación, el cual es bastante ilustrativo acerca del comportamiento del Estado, en su faz regulatoria, frente al fenómeno inflacionario que paralelamente dice desconocer o considera una mera sensación de clase media… Es claro, los pobres deben viajar a lomo de burro o en la caja vacía de un camión.



Esa variabilidad tarifaria, es decir, inflacionaria, demuestra un incremento interanual de las siguientes características:

Año

Incremento interanual promedio

2002

40%

2006 (*)

47%

2007

35%

2008

57%

2009

36%

* El incremento 2002-2006, de alrededor de 140%, está prorrateado entre los años 2003, 2004 y 2005.


Evolución de las tarifas de los micros de larga distancia.

Modificaciones en la tarifa de referencia:

1) Decreto Nº 2407/2002

Fecha: 28 noviembre 2002

Incrementos según servicio:

-Común con Aire: + 40%

-Semi Cama y Cama-Ejecutivo: + 40%

-Cama Suite: + 40%

Razones enunciadas: “Los grandes desequilibrios producidos en los últimos años en todos los ámbitos de la economía nacional generaron una situación de crisis general de tal gravedad y magnitud que determinó la sanción de la Ley Nº 25.561, que establece la emergencia pública y la reforma del régimen cambiario, con el objeto de que el Poder Ejecutivo Nacional proceda al reordenamiento, reactivación, crecimiento y reestructuración del sistema económico, financiero, cambiario, social y administrativo del Estado Nacional. Este marco coyuntural afectó profundamente a las empresas de capitales privados que operan como permisionarias del sistema de transporte automotor de pasajeros de larga distancia. Particularmente, los motivos de la crisis arraigada en el sector son, entre otros, la restricción crediticia general que impide el financiamiento de la actividad; el efecto de la devaluación de la moneda que produjo incrementos en los precios y dolarizó el valor de los repuestos, modificando la estructura de costos, por consecuencia; el colapso de las empresas aseguradoras que trasladó los pasivos por indemnizaciones contratadas a las aseguradas; la creación de nuevos impuestos y el aumento de los existentes que incrementó la presión tributaria; la disminución de la demanda de servicios y la proliferación de la oferta de transporte irregular y clandestino, entre otros de menor envergadura”.

2) Resolución de la Secretaría de Transporte Nº 608/2006

Fecha: 8 septiembre 2006

Incrementos según servicio:

-Común con Aire: + 82%

-Semi Cama y Cama-Ejecutivo: + 96%

-Cama Suite: + 110%

Razones enunciadas: “actualmente las empresas del sector deben afrontar un significativo y creciente aumento de los costos salariales”.

3) Resolución de la Secretaría de Transporte Nº 498/2007

Fecha: 1 noviembre 2007

Incrementos según servicio:

-Común con Aire: + 114,2%

-Semi Cama y Cama-Ejecutivo: + 129,6%

-Cama Suite: + 145%

Razones enunciadas: “actualmente las empresas del sector deben afrontar un significativo y creciente aumento de los costos salariales”.

4) Resolución de la Secretaría de Transporte Nº 726/2008

Fecha: 30 septiembre 2008

Incrementos según servicio:

-Común con Aire: + 185%

-Semi Cama y Cama-Ejecutivo: + 203,5%

-Cama Suite: + 222%

Razones enunciadas: “actualmente las empresas del sector deben afrontar un significativo y creciente aumento de los costos salariales”.

5) Resolución de la Secretaría de Transporte Nº 257/2009

Fecha: 3 diciembre 2009

-Común con Aire: + 213%

-Semi Cama: + 259,5%

-Cama-Ejecutivo: + 287,5%

-Cama Suite: + 341% (4,4 veces)

Razones enunciadas: “Estudio de mercado” realizado por la CNRT.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Globalización de la pavada




Sobre los efectos de la "vieja modernidad", es decir, ese sistema de pensamiento igualitarista y humanitario que se encuentra acorralado y sin respuestas ante los desafíos concretos que plantea la historia en este tiempo, se han explayado múltiples autores inconformistas, principalmente desde Francia, hace ya más de una década. Guillaume Faye ha abordado la cuestión de la globalización de las penurias y las situaciones disfuncionales y nocivas, que tienden a generalizarse aun en el líricamente llamado "Primer Mundo", que sin embargo va en un camino cierto y acelerado hacia los bolsones de contigüidad territorial con un tercer mundo en el mismo territorio.

Guillaume Faye


En El Arqueofuturismo (Les Editions de L'Æncre, París, 1998), l'enfant gâté del pensamiento galo expone algunas percepciones con clara tendencia incremental geométrica:

La colonización de población del hemisferio Norte por los pueblos del Sur, cada vez más importante a pesar de las afirmaciones tranquilizadoras de los mass-media, está cargada de situaciones explotadoras, sobre todo en conjunción con el hundimiento de las Iglesias en Europa, hoy tierra de conquista para el Islam; el fracaso de la sociedad multirracial, siempre más multirracista y neotribal; la metamorfosis progresiva etnoantropológica de Europa, verdadero cataclismo histórico; el retorno del pauperismo tanto al Oeste como al Este; la progresión lenta, pero constante, de la criminalidad y del consumo de estupefacientes; la pulverización continua de las estructuras familiares; la decadencia de los cuadros educativos y de la calidad de los programas escolares; la herrumbre en la transmisión de los saberes culturales y de las disciplinas sociales (barbarización y descompetencia); la desaparición de la cultura popular en provecho de la lobotomización de las masas pasivas por la galaxia electroaudiovisual (Guy Debord se suicidó porque vio cumplirse sus predicciones reflejadas en Société du Spectacle, escrito en 1967); la decadencia continuada de los tejidos urbanos y comunitarios en provecho de zonas periurbanas imprecisas sin coherencia, ni legalidad, ni seguridad; la instalación, particularmente en Francia, de una situación endémica de motines urbanos -más graves que Mayo del 68- ; la desaparición de toda autoridad civil en los países de la antigua URSS, víctimas del fracaso económico. Todos estos fenómenos se conjungan en un momento en donde los Estados-Nación pierden su autoridad soberana sin conseguir frenar el pauperismo, el paro, la criminalidad, la inmigración clandestina, la potencia creciente de las mafias y la corrupción de las clases políticas; y en un momento en que las elites creativas y productivas, presas del fiscalismo y de la vigilancia económica, sueñan en el gran viaje americano. Una sociedad cada vez más egoísta y salvaje, en camino del primitivismo, paradójicamente tapada por el discurso de la “moral única”, angelical y pseudohumanitaria.


Guy Debord


Para a continuación explayarse sobre los efectos económico-demográficos del individualismo narcisista que se agudizan y de los que hemos hablado algo en el pasado post:


Jubilados en Grecia, 2010.


A partir de 2010, el número de activos será insuficiente para financiar a los jubilados del “papy-boom”. Europa se hundirá por el peso de los ancianos; pero más aun: en los países envejecidos, la economía estará debilitada y “handicapada” por la financiación de los gastos de salud pública y de las pensiones de los ciudadanos improductivos; además, el envejecimiento deseca el dinamismo tecnoeconómico. La ideología igualitaria de la (vieja) modernidad ha resultado un impedimento para solucionar esta situación catastrófica, debido, sobre todo, a dos de sus dogmas: el antinatalismo (este etnomasoquismo), que censuró las tentativas de recuperación voluntarista de la natalidad, y el rechazo igualitarista de los fondos de pensiones. Por el momento, todavía no sentimos estos efectos que están por venir. El paro y la pobreza van a empeorar, mientras que una clase minoritaria, conectada con los mercados mundiales, la clase de los funcionarios y de los asalariados protegidos, va a prosperar. Estamos hablando de un terror económico. El igualitarismo, por un efecto perverso, mostrando que en realidad es el inverso de la justicia -en el sentido que le diera Platón-, crea sociedades de opresión socioeconómica. El Estado-Providencia socialdemócrata, basado en el Mito del Progreso, también tiende a hundirse, en un estrépito más impresionante aun que el que sacudió al comunismo en 1989. Europa se está tercermundizando. La crisis está por delante, o más exactamente, asistimos a la ruptura de los cerrojos del edificio socioeconómico civilizacional. América, continente inmenso condenado a las migraciones pioneras y acostumbrado a una cultura brutal y a un sistema conflictual de ghettos étnicos y económicos, parece menos vulnerable que Europa. Puede encajar una ruptura de equilibro. Por lo menos en el plano de la estabilidad social, porque no podrá escapar a un eventual maremoto general.


Londres, 2010


Inquieta sobremanera la capacidad de anticipación del autor que, en consonancia con Jacques Attali, predice la crisis financiera global con más de una década de antelación, más precisamente, en un momento de apogeo económico del mundo occidental:

...la amenaza de una crisis financiera mundial, que será mucho más grave que la de los años treinta y comportará una recesión generalizada. La caída de las bolsas y de las monedas esteasiáticas, como la recesión que afecta a esta región, son los anticipos. Esta crisis tendría dos causas: a) Demasiados países están endeudados con relación a las capacidades acreedoras mundiales; y no solamente los países pobres. El servicio de la deuda de las naciones europeas es preocupante. b) La economía mundial se apoya cada vez más sobre la especulación y la lógica de los flujos de inversión rentables (bolsas, sociedades financieras, fondos de pensiones internacionales…); la predominancia del monetarismo especulativo sobre la producción va a producir un efecto de “pánico general” en caso de hundimiento de los cursos en un sector: los especuladores internacionales a la hora de retirar sus capitales. La economía mundial se encontraría así “deshidratada”, con inversiones en caída provocadas por el hundimiento del mercado de los capitales, que es donde las firmas industriales y los Estados piden sus préstamos. La consecuencia: una recesión global y brutal, funesta para una civilización fundada únicamente sobre el empleo económico.

Jacques Attali

Pero en esta ocasión, más allá de compartir con los lectores estos párrafos ilustrativos, nos interesa resaltar tres extractos impecables, que realmente perturban por la similitud con la situación argentina, y evidencian que, con un moderado retraso, nuestro país está también inmerso en la globalización de la pavada. Pertenecen a Palabras Ideológicamente Disidentes, en el mismo libro citado:

¿Políticamente correcto o políticamente pijo*?

Lo “políticamente correcto” no se funda sobre unos sentimientos éticos sinceros, ni sobre el miedo físico de una represión, sino sobre un reflejo de esnobismo intelectual y de cobardía social. En verdad, lo “políticamente correcto” es políticamente pijo. Los periodistas y los “pensadores” del actual sistema reproducen de manera “soft” y burguesa el mecanismo de la sumisión de la época estalinista: ya no se corre el riesgo de ser enviado en un campo de concentración, sino de no ser admitido en los restaurantes u otros lugares elegantes, de ser excluido de los círculos “intelos**”, de disgustar a las chicas guapas, etc., si se emite unas ideas al margen del sistema. Es lo que ha pasado con Jean Baudrillard. Ser políticamente correcto, no es un problema de ideas, sino de inserción social.

*"Pijo" se usa en España para nuestro "mediopelo", en el sentido que para la intelligentzia le diera Jauretche.

**"Intelos" es un galicismo despectivo, equiparable a nuestro "intelectualoides".


Jean Baudrillard

De la censura a la distracción

El sistema no utiliza la censura brutal, excepto en unos casos muy limitados, sino el desvío mental, etimológicamente la distracción. El sistema focaliza sin pausa nuestra atención sobre los problemas inesenciales. No solamente se trata del clásico truco del embrutecimiento de la población por el aparato mass-mediático de la sociedad del espectáculo, cada vez más sofisticado, verdadero “prozac audiovisual”, sino también del camuflaje de las cuestiones políticas esenciales (inmigración, contaminación, política de transportes, envejecimiento demográfico, ruptura financiera de los presupuestos sociales hacia el horizonte del 2010*, etc.) por unos debates secundarios y superficiales: matrimonio homosexual, PACS, paridad obligatoria de elegidos de los dos sexos**, dopaje en el deporte, despenalización del cannabis***, etc. Estos problemas insignificantes evitan que las verdaderas cuestiones urgentes y cruciales sean tratadas, lo cual, evidentemente, es la situación ideal para una clase política preocupada, por arribismo, de no disgustar nunca a los electores. Constantinopla está asediada, pero se diserta sobre el sexo de los ángeles.

* Véase por lo que está pasando Europa en este 2010, y se volverá a apreciar la magnitud de la anticipación efectuada en 1998 (Grecia, Irlanda, Gran Bretaña, España...).

** En Europa occidental, siempre un poquito más "adelantados", el tema del cupo femenino ya abarca el 50% de las postulaciones.

*** He resaltado en negrita los dos ejemplos citados, simplemente porque son aquéllos que se les ha ocurrido al actual gobierno para ejercer la distracción comentada en el extracto. No nos asiste a los argentinos, ciertamente, el privilegio de la originalidad, al menos...


Abel Bonnard


La “concertación” y la “negociación”, plagas de la democracia moderna

La clase política de los “moderados” (según esta palabra horrible, aborrecida por Abel Bonnard) ha inventado un concepto temible: la concertación, como sinónimo de “modernización de la democracia”. Es uno de los signos de degeneración y de suicidio de la democracia liberal occidental. La concertación es el pretexto para la inacción. Paraliza todas las decisiones y las reduce a compromisos bastardos y minimalistas, pues significa que estas últimas tienen que estar precedidas por acuerdos globales de los grupos de presión y de los sindicatos minoritarios. En los casos de urgencia, esta práctica se demuestra funesta. La concertación es el antifaz del miedo a actuar, del miedo a los riesgos y a las responsabilidades. Sobre todo no herir a la clase mediática, no enfrentarse a las minorías activas de la corrección política, no enfrentarse a los sindicatos agarrados a sus privilegios como a un clavo ardiendo: ningún conflicto, ningún problema. Uno no debe enfrentarse a los camioneros, los “jóvenes”, los profesores, los pescadores, etc. ¿El interés general? Los políticos no conocen esta palabra. Luchar contra el fuego es penoso, y se pueden quemar la cola. La concertación significa el hundimiento del Estado democrático de derecho, porque los dirigentes renuncian a sus programas, ratificados por la mayoría del pueblo, en provecho de ciertos compromisos con las instituciones no representativas. La verdadera “concertación” es el sufragio popular, es la voluntad del pueblo. Resultado del reino de la “concertación”: el statu quo, el conservatismo, la dejadez, el retroceso de lo político. La otra cara mórbida de la concertación es la negociación. Cuando una decisión política legal y legítima choca contra una minoría ínfima apoyada por los mass-media, el gobierno cede y la vacía de su substancia; por miedo, pereza, cobardía o desaliento. Consecuencia: la ley es sustituida por la excepción y el privilegio, la decisión por la indecisión, la solución por la derrota y el compromiso. Ejemplos: los inmigrantes son, en este momento, inexpulsables de facto; toda reforma de la Educación Nacional, totalmente esclerotizada, es imposible, todo plan de reforma de la Seguridad Social fracasa, toda política racional de transportes es inaplicable, etc. La campeona, en este dominio, es la derecha parlamentaria. Nunca ha admitido que la política sea un combate ni que es indispensable e inevitable disgustar a una parte de los electores, enfrentarse a las corporaciones, sufrir los sarcasmos moralizadores de la izquierda. Pero los gobiernos de derechas siempre fueron softs. Tienen miedo de la batalla y no se atreven a aplicar las ideas por las cuales han sido elegidos. En el fondo, no se sienten realmente legitimados a sí mismos. En Francia, un poder de derechas prefiere no disgustar a los que han votado contra él antes que satisfacer a los que sí han votado para él. ¡Como estos diputados RPR encantados de que la izquierda los aplauda, después de su voto -contra su campo y el deseo de sus electores- en favor del PACS, el Pacto Civil de Solidaridad! La pareja “concertación-negociación”, bajo un pretexto moral y democrático, firma la dimisión de la democracia y del Estado de derecho. Los sistemas políticos occidentales rechazan el principio de autoridad y el decisionismo legal. Se condenan al fracaso y al hundimiento. ¿Quizás preparan el retorno de los autócratas?


Espero que disfruten de un pensamiento irreverente, refrescante y frontal, en medio de tanta somnolencia "concertada" en lo "políticamente correcto".


[Supongo que puede interesar también, este artículo , de hace 11 meses.]

viernes, 26 de noviembre de 2010

Cuestión de cuna

1. El número de D.N.I.


Pocos deben saber que mi D.N.I. (verde, de los viejos) termina en 9. De hecho, no parecería un dato relevante, salvo cuando se generan esos (no tan) ingeniosos mecanismos de pago de las dádivas reales, en este caso, el suplemento de 500 pesitos con que la Presidenta se quiere reivindicar después de haberles vetado, a los jubilados que cobran el mínimo, el derecho al 82% móvil.



Uno no puede, al conocer mientras se afeita, casi por casualidad, por esa mala costumbre de tener la radio prendida, el cronograma de pagos por ventanilla de ese adicional navideño a los jubilados, evitar la autorreferencia, por más que íntimamente sospeche que, o bien nunca va a llegar a jubilado, por la expansiva acción de los delincuentes cada vez más feroces, o por el calentamiento global que nos va a ahogar a todos en una gigantesca ola de tsunami, o por el ACV que no para de cosechar víctimas (y uno se encuentra anotado en casi todos los grupos de riesgo, para peor…), o por alguna otra mierda pandémica o bromatológica de esas que aparecen todo el tiempo con la globalización y las malas condiciones sanitarias, desde la salmonela al paludismo y la disentería, o la gripe de los batracios, o los pollos de dos picos; o bien nunca siquiera va a tomarse la molestia de hacer los trámites y las infames colas al sol o a la escarcha, si para cuando le toque, por ahí hasta le piden que ponga de su bolsillo para rescatar a la ANSeS de tantas “inversiones” geniales que viene realizando… Entonces, como fue siempre antes del estatismo (ver el próximo apartado), a aportar a la familia, a querer y mimar mucho a los pibes, a regalarles buenos juguetes (no pares de medias y remeras de algodón para dormir), y apostar a que ellos tengan buena memoria de sus padres, para que de grandes, se hagan cargo de las muchas nanas que compondrán la frecuente asistencia filial.

La autorreferencia señala que si uno fuera jubilado y no tuviera el documento terminado en 89, como el año de la Revolución Francesa, o en estos pagos, de la hiperinflación; sino en 90, como la década nefasta del neoliberalismo, la intromisión del FMI, el tener un ministro de Economía liberal, la complicidad con las empresas privatizadas, etc.; o tal vez en 10, como este año, que combina un poquito de todo lo otro dicho, cobraría el complemento el 1º de diciembre. En cambio, con el 9 como furgón de cola de la cifra mágica de identidad, a uno le tocaría recién el 16.

Con una inflación que siempre se acelera en diciembre, el mes de las fiestas y del frenesí del consumismo, esos 15 días de spread pueden ser importantes. Digamos que, en términos adquisitivos, quien cobre el 1º de diciembre cobrará unos $ 493 reales (computados desde el anuncio oficial), mientras que quien cobre el 16, se llevará a la casa unos $ 484. Parece nada, hoy día qué son $ 9, o $ 16, que no alcanzan ni para hacer 10 cuadras en taxi. Pero bueno, al fin y al cabo, para esos pobres jubilados que componen la esforzada base del escalafón, a lo mejor les significa una comida.

Si no puede preverse un incremento escalonado, que atempere los efectos de la inflación, paralelos al cronograma, por lo menos sería interesante por una vez mezclar los números, y empezar por el 8, seguir por el 2, luego el 5, después el 3, luego el 9, el 0, etc. El inadismo debería estar hoy más que nunca alerta también a esas menores desigualdades, signadas, como siempre, desde la cuna, o por lo menos, desde el momento en que papá entró en el Registro Civil para anotarnos, y que afectan fuertemente a aquéllos que más necesitan. Viéndolo en cambio desde el lado positivo (siempre hay que ser un poco estúpidamente optimista), les da a los infelices con documentos terminados en 8 ó en 9 la oportunidad de hablar en la larga cola de otros pesares compartidos, que no sean las muchas nanas de todos los días.


Foto: www.diaadia.com.ar


2. El tiempo en que se vive


El Capítulo III (Derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura), Artículo 37, apartado III, inciso 1 de la Constitución Nacional de 1949, muy lejos del estatismo desmesurado luego consagrado por la Constitución ilegítima de 1957 (Artículo 14 bis, último párrafo), consagraba una posición subsidiaria del Estado respecto de la centralidad social de la Familia, y por supuesto, aseguraba una mayor indemnidad e integralidad del salario:Derecho a la asistencia - Todo anciano tiene derecho a su protección integral, por cuenta y cargo de su familia. En caso de desamparo, corresponde al Estado proveer a dicha protección, ya sea en forma directa o por intermedio de los institutos y fundaciones creados, o que se crearen con ese fin, sin perjuicio de la subrogación del Estado o de dichos institutos, para demandar a los familiares remisos y solventes los aportes correspondientes”.



Según ese sistema de 1949, el trabajador, que igualmente debe bancar a sus viejos, porque con las jubilaciones estatales apenas si pagan los servicios básicos, tendría un 32% disponible adicional a su ingreso de bolsillo. Si los viejos fueron previsores, y en lugar de un hijo tuvieron tres, por ejemplo, como era hasta poco en esos tiempos, ellos podían vivir sus años de ancianidad con los ingresos de un trabajador activo.



El tiempo pasó, el Estado creció, al trabajador se le saca cada vez más de su salario, con la excusa de darle desde el Estado lo que antes se procuraba solito y con mayor libertad. Como el trabajador está más ajustado, y los precios suben y las situaciones laborales y económicas son más inestables, y la salud y la educación, si quiere que sean mínimamente dignas, las tiene que afrontar también de su bolsillo, el trabajador es un padre más mesurado, planificador, no se tira a la pileta, piensa y hace números con la patrona antes de prescindir del condón o del espiral. Lógicamente, el trabajador tiene entonces menos hijos. O sea, menos mano de obra activa para el futuro. En las clases medias urbanas, que son las que componen mayormente el motor del consumo, la tasa de natalidad está en 1,8 hijos por pareja. El crecimiento vegetativo desciende y desciende, el mercado interno se estanca, y encima el Estado debe aumentar su presión tributaria para poder seguir manteniendo todo el circo, con un promedio de vida que se extiende. Una de dos: o el trabajador trabajará ad Kalendas græcas, y se olvidará del descanso como derecho de la ancianidad, o sus pocos hijos deberán aportar el doble que lo que él ha aportado, y asimismo, pasarle al viejo alguna ayuda mensual para que pueda comprar los remedios.

El tiempo pasó, y eso también es cuestión de cuna…



Pueden verse también estas cosas del archivo:
Estado intervencionista y política social
El estatismo previsional

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Café con Le Bon en Brasilia


Un par de semanas atrás, cuando hube de viajar a Brasilia con motivo de la consagración de Dilma Rousseff en segunda vuelta, tomaba un café en el paquete bar de Vía W Dois Sul y 505 con mis entrañables amigos de hace casi 20 años, Moacyr Bandeira Benites y Nilmar Bridi da Costa Filho, y un recién conocido, Alexandre Moreira de Freitas, abogado tributarista él y asesor parlamentario, cuando este último, interesado en la siempre indescifrable y temible vecina República Argentina, me planteaba su asombro frente al renovado nivel de tolerancia de la sociedad argentina hacia los crecientes atropellos al único derecho básico que hoy día provoca rebelión, o sea, a la indemnidad del bolsillo.

Me decía, más o menos, que él podía entender que la sociedad no reaccionara frente al aumento de la delincuencia y de la violencia, de los muertos. Que en ese sentido, como había pasado en Brasil, los humanos se comportan como las ovejas, que se hacen las boludas mientras el lobo se está comiendo a una de ellas ahí a metros nomás del rebaño, y se felicitan de no ser ellas mismas las desafortunadas, mientras, suponía, creen y esperan que los lobos se extingan como los osos pandas, por simple desidia reproductiva, y así espontáneamente se solucione el problema para el futuro.



Me decía, también más o menos, que él podía entender que la sociedad tolerara el crecimiento de la marginalidad, del cirujeo, de la ocupación ilegal de los espacios públicos y privados, del favelaje, como también se había tolerado en Brasil, porque todos viven con culpa por lo que tienen, porque existe un bajo nivel sociocultural de expectativas, y un alto background de mortificación paleocristiana. Pero que sin embargo esas taras, tan retardatarias para la iniciativa privada, la autoestima y el orgullo ciudadano (y tan explotadas por los gobiernos), tampoco impelían a los hombres a indignarse activamente al ver el abandono y la desnutrición y muerte infantil con que una sociedad opulenta, cada vez más polarizada, somete a los niños, mientras los políticos pierden el pudor de mostrar sus fastos y los millones que han obtenido con el ejercicio de sus cargos públicos. “Es que una cosa es la culpa, patrimonio de los cobardes, y otra el orgullo, que es cosa de los valientes. Nadie que sienta culpa puede hacer nada bueno por el otro, de modo que las sociedades, nuestras sociedades, se estancan en una visión pobrerista que nunca dignifica… Tal vez seamos tan filhos da puta, que en definitivas necesitamos de tanto pobre miserable para sentirnos buenos, mirándolos con condescendencia o dándoles limosnas, o tolerando que el Estado arregle todo con asistencialismo. Y lo peor, es que a eso lo consideramos justicia social”.



Con los ojos brillantes por el efecto balsámico de la pinga dulzona que tomaba pura y al natural, en pequeños shots que se amontonaban sobre la coqueta mesa de madera y mármol, y que le había puesto la mente también particularmente brillante, y sobre todo, desinhibida para romper con la siempre lacónica cordialidad diplomática brasilera, prosiguió expansivo: “Puedo entender que los argentinos toleren que los traten mal sus gobernantes, o sea, sus empleados, los que viven de lo que el pueblo les paga”. Y allí mencionó entonces una cita de Gustave Le Bon, referida a las masas de hombres: “Siempre dispuestas a sublevarse contra una autoridad débil, se muestran serviles antes una autoridad fuerte”. Y enfatizó que las nuestras, siendo masas latinas, según el pensador bretón, eran de las más "femeninas", de las más centralistas, dispuestas a entregarlo todo a cualquier tiranuelo que pegara cuatro gritos. “Una masa latina –decía Le Bon–, por revolucionaria o conservadora que se la suponga, invariablemente apelará, para realizar sus exigencias, a la intervención del Estado. Es siempre centralista y más o menos cesarista. Una masa inglesa o americana, al contrario, no conoce al Estado y no se dirige más que a la iniciativa privada”.



Pero el reciente nuevo amigo brasilero seguía sin explicarse cómo los argentinos tolerábamos más o menos pacíficamente que nos tocaran lo único sagrado que teníamos: el bolsillo. Que de un PBI de más o menos 1,2 billón de pesos el Estado se llevara nada menos que unos 430.000 millones de pesos, un 36% más o menos de todo lo que el país produce… ¡Y el Estado no produce casi nada! ¿El servicio de agua (cada vez menos) potable? ¿El correo que nadie usa salvo el propio Estado? ¿Los esporádicos y siempre demorados vuelos de Aerolíneas? ¿Para esas ineficiencias, y para multitudinarios viajes a exóticos países, suntuosos hoteles, mansiones con jacuzzi hasta en el baño de servicio, millones de vagos subsidiados, y transferencias ominosas, y escasísima obra pública varias veces sobrevalorada? ¿Para eso toleran que los maten con impuestos? ¿Tener el segundo impuesto indirecto más alto del mundo, que es el primero si se lo amalgama con los ominosos ingresos brutos? ¿Tener a millones de trabajadores asalariados contratando contador para liquidar el impuesto ganancias? ¿Pagar ganancias que no se tienen porque el Estado abusivamente ignora el ajuste por inflación, desde hace 8 años?



El amigo Alexandre nos tenía en muy alta estima, y para hablar francamente, siempre había considerado que éramos unos porongas bárbaros, que nos habíamos arreglado airosamente para vivir trabajando poco, o para acomodar el cuero según las circunstancias. Por eso estaba tan sorprendido. No podía entender, desde el promisorio Brasil imperialista, creciendo implacable en el universo de los países industrializados con poderosas empresas y un fuerte capitalismo privado, abriéndose paso en el selecto grupo de la docena de potencias económicas mundiales, cómo nosotros los pistolas de la vida inteligente nos dejábamos esquilmar por semejante zángano improductivo y codicioso, que ni siquiera servía para darnos un espaldarazo financiero como su también imperialista BNDES…

No podía entender cómo nos dejamos arrebatar de esa manera, cómo pasó la participación del Estado respecto del Producto Bruto Nacional del 15% en 2000 al 36% en 2010, y que entonces el PBI per cápita, descontado lo que se lleva el Estado, pasara de US$ 7.220 a US$ 6.040, siendo que a su vez el deterioro del dólar implica que esos US$ 6.040 de 1998 valen en realidad unos US$ 4.500 en 2010. Es decir, no podía entender cómo toleramos pasivamente empobrecernos así. Que la remuneración bruta promedio de un trabajador en blanco en la Argentina ascienda a unos $ 575 mensuales de la década pasada, es decir, hablando de salario en mano, unos $ 400 de fines de la nefasta década de los ’90.

En fin, me llenó de números, que evidentemente conocía mejor que yo, aunque yo de eso algo conozco, pero evidentemente, la dirigencia brasilera nos pasa el trapito, para variar, y nos conoce a nosotros mejor que nosotros mismos (ni hablemos de lo poco que nosotros los conocemos a ellos).



Pero lo importante de la anécdota fue que, cuando regresé a Buenos Aires, me puse a releer el estupendo Psicología de las Masas de Gustave Le Bon, un libro que debiera ser de lectura obligatoria, sobre todo para entender a los populismos como éste que nos infecta de una anemia perniciosa desde hace años. Reflexiones sobre la naturaleza intrínseca de las masas, sobre la inidoneidad del número, sobre la muchedumbre como reducción de la capacidad del individuo a una mediocridad rayana con la imbecilia. Reflexiones como “Las decisiones de orden general tomadas por una asamblea de hombres distinguidos, pero de especialidades diferentes, no son sensiblemente superiores a las decisiones que pueda tomar una reunión de imbéciles. Solamente pueden asociar, en efecto, las cualidades mediocres que todo el mundo posee. Las masas acumulan no la inteligencia, sino la mediocridad”.



En fin, lo curioso es que, continuando con la lectura, unas páginas más adelante, encontré en el libro que el propio Moreira de Freitas me había refrescado, la respuesta a sus cuitas:

“La psicología de las masas muestra hasta qué punto es escasa la acción ejercida sobre su naturaleza impulsiva por las leyes y las instituciones, y cuánta es su incapacidad para tener cualquier género de opiniones, aparte de aquellas que les son sugeridas. No sería posible conducirlas a base de reglas derivadas de la pura equidad teórica. Tan sólo pueden seducirlas aquellas impresiones que se hacen surgir en su alma. Si un legislador desea, por ejemplo, establecer un nuevo impuesto, ¿deberá escoger aquel que es, en teoría, más justo? En modo alguno. El más injusto podrá ser prácticamente el mejor para las masas, si es el más invisible y el menos oneroso en apariencia. Así, un impuesto indirecto [v.gr., el IVA], aunque sea exorbitante, siempre será aceptado por la masa. Si grava, diariamente, objetos de consumo en fracciones de céntimo, no perturbará los hábitos de las masas y causará poca impresión [v.gr., la inflación]. Pero si se sustituye por un impuesto proporcional sobre los salarios u otros ingresos, a pagar en una sola vez, levantará unánimes protestas, aunque sea diez veces menos oneroso. Los céntimos invisibles de todos los días son sustituidos entonces, en efecto, por una suma total relativamente elevada y, en consecuencia, produce mayor impresión. Tan sólo pasaría inadvertida si hubiera sido apartada poco a poco, céntimo a céntimo; pero este procedimiento económico supone una dosis de previsión de la que son incapaces las masas”.



He aquí una explicación concisa y brillante de por qué las masas soportan pasivamente el más injusto y brutal de los impuestos, la inflación; mientras son remisas, volcánicas diría, a aceptar cualquier ajuste. En fin, una explicación sociológica un poco más allá, tendería a contrastar nuestra impresionante capacidad como argentinos de resaltar en lo individual, y nuestra absoluta estupidez e inoperancia para operar como colectivo.

Lo que es más grave, sospecho que el amigo Moreira de Freitas tenía la respuesta desde un principio, y quiso ver si nosotros, los argentinos, alcanzábamos a darnos cuenta solitos. Finalmente, por esa cortesía tan imperialmente brasilera, acabó por darme la pista, sin hacerme sentir sencillamente como un idiota más de aquella orilla del Plata.