viernes, 21 de noviembre de 2008

La libre navegación (continuación)

Se me ha preguntado acerca de la trascendencia de la Guerra del Paraná (de la cual la batalla de Vuelta de Obligado constituye un hito fundamental, ya abordado en el post anterior) en función de los superiores objetivos de la Nación. En verdad, la cuestión merece el presente tratamiento, por cuanto su lectura oficial o instalada resulta bastante risueña, si nos abstraemos de la gravedad del asunto.



Sin embargo, pese a los ejemplos de integridad más allá de banderías y animadversiones contingentes (Martiniano Chilavert ha sido citado y homenajeado en el artículo precedente), muchos de los actuales lectores deben todavía esforzarse por tolerar a un personaje que, por la insistente campaña escolar de difamación e injuria, no pueden “pasar”, y al que profesan una manifiesta antipatía más allá de cualquier argumento o razón. Es decir, nuevamente —y siempre— los argentinos ponemos el foco en el gobierno de turno antes que en el interés superior de la Nación, respecto del cual la mayor parte de las veces el gobierno de turno tampoco pone el foco (después de todo, el gobierno es reflejo de los ciudadanos). En un comentario al artículo anterior dije que los argentinos del presente poco y nada tenemos que ver con los de la primera mitad del siglo XIX. Pero en verdad, en ciertas actitudes tenemos demasiado parecido.

Para ser consecuentes entonces, con las unánimes críticas que comienzan a aflorar sobre la conducta de los buques extranjeros que extraen nuestra agua de nuestros ríos, o las maniobras militares de potencias extranjeras en esos mismos ríos, conviene un poco remontarnos a la raíz del problema, porque el asunto no se terminó en Obligado ni en Quebracho, sino casi seis años después en Caseros.

A tal efecto, nos remitiremos al Manual de Zonceras Argentinas de Arturo Jauretche, en su edición de Corregidor, Bs. As., 2003, pp. 64-66, que con el ingenio y agudeza característicos, nos explica:

(Zoncera Nº 8)

“La libre navegación de los ríos”

Esta es una zoncera por inversión del concepto que complementa y concurre a la política de reducción del espacio.

Funciona como si se asentara en los libros colocando en el Debe lo que corresponde al Haber, y en el Haber lo que es del Debe.

Es la primera zoncera que descubrí en las entretelas de mi pensamiento y con ello quiero demostrar una vez más que “anche ìo sonno pittore”, es decir zonzo, por lo que me las sigo buscando mientras lo invito a usted a la misma tarea.

En la escuela primaria no era de los peores alumnos y contaba con cierta facilidad de palabra, motivos por los que frecuentemente fui orador de los festejos patrios. En uno de esos había bajado ya de la tarima, pero no de la vanidad provocada por los aplausos y felicitaciones, cuando mi satisfacción empezó a ser corroída por un gusanillo.

Entre las muchas glorias argentinas que había enumerado estaba esta de la libre navegación de los ríos, y en ella empezó a comer el tal gusanito.

El muy canalla —tal lo creí entonces— me planteó su interrogante, tal vez aprovechando lo vermiforme del signo:

—“¿De quién libertamos los ríos?”.

Y en seguida, como yo quedaba perplejo, agregó la respuesta:

—“De nosotros mismos. ¡Je, je, je!” —agregó burlonamente.

—“¿De manera que los ríos los libertamos de nuestro propio dominio?” —pensé yo de inmediato, ya puesto en el disparadero por el gusano. Y continué—: “Pero entonces, si no eran ajenos sino nuestros, y los libertamos nosotros mismos, ¿se trata sencillamente de que los perdimos?”.

Busqué entonces algunos datos y resultó que era así: la libertad de los ríos nos había sido impuesta después de una larga lucha en la que intervinieron Francia, Inglaterra y el Imperio de los Braganzas. Y en lo que no se había podido imponer por las armas en Obligado, en Martín García, en Tonelero, por los imperios más poderosos de la tierra, fue concedido —como parte del precio por la ayuda extranjera— por los libertadores argentinos que aliados con el Brasil vencieron en el campo de Caseros y en los tratados subsiguientes.

Entonces me pregunté qué habrían hecho los norteamericanos si alguien les hubiera impuesto liberar el Mississipi. Y los ingleses de haberle ocurrido eso con el Támesis. O los alemanes en el caso con el Elba. O los franceses con el Ródano. Y ahora pienso en Egipto con el Nilo, y así, hasta no acabar.

Se me ocurre que hablarían de la pérdida del dominio de sus ríos y que lógicamente en lugar, como nosotros, de convertir en triunfo esa liberación y darse corte con ella, habríanse dolido de esa derrota y hecho bandera del deber patriótico de retomar su dominio.

Los mismos brasileños que tanto hicieron por la “libertad” de nuestros ríos, tienen una tesis distinta cuando se trata de los ríos de ellos, aun cuando esos ríos sean el acceso marítimo a otros países. En el caso del Amazonas, sostienen la tesis inversa a la que sostuvieron en el Plata y mantienen celosamente su dominio porque entienden que “su navegación es cosa que rige el que controla su cauce inferior”.

Y esto no significa obstaculizar la navegación de los que están en el curso superior. Pero se trata de conceder a los que están en el curso superior ventajas lógicas, convenidas, producto del acuerdo entre los ribereños, cosa muy distinta a la renuncia de la soberanía como en el caso de la proclamada libre navegación, “urbi et orbi”, que es la pérdida del dominio de cada uno en la parte que le corresponde. Con lo que se ve que la mentida “libertad” que significa nuestra pérdida no es siquiera la determinada por el común uso y vecindad, sino una disposición en beneficio de las banderas imperiales ultramarinas y en perjuicio de la formación de una propia creación náutica.

También para eso se impuso al Paraguay la libre navegación después de la guerra de la Triple Alianza, porque todo es un complemento del pensamiento de los Apóstoles de Manchester que Mitre ejecutaba como instrumento de la política de los Braganza, a su vez instrumento de otra política, pero sacando ventajas propias. Y ainda mais. Pero aquí entra a jugar otra zoncera que se verá más adelante.

La libre navegación de los ríos fue una derrota argentina que nos presentan… ¡como una victoria! Y encima nos enseñan a babearnos de satisfacción y darnos corte, como vencedores, allí, justamente donde fuimos derrotados.

¿Comprenderéis ahora por qué se oculta la Vuelta de Obligado donde, a pesar de la derrota impusimos nuestra soberanía sobre los ríos, y se celebra, en cambio, Caseros, donde dicen fuimos vencedores, y la perdimos?

¿Será porque la victoria no da derechos?

Pero ésta es la zoncera que sigue.


A) Florencio Varela en su viaje a Inglaterra en 1843 llevó las instrucciones de la Comisión Argentina (los emigrados unitarios), para negociar con aquella potencia. Decía la Cláusula 6ª: “Uno de los puntos que más deben llamar la atención de Inglaterra es la libre navegación de los ríos afluentes al Plata. El señor Varela debe tener por guía en ese particular que las ideas del gobierno (a formarse) son por la absoluta libertad de aquella navegación…”.

B) En el Tratado con el Brasil del 9 de mayo de 1851, firmado por Urquiza al aliarse con aquél, se dice (Art. 18): “…la navegación fluvial se declara libre”.


C) Conforme al convenio así firmado, después de Caseros se dicta el decreto del 3 de octubre de 1852: “La navegación de los ríos Paraná y Uruguay será permitida a todo buque mercante, cualquiera sea su nacionalidad, procedencia o tonelaje… lo mismo que la entrada inofensiva de los buques de guerra extranjeros…”

D) Tratado de paz Paraguayo-Brasileño (Arts. 7º y 8º): “El Paraguay concede la libre navegación de las aguas de su jurisdicción a todos los buques del mundo sin limitación en el tiempo. Se excluye expresamente de estas reglas la navegación de los ríos brasileños y su comercio de cabotaje”.

jueves, 20 de noviembre de 2008

De olvidos y felonías



“...ya sabía la acción de Obligado, de todos los interventores habrán visto por este echantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el abrir la boca...”

José de San Martín, en carta a Guido del 10 de mayo de 1846.

*******

¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que recorre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!

Proclama del General Lucio N. Mansilla al ordenar la defensa en Vuelta de Obligado.



Un Triunfo, aun en la derrota.

Recuerdo de chico haber escuchado de Alberto Merlo este triunfo, digno ejemplar del folklore surero, que conmemora la gesta del 20 de noviembre de 1845:


LA VUELTA DE OBLIGADO (Triunfo).

Introducción:

"los hermanos sean unidos

porque esa es la ley primera

tengan unión verdadera

en cualquier tiempo que sea

porque si entre ellos pelean

los devoran los de afuera"


Noventa buques mercantes

veinte de guerra, veinte de guerra


Vienen pechando arriba

las aguas nuestras, las aguas nuestras


Veinte de guerra vienen

con sus banderas, con sus banderas


La pucha con los ingleses

quién los pudiera, quién los pudiera


¡Que lo tiro a los gringos

una gran siete

navegar tantos mares

venirse al cuete,

que digo venirse al cuete!


A ver che Pascual Echagüe

gobernadores, gobernadores


Que no pasen los franceses

Paraná al norte, Paraná al norte


Angostura del quebracho

de aquí no pasan, de aquí no pasan


Pascual Echagüe los mide

Mansilla los mata, Mansilla los mata


¡Que lo tiro a los gringos

una gran siete

navegar tantos mares

venirse al cuete,

que digo venirse al cuete!

[Alfredo Zitarrosa]




Por iniciativa del historiador José María Rosa, finalmente plasmada en la Ley Nº 20.770, el 20 de noviembre es el Día de la Soberanía Nacional. Su celebración ha corrido una suerte similar a la del concepto que celebra: Durante los años del alfonsinismo, fue directamente suprimida, y sustituida por el 10 de junio, día de la Reafirmación de los Derechos Soberanos sobre las Islas Malvinas, y de tal manera se mataron dos pájaros de un tiro, ya que también cayó bajo el ominoso olvido disfrazado de “fecha de duelo” la conmemoración del 2 de abril.


General Lucio N. Mansilla. Un bravo de verdad. Seriamente herido en Obligado, apuró su recuperación para seguir hostigando al invasor desde la orilla y en sucesivos combates (San Nicolás, San Lorenzo) hasta derrotarlo definitivamente en Quebracho en junio de 1846.


Restablecida luego, la celebración del 20 de noviembre ha debido afrontar cierta discreción culposa, y las sucesivas autoridades han procurado que pasara lo más desapercibida que resultara posible. Cuestión que a estas alturas quizás resulte hasta fortuita, puesto que no se traslada, en este año, al lunes 24 para posibilitar el turismo de fin de semana largo, que es una forma de trivializar (como todo barniz utilitario) el recordatorio. Brissenden decía que las grandes obras de arte debían antes pasar al olvido que resultar sometidas al juicio y crítica de la mediocre turbamulta. Que era preferible la digna muerte y el olvido, a la vejada y mancillada permanencia.

Yo creo, como ha ocurrido con los antiguos dioses, que las grandes cosas deben salir en estos aciagos tiempos del primer plano, para pasar discretamente a esperar detrás del telón de la tragedia humana el resurgimiento de los buenos tiempos. No por que no merezcan el juicio y el aplauso de la audiencia, sino porque la audiencia no se las merece.


Uno de los pocos reconocimientos oficiales. Obviamente, también devaluado.



Gente que SÍ.

Creo que para la ocasión merece ser recordado, por su actitud patriótica, de cara a la unidad nacional, el Coronel Martiniano Chilavert, un empedernido opositor a Rosas, convencido unitario, que luchó junto a Juan Lavalle en numerosas oportunidades, y debió exiliarse en Montevideo luego de las consecuentes derrotas. Al enterarse de la gesta de Vuelta de Obligado, algo en su interior se modifica, y escribe al General federal uruguayo Manuel Oribe:

-En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido siempre el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen un religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá; ¡traidor! ¡traidor! ¡traidor!

-El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella.

Las palabras extractadas del primer párrafo no son ambiguas (como no lo eran los hombres en esos tiempos): Habla de “llevar contra él (nuestro país) las armas del extranjero”, puesto que, más allá de las necesidades coloniales de expansión que a mediados del siglo XIX urgían a las dos mayores potencias del orbe, Francia e Inglaterra, lo cierto es que las mismas fueron convocadas por los unitarios de Montevideo, por todos ésos que hoy atiborran nuestras calles y plazas en insólitos homenajes, y que son con justicia aquí calificados, otra vez sin ambages, de “traidores”.

Meses atrás, el General Paz (dueño de la avenida de circunvalación de Buenos Aires y de cientos de otras arterias, calles, plazas y monumentos en todo el país) había formalizado una alianza con el Paraguay que culminó con la declaración de guerra de esa provincia díscola (hasta 1853 ni Argentina ni casi nadie reconoció la independencia de la provincia) a la Confederación Argentina, con el objetivo conjunto de independizar de nuestra Patria a toda la Mesopotamia –con el acrecimiento natural del Paraguay-, y de tal manera, por binacional, garantizar la libre navegación del río Paraná, como había ocurrido con el río Uruguay, luego de materializada la ficción del “algodón entre los dos cristales”. Por suerte fracasó, porque encima, el sino de todos estos “próceres” fue el de ser derrotados, aunque resultaron exitosos en la reescritura de la historia, en la “construcción del relato”, que viene conspirando contra nuestro futuro, al deformar hasta la exasperación nuestras raíces, desde hace siglo y medio.

En fin, hablando de algodón, la creciente industria textil inglesa necesitaba de nuevos mercados, de los cuales extraer la materia prima y a los cuales luego vender los hilados manufacturados, en el inicio de una relación de dependencia centro/periferia que luego sería estructural e inexorable. Hacia el Paraguay y la anárquica y sojuzgada provincia de Corrientes, iba destinado un gigantesco convoy anglo-francés de mercancías y pertrechos para facilitar la nueva guerra fratricida y fragmentadora del territorio argentino.

Martiniano Chilavert se integra de manera definitiva al servicio de la Confederación Argentina en 1847, y el 3 de febrero de 1852 (fecha también excesiva e injustamente celebrada) es puesto al mando de la artillería del improvisado ejército confederal frente al Ejército Grande dirigido (en los papeles) por Urquiza. En tal ocasión, provoca severas pérdidas a las tropas brasileñas, y sólo se rinde cuando se terminan sus municiones. Enterado de que ha de ser fusilado por la espalda, como símbolo de indignidad, forcejea y pelea con sus captores mientras pide que le disparen al pecho como un soldado, y finalmente es muerto a culatazos y ballonetazos… Nos son muchas las calles y monumentos que recuerden a este hombre cabal, que supo dejar de lado las inquinas domésticas y las mezquindades partidocráticas para servir a su Patria contra los enemigos extranjeros y los consumados traidores que aquí crecen más que la maleza.

Uno de los escasos recuerdos del prócer es el Grupo de Artillería Blindado 1. El 19 de enero de 1974 es atacado por el ERP, ocasión en que secuestran al Jefe del Grupo Teniente Coronel Ibarzábal, al que le dan muerte luego de 10 meses de cautiverio y atroces torturas. También matan en esa ocasión al Jefe del Regimiento de Caballería 10 Coronel Camilo Gay, y a su esposa. La historia está condenada a repetirse... Tal vez como consecuencia de ese hecho, el gobierno constitucional atacado decide ponerle el nombre de Coronel Chilavert al Grupo poco tiempo después.

La visión de la prensa extranjera de la época.

Mientras la prensa escrita por los unitarios en Montevideo está muy eufórica por la intervención armada extranjera contra su propia patria, el periodismo de América defiende la posición argentina y su caudillo Juan Manuel de Rosas: “New York Sun” (NY-EE.UU.): “Nos complacemos en ver que nuestro encargado de negocios ha protestado contra la injustificable intervención en los negocios domésticos de una república americana; y nos es grato ver al gobierno argentino firme en su determinación de defender la integridad de la unión... nuestra confianza en el General Rosas y en su administración no nos deja qué temer a ese respecto”.

“O Brazil” (Río de Janeiro-Brasil): “El cañón europeo va a decidir en el Río de la Plata los más caros intereses de América del Sur... dos potencias extranjeras interviniendo armadas en desavenencias que no les conciernen...”.

El “New York Herald” (NY-EE.UU.): “Esta injusta intervención revela el deseo de introducirse en el hemisferio occidental y mantenerse en actitud de aprovecharse de cualquier punto débil que les quede a mano. El General Rosas se les opone heroicamente”.

“El Tiempo” (Santiago-Chile): “La degradación de los pueblos americanos... es el último resultado que producirá la intervención europea en los asuntos internacionales de América... una reprobación unánime debe desacreditarla y trabar su ejercicio”.

[Fuente: I.N.I.H.J.M.de R.]


Las consecuencias.

La guerra del Paraná librada por la Confederación Argentina tuvo como consecuencia el cese definitivo del expansionismo anglo-francés en el Río de la Plata (iniciado 40 años antes con las invasiones a Buenos Aires). En 1846, pocos meses antes de abandonar el Foreign Office, consignaba lord Aberdeen “después de derramar mucha sangre, le hemos dado al general Rosas justos motivos de quejas contra nosotros”. Finalmente se firman los tratados Arana-Southern (con Inglaterra el 24 de noviembre de 1849) Arana-Lepredour (con Francia el 31 de agosto de 1850) que contenían los siguientes puntos:


1) Evacuación de la isla Martín García por parte de las potencias europeas.

2) Salutación y desagravio al pabellón argentino con 21 tiros de cañón.

3) Reconocimiento incondicional de todos los derechos soberanos argentinos sin excluir el de reglar la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay.

4) Devolución, íntegramente y reparada, de la flota de la Confederación Argentina que los aliados habían capturado al Almirante Brown durante el bloqueo a Montevideo.



"A aquellos argentinos que por un indigno espíritu de partido se unan al extranjero para humillar a su Patria y reducirla a una condición peor que la que sufríamos en tiempo de la dominación española; una tal felonía ni el sepulcro la puede hacer desaparecer." (Carta de San Martín a Rosas. 10 de Junio de 1839).

sábado, 15 de noviembre de 2008

El Señor y el Siervo



Un 14 de noviembre como ayer, de 1831, moría en Berlín Georg Wilhelm Friedrich Hegel, filósofo culminante del idealismo alemán, que en su complejidad y oscuridad, descuella fundamentalmente en dos aspectos: 1) La introducción de la contradicción al principio del conocimiento, es decir, la nueva inclusión del tercero excluido a la relación dialéctica entre el ser y su negación (el ser como distinto y comprensivo a la vez de su afirmación y de su negación). 2) Su filosofía de la estética, precursora de las que luego desarrollarían varios autores (en nuestro país, J. M. de Mahieu, Filosofía de la Estética, Universidad Nacional de Cuyo, 1950), que se dirige a sostener la belleza del arte como superior –en tanto producto del espíritu (Geist)- de la belleza de la Naturaleza.

Ante la contemplación de dos circunstancias, a saber, que Hegel accidentalmente, casi por infausta casualidad, ha vuelto a la moda por estos pagos periféricos, de la mano de una dudosa evocación (como argumento de una falsa autoridad intelectual) de parte de nuestra Presidente; y que la carencia actual y local de cualquier atisbo de acción estética de parte de nuestra dirigencia ha transformado al arte de la política en una mera praxis profana e insustancial, se me ha ocurrido reseñar este ejercicio lúdico, pergeñado hace más de una década por este autor que se hace llamar Occam, y que refiere a someter una de las más trascendentes obras de arte de toda la historia, a la visión dialéctica del Señor y el Siervo. Veamos si se disfruta o se padece (problema no atribuible por completo a mi exposición, y en el que el propio Hegel tiene principalísima responsabilidad).



Las doncellas de corte (Las Meninas), de Velázquez a través de la dialéctica del Señor y el Siervo.

Esta pintura, fechada en 1656, constituye una innovación esencial en el arte de Occidente, ya que representa la visión que al momento de ejecutarse tendría el retratado –Felipe IV de España y su esposa- del retratista y su entorno espacial. Se trata propiamente entonces de una inversión en el propósito del cuadro, que deviene en la circunstancia de poder ponerse el espectador en el lugar del retratado (el rey).

En el momento del cuadro, para la dialéctica hegeliana, se estaría produciendo la inversión de la conciencia servil.

El rey Felipe IV es el señor, por cuyo encargo se está pintando el cuadro. Su ser se relaciona con dos momentos: el objeto de sus deseos (el mundo viviente) y el siervo (el pintor), para quien el mundo es esencial e independiente. El señor se relaciona con el siervo por medio del objeto (el mundo y su representación en el cuadro) y con el objeto por medio del siervo (el pintor que representa al mundo en el cuadro).

El pintor depende para su pintura de la cosa sensible, del mundo vivo, que por tanto es el “ser independiente”. El siervo, como autoconciencia en su primer momento universal abstracto, niega el objeto pero, como éste es independiente, no puede consumar su destrucción. La superación que del mundo sensible hace el pintor como autoconciencia se limita a transformar.

Pero el siervo se relaciona con el objeto para el señor. Opera sobre el mundo por encargo del rey. La acción del pintor no es pura, sino que es inesencial. La transformación de la naturaleza que produce el pintor es para el rey. Para el rey, en cambio, la cosa no es nada, la consume, la goza, ejerce puro poder negativo sobre ella, y así logra la satisfacción de su deseo.

El rey cree hallar la verdad de sí mismo en el pintor. Mas, como dijimos, el pintor tiene un cometido inesencial: actúa para el rey, su acto es acto del rey. La verdad de la certeza del rey va a ser entonces la de un siervo dependiente inesencial. No puede autoafirmarse en el reconocimiento, puesto que el siervo lo reconoce, pero él no reconoce al siervo, ya que lo considera inesencial: se trata de un reconocimiento unilateral y desigual. Para llegar a su verdad, el rey debe experimentar el reconocimiento, enfrentar a otro rey. El otro debe tener realmente tal entidad, es decir, debe haberse arriesgado a morir.

El señor busca reconocerse en el pintor para afirmarse como señor. Pero el pintor es inesencial y dependiente. Por lo tanto, la verdad del señor es ser inesencial y dependiente. Y efectivamente así sucede en el cuadro, donde la figura del rey aparece tibiamente reflejada en un espejo lejano.

La verdad del siervo es para él la figura independiente del señor, pero aún es una verdad que no está en él.

El pintor ha experimentado el miedo a la muerte ante el señor absoluto, ante el rey. De tal manera, pierde la fijeza objetual de su condición de pintor, y se pone en movimiento. Ya no es el retratista que reproduce el semblante del retratado, sino que es ser para-sí. Invierte el foco, y él mismo pasa a ser el motivo del cuadro.

Mediante el servicio, el trabajar para el rey, el pintor difiere su angustia al cuadro, traspasa su negatividad a la naturaleza.

Al miedo (Furcht), a la angustia (Angst), lo sucede un segundo momento del para-sí, que es el trabajo.

Mientras el deseo del rey por el objeto consume ese objeto, el deseo del pintor trabaja el objeto (el mundo sensible). Es decir, trabaja el objeto como tal, pero no lo aniquila, porque el objeto para él es independiente. El mundo pasa a ser forma, delimitación permanente. Lo que, para el siglo XVII, e inclusive para una visión artística del mundo, en definitiva es un cuadro: realidad delimitada permanentemente.

Ahora el pintor se ve reflejado en su obra. Allí está Velázquez sobre el margen izquierdo, con paleta y pincel en mano. Su acción negativa sobre el mundo ha “formado” el cuadro, en el cual él se refleja, independiente.

El pintor se ve a sí mismo, entonces, en el cuadro por él pintado.


Felipe IV, por Velázquez, 1655, un año antes de la "inversión" operada en Las Meninas.


Aclaraciones posteriores:

1) La dialéctica del señor y el siervo se ubica en la macro-dialéctica de la autoconciencia, más específicamente, respecto de su independencia.

En la dialéctica de la autoconciencia se dan tres momentos:

a) La autoconciencia es para-sí. Es certeza de sí misma. Se reconoce a sí misma, el mundo permanece fuera como objeto. La autoconciencia es su objeto inmediato. Es el yo-soy-yo, el universal abstracto.

b) Para ser verdad de certeza, debe salir al mundo, debe mediarse en la superación del objeto. Niega al objeto por el deseo (que es vacío, voluntad de ser), pero requiere, para superarlo, que ese objeto a su vez se niegue a sí mismo. Negatividad de la negatividad. El objeto, al negarse, es independiente, por lo que es conciencia. Se produce una relación de autoconciencia a autoconciencia.

c) Retorno a sí mismo como autoconciencia duplicada. Universal concreto.

2) La comunicación de autoconciencias es una negación recíproca, una lucha en la que se arriesga la vida, y en la que la autoconciencia mata todo lo que de biológico hay en ella para ser autoconciencia pura.

La autoconciencia es intersubjetividad, es decir, movimiento duplicado de ambos polos. La perfecta igualdad y perfecta intercomunicación es una utopía. Al principio de este movimiento, la desigualdad es notoria: uno solo es reconocido, y el otro sólo reconoce. Son, respectivamente, el señor y el siervo.

3) En realidad, Velásquez y Felipe IV, además de señor y siervo, fueron grandes amigos, con curiosos destinos semejantes. Ambos viven sesenta años (nacen con 5 de diferencia, y el pintor muere cinco antes que el rey). El rey, fascinado por el arte que para Velásquez era un don natural (nunca realizó un estudio, siquiera un boceto; si no le gustaba alguna perspectiva, directamente la cambiaba sobrepintando en la misma tela; pintaba sólo por necesidad, y en su vida no realizó mucho más de 60 cuadros). Velásquez, fascinado por recuperar la nobleza perdida antaño por su familia, objetivo que consigue en 1658, dos años antes de su muerte, luego de muchas peripecias burocráticas, que le insumen la mayor parte y energías de su vida, que entre otras cosas suponen la presentación de ciento cuarenta y ocho testimonios de la “nobleza”, “limpieza” y “otras calidades” del solicitante. Aun así, fue necesaria la intervención de su soberano para obtener el título de Caballero de la Orden de Santiago.



jueves, 13 de noviembre de 2008

HYBRIS

El texto que reproduciré a continuación pertenece a Destouches, y proviene de una reflexión realizada en el blog www.todosgronchos.blogspot.com el día 5 de los corrientes. Me parece digno de ser compartido por su meridiana claridad conceptual. Versa, claro está, del gran acontecimiento de esta década (y probablemente de la que viene), que es la crisis financiera global. Que lo disfruten.


(…) Permítame dudar sobre la supuesta fugacidad de la crisis financiera global que se ha desatado.

Hay un excelente artículo de Alain de Benoist (traducido por Luis María Bandieri) sobre este tema, cuya lectura recomiendo. Este pensador sugiere que la crisis, lejos de ser el producto de una coyuntura o de un defecto de funcionamiento del sistema fácilmente reparable, es de carácter estructural. Es decir, es inherente al sistema. Dicho de otro modo: esto tenía que terminar así.

El problema sucede cuando el capitalismo pasa de ser meramente un sistema económico basado en la eficiencia (yo sostengo que toda economía, para ser llamada tal, es de mercado; la economía socialista es una contradicción en los términos) se convierte en un verdadero sistema de valores, que arrasa cualquier alteridad. Los valores no capitalistas (como el honor o el altruismo), es decir aquellos no monetizables o expresables de forma cuantitativa, son suprimidos y sustituidos por el soberano principio de la maximización de los beneficios, en su vertiente de creación desenfrenada de dinero secundario. La maximización del lucro constituye la única racionalidad posible y la instancia última de valoración. El mundo pasa a ser un conjunto de factores de producción esencialmente a disposición del hombre para su explotación y dominio (lo que se traduce en la indetenible devastación del planeta) y el hombre mismo es definido como un agente económico. La actividad económica es elevada al trono de actividad principal del hombre. En el fondo, esto es consistente con una visión igualitaria del hombre, que es presupuesto de las teorías político económicas dominantes: liberalismo y marxismo. Todos los hombres consumen y realizan hechos económicos, algunos pocos tienen honor, valentía y sentido del sacrificio por su comunidad. Todo atisbo de espiritualidad y de ligazón con un pasado y con un destino común (es decir, de vínculo intergeneracional) son eliminados. Nace el homo oeconomicus, que se corresponde con el último hombre de Nietzsche. Siguiendo a este filósofo, es la era de la muerte de los dioses.

El sistema crece y se retroalimenta según su racionalidad intrínseca que es impuesta al hombre y que éste ya no domina. Esas reglas pueden indicar tanto que alguien puede hacerse rico en 30 segundos, como que toda una economía puede colapsar con idéntica velocidad, arrojando a la pobreza y la marginalidad a millones de seres humanos. No hay culpables puntuales de este proceso, porque nadie controla y maneja a un sistema que se autogenera y regenera.

La acumulación y la maximización de los beneficios es un fin en sí mismo, que cada vez se desentiende más de la realidad y las necesidades humanas. El ritmo de creación secundaria de dinero es mucho más acelerado que el crecimiento de la economía real, de los bienes y servicios a disposición de las personas. Como la técnica fue capaz de crear una realidad virtual para exclusivo consumo humano, la economía establece sus propias leyes que cada vez se alejan más del mundo real. Ingresamos en un mundo de ficción, de humo. Eso explica que en tan poco tiempo, pueda destruirse tanto valor y tanta riqueza. Ella nunca existió realmente. El hombre es víctima de ese pecado que tanto temían los griegos: la hybris o desenfreno. Quizá esto sea inherente a la naturaleza humana.

Este diagnóstico corresponde al plano filosófico, podríamos decir.



En el plano más concreto, puede afirmarse que el capitalismo llegó a una fase en la que la competencia por el capital resultó cada vez más despiadada. Ello ha retroalimentado la lógica de maximización de beneficios a ultranza, a fin de atraer a los inversores, que son seres anónimos que sólo se rigen por esa ley inmutable. Como la economía es un juego de suma cero, esta carrera desenfrenada condujo a una disminución en términos relativos de la capacidad adquisitiva del salario, es decir, la retribución del trabajo. El crecimiento impresionante de los rendimientos del capital es acompañado de un hundimiento del salario, que queda cada vez más rezagado en términos relativos.

Ahora bien, como los sistemas capitalistas más avanzados se fundan en el consumo, era necesario financiar este consumo que, por lógica intrínseca del sistema, tiene que crecer indefinidamente. El acceso al crédito -con su correlato de endeudamiento- se torna, entonces, cada vez más amplio e irrestricto, pues debe suplir a la moderación de la capacidad adquisitiva del salario. El sistema norteamericano es buen ejemplo de ello. Una enorme bicicleta que no se sabe dónde empieza y dónde termina. Se produce, de hecho, una suerte de socialización de la economía capitalista, que ahora se torna mucho más explícita, al ejercer el Estado (es decir, el conjunto de la comunidad) y no el mercado el rol de decisor último sobre el destino de las empresas. Al final, es un burócrata el que decide quién se salva y quién no. De la mano invisible, no queda ya nada. Tampoco de los premios y castigos que son invariablemente asignados por el mercado en la forma más eficaz posible. El sistema sacrifica lo que tenía de meritocrático y muestra su faz más arbitraria. Y, lo que es peor, la gente empieza a dudar cada vez más de su infalibilidad.

Yo atisbo que se avecinan tiempos nuevos y que los países van a tener que jugar adecuadamente sus cartas, en la única liza que verdaderamente importa: la internacional. Destino trágico el de los argentinos, dirigidos por una casta de zafios e ignorantes, solamente capaces de ejecutar una política de consorcio y de rapiña interna.

Sinceridad (2)

A todos los Martin Eden que pugnan por el mundo, y a un Martin particular, por supuesto, que lucha todos los días contra las privaciones y la escasez -de tiempo, de sueño, de dinero-, por ser cada día mejor...





Del estupendo libro Martin Eden de Jack London (que yo tengo por Ed. Siglo Veintiuno, Buenos Aires, 1974), que ha sido calificado como “la más autobiográfica de las autobiografías noveladas”, y que relata las vicisitudes de un ex cowboy, ex hampón de suburbio, ex marinero, ex estibador y ex oficial de lavandería, para convertirse en uno de los mayores y más eruditos escritores norteamericanos de todos los tiempos, a través de una rígida disciplina y un afanoso empeño autodidacta –y de muchas penurias económicas y sociales, por supuesto-, se me ha ocurrido extraer algunos fragmentos que me resultan por demás interesantes.

Más allá del ejemplo de este self made man, que se reconstruyó con el único aliciente y alimento de su férrea voluntad (y de una buena contextura física, mental y espiritual, por supuesto), que por lo menos para mí resulta un motor de inspiración muy poderoso –a veces, una angustiante piedra en el zapato, deberé confesar, en aras de la sinceridad-, me parece que cada una de las reflexiones volcadas a continuación se las trae. Veamos:



De la literatura de moda:

Le pasmaba la enorme cantidad de material inánime que veía impreso. Ni luz, ni vida, ni color; todo faltaba. ¿Dónde ese soplo vital?; y se vendía a pesar de todo –a dos centavos la palabra- veinte dólares las dos mil-, según la tarifa impresa de aquel diario. Incontables cuentos, graciosa y artísticamente escritos, lo confesaba, pero sin vitalidad o realidad en su esencia. Era tan extraña la vida, y tan hermosa, preñada de infinidad de problemas, sueños, obras heroicas, y sin embargo esos cuentos no salían de los lugares comunes de la vida. Él sentía el palpitar vigoroso de lo más vital de la sangre, de las fiebres y sudores de la vida, de las rebeldías indómitas -¡en verdad que debieran ser éstos los temas dignos de escribirse! Quería exaltar a los paladines de empresas fallidas, a los enamorados frenéticos, a los titanes luchando entre la vida y la muerte, entre el terror y la tragedia, haciendo crujir la vida al impulso de su anhelo. No obstante, las novelas de las revistas parecían confabularse para ensalzar a los Mr. Butler, a los sórdidos cazadores de dólares, a los vulgares enredos entre hombres y mujeres vulgares (*). “¿Sería ello porque también eran vulgares los editores de las revistas? –se preguntaba-, ¿o les tendrían miedo a las cosas grandes de la vida… estos escritores y editores y lectores?”. (pp. 111-112)

(*) Ésta constaba de tres partes: 1) Una pareja de enamorados riñe y se separa; 2) por virtud de algún hecho o casualidad, vuelven a encontrarse; 3) marcha nupcial. La tercera parte era de magnitud fija, invariable, pero la primera y segunda podían variar ad infinitud. Así, la pareja podía separarse, ora por causa de un equívoco, ora por designio del destino, ora por obra de rivales celosos, ora por empecinamiento de los padres, ora por culpa de guardianes o tutores pérfidos, ora por parientes interesados, etcétera, etcétera; y en reencuentro podía producirse por alguna hazaña del amado, por algo similar de la joven, por algún cambio en el sentimiento de uno u otro de los enamorados, al serle arrancada una confesión al guardián ruin, al pariente interesado o al rival celoso, por confesión voluntaria de estos mismos, por el descubrimiento de algún secreto insospechado, porque él toma por asalto el corazón de la joven, por la larga y noble abnegación del amante, etcétera. (p. 239)



De las élites vacías y las convenciones de etiqueta:

Toda persona de “sociedad”, todos los círculos sociales… o, mejor dicho, casi todos los individuos y los círculos… imitan a sus mejores. Ahora, ¿quiénes son los mejores entre los mejores? Los holgones… los ociosos adinerados. Éstos ignoran, por regla general, las cosas que saben las personas útiles, las que hacen algo en este mundo. Escuchar a éstos hablar de ese algo útil que hacen, sería aburrirse, y de ahí que los ociosos hayan decretado que tales temas son tabúes, y que hablar de ello es descortesía. Y decretan asimismo respecto de lo que debe entrar a formar parte de una conversación, es decir, óperas recién estrenadas, las últimas novelas, naipes, billar, cocktails, automóviles, muestras equinas, la pesca de la trucha, caza mayor, yachting, y otras cosas por el estilo… y, acuérdate, éstas son las cosas que se saben al dedillo los holgones. Sin exagerar la verdad, ésos son, precisamente, los temas profesionales de los ociosos. Lo más curioso de todo es que sobran los inteligentes, y los que podrían llegar a inteligentes, que se dejan imponer esa servidumbre de los ociosos. (p. 229)


*****

Une idée qui n'est pas dangereuse ne mérite pas d'être appelée une idée.

Oscar Wilde


De los intelectuales y el terror a la verdad de la acción:

Quiero decir que se me ocurre un hombre que ha ido al fondo de las cosas, y está tan aterrado por lo que ha visto que quiere engañarse a sí mismo, haciéndose el que nunca vio aquello. Quizá no sea ésta la mejor manera de expresarme. Expongámoslo así: un hombre que ha encontrado el sendero que conduce al templo perdido, pero que no ha seguido ese sendero; que ha columbrado, a lo lejos, la presencia del templo y ha luchado después por convencerse de que aquélla era tan sólo espejismo del follaje. Y de esta otra manera: un hombre que habría podido hacer mucho, pero que no dio importancia a la acción, y que en todo momento, en lo más recóndito de su corazón, se arrepiente de no haberse decidido por la acción; que se ha reído para su coleto de las recompensas que la acción otorga, y, con todo, en un estrado aún más hondo de su ser íntimo, ha sentido la añoranza de la falta de galardones y de gozos propios de la acción. (p. 237)



De las águilas solitarias:

De esa soirée en casa de Ruth, Martin llevó consigo ideas confusas y sentimientos encontrados. Había alcanzado una meta, pero no veía el pro. Por otro lado, la satisfacción del éxito alcanzado lo halagaba. El ascenso le había sido más fácil de lo esperado. Era superior al hecho mismo de la ascensión, y (no afectaba la falsa modestia de ocultárselo a sí mismo) era superior a los seres entre quienes se hallaba compartiendo la cumbre… con excepción, se comprende, del profesor Caldwell. De la vida y de los libros sabía él más que cualquiera de ellos, y habría pagado por saber en qué recovecos ocultaban aquéllos su educación. No sabía que él estaba dotado de un vigor cerebral descomunal, ni sabía que aquellos que se dedicaban a sondear las honduras de las cosas y a pensar las últimas consecuencias, no abundaban en los salones de los Morses; ni soñaba, en fin, que tales gentes eran como solitarias águilas surcando el cielo azul a gran altura, lejos de la tierra y de los torpes enjambres de la vida gregaria. (pp. 237-238)


(12 enero 1876 - 22 noviembre 1916)

Un hombre que se hizo a sí mismo sólo pudo destruirse a sí mismo.




martes, 11 de noviembre de 2008

Sinceridad

Este post está dedicado a un gran amigo.



TODO LO QUE UNO RECIBE ES PASIÓN


No soy enfermo. Me han recluido. Me consideran un incapaz. Quiénes son mis jueces…

Quiénes responderán por mí.

Hice conducta de poesía. Pagué por todo.

Sentí de pronto que tenía que cambiar de vida. Alejarme del mundo. Y me aislé. Me fui de todos, aun de mí…

Hoy es la demencia un estado natural.

Todas las palabras son esenciales. Lo difícil es dar con ellas.

El delirio son instantes. Puede durar toda la vida.

Mi poesía es toda medida.

El arte tiene que volver a ser un acto de sinceridad.

Jacobo Fijman


[Extracto de Gabriela Bruch y María Isabel Calo, en poeticas.com.ar]

Jacobo Fijman nació en 1898 en Besarabia, Rusia —hoy Rumania— y falleció en 1970 en el hospicio, más precisamente en el Hospital Borda de Buenos Aires, donde permaneció casi 20 años. En 1902 viajó con sus padres a la Argentina, se instaló en Buenos Aires y luego en Río Negro. Su padre fue colocador de vías de ferrocarril. En 1907 se asentó con su familia en Lobos donde cursó sus estudios primarios. En 1917 dejó su familia, se fue a Buenos Aires y se graduó como profesor de francés. Su primera internación por problemas mentales data de 1921, dándosele el alta seis meses después. En 1942 lo recluyen por segunda y definitiva vez en el Hospicio de las Mercedes (hoy Hospital Borda) donde permaneció hasta su muerte. Durante ese período escribió numerosos poemas y dibujaba constantemente El poeta y periodista Vicente Zito Lema fue quien estuvo con Fijman durante su última etapa y es, junto con el poeta y ensayista Juan Jacobo Bajarlía, el principal difusor de su obra la cual, de otro modo, hubiese quedado silenciada pues Fijman fue un poeta olvidado hasta por sus propios compañeros de ruta. Perteneciente a la generación del 22, se conectó con el grupo Martín Fierro y entabló amistad con escritores y pintores de esa camada, tales como Oliverio Girondo, Pompeyo Audivert, Leopoldo Marechal y Jorge Luis Borges, entre otros. Luego de más de un año de haberlo entrevistado, dice Vicente Zito Lema: “…lo que más nos ha impresionado en Fijman es su humor corrosivo, en el sentido estricto de humor surrealista. Su autenticidad de poeta, que trasciende hasta en los menores gestos. ¡Qué le ha determinado estas formas de vida, estos castigos sobre su persona! Y su bondad, más allá de los policías que lo castigaron; más allá de los jueces que lo privaron de su libertad; más allá de los psiquiatras que le descargaron su odio y su propia enfermedad; más allá de los que supieron de su situación y nada hicieron. La enorme bondad de Jacobo Fijman equilibrando tantas de nuestras maldades, perdonándonos”.

miércoles, 5 de noviembre de 2008