sábado, 15 de noviembre de 2008

El Señor y el Siervo



Un 14 de noviembre como ayer, de 1831, moría en Berlín Georg Wilhelm Friedrich Hegel, filósofo culminante del idealismo alemán, que en su complejidad y oscuridad, descuella fundamentalmente en dos aspectos: 1) La introducción de la contradicción al principio del conocimiento, es decir, la nueva inclusión del tercero excluido a la relación dialéctica entre el ser y su negación (el ser como distinto y comprensivo a la vez de su afirmación y de su negación). 2) Su filosofía de la estética, precursora de las que luego desarrollarían varios autores (en nuestro país, J. M. de Mahieu, Filosofía de la Estética, Universidad Nacional de Cuyo, 1950), que se dirige a sostener la belleza del arte como superior –en tanto producto del espíritu (Geist)- de la belleza de la Naturaleza.

Ante la contemplación de dos circunstancias, a saber, que Hegel accidentalmente, casi por infausta casualidad, ha vuelto a la moda por estos pagos periféricos, de la mano de una dudosa evocación (como argumento de una falsa autoridad intelectual) de parte de nuestra Presidente; y que la carencia actual y local de cualquier atisbo de acción estética de parte de nuestra dirigencia ha transformado al arte de la política en una mera praxis profana e insustancial, se me ha ocurrido reseñar este ejercicio lúdico, pergeñado hace más de una década por este autor que se hace llamar Occam, y que refiere a someter una de las más trascendentes obras de arte de toda la historia, a la visión dialéctica del Señor y el Siervo. Veamos si se disfruta o se padece (problema no atribuible por completo a mi exposición, y en el que el propio Hegel tiene principalísima responsabilidad).



Las doncellas de corte (Las Meninas), de Velázquez a través de la dialéctica del Señor y el Siervo.

Esta pintura, fechada en 1656, constituye una innovación esencial en el arte de Occidente, ya que representa la visión que al momento de ejecutarse tendría el retratado –Felipe IV de España y su esposa- del retratista y su entorno espacial. Se trata propiamente entonces de una inversión en el propósito del cuadro, que deviene en la circunstancia de poder ponerse el espectador en el lugar del retratado (el rey).

En el momento del cuadro, para la dialéctica hegeliana, se estaría produciendo la inversión de la conciencia servil.

El rey Felipe IV es el señor, por cuyo encargo se está pintando el cuadro. Su ser se relaciona con dos momentos: el objeto de sus deseos (el mundo viviente) y el siervo (el pintor), para quien el mundo es esencial e independiente. El señor se relaciona con el siervo por medio del objeto (el mundo y su representación en el cuadro) y con el objeto por medio del siervo (el pintor que representa al mundo en el cuadro).

El pintor depende para su pintura de la cosa sensible, del mundo vivo, que por tanto es el “ser independiente”. El siervo, como autoconciencia en su primer momento universal abstracto, niega el objeto pero, como éste es independiente, no puede consumar su destrucción. La superación que del mundo sensible hace el pintor como autoconciencia se limita a transformar.

Pero el siervo se relaciona con el objeto para el señor. Opera sobre el mundo por encargo del rey. La acción del pintor no es pura, sino que es inesencial. La transformación de la naturaleza que produce el pintor es para el rey. Para el rey, en cambio, la cosa no es nada, la consume, la goza, ejerce puro poder negativo sobre ella, y así logra la satisfacción de su deseo.

El rey cree hallar la verdad de sí mismo en el pintor. Mas, como dijimos, el pintor tiene un cometido inesencial: actúa para el rey, su acto es acto del rey. La verdad de la certeza del rey va a ser entonces la de un siervo dependiente inesencial. No puede autoafirmarse en el reconocimiento, puesto que el siervo lo reconoce, pero él no reconoce al siervo, ya que lo considera inesencial: se trata de un reconocimiento unilateral y desigual. Para llegar a su verdad, el rey debe experimentar el reconocimiento, enfrentar a otro rey. El otro debe tener realmente tal entidad, es decir, debe haberse arriesgado a morir.

El señor busca reconocerse en el pintor para afirmarse como señor. Pero el pintor es inesencial y dependiente. Por lo tanto, la verdad del señor es ser inesencial y dependiente. Y efectivamente así sucede en el cuadro, donde la figura del rey aparece tibiamente reflejada en un espejo lejano.

La verdad del siervo es para él la figura independiente del señor, pero aún es una verdad que no está en él.

El pintor ha experimentado el miedo a la muerte ante el señor absoluto, ante el rey. De tal manera, pierde la fijeza objetual de su condición de pintor, y se pone en movimiento. Ya no es el retratista que reproduce el semblante del retratado, sino que es ser para-sí. Invierte el foco, y él mismo pasa a ser el motivo del cuadro.

Mediante el servicio, el trabajar para el rey, el pintor difiere su angustia al cuadro, traspasa su negatividad a la naturaleza.

Al miedo (Furcht), a la angustia (Angst), lo sucede un segundo momento del para-sí, que es el trabajo.

Mientras el deseo del rey por el objeto consume ese objeto, el deseo del pintor trabaja el objeto (el mundo sensible). Es decir, trabaja el objeto como tal, pero no lo aniquila, porque el objeto para él es independiente. El mundo pasa a ser forma, delimitación permanente. Lo que, para el siglo XVII, e inclusive para una visión artística del mundo, en definitiva es un cuadro: realidad delimitada permanentemente.

Ahora el pintor se ve reflejado en su obra. Allí está Velázquez sobre el margen izquierdo, con paleta y pincel en mano. Su acción negativa sobre el mundo ha “formado” el cuadro, en el cual él se refleja, independiente.

El pintor se ve a sí mismo, entonces, en el cuadro por él pintado.


Felipe IV, por Velázquez, 1655, un año antes de la "inversión" operada en Las Meninas.


Aclaraciones posteriores:

1) La dialéctica del señor y el siervo se ubica en la macro-dialéctica de la autoconciencia, más específicamente, respecto de su independencia.

En la dialéctica de la autoconciencia se dan tres momentos:

a) La autoconciencia es para-sí. Es certeza de sí misma. Se reconoce a sí misma, el mundo permanece fuera como objeto. La autoconciencia es su objeto inmediato. Es el yo-soy-yo, el universal abstracto.

b) Para ser verdad de certeza, debe salir al mundo, debe mediarse en la superación del objeto. Niega al objeto por el deseo (que es vacío, voluntad de ser), pero requiere, para superarlo, que ese objeto a su vez se niegue a sí mismo. Negatividad de la negatividad. El objeto, al negarse, es independiente, por lo que es conciencia. Se produce una relación de autoconciencia a autoconciencia.

c) Retorno a sí mismo como autoconciencia duplicada. Universal concreto.

2) La comunicación de autoconciencias es una negación recíproca, una lucha en la que se arriesga la vida, y en la que la autoconciencia mata todo lo que de biológico hay en ella para ser autoconciencia pura.

La autoconciencia es intersubjetividad, es decir, movimiento duplicado de ambos polos. La perfecta igualdad y perfecta intercomunicación es una utopía. Al principio de este movimiento, la desigualdad es notoria: uno solo es reconocido, y el otro sólo reconoce. Son, respectivamente, el señor y el siervo.

3) En realidad, Velásquez y Felipe IV, además de señor y siervo, fueron grandes amigos, con curiosos destinos semejantes. Ambos viven sesenta años (nacen con 5 de diferencia, y el pintor muere cinco antes que el rey). El rey, fascinado por el arte que para Velásquez era un don natural (nunca realizó un estudio, siquiera un boceto; si no le gustaba alguna perspectiva, directamente la cambiaba sobrepintando en la misma tela; pintaba sólo por necesidad, y en su vida no realizó mucho más de 60 cuadros). Velásquez, fascinado por recuperar la nobleza perdida antaño por su familia, objetivo que consigue en 1658, dos años antes de su muerte, luego de muchas peripecias burocráticas, que le insumen la mayor parte y energías de su vida, que entre otras cosas suponen la presentación de ciento cuarenta y ocho testimonios de la “nobleza”, “limpieza” y “otras calidades” del solicitante. Aun así, fue necesaria la intervención de su soberano para obtener el título de Caballero de la Orden de Santiago.



17 comentarios:

Unknown dijo...

Desde mi subjetividad ¿puedo atreverme a decirle que lo quiero,occam?
Usted me hace inteligible la diálectica esa, que se supone tengo que manejar en mi trabajo, pero que por mi propia tendencia reduccionista transformé en casi una ecuación.
"La fenomenología del espíritu" me resultó más densa que las obras de Blavatsky.
Y el texto de foucault:Las palabras y las cosas, descansa plácidamente en la biblioteca.
Besos

Occam dijo...

Cerriwden: Me va a hacer poner colorado... Quédese tranquila, que a mí me pasa lo mismo con Hegel, y para no apesadumbrarme, lo tomo para diversión.
Besos.

aquiles m dijo...

Ustedes hieren mi autoestima.
La Cris es hegeliana, según confesión....
Se habrá comprado un ejemplar de la Fenomenología....en la feria de La Salada..
Una de las primeras cosas abstrusas que llegaron a mis manos, fue Ramón del Valle Inclán, El Tirano Banderas.
Ese miserable desgraciado se floreaba con el español, al punto de llegar a pensar, que a pesar de mis denodados esfuerzos...era un bruto que no iba a conseguir leerlo y comprenderlo...
No me achiqué...y algún tiempo después lo logré...
Si Cris "comprendió" a Hegel, debería seguir con el "dasein" Heidegger, con Kant, con Horangel, con Palito Ortega...
Lo que quiero es mantenerla ocupada, y que nos atosigue máaassss !!!!!!!!!
Abrazos.
PD:Luego vuelvo con el tema.
Es fascinante.

Occam dijo...

Aquiles M.: Con el mismo sentido provisorio de su comentario, no puedo empero sustraerme de decirle que no ponga al gran Martin Heidegger en el nivel de los demás mencionados. Déme un poco de tiempo, y prometo ocuparme de él.
Mis más cordiales saludos.

P.S.: Gran libro Tirano Banderas. Admiro (¿envidio?) su castellano. Por qué nos pondremos denodadamente a hablar y estudiar otras lenguas cuando conocemos y usamos menos del 5% de la nuestra, digo yo.

aquiles m. dijo...

Mi estimado Occam:
Mi intención es mantenerla ocupada, en lo con seguridad jamás podrá entender.
Pero hay algo que me desvela, y obnubila mis entendederas...
Te ruego, si puedes, ayúdame a entender por qué dice que es hegeliana, cuando hasta a Wagner lo influye, de la manera más exuberante.
Si puedes ayudarme, dime por qué crees que lo dice ?!
Un abrazo

pau dijo...

Occam: Mire que interesante:

http://www.plataformaarquitectura.cl/2006/12/03/arquitectura-y-poder-rem-koolhaas/

S2.

Occam dijo...

Aquiles: Yo intuyo que lo menciona por el influjo que ejerció Hegel sobre la concepción dialéctica de las relaciones sociales (no por cierto, el materialismo) que luego sostuvo Marx. En todo cursillo "solapado" (no por oculto, sino porque abreva solamente en las solapas de los libros) universitario, a Hegel se lo menciona superficialmente nada más que como excusa para el abordaje del gran profeta de la plusvalía y la lucha de clases. En esa circunstancia, decir que uno es hegeliano, es más o menos (y siempre haciendo un gran esfuerzo para meterme en complejas entendederas) como decir "soy un poquito marxista, pero del palo filosófico, no político, y como mini-marxista, soy muy culto, porque a Hegel no lo entiende casi nadie, hay que tener particular perspicacia y metódica aptitud para leerlo. Y yo, encima de leerlo, me proclamo su adepto, o sea, lo he interiorizado y comprendido en absoluto".
Ésa es por lo menos mi intuición sobre el asunto, probablemente equivocada, pero es.
Cordiales saludos.

Occam dijo...

Pau: Gracias por el artículo. El edificio de la CCTV me parece un impresionante ejemplo de armonía y equilibrio.
Sobre la bandera de la Unión Europea propuesta, debo decir en cambio que me resulta aberrante, como también me sucede con los códigos de barras. Por su aspiración omnicomprensiva, no termina por respresentar a nadie. Para dibujarla, no sólo hay que comprarse una inmensa caja de crayones, sino aplicar una regla memotécnica infalible que permita recordar el orden y número de las banderas que aparecen en el engendro. La actual bandera de la UE, en cambio, no pretende representar a sus miembros por algún artificio de inclusión (como las estrellas de la bandera estadounidense, por ejemplo). Tiene 12 estrellas dispuestas en círculo como las horas de un reloj, en alusión al tiempo y también a los puntos cardinales. De tal forma, es muy superadora de los diversos artificios de representación supranacional: es autónoma y no la resultante de una amalgama más o menos afortunada.
Ésa por lo menos es mi opinión al respecto.
Mis más cordiales saludos.

Mensajero dijo...

Esta vez me cuesta un poco su divertimento....
Tal vez lo intente nuevamente con más tiempo.
Esperaba atento su comentario respecto a la bandera.
Suponía que respondería como respondió.
Arquitecto, a tus edificios.
Saludos.

pau dijo...

La ventaja es que si cambiás el orden, la cantidad o el tono de los colores no se entera nadie!

De cualquier manera, creo importante (en cualquier caso, pero especialmente para una bandera!) que sea atractiva y sintética, dos variables en las que gana caminando la azul con estrellas.

S2

RELATO DEL PRESENTE dijo...

Y después de escucharla no poder hilar una frase de corrido, nos quieren hacer creer que es hegueliana.



Felíz Día, Occam! Hago extensivo el saludo al Sr. Destouches.

Occam dijo...

Mensajero: Es sencillo: Sucintamente, en la pintura, el pintor es el rey.
Lo de su consideración para con mi respuesta vexiológica demuestra que sigo siendo demasiado predecible ("coherente" dirían mis aliados; "aburrido" mis detractores). En fin, lo que es cierto es eso de que "zapatero a tus zapatos" (lo que vale incluso, y sobre todo, para Rodríguez Zapatero).
Un muy cordial saludo.

Occam dijo...

Pau: Evidentemente, coincidimos. Las banderas no deben ser nunca el resultado de complejos artilugios intelectuales. El poder de su significado está en la simpleza. Se inventaron para ondear en el viento y para ser vistas y recordadas e identificadas a la distancia. Así que coincidimos, cosa que me suponía, ya que he podido comprobar su eficaz y sensato criterio en la materia.
Un muy cordial saludo.

Occam dijo...

Relato: Muy cierto. Feliz evocación.
Saludos, compañero.

Destouches dijo...

Occam:

Realmente este post se las trae. Tengo que a hacerme un rato de tiempo para analizarlo en detalle.

Relato: Feliz día, compañero.

piscuiza dijo...

Alemanes...
Mire que hay variantes para elegir eh, pero pretender ser hegueliana es demasiado. Acaso sería mas creíble si se hubiese inclinado por algún franchute.
Lo de las Meninas es un deleite, pero no para esta hora de la mañana, veré si puedo releerlo por la noche y con un más tiempo para un debate interno más productivo.

Saludos y siga deleitándonos

Occam dijo...

Piscuiza:
Efectivamente, como usted intuye, existe el franchute inspirador. Se trata de un tal Vuitton, un filósofo de la escuela marroquinerista-
materialista, cuyas enseñanzas tienen por estos pagos una vigencia inextinguible y siempre renovada.
Mis más cordiales saludos.