viernes, 29 de agosto de 2008

Un motivo de orgullo

Aclaración previa: Este post está escrito en la inteligencia -y quizás peregrina aspiración- de que el todo es superior a la suma de las partes, y que los logros colectivos deben superar las mezquinas rencillas y envidias domésticas, que determinan que cualquier alto objetivo alcanzado por algún argentino en su actividad, se minimice y relativice injustamente y en detrimento del orgullo colectivo.


El fútbol es uno de los pocos motivos de orgullo genuino que nos quedan a los argentinos. En efecto, mientras en la relación internacional centro-periferia comienza a agigantarse una brecha irremontable, que amenaza también con contagiar al deporte de masas… Mientras las potencias europeas arman en sus ligas internas verdaderos mundiales de figuras y la empobrecida Latinoamérica debe recurrir a promesas locales de las divisiones inferiores cada vez más jóvenes… Mientras Europa acomete una auténtica campaña de rapiña de talentos de África y Sudamérica, con la complicidad de la FIFA… Mientras pasan todas esas cosas, a nivel de selecciones nacionales las cosas mantienen un saludable equilibrio.

El poderoso Barcelona de España, con una delantera tercermundista.

Las naciones europeas han obtenido tantos mundiales como las americanas (9 por cada continente). No ocurre los mismo con el campeonato olímpico, que por las cuestiones vinculadas con la Guerra Fría implican una importante diferencia (17 a 4) a favor del viejo continente, mientras que América (más concretamente, Uruguay 1924 y 28 y Argentina 2004 y 08) sólo ha obtenido sus oros en los márgenes de esos paréntesis ideológicos.

La lista de posiciones de las Selecciones Nacionales es la que sigue:


País

Mundial

Olímpico

Continental

1

Brasil

5

-

8

2

Italia

4

1

1

3

Alemania

3

1

3

4

Argentina

2

2

14

Uruguay

2

2

14

6

Inglaterra

1

3

-

7

Francia

1

1

2

8

Hungría

-

3

-

9

Rusia

-

2

-

10

Camerún

-

1

4

11

Nigeria

-

1

2

España

-

1

2

13

Bélgica

-

1

-

Checa

-

1

-

Polonia

-

1

-

Serbia

-

1

-

Suecia

-

1

-

18

Paraguay

-

-

2

Perú

-

-

2

20

Bolivia

-

-

1

Colombia

-

-

1

Dinamarca

-

-

1

Grecia

-

-

1

Holanda

-

-

1


Pero más allá de esa observación, lo que realmente debe llenarnos de orgullo es la impresionante performance lograda a nivel de los clubes de fútbol, máxime teniendo en cuenta la abrumadora superioridad económica del espectro europeo, que en el caso de las selecciones nacionales, se compensa con la integración de los planteles por todos los jugadores ciudadanos de cada país, por más que su entrenamiento y capacitación se efectúe en otro más poderoso.

La tabla que señala el orden de mérito a nivel del fútbol internacional por clubes, es la siguiente:

Orden

Club

País

Copas Internac.

1

Boca Jrs.

Argentina

18

Milan

Italia

18

3

Independiente

Argentina

15

Real Madrid

España

15

5

Ajax

Holanda

12

6

Barcelona

España

11

Juventus

Italia

11

Liverpool

Inglaterra

11

San Pablo

Brasil

11

10

Nacional

Uruguay

9

11

Bayern Munich

Alemania

8

Olimpia

Paraguay

8

Peñarol

Uruguay

8

14

Cruzeiro

Brasil

7

Inter

Italia

7

Valencia

España

7

17

Manchester Utd

Inglaterra

6

Porto

Portugal

6

Obsérvese que, dentro de los cuatro equipos más ganadores a nivel internacional, que sacan una diferencia holgada al resto, dos de ellos son argentinos. Cuando contemplamos por país los logros obtenidos por todos los clubes de cada liga, nos encontramos con la siguiente tabla:

Orden

País

Trofeos

1

Argentina

58

2

Italia

44

3

España

39

4

Brasil

38

5

Inglaterra

25

6

Holanda

18

7

Uruguay

17

8

Alemania

11

Obsérvese que entre Boca Juniors e Independiente se concentra el 57% del total de trofeos internacionales obtenidos por clubes de la Argentina. Las restantes 25 copas se encuentran distribuidas atomizadamente, y respecto de ellas, destacan las performances de Vélez Sársfield y Estudiantes de la Plata, clubes relativamente chicos del país y con una enorme eficacia (5 cada uno; en el caso del pincharrata, con 3 Libertadores de América).

Para cerrar, y a propósito del reciente nuevo triunfo del fútbol argentino (doble triunfo, si se tiene en cuenta que la disputa por la primacía continental se dio entre equipos nacionales, respectivos campeones de Libertadores y Sudamericana), debemos destacar la evidente superioridad en un aspecto extremadamente competitivo, donde, desde el inicio, corremos con la desventaja del potencial económico, que determina que los equipos argentinos deban recurrir a jugadores demasiado jóvenes o demasiado veteranos, y confiar, como siempre, en el espíritu ganador y en la confianza y osadía que caracterizan a nuestro pueblo en las difíciles. Porque el argentino, como dice el Martín Fierro, es toro en su rodeo y torazo en rodeo ajeno. Téngase en cuenta, por ejemplo, el caso de Boca Juniors, que en lo que va de este siglo aportó 11 de las 12 copas internacionales recientes obtenidas por nuestro país, y que dio tres vueltas olímpicas por Libertadores y una por Recopa Sudamericana, en el Brasil, ante cuatro potencias del futebol del gigante americano: Palmeiras, Santos, San Pablo y Gremio.

Festejo argentino por un global de 5 a 0 en un estadio gaúcho atónito.

En fin, como dije al principio, un verdadero motivo de orgullo nacional.

Día del Abogado


Hoy 29 de agosto se celebra en la Argentina el día del abogado, en conmemoración de la fecha de nacimiento de Juan Bautista Alberdi (1810), autor de las Bases y puntos de partida para la organización política de la Confederación Argentina.


Aprovecho entonces la ocasión para saludar a todos los amigos abogados, y todos aquellos que han dedicado parte de su corazón al noble arte (¿ciencia?) del Derecho.


Aristóteles consideraba a la Justicia como la primera y principal de las virtudes de la Ética, por entender que equivalía y era la síntesis de todas las demás virtudes. La ética que debe presidir el ejercicio de la Abogacía, entonces, no puede tener otro cariz que el finalista: será ética la conducta del abogado que propenda a la Justicia.


Así lo entiende, por ejemplo, el Estatuto Real de la Abogacía Española (aprobado por Decreto Real Nº 658/2001) que en su artículo 30 reza:

El deber fundamental del abogado, como partícipe en la función pública de la Administración de Justicia, es cooperar a ella asesorando, conciliando y defendiendo en derecho los intereses que le sean confiados. En ningún caso la tutela de tales intereses puede justificar la desviación del fin supremo de Justicia a que la abogacía se halla vinculada.

En consonancia, Jorge Bustamante Alsina, en Aspectos modernos de la actividad profesional del Abogado (La Ley, tomo, 118, pág. 1098) ha dicho al respecto:

La función del Abogado en el organismo social es tanto más importante cuanto más extensa es la regulación jurídica de la conducta y cuanto más complejo es el contenido de las normas. El Abogado es, cumpliendo esa función social, un elemento de pacificación en las relaciones humanas, preservando el orden jurídico mediante el acatamiento a las normas que su consejo lleva siempre consigo; mediante la solución directa de los conflictos creados, con un sentido de justicia; mediante la actuación jurisdiccional, que le permite por los medios técnicos del proceso el derecho de los justiciables.

Tengan entonces todos un muy feliz día.




[Las imágenes con que se ilustra este post son de Honoré Daumier]

jueves, 28 de agosto de 2008

"Los hombres desean obedecer a un jefe"

El 1º de julio, con motivo de los 34 años de la muerte de Perón, me permití glosar algunos extractos muy valiosos, desde el punto de vista de la teoría política, de su Manual de Conducción Política (Ver http://corraldelobos.blogspot.com/2008/07/34-aos.html).

Las transcripciones efectuadas generaron alguna polémica en los comentarios al post, en general vinculada con cierta visión contemporánea, que puede ser calificada de libertaria, que en principio no admite autoridad superior ordenadora, y confía en las capacidades espontáneas de la sociedad civil para autorregularse. Algo así como la teoría económica de Adam Smith, pero sacada de su contexto natural y traspolada a la construcción política (desconociendo o negando asimismo la autonomía de esta última respecto de la Economía).

Adam Smith

En esa ocasión, algunos comentarios fueron particularmente elocuentes respecto de esa visión. Así, por ejemplo, José Álvarez dijo:

"Los hombres libres no necesitan ser 'conducidos'. Sólo establecen relaciones voluntarias de asociación con un fin determinado y se hacen responsables de sus decisiones".

Asimismo en los comentarios, también Hegueliano se mostró naturalmente reticente a la lógica de la conducción, lo que a estas alturas, más allá de la eficacia empírica de la figura, resulta más que razonable, a la luz de los constantes aprendices de brujos y dictadorzuelos de la caja pública que han venido a hostigar y expoliar al pueblo, a la par que a generar una auténtica oligarquía política en la cual los actores se orientan de espaldas a la voluntad popular, y con sus narinas bien abiertas al cruel aroma de los billetes. Lo hizo en los siguientes términos:

"Se me plantea una pregunta, ¿qué nos hace necesitar a los argentinos 'ser conducidos'?
"Qué me diferencia de un australiano o un noruego, que me tienen que adosar un conductor que me diga que hacer pensar u opinar?"

Más allá de que, curiosamente, en el comentario recién transcripto se han citado dos casos de monarquías, resulta que la cuestión de la conducción no se proyecta exclusivamente sobre la Argentina ni mucho menos, sino que se suscita respecto de toda construcción política humana, es decir, sobre la propia concepción del Estado, que resulta ser una institución con vigencia persistente y difusión universal, en cuanto el hombre es lo que es: un zoon politikon.

Harald V, rey de Noruega, junto a su reina y los monarcas de España. El Poder Ejecutivo noruego es ejercido por el Consejo del Rey, integrado por el Primer Ministro y sus Consejeros, todos ellos nombrados por el rey, y aprobados por el Parlamento.

Sin que sea mi intención reflotar ese intercambio, pegaré a continuación una de las respuestas dadas a esas objeciones (en particular, la primera que he reseñado aquí) por mi parte, desde que sirve para enlazar con el texto que es propósito del presente post.

"Gracias por todos los comentarios.
"Las concepciones anarcoliberales de josé álvarez son realmente interesantes, y las hemos visto fructificar y prosperar en ámbitos múltiples desde hace más de medio siglo. Hoy día, diríamos, resultan casi uniformes. Pero eso ciertamente no fue así en el pasado. "Toda polémica al respecto siempre chocará contra encrucijadas semánticas y axiológicas, ya desde el mismo principio de cada formulación, por lo que se torna ociosa cualquier discusión en tal sentido, por lo menos de mi parte. "Simplemente, evocaré al filósofo en cuyo honor construí mi nick, Guillermo de Occam, y su querella a los universales. Como nominalista que me considero, me cuesta categorizar al mundo en arquetipos universalmente válidos: por ejemplo, 'el hombre', 'la libertad', que son los empleados para el caso. Su promiscua aplicación, creo, conduce a las formas más sutiles de totalitarismo. ¿Libertad para qué? ¿Libertad respecto de qué? ¿Es libre solamente quien persigue y realiza su interés individual? Y más importante: ¿Es libre el hombre para definir cuál es ese interés? ¿Y ese 'hombre libre', qué tipo de hombre es? ¿Un permanente migrante en busca de la mejor oferta, en busca del mejor panorama de confort, en busca de algún oasis eléctrico? ¿Las relaciones humanas están condicionadas exclusivamente por el interés? ¿Debe Pedrito dejar a sus padres e irse a vivir con la familia de Juancito porque allí sirven comida más rica y tienen televisor de plasma?
"En fin, muchas preguntas. Entramos en una cuestión filosófica esencial, que seguramente más adelante desarrollaré. Otra vez muchas gracias a todos. Las polémicas inteligentes son el mejor disparador para la inteligencia colectiva, para hacernos más 'libres'. En eso adhiero a los sofistas de Atenas, que luego de la pérdida de su conducción política (Pericles) se esfumaron pintorescamente en el berenjenal de la humanidad migrante, hasta que ya no fueron".

Panfleto anarcoliberal.

Es hoy un día propicio para continuar con ese debate inconcluso, y más aún teniendo en cuenta una opinión más sabia y autorizada que la mía, por erudición pero sobre todo por experiencia. Ayer miércoles 27 de agosto en La Nación salió un reportaje a Régis Debray, del que me parece trascendente rescatar y transcribir algunos fragmentos imprescindibles (la interviú fue realizada por Luisa Corradini, corresponsal en Francia):


"Los hombres desean obedecer a un jefe", dice Régis Debray
Es instintivo, señala el pensador francés

PARIS.– Hace tiempo que en nuestras sociedades igualitarias, horizontales y democráticas se considera que el jefe es una especie en vías de extinción. La realidad, sin embargo, parece demostrar lo contrario. "Aun en democracia existe en el hombre un deseo de jefe, un deseo arcaico que debe encarnarse en rituales, procedimientos y palabras que autorizan a alguien a dirigir a los demás", dijo a LA NACION el filósofo y escritor Régis Debray.

En una de las escasas entrevistas concedidas a un medio latinoamericano desde su aventura guerrillera en Cuba y en Bolivia, en los años 60, Debray aceptó reflexionar sobre esa figura controvertida "pero necesaria", sin la cual un grupo humano, cualquiera que sea, está "indefectiblemente condenado a la disolución".

"Jefe es alguien capaz de transformar un montón de cosas dispersas en un todo coherente", resume.

-En las grandes democracias del siglo XXI, la gente tiende a pensar que ya no debería haber jefes. En uno de los últimos números de su revista, usted afirma que es todo lo contrario.

-En democracia se ha instaurado una suerte de hipocresía. La gente dice que el jefe no es bueno, que es algo superado, que hay que burlarse de él. Sin embargo, todavía hay jefes, e incluso los hay cada vez más.

-¿Por qué razón?

-Porque hay una constante que atraviesa la historia, que es lo político. En el fondo, lo político consiste en evitar lo peor. Y ¿qué es lo peor para un grupo humano? La desunión, el desmembramiento, la disolución. El jefe existe para lograr la unidad. Sea donde sea -en un equipo de fútbol, una empresa o un país-, el jefe es el que mantiene la cohesión o produce la unidad en el seno de una multitud.

-¿De qué manera lo consigue?

-Es curioso, pero eso pasa siempre por la palabra. El jefe es, siempre, un hombre de palabras. Una palabra que cristaliza, que dinamiza, que construye el rebaño. Me estoy refiriendo al rey pastor, que no es el único arquetipo.

-¿Y el otro modelo?

-Es el rey tejedor, el preferido de Platón. Su trabajo es conciliar a los audaces y a los conservadores. En toda sociedad están aquellos que quieren cambiar y aquellos que quieren conservar. El papel del jefe tejedor es armonizar la cadena y la trama, hacer compatible lo que en principio no lo es. Simbólicamente, el rey tejedor debe fabricar un abrigo que protegerá al grupo del frío, del desmembramiento, de la dispersión. Me estoy refiriendo a dos modelos fundamentales, pero muy actuales, de jefe.

-Usted afirma que en la sociedad actual hay un auténtico deseo de jefe.

-Eso puede entenderse en dos sentidos. Uno que es muy feo y que quiere decir sentir el deseo de ser jefe. Aunque, después de todo, ¿quién no tiene ese deseo? Pero también existe el deseo de tener un jefe. La gente desea tener un jefe cuando se siente amenazada por la disolución.

-¿Qué otras características debe tener un jefe?

-El jefe es el maître des horloges (el dueño del tiempo). No se deja imponer el tiempo: crea su ritmo. Crear el calendario es un privilegio del jefe. El jefe es amado por los suyos, pero él puede no amarlos. Es alguien que tiene el privilegio de no amar. Eso es lo que se llama la impasibilidad del jefe, hasta su indiferencia. Una vez le pregunté a François Mitterrand cuál era su secreto. Me contestó: "La indiferencia". Es hermoso, ¿no? Se trata de una cierta ecuanimidad, una cierta distancia con todo el mundo, mientras que todo el mundo debe estar cerca, debe sentirse cercano al jefe y sobre todo amado por él. El jefe es la persona capaz de cerrar los dientes y de tener suficiente confianza en sí mismo como para inspirar a los demás. El jefe tiene esa capacidad que a veces se llama la implacabilidad, que es muy fácil de admitir en la guerra. Es la razón por la cual las mejores reflexiones sobre los jefes vienen de gente que hizo la guerra. Pienso, sobre todo, en el historiador Marc Bloch. En un libro que se llama La extraña derrota , reflexiona sobre el jefe, sobre lo que es un verdadero jefe. Para Bloch, el jefe debe tener dominio de sí mismo y ser implacable.

-Pero Bloch se refiere sobre todo al jefe militar. ¿Qué país de Occidente necesita ese tipo de jefes excepto en el ámbito castrense?

-Es evidente que la guerra es el grupo en fusión. Es la efervescencia, la fiesta de la identidad; es una contracción, pero también una extraordinaria producción de altruismo, un gran derroche libidinal, como diría Freud, donde todos aman al jefe, se identifican con él, están dispuestos a sacrificarse por él. Efectivamente, la guerra es el espacio de lo sagrado.

-¿El jefe no duda?

-No. Por eso es tan difícil para un intelectual ser jefe. Porque, por definición, un intelectual es aquel que duda siempre, que pone en tela de juicio sus ideas y sus opiniones.

-¿Y la ambición de libertad?

-Esa es la tragedia: se hace la revolución para dejar de tener jefes y se termina con un superjefe. Eso fue también la Revolución Francesa, que quiso suprimir el Estado absolutista y terminó construyendo un superabsolutismo. Ese es el humor negro de la revolución. En todo caso, cuando una revolución no tiene jefe, no va demasiado lejos. Cuando tiene demasiados, se transforma rápidamente en dictadura o en restauración. Pero ¿quién dijo que la revolución no es una tragedia?

-¿Usted no desconfía de los jefes?

-Naturalmente. Sé que son necesarios, pero yo pido jefes condicionales y no incondicionales, es decir, jefes sometidos al único soberano, que es el pueblo.

-¿Es posible aprender a ser jefe?

-Hay un temperamento de jefe, una libido de jefe. Se lo tiene o no. De todos modos, hay numerosas escuelas de líderes en varios países. Los norteamericanos tienen esas escuelas, pero el jefe es el encuentro entre una personalidad y una coyuntura. Eso no se aprende.

-O sea que el jefe es mucho más que un individuo.

-El jefe es un colectivo individualizado, un colectivo sublimado. Es necesario que el jefe sea una sublimación. Es teatro, dirá usted. Sí, pero el teatro forma parte de la vida política.

-En la actualidad, hasta el principio de la autoridad parece superado. En nuestras sociedades, ¿lo que cuenta no son la influencia y las redes?

-Es verdad que hoy la palabra "jefe" es una palabra obscena. Cuando en Médium decidimos reflexionar sobre lo que es un jefe, quisimos terminar con ese tabú. El jefe existe: hay que saberlo para no caer en la mistificación del jefe.

-¿Es decir?

-Que de tanto rechazar el jefe, uno termina aceptando el primero que aparece. Es como con la sexualidad: es mejor hablar de ella para que no termine aplastándonos. Mejor hablar del jefe para prevenir lo peor, que es la mistificación del jefe, el culto de la personalidad y todas las manifestaciones extremistas de la autoridad.

-¿Qué es para usted la autoridad?

-La autoridad es moral, es imaginaria, no reposa sobre la fuerza bruta. No es una cuestión de músculos ni de número. La autoridad es una cuestión de creencia o de conocimientos. El maestro tiene autoridad en una clase. Es necesario que la tenga, de lo contrario, se producirá un desorden y el pequeño cacique del curso terminará por tomar el poder. Eso no será bueno ni para los alumnos ni para el conocimiento. Creo que la autoridad es la protección contra el poder. Y no creo ser reaccionario diciendo esto. Porque tratar de que un petimetre no termine creyéndose el patrón es justamente la democracia.

Para leer el artículo completo:

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1043677