miércoles, 6 de agosto de 2008

PICADA

Podríamos acompañarla con vermouth, como recomendaba el finado Tato. Pero preferimos, por la hora y la costumbre, rempujar los manjares hacia el fondo del garguero con unos buenos mates cimarrones, no demasiado calientes, y sí bastante frecuentes (no aptos para cebadores conversadoramente distraídos).

Enseguida evocamos las escapadas a Tandil, y las reclusiones voluntarias en Época de Quesos, aquella posta de carretas del 1860 que luego supo ser rancho, más tarde almacén de ramos generales, después tapera, y hoy es algo cercano al paraíso. Por lo menos, no sólo por la ambientación y la historia del lugar, sino por su calidez, variedad y abundancia, el tiempo se detiene, y las horas se alargan a fuerza de galleta de campo y delicias de quesos y embutidos, fiambres, salamines, escabeches y otras maravillas.


Esta picada que acá propongo, en cambio, no resulta tan placentera ni variada, y tan sólo se detiene en algunos platillos como al pasar, para distraerse mirando por la ventana. Y también se enlaza con las otras acepciones del mismo término, sobre todo, la del sendero abierto a duras penas en la espesura del monte, y más que nada, la del avión que se viene de punta al suelo.

Vayamos, entonces, sin más preámbulo, a picar un poco:


No hay monedas.

Y sí, todo el mundo repite que faltan monedas, que no se sabe dónde están. Pero nadie se plantea en serio el problema. El problema, que tan mal oculta el gobierno a través de la afrenta que el INDEC hace cotidianamente al sentido común, se llama inflación.

Como no se quiere reconocer, porque ello implicaría aceptar que todo el rumbo del recorrido que hicimos del 2001 para acá fue circular y nos dejó en el mismo lugar, por lo menos en cuanto al precio de las cosas (no tanto en cuanto a la plata que llega al bolsillo), simplemente basta con esa escueta afirmación: “faltan monedas”.

En realidad, también faltan billetes. No cualquier billete, que se entienda. Faltan billetes grandes. A esta altura, al menos ya se amerita la impresión del billete de $ 200. Se aceptan propuestas en cuanto al color y al prócer a elegir. Yo propongo al gringo Pellegrini, por una cuestión de orden cronológico, y porque a estas alturas resulta imperioso que encontremos una figura de su talla para sacarnos del desaguisado que han armado por impericia e improvisación, y en el que insisten en “profundizar”… profundizando la fosa en donde estamos sepultados. El color, me parece que puede ser un amarillo, intercalado con naranja, que faltan en la paleta actual de la Casa de la Moneda. Al tiempo le llamarían “canario”, como en la década del ’10 se le llamaba al billete de 100 pesos.

Porque seamos sinceros. ¿Cuántos billetes tiene que llevar uno para pasar decorosamente un fin de semana en la costa atlántica? Claro, también puede estar uno bancarizado, pero eso no suele ser, en Argentina, la solución a todo. Volvamos al supuesto, al estilo propaganda de Master Card: Nafta ida y vuelta y recorrida por costanera, desde Mogotes a Constitución: $ 400; 2 cenas para cuatro en restaurante medio pelo con vino de la casa en pingüino (sin mariscos): $ 600; 2 almuerzos suavecitos, digamos pancho y coca en Manolo, también para cuatro: $ 100; entradas para el cine más dos cucuruchos de pochoclos para compartir: $ 100; compra de alfajores para traer de regalo: $ 50; hotel tres estrellas con baño privado y agua caliente (2 habitaciones dobles por 2 noches): $ 700; parada en la ruta y peajes: $ 100. Total de viajecito: $ 2.050, y eso sin hacer dispendios tales como submarino con churros en El Faro o compra de algún pulóver, o ir al teatro o al casino.

O sea, un fardo de plata, que si se ve en una película, uno imagina que es la parte del botín del chofer del asalto a una joyería.

Ahora bien, para no irnos de platito, y volviendo a las monedas, a principios de 2007, por ejemplo, producir una moneda plateada de 25 centavos (aleación de níquel) costaba 22 centavos. Aplicando cautamente los índices de inflación, ahora esa misma pieza sale 29 centavos.

En un momento me había dado a mí por juntarlas, ya que me parecían una pieza desproporcionadamente grande comparada tanto con la que le precede en valor ($ 0,10) como la que le sigue ($ 0,50, de la que casi no se diferencia) para hacer un bastón con resina epoxi, y más adelante, por el mero gusto de acumularlas en una cajita de habanos. Con el tiempo fueron dos cajitas, y superé las 2.000 monedas plateadas de $ 0,25. Finalmente, apremiado por circunstancias que no vienen al caso, se las canjeé al kioskero de la esquina por $ 500. De esto ya pasaron meses, y el tipo cada vez que me ve pasar se desvive por saludarme. The power of the coin. Pensar que hace no tanto los colectiveros vivían quejándose porque los bancos les tomaban sus bolsones a desgano.

Si yo hubiera conocido a un reducidor de metales, vendía mis dos millares en algo así como $ 580, o sea, me hacía una ganancia del 16%. Nada mal. Mejor que especular con la divisa extranjera.

La moneda, mis queridos, tiene hoy día un valor intrínseco mayor que el que simboliza.

Y nuevamente la realidad se lleva puesta cualquier articulación coherentizante del relato.

Lo que no afloja es el pragmatismo crematístico. Como no hay monedas, y ello parece imputable a algún fenómeno atmosférico insondable, al gobierno que debe acuñarlas no se le ocurrió mejor idea que disponer de pragmáticos “redondeos” tarifarios en los transportes.

Para no hacerla larga, los redondeos de $ 0,10 en subtes y colectivos implican unos $ 100 millones anuales. En el pasado (año 1996, más o menos) la tarifa contractual de los servicios ferroviarios, de superficie o subterráneos, difería de la tarifa de aplicación, que por cuestiones de disponibilidad dineraria, eran más o menos redondas. Así, la primera, de acuerdo con el Índice de Calidad de Servicio (que en esa época se medía y se premiaba o castigaba), podía ser, por ejemplo, de $ 0,53867; y la tarifa de aplicación era entonces de $ 0,55. La diferencia por el redondeo de la tarifa (para este caso, $ 0,01133, o sea, poco más de un centavo por pasaje) iba a un fondo fiduciario por cada concesionario, y se destinaba a inversión en obras nuevas. Estamos hablando de mínimos centavos, a veces de milésimos, y sin embargo, había prescripciones contractuales al respecto.

En este nuevo modelo gestionario de la libreta de almacenero, diez centavitos no le cambian la vida a nadie, así que se los dejamos a los concesionarios de trenes y a los empresarios de los colectivos (que en gran medida son los mismos). Eso sí, de bajar subsidios, ni hablar.


Aliaditos.

Hay una frase española, un tanto grosera, que para expresar la decadencia de las costumbres, reza: “Putos eran los de antes; los de ahora son putitos”.

Uno piensa en Mussolini, en su ambición de recrear la Roma mítica y la estirpe conquistadora, tratando de recular ante el tremendo quilombo que le había armado su solemne socio alemán, que le costó el gobierno construido en pacientes y largas dos décadas primero, y luego la propia testa.

En el nuevo eje bolivariano del ALBA y Telesur, comandado por Mico-mandante (como he leído por ahí) y sus usurarios petrodólares, y constituido por Caracas-Quito-La Paz-Buenos Aires, los aliados hinchen sus pechos orondos y templan sus atipladas voces para expresar el valeroso adagio: “Animémonos y vayan”. Así lo han dejado al Evo más solo que indio malo, enfrascado en un referéndum de oscuras perspectivas (aunque lo gane, o sobre todo, si lo gana; un poco parecido al “mi voto no es positivo”), con un país en llamas y amplios sectores sociales –regiones enteras- en pie de guerra civil.

Tan solo lo han dejado, que la Presidenta ayer hasta insinuó el amargo final, al hacer un llamado a todos los funcionarios e instituciones de Bolivia (o sea, los que parece que lo van a suceder), que ella supone que son "también" democráticos (como el Evo que se va) a respetar lo que ella no respeta: los convenios de abastecimiento de gas.

En el camino, mientras el Comandante del socialismo bolivariano nos prestaba gentilmente otra punta de dólares al 16% anual, diciéndonos en la cara y con todo desparpajo que para él esto era un excelente negocio, o sea, tomándonos por los giles que somos, la Presidenta no tuvo mejor idea que afrentarlo al Lula Da Silva que parece que también los traicionó (porque a ellos todo el mundo los traiciona, no sólo Cleto; antes los había traicionado Tabaré con las pasteras, al hacer lo que un presidente soberano debe hacer, que es pugnar por su país).

Así, una reunión importante que se debía establecer entre los primeros mandatarios de los dos países más gravitantes del MERCOSUR se transformó en un menage-à-trois re chévere, en el que el poeta de la voz engolada copó la parada para permitirse hablar de que Venezuela mantiene una relación de “concubinato” con sus socios del Cono Sur… ¡Y pensar en cómo lo escarnecieron al finado Guido Di Tella porque habló de relaciones carnales! En fin, la imagen literal de la situación tiende a ser un tanto escabrosa.

Pero Lula se tomó rápida venganza. Luego de amagar con no ir a la tertulia, y de hacerlos comer a los otros dos la consabida amansadora, se llegó con un obsequio muy original para el locutor bolivariano: ¡tres remeras bahianas! Como las Hering que me trajo mi hermano de Ciudad del Este cuando volvió de las Cataratas. Toda una paquetería. Calculo que en el novelesco desarrollo de este tierno concubinato, Néstor terminará usando una de ellas para dormir.

En el medio de todo este embrollo, lo tenemos al Generalísimo como principal acreedor, con unos U$ 5.700 palitos de deuda pública argentina (esta sí que es bien externa, no como la de la quita patriótica, que perjudicó mayormente a los futuros jubilados argentinos). En tanto Brasil, desde 2002, viene invirtiendo en compra de activos argentinos U$ 8.000 millones: Pérez Companc, Loma Negra, Alpargatas, Quilmes, Swift, Quickfood, Aleros Bragado, etc., etc. Por lo menos, se trata de plata que entra...

Nao tem você um pesinho para a cerveija ?

Lo llamativo es que no salga en malón la progresía nacional a alertar sobre la venta de “las joyas de la abuela”. Deben estar todos muy ocupados comiendo viandada hecha de carne de una curiosa especie de mamífero llamado “vaca conserva”, del que nos ilustrara la versadísima Presidenta en una de sus alocuciones de maestra ciruela.

INSERT: MAESTRO CIRUELA: Decimos que alguien es un "maestro ciruela" cuando se empeña en dar a todos lecciones sobre asuntos que conoce poco y mal. La expresión, que viene muy bien para etiquetar pedantes, nada nos informa acerca del maestro ciruela, salvo que "quiere enseñar y no tiene escuela". En realidad, la frase original no guarda ninguna relación con el ciruelo. Se refiere al pueblo de Siruela, una localidad de Extremadura (España), situada a unos doscientos kilómetros de la ciudad de Badajoz. Ninguno de los trescientos mil siruelenses que hoy la habitan sabe algo acerca de las tribulaciones del personaje. Si fue la falta de edificio escolar o un conflicto docente ocurrido hace siglos lo que lo dejó pegado al dicho. Lo cierto es que el maestro Ciruela -como se lo llamó después- ha quedado como el prototipo del sabelotodo que no sabe nada. Como el inmerecido portador de un apelativo frutal. Como un fantasma extremeño que anda por el mundo tiza en mano a la busca de un lugar con pizarrón.

[Fuente: Ñusletter].


Justicia ciega.

En el último platito encontramos unas deliciosas rodajas de Justicia independiente. Ya sabemos: eran infundios malintencionados los que hablaron de que el gobierno, apremiado por una mayoría que se escabullía en esa negra noche en el Senado, había tentado a Menem, a través de su abogado, primero para cajonearle un par de causas, y al correr de las horas, para archivarle absolutamente todas, a cambio de su incomparecencia al recinto, la que estaba por lo demás justificada por su deplorable estado de salud. Lo cierto es que la maniobra habría tenido el efecto opuesto al deseado, y el tentado, presa de una genuina indignación, salió disparado a la sala de sesiones, y no sólo se bancó seis horas de debate y votó “no positivo”, sino que hasta se tomó el trabajo de fundamentar su voto en una alocución trajinada a duras penas.

Ahora leemos en Clarín que se ha avanzado judicialmente en la causa de las coimas que habría pagado Siemens al Ministerio del Interior en época de Menem por el tema de los pasaportes.

La primera novedad que advertimos, es que ahora también involucra al Bañero de La Salada, el gran conspirador. No por nada Clarín tituló (martes 5 de agosto, página 12, casualmente): “Cómo ‘fluyeron’ coimas de Siemens a los gobiernos de Menem y Duhalde”.

La segunda novedad, radica en que el artículo, por lo menos a ojo de buen cubero, es un bluff. En efecto, el impulso trascendente allí anunciado en estridente clarineteada, lo produce un pomposo “ex gerente comercial” llamado Kutschenreuter, que declara por exorto. A poco de leer, en un cuadrito abajo del facsímil de la declaración, nos encontramos con que Kutschenreuter entró a trabajar a Siemens Bussines Service (SBS) en 1999, o sea, cuando el gobierno de Menem terminaba.

Y luego leemos la traducción de la parte medular de su declaración: “Me enteré que para obtener este proyecto fluyeron pagos al Ministerio del Interior argentino. Ya no puedo precisar si fueron directamente al ministro del Interior o únicamente a colaboradores del Ministerio”.

Para empezar, con el “me enteré” ya arrancó con el pie izquierdo. Obviamente, nunca pudo ser testigo directo por una cuestión cronológica, pero además todos sabemos que en el ordenamiento ritual argentino no se admiten los testigos indirectos. Aquéllos del “se decía por ahí”, “alguien comentó”, “me dijeron”, etc. Sus declaraciones no tienen validez probatoria y deben ser descartadas. Tampoco se admiten, si nos dejamos guiar por la lógica, en el avanzado sistema penal alemán de Jellinek et al. (no es pariente de Karina, hasta donde sepamos, pero sí inspirador de nuestro Sancinetti).

O sea, que toda esta impostura no obedece a otro motivo que el de la difusión periodística. Que Clarín se haya prestado a la maniobra desmiente en gran medida los argumentos conspirativos que La Cámpora y compañía deslizaron contra el Diario de la Argentina. Finalmente, la nota de prensa nos hace saber que durante el gobierno de De La Rúa se rescindió el contrato y Siemens demandó al Estado argentino ante el CIADI, con lo que tampoco hay en el texto, con excepción (sugestiva, por cierto) del título, una sola línea que hable de la anunciada vinculación espuria con el gobierno provisional de 2002.

Las rodajitas de Justicia independiente picada grueso vienen acompañadas de daditos de Justicia rápida y eficiente. Su delicioso sabor nos delata que, mientras se siguen llenando páginas de periódicos con información que desde lo jurídico es inconducente, Siemens (con su pesada mochila a cuestas, y sus demandas a la República), asociada con la local cordobesa Electroingeniería, es la mayor contratista del nuevo Estado Social Energético. A esa firma alemana se le adjudicaron las usinas termoeléctricas de Campana y Rosario en un solo paquete, por un monto apenas un 50% superior al presupuestado en la licitación, con la excusa de que prometía ponerlas en marcha 6 meses antes que sus –más baratos- competidores. Una de esas usinas es la reiteradamente inaugurada por los consortes presidenciales. Ambas todavía están en pañales (el plazo se cumplió con la inauguración de un inmenso cartelón publicitario y sonido FX), y el precio resultante ya excede del doble del presupuesto original.

Augurando, antes que inaugurando, por tercera vez.

En la Central Campana, a dos años de haber comenzado la obra, apenas se inauguró una sola turbina “a ciclo abierto”, o sea, quemando gasoil bolivariano con alto contenido de azufre, en lugar del gas natural para el que está destinada. En tanto, a través de 22 pozos artesianos, consume la misma cantidad de agua que una ciudad de 100.000 habitantes.

Espero que hayan disfrutado de esta picada, y que no se hayan atragantado demasiado. Tengo que dejar, como diría Samuel Beckett, porque el almacén está cerrando.

8 comentarios:

piscuiza dijo...

Coherentizante? la pucha, después de ahí me costó seguirlo.
Por qué pasa que cuando la cacofonía de una palabra hace ruido nos cuesta concentrarnos?
No se. otro día me concentro mejor, hoy ya no podré.
Que caras las monedas!
Salute

Occam dijo...

Es una palabrita que la maestra ciruela introdujo a nuestro insuficiente castellano con motivo de la cumbre de Tucumán, la misma ocasión en que se refirió a Mico-mandante.

Saludos.

republica dijo...

El Peso Moneda Nacional (Símbolo: m$n) fue la moneda vigente en la Argentina en el período 1881(Emisión 1884, Emisión 1891, Emisión 1892)-1969. Fue creada mediante la Ley 1.130, sancionada el 5 de novimebre de 1881.En 1891 se liquidó el Banco Nacional y se fundó el Banco de la Nación Argentina.
La Ley 3.505, sancionada el 20 de septiembre de 1897, autorizó a la Caja de Conversión a renovar toda la moneda circulante de la época.
En 1942, el Banco Central decide emitir sus primeros billetes propios, con un diseño más moderno y seguro, abandonando la clásica Efigie del Progreso.
El Peso Ley 18.188 (Símbolo: $Ley) fue la moneda vigente en la Argentina en el período 1970-1983, popularmente conocida como peso ley. Cada peso ley equivalía a 100 m$n (Peso Moneda Nacional).
El Peso Argentino (símbolo: $a) fue la moneda vigente en la Argentina en el período 1983-1985. Fue creada mediante el Decreto 2270y entró en vigencia el 1° de junio de 1983.
Cada Peso Argentino equivalía a 10.000 $ (Peso Ley 18.188). A diferencia del anterior cambio de moneda, esta vez no hubo resellado de billetes.
Sin embargo, la inflación en este período siguió en ascenso y en junio de 1985, es reemplazada por una nueva moneda, el Austral.
El Austral se convirtió en moneda de curso legal de la República Argentina el 14 de junio de 1985, cuando el entonces presidente Raúl Alfonsín firmó el decreto 1096, anunciando un nuevo plan económico (llamado Plan Austral) del entonces ministro de Economía Juan Vital Sourrouille para contener una inflación que venía siendo creciente. Su símbolo era una A con el detalle de que la línea horizontal era doble (analogía de $).
El Decreto del Poder Ejecutivo N° 2.128 del 10 de octubre de 1991 dispuso la puesta en vigencia, a partir del 1 de enero de 1992, de la LÍNEA PESO. Se estableció una paridad de un peso ($1) equivalente a diez mil australes (A 10.000). El peso era convertible con el dólar de los Estados Unidos, a una relación un peso ($1) por cada dólar, paridad ésta que se estableció continuando con lo legislado por la Ley de Convertibilidad del Austral N° 23.928 del 27 de marzo de 1991. Los billetes emitidos en esa oportunidad llevaban la leyenda “convertibles de curso legal”.
La Ley N° 25.561, de Emergencia Pública y Reforma del Régimen Cambiario del 6 de enero de 2002, en su artículo 3° deroga los artículos 1° y 2° de la Ley de Convertibilidad del Austral, por lo que se dispuso suprimir el vocablo "convertibles de curso legal" en los billetes de la línea peso.
Asimismo, los billetes que tienen esa leyenda y que continúan en circulación, conservan su "curso legal"?.
Lo que no dicen es que una nueva disposición reglamentaria podría, "eventualmente", limitar la compra de divisa extranjera con billetes que no lleven en su inscripción "de curso legal" ya que no tienen el debido respaldo de las reservas del Banco Central; va de suyo que el dinerillo con el cual disponemos de nuestros gastos, ahorros y "picadas domingueras" tienen valor que otrora tuvieran los PATACONES,es decir de TRUEQUE!
Saludos mil!

Anónimo dijo...

Occam: Exquisita la picada que se ve en las fotos; no tanto la que nos preparó usted. Un platito con monedas que escasean, para mojar en mayonesa de redondeos siempre para arriba, otro con remeras brasileras y deuda bolivariana, otro con exortos de alemanes con apellidos intrincados y mucho condimento de azufre y aguas servidas. La verdad, yo paso.
Hablando en serio, muy bueno el post. Mis felicitaciones.
Salute!

Anónimo dijo...

Excelente el blog. Un manjar para las neuronas. Después paso con mas tiempo. Espero que el almacen siga abierto.
SD2

Anónimo dijo...

Occam:

Excelente nuevamente. Una picada un tanto indigesta, pero usted al menos la hizo divertida. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Una picada contundente.
Me tranquilizó saber que yo no estaba tan aletargada y las monedas de un (1) centavo ya no existen Eso me comprueba que los comerciantes (al igual que el gobierno) nos toman de pelotudos cuando marcan un producto $ 499 o $ 2,18. Eso no me alegra.
Con el calculo del viaje me mató, no me queda alternativa, sigo por los alrededores nomás y tejiendo.
Ud es muy fashion guarda en cajitas de habanos, en mi niñez ( y ojo con las bromas) nos salvaba el “monedómetro” ahora encontrar una moneda en mi casa es como encontrar materia gris en el bailando

Los otros días lo vi a Evo con un collar de mandarinas colgado y pensé... el Huguito y la Barbie defleccionadora deben estar pensando en un collar de ajos, por si se pudre todo en Bolivia, a ver si salpica. Igual le digo la Hering de Lula son de acá nomás, de la Salada

Eso de Justicia independiente es porque no hay ni bosteros ni gallinas, Ud. Que entendió??

En cuanto a Jellinek le paso un chusme cholulo, el aleman se agregó una L para que no lo relacionen con la Karinapocasluces.

Va la preguntonta ¿Cuando se inaugure la usina termoeléctrica de Rosario, Dejaremos de pagar el 0,60% del básico según la Ley 23681$ ¿??.

Listo se acabaron los mates y la picada. Riquísimo todo.
Saludos


P/D: le recomiendo la Fiesta del Salame ( sin animo de ofender a nadie) en Mercedes (BA).

Occam dijo...

Destouches: Muchas gracias. Le recomiendo unas gotitas de Hepatalgina.

Uilon: Créame que con respecto al collar de mandarinas yo pensé exactamente lo mismo.
En cuanto a la ley 23.681, en cualquier momento redondean el básico a $ 1.
Y la fiesta del salame de Mercedes la tengo bien agendada, no se preocupe. Es una asignatura pendiente en mi vocación mini-turista, aunque en la Rural me compré algunas cositas por $ 154 como para tener todo el invierno. Destacan una panceta arrollada y un lomito ahumado que ni le cuento.

Muchas gracias por sus comentarios. Mis saludos más cordiales.