lunes, 8 de agosto de 2011

Un cucú en el nido del pueblo



Hace un tiempo atrás Relato del Presente (que hoy cumple 3 años, y aprovechamos esta ocasión para saludarlo y felicitarlo) publicó un artículo al que ilustró, entre otras, con una de esas curiosas fotos que enriquecen su archivo con pintoresquismo y mucha bizarría (en el sentido anglo-francés del término).

En la foto, jóvenes “militantes” de $ 40.000 per cápita al mes pagados por Juan Pueblo, junto a un variopinto espectro de personajes del elenco estable de Buenos Aires La Provincia, practican el gesto ridículamente gastado e hipócrita de la “V” de “Perón Vuelve” (justamente, la situación menos deseada por el inspirador del nombre de la agrupación juvenil, y la banda de imberbes que se había enquistado en la Administración pública a partir del 25 de mayo de 1973, a la que la vuelta del viejo líder de masas vino justamente a aguarles el asado).

Uno de ellos, llama particularmente la atención. Y ello así, porque luce una remera con la imagen del Brigadier General y General de Campaña de la Provincia de Buenos Aires, Restaurador de las Leyes y Encargado de las Relaciones Exteriores de la Confederación Argentina, Don Juan Manuel de Rosas.



A partir de Juan José Hernández Arregui, y su intento de amalgamar el socialismo revolucionario marxista (internacional) con el nacionalismo argentino aparece, en esa juventud católica acomodada y acomplejada de procedencia claramente gorila que luego sería el famoso entrismo en el peronismo (el de “Perón y Evita, la Patria socialista”), la revisión de la figura del Restaurador en la historia nacional, que en el nacionalismo ya contaba para entonces, principios de los ’70, con una erudita, documentada y lujosa trayectoria.

En efecto, la historiografía liberal que había literalmente borrado al “Tirano” de la historia, reescribiéndola a partir de Caseros, y sobre todo con Mitre, encontró en el socialismo y el comunismo y los demás partidos tradicionales que integraron el contubernio de la Década Infame, a fervorosos adherentes, que en común consolidaron una historia oficial que no admitía disenso.

Postulado el trío San Martín – Rosas – Perón por el peronismo, y anatematizado Perón como “el Tirano sangriento” luego de la Reacción Libertadura en 1955 (al punto que era obligatorio llamarlo así), el 16 de septiembre de 1955 pasó a ser el equivalente cíclico del 3 de febrero de 1852, y los golpistas a asimilarse a los federales traidores y los unitarios que acompañaron a los brasileros para la derrota nacional en los campos de Morón.

Resultaba el camino evidente para lubricar el proceso de entrismo en un movimiento popular que les era ajeno y a veces incomprensible, la sobreactuación del revisionismo histórico. Así, el término “montoneros” evocaba las montoneras federales que resistieron el proceso centralizador posterior a Pavón, y el empleo de la estrella federal (punzó de ocho puntas) pasó a ser parte de la iconografía obligatoria, en emblemas y grafitos de los grupos marxistas como las FAR.



Hoy día, en este proceso de caretismo e impostura, las consignas y los dibujitos se repiten sin reflexión y en la mayor ignorancia. Aunque, claro está, no falto de intencionalidad, ese método publicitario berreta sostenido en la apropiación de un revisionismo venerable, llevado adelante por grandes y serios historiadores que siempre han perseguido el objetivo exactamente opuesto al de los usurpadores, es decir, la unidad y la nación frente al sectarismo y la facción; a veces es digerido con notable dificultad y litros de Reliverán. Léase al respecto como botón de muestra, la reacción visceral y diarreica del pateta de Horacio González ante el reconocimiento oficial del Día de la Soberanía, en el Boletín Oficial/12 de ese entonces.

El pájaro cucú es el pata de lana de la naturaleza, por lo menos, en la ornitología. Él pone sus huevos en los nidos de otros pájaros, para que éstos los empollen y luego alimenten a los pichones. Para hacerlo impunemente, primero desplaza del nido la misma cantidad de huevos que los que va a depositar en reemplazo, porque los pájaros saben contar. Además, elige especies más pequeñas, de modo tal que cuando el pequeño cucú nace, al poco tiempo arroja para abajo a sus “hermanastros”, para concentrar todas las atenciones de sus involuntarios tutores, a veces de un tercio del tamaño del pichón vividor.

Así venimos alimentando con cantidades ingentes de recursos a los pichones cucúes que prepotentes demandan nuestro atencioso servicio. Pero, claro está, no podemos, más allá de soportar estoicos semejante afrenta, desconocer la evidencia de la impostura. Podemos ser cornudos (de hecho, en varias lenguas, como el francés, se hace mención al cucú cuando se alude a esa infortunada condición), pero no podemos permitirnos al menos manifestar que lo sabemos, y que no lo aceptamos. Si no lo sabemos a esta altura, además de cornudos somos estúpidos. Si lo sabemos y lo aceptamos, somos cornudos conscientes.

Todo pichón de cucú ignora o no comparte esos mismos emblemas, símbolos, epónimos y personalidades con los que disfraza su condición alógena. Con los que decora sus remeras, sus banderas, sus pintadas callejeras. Cuando decimos que “ignora o no comparte”, decimos que “si no ignorara no compartiría”, eso está claro.



Yendo a un aspecto más elemental del intrusaje, detengámonos un momento en el asunto de lo popular. Allí apreciamos una desviación tan enorme que está en el plano de lo antitético.

El concepto de lo popular de Rosas (un gobernante indudablemente popular), por ejemplo, está vinculado con una idea de excelencia, que parte del reconocimiento de las propias esencia, capacidad e historia del pueblo, para potenciar, a través de la organización y la disciplina, las mejores virtudes de ese pueblo.

El concepto de lo popular de estos improvisados populistas, parte de un desconocimiento elemental del pueblo al que pretenden subyugar y seducir a través de sobornos y dádivas, y que por tanto se transforma en una profundización de sus defectos. El camino facilista, que invariablemente potencia las tendencias entrópicas. Lo contrario del adagio peronista de “los hombres son buenos, pero si se los controla, son mejores”. Así entonces, serán “populares” la jarra loca, la promiscuidad irresponsable, la música apologética del delito, la vagancia, el escarnio del que trabaja y del que estudia (el “gil”), la subcultura tumbera, la subcultura villera, la subcultura inmigrante… todos aquellos fenómenos disgregantes del pueblo, a favor de la masa informe y caótica de gente desarraigada y sin destino.

Ilustremos esta reflexión, frente a las actuales lamentables circunstancias, en las que por ejemplo, sólo se puede censar en las villas durante la mañana porque es cuando los malandras duermen, y en que se fomenta deliberadamente la holganza, con las instrucciones para los capataces en el Reglamento de Estancias de Juan Manuel de Rosas de 1825:

“Los capataces de las haciendas deben ser madrugadores y no dormilones; un capataz que no sea madrugador, no sirve por esta razón. Es preciso observar si madrugan y si cumplen con mis encargos. Deben levantarse en verano, otoño y primavera un poco antes de venir el día, para tener tiempo de despertar su gente, hacer ensillar a todos y luego tomar su mate y estar listos para salir al campo, al aclarar. En invierno deben levantarse mucho antes del día, pero no saldrán al campo hasta que aclare bien. En aclarando bien, ya deben salir. Si niebla no saldrán hasta que se quite, y en el acto de irse quitando, ya saldrán. En tanto no se quita la niebla, los entretendrán a los peones en lo que haya que hacer en las casas, si es que hay, y si no, les harán reparar las huascas y defectos que tengan sus recados”.



Y ya que hablamos de entropía, enunciaremos brevemente el otro equívoco basal: El que parte de confundir Justicia Social con Igualdad, grave equívoco lamentablemente muy difundido por nuestra creciente incultura política. Para tantos “Mordisquitos” que ofician de pichones de cucúes, vayan entonces estos versos de un cabal peronista, que había entendido y expresado claramente esa esencial diferencia y ese recelo para con la igualdad entrópica, y que consta en el que fuera durante décadas el Himno Social Argentino:

Hoy resulta que es lo mismo

ser derecho que traidor...

Ignorante, sabio o chorro,

generoso o estafador.

¡Todo es igual!

¡Nada es mejor!

¡Lo mismo un burro

que un gran profesor!

No hay aplazaos

ni escalafón,

los inmorales

nos han igualao.

Si uno vive en la impostura

y otro roba en su ambición,

¡da lo mismo que sea cura,

colchonero, rey de bastos,

caradura o polizón!

Enrique Santos Discépolo, Cambalache, 1934.







4 comentarios:

Victor dijo...

Muy buen post. Hace un tiempo vi ese cuadro de gaucho mazorquero tomando mate, no se donde lo vi, es de Monvoisin. Tengo en mi meza de luz "Instrucciones a los mayordomos de estancias" de JMR, me lo regalaro hace un par de meses y no lo empecé a leer formalmente sino de a paginas aleatorias, abro y leo, tiene cosas geniales.
saludos

Occam dijo...

Así es, amigo Víctor, el susodicho cuadro es de Auguste Raymond Quinsac Monvoisin, data de 1842, y se titula "Soldado de Rosas". Su particularidad es que el óleo, en lugar de estar pintado sobre lienzo o sobre madera, lo está sobre cuero. Una reproducción a una página, de buena calidad, está en la colección de Ediciones del Banco Velox de Pintura Argentina, y evidentemente es de la preferencia del seleccionador, ya que está tanto en el cuaderno "Precursores I" como en el volumen compilatorio de 136 páginas("Breve Panorama del Período 1830-1970"), en la página 10 y en la 4, respectivamente.

JMR era un animal infrecuente, por su obsesiva minuciosidad por el orden y el progreso. De las citadas Instrucciones se destaca no sólo una capacidad de previsión de situaciones que delata una reflexión constante, sino un conocimiento pormenorizado de todos los aspectos, hasta el más nimio, de la vida de campo, del medio del gaucho, de los animales e incluso de la llamada "ciencia gaucha". Todo ello había conseguido algo sumamente difícil para cualquier mortal: no sólo agenciarse el respeto (y es famosa la tendencia socarrona y "gastadora" del paisano) sino además la admiración unánimes del criollo y del indio.

Supongo que los pichones de cucúes, siempre propensos a la simplificación y el menor esfuerzo intelectual, se quedan con el fotograma final de la película, o sea, la popularidad en el pueblo llano. Pero omiten el perseverante, fatigoso, metódico, coherente y talentoso camino recorrido para lograr un resultado tan arduo para cualquiera. Un camino que va por la dirección opuesta de la adulación, el soborno y la lisonja, y que desde siempre le ha sido negado a la izquierda vernácula.

Mi cordial saludo, y gracias por detenerse en este post.

Victor dijo...

Después de comentar investigué un poco mas sobre es cuadro, según dicen está pintado sobre el cuero de la panza de un potro, de donde se corta la lonja. Me acordé que el que me lo mostró fue Gutiérrez Saldivar para utilizarlo en una colección de obras relacionadas con el mate, hace algunos años ya. Y no se si no estuvo expuesta en el Palais de Glace acompañando una muestra de justamente de mates.

JMR tiene aristas muy interesantes, tenemos la mala costumbre (exacerbada por el actual régimen) de tomar posiciones dilemáticas frente a los personajes de la historia. Supongo que es un esquema mucho mas fácil de comprender para los pichones de cucúes.

Siempre paso por CL, no siempre comento porque no siempre tengo algo para aportar, aparte, convengamos que sus entradas no son precisamente de lectura ligera, por suerte para nosotros.

Saludos

Occam dijo...

Mire usted qué buena oportunidad ha tenido. Yo confieso que no he tenido aún la suerte de ver ese cuadro tête-à-tête, pues no está disponible al público en los museos, y hay que esperar a que el amigo Gutiérrez Saldívar organice otra vez una de sus encomiables muestras. De ellas, recuerdo especialmente aquella con la que rescató del olvido a Cesáreo Bernaldo de Quirós, a principios de los '90 y también en el Palais de Glace, y que se centraba fundamentalmente en la impactante serie Los Gauchos. Quirós fue el pintor argentino que gozó de mayores éxito y reconocimiento internacionales en vida, y a su muerte tuvo el desatino de legar al Estado Nacional toda su obra, lo que determinó que ella terminara abandonada por décadas en el sótano del Museo Nacional de Bellas Artes, a merced de la humedad y las ratas. IGS fue justamente quien la salvó y la volvió a ubicar en el alto sitial con que su autor honró el arte argentino.

Por otra parte, agradeciendo profundamente sus palabras, debo decirle que CL se siente sumamente halagado de contar con lectores inteligentes como usted.

Un cordial saludo.