jueves, 30 de abril de 2009

Casualidades

¿Existe realmente un vínculo entre lo que pensamos, entre lo que decimos, entre los que nombramos, y el futuro inmediato? ¿Será un ejercicio inconsciente de adivinación o se establecerá a partir de la palabra (o del pensamiento puesto en palabra) una suerte de lazo invisible, o de fuerza inevitable, entre uno mismo, y el sujeto, el objeto o el suceso nombrado?

Por qué la cultura popular, con su sabiduría práctica, nos dice a cada rato: "Callate, no lo nombres", o "ni se te ocurra decirlo", o "no lo digas ni en joda"; o, cuando el suceso ya aconteció, se habla de que "lo quemé" o "lo quemaste", o "lo lechuceaste", etc.

Cuántas veces uno habla con algún interlocutor habitual u ocasional de una tercera persona a la que hacía años no nombraba ni estaba siquiera al tanto de su existencia, y a las horas, o al día siguiente, suena el teléfono y de esa persona se trata, o aparece algo relacionado en las noticias, o alguien en alguna reunión inocentemente hace un comentario vinculado a ella.

En fin, voy a referir dos de esas relaciones ("coincidencias") que me sucedieron hoy. Porque no puedo dejarlas pasar otra vez, sin compartirlas:

1- El lunes me vino a la cabeza imprevistamente, mientras miraba televisión y trataba de no pensar en nada, el término "Arcadia". Pensé entonces en su denotación, como un lugar ideal, de paz, felicidad y armonía, una Utopía, tal como ha sido considerada por los poetas románticos.

Pero también se me ocurrió pensar en la raíz griega arkaios, que quiere decir "viejo", "antiguo" (de allí viene el vocablo "arqueología", por ejemplo). De hecho, Arcadia era una provincia de la Grecia clásica, con lo que probablemente significase "la antigua". Los poetas románticos, y también algunos renacentistas, ponen en esa idea una carga de nostalgia por el paraíso perdido, la sostienen como un camino diverso de la civilización, el producto de un decurso natural y espontáneo, ajeno a la voluntad del hombre (y agrego yo: por ello, no humana).

Arcadia - Thomas Eakins 1883

Bueno, lo cierto es que el lunes empecé a pensar en el término "Arcadia", sin ningún motivo, y sin que ningún devaneo previo, lineal, circular o caracolesco, me llevara hacia allí. Simplemente surgió de golpe en mi cabeza.

Hoy salí hacia mi trabajo con tiempo de sobra y con cambio de dinero en falta, con lo que decidí afrontar el recorrido caminando, por más que 6 km distancian mi casa de mi oficina. Los días otoñales, pero otoñales en serio, frescos a la sombra y soleados, son los más propicios para mí. A unas 20 cuadras de mi origen, me encontré con una librería de usados que años atrás frecuentaba, y que por esas cosas, había olvidado. Entré, miré por un rato los estantes de Filosofía, Antropología e Historia, y di, al cabo de unos 15 minutos, con un libro de Bertrand de Jouvenel llamado... Arcadia, que es una colección de ensayos de Economía Política editada por Monte Ávila en Caracas en 1969.

En la página 219 está el ensayo titulado "Introducción al problema de la Arcadia", que se inicia con este párrafo:

El poder del hombre es grande y la tierra pequeña; eso es lo que tenemos que decirnos hoy en día. Y yo admito que se diga, con el orgullo del advenedizo, que, partiendo hace menos de cien siglos de una condición miserable, ha podido elevarse a la posesión de tan bella conquista; pero yo desearía que se dijese también, con otro tono, maravillado, grave y tierno: que esta dulce presa que se nos ha entregado, toca a nuestro corazón y compromete nuestra respondabilidad, debe ser tratada como un jardín cerrado, delicioso y frágil, con solicitud, como es necesario para que la
pianta uomo alcance ahí todo su brillo.



2- Hablaba ayer a la tardecita con una persona acerca del problema de la injuria, arma artera y miserable que ha colmado nuestro espacio político, y hasta cualquier ámbito de convivencia (que usualmente, también es de competencia) humana. ¿Qué debe hacer un injuriado, un calumniado, frente al atroz crimen de que ha sido víctima? Las modernas estrategias comunicacionales conducen al silencio, a apostar a que todo se aplaque y todo se olvide. En las sociedades de la excitación fugaz, de la novedad, la gente tiende a olvidar las cosas con tremenda prontitud. Es una ventaja de la aldea global, frente a las aldeas reales (en las cuales, por cierto, ese tipo de atentados contra el honor eran muy infrecuentes, pues el proferidor se arriesgaba a una pronta y efectiva condena, o a vérselas con el indignado objeto de sus maledicencias, florete o pistola de por medio).

El derecho penal provee de una tenue (casi utópica, o arcádica) herramienta de justicia, a través de la tipificación de un delito que no sólo es dependiente de instancia privada (como los delitos sexuales, que dependen de la denuncia de la víctima), sino que es directamente de acción privada: la víctima debe incoarlo y proseguirlo, sin contar con ayuda alguna del Estado a través de sus fiscales.

Empero, en la instancia propiamente judicial, la valoración acerca de la ofensa dependerá exclusivamente de la subjetividad del juez, al que puede, por ejemplo, parecerle poca cosa, o cosa no ofensiva, que se diga que uno es tal o cual cosa, o que piensa de tal o cual modo, o que le gustan o no le gustan determinadas cosas o personas, por más que se encuentre acreditado que todo ello es una mentira.

Con las calumnias el asunto se pone aún más difícil. La víctima no sólo debe encarar por sus propios medios todas las instancias del proceso, sino que encima debe probar, sin lugar a duda razonable, su absoluta inocencia respecto del crimen que temerariamente se le ha atribuido.

El lector comprenderá rápidamente lo diabólico de ese esfuerzo reclamado para limpiar el buen nombre y honor. Además de invertirse la carga de la prueba: quien denuncia es quien debe probar; y aquí el denunciante es el calumniador, que se quedará de brazos cruzados viendo cómo el calumniado se esfuerza por desmentir la especie que le han endilgado.

En efecto, ¿cómo puede probarse que nunca ocurrió algo que efectivamente no tuvo lugar jamás? Por ejemplo, si A acusa a B de drogarse todas las mañanas durante los últimos 2 años, B no podrá condenar a A por calumnias solamente con probar que ahora no lo hace... En tal caso, B sólo agradecerá al Cielo su buena fortuna si A lo hubiera calumniado con el consumo de cocaína, pues éste puede acreditarse mediante la famosa (y por algo tan vigente) rinoscopía. Sin embargo, aun así, si B se hace la rinoscopía, y resulta que aparecen lesiones nasales que prueban que alguna vez consumió cocaína, hace 10 ó 15 años atrás, igualmente la calumnia terminará impune, por más que resulte una total mentira que B haya consumido ese narcótico en los últimos 2 años.

¿Y si A acusa a B de haber vendido drogas? ¿Cómo puede B desenvolverse en un proceso de este tipo? ¿Aportando testigos que digan que nunca lo vieron vender? A todas luces, todo ello es insuficiente.

Entonces, la calumnia y la injuria, así amparadas por nuestro ordenamiento, dan lugar a un nuevo sistema de criminalización social, de estigmatización: alguien con llegada a los medios, con la posibilidad de espetar calificativos ante un micrófono, o teniendo un tabloide que recoja falsedades atenuándolas con el uso del verbo en potencial, puede causar daños irreparables en la valía y en el honor de enemigos personales, profesionales o políticos.

Y si cuenta con un poco de estructura, por ejemplo, con el apoyo de uno de esos partidos políticos que son un sello de goma y una veintena de agitadores, el calumniador saldrá absolutamente impune en virtud de la "duda" que lo ampara, tras volcar en el estrado media docena de falsos testimonios que, aunque absolutamente enervados por la contraparte, den lugar a que el juez sostenga que todos pudieron estar razonablemente equivocados acerca de la culpabilidad de B... Sobre todo, si la veintena de agitadores, al grito de "asesino", "torturador", "violador", "ladrón" o lo que sea, presionan al juez para que se acurruque en su sillón demasiado grande... Porque la calumnia, encima de todo, sólo se configura como delito cuando es dolosa, o sea, cuando a sabiendas de que B no delinquió, se lo acusa. Pero si el calumniador pensaba equivocadamente que B había delinquido, todo bien y a su casa, absuelto.

Hoy, 12 horas después de mi conversación recién resumida, al hacer la Claringrilla (compro Clarín a veces por el Atlas de la Argentina, que por suerte ya está en sus últimos tomos), me encuentro con la siguiente frase de Mateo Alemán:
El mejor remedio en las injurias es despreciarlas.

Es claro, Mateo Alemán, conocido sobre todo por la novela picaresca Guzmán de Alfarache, nació en Sevilla en 1547 y murió en México en 1615. Su reflexión acerca de las injurias, en su contexto temporal, habla de un ejercicio de magnificencia, de altura ante las bajezas de los demás. Pero ciertamente, ayudado por la ausencia de Internet, de los periódicos, la TV, la radio y los celulares.

También pertenece a ese curioso escritor esta otra frase, que tal vez se acomode mejor a los tiempos que corren:

Todos vivimos en asechanza los unos de los otros, como el gato para el ratón y la araña para la culebra.

24 comentarios:

Unknown dijo...

Querido occam
Estoy tan acostumbrada a las sicronicidades que ya las tomo en forma natural.
(Arcadia es el nombre de la protagonista de la novela que jamás escribiré, por ejemplo.)
O cuando suena el teléfono sé quien es antes de levantar el tubo.Hasta detecto las publicidades y voy cansinamente a atender para que el insiste sonido no me altere.
Sobre el segundo punto, preferiría tocarlo tangencialmente ya que su introducción es clara, y acertada.
Es un juego diabólico.
Seguramente habrá una explicación más pedestre, pero creo que fué también un episodio de sincronicidad el hecho de encontrar esa frase y no otra en la claringrilla.
Bienvenido al mundo de los que vivimos en medio de casualidades.
Besos

Destouches dijo...

Excelente post. Impecable la reflexión sobre las calumnias e injurias. Son delitos contra el honor y, simplemente, el honor en nuestro mundo vale poco y nada. Hermosa la frase de Jouvenel que transcribió. Algún día le voy a pedir ese libro prestado (con cargo de devolución, obviamente).

Occam dijo...

Cerriwden: En el mundo de las sincronicidades, como usted las llama, habito ya desde hace tiempo. Lo que ocurre es que en estos tiempos, en que estoy experimentando un regreso espiritual a la metafísica, luego de un largo período de escepticismo, su sucesión no deja de maravillarme.
En cuanto a lo del teléfono, aunque muchas veces me ocurre, otras tantas se ve empañado el fenómeno por la preclaridad esotérica del caller ID.
Un beso.


Destouches: Po supuesto contará usted con el libro, apenas dé cuenta de él. Liminarmente, puedo decir que me ha sorprendido por el enfoque sobre los temas: sumamente práctico, directo y concreto. Es un gran plan político, realizable, lógico, y no sólo una disquisición crítica, como las que nos tienen acostumbrados las luminarias socio-pensantes desde mayo del 68.
Muy acertado lo que usted señala: todo radica en el valor que el derecho penal, que el derecho procesal sobre todo, y que la sociedad en general, atribuyen hoy en día al "valor jurídico protegido" llamado honor. Si en el pasado daba lugar a los mayores desvelos, y a privilegiar su pureza o su elevación aun por sobre la propia vida, hoy es un bien absolutamente negociable en el mercado. Creo que es uno de los factores que mejor demuestran que la realidad se encuentra tamizada cronológicamente, y que no hay mucha autoridad que digamos para hablar o evaluar acciones o personalidades de apenas 50 años atrás.
Un abrazo.

Claude dijo...

Supongo que Ud. sabrá la anécdota de cómo Umberto Eco accedió a una suerte de panfleto medieval que le fue de utilidad para escribir El nombre de la rosa: las diligencias europeas —inexplicablemente misteriosas, salvo que esto sea parte de la novela y yo no lo haya notado— fracasaron y Eco tuvo que resignarse a su suerte, que lo llevó a encontrar el texto en local de libros usados de la calle Corrientes. ¿Qué tal? Comprar libros de manera aleatoria en locales de libros usados era uno de mis mejores pasatiempos. Me fascinan esos comercios impredecibles, fácilmente mágicos. Lo felicito por su anécdota libresca.
Sobre la injuria y la calumnia —u otro tipo de afrentas, que también pueden ser físicas y ser ejecutadas contra terceros ligados a uno—, su primer párrafo de ese segundo punto del post se parece mucho al tema de Colomba, de Prosper Mérimée, uno de mis autores favoritos.

Occam dijo...

Claude: Desconocía la anécdota del hallazgo de Umberto Eco, pero sí soy consciente del increíble patrimonio cultural que hay en las librerías de usados de Buenos Aires y de otras ciudades argentinas, así como en las bibliotecas de hombres viejos que, al morir, sus parientes regalan, o bien tiran directamente a la basura (un amigo se ha encontrado años atrás una bolsa de consorcio con más de 200 volúmenes de entre 1880 y 1950).
Otro amigo, español él, titular de cátedra de Derecho Político en prestigiosa universidad peninsular y autor de varios libros, la primera vez que visitó la Argentina (en plena crisis de 2002, cuando era muy barato venir a estos pagos) compró tantos libros usados, rarísimos e inhallables en Europa, que tuvo que encargar a uno de mis hermanos que se los enviase. Como vía aérea el costo de semejante traslado era similar al de un pasaje personal, hubo que mandarle las cajas por barco.

Sobre su apunte respecto de Prosper Mérimée, también desconocía absolutamente todo al respecto, así que me pondré al día, y tomaré su calificación como una recomendación muy interesante.

Mis más cordiales saludos.

Mensajero dijo...

Si no estoy equivocado, la Sincronicidad es un concepto acuñado por Jung en sus épocas de estudioso del I-Ching.
"Todas las cosas que ocurren en determinado momento tienen inevitablemente las características de ese momento."
Ideas como esa están hoy muy bastardeadas, pero entre la hermética y el pensamiento mágico existe una distancia insalvable.
Para un amigo místico eran prueba de la existencia de dios. Yo no voy tan lejos; también he abandonado la obsesión por interpretarlas, pero aún las disfruto como un hecho artístico de la existencia.
Mi favorita:
Miraba el cielo desde mi hamaca paraguaya (una de mis actividades favoritas), encuadrando la copa de un ciprés y una luna turca, mientras repasaba las tareas que debía realizar a la mañana sigueinte.
Como en una película de Spielberg, de un modo casi cursi, una estrella fugaz atravesó el cuadro respetando clásicas reglas de composición, nació en el tercio izquierdo superior y se consumió en el opuesto.
Al otro día, ya bañado y listo para partir, apuaraba un cigarrillo en el patio (entonces fumaba) y miraba la copa del ciprés recordando el suceso de la noche anterior. Un insólito viento se levantó y trajo hasta mí unos papeles que estaba olvidando sobre la mesa del quincho y que resultaban funadamentales para realizar las tareas del día.

Respecto a las calumnias e injurias, nunca debió pederse la costumbre de batirse a duelo.

Mensajero dijo...

Me iba sin saludar....un abrazo.

Camisas dijo...

hola, acabo de descubrir tu blog y me ha gustado. te invito a leer un fragmento de mi nue libro "La Luz de la Oscuridad" http://camisaspadrino.blogspot.com/2009/05/la-oscuridad-de-juan-yerba-verde.html

saludos!!!

goolian dijo...

El tema de la calumnia es notoriamente ubicuo estos días. Si a eso le sumamos la nefasta capacidad de "crear la realidad" que han aprendido los medios de comunicación, la única salida es como bien dice el autor picaresco español, el desprecio.
El Rabbi Baal Shem Tov, que creo hubiera abjurado de sus seguidores modernos, solía decir también que "la mejor venganza es no parecerse".
con respecto a las coincidencias, creo que mi escepticismo me lleva a descreer de ellas, a pesar del sesudo Jung.
La mente humana está sumamente orientada al reconocimiento de patrones, ya que así pudo desarrollarse. Pienso muchas veces en mis amigos durante el día y no me llaman ni me los encuentro por la calle.
El día que eso efectivamente eso sucede, ya que por desigualdad de Tchebichev va a suceder por más improbable que sea; es un patrón que resalta MUCHO en mi mente.
Entonces borra todas las otras ocasiones y esa aparece especial.
PS: existe un libro muy interesante del siglo XIX sobre las misiones jesuíticas, llamado precisamente "Arcadia".

piscuiza dijo...

Celebro que este dejando atras su largo periodo de excepticismo. Ajustese el cinturon porque una vez que uno comienza a transitar el camino de la sincronicidad y las causalidades, esta a un paso de sacar chapa de "gente rara"
Arcadia...
Beso

goolian dijo...

excepticismo será el escepticismo de excepción ?

Occam dijo...

Mensajero: Buenísima su anécdota. Ciertamente, así como usted la cuenta y la vivió, es un ejemplo claro de la poética de la existencia.
Anoche estaba hablando con mi mujer de un primo mío del que no hablo a menudo, y de una anécdota que contó sobre un juego con su sobrinita de 2 años. Hoy a la mañana se enteró de que su mujer estaba embarazada.

Siguiendo con los embarazos, meses atrás me refirieron el caso de una pareja de cuarentones que estaba buscando adoptar, ya que habían perdido las esperanzas de ser padres tras muchos años de búsqueda, y las peripecias burocráticas de que eran víctimas. Eso me lo contaron un día sábado a la noche. Exactamente al sábado siguiente (más o menos a la misma hora) nos anoticiamos todos de que la mujer había quedado embarazada.
A esa gente -huelga aclararlo- no la conocíamos de antes.

Un abrazo.

Occam dijo...

Goolian: Muy bueno su punto de vista. También es muy atendible. Todo pasa, como le he dicho a Cerriwden, por la predisposición de ánimo de cada uno en determinado momento de su vida. A veces somos de derecha, otras de izquierda, a veces localistas, otras cosmopolitas, a veces donjuanes, otras misóginos. A veces creemos (sentimos) en que el mundo y la vida consciente son productos de la secuencia de un número alto de casualidades (o del cumplimiento de probabilidades bastante improbables). Otras creemos, como hace Poe, en la fuerza misteriosa de la palabra como generadora del movimiento cósmico, y la reinterpretación y regeneración permanente de aquello de "al principio fue el Verbo".
En fin, todo eso somos, ese cúmulo de contradicciones, la certeza de que no habremos de desatarlo, la certeza de que seremos precisamente la negación de toda contradicción. Después de todo, la vida es una gigantesca contradicción, y ninguna cosa constante y precisa, infalible y exacta, puede ser cierta.
Mis más cordiales saludos.

Occam dijo...

Piscuiza: Un amigo que enfermó de esquizofrenia, cuando comenzó con sus brotes paranoicos justamente me hizo esta misma reflexión: "Soy consciente de que el encontrar un sentido lógico a un sinnúmero de casualidades es el primer paso en el camino de la locura". Pero hay que tener presente el significado actual de la locura y la estructuración de la realidad -parcial, mezquina, sesgada- que hace el racionalismo.
Julius Évola decía que la dicotomía entre mundo tradicional y mundo moderno no era cronológica, sino que estaba presente quizás desde siempre. Los primeros esbozos de racionalismo aparecen ya en el siglo VIII o VII antes de Cristo. Y antes de esa época, es muy difícil hablar propiamente de "historia", sino antes bien de "prehistoria" o la era de los mitos. Ello ocurre porque el hombre tradicional tiene una manera rítmica de concebir el tiempo. No como una medida sino como una cadencia. El hombre moderno no puede siquiera comprenderlo.
Un beso, y gracias por volver.

Gabriela dijo...

me trajo a la mente la escena de la pelicula "un novio para mi mujer" del impecalbe Taratuto, donde la Bertucelli arranca bien arriba diciendo que odia a los buscadores de coincidencias.

onda.. vos también sos de virgo?
o

Yo tenía una tia que vivia en e barrio hace como 20 años!!

Digamos que cuando eso me pasa a mì suelo sonreir y quedarme muda.... sòlo me sale un "ahh mirà vos...."

Calumnias: digamos que si uno quiere permanecer limpio debe aprender a lavarse con agua sucia. En el ambiente polìtico ya nadie cree nada y se ha transformado todo en una guerra de vedettes.

No se como quedarà nestor con plumas o De Narvaez con bikini de lentejuelas... pero no hacen mucha ola en las encuestas esta serie de acontecimientos que solo demuestran quien tiene peores intenciones; que es el calumniador por cierto!

saludos, ud sigue escribiendo tan bonito!

Occam dijo...

Gabriela:
Muchas gracias por pasar, y por su ameno comentario. No vi la película del caso. La tengo pendiente.
Respecto de lo de las calumnias, ocurre que si no se contestan (y también, la mayor parte de las veces, cuando se contestan) conducen a una atribución de un adjetivo persistente e indeleble delante del apellido del calumniado, tal como "represor", "corrupto", etc.
A la larga, tanta obscenidad y ligereza, conducirá seguramente a que a nadie le importe ni siquiera eso. Una de las consecuencias más nefastas de esta "liberación" del individuo debe ser la de la relativización de todos los valores primero, y luego su supresión. El del caso, obviamente, es el del honor. Pero también involucra a todos los demás. Ya estamos cerca de que a nadie le importe quién es o quién no es corrupto, pues el mote se le aplica ligeramente a cualquiera, con lo que el beneficio de la duda abriga al que efectivamente lo merece.
Muchas gracias por pasar, se la extrañaba por aquí.
Un beso.

Nippur de Lagash dijo...

Me ha gustado mucho su artículo.

Le agradezco por ello.

Occam dijo...

Nippur: Por el contrario (o a la vez) el agradecido soy yo, por la gentileza de permitir compartirlo, a través de su lectura y su comentario.
Mis más cordiales saludos.

RELATO DEL PRESENTE dijo...

La legislación para las calumnias e injurias siempre me parecieron una gran contradicción. Para preservar su honor, uno tiene que demostrar que es inocente de lo que se lo acusa...

Es desgastante y sucede todo el tiempo, en todos los ámbitos y a veces de gente de la que jamás esperamos ese accionar.

Almafuerte dijo...

Esas casualidades y sincronicidades son momentos de alegría, de descubrimiento, como cuando uno jugaba.
¿No es lindo el instante en que uno se entusiasma pensando en que hay algo, algo más detrás de esa coincidencia, un orden cósmico o simplemente un orden? Algo que se nos escapa y no vemos salvo fugazmente en esos instantes. Un instante después vuelve la razón y ese fulgor se apaga.

Le digo lo mismo que a Cerriwden en el post de serendipity, gran parte de ese azar está en los ojos del que tuvo la capacidad de verlo:

http://lavidaylaentropia.blogspot.com/2009/04/serendipity.html

Almafuerte dijo...

http://lavidaylaentropia.blogspot.com/
2009/04/serendipity.html

Occam dijo...

Relato: Así es. Esas "debilidades" de la legislación liberal son un arma que utilizan, principalmente, aquéllos que descreen de ella. Como ocurre con las conductas de los políticos que en el fondo descreen de la república. Como decía Lenin, "el Estado liberal nos provee de la soga con que ahorcaremos a nuestros enemigos" (aclaro que no es textual, pero la idea es ésa).

Almafuerte: No sé si se puede hablar de orden cósmico, pero sí de un principio ordenador superior, metafísico. Tradicionalmente esta dualidad entre el devenir, lo ínfero, lo que se renueva todo el tiempo y lo celeste, lo suprafísico, lo que siempre permanece, estaba tan presente en la realidad que formaba parte del mundo natural.
Modernamente, un materialismo esencial conduce a que sólo resulte relevante aquello que más burda y groseramente puedan captar nuestros -aletargados- sentidos y explicar linealmente nuestra limitada razón. El resto queda desechado. Pero ello no implica que no esté ahí, presente y soberano, como ha estado siempre y seguirá estando, con independencia de la consciencia humana.
El post al que usted remite ya lo he leído un tiempo ha, y he comentado en él. De todas formas, muchas gracias.

Mis más cordiales saludos a ambos.

OliverX dijo...

No quiero resultar un adulador de tiempo completo, pero siempre que paso por aquí me llevo un gran premio.
Me gustó mucho el post ya que, si bien resulta una discusión casi metafísica el tema de las casualidades, leerlo desde su perspectiva humana en forma de anécdota me brinda una percepción más acerca de lo que considero un límite al racionalismo.
Los hechos están allí, seleccionados por nosotros y a la espera de ser estructurados para darles un sentido que no precisan y que, tal vez, jamás requieran de esa condición.
En cuanto al sabio consejo de ignorar y ser indiferentes a las injurias y calumnias proferidas por los enemigos de uno, me trae a la mente un relato de Buda al respecto: (lo copio textual ya que lo acabo de encontrar, un tanto resumido)

Estaba Buda sentado en una roca cuando se le acercó un hombre al que no conocía y le comenzó a insultar. Buda siguió impasible aguantando sus palabras de desprecio. El hombre chillaba cada vez más, y finalmente Buda le hizo una pregunta: Si alguien te hace un regalo, y tu no lo aceptas, ¿a quién sigue perteneciendo el regalo?.Vengo a visitarlo poco seguido ultimamente, el trabajo y el estudio me tienen bastante atareado.
Le dejo un gran abrazo.

Victor dijo...

Disfruté del post.

Gracias y Saludos