miércoles, 19 de mayo de 2010

Iconoclastia

Wikipedia define la iconoclasia (o inconoclastia) como: "expresión que en griego significa «ruptura de imágenes», es la deliberada destrucción dentro de una cultura de los iconos religiosos de la propia cultura y otros símbolos o monumentos, normalmente por motivos religiosos o políticos. La Real Academia Española la define como la «doctrina de los iconoclastas» y a su vez señala que «iconoclasta» proviene de εικονοκλάστης, rompedor de imágenes, y se define como tal en particular al «hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban». La iconoclasia es un componente frecuente de los principales cambios políticos o religiosos que ocurren en el interior de una sociedad. Es por lo tanto algo que se distingue normalmente de la destrucción por parte de una cultura de las imágenes de otra..."

Podríamos agregar que la inconoclastia resulta un componente casi esencial de nuestro ser nacional, en perpetua mutación, confrontación y crisis con sus propia historia. Se dice por lo general, quizás con simplismo, que la iconoclastia es el opuesto de la idolatría. Pero yo considero antes bien que resulta ser una de sus manifestaciones extremas. En efecto, sólo puede odiar las imágenes hasta el punto de destruirlas (máxime cuando esas imágenes forman parte "de la propia cultura") aquél que atribuye a las imágenes un significado sacro, que merece, en lugar de la ignorancia o el desprecio, ese encarnizado tratamiento. Asimismo, la historia arroja contundentes demostraciones de que los actos de inconoclastia siempre estuvieron acompañados por una idolatría de reemplazo.


Como ejemplo, vaya el caserón de Palermo de San Benito. Construido por Rosas en 1834, fue su residencia y sede del gobierno de la Confederación Argentina durante 18 años, lo que de por sí ubica a la edificación entre las más importantes de la historia de Buenos Aires. Luego fue sede de la Primera Exposición Agrícola, de la Escuela de Artes, Oficios y Arquitectura, del Colegio Militar, y finalmente perteneció a la Escuela Naval. En 1875 se inauguró en su predio el Parque 3 de Febrero, bautizado así en homenaje a la victoria de Caseros y el derrocamiento del "tirano". Sin embargo, tal situación no resultó suficiente, y el Intendente Adolfo Bullrich en 1899, entendiendo que la sola presencia de la edificación significaba una oscura sombra omnipresente para el discurso dominante, dispuso su demolición, pretextando que un edificio tan antiguo obstruía la imagen de progreso que el gobierno liberal quería imprimir a la ciudad. El caserón fue dinamitado, con toda su vajilla y demás enseres dentro, y luego los escombros enterrados para que ni rastros ni memoria quedaran del edificio, del cual pequeños fragmentos volvieron a ver la luz recién con las excavaciones arqueológicas efectuadas casi un siglo después, y expuestas en el Teatro San Martín, en el homenaje de los 200 años del nacimiento de Rosas, el 30 de marzo de 1993.


Más allá de una excusa tan trivial, casi risible, que no explica por qué el alcalde de entonces no dinamitó el cabildo (aunque sevicias varias al pobre también le han hecho... por algo será), la Manzana de las Luces o la iglesia de los dominicos, el lector ya habrá adivinado a estas alturas cuál fue la fecha elegida para la destrucción. Sí, en efecto, fue un 3 de febrero.

***

En fin, de la vigente, siempre moderna, constante, persistente y pasional iconoclastia vamos a hablar un poco en esta ocasión, recordando la injusticia que los iconoclastas le hicieron recientemente a Gustavo Adolfo Martínez Zubiría (conocido por su nombre de pluma como Hugo Wast, laureado y prolífico escritor, director de la Biblioteca Nacional durante un cuarto de siglo, incluidos los dos primeros gobiernos de Perón, y destituido de ese cargo por el golpe del '55), y de la que La Nueva Provincia ha dado cuenta en el siguiente editorial del 5 de mayo de 2010:

La "caza de brujas" continúa. Ahora la Biblioteca Nacional, en un acto del que participaron, entre otros, las Madres de Plaza de Mayo y Horacio Verbitsky -devenido en un virtual comisario político del gobierno- ha eliminado el nombre de Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) con el que se denominaba el salón de la hemeroteca. La medida se basó en el antisemitismo del prolífico escritor que sobre sus más de sesenta obras dedicó dos al tema judío.

Director de la Biblioteca Nacional durante 24 años (hasta la caída de Perón en 1955), Premio Nacional de Literatura y católico militante, nada pesó a la hora de su defenestración. Algo así como si se negara el aporte de Aristóteles a la historia del pensamiento por su defensa de la esclavitud o si se repudiara a Sarmiento por su declarado antisemitismo o su desprecio por el gaucho. Reconocer lo rescatable de cada pensador en lugar de destacar sus errores implica una grandeza de alma que parece haber desaparecido entre los que quieren re-escribir la historia partiendo de sus propias mezquindades.


Con una calidad y valentía insuperables, también Jorge Asís ha dedicado a semejante acto de mediocre condena al ostracismo final y definitivo de una figura de nuestras letras, este imprescindible artículo.

En línea con la iniciativa que hemos propuesto un par de posts atrás, relativa a salvar del olvido a tantos grandes escritores y pensadores deliberadamente obliterados por el colonialismo pusilánime en su versión disfrazada y aggiornada, dejo a continuación una poesía del cura Leonardo Castellani (que fue amigo de él), y que le saca el cuero con esa picardía e inocencia impagables que caracterizaban otra pluma de fuste condenada, y que merece en esta ocasión desempolvarse, aunque sea por un rato, del olvido:

Martínez Zuviría
dijo que él nunca ha escrito una novela

que no pueda leer "una hija mía";

de él (entre comillas... ¡entendela!),

sin la menor cautela...

y sin permiso de la Jerarquía.

Yo no las puedo leer.

¿Qué le vamos a hacer?

Pero la hermana Blanca Echeverría

tampoco puede leer una poesía

o prosa que yo escriba.

Porque ya no está viva,

que si no fuera muerta, bien podría,

"tuta conciencia",

sin mengua de su fe y de su inocencia...

Y que la Santa Penitenciaría

tenga paciencia...



Finalmente, para combatir la iconoclastia (que siempre es sectaria, maniquea y perniciosa para toda cultura en todo tiempo) con el valor y la claridad que un auténtico pensamiento nacional puede evidenciar como antídoto y remedio para los males de la desmemoria y la eterna discordia, también compartiré con todos los argentinos unos fragmentos de Américo Rial que leí el pasado 15 de mayo:

Los viejos que ya no están nos narraban la magnificencia de los festejos del centenario. Aquella Buenos Aires, que lucía radiante como "Sol de América Latina", estrenaba el segundo subterráneo del mundo, construido a pico y pala en menos tiempo que el que ahora, con un arsenal tecnológico, se utiliza para hacer un tramo entre dos estaciones.

Nosotros llegamos a ver la celebración de otro gran aniversario: el Año del Libertador General San Martín. Fue una amplia y verdadera congregación de patriotismo, que se manifestó en todos los niveles y las formas posibles en la época, con auténtica participación popular, con un gobierno claramente involucrado en el esfuerzo por revalorizar a nuestra máxima figura histórica y su proyección en la política nacional.

Hoy, a pocos dias de cumplirse el bicentenario de la revolución que dio origen a la Argentina, no se palpa en el ambiente otro interés que en aprovechar los feriados. Peor aún: desde los medios -concentrados o desconcentrados- comenzó una campañita para minimizar el hecho recordado o ridiculizar a sus protagonistas.

Hace unos dias en la audición del médico Nelson Castro escuché cómo los participantes aprovechaban el comienzo de las obras para instalar escenarios en la avenida 9 de julio -una mala elección, por cierto- para mofarse de los denuestos que "seguramente" iban a lanzar los molestos automovilistas contra los próceres recordados. La burla torpe siguió con el nombre Cornelio, el apellido Larrea y el de Moreno, éste en relación con el secretario de Comercio. Por último hasta un ignoto movilero se permitió "descalificar" a Saavedra, diciendo que "era boliviano" (nacionalidad que entonces no existía) en un tono casi como para mover el INADI.

Sin duda el gran patriota Cornelio Saavedra, general de hombres libres, auténtico jefe de la Revolución de Mayo, será el gran "ninguneado" de esta celebración, si así se la puede llamar. El asunto viene de lejos y basta con citar que en Buenos Aires -el escenario de sus hazañas- sólo lo recuerda una perdida calle de Balvanera Sur.


Saavedra casi sólo existe en la historia oficial para presentarlo como un milico conservador enfrentado con un abogado más liberal, Moreno, en una vulgar "internita". Una dialéctica falsa porque ambos actuaban con igual espíritu patriótico. Hay que poner las cosas en claro: no se está en contra de un prócer u otro. Lo que se busca es descalificar el origen de la Argentina misma con argumentos colonialistas disfrazados de historiográficos.

Desde la izquierda troska neonacional se acusará a los hombres de Mayo de burgueses, porteñistas -no tenían celular para hablar con La Quiaca-, milicos y representantes del contrabando. Desde la derecha hispanista y clerical se los llamará masonetes, jacobinos y sirvientes de Inglaterra.

Otros con ingenuidad dirán que fue más importante el 9 de julio. Pero... ¿cómo se podía haber llegado a la declaración de 1816 sin mayo y las campañas libertadoras a las que dio origen? Es como creer que pudo existir el 17 de octubre sin el 4 de junio de 1943.

Por si esto no alcanza mandan a la cancha al chimentero Felipe Pigna para cuestionar la existencia de los paraguas, el color de las las cintas de French y Beruti o la sexualidad de algún participante en la gesta. Intrusos en el Espectáculo. La verdad es que se cuestiona la existencia misma de la Argentina como Nación. El metamensaje que mandan es claro: somos malnacidos y de ahí vienen todos nuestros problemas, con este origen no merecemos existir, mejor que "este país" vaya a manos de otros más dignos que nosotros, que somos unos verdaderos hijos de...mayo.

Algunos que presumen de nacionalistas son esencialmente cipayos. El revisionismo hizo su gran aporte revalorizando figuras históricas, como Rosas, Dorrego o Quiroga, pero no en su versión destructiva y atacaestatuas. Sólo cabe defender a los padres de la Patria con la misma energía con la que defendemos el honor de nuestros progenitores o abuelos. Seguro que tenían defectos y contradicciones pero son los nuestros. Los únicos que tenemos. Para nosotros la Patria es como la madre: hay una sola.

11 comentarios:

Destouches dijo...

Muy interesante reseña de artículos. La práctica de la iconoclastia no es novedosa ni una particularidad de los argentinos, aunque siempre represente un empobrecimiento cultural. En nuestro caso, se trata de un episodio más de la dictadura de lo políticamente correcto y la entronización de su "mundo feliz" (diría Huxley). En ese ámbito, no hay lugar para réprobos y malditos. Quizá por ello, los pusilánimes y pálidos dictadores de la moral se esfuerzan tanto en parecerlo (que serlo es bien diferente).

Coincido en su calificación de imprescindible aplicada al texto de Asís.

Un fuerte abrazo.

goolian dijo...

Un post de muy amplio espectro, Occam. En general, creo que resulta muchas veces muy difícil separar a la obra de la persona. Michelangelo Merisi conocido como el Caravaggio fue un asesino, violento y sanguinario. Pero su obra pictórica es axial en el desarrollo del barroco y del arte en general.
La iconoclastia empezó como un movimiento político y religioso en la Bizancio del siglo VII y resuena un poco como una reforma calvinista "avant la lettre". Actualmente tenemos iconoclastia ideológica y la portación de banderas prima por sobre el valor de la obra.
Por supuesto hay un gran componente subjetivo, me quedo toda la vida con Perec antes que con Celine.
Pero, me parece, que el caso del antisemitismo o el racismo a secas, hay una línea que se cruza. Un asesino los aunque haya matado a una o a centenares de personas. Lo cuantitativo es un agravante, pero el horror del acto es cualitativo.
Para mí, el racismo es similar. Cualitativo y no cuantitativo.
Por lo cual, me parece que una dependencia nacional dedicada a la cultura no debería tener ni una mínima relación con algo antisemita o racista. Y menos ahora que los ánimos están tan crispados socialmente.
Sin embargo, tiene usted razón en que deberíamos, igual tratar de rescatar a la obra por sobre la persona, pero la obra de Wast lo vale ?
El que haya sido un proto bestseller no es garantía de calidad literaria, por lo menos, creo, no al nivel de un Arlt o un Quiroga.
Lo mismo puedo decir del otro olvidado, Gálvez, que creo haber comentado anteriormente que fue mi tío.
Existe además una iconoclastia de sentido inverso que hunde en el olvido la obra filosófica de Lev Tolstoi o la de Eliseo Reclus.
Y una iconoclastia histórica, que demoniza y difumina a Kurt Wilkens o Simón Radowitsky y exalta al coronel Falcón.
Perdòn, pero se me escapó la ideología. Como a usted, bah!.

Pero en definitiva la historia argentina la hicieron tanto los Saavedras como los Morenos y tanto los Varela como los Wilkens.

Personalmente creo que hasta que llenar de imágenes la historia, iconofilia, para ver todo el horizonte.

Y luego sí realizar una iconoclastia absoluta. Para poder pensar qué país queremos ser y no qué país nos alcanza o nos dejan ser.

Tabula rasa le dicen.

goolian dijo...

FE DE ERRATAS
Un par de errores de tipeo en el comentario anterior.
Donde dice "Un asesino los aunque haya matado a una o a centenares de personas." debe decir "un asesino lo es, aunque haya matado a una o a centenares de personas".
Y donde dice "Personalmente creo que hasta que llenar de imágenes la historia, iconofilia, para ver todo el horizonte." debería decir "Personalmente creo que habría que llenar de imágenes la historia, iconofilia, para ver todo el horizonte."

Perdón y gracias.

Mensajero dijo...

Una vez que hayan caído todas las estatuas importaremos próceres.

Occam dijo...

Sin dudas, de lo que hablamos es de empobrecimiento cultural, aplicando la censura, la obliteración, el ostracismo o la iconoclastia a cualquier autor, con independencia de su pensamiento, de sus convicciones o de sus costumbres, y siempre juzgando bajo la lupa implacable de nuestra "superioridad" cronólógica devenida del espejismo progresista, descontextualizando y distorsionando, agrandando lo que no nos gusta y empequeñeciendo o relativizando los aciertos, o viceversa, siempre desde nuestra propia óptica, interés, comodidad e intención.

Tal como nos quejamos hacían los copistas medievales, que -salvo encomiables casos de inteligencia y grandeza que han posibilitado se salvaran algunas obras clásicas- seleccionaban aquellas piezas que "merecían ser leídas" con la óptica de su cosmovisión, y desechaban el resto.

Ocurre que nadie tiene (o debería tener) esa potestad de demiurgo que, como destructor sistemático y promotor sesgado, aspira a "crear su propio nuevo mundo".

Creo también que resulta sumamente arbitrario aplicar la subjetividad y el gusto de cada uno en esa discriminación. De Wast sólo he leído "Ciudad Turbulenta, Ciudad Alegre", de Aguilar, que me pareció quizás demasiado barroca en las descripciones y adjetivaciones, aunque también valiosa como testimonio de una Buenos Aires de los años '20 y '30. También me pareció demasiado sensiblera en lo social, a la manera de Dickens. Todo ello, claro está, no me habilita ni a recomendarla ni a censurarla. Hay gente que adora Dickens, y yo nunca pude pasar de las primeras 100 páginas de Pickwick's Club. También hay gente que considera olvidable o prescindible la Buenos Aires de "los años felices", y en cambio adora esta capital cosmopolita y moderna, diseñada exclusivamente para el confort del turista. Todo bien. Cuanto más haya, cuanto más opciones tengamos disponibles a la hora de tomar decisiones, sea en la elección de un libro o de un disco, o de una escuela historiográfica, o de un planteamiento ideológico, o de una carrera universitaria, o de un trabajo, etc., más ricos seremos y por tanto más libres.

Me cuesta "trazar una línea infranqueable", sobre todo, cuando ella importa otro abuso de la arbitrariedad. No se habla de apología de alguna conducta censurable, sino de una actitud, de una idea (bien que equivocada), de una corriente tradicional que encarnó en determinados autores en determinados tiempos, y que, entiendo, corre ciertamente ajena al valor integral de una obra literaria. Caso contrario, deberíamos eliminar rápidamente El Mercader de Venecia, o la memoria de Lutero, o de Quevedo, o de 29 papas e íntegramente sus bulas y encíclicas, o... En fin, siempre empobreciendo, no aceptando que lo que somos ahora y lo que hemos llegado a conseguir obedece a un largo decurso de acumulación de errores y experiencias, y sobre todo, que el ser humano debe ser libre. Yo descreo de las actitudes paternalistas hacia el ser humano adulto, que le permiten conocer solamente algunas cosas "que no le hagan mal" o "que no le den malas ideas".

Si algo me queda claro es que la distancia entre el pregón de la libertad y la aceptación de su ejercicio sigue siendo sideral, y que todo "cambio" aparente pasa tan sólo por una exacerbación de la sutileza, de la sinuosidad y de la hipocresía.

Mis cordiales saludos, y gracias a todos por comentar.

Almafuerte dijo...

Suscribo con alegría sus últimas frases. La historia de la patria es lo que es, no es perfecta, no es la mejor: es la nuestra. Con ésto debería bastar para respetarla.

Como detesto ese uso instrumental y tribunero de la historia, leer el pasado solamente para elegir una camiseta. Esto de inflamarse por cuestiones de hace 150 años, y anotarse en un equipo creyendo que con eso se adquiere algún tipo de identidad política en el presente es una pelotudez cósmica.

Una cosa es la lectura crítica, las inevitables simpatías y antipatías. Y muy otra cosa es operar en la actualidad arrojándose próceres por la cabeza (o peor aún, inscribiéndose de prepo en un linaje ajeno sin haber hecho nada para merecerlo).

Por un lado, está esa cosa adolescente e inmadura de no aceptar que el pasado es irreversible, y que los padres son imperfectos (los de la patria también). Y por otro, la impostura de creerse políticamente valioso por reivindicar a unos y llamar genocidas u asesinos a otros, desde la impunidad del futuro y desde ya desentendiéndose del presente, que es el deporte favorito de estos días.

Bueno, me salió un poco largo e incomprensible pero creo que la idea está.

Forbidden Reloaded dijo...

Juana Tabor, que la lei hace años, aun me da escalofríos. Muy bueno el post

Occam dijo...

Almafuerte: Muy por el contrario, a mí su comentario me parece clarísimo y goza de mi absoluto acuerdo. Su enfoque me recuerda mucho al de Marco Denevi (a quien estamos empeñados en recordar, y sobre el que pronto volveremos, pues hemos hallado en La República de Trapalanda extractos imprescindibles para nuestra actualidad, escritos 22 años atrás). Su tesis central se sustenta en nuestra adolescencia colectiva. De ella se desprende un colorido y amplio abanico de consecuencias prácticas. Por ejemplo, el sectarismo y las camisetas están explicados por la tendencia adolescente a reafirmar la propia y débil personalidad en el grupo, que comparte dogmáticamente ideas y sentires, y que se uniformiza en el vestir, el hablar y el comportarse; a la par que se afirma en la diferencia con otros grupos, todos siempre simplificados y uniformes, y donde la intolerancia hacia el mínimo disenso determina las calificaciones de buenos y de réprobos.
No es casual que nuestros actuales gobernantes tengan tantos rasgos adolescentes en la conducta. De superficialidad, tilinguería, consumismo y revancha frente a los compañeritos (y las compañeritas) de colegio que de chicos los despreciaban. De sobreactuación, provocación, círculo cerrado y excluidos. De bromas simplonas y mucho acto físico (piñas, cachetazos, muecas a la espalda de alguien). Hasta de aflautamientos pubertarios de la voz.

Forbidden: Muchas gracias por pasar y por dejar comentario, que en este caso también es recomendación. Me atraen como la luz a la polilla los libros que causan escalofríos o escozores. Supongo que no resultará muy fácil conseguirlo.
Pero si algo hay que rescatar de las imposturas berretas y extemporáneas, es que quizás consiguen, al menos en algunos, reavivar un interés sobre una obra que en otro caso hubiera quedado herrumbrada por la indiferencia.

A ambos, otra vez muchas gracias y mi más cordial saludo.

aquiles m. dijo...

Mi estimado Occam:
Siempre tan punzante. Lo digo porque siempre nos metes los dedos dentro del alma.
Después de lo leído, se me amontonan las comparaciones.
Al miserable de Lenín nunca se le ocurrió dinamitar la bella San Petersbrugo, de Pedro, Catalina...Nicolás...
Es que lo nuestro es puro instinto de autodestrucción.
Conocí al padre Castelani, a don Julio Irazusta, en la librería Huemul, como a muchos más, Como a Anzoátegui, el de Las Otras Tablas de Sangre (Contestádole a Rivera Indarte). Era un hombrecillo muy mayor, con un gran sentido del humor.
Así como visitada, casi a diario a Perón al salir del cole (en Gaspar Campos) Llegué a ser "asesor literario" del alte Rojas...
La vida -que Dios me dá- me puso delante de personajes formidables.
También Jorge Luis Borges. Me recibió en su casa.(alguna vez ya lo conté. me pidió que le ayudara a terminar un poema introductorio para un libro de su amigo muerto, Manuel Peyrú (El crimen de Magín Casanovas) Extraño privilegio el mío...
Es decir, reseño esto pues es inmenso mi dolor con lo que has escrito.
En libro "Argentinos" de Lanata (tomo I) encontré la lista de los primero habitantes de la segunda fundación de Buenos Aires. Eran casi todos paraguayos. Muchos de ellos jamás ocuparon las parcelas que les asignaron. Se fueron nuevamente a Asunción.
Todo es así en nuestra
Argentina. Tirado de los pelos.
El rencor, como valor primero.
200 años de historia, con dos o tres estadistas...pesa.
Abrazo.

Occam dijo...

Amigo Aquiles:
Usted es sin dudas un privilegiado, como privilegiados somos nosotros de poder tenerlo aquí, compartiendo algo de lo tanto que ha atesorado.
Así como el ser humano sabe por diablo pero más sabe por viejo, y la experiencia es el bien que compensa la pérdida de juventud, las sociedades también maduran a través de la transmisión cultural íntegra y sincera. No sirve de nada mezquinar, sesgar los recuerdos y quedarnos con los que nos conviene. Esa es un actitud de autoengaño y de inmadurez permanente. Bien sabemos que la personalidad es producto de una síntesis compleja entre realidad (experiencia) e idealidad (proyectos, fantasías, aspiraciones, cosmovisión). No es posible quedarse con una parte de la realidad y una parte de la idealidad, o con toda la idealidad y ninguna realidad, o con toda la realidad y ninguna idealidad, sin despersonalizarnos.
Y después hablan de identidad nacional. Quienes la buscan en la ceremonia de la Pacha Mama, como quienes la buscan en la Iglesia o en las raíces hispánicas, quienes la buscan en "lo popular" como quienes la buscan en las grandes luminarias ilustradas.
Quienes rechazan todo el resto del acervo por "inconveniente", "incómodo", "ilegítimo", siempre mirando hacia afuera, la aprobación de los demás ("tanto coche de lujo, tanto boato, luego van a la casa y no encuentran plato") nos empobrecen y se empobrecen.
Esas ceremonias de inquisición ex post son verdaderamente viles. Una suerte de celaduría del Panteón. Cuando el Panteón representa justamente lo contrario: la aspiración de unidad, un lugar para cada uno de los dioses, los simpáticos, los antipáticos, los que conocemos y los que habremos de conocer.

Mis más cordiales saludos, y gracias por sus palabras.

He aquí un artículo de Malvárez Tejar, que algo tiene que ver con todo lo dicho aquí, y que recomiendo:

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1268687

aquiles m dijo...

Estimado Occam:
He cometido un error imperdonable, sobre todo por haber disfrutado al personaje.
Debì decir que era Alberto Ezcurra Medrano, el autor de Las Otras tablas de Sangre.
Mil disculpas, nuevamente.
Es que tambièn conocì a Anzoátegui.
Amabas, deliciosas personas.
Abrazo