martes, 4 de mayo de 2010

Obliteración por el olvido



Hay más de un par de grandes escritores argentinos a los que poco a poco, en este implacable proceso de aculturación y olvido que experimenta nuestro país, los va cubriendo el polvo de la segunda muerte. Escritores que en vida han gozado del reconocimiento y la popularidad merecidos, cuyos libros casi todos los que leían han leído, pero que no sostuvieron un compromiso político nítido y específico que les permitiera ser adoptados luego como bandera por los monopolios de la cultura, son condenados primero a las bateas de las librerías de saldos, y luego a los recónditos escaparates de las librerías de viejo, donde los que buscan saben a qué van, y donde las cosas son revalorizadas como parte de un acervo secreto, sólo accesible para el esotérico grupo de iniciados que se transforma siempre en una minoría silenciosa en resistencia, en una resistencia que a veces se limita a la intimidad de la bóveda del cráneo (que no por nada los normandos asociaban con la bóveda del universo).
Silvia Corvalán [fotografíacorvalan.blogspot.com]

Paradojas. No los nombro porque temo olvidarme yo también de unos cuantos (son demasiados). Me centraré en uno de ellos, fallecido hace menos de 12 años, algunas de cuyas obras han sido traducidas a muchos idiomas, alguna de ellas filmada en Hollywood, otra acá en Argentina, en la época de oro de nuestro cine, con un inolvidable Juan Verdaguer en el aclamado papel de Camilo Canegato.



Marco Denevi, que de él se trata, tiene una prolífica bibliografía, que excede por mucho sus célebres Rosaura a las diez, Ceremonia secreta, Asesinos de los días de fiesta o Falsificaciones. De entre sus novelas, en Manuel de Historia (Corregidor, Buenos Aires, 1985), encontré este extracto que quizás le pertenece, o tal vez a su alter ego monstruoso y anagrámico Ramón Civedé, o quizás a su otro alter ego Sebastián Hondio, o incluso, por qué no, al becario estadounidense que en la ficción futurista se llama Sidney Gallagher.


Habla de la Argentina de aquellos años de la edición, más explícitamente, de 1984 (año propicio para ensayar distopías, ciertamente), pero la tesis general del libro es que la Argentina no cambia, y que sustancialmente se hunde en la insignificancia hasta su desaparición como nación soberana (y como nación al fin, enmarañada en la despersonalización, la prostitución espiritual y el arginglés). Veamos, antes de pasar al extracto citado, algunas precisiones que al respecto hace Civedé a su curioso interlocutor extranjero:

"Sí, es imposible comprendernos si no se parte de la triple premisa que postula el manuelisma: un pasado mítico, un futuro utópico y, entre ambos, la cancelación del presente. No necesito aclararle que el manuelisma no es el nombre de ninguna enfermedad mental sino un mero recurso literario" (p. 56).

"Hay algo que nadie puede negar. Los políticos dirán lo que quieran, podrán descargar toda la artillería de la retórica, pero la realidad es esta: si en un país riquísimo la mayoría de los habitantes vive en la pobreza y muchos niños se mueren de hambre, es porque allí reinan la maldad y la estupidez" (p. 58).

"Quizá seamos buenos e inteligentes en la vida privada, pero la vida privada no hace la Historia. (...) La Historia no pasa por la intimidad de los hogares sino por los foros y las ágoras. La maldad y la estupidez argentinas no han proliferado en la vida íntima sino en la vida pública. Pero como por desgracia desde la vida pública, desde el gobierno, desde el Estado, el Poder domina cada día más la vida privada, también en la vida privada se infiltran cada día más la maldad y la estupidez. Lord Acton creía que el Poder corrompe a quienes lo ejercen, y no se equivocaba. Ahora corrompe incluso a quienes lo soportan" (p. 59).

Y no podemos entonces dejar de recordar la observación acerca de la Microfísica del Poder que hiciera Michel Foucault (justamente fallecido en ese año 1984), de su permear desde el plano de los palacios y las cortes a cada una de las actividades sociales humanas, como una laguna formada sobre arena, que se escurre por los intersticios. El agua no desaparece, lo que desaparece es la laguna.


Ahora sí, en este ejercicio de memoria, permitamos que el olvidado Denevi nos permita recordar, que en este bendito terruño, no es otra cosa que superponer perturbadoramente las vivencias (pp. 74-75):

"Presenció, por casualidad, dos mitines políticos. Aunque de distintos partidos, los dos lo impresionaron de la misma manera. Oyó arengas exultantes de petulancia, de infatuación y de una retórica ampulosa y hueca. La multitud invocaba los nombres de líderes muertos hacía muchos años o coreaba estribillos monótonos, repetitivos como ideas fijas, que siempre amenazaban a alguien. Grupos de muchachones percutían tamtames tribales, otros grupos pintaban en las paredes, con alquitrán, sentencias de muerte. ¿Qué había, detrás de esas ceremonias al mismo tiempo belicosas y fúnebres? ¿Odio o terror? ¿Los argentinos se odiaban entre sí o estaban aterrados? ¿Desahogaban el odio o querían exorcizar el terror que los dominaba?


"Frente a un teatro, dos bandos de jóvenes se habían trenzado en una batalla furiosa. Preguntó por qué peleaban y alguien le informó que el motivo de la discordia era la representación de una obra de un autor marxista. A pocos metros de esa gresca, una manifestación de mujeres enarbolaba pancartas que decían: 'Viva el clítoris, muera el falo', 'Sí al placer, no a la maternidad'. Todo era grotesco, anacrónico y ridículo.

"En bancarrota, endeudada hasta los ojos, Argentina no tenía ni la humildad ni la dignidad de su pobreza. Fanfarroneaba, se dedicaba a los negocios sucios, a las tramoyas y a las ilusiones del azar y, en cuanto podía, tiraba la casa por la ventana. Leyendo los periódicos o gracias a la televisión Sidney aprendió que los gobernantes y en general todos los políticos se entretenían en fórmulas recitadas como conjuros mágicos, redoblaban pases magnéticos de una pasmosa puerilidad y mientras tanto el país seguía empeorando día a día, pero ellos persistían, sin desarmar el falso rostro de reyes magos, en sus alquimias medievales".

En un país tan desmemoriado y con pasado mítico, al olvido automático y compulsivo se lo rellena con construcciones más o menos arbitrarias, siempre sesgadas, de reemplazo. El texto recién transcripto proviene de la época alfonsinista. Alfonsín ya ha sido entronizado en el panteón mítico, y no es nuestra intención sacarlo de allí para llevarlo a la ominosa revisión necrófila/necrófoba de siempre. Porque además la intención de Denevi no fue nunca el trivial cuestionamiento de la coyuntura cotidiana, sino la profundización sobre las taras constantes que nos detienen y nos sumergen como colectivo imposible: la maldad y la estupidez.

"Olvido" proviene del sustantivo latino "oblitus", y éste del verbo también latino "oblitare", que vuelto al castellano es "obliterar": anular, tachar, borrar. Eliminar todo vestigio escrito para impedir el recuerdo. Y la mejor manera de eliminar lo escrito, claro está, es olvidando...

20 comentarios:

Destouches dijo...

Excelente y significativo texto. También soy un admirador de Denevi, como usted sabe.

Evidentemente la forma más insidiosa de la censura moderna consiste en el olvido del censurado. Sus obras son ignoradas, no reeditadas, no reseñadas ni comentadas jamás. Como si nunca hubieran existido. Se lo borra de la memoria colectiva.

Estrella dijo...

Hay muchos autores olvidados, entre elos, Denevi, al que he leído un poco.
La actualidad de los textos de Denevi no me alarman tanto como, por ejemplo,los de José Ingenieros. El hombre mediocre: un libro que todos deberíamos releer.
Saludos!

Almafuerte dijo...

Qué sorpresa, encontrarme aquí con dos cosas que por distintos motivos suelo tener presentes, y las dos juntas en un post: Marco Denevi que siempre me encantó, empezando por el impacto que fue la película Rosaura a las Diez cuando la ví por primera vez.

El otro elemento, en las antípodas, es slogan setentista reciclado contra Cobos. Esa foto la guardo como síntesis de lo que el kirchnerismo representa, una mezcla de oportunismo, abyección y psicopatía política. Todo aquel que en la Argentina del siglo 21 invoque la violencia política no merece formar parte de una discusión política, sino de un pabellón psiquiátrico.

Occam dijo...

Destouches: Si bien es evidente y lamentable el fenómeno del ostracismo y la ignorancia provocada como formas de censura (más allá de los filtros que genera cada reconversión tecnológica, que ya son espasmódicos, hay factores de poder que compran ediciones enteras sólo para evitar que sean públicas), creo que en el caso de Marco Denevi, como puede ser en el de Nalé Roxlo, de Ernesto Palacio, de Mallea, de Lugones, de Enrique Banchs y tantos otros, y crecientemente incluso en el de Bioy, creo que más que por su "peligrosidad", su olvido obedece más a su falta de compromiso con las tendencias políticas imperantes (el famoso compromiso revolucionario como pináculo existencial sartreano), es decir, en todo caso, por su falta de "funcionalidad". En un mundo tan utilitario, donde el mismo Nobel se otorga (o se deniega, como en el caso de Borges) en función del compromiso político, donde todo tiene que tener un sentido eminentemente coyuntural, el gran arte no puede ir en otro camino que el del empobrecimiento. Y ese empobrecimiento nos afecta, porque la memoria colectiva no está conformada de ideología, que es sustancialmente cambiante y maleable, sino de la carnalidad con el mundo que genera la literatura. Si dejamos de leer, o sólo leemos mecánicamente a determinados tipos por su adscripción o por su fama, nos estamos perdiendo una parte del mundo, o sea, alejándonos de lo único que tenemos de valioso: nuestra capacidad de realizarnos, que siempre quiere decir, de ser reales, y no virtuales.
Olvidando por ejemplo las angustiadas páginas de M.D. en los años '80, perdemos la perspectiva de lo que somos, de nuestra constante y persistente decadencia, y nos pasa lo que a la rana en la cacerola.

Un abrazo.

Occam dijo...

Estrella: Muy cierto. Nalé Roxlo tiene una antología apócrifa excelente sobre Ingenieros, que si tengo tiempo y ganas, en algún momento rescataré (siguiendo a Jorge Asís, quizás sea la digital la única forma de salvar los textos que la obliteración por el olvido va destruyendo).
La idea del post se me ocurrió mientras leía el texto que quise compartir. Por un momento llegué con turbación a esa evidencia: ¿Es que nadie se acuerda? ¿Es que nadie ve y compara, y toma 30 metros de altura del piso y ve la perspectiva? ¿Es que a nadie le importa qué carajo está haciendo con su vida, sino el programa que tiene para esta noche? Y ahí establecí la razón de todo: estamos perdiendo nuestra memoria colectiva con el desprecio a nuestros escritos, que son la única forma de memoria ciertamente confiable que existe, sobre todo porque el tiempo y la fragilidad de la mente y de las convicciones humanas distorsiona y subjetiviza cualquier otra forma de archivo. De modo tal, que siempre es más fiable recurrir a las fuentes en cada época, que a los testimonios vertidos fuera de contexto décadas después. Y las fuentes son, sin necesidad de que contengan bajadas de línea politicoides, las literarias, que reconstruyen los momentos como una máquina del tiempo, sin el filtro del olvido, la desmemoria, la intencionalidad o el que sea. Solamente leyendo por ejemplo Borrador de Memorias de Nalé uno puede viajar al Buenos Aires de los años 10 al 30, y darse cuenta de lo que fuimos, lo que tuvimos y lo que perdimos, y no me refiero obviamente a cuestiones materiales. O leyendo al Arturo Cancela de esa misma época encontrar nuestras taras constantes, el germen de posteriores capítulos de una tragedia colectiva escrita en tono de grotesco.

Mi cordial saludo.

Occam dijo...

Hablando de Roma, el diario bahiense La Nueva Provincia, en su editorial de hoy, consigna:

La "caza de brujas" continúa. Ahora la Biblioteca Nacional, en un acto del que participaron, entre otros, las Madres de Plaza de Mayo y Horacio Verbitsky -devenido en un virtual comisario político del gobierno- ha eliminado el nombre de Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) con el que se denominaba el salón de la hemeroteca. La medida se basó en el antisemitismo del prolífico escritor que sobre sus más de sesenta obras dedicó dos al tema judío.
Director de la Biblioteca Nacional durante 24 años (hasta la caída de Perón en 1955), Premio Nacional de Literatura y católico militante, nada pesó a la hora de su defenestración. Algo así como si se negara el aporte de Aristóteles a la historia del pensamiento por su defensa de la esclavitud o si se repudiara a Sarmiento por su declarado antisemitismo o su desprecio por el gaucho. Reconocer lo rescatable de cada pensador en lugar de destacar sus errores implica una grandeza de alma que parece haber desaparecido entre los que quieren re-escribir la historia partiendo de sus propias mezquindades.

Occam dijo...

Almafuerte: Completamente de acuerdo. La clave de la situación es este retardo madurativo deliberado en que han sumido a la Argentina. El siglo XX, uno de los más cortos y más trágicos de la historia, empezó en 1914 y terminó en 1991, con la caída de los regímenes comunistas en el mundo y el fin de la guerra fría. A partir de entonces comenzó el siglo XXI, pero la Argentina sigue viviendo en el XX, y es por el ejercicio de una opción, y no por una conspiración mundial que quiere destruirnos y/o condenarnos al perpetuo atraso y la discordia intestina.

Mi cordial saludo, y gracias por pasar.

Occam dijo...

Por una evidente relación, debo vincular este post con otro anterior, de febrero de 2009. Como no lo hice cuando debía, aprovecho este comentario:

http://corraldelobos.blogspot.com/2009/02/la-leccion-del-maestro.html

RELATO DEL PRESENTE dijo...

Me dolió leer todo junto.

Hasta no hace poco adhería a la frase "no por conocer la historia se sabe qué hacer"

Hoy directamente ni se fijan en qué pasó hace dos días, con una Presidente que dice que votó por primera vez en elecciones libres en 1983 porque en 1973 había proscripción.

Abrazo!

Occam dijo...

Relato: Lamentablemente cierto. Un presidente argentino que se la pasó haciendo desplantes en las relaciones internacionales, que admitió que le aburrían, ahora es secretario general de la Unasur, y para ello hizo concesiones a Uruguay y a Chile. La de Chile es bastante paradigmática: aprobar los pliegos de su embajador en Argentina, un ex pinochetista... Con eso, está todo clarito. Con decir, que el Partido Comunista Argentino justificaba su enfático apoyo al gobierno de Videla, al que calificaba de "progresista", porque lo consideraba un freno al avance del pinochetismo en la Argentina...
Pero para qué seguir, si es tan pero tan obsceno el asunto, que no da ni para gastar tinta en chimangos.
Muchas gracias por pasar, por leer todo, y de seguido, y por su comentario. Un abrazo.

Almafuerte dijo...

Pregunta legal: los textos que ud. menciona son de dominio público, se pueden digitalizar y subir a la red legalmente?

Digo porque si tal fuera el caso, tendría que crear la página "Memoria contra Olvido" o como guste llamarle. Una breve introducción a su cargo, y el link para bajar el texto. Una selección que también incluya a Guillermo Hudson, si no le parece mal.

Desde Mompracem dijo...

Denevi, de pane lucrando, era abogado de la ex Caja Nacional de Ahorro Postal. Toques de finísimo humor en su escritura y en su trato. Nalé Roxlo, además de sus dos antologías apócrifas, extraordinarias, gran poeta, gran cuentista y humorista sin par bajo el seudónimo de Chamico. Sus Memorias resultan imperdibles. Y, entre estos olvidados, incluiría a Manuel Peyrou, nicoleño, abogado que nunca ejerció, periodista en "La Prensa" de -entonces- Avenida de Mayo, y cuyo mundo se limitaba a Florida, Corrientes, Avenida de Mayo y 25 de mayo. Sin embargo, sus novelas y cuentos, especialmente los policiales, de impecable factura, transcurrían en ese recinto o en las capitales europeas que nunca recorrió, pues jamás zarpó del río.

Destouches dijo...

Almafuerte:

Muy buen recuerdo. "Allá lejos y hace tiempo": un libro fundamental para entender este país.

Occam dijo...

Almafuerte: Por supuesto Guillermo Enrique Hudson, que sólo se consigue nuevo en ediciones españolas que no llegan a estos remotos parajes, y en las que los gallegos nominan a su autor como William Henry Hudson, y quizás tengan razón... Nosotros no nos lo merecemos.

Un tiempo atrás compré en la feria de Plaza Italia "El Juicio de Paris" de Gore Vidal, editado en Buenos Aires (obviamente en castellano) en 1953. Lo curioso es que el libro fue editado por primera vez en EE.UU. en inglés ese mismo año, y el autor era entonces un joven casi desconocido de 28 años de edad. Eso creo que grafica la potencia editorial, y el afán de saber y dar a conocer que tenía la Argentina, un verdadero faro para todo el mundo hispanoamericano, más o menos, hasta la década del '80, cuando esa industria primero se detrajo, luego se "racionalizó", y más tarde se mercantilizó en un evidente sesgo reduccionista y miope. Hoy día las ediciones castellanas (que son crecientemente menores en número y variedad) las hacen españoles, colombianos y mexicanos, y por lo general se manufacturan en China... Para que después tengamos que escuchar "Patria sí, colonia no".

Mis cordiales saludos.

Occam dijo...

Desde Mompracem: En efecto, Denevi trabajó de eso hasta el año 1968, momento en el que, según sus propios dichos, pudo empezar a vivir de lo que escribía, lo que para él, aun con alguna penuria, "no era poco".

En cuanto a Manuel Peyrou, resulta una muy atractiva recomendación. Lo buscaré en Yenny, El Ateneo y LSF, a ver si lo publicó Planeta o Sudamericana...

Mis cordiales saludos, y gracias por el aporte.

Destouches dijo...

Podés encontrar un muy buen cuento de Peyrou en la Antología de cuentos policiales de Borges y Bioy. Abrazo.

Mensajero dijo...

La malicia y la estupidez, "el que te pisa y el que vuelve para ver qué pasó y te pisa de vuelta".
Usted mencionó también el terror.
Así están las cosas.
No se puede ceder livianamente la candidez cultural de un hijo a los monopolios culturales.
Insólita futbolera necesidad de definir equipos y fronteras tiene el sector cultural.

Occam dijo...

Mensajero: Tal parece que esa insólita propensión se manifiesta en la sociedad argentina en casi todos los ámbitos, sea la cultura, sea la política, sea la educación, o el deporte, incluso la ciencia (y no hablo solamente de las ciencias del hombre, siempre más propensas a los encasillamientos, los etiquetamientos y las estigmatizaciones). A esa manera de ver la vida a través de una identificación tribal, de una camiseta, se suma la manera de concebir la acción en sociedad como una barra brava. Lo que Jorge Asís llama "la barrabravización de la sociedad argentina". Estamos todo el tiempo con clima de cancha llena, de clásico y de final, tensos, alertas, buscando los afines para amucharnos y los rivales para enfrentar. Habrá que entender que aquellas generaciones literarias, con sus más estilísticas diferencias, estaban comupestas sin dudas de mejores hombres. Un Borges que pudo ser amigo de Jünger, de Marguerite Yourcenar, de Drieu, de Victoria Ocampo, todos juntos y al mismo tiempo. Un Drieu que fue amigo entrañable de André Malraux, o un Dalí monárquico y católico amigo de Buñuel y de Lorca, y luego inmerso en el movimiento de Breton... En fin, no por nada esas generaciones dejaron un legado infinitamente más rico, más lleno de matices y de variaciones, de tonalidades, de vibraciones sutilmente diversas. La cultura siempre debe ser el ámbito de la libertad del espíritu, de la apertura y de la más amplia heterogeneidad.
No hay genios en un ámbito homogéneo y confortablemente dispuesto para un solo discurso, o por lo menos, nunca tendremos la posibilidad de conocerlos. Terminamos adoptando para el arte, en lugar de la rebelión creadora, la sumisión del alumno perfecto, o mejor, del empleado del mes.

Mis cordiales saludos, y nunca deje de nutrir convenientemente su biblioteca, que es el ámbito de libertad que dejaremos a nuestros hijos.

Monica dijo...

a mi me encanta denevi.. ahora estoy en uno de los hoteles cinco estrellas en Texas por trabajo y me lleve algunas de sus obras conmigo

Occam dijo...

Pues Mónica, qué más puedo desearle que el disfrute de ambos placeres: del hotel 5 estrellas, y de la buena lectura.

Un cordial saludo.