miércoles, 15 de diciembre de 2010

Poder y territorio




En este imprescindible artículo del amigo Torrero se aborda la cuestión estructural que subyace a la contingencia, tan livianamente sublimada a un problema de viviendas, que ha ocupado la atención y los desvelos de millones de ciudadanos en la última semana, y que ha servido para resaltar un núcleo de coincidencias conceptuales, ideológicas y sociológicas en la gran mayoría de los argentinos, que para ser optimistas, sirve para cimentar un futuro, desde la comprobación que, más allá de tantas perversiones propaladas desde los discursos gulag del retro-progresismo autista, seguimos apostando al trabajo, a la lealtad en el respeto de las reglas de juego y al repudio a las invasiones criminales.

Pero sobre todo, esa coincidencia fue lo suficientemente fuerte como para romper el aislamiento con el que la oligarquía gobernante intenta tabicar a un pueblo al que ha dividido y vulgarizado, y al que considera convenientemente "inmaduro", "reaccionario" o "conservador" como para escuchar o consultar ante cuestiones que la democracia impondría fueran respondidas en forma directa por el demos. La mejor evidencia de la oligarquía está en ese elitismo acendrado que sistemáticamente niega el presupuesto político basal acerca de que la legitimidad y la verdad emanan, precisamente, del pueblo. No de sus representantes, aferrados a una concepción práctica emanada del siglo de las carretas y de las distancias siderales, en el que un diputado por Salta tardaba meses en ir a Buenos Aires y otros meses en volver a rendir cuentas.

Asistimos en la práctica a poderes alternativos que desafían el monopolio del Estado en esa cuestión tan crucial de la paz interior y la soberanía, sobre todo, en lo que respecta a Estados débiles por naturaleza, o bien debilitados progresivamente por descomposición interna, como es nuestro caso, padecientes de las mismas calamidades que han invocado para administrar consensos transitorios (siempre electorales, gestualidades banales de folletín), y que les impiden actuar con un mínimo de solvencia ante los atropellos violentos de los challengers privados... los privateers que se llevaron puesto en dos siglos al Imperio Español, ahora ya no al servicio de una reina, sino de organizaciones productoras y mercantes de droga.

Los privateers, como antes los bandeirantes, administran mesnadas de esclavos que sirven de cobertura, de peones y de soldados a las crecientes organizaciones con asentamiento y expansión territorial. La excusa de la marginalidad, esencialmente manipulable y por poca plata, sumergida en la ignorancia y en la necesidad básica cotidiana insatisfecha, amén de la desprotección y la inseguridad, genera un colchón protector para las organizaciones criminales que han convertido a la Argentina, en los últimos 8 años y de la mano de las drogas de diseño o del reciclado de químicos basura, de un país de tránsito, en un país eminentemente productor.

El caso de las favelas de Río de Janeiro, y de los terribles incidentes provocados por el PCC en San Pablo (Brasil), así como la angustiante realidad que se vive en Sinaloa o en Ciudad Juárez (México), con decapitados por los zetas, políticos condicionados y hasta maestros de escuela intimidados con ametralladoras para que paguen tributo y permitan la distribución de drogas, revela una triste amalgama, que se está transformando en una asociación natural, entre la marginalidad y el narcotráfico con toda su lista de crímenes asociados.

Soldados brasileros plantan la bandera nacional (y la del Estado de Río de Janeiro) en la cima del morro Alemão, simbolizando claramente la reconquista por parte del Estado (la entidad política que encarna y le da destino a un pueblo) de un territorio perdido.

La clave de ese crecimiento siempre está en el asentamiento, consolidación y control territorial, en la generación de zonas en donde el Estado está excluido, y donde la clientela pertenece a las organizaciones militarizadas del narcotráfico. La gente, en situación de esclavitud, como tan brillantemente lo explica el artículo referido, es fungible, sacrificable, daños colaterales. Una organización que naturalmente se hace fuerte y lucra con la muerte, a la vida humana le da un valor asiático. La esclavitud cosifica a las personas, que valen en cuanto a su utilidad, y se cambian o se tiran cuando no sirven o cuando sirven más muertas que vivas.

El Estado ha asumido un compromiso cada vez más humanista y universal para con todos los hombres del mundo. Ha cedido a la extraterritorialidad del Derecho, y ha cedido el Derecho a los derechos subjetivos (los derechos a tener derechos), en los cuales la necesidad individual esgrimida en contra del Derecho objetivo (o sea, legal y colectivo) comienza a prevalecer. Al Estado es al único que le interesa preservar la vida de aquellos que los narco sacrifican de un tiro en la nuca, o mandan al frente descalzos y con una hondera, y eso retroalimenta un círculo terrible. Como petrificados por la mirada de Odín, los agentes estatales súper equipados deben permanecer inmóviles ante las hordas más desarrapadas y humildes, porque una vida del adversario puede ocasionarle una lesión infinitamente mayor que la pérdida de mil soldados propios.

La clave está en llegar al epicentro de tan macabra organización, en hacer jaque mate al rey sin matar un solo peón. Pero el rey suele esconderse en lo más recóndito de un entramado caótico de pasillos y exclusas, vinculado por pasajes alternativos, muchas veces subterráneos, y amparado en una protección humana masiva y jerarquizada, en donde hasta los purretes que venden cuadernos en los semáforos hacen de campanas levantando barriletes o hasta llamando por teléfonos internos.


Para que uno de esos territorios crezca, hasta hacerse materialmente inexpugnable, también la materia prima necesaria es... otra vez... la gente. Si no hay suficientes necesitados en la más miserable pobreza que emplear, entonces habrá que traer más. Cosificados como están, habrá que importarlos. Las grandes organizaciones, trasnacionales desde hace décadas y crecientemente fortalecidas y vinculadas, administran grandes masas de población que llevan y traen según la conveniencia.

No es novedad que La Matanza, el distrito bonaerense imposible, inviable, es el principal hervidero de "cocinas" de toda esta ciudad-cloaca (como se les dice en la jerga a las megalópolis engangrenadas de miseria y anomia, como Lagos, Jakarta, Mumbay, México DF, etc.). La matancera Ciudad Madero queda a pasitos de la villa de Ciudad Oculta en Mataderos (que creció muy fuertemente en los últimos cinco años, a despecho de la multitudinaria construcción y entrega de viviendas para los villeros anteriores... ¿o los mismos?). A partir de allí, puede trazarse prístino el llamado Corredor Narco de Buenos Aires, que se está consolidando hacia una continuidad territorial que lo sitúe, en un futuro, como un actor político (o sea, siempre demográfico y territorial) definitivamente relevante en la mismísima Reina del Plata.


Como un tumor creciendo amparado en un tejido vital y muy sensible que lo protege de la extracción quirúrgica, no es necesario para ello tener una fuerza equiparable a las estatales, sino tan sólo el manejo (por extorsión, seducción o clientelismo, da igual) de una considerable masa humana que oponer a cualquier intento de recuperación de los territorios detraídos del control estatal y de su monopolio de la coerción legítima. Asimismo, esa continuidad garantiza el acceso a todo el territorio comercialmente apetecible, al target, a la sociedad civil, la rápida llegada y el rápido escape hacia la protección de la colonia laberíntica. Una considerable economía logística, una expansión decidida, un mayor predicamento en los estamentos sociales de primer contacto (policías, líderes barriales).

En la imagen siguiente (picar sobre ella para ampliar) se aprecia la progresión del Corredor Narco de Buenos Aires. En amarillo están consignadas las villas de emergencia (de emergencia eterna, como la propia emergencia que amparó los discrecionales manejos del gobierno durante 9 años); en rojo los territorios recientemente atacados, cuya evidente disposición geográfica no deja lugar a mayores comentarios; y en verde los territorios pasibles de una próxima ocupación, por estar vacíos, mal vigilados (y aunque estuvieran bien vigilados, ¿quién puede contra 200 familias con niños en brazos que avanzan y avanzan decididos a poner el pecho?), y/o por resultar predios ferroviarios, con espacios ociosos, y fundamentalmente, de administración estatal, es decir, naturalmente condenados.


Ante el natural beneplácito con que la población recibió la noticia de un acuerdo sobre un asunto elemental y sencillo, que sin embargo demandó nada menos que una semana, y ciertas medidas paliativas de menor impacto (unos pretendidos "castigos" a aplicar sobre los futuros intrusos, quitando planes sociales, etc.), los argentinos siempre estamos propensos a olvidar rápido y dar vuelta la página. Sociedad del impacto, de la novedad, del chisme, de hablar del clima, no tenemos tiempo que otorgar a una reflexión profunda sobre los asuntos que nos conciernen de forma vital e inminente. Vamos "zafando" nomás, y mejor ni pensar demasiado, que pensar es hacerse mala sangre y ahora vienen las fiestas...

Convendría que empezáramos a tomarnos las cosas más en serio.

10 comentarios:

Anónimo dijo...

saludos desde Uruguay. Muy buen Blogel vuestro
http://derechasocial.blogspot.com/

Occam dijo...

Muchas gracias por su comentario y su concepto. Me daré una vuelta por su espacio.

Un cordial saludo a los amigos uruguayos.

Anónimo dijo...

Excelente blog! La verdad todo un hallazgo.
Saludos desde Uruguay tambien (se ve que su predica pega por aca)

Martin

Almafuerte dijo...

Coincido en todo con su preocupación.

Para distraernos un poco de la mala sangre, le traigo un tema off topic: ¿qué opina de la bandera elegida para la provincia de Córdoba?

http://www.lavoz.com.ar/ciudadanos/presentaron-la-bandera-que-representara-cordoba

Occam dijo...

Martín: Muchas gracias. Bienvenido a este espacio, y espero que siga visitándolo.

Un fraternal saludo rioplatense.

Occam dijo...

Almafuerte: Es de destacar que Córdoba ha tenido, durante la época de su adscripción a la Liga de Artigas, una bandera de tres franjas, pero horizontales como nuestra bandera nacional, la superior azul celeste, la del medio blanca y la inferior... rosa. Bueno, en verdad, no se sabe si era rosa o el vestigio se debe a una decoloración del rojo federal por los años, pero así es como comúnmente se la identifica entre las demás banderas históricas.

Esta nueva bandera respeta el requisito fundamental de la simpleza, y también el del contraste (no poner dos colores fuertes juntos). Asimismo, la disposición paralela e igual de las franjas contribuye a una más simple confección.

Por otra parte, sorprende que en realidad se trata de la bandera de Santa Fe creada por Estanislao López en 1821 y vigente al día de hoy, sólo que en el medio, en lugar del escudo de Santa Fe, tiene un sol.La particularidad de la bandera santafecina, respecto de la francesa por ejemplo, es que tiene el rojo al asta, y esta nueva de Córdoba la copia incluso en eso. De forma tal, que puestas una al lado de la otra, en mástiles de 20 metros, al aire libre y flameando al viento, son exactamente iguales.

En tal sentido, dos consignas primaron en la tardía adopción de las banderas provinciales: a) Distinguirse de la nacional; b) distinguirse de las otras provinciales. En el primer caso, La Pampa y San Juan, por ejemplo, están en deuda. En el segundo, Ciudad de Buenos Aires, San Luis y Jujuy, por diversos motivos, tienen por banderas paños blancos con un escudo en el medio.

Córdoba cumple con el primer precepto, y demuestra una absoluta falta de originalidad sobre el segundo. No me gusta el sol "hueco" tampoco, muy poco óptico a la distancia, y el celeste lavado escogido, que no tiene el suficiente contraste ni durabilidad ante las inclemencias climáticas (enseguida se ensucia de forma lamentable, y pronto pierde todo atractivo).

A propósito de la visita de amigos del Uruguay en estos comentarios, debo reconocer que ellos se han permanecido más fieles a los colores originales de las banderas que nos fueron comunes.

Mis cordiales saludos, y gracias por el comentario y por la referencia (he estado tan abstraído últimamente, que se me pasó por alto esa presentación vexilológica).

Mensajero dijo...

A esto del olvidar rápido se le suma el hartazgo por exceso de exposición mediática.
Como en la guerra del golfo, pasamos rapidamente del espanto a la indiferencia, mientras en paralelo la noticia pasó de encabezar los destacados de los resúmenes de noticias a ocupar un espacio menor dentro del penúltimo segmento de la emisión.

Destouches dijo...

Un post verdaderamente soberbio. Foucault demostró hace años que el poder no es un atributo jurídico de las instituciones de gobierno, sino un fenómeno "de facto" que se caracteriza por su naturaleza proteica. Como consistente seguidor de Nietzsche, Foucault estudió al poder desde la perspectiva práctica de aquéllo que él llamo "microfísica del poder". Según este autor, el poder tiende a filtrarse por los intersticios que dejan las instituciones jurídicas y a ocupar los vacíos. Un ejemplo práctico está dado por los medios de comunicación, pero ciertamente no es el único. Es poder es una cuestión fáctica, no jurídica.
Por consiguiente, cuando en un determinado territorio el poder (es decir, la posibilidad de dictar las reglas y hacerlas ejecutar) está vacante, ese vacío es ocupado por otro poder.
Este es el fenómeno que estamos padeciendo ante la retracción del Estado y la consecuente ocupación de ese vacío por organizaciones criminales. Desde esta perspectiva, voy a introducir una reflexión que seguramente originará polémica: el sistema punteril aplicado por los caciques del conurbano es efectivamente precario y pasible de justas críticas. Sin embargo, en los casos sanos todavía representa una muy tenue presencia estatal en zonas absolutamente abandonadas de la mano de Dios. No caigamos en el irenismo de suponer que eliminando esa modalidad política se van a solucionar los problemas, si el Estado no se está dispuesto a ocupar ese vacío y a ejercer el poder en forma efectiva (lo que presupone asimismo la disposición a utilizar la coacción o la fuerza). De lo contrario, esas zonas resultarán fácil blanco de los narcos, como vemos que está sucediendo.
Se trata ciertamente de una cuestión compleja la que plantea el post y lo desolador es comprobar con qué falta de seriedad y cerebro es tratada por nuestras autoridades. Otra manifestación de nuestra secular tendencia entrópica.

Occam dijo...

Mensajero: Una muy buena observación, que debe ser correctamente justipreciada en su aplicación sociológico-política. En definitiva, es auspicioso saber que, para tomar una medida antipática (como todas las que resultarán cada vez más necesarias para revertir esta tendencia inercial destructiva y entrópica), hay que estar dispuesto a aguantarse el primer chubasco. Desde esa perspectiva, salvo si un gobernante es extremadamente inepto, corrupto, ignorante y mala leche, resulta hasta hilarante que por prevención o por represalia, ataque obsesivamente a los medios que lo pueden poner en primera plana.

Mi más cordial saludo.

Occam dijo...

Gracias, Destouches. Usted lo ha dicho todo. Lo importante es resaltar de su texto el carácter real y concreto del fenómeno del poder, alejado de las elaboraciones abstractas de los intelectualitos de café, que tienen esa aversión preconsciente, y que en su afán destructivo lo único que posibilitan es que cambie de manos, hacia otras no condicionadas, como el Estado, por la legalidad.

Como fenómeno concreto y real, el poder siempre ha sido territorial, por momentos, en pleno auge del "financierismo", más solapado, pero siempre territorial. Y también demográfico. El mundo del siglo XXI nos plantea desafíos arcaicos, y tal vez estemos demasiado modernos para resolverlos. Hay que revisar los marcos conceptuales y las herramientas que elegimos, o simplemente nos extinguiremos por anticuados. La modernidad ya es demasiado antigua, perezosa y pacata.

Un abrazo.