viernes, 29 de julio de 2011

Tres ejemplos

Intencionalidades, equívocos, tergiversaciones y prostitución semántica, forman parte de nuestro sistema de pensamiento colectivo. En un país y un momento especialmente afines al “relato”, a la forma de contar las cosas, a la forma de calificar los hechos, vayan en esta ocasión tres casos bastante difundidos, y que merecen una sucinta reflexión:


1) Sensación de inseguridad.

Cuando se habla de “sensación de inseguridad”, más allá de la inescrupulosa sugerencia que formula el inventor de la frase, inmoral si se tiene en cuenta que el causante ha sido el encargado de velar por la seguridad ciudadana por tantos y tantos años, en realidad no se está diciendo otra cosa que “inseguridad”. En efecto, esa construcción semántica, que no es más que otra evidencia de la promiscuidad de palabras que inunda el universo del discurso, no tiene significado alguno disímil de aquél que pretende enervar. “Sensación de inseguridad”, por más que pretenda emplearse como herramienta efectista para rebatir “inseguridad”, es simplemente, su confirmación.

La inseguridad no es otra cosa que la falta de seguridad. La seguridad, para el idioma castellano, es la certeza. Para que haya inseguridad no tiene que estar presente una situación de anarquía y guerra civil como en Bagdad o en Trípoli. Alcanza nomás con que el ser humano tenga incertidumbre acerca de su destino inmediato, por más que tome todo los recaudos normales y habituales y respete las normas convencionales. Es decir, si el ciudadano, aun cuando cierra la puerta de calle, o pone alarma al auto, o evita circular por un callejón oscuro en madrugada, o evita los descuidos sobre sus objetos personales, igualmente vive con miedo, es porque ese ciudadano se siente inseguro. Se trata de una percepción, y como tal, está vinculada con la subjetividad. Ahora bien, una percepción generalizada, en todo caso estará vinculada con una subjetividad también general, lo que en las sociedades modernas constituye un estado de situación colectivo, y por tanto, un criterio de verdad en términos sociológicos.

Si una familia iba con el auto los fines de semana a visitar a sus parientes del conurbano, y estacionaba por la mañana y se retiraba a la tardecita, luego de una demorada despedida en la vereda; y luego ocurre a dos cuadras un homicidio con ocasión de robo de automotor, y a la semana siguiente, un secuestro exprés cruzando un vehículo a otro que venía circulando, y días después un tiroteo cuando la policía intenta liberar a un rehén, con ejecución del rehén incluida, todo en el mismo barrio que se acostumbraba visitar, y entonces la familia decide primero no ir más con el auto, y finalmente, espaciar las visitas, porque tampoco es demasiado seguro movilizarse en dos colectivos o en tren y en colectivo, es porque esa familia se siente insegura, por más que pudiera tener la suerte de haberse salvado personalmente hasta el momento de un crimen trágico.

No hace falta falsear estadísticas (que de por sí son esencialmente falsas, desde que la capacidad de aprehender la realidad desde los sistemas de control social formal –estadísticamente incluso- nunca excede del 10% de la realidad en sí misma). No hace falta ejemplificar con ampulosas razzias y operativos. La inseguridad es un hecho social, y como tal, su erradicación un desafío terriblemente arduo, que exige constancia, orden, paciencia y presencia. Y sobre todo, decisión y abandono del efectismo, del electoralismo y de la demagogia. Demasiado. Sobre todo, cuando siempre es más fácil destruir que construir, y un solo hecho violento puede destruir todo el proceso de generación de confianza que se hubo llevado adelante.

Para ello, en el entendimiento íntimo de que la bota de potro no es para cualquiera, y que “cualquiera” preferirá evitar los sabañones, los callos, el pie de trinchera o las piedritas, parece que es más sencillo decirle a la sociedad que está equivocada, que no está insegura sino que se siente insegura, cuando en realidad, como explicamos, se trata exactamente de lo mismo.

Estar enamorado y sentirse enamorado conducen generalmente a cometer los mismos gratificantes errores, o bien por abstenerse, a afrontar las mismas ingratas frustraciones. Estar con miedo y sentirse con miedo nos hace correr bien rápido y sin mirar hacia atrás, evitando perder el tiempo, sobre todo, en disquisiciones inoperantes, propias de quien tiene tiempo, dinero, posición y seguridad suficiente como para no estar ni sentir…


2) Fútbol federal.

Hablar de la necesidad de hacer federal el fútbol aparece como un argumento válido para sostener la decisión de hacer un campeonato con 40 equipos, y en términos generales, mediocrizar aún más la calidad de la competencia. Como ocurriría (y mejor no dar ideas), si al Ministerio de Educación se le ocurriere fusionar el Colegio Secundario con la Universidad.

Pero se omite en cambio considerar que a partir de este campeonato el Fútbol de Primera División va a ser el más federal de toda la historia, desde los Nacionales de Valentín Suárez. En efecto, al terminar el Clausura 2011 descendieron 4 equipos del Gran Buenos Aires (Quilmes, Gimnasia, River y Huracán) y ascendieron 4 del Interior (Rafaela, Unión, San Martín de San Juan y Belgrano), completando un total de 7 equipos del Interior sobre 20 totales, es decir, del 35%. Casualmente también, el último torneo arroja un resultado “perturbador”: Con sólo 3 equipos del Interior en ese certamen, y considerando que si bien Colón tuvo un desempeño irregular, hace tiempo que viene siendo un sólido animador en la Primera; hay que mencionar que Godoy Cruz salió 3º y Olimpo 4º.

No sea cosa que en poco tiempo la AFA deba sufrir la experiencia de que un club del Interior finalmente se consagre campeón de la elite del fútbol argentino por primera vez en la historia. Es decir, se asiste a un proceso decidido de crecimiento de las instituciones de las provincias y de decadencia del fútbol metropolitano. Ese proceso se comenzó a evidenciar hace ya unos cuantos años en el Nacional B, que arrancó, a partir de 2003 con 20 equipos, 10 del Interior y 10 de la AFA. Al poco tiempo, los únicos que descendían o iban a promoción eran los de la AFA. Entonces la AFA decidió que los del Interior, en materia de descensos, jugaran su propio torneo, y otro tanto los metropolitanos. Llegó a darse el caso de que el club metropolitano que descendía fuera el 20º de la tabla general, y el metropolitano que jugaba la promoción fuera el 19º. En tanto, el del Interior que descendía fuese el 14º de la tabla general, y el que jugaba la promoción contra un equipo del Argentino A fuera el 12º. Y eso que estamos hablando siempre de promedios.

¿Por qué en ese momento la AFA no dejó que descendieran los que tenían que descender, lo que hubiera federalizado mucho más el Nacional B, y por tanto, aumentado también más las posibilidades de tener un fútbol de Primera División más equilibrado?

Por el contrario, cuando el proceso de federalización se da naturalmente, por los cauces ya normados desde hace tiempo, y comienza a presenciarse una Primera División con amplia participación del Interior, sale de la galera este engañoso argumento.


3) Las organizaciones sociales.

141 años pasaron desde la sanción de la Constitución Nacional hasta que se reconocieron en ésta los partidos políticos como sujetos del sistema político. Como ya hemos dicho en otros momentos, su reconocimiento fue concomitante con su definitiva decadencia. Ya en las elecciones de 1995 una nueva fuerza que era un rejunte bastante variopinto, el FrePaSo, fue la que disputó la presidencia con el PJ (que a su vez estaba sufriendo disidencias y nuevas incorporaciones desde sectores tradicionalmente no afines, como Oscar Alende, el MPL o la Ucedé, si bien el PI se acercó al “peronismo sin Perón” en la época del Frecilina, que no era un remedio; y el MPL, siendo FIP, acompañó la fórmula Perón-Perón en el ‘73), mientras que la UCR llevó una propuesta casi testimonial, que arrimó un 16% del electorado. Con el Congreso de Lanús, se pone definitivamente la lápida al PJ, que a partir de entonces, más allá de su intervención judicial, se transforma en una confederación de caudillazgos provinciales acomodaticios, dirigida por un poder central gubernamental progresivamente más fuerte y unitario.

Pero más allá de todo eso, lo cierto es que los partidos políticos, a diferencia de los movimientos nacionales o cualquier otro sistema de representación, son, como dice la palabra, “partidos”, es decir, fraccionamientos, parcialidades que, si bien pueden perseguir objetivos generales, lo hacen desde las visiones sesgadas de sus propias plataformas e ideologías. Ello no es ni bueno ni malo. Es así. Es el sistema liberal de organización de la representación que se da en gran parte de Occidente.

Lo que sí trasuntan con su accionar es, en primer lugar, una intencionalidad política parcial, y en segundo lugar, un interés electoral, pues eso hace a la propia esencia de su existencia. Incluso los partidos que nunca ganaron una elección siquiera municipal, y que muy probablemente nunca lo hagan, están concebidos y estructurados para ese fin, y por lo menos persiguen el acceso a algún cargo electivo y sobre todo, al reparto de dinero por votos obtenidos.

Lo importante es que cuando un partido político impulsa una movilización, un reclamo, una denuncia, etc., cuando proyecta su accionar hacia la opinión pública, está obrando “políticamente”, es decir, con un interés concreto por el poder. Dentro del discurso del bienpensantismo, obrar políticamente, obrar en función del poder, es malo, o por lo menos, digno de generar recelo o desconfianza.

De un tiempo a esta parte, esporádicamente durante los ’90, y sistemáticamente en la década pasada, comenzó a denominarse “organizaciones sociales” a los distintos grupos de piqueteros que amuchaban jubilados, desocupados, sin techo, etc. En fin, como no había denominación para esos intereses sectoriales, se optó por una tan equívoca.

Lo cierto es que esas “organizaciones sociales” persiguen fines concretos vinculados con el interés de sus integrantes (planes sociales o su aumento, viviendas gratuitas, escrituración de terrenos, urbanización de villas, dinero en efectivo, etc.), pero también persiguen, aquellas más aventajadas, un fin político, vinculado con la conservación de una situación de hecho favorable. Concretamente, la continuación del gobierno que les otorga los privilegios. De tal forma, también con su accionar público persiguen un fin político y funcional al poder.

Mientras tanto, las “organizaciones sociales” menos aventajadas intentan extorsionar al poder de turno, o acordar con opciones de poder alternativas, o ambas cosas, para obtener los beneficios que ya tienen las aventajadas. Es decir, también operan con su accionar “políticamente”.

Independientemente de ello, el término “organizaciones sociales” ha sido asumido como menos parcial, intencional y electoral que el término “partidos políticos”. Antes bien, su empleo parecería sugerir la ostentación de un reclamo legítimo (aun cuando el adjetivo sea innecesario, como veremos), sustentado en la legitimidad de la necesidad, es decir, en el axioma de “una necesidad, un derecho”. Si una necesidad = un derecho, su reclamo = legítimo. Todo reclamo de una “organización social” deviene legítimo per se, sin consideración acerca de la condición moral o de utilidad social o de contexto normativo de ese derecho. Mientras haya una necesidad insatisfecha, hay un derecho que reconocer, y con ello es suficiente. Se consagra la autonomía de los derechos subjetivos respecto del Derecho objetivo y por tanto, respecto de la moral, de la política y del interés colectivo.

Así entonces, las “organizaciones sociales” obran, para la opinión pública y para los periodistas y cronistas, cada vez intelectualmente más pobres y borreguizados, de una forma siempre legítima, lo que implica: objetiva, aséptica, franca, útil y veraz. La disconformidad podrá plantearse con el medio elegido para la protesta, pero nunca nadie osará, so pena de anatema, plantear objeciones respecto de la legitimidad del reclamo, porque todo reclamo es legítimo.

Lo ridículo de semejante dogma circular (que se suma a otros tantísimos en el nuevo canon surgido al amparo de la “libertad” –otra palabra digna de ser analizada, aunque el espacio y el tiempo en esta ocasión no lo permitan-), es que, hoy por hoy, al periodismo ya le ha dado por bautizar como “organización social” a cualquier grupo de personas que efectúe un reclamo. Por más que ese grupo de personas se embandere con denominaciones inequívocas, más concretamente, invoque la pertenencia a un partido político.

Hoy por ejemplo, sin ir más lejos: Un grupo de personas se aglutinó en las inmediaciones del Obelisco reclamando por la represión policial sobre unos usurpadores de la CCC y de la milicia indigenista Tupac Amaru (más de $ 330 millones en subsidios del Estado Nacional desde 2003), liderada por Milagro Sala, vinculada con los resabios de Sendero Luminoso, las FARC y otras lindezas, que habían intentando colonizar unos terrenos de propiedad del Ingenio Ledesma en Jujuy. Sin importar que el llamado “Combate de Ledesma” (un bautismo romántico, a la manera de los que en los ’70 gustaban tanto a la revista Estrella Roja) fue bastante parejo, y que el saldo recuerda aquél de “murieron 4 romanos y 5 cartagineses” (4 de los 9 heridos de bala son policías, 1 de los muertos por bala también, y 2 de los muertos no-policías lo fueron por balas de armas no-policiales), si uno atiende solamente el juego del Antón Pirulero mediático, imagina un atropello bestial de parte de la policía jujeña frente a tímidos necesitados de viviendas, que casi sin saberlo, pusieron su carpita en ese campo (y que continúan en él después del tole tole). Detrás de esas dos “organizaciones sociales”, se podían ver claramente los carteles del Partido Socialista de los Trabajadores (PST), el Partido Obrero (PO) y el Partido Comunista Revolucionario (PCR). Pues bien, tal parece que ciertos partidos políticos especialmente quilomberos, pero sin poder de convocatoria como para plantear opciones electorales respetables, y sobre todo, populares, merecen ahora ser llamados “organizaciones sociales”, y sus reclamos por tanto, ser considerados legítimos, desinteresados, objetivos, veraces, etc.




7 comentarios:

gatorall dijo...

Estimado: como siempre sus posteos son muy profundos.
En el primer tema habría que preguntarnos si nos mata el frío o la sensación térmica; me parece una metáfora adecuada. En el segundo tema, el de federalización del fútbol, hay una categoría muy curiosa de clubes en la Argentina "indirectamente afiliados a AFA" que son todos excepto Capital, Gran Bs. As y Rosario y siendo seguidor del Nacional B hasta ahora ha sido una división experimental, con todos los cambios habidos y por haber (x ej: el primer ascenso de Olimpo,el club estuvo 6 meses sin jugar ningún campeonato)sin hinchadas visitantes, que paradojicamente asolan en la B,C y D metropolitana,etc.
Lo tercero y mas arraigado es que la "bondad o legitimidad" de reclamos de MMSS u organismos de DDHH, los hace impermeables a las críticas y guay del que cuestione el dogma. Por suerte están los Shocklender y las Milagros Salas luchando para que no nos paralicen los dogmas.
Saludos cordiales

Occam dijo...

Gatorall: Muy bueno su comentario. La metáfora del frío y la sensación térmica es absolutamente adecuada.

Respecto del segundo tema, cuando hablo de clubes del Interior, me refiero a aquéllos no afiliados directamente a la AFA, sino a ligas locales, y que acceden a los torneos de AFA luego de disputar torneos locales. Es por eso que no conté a Ñuls entre los clubes de esa especie en Primera División. Los afiliados en forma directa a AFA, como usted bien señala, son los de Cap. Fed., GBA, Rosario (a partir de 1938) y Junín. Pero el tema es más histórico que geográfico, ya que, por ejemplo, si bien Atlas y Leandro Alem, siendo de Rodríguez, participan de los torneos de AFA, la liga de Luján está afiliada indirectamente, y comprende equipos de Monte Grande (como el de Camioneros de Moyano), distantes sólo 26 km de Capital. Asimismo, Barracas Central, cuando se fue a representar a Bolívar, y omitiendo la propia liga local, siguió jugando afiliado directamente a AFA.

Bien ha señalado usted algunos de los disparates, de las idas y venidas, de una institución que en materia de seguridad jurídica es reflejo del país en donde está. Podríamos agregar las definiciones por penales de 1988-89, los torneos cortos, pero con un campeón que se dirimía entre los dos ganadores, como fue Ñuls frente a Boca en 1991, en forma además paralela a la disputa de la Copa América en Chile, habiéndose llevado la Selección los mejores jugadores de uno de los equipos, etc.

La prohibición de hinchadas visitantes fue una injusta sanción a los clubes del Interior, que cuando ocasionan disturbios (Godoy Cruz es célebre en ello) lo hacen de local. En cambio, de visitantes, llevan un puñado de simpatizantes pacíficos, generalmente estudiantes o trabajadores residentes en Capital o Gran Buenos Aires. Otra prueba de la arbitrariedad de las "soluciones" generalizadas y uniformes para problemas claramente diferenciados y puntuales.

Muy bueno también su justo homenaje a los mencionados personajes que tan bien ejercen su papel de escorpión sobre el lomo de la rana.

Un muy cordial saludo.

Chofer fantasma dijo...

Disfruté de su columna porque lo dice con elegancia.
" evitando perder el tiempo, sobre todo, en disquisiciones inoperantes, propias de quien tiene tiempo, dinero, posición y seguridad suficiente como para no estar ni sentir…" es certero y lapidario.

Gilberto dijo...

epa, epa... me sentí tocado. En 1991 la selección se llevó 2 jugadores de cada equipo. Latorre y Batistuta por Boca (reemplazados por Reinoso y Gaucho) y Franco y Gamboa por Newell´s.
Igual coincido que fue un disparate.

Occam dijo...

Chofer: Pues muy agradecido por su elogioso comentario. Un cordial saludo.

Gilberto:Sin desmerecer, la importancia de Latorre y Batistuta para Boca (que había salido campeón invicto del Clausura, y en la tabla general de la suma de los dos torneos también había salido holgadamente primero), era determinante, al punto que entre ambos sumaban el 75% de los goles que había hecho el equipo en la campaña. De hecho, el match se definió por penales por la carencia de capacidad goleadora del xeneize (con los improvisados Reinoso y Renato Gaúcho, que ni siquiera sabían cómo se llamaban sus compañeros para pedirles la pelota). Igualmente, es solamente un ejemplo de los tantos que hay de las barbaridades que impulsivamente improvisa la AFA, sobre todo, desde hace 25 años, y que no contribuyen ciertamente a la seguridad jurídica y a la previsibilidad de las inversiones.
Supongamos que ese torneo multitudinario se pone en vigor para la temporada 2012-2013. El campeonato de Primera División y los 16 primeros puestos del Nacional B serían (y he escuchado ese término de la boca de gente de la AFA) "testimoniales", en otro perturbador paralelismo con la decadencia política. Entonces, aquellos que se armaron para ascender, haciendo un considerable esfuerzo económico, como River, habrían gastado plata al divino botón. Hubiera convenido a todos, antes bien, poner a los pibes de la tercera y la cuarta, y amarrocar unos morlacos para reforzarse el año que viene...
Un cordial saludo.

loleta dijo...

Solo me resta aplaudir.

Occam dijo...

Pues muchas gracias, Lolet. Bienvenida a este espacio y un cordial saludo.