jueves, 11 de diciembre de 2008

Una zoncera moderna

En Izquierda Nacional (www.izquierdanacional.org) apareció el 4 de septiembre de este año un artículo titulado, a la manera jauretchiana, “La zoncera del genocidio”, y firmado por Jorge Santiago Miranda Sanger. Desde una visión genuinamente de izquierda, el artículo propone el desenmascaramiento de ciertas argucias utilizadas por las organizaciones de DD.HH. (que explícitamente reconocen esa militancia como vehículo político contra la opresión de la legalidad burguesa).

En particular, de aquélla a la que atiene el título recién transcripto: el genocidio. Es de hecho frecuente escuchar hablar de un genocidio ocurrido en
la Argentina, primero como exageración provocada por la vehemencia en el rencor, luego hasta con algún ribete pseudojurídico nunca demasiado profundizado, y menos aun, cuestionado por nadie, temerosos todos de que, obrando de manera inteligente, preguntando y queriendo saber, seamos tildados, precisamente, de cómplices de los genocidas.

No me detendré en las consideraciones que el autor hace respecto de la equivocada atribución de un crimen conceptuado, por la Organización de Naciones Unidas (ONU)
, en la Convención para la Prevención y Sanción del Delito de Genocidio adoptada por la Asamblea General el 8 de diciembre de 1948, como una serie de actos “perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional étnico, racial o religioso como tal (Artículo II); sino antes bien en la animosidad manifiesta, en la intencionalidad política escondida en esa atribución, que puede sintetizarse en la versión que a continuación transcribo:

“La verdad histórica es ni más ni menos que existió un plan sistemático, diseñado, puesto en marcha en función de los intereses de estos represores y del poder económico que los sustentó, y con el principal objetivo de eliminar a un grupo de la sociedad que se oponía a este plan. Esto no es ni más ni menos que un genocidio, y no sólo por el número sino por la intención de eliminar a todo ciudadano que se oponía a ellos”.


[Proferida por
Emilio Guagnini, integrante de la Agrupación HIJOS de Tucumán y de la Comisión de Derechos Humanos del Colegio de Abogados, en alusión al juicio contra Antonio Bussi, aparecida en Prensa Obrera].

Es por ello que a partir de allí transcribiré el artículo in comento, que desde ya me resulta interesante, porque su opinión emerge de un sector ideológico enfrentado a "las leyes de impunidad" de la década de 1980 y que apoya abiertamente el juzgamiento de los responsables de la represión ilegal llevada a cabo durante el gobierno militar.


¿Por qué algunos sostienen la idea de genocidio?


Existen dos motivos principales. El primero es la necesidad de autojustificación de su existencia de los sectores de la izquierda y centroizquierda cipaya. Cuando decimos que aquí no existió un genocidio sino una reacción imperialista, por simple deducción, sabremos que del lado de las víctimas de la represión encontraremos a los sectores comprometidos con la profundización de la lucha revolucionaria. Resulta más que lógico, entonces, que los sectores de la izquierda y centroizquierda cipaya hayan sufrido de manera bastante escasa el accionar del aparato represivo. En concreto, se opera la despersonalización del militante político desaparecido, asesinado, encarcelado o exiliado por la última dictadura militar. Así, los sectores de izquierda y centroizquierda cipaya pueden transfigurarse en víctimas del genocidio, ocultando su verdadero rol que, en más de una vez, ha sido no otro que el de cómplices de la contrarrevolución.

Esto no es otra cosa que el añejo anhelo de los cipayos por falsificar nuestra historia, despojando al pueblo argentino y americano de los elementos necesarios para sostener la continuidad histórica de su lucha por la liberación. Pero esta falsificación no sirve tan sólo para autojustificar la existencia de la izquierda y centroizquierda cipayo; el objetivo va más allá y nos entrega el segundo motivo.

Si la represión de la última dictadura militar reviste un carácter genocida, entonces, toda realización dentro de este plan sistemático de exterminio reviste un carácter genocida. Hoy por hoy, resulta más que claro que la acción sistemática de exterminio se inició mucho antes de 1976. Aquí, es paradigmático el caso del PRT-ERP, el cual, en los hechos, había sido desarticulado mucho antes del 24 de marzo de 1976, y, sobre el cual, en el mejor de los casos, el golpe militar vino a completar la tarea inconclusa de la Triple A y el Operativo Independencia.

Ahora bien, entonces: ¿Cuál es el problema de seguir hablando de genocidio y por qué ciertos sectores hacen una defensa intransigente de dicho concepto? Si entendemos que cualquier realización dentro del plan sistemático de exterminio tiene carácter genocida, cualquier elemento social que haya coadyuvado en su ejecución tendrá un carácter genocida (ver líneas arriba el Artículo III de la Convención para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio). No nos andemos con vueltas y adelantemos la conclusión: entonces el peronismo sería genocida. Efectivamente, detrás de la idea de “genocidio” se esconde el viejo anhelo de los cipayos por demonizar al más profundo movimiento de masas que la Argentina experimentó durante el siglo XX. El sostenimiento de la idea de genocidio no es para nada inocente, responde a un accionar sistemático del cipayaje autóctono para falsificar la historia y cortar la continuidad precisamente histórica de nuestra lucha por la liberación. ¿Desde sectores del peronismo se contribuyo al accionar contrarrevolucionario? Sin dudas, pero esto es perfectamente explicable por la misma configuración del peronismo y su constitución contradictoria ad inicio, contradicciones que, por otro lado, en la década de los 70 habían llegado a un punto de eclosión. En esta profundización de las condiciones revolucionarias, desde un análisis político-ideológico, resulta entendible que una parte de la constitución inicial del peronismo se alineara con los intereses reaccionarios y otra tomara su lugar dentro de la vanguardia revolucionaria. Esto no demoniza al peronismo, sino que lo explica como un fenómeno histórico que llegaba a un punto donde sus limitaciones históricas como herramienta revolucionaria se hacían evidentes. Los cipayos, sin embargo, defenderán a rajatabla el concepto de “genocidio”, pues si hubo sectores dentro del peronismo que actuaron en la represión, eso los haría genocidas y contagiaría —en la alienada mente del cipayaje— a todo el peronismo, negándolo como expresión histórica en el camino por la liberación nacional y social. Y esto no es nuevo para los cipayos, así será más importante la “Semana Trágica” que el efectivo avance para los sectores populares que significó el gobierno de Hipólito Yrigoyen o serán más valederos los devaneos autocráticos de Rosas que su efectiva defensa de los intereses nacionales frente al Bloqueo Anglo-Francés. Nada de los cipayos es casual y siempre tiende al mismo punto: negarnos nuestra existencia y la continuidad histórica de nuestra lucha.

*****

Como se aprecia, se hace difícil entonces sostener, para los "recién llegados" a los pomposos conceptos de "campo popular", "militancia social", incluso "peronismo", y otras yerbas por el estilo, sus impunes atribuciones de "gorilas" a diestra y siniestra (más a la diestra, como si no fueran casi todos ellos gorilas de siniestra, o quizás por eso mismo).

4 comentarios:

Destouches dijo...

A mí me parece evidente que el discurso setentista que se prohija desde el poder está dirigido en última instancia a un ajuste de cuentas con el peronismo.

Occam dijo...

Destouches: Por eso el extracto que reproduzco es verdaderamente interesante, desde que surge de la misma izquierda que pregona el "juicio y castigo", pero con un poco más de honestidad.
Mis cordiales saludos.

Mensajero dijo...

“Si se perdiesen los títulos de Rosas a la nacionalidad argentina yo contribuiría con un sacrificio no pequeño al logro de su rescate.” J.B.Alberdi

Qué mezquina se refleja a la luz de la grandeza de estos enormes enemigos, la persistencia en la disputa fundada en sus adolescencias universitarias, de algunos troskos y algunos peronistas.
Mientras tanto, los pícaros se hacen la América.
Qué cara le resultó al país, la oportunidad desperdiciada en la década del 80, personificada en la apatía y el individualismo de quienes como yo, estábamos en cualquier otra cosa.
Volvió con todo Occam, un gran saludo.

Occam dijo...

Mensajero: Muy bueno su comentario. Es como usted dice: nos falta grandeza. Cada día somos un poco más pequeños.
Mi más cordial saludo.