viernes, 26 de noviembre de 2010

Cuestión de cuna

1. El número de D.N.I.


Pocos deben saber que mi D.N.I. (verde, de los viejos) termina en 9. De hecho, no parecería un dato relevante, salvo cuando se generan esos (no tan) ingeniosos mecanismos de pago de las dádivas reales, en este caso, el suplemento de 500 pesitos con que la Presidenta se quiere reivindicar después de haberles vetado, a los jubilados que cobran el mínimo, el derecho al 82% móvil.



Uno no puede, al conocer mientras se afeita, casi por casualidad, por esa mala costumbre de tener la radio prendida, el cronograma de pagos por ventanilla de ese adicional navideño a los jubilados, evitar la autorreferencia, por más que íntimamente sospeche que, o bien nunca va a llegar a jubilado, por la expansiva acción de los delincuentes cada vez más feroces, o por el calentamiento global que nos va a ahogar a todos en una gigantesca ola de tsunami, o por el ACV que no para de cosechar víctimas (y uno se encuentra anotado en casi todos los grupos de riesgo, para peor…), o por alguna otra mierda pandémica o bromatológica de esas que aparecen todo el tiempo con la globalización y las malas condiciones sanitarias, desde la salmonela al paludismo y la disentería, o la gripe de los batracios, o los pollos de dos picos; o bien nunca siquiera va a tomarse la molestia de hacer los trámites y las infames colas al sol o a la escarcha, si para cuando le toque, por ahí hasta le piden que ponga de su bolsillo para rescatar a la ANSeS de tantas “inversiones” geniales que viene realizando… Entonces, como fue siempre antes del estatismo (ver el próximo apartado), a aportar a la familia, a querer y mimar mucho a los pibes, a regalarles buenos juguetes (no pares de medias y remeras de algodón para dormir), y apostar a que ellos tengan buena memoria de sus padres, para que de grandes, se hagan cargo de las muchas nanas que compondrán la frecuente asistencia filial.

La autorreferencia señala que si uno fuera jubilado y no tuviera el documento terminado en 89, como el año de la Revolución Francesa, o en estos pagos, de la hiperinflación; sino en 90, como la década nefasta del neoliberalismo, la intromisión del FMI, el tener un ministro de Economía liberal, la complicidad con las empresas privatizadas, etc.; o tal vez en 10, como este año, que combina un poquito de todo lo otro dicho, cobraría el complemento el 1º de diciembre. En cambio, con el 9 como furgón de cola de la cifra mágica de identidad, a uno le tocaría recién el 16.

Con una inflación que siempre se acelera en diciembre, el mes de las fiestas y del frenesí del consumismo, esos 15 días de spread pueden ser importantes. Digamos que, en términos adquisitivos, quien cobre el 1º de diciembre cobrará unos $ 493 reales (computados desde el anuncio oficial), mientras que quien cobre el 16, se llevará a la casa unos $ 484. Parece nada, hoy día qué son $ 9, o $ 16, que no alcanzan ni para hacer 10 cuadras en taxi. Pero bueno, al fin y al cabo, para esos pobres jubilados que componen la esforzada base del escalafón, a lo mejor les significa una comida.

Si no puede preverse un incremento escalonado, que atempere los efectos de la inflación, paralelos al cronograma, por lo menos sería interesante por una vez mezclar los números, y empezar por el 8, seguir por el 2, luego el 5, después el 3, luego el 9, el 0, etc. El inadismo debería estar hoy más que nunca alerta también a esas menores desigualdades, signadas, como siempre, desde la cuna, o por lo menos, desde el momento en que papá entró en el Registro Civil para anotarnos, y que afectan fuertemente a aquéllos que más necesitan. Viéndolo en cambio desde el lado positivo (siempre hay que ser un poco estúpidamente optimista), les da a los infelices con documentos terminados en 8 ó en 9 la oportunidad de hablar en la larga cola de otros pesares compartidos, que no sean las muchas nanas de todos los días.


Foto: www.diaadia.com.ar


2. El tiempo en que se vive


El Capítulo III (Derechos del trabajador, de la familia, de la ancianidad y de la educación y la cultura), Artículo 37, apartado III, inciso 1 de la Constitución Nacional de 1949, muy lejos del estatismo desmesurado luego consagrado por la Constitución ilegítima de 1957 (Artículo 14 bis, último párrafo), consagraba una posición subsidiaria del Estado respecto de la centralidad social de la Familia, y por supuesto, aseguraba una mayor indemnidad e integralidad del salario:Derecho a la asistencia - Todo anciano tiene derecho a su protección integral, por cuenta y cargo de su familia. En caso de desamparo, corresponde al Estado proveer a dicha protección, ya sea en forma directa o por intermedio de los institutos y fundaciones creados, o que se crearen con ese fin, sin perjuicio de la subrogación del Estado o de dichos institutos, para demandar a los familiares remisos y solventes los aportes correspondientes”.



Según ese sistema de 1949, el trabajador, que igualmente debe bancar a sus viejos, porque con las jubilaciones estatales apenas si pagan los servicios básicos, tendría un 32% disponible adicional a su ingreso de bolsillo. Si los viejos fueron previsores, y en lugar de un hijo tuvieron tres, por ejemplo, como era hasta poco en esos tiempos, ellos podían vivir sus años de ancianidad con los ingresos de un trabajador activo.



El tiempo pasó, el Estado creció, al trabajador se le saca cada vez más de su salario, con la excusa de darle desde el Estado lo que antes se procuraba solito y con mayor libertad. Como el trabajador está más ajustado, y los precios suben y las situaciones laborales y económicas son más inestables, y la salud y la educación, si quiere que sean mínimamente dignas, las tiene que afrontar también de su bolsillo, el trabajador es un padre más mesurado, planificador, no se tira a la pileta, piensa y hace números con la patrona antes de prescindir del condón o del espiral. Lógicamente, el trabajador tiene entonces menos hijos. O sea, menos mano de obra activa para el futuro. En las clases medias urbanas, que son las que componen mayormente el motor del consumo, la tasa de natalidad está en 1,8 hijos por pareja. El crecimiento vegetativo desciende y desciende, el mercado interno se estanca, y encima el Estado debe aumentar su presión tributaria para poder seguir manteniendo todo el circo, con un promedio de vida que se extiende. Una de dos: o el trabajador trabajará ad Kalendas græcas, y se olvidará del descanso como derecho de la ancianidad, o sus pocos hijos deberán aportar el doble que lo que él ha aportado, y asimismo, pasarle al viejo alguna ayuda mensual para que pueda comprar los remedios.

El tiempo pasó, y eso también es cuestión de cuna…



Pueden verse también estas cosas del archivo:
Estado intervencionista y política social
El estatismo previsional

10 comentarios:

Anónimo dijo...

El sistema jubilatorio aquí y en tantos países del mundo es un sistema basado en principios corruptos. Parece que los políticos han usurpado el concepto de solidaridad y debemos entender que el robo a los ingresos de unos para sostener otras personas se llama "solidaridad intergeneracional". Un total disparate; lo mejor es abolir todo sistema jubilatorio y quien quiera ahorrar para su vejez que lo haga, el que no, que enfrente las consecuencias. Así de simple, pero la estupidez de los tiempos que corren les seguirá dando a los políticos la chance de apropiarse de lo que no les corresponde para entregarlo a quienes se les antoja. Jorge.

Hegeliano dijo...

En palabras de los defensores del "modelo" ud., estimado Occam, es un gorila.

Como puede ser que este en contra que se redistribuya la riqueza de los jubilados futuros, en menesteres tan necesarios como los módicos cinco millones de dolares del contrato del compañero riquelme y este lo redistribuya entre las trabajadoras sexuales de Shampoo.

Ud, no entiende nada, lo popular le es ajeno y por ende debe ser nazi/secuestrador/torturador/asesino de bebes.

Chofer fantasma dijo...

Parece, no soy experto y repito lo leído, que desde el punto de vista actuarial los sistemas de reparto están heridos de muerte.
Pero hemos ido de hecho, aunque no de derecho todavía, a un sistema contributivo casi puro.
Parece que los sistemas que mejor andan en el mundo tienen tres patas: Una parte es contributiva, de rentas generales. Otra de impuestos específicos, contribuciones a seguridad social, y otra de aportes en cuenta de capitalización.
Nuestros dirigentes tienden a pensar que el pueblo no se conmueve por la razón, (que somos medio estúpidos, bah)y así suelen apelar a cuestiones de tipo moral: esto es así por una cuestión de justicia social, como se dan cuenta todos los hombres de bien...
Una de las primeras cosas que me parece se imponen es interpretar la CN en el sentido de que el estado se impone la carga de que nadie se muera en la indigencia. Luego, formalizar lo que es de hecho: Parte del ingreso será brindada por el estado universalmente, otra parte será el resultado de contribuciones al estado hechas durante la vida laboral y, finalmente, una parte de la renta futura provendrá de aportes individuales, sin que el estado haga nada al respecto.

Mensajero dijo...

El 82 por ciento era importante porque muchos adolescentes de 35 estaban esperando ese plus para poder veranear como Dios manda:
"- Vieja, ¿querés que te acompañe al banco, hoy cobrás, no? Si no te jode invito a un asadito a los muchachos hoy a la noche..."

Occam dijo...

Jorge: Muy acertada su opinión. Yo considero que las situaciones de asistencia (los viejos que no tienen familia, y que no han podido ahorrar por sus particulares condiciones laborales del pasado -changarines, peones golondrina, etc.-) son muy puntuales y relativamente escasas, y pueden ser abordadas por las instituciones de beneficencia que desde siempre han existido (parroquias, hogares del anciano, fundaciones, etc.).

Por supuesto, el Estado debe garantizar, a través del Ministerio Público, que los viejos que sí tienen familia no queden desprotegidos por abandono o desidia de sus familiares.

Es lo mismo que ocurre con la obligación alimentaria en el Derecho privado (aunque mejor ni lo digo, porque por ahí se le ocurre a alguno de estos talibanes del totalitarismo expropiarlas y ponerlas en una "caja solidaria", cobrando por ejemplo un diezmo a los padres para la eventualidad de que se divorcien en el futuro).

Mi cordial saludo, y gracias por su comentario.

Occam dijo...

Hegeliano: "Gorila" es una palabra sin mayor significación para mí, ya casi terminada la primera década del siglo XXI. Se trata de categorías fenecidas, como "chupandines" o "lomos negros".

Así que a mí no me van a correr por ese lado. Van a correr solitos en su desquicio y su paranoia agresiva, mientras con las manos en los bolsillos, uno sigue caminando tranquilo, silbando bajito e intentando pensar y aplicar el sentido común a los problemas.

Como los griegos, centrarse en los problemas como desafíos intelectuales, a los que necesariamente debe aportarse una solución ingeniosa, debería ser nuestra pauta de conducta, antes que el barrabravismo de las consignas minimalistas (y animalistas) de tribuna.

El pueblo (al que ahora se denomina "la gente") es lo que está esperando de su dirigencia. Que si bien ésta proceda de él (que es el soberano legitimante), se eleve moral, intelectual y espiritualmente por sobre los automatismos de camisetas y banderías, para elevarlo también a él, al pueblo, en un círculo virtuoso cada vez más improbable.

Mi cordial saludo.

Occam dijo...

Chofer fantasma: Es agudo su razonamiento, y ha puesto usted la pica en Flandes: la cuestión de la moralización de la política, ya advertida por Julien Freund, por ejemplo, como una de las grandes calamidades del Estado-tutor.

También es bien claro el asunto de la naturaleza de los aportes previsionales como tributos lisos y llanos, que encima, a través de las normas de "inversión" que amparan al administrador, se transforman en fondo de casi libre disposición para el Estado. Con los aportes previsionales se paga obra pública, por ejemplo.

Mientras tanto, es claro que las jubilaciones no alcanzan para nada, y que para sobrevivir, los viejos deben recurrir a ahorros propios (un sistema de capitalización paralelo, a pesar de las exacciones públicas) o a la solidaridad de la familia.

Un sistema así es injusto por donde se lo mire, siendo que la Justicia debe ser uno de los pilares teleológicos de la acción de gobierno, y conduce a afirmar, desde el punto de vista práctico, la informalidad y el trabajo en negro (situación que se ve patentizada en otro tipo de beneficios universales, sin exigencia de contraprestación por parte del beneficiario).

Mi cordial saludo.

Occam dijo...

Mensajero: ¡¡¡Jajaja!!! Muy cínico lo suyo (y por tanto, veraz, para un admirador como el infrascripto, de Diógenes el Perro). Es bien cierta la cuestión de los "bebotes". La ha abordado brillantemente Rolando Hanglin en su columna Pensamientos Incorrectos del diario La Nación. Y se trata sin dudas de otra consecuencia indeseable de la apropiación por parte del Estado de las funciones sociales de la familia, ya anticipada por Bertrand Russell, cuando imaginaba que el Estado iba a ocupar el papel de padre en las sociedades del futuro inmediato.

En fin, siendo todos hijos, todos iguales a la mirada de mamá (por eso yo hablo del Estado maternalista, como continuación agravada del Estado paternalista del Wellfare), los hay más responsables y trabajadores, y los hay más tiro al aire, más calaveras, que suelen ser los más consentidos y los más mimados, porque pobres, en el fondo son los que más sufren, los más vulnerables... situación que hace sentir a los primeros como unos terribles pelotudos (algo así como lo que deben sentir los contribuyentes, los que participan de la economía en blanco).

Mi más cordial saludo.

S.G dijo...

Yo sabía que acá iba a encontrar algo que me ayudara a elegir si me jubilaba o me ponía delante de una salidera bancaria.
Exquisito como siempre estimado amigo

Occam dijo...

S.G.: Salidera es siempre una opción, pero estadísticamente, a la larga, impide llegar a la jubilación. Son pocos los que llegan a viejos, y los que lo hacen, es porque permanecieron como 20 años guardados en prisión, y con el botín bien escondido (aunque la volatilidad de la economía internacional -ni hablar de la nacional- impide saber con certeza qué será de los billetes acumulados bajo tierra en 20 años).

Yo apostaría por los hijos, aunque la inversión en una educación decente es bastante onerosa, y la dedicación que habrá que brindarles, comprándoles libros, estando mucho tiempo con ellos, preocupándose por sus preguntas frecuentes sobre temas diversos, etc., incompatible con nuestro modo de vida individualista, que requiere de mucho tiempo para uno mismo...

En fin, que nada es sencillo en esta vida.

Un abrazo.