viernes, 10 de junio de 2011

Errando por el mundo


Nombres ligeramente errados.


Dos países tienen en castellano nombres equivocados, por una mala transcripción fonética, que dan lugar a lecturas diversas de su designación en el idioma original.


Islandia.

Uno de ellos es Islandia, transcripción casi literal en las cartas de navegación portuguesas y españolas del norrés Island, tierra del hielo (donde “Is” es hielo, y su runa es similar a la letra latina “i” mayúscula). En efecto, el nombre castellano parecería indicar “país de la isla”, lo que aparece como una tautología. Debería entonces reemplazarse por “Hielandia” o “Glacilandia” (más correctamente, Glacieilandia, si se toma el genitivo de la raíz latina). Para mí Hielandia resulta lo más aconsejable.



Como intentando seguir a los divinos Tuatha dé Danann en su retiro a la isla de Avallon (la isla de los hiperbóreos, donde reina la inmortalidad), los monjes irlandeses se destacan como descubridores de islas septentrionales, al menos en la etapa histórica o Edad Oscura del mundo. Así como arribaron a las Feroe cerca del año 700 (un siglo antes que los viquingos), también fueron los primeros en llegar a Islandia, si nos atenemos al Liber de Mensura Orbis Terræ (825) del monje irlandés Dicuil, que allí la designa como “Thule” (nombre aparecido en el siglo III a.C., mencionado por el explorador y escritor griego Pytheas, que partió con una flota de Marsella y luego de sortear las columnas de Hércules, navegó hacia el Norte hasta Escocia, en donde se anotició de esa isla boreal) , y dice de ella que apenas el sol se escondía en el horizonte en el verano (en particular, señala que los monjes podían sacarse los piojos de su vestimenta aun a medianoche). Según su relato, algunos papar –monjes ermitaños- habían llegado a la isla alrededor del año 795, y partir de entonces volvieron a ella todos los veranos durante 30 años.



Ignorantes de esa aventura, los viquingos comenzaron las propias. En el siglo IX el noruego Naddodd exploró sus costas, aunque no desembarcó. Luego el sueco Gardar Svavarsson, atendiendo al relato de su predecesor, navegó rodeando la isla y descubrió que, además de su gran tamaño, había en ella lugares aptos para la vida humana. Claro está, quien habla de vida humana no tiene por qué indicar con ello que los lugares fueran confortables. Gardar soportó un durísimo invierno en la isla, y debió construir sólidos refugios de madera y turba para no morir de frío.

Floki Vilgerdarson (apodado el Cuervo Floki) fue un viquingo noruego, que a partir de la expedición de Svavarsson, decidió navegar con toda su familia y criados para establecerse en ella definitivamente. Él se acompañaba siempre de tres cuervos (uno más que Odín), a los que lanzaba sucesivamente a volar como aves exploradoras. En un momento uno de ellos no regresó, con lo que Floki supo que en la dirección en la que había volado debía estar la tierra buscada. Desembarcó en el verano, con lo que disfrutó de la hospitalidad del lugar hasta que llegó el invierno, y el frío mató a todos sus animales. Vivió allí pocos años, y regresó a Escandinavia muy amargado, hablando muy mal de la isla, aunque otros tripulantes de su expedición divulgaron que ella era un lugar hermoso, con buena pesca y lleno de productos para el comercio.



A mí siempre me llamó particularmente la atención la geografía de la isla. Sobre todo, la silueta, que tiene forma de dragón, o de barco-dragón (drakkar), con la cabeza enhiesta en el Noroeste, abriendo sus fauces hacia el Occidente. Si a ello le sumamos su intensa actividad volcánica y de géiseres, la imagen de la isla-dragón no puede ser más elocuente. Para la cándida mirada de un niño (que fue de bien pequeño cuando descubrí mi pasión por la geografía), hay conexiones y relaciones que poco tienen de casuales, y el mundo se abre a sus ojos con toda su impronta poética. Luego la mirada tiende a endurecerse, a mirar pero sin ver. Pero Hielandia siempre conservará para mí ese misterio de la isla-dragón, la última vértebra de la dorsal atlántica que alguna vez quizás albergara la tierra de los atlántides.


Austria.

El otro equívoco es el de Austria. Siendo el país alemán ubicado más al Sur (junto a Baden y Baviera), aquella mención a su condición austral tampoco deja de ser medianamente ajustada. Ahora bien, la corrupción de la palabra deriva de su nombre en alemán, que es Österreich, “Reino del Este”. Dicho nombre, a su vez proviene del más antiguo Ost Reich, y éste de Ostarrichi, según surge del diploma imperial del 1º de noviembre de 996, primera referencia escrita. Inicialmente, su nombre fue dado por Carlomagno, como Ostmark, es decir, la “Marca del Este”, confín fronterizo del Sacro Imperio con el cometido del detener a los eslavos, a los magiares, y posteriormente a los turcos. Es curioso que su destino de marca se conservara aun en el siglo XX, puesto que justo al Este de Austria comenzaba la Cortina de Hierro. Teniendo en cuenta que antes fue Panonia (la romana Vindobona es la actual Viena), provincia fronteriza intensamente atacada por tribus bárbaras, al punto que su nutrida guarnición fue la que permitió a su gobernador Septimio Severo acceder al trono del mundo, habría que plantearse si los destinos de los países no están signados por tendencias que exceden la módica y contingente voluntad humana…



Para este país, las soluciones tienen que contemplar que en verdad la designación original es anticuada, puesto que Austria es actualmente una República. Sin embargo, en el sufijo “-ria” poco queda, a más de un resabio fonético, de alusión a un reino, con lo que tal vez, para no desviarnos demasiado de la tradición, podríamos llamarlo “Estria”.



Fuentes: Más allá de otras tantas, la fuente principal de estas reflexiones es El origen de los nombres de los países, de Edgardo D. Otero (Gárgola, 4ª edición, Bs. As., 2009, ISBN 978-987-613-070-7).

5 comentarios:

Chofer fantasma dijo...

El imperio Austro Húngaro había desaparecido cuando el fin de la segunda guerra mundial. Austria fue separada por la cortina de hierro (¿porqué no pared de hierro?) de Hungría.
Obviamente, la relación entre ambos países siguió siendo intensa. Tanto que el 19 de agosto del 89 se "rompió" la cortina allí.
En unos pocos meses había desaparecido en toda Europa.
Quizás algún día nos encontremos con que el regidor de Buenos Aires es nombrado por las autoridades en Cusco.

destouches. dijo...

Excelente y erudito. Muy buenos datos.

destouches dijo...

Sorprenden la hoz y el martillo en el escudo de Austria. No conocía esa simbología.

Occam dijo...

Estimado Chofer: No sé si tanto (en verdad, el sistema hispánico era más federal, y los nombramientos o se hacían directamente en la península o provenían de los respectivos cabildos, lo que igualmente no impedía que una autoridad delegara de hecho funciones en algún segundo, como fue el caso de Garay). Lo que sí ya vemos en Buenos Aires es que ciertos capos territoriales provienen del senderismo peruano, y reciben mercadería que llega desde allá...

Amigo Destouches: Muchas gracias por sus comentarios. El escudo de Austria actual procede del de 1919 (es decir, luego de la derrota y disolución del imperio). Fugazmente, durante 1918 se implementó un escudo aun más moderno: una torre negra simbolizaba a la burguesía, y sobre ella dos martillos rojos cruzados simbolizaban a la clase obrera, todo ello, rodeado por dos espigas de trigo. En el de 1919, la pata izquierda del grifo sostiene una hoz de oro, que simboliza la agricultura, y la pata derecha un martillo de oro, que representa a la industria. La corona mural sobre la cabeza evoca nuevamente a la burguesía o "clase media", y por sugestiva extensión, a la república.
El escudo austríaco es derivación del escudo imperial, aunque también sugestivamente, perdió una de sus cabezas, la que miraba hacia el Este, como el imperio perdió su histórica influencia sobre el sur de Polonia, Eslovaquia, Transilvania, Hungría, Eslovenia, Croacia y Bosnia. La condición bicéfala fue fugazmente recuperada en 1934, hasta el Anschluss de 1938.
Ya hemos hablado de las consecuencias mundiales que tuvo el resultado de la Primera Gran Guerra y la destrucción definitiva de los imperios tradicionales como principios ordenadores y pacificadores en Europa y Oriente Medio.

Un cordial saludo a ambos.

Victor dijo...

Me gustó este post.
Saludos