martes, 14 de octubre de 2008

Otro 12 de Octubre que pasa

Nos cuenta Fermín Chávez en Historia del País de los Argentinos, A. Peña Lillo Ed. SRL, Bs. As., 1972, p. 171, que el chileno Carrera, cuando se encaminaba a enfrentarse al pelotón de fusilamiento en Mendoza, a la edad de 35 años, dijo que "la muerte es una sombra oscura que pasa". Algo así ocurre con cada recordatorio desde un tiempo a esta parte, y a esperar un año más para el próximo, hasta que ya no se trate más de recordar...

Monolito Bennett, de un hombre barbado en Tiahuanaco.

Estatuilla de hombre barbado con casco normando de Mulchen (Chile). Museo Dillman S. Bullock.

Otro 12 de octubre que pasa, ahora un poco mezclado con festejos o mini-vacaciones más profanas. Tradicionalmente fue considerado un día de alegría, por el inevitable encuentro de civilizaciones y de etnias que dio lugar a la denominación de “Día de la Raza”. De hecho, se transformó en el día de traspaso de mando presidencial en la República Argentina, cuyo último caso se verificó el 12 de Octubre de 1973, con el comienzo del último gobierno de Perón, pero que rigió con absoluta continuidad durante toda la segunda mitad del siglo XIX y, siempre que fue posible, también del XX. Modernamente, empero, una corriente de revisión indigenista lo considera día de luto, porque el inevitable encuentro de dos grupos humanos, el que llegaba y el que ya estaba (falsamente caratulado de “originario”, puesto que está absolutamente comprobado que América fue poblada por sucesivas corrientes invasoras provenientes del Estrecho de Bering, la Polinesia, China e incluso Australia a través de Antártida, Egipto y Europa con anterioridad a la era colombina), dio lugar al sojuzgamiento de los segundos por los primeros y, según la leyenda negra difundida por los enemigos del Imperio Español (sobre todo, el mundo anglosajón, que debía ocultar sus propios y variados atropellos), al exterminio liso y llano de enormes grupos poblacionales aborígenes (que, más allá de los estragos de enfermedades endémicas importadas como la gripe o la viruela, o del mismo alcohol y el cambio en los hábitos alimenticios, familiares y de trabajo, son demográficamente las poblaciones más amplias de América, en comparación con las presentes en las zonas colonizadas por portugueses, ingleses, franceses y holandeses).

Mapa de Vinland, Siglo XIII.


Mapamundi del almirante chino Zheng He, 1418.

En fin, más allá de esas disquisiciones, un poco oportunistas, otro poco oportunistas, si se entiende, he encontrado para la ocasión un comentario bibliográfico de Guillermo de Ujúe al libro Los Reinos del Perú. Apuntes sobre la Monarquía peruana (Lima, Dupla Editorial, 2001, 303 pp.) escrito por Fernán Altuve-Febres Lores, notario peruano (Lima, 1968), que ha sido diputado nacional y también catedrático de Derecho Romano de la Universidad San Marcos de Lima. El extracto que aquí reproducimos corresponde a la Revista Empresas Políticas, Año II, Nº 3, editada por la Sociedad de Estudios Políticos de la Región de Murcia, pp.202-204, y ha sido seleccionado por su evidente originalidad de enfoque.


A nuestro juicio se trata de una contribución superior a la historiografía de la configuración política novohispana, forma política paraestatal sucesora de los viejos imperios precolombinos.

Tiene un interés especial el recordatorio de los conatos de la estatificación de la monarquía, organizada en América según el modelo imperial romano de las provincias senatoriales (Audiencias) e imperiales (Capitanías generales).

También avanzó la Estatalidad, como empresa política estabilizadora, en la frustrada “Unión de armas” aconsejada por el Conde-duque de Olivares a Felipe IV (“Tenga V.M. por el negocio más importante de su Monarquía el hacerse Rey de España”), y en el famoso Memorial del Conde Aranda para instituir tres monarquías (México, Perú y Tierra firme) vinculadas al Rey de España (“Emperador de las Indias”) por un Pacto de Familia.

Ahora bien, el libro no es una historia del Estado sino, más bien, de la declinación del Imperio, idea habilitada por Alfonso VIII de Castilla y León en la primera mitad del siglo XII y actualizada por Castilla desde 1492. Dentro del Imperio tuvieron las Indias una dignidad singular. Al establecerse la legitimidad de los títulos de los soberanos hispánicos sobre el Nuevo mundo —“una de las más interesantes cuestiones jurídicas de la historia universal” (p. 131)—, América se incorporó a la Corona de España como Señorío o jurisdicción independiente, ligada al señor común de las diversas coronas ibéricas; así lo confirma la constitución del Consejo de Indias y la promulgación de la legislación indiana que arranca de las Leyes de Burgos de 1512. El autor sostiene que en realidad se produjo una sucesión en la soberanía (no una sucesión de Estados), por medio de la cual se habilitó la Traslatio Imperii, de Moctezuma a Carlos V y del inca Sayri Tùpac a Felipe II.

Bandera que San Martín dio al Perú (primera bandera del Perú independiente)

Es este un asunto que admite una demostración jurídica-política, pero también heráldica y artística. En este sentido, Altuve-Febres ha recopilado un puñado de reproducciones heráldicas y emblemas que demuestran, en la mejor tradición de Díez del Corral y García-Pelayo, la fecundidad del estudio de “las ideas políticas artísticamente expresadas” (García-Pelayo dixit). Interés singular tienen las detalladas glosas del escudo de Carlos V (p. 158 bis) y de un famoso grabado de Villanueva y Palomino que aparece en la Relación de un viaje a la América Meridional (1748) de los navegantes Jorge Juan y Antonio de Ulloa, en el que, sobre un escenario arquitectónico, se suceden en veintidós medallones los emperadores de las Indias, desde Manco Capac hasta Fernando VI, “Rey de España y XXII Emperador del Perú” (p. 198 bis).


Bandera del Imperio Español (y Peruano), siglos XVI al XVIII.

Sin perjuicio de la cual afirma que el Imperio peruano es un orden concreto nuevo que apareció como tal en el siglo XVI (p. 169). Se abunda así, de paso, en la célebre tesis del doctor Ricardo Levene sobre el carácter no colonial de las Indias (véase R. Levene, Las Indias no eran colonias, 1951): todavía Felipe V fue coreado en su jura de 1701 como “Inca Católico”, ejemplo difícilmente extrapolable a las demás monarquías europeas, estatales (Francia) o no (Inglaterra).

Sobre este supuesto se desarrolla en las partes segunda y tercera de la obra una pormenorizada justificación de la preeminencia imperial del Perú sobre las distintas unidades políticas y administrativas que, según el autor, desmembraron su “grandeza”, Nueva Granada, Quito, Río de la Plata, etc. Se entiende así la Guerra de la Independencia, no ya como un acto de segregación política, sino como una verdadera guerra civil que, además, inauguraba abiertamente el proceso de estatificación hispanoamericana en el que la periferia del continente pugnaba contra el Gran Perú. Ese proceso supuso, desgraciadamente, la balcanización de Hispanoamérica, imposibilitadora de un gran espacio bioceánico.

Resulta interesante destacar (al menos para mí, que insisto en la trascendencia que hubiera tenido para América una modificación en la postura europeísta de la corte española ante la invasión napoleónica) la propuesta del Conde Aranda, que aparece como muy similar al proceso de traslación del centro imperial portugués de Lisboa a Brasil, que ha permitido la continuidad del gran espacio continental que luego posibilitara a ese país ser la principal potencia latinoamericana.

Al respecto, en Los Proyectos de Integración Iberoamericana (Siglo XIX), Publicación de IDELA/UNT, María de las Nieves Pinillos Iglesias consigna:


PROYECTO DEL CONDE DE ARANDA

Tras el Tratado de París (1783), Tratado de paz con Inglaterra por el que se reconocía la independencia de las colonias inglesas en la América del Norte, el conde de Aranda dirigió un memorial al rey Carlos III en el que le hacía partícipe de las aprensiones que dicho Tratado le producían: "...ha dejado en mi alma un sentimiento penoso... la independencia de las colonias inglesas ha sido reconocida, y esto mismo es para mí un motivo de dolor y de temor". El conde de Aranda reflexionaba amargamente que por los Pactos de Familia firmados con Francia, España había sido arrastrada a una guerra contra Inglaterra contraria a sus intereses, y que el reconocimiento de la independencia de las colonias inglesas significaba un peligro para conservar la América española. En su prevención, Aranda recomendaba:

1- Dividir América en tres reinos: Nueva España, Perú y Tierra Firme.

2- Colocar en cada uno de ellos, como Rey, a un Infante español.

3- El Rey de España mantendría el vínculo de la Corona con estos nuevos reinos en calidad de Emperador.

4- España conservaría Cuba y Puerto Rico.

5- El comercio entre España y los reinos americanos se realizaría en pie de igualdad.

6- Francia proveería las manufacturas de que careciera España.

7- Inglaterra estaría absolutamente excluida.

8- Los Reyes americanos y sus hijos se casarían con princesas españolas; los príncipes españoles se casarían con princesas americanas.

Las prudentes consideraciones de Aranda fueron desestimadas.


Jorge Abelardo Ramos.

Viene a cuento, por la similitud con dicho proyecto de organización política, señalar también el proyecto de Bolívar, formulado en 1820, y que la misma fuente (y en el mismo sentido, Jorge Abelardo Ramos, Boletín de Integración Nº 17, Banco Interamericano de Desarrollo, Buenos Aires, abril 1967, pág. 167) resume así:


PROYECTO DE BOLÍVAR

Treinta y siete años más tarde, y buscando encontrar una salida a la ya larga lucha por la

independencia, Bolívar hacía que su comisionado en Londres, Francisco Antonio de Zea, presentase al embajador español, Duque de Frías, el "Proyecto de Decreto sobre la emancipación de América y su confederación con España formando un grande Imperio federal" que en síntesis, propugnaba:

1- España reconocería la independencia de las naciones hispanoamericanas constituidas en Repúblicas.

2- Las Repúblicas hispanoamericanas y la Monarquía española formarían un Imperio federal.

3- El Imperio Hispano-criollo contaría con una Dieta confederal o supremo Parlamento.

4- Se impondría un "zollverain" aduanero con mercado nacional único.

5- Los americanos en España y los españoles en América gozarían de idénticos derechos.

6 - En caso de guerra con terceros, funcionaría el auxilio recíproco.

Las Cortes liberales de 1820 rechazaron este proyecto, lo mismo que el presentado, en términos similares al del conde de Aranda, por el diputado mexicano Lucas Alamán. Un año después, Iturbide consumaba la independencia de México.

15 comentarios:

aquiles m. dijo...

Mi estimado Occam:
Tuve el enorme placer y privilegio de ver todo un desfile cívico-militar, en el día de la independencia mexicana, en el Distrito Federal.
Comienzan por orden cronológico, como casi todos.
Me resultó impresionante ese comienzo con los Guerreros Tigres. Ataviados con pieles, y armados con lanzas, y arcos y flechas.
No superaban el metro sesenta de altura, promedio.
Estos guerreros aztecas eran ninguneados por las demás etnias, del Valle de México. Es más, los confinaron a una zona volcánica, donde hoy es la bellísima colonia San Ángel.
Hasta que se la cobraron. Aún siendo inferiores en número, dominaron con su extrema belicosidad a todos sus vecinos.
No pude evitar transportarme a los tiempos de la conquista.
Cuando los españoles ya estaban instalados, estos seguían guerreando sin remedio.
Entre Malinche y la confusión con Quetzalcoatl, comenzó la tragedia que dividió las bibliotecas.
La inconmensurable belleza que aportó la Hispanidad no podrá ser opacada por toda la propaganda de la izquierda berreta y escasamente instruida.
Sólo por referirme a una pequeña porción de toda la Ámerica hispana.
Muchas gracias por tu tiempo.

pau dijo...

Nuevamente, mi estimado Occam, debo decirle que no comparto su lectura de los hechos.

No puede negarse seriamente que la conquista de América fue un episodio sanguinario, cruel e inmoral en casi todos los rincones del continente. Es sumamente importante anotar que este juicio y condena moral no es un anacronismo, ya que en aquel entonces estaba perfectamente claro el carácter maléfico que habían tomado la conquista y los colonos de la hispanidad. No es equiparable a la crueldad, por ejemplo, de los romanos o de los mayas, puesto que la prédica cristiana había incorporado en la población española los valores del respeto al prójimo hacia esos tiempos y los conquistadores eran plenamente concientes de su responsabilidad en el colosal atropello que estaban perpetrando, por cierto, además innecesario y antieconómico.

¿qué sentido tiene negarlo o intentar seguir disimulándolo?

Saludos

Occam dijo...

Estimado Aquiles:
Muchas gracias por su comentario, que viene muy a propósito de la reseña contenida en este post. Los guerreros tigres o caballeros jaguares eran las tropas de choque de infantería, una suerte de tropas de élite, compuestas por individuos de la clase baja que habían acumulado méritos en combate (específicamente, la captura de media docena de prisioneros vivos para sacrificios en un combate, y la misma cantidad como mínimo en el siguiente combate, o sea, una docena mínima en total en dos combates consecutivos), mientras que los guerreros de clase alta componían los caballeros águilas, dedicados a espionaje, logística, sabotaje y escaramuzas.
Efectivamente, como usted señala, los mexicas o aztecas fueron un pueblo invasor llegado al valle del lago Texcoco en el siglo XV, o sea, poco antes que los españoles, y que sometieron con dureza a los pueblos que habitaban Mesoamérica, que fueron llamados altepetl.
Las exageraciones a que fue llevando progresivamente el sistema de sacrificios religiosos (y reaprovechamiento para alimento de la carne humana), primero a través de expediciones de cacería y luego a través del cobro de impuestos en especie, predispuso muy mal a los pueblos indígenas sometidos contra esos conquistadores, y explica en gran medida la adhesión que ganó Cortés en tierra mexicana.
Sin embargo, luego de la caída de México-Tenochtitlan, la élite gobernante azteca fue incorporada a la sociedad colonial, recuperando muchos de ellos antiguos cargos y privilegios, lo que denota las intenciones de continuidad imperial sostenidas por Altuve-Febres en su tesis. Tanto en México como en Perú los españoles recién llegados se casaron con princesas indígenas, para conseguir investir a sus descendientes de los rasgos de la nobleza de sangre propios de la sociedad estamental recientemente colonizada.
Un placer tenerlo por acá. Me alegra que le haya agradado México, y que haya podido comprobar la evidente continuidad cultural que envuelve la potente tierra mexicana, con sus desavenencias, seguramente, no menores que las que debieron enfrentar los propios aztecas también al incorporarse a ese decurso histórico, misturando sus salvajes tradiciones con las pacíficas de los altepetl.
Justamente desde mi escritorio me mira el dios Tonatiuh, desde una reproducción de la Piedra del Sol (conocida como "Calendario Azteca") hecha en piedra negra pulida, que mi padre me trajo de tan hermosa tierra.
Mi más cordial saludo.

Occam dijo...

Pau:
Dista mi intención de introducir aquí una querella sobre la leyenda negra, puesto que la misma sobrepasa los límites conferidos a este post, que tiene otro motivo muy diferente. Ya he dicho que no contestaré aserciones dogmáticas, porque hacerlo me haría incurrir en una ominosa sucesión de blancos contra negros, síes contra noes, aguas contra fuegos, etc. El que quiere entender, que entienda. No es éste el lugar para introducir conceptos fundamentales de la ciencia de la Historia, tales como la rigurosidad en la evaluación de los contextos. Sin embargo, ello no empece a que cite para el caso al Papa Juan Pablo II, en un discurso pronunciado en el Simposio Internacional sobre Historia de la Evangelización en América el 14 de mayo de 1992, próximos a cumplirse 5 siglos de la llegada de Colón a América, donde dijo:

No celebramos, pues, acontecimientos históricos controvertidos. Somos conscientes de que los hechos históricos, así como su interpretación, son una realidad compleja que hay que estudiar atenta y pacientemente. De ustedes se espera una válida aportación, seria y objetiva, un juicio sereno sobre esos eventos. En efecto, el historiador no debe estar condicionado por intereses de parte, ni por prejuicios interpretativos, sino que ha de buscar la verdad de los hechos. Por ello, el V Centenario de la Evangelización de América es una ocasión propicia para el «estudio histórico riguroso, enjuiciamiento ecuánime y balance objetivo de aquella empresa singular, que ha de ser vista en la perspectiva de su tiempo y con una clara conciencia eclesial».

Mis cordiales saludos.

pau dijo...

Lamento no poder contestarle con erudición y arte en la ciencia positiva de la historia; apenas me valgo de mi sentido común, buena fé y algunas pocas lecturas.

Hablo en general, más allá de la Leyenda Negra!, en este sentido sin dudas los españoles fueron muchísimo más humanos que los demás europeos, fueron mejores invasores: siempre hubieron muchos gallegos que lograban una relación patriarcal benéfica con los indios, no excenta de afecto y sentido filial. La intensa mestización genético cultural sucedió en toda América hispana y no existió en las demás colonias; no es raro que así haya sido, ya que los propios españoles eran producto del mestizaje y el cruce de culturas desde siempre: íberos, celtas, cartagineses, romanos, bárbaros, árabes, moros negros que ocuparon la península los siete siglos anteriores al descubrimiento de América...

En el caso de Paraguay, aún Ulrico Smidell, que era germano, quedó tan caliente con las indias que aún se nota en su pluma luego de años, cuando escribió sus famosas páginas.

Lo que dijo el Papa, estoy de acuerdo y justamente por eso le digo: no nos podemos hacer los disimulados con respecto a la inquidad de la conqista, a la falta de respeto por las culturas nativas así instituida que persiste como estigma en nuestra identidad nacional. No es una cuestión de dogmatismo, sino de realismo y honestidad intelectual.

Saludos

Occam dijo...

Pau:
Coincido con usted. Ciertamente tiene razón en lo que dice. Pero las cosas son como son, o mejor dicho, fueron como fueron. Las condiciones de la conquista están marcadas por los hombres de ese entonces, con todo su bagaje cultural y su cosmovisión a cuestas, de un lado y del otro del Atlántico.
Seguramente el descubrimiento de América hubiera tenido un contenido más humanista en los tiempos que corren, aunque si de lo que hablamos es de etnocidio, hay que recordar la sorprendente vigencia del quechua, del mapuche, del guaraní, del náhuatl, y el inobjetable mestizaje cultural que las dos civilizaciones plasmaron en el gaucho, por ejemplo.
No sé si en estos tiempos esas diferencias, esos rasgos peculiares de una cultura llamada a atenuarse por el imperio de otra, hubieran subsistido, o bien hubieran caído irremediablemente bajo las avalanchas de McDonalds, Mickey Mouse, el rock y la música electrónica.

Un cordial saludo.

Mensajero dijo...

Para el joven en tránsito de desidentificado a colonizado que fui, "El Espejo Enterrado", de Carlos Fuentes resultó un libro importante que me reveló una linea histórica hispana a la que pude asirme.
Aunque más cercano a posiciones igualitarias, no muy de su agrado seguramente, no dejo de encontrar algunos puntos de encuentro, aún cuando Fuentes parece aspirar a la materialización del proyecto modernista en las américas y desde ahí toma partido por unos y culpa a otros.
¡Vaya a saber dónde estará el ejemplar que tuve!
A lo largo de sucesivas mudanzas me he desprendido finalmente de casi toda a biblioteca.
Rastreando en la web no encontré exactamente lo que buscaba. Me debí conformar con manotear conceptos de la reseña de otro y confiar en mi memoria:

El libro es "una búsqueda de la continuidad cultural que pueda informar y trascender la desunión económica y la fragmentación política del mundo hispánico." (p.15)
Según Fuentes, los orígenes de la historia hispánica se encuentran en la época ibérica de España. El individualismo, el culto del honor y la tradición de combatir y resistir, eran cualidades típicas enriquecida a la vez por los conquistadores púnicos, griegos, romanos, godos y árabes.
En las regiones cerca de la frontera con los moros existía una clase de hombres libres (el héroe mítico de Fuentes, digo yo). Los miembros de esa sociedad libre llegaron con el mismo espíritu al Nuevo Mundo.
¿Por qué Latinoamérica no tomó la misma vía democrática que las colonias inglesas y francesas en Norteamérica? (aquí es dónde me resulta esquivo el libro, me suena que lo motiva un complejo de inferioridad) Fuentes dice: mientras que las fuerzas de los hijos de esos ciudadanos libres del sur de España estaban superando a los aztecas en el Nuevo Mundo, los ciudadanos libres del sur de España estaban siendo derrotados por Carlos V en el Viejo Mundo. Por eso la corona española pudo imponer su sistema de absolutismo sobre el Nuevo Mundo. Este hecho es, según Carlos Fuentes, una de las grandes ironías de la historia hispánica.
Para él, los países latinoamericanos que obtuvieron la independencia en el siglo XIX no estaban listos para la independencia ni para la democracia ni para la igualdad. (p.379).
Cordiales saludos y perdón por el semi copy-paste.

Occam dijo...

Mensajero: Muchas gracias por su comentario y la referencia bibliográfica. ¿Así que perdió la mayor parte de su biblioteca? Ése sí que es un pecado capital. Espero que pueda recuperarla en sucesivos hallazgos. Yo ando en ese tren, respecto de los libros que me cautivaron en la infancia/adolescencia.
La posición referida es extraña, sobre todo si se tiene en cuenta que el Imperio de Carlos V no fue absolutista en los términos monárquicos, y si tuvo ribetes por el estilo, jamás se aproximaron siquiera al absolutismo francés de su primo Francisco I y todos, pero todos, sus antecesores desde los Capetos y sucesores hasta Luis XVI. Bien cierto es que tampoco hay ex colonias francesas que hayan ejercido los altos ideales de la institucionalidad, la organización y la democracia. Cayena sigue siendo colonia, igual que Martinica y Guadalupe, y de Haití mejor ni hablar. En cuanto a Quèbec, quedó bajo dominio británico, así que tampoco puede aplicarse ninguna lógica por el estilo.
Coincido en parte con la reseña, sobre todo, en cuanto a la personalidad del antiguo español: individualista, honorable, guerrera, brutal a veces, siempre gallarda y persistente (Álvar Núñez Cabeza de Vaca, cruzando a nado desde la isla de Santa Catarina hasta el continente, atravesando selvas y mosquitos, y luego el Chaco y la cordillera; y en el Norte, nada menos que el llano estaqueado, desierto feroz donde aún hoy mueren personas que aun con brujula se pierden, es un claro ejemplo). Hay un libro muy bueno, del que me hizo acordar, y del que seguramente algo postearé, que es el Idearium Español de Ganivet, que se extiende en las características de esa personalidad ya extinta.

Mis cordiales saludos.

pau dijo...

Occam:
Esto me hizo acordar a su blog:

http://ffffound.com/image/c8d685afcbdba2647220759bd1d0856975b5966a?c=228948

Saludos

Occam dijo...

Pau: Muy buena. ¡Muchas gracias por el dato!
Mis cordiales saludos.

RELATO DEL PRESENTE dijo...

Muy buen aporte, como siempre.

Es curioso ver como eran pocos o casi nulos los que realmente querían una independencia concreta y total con España.

El lavado de bocho con falsedades históricas al que nos someten desde infantes es notable. Hoy hay muchos más próceres de los que realmente se merecen estar en esas condiciones.

Espero encontrarlo esta noche.

Saludos.

Occam dijo...

Relato:
La independencia respecto de España se tornó una necesidad antes que una decisión. Tiene que ver justamente con el proceso de estatificación, de formación de Estados nacionales, que deviene con el cambio dinástico y la llegada al poder español de los Borbones. Sin embargo, la solución fue la más inconveniente, por mil factores que sería largo tratar acá, pero en concreto derivó en una enorme fragmentación de América y en una fuerte tendencia centrífuga de las mismas comunidades peninsulares que aún vemos hoy día y que tan claramente explicara Ortega en "España Invertebrada".
Lo más aconsejable hubiera sido un modelo de nacionalización ordenada con base en grandes espacios, similar a la que se verificó con el Brasil, donde la dinastía gobernante (Braganza) colocó nada menos que a su hijo (Dom Pedro) como regente, que luego se transformaría en Emperador, conservando en una sola unidad política todas las colonias de América.
Un abrazo.

aquiles m. dijo...

Mi estimado Occam:
Nuestras tierras siempre han estado envueltas en todo tipo de tribulaciones.
Accidentalmente dí con un hecho lamentable de la historia Argentina.
Me refiero al presidente manuel Quintana.
Desconocía un intento de bombardeo a Rosario, en 1876.
Siendo senador y representante legal del banco de Londres.
Y la cuestión concreta de mi pedido es lo que conozcas de la trama oculta que ha relacionado a la venalidad de "políticos" argentinos, con la defensa de intereses económicos de otros países, como el caso al que hago referencia en mi blog.
Gracias por tu tiempo.

Occam dijo...

Estimado Aquiles: Perdón por la demora en responder. Existen en efecto varios episodios que pintan de cuerpo entero la vocación antinacional de amplios sectores de la dirigencia argentina, desde la misma emancipación.
Podemos recordar el apoyo de los unitarios exiliados en Montevideo a la escuadra anglo-francesa que bloqueó el Río de la Plata y que intentó una invasión fluvial, que fue exitosamente repelida por la Argentina. En esa oportunidad, el propio Lavalle se ofreció para encabezar una invasión terrestre de tropas mixtas (mayoritariamente extranjeras) al territorio nacional, matando muchos criollos a su paso, tal como era su costumbre, probada antes en Santiago del Estero y en la Provincia de Buenos Aires a fines de la década del '20.
En la década del '30 se intentó anexar Jujuy a Bolivia mediante un pacto secreto entre unitarios exiliados allá y el Marsical Santa Cruz.
En la década del '40 el General Paz encabezó otra invasión con el objeto de desmembrar la Mesopotamia, erigiéndola en una nueva República.
En 1852 el General Urquiza marchó sobre Buenos Aires con un ejército mayoritariamente brasilero.
En 1853 los unitarios porteños deciden desmembrar de la Confederación Argentina al Estado de Buenos Aires.
La lista es apabullante.

Sobre el tema en particular que usted cita, mencionaré a Jauretche en El medio pelo en la sociedad argentina, A.Peña Lillo Editor, Bs. As., 1967, nota al pie 1, pág. 15:
No nos extrañemos; Quintana, el abogado que amenazó al Ministro de Relaciones Exteriores, don Bernardo de Irigoyen, con la escuadra inglesa, fue Presidente de la República. Federico Pinedo, la primera vez que fue ministro, confesó en el recinto parlamentario que por 10.000 libras esterlinas había hecho el proyecto de Coordinación de Transportes auspiciado como gobernante, siguió de ministro, y lo ha sido después, en dos oportunidades más.

Mis más cordiales saludos.

aquiles m. dijo...

Estimado Occam:
Mi maltrecha memoria fue reavivada por tu respuesta.
Por ello recordé a un tal Diego Calle, el fulano que había propuesto anexar Cuyo al territorio de Chile..
Y a Saturnino Rodríguez Peña, un gran felón, que en las noches de la primera invasión Inglesa de 1806, entraba al Fuerte de Buenos Aires, a negociar su "seguridad económica".
Abrazos, y gracias