Existe una moral burguesa y una moral revolucionaria. La moral revolucionaria desconoce a la moral burguesa, porque aquélla no es, como ésta, una moral de conducta, de ordenamiento metódico del comportamiento humano, sino que obedece a una lógica del fin perseguido. Será acorde con la moral revolucionaria aquella conducta que conduzca a facilitar el camino hacia la revolución, o a perpetuarla una vez ésta acontecida. La moral revolucionaria, al ser una moral de los fines, descree de los pruritos burgueses en relación con la conducta, y los emplea a su favor, también con un propósito revolucionario.
Lenin decía al respecto algo así como que el sistema liberal, al que el comunismo combatía, hila la soga con la que será ahorcado. Es decir, que vale emplear los presupuestos jurídicos y morales del sistema liberal en su propio detrimento, para combatirlo y aniquilarlo. Abusar de sus libertades y de los derechos que él consagra, estirar los límites, manipular los códigos en beneficio del objetivo revolucionario. Y reclamar para sí aquellos derechos que la moral revolucionaria no está dispuesta a conceder en reciprocidad.
Esa forma de planteo también es coherente, puesto que la moral revolucionaria, de comportarse conforme el enemigo espera, aplicando sus mismos parámetros éticos, dejaría de ser una moral revolucionaria para convertirse en una moral burguesa.
Pero no por ello podemos sostener que la moral revolucionaria es, digamos, una inmoralidad, sino más bien todo lo contrario. En lugar de ser un parámetro pero sobre todo un límite para la conducta, una suerte de inhibidor coactivo de los impulsos humanos, la moral revolucionaria es activa. En lugar de disuadir de ciertos actos, la moral revolucionaria obliga a actuar. Obliga al hombre a perseguir la revolución, y sobre todo, a desarrollar todo lo que se encuentre a su alcance para conseguir los objetivos directrices emanados del partido del proletariado.
Una moral revolucionaria no sólo descree de la inhibición de la mentira, por ejemplo, sino que conmina al revolucionario a mentir, si ese acto resulta necesario o pertinente a los fines de la revolución –o por lo menos, a los objetivos planteados por el partido.
Con respecto al arte, ese estilo, esa moral de la acción y de los fines, ha tenido consecuencias bastante empobrecedoras, si se considera al arte desde la perspectiva estética. La poesía de uno de los poetas más geniales, Miguel Hernández, ha padecido un notable deterioro cuando, obedeciendo a la moral revolucionaria, ha debido escribir como militante antes que como poeta.
Veamos:
De Rusia:
“Ah, compañero Stalin: de un pueblo de mendigos
has hecho un pueblo de hombres que sacuden la frente,
y la cárcel ahuyentan, y prodigan los trigos,
como a un inmenso esfuerzo le cabe: inmensamente”. (4ª estrofa)
Y en la misma poesía, surge más adelante una ingenua égloga bastante hilarante, una mirada bucólica y romántica sobre la contaminación, la industrialización despiadada, la ancianidad perseguida y el trabajo forzado (Estrofas 8ª a 11ª):
“Ayer iban sus ríos derritiendo los hielos,
quemados por la sangre de los trabajadores.
Hoy descubren industrias, maquinarias, anhelos,
y cantan rodeados de fábricas y flores.
“Y los ancianos lentos que llevan una huella
de zar sobre sus hombros, interrumpen el paso,
por desplumar alegres su alta barba de estrella
ante el fulgor que remoza su ocaso.
“Las chozas se convierten en casas de granito.
El corazón se queda desnudo entre verdades.
Y como una visión real de lo inaudito,
brotan sobre la nada bandadas de ciudades.
“La juventud de Rusia se esgrime y se agiganta
como un arma afilada por los rinocerontes.
La metalurgia suena dichosa de garganta,
y vibran los martillos de pie sobre los montes”.
Y trayendo tanta emoción pastoril a la perspectiva política en su tierra natal, cierra la composición con estas dos últimas estrofas:
“Se arrojará, me advierte desde su tumba viva
Lenin, con pie de mármol y voz de bronce quieto,
mientras contempla inmóvil el agua constructiva
que fluye en forma humana detrás de su esqueleto.
“Rusia y España, unidas como fuerzas hermanas,
fuerza serán que cierre las fauces de la guerra.
Y sólo se verá tractores y manzanas,
panes y juventud sobre la tierra”.
Miguel Hernández comienza a torcer su obra hacia el compromiso revolucionario con el bolchevismo luego del viaje iniciático que realiza a
Pero así como el compromiso revolucionario tiene consecuencias discutiblemente estéticas cuando es el artista quien debe ponerse el traje de fajina del militante, mucho más triste es el destino que ese compromiso le depara a la verdad. Y ello dicho, sin entrar a considerar si el arte es vehículo de acceso a la verdad, o bien si por el contrario, es una gran impostura, un ejercicio extremado del simulacro o del engaño.
Sea cual fuere la naturaleza del arte, lo cierto es que es difícil de digerir el ejercicio argumental deliberadamente contrario a la verdad y a la buena fe que, década y media luego, en los años ’50, cuando ya (casi) nadie podía sostener a Stalin como el prohombre de la libertad, como el “padrecito” bonachón y dulce con su pueblo que la propaganda soviética había propulsado en entreguerras y durante la guerra, que hace Pablo Neruda, el poeta-militante que fuera en 1945 senador en su Chile natal por el Partido Comunista y en 1971 fuera galardonado con el Premio Nobel de Literatura. Antes de ello, en 1953, el bardo trasandino recibió el Premio Stalin de
“Stalinianos. Llevamos este nombre con orgullo.
Stalinianos. Es esta la jerarquía de nuestro tiempo.
En sus últimos años la paloma
y Stalin, el gigante, la levantó a la altura de su frente.
Así vieron la paz pueblos distantes”.
[Pablo Neruda, Oda a Stalin, el más grande de los hombre sencillos, en Las uvas y el viento, 1954.]
“Stalin alza, limpia, construye, fortifica
preserva, mira, protege, alimenta,
pero también castiga.
Y esto es cuanto quería deciros, camaradas:
hace falta el castigo”
[Pablo Neruda, en Canto General, 1950.]
“Unión Soviética, si juntáramos
toda la sangre derramada en tu lucha,
todo lo que diste como una madre al mundo
para que la libertad agonizante viviera,
tendríamos un nuevo océano
grande como ninguno”.
“En este mar hunde tu mano
hombre de todas las tierras,
y levántala después para ahogar en él
al que olvidó, al que ultrajó,
al que mintió y al que manchó,
al que unió con cien pequeños canes
del basural de Occidente
para insultar tu sangre” ...
[Pablo Neruda, en Canto General, 1950.]
En fin, para terminar la semana con un poco de poesía. Como el arte es cuestión de gustos, y sobre gustos no hay nada escrito, supongo que habrá quienes puedan disfrutar con estas piezas más que otros. La política, cada vez creo más en ello, también es una cuestión de gustos. La verdad y la mentira tal vez también lo sean…
22 comentarios:
Excelente post.
Según cuenta Hermann Broch, el emperador Augusto ordenó al mayor poeta latino componer un poema épico para los romanos equiparable a las obras de Homero.
Virgilio compuso "LA Eneida" pero poco antes de morir, abominó de ella por considerarla un panfleto del "nuevo orden romano".
Mucho me temo que sus versos son mucho mejores que los que usted puso.
Pero la idea final es brillante; "la política como elección estética" o peor aún emotiva.
La política debiera ser el imperio del racionalismo más crudamente cartesiano y no el campo de batalla de emociones violentas.
Vivimos en nuestro país la política como si fuera fútbol, apasionados por ella pero sin discenir ni reflexionar. E incluso tenemos una relación sumamente superficial con ella, me animaría a decir epidérmica. Muchos votantes eligen a su candidato por su imagen mediática o su aparato propagandístico.
cuando tal vez debiéramos pensar a los políticos como "hosts" intercambiables de ideas o concepciones de la realidad.
Y la mentira y la verdad, lamentablemente creo que hay otro problema, mentir es mucho más fácil.
Hilarantemente deplorables esos versos, verdaderos adefesios estéticos. Solo el mensaje que contienen es igualmente espantoso.
Clap, clap, clap....muy bueno
Me acordaba de la tercera sinfonía de Beethoven, la Heroica que fuera inicialmente escrita en honor a Napoleón y que sl momento de saber (Beethoven) que Bonaparte se autoproclamaría Emperador, la rompió en pedazos, furibundo por semejante traición a los ideales de la revolución.
Sin embargo, la obra en sí es revolucionaria. Cambió la forma estética y musical de la sinfonía clásica, introduciendo el romanticismo.
Él fue un revolucionario que no claudicó ante las mentiras de la moral política. Es el ejemplo que ahora recuerdo.
De todas formas, la moral es una de las tres patas para construir el Estado moderno según Hegel, nos estamos olvidando del gobierno y las leyes racionales.
Con esto quiero decir, que si bien, es imprescindible para el poder político tener un sustento moral, reflejado en sujetos con clara identificación cultural, que amalgame su acción política, si las leyes constituídas no se encuentran enraizadas en la sociedad todo avance propicia la inestabilidad perpetua.
Y esto se logra con un largo proceso de educación.
La verdad y la mentira serán elecciones adecuadas a la práctica política en beneficio del Estado como último fin, siempre según Hegel.
Abrazos fraternos, Occam.
Occam:
Excelente post. Es posible que exista una conexión entre el mal gusto artístico y cierto compromiso revolucionario. Y creo que podría definirse como el mal gusto del ideal mesiánico. Ya en la Antigüedad, uno de los padres de la Iglesia, Jerónimo, sufría inconcebibles horrores por tener que preferir la Biblia a la Odisea. Como persona culta de su época, padecía la dicotomía entre el buen gusto (tachado de pagano) y el dogma (cristiano). El gran Juliano no paraba de burlarse (hay que decir que no sin razón) de la falta de estilo de los textos sagrados cristianos, en comparación con los clásicos griegos y latinos.
En los tiempos modernos, la forma mesiánica de pensamiento (es decir, aquélla basada en el mito del progreso y en el dogma de un porvenir luminoso y perfecto -verdadera culminación, en los dos sentidos del término, de la historia-, que requiere la abolición de todo lo pasado, como sinónimo de impureza y falsedad) se torna secular y adopta la forma de las ideologías. Como demuestra John Gray, el racionalismo positivista del siglo XVIII tiene macadamente esta configuración. En el plano político, engendró dos tradiciones, igualmente mesiánicas y "revolucionarias": cierto liberalismo basado axiológicamente en Kant y propugnador de la idea del fin de la historia en la etapa capitalista liberal (Fukuyama, Rawls y los neocons norteamericanos, cuyos fundadores fueron curiosamente troskistas en su juventud) y, obviamente, el comunismo, ideología que constituye prácticamente el paradigma de una religión mesiánica laica.
Creo que otra de las infelices consecuencias de ambas ideologías, en el plano práctico, ha sido el sacrificio del arte que ha impuesto a sus militantes.
Goolian: Muchas gracias por su elogioso comentario, y por traer el recuerdo de las cuitas de Virgilio (que evidentemente, era más exigente consigo mismo que la mayor parte de sus sucedáneos modernos).
Claro que, dentro del compromiso revolucionario que se exigía, hubo quienes tuvieron desenvolvimientos más sutiles o más dignos.
Antonio Machado ha pasado a la posteridad por sus famosos versos dedicados a Líster (comandante del Ejército del Ebro) "Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán contento moriría".
Eso puede ser interpretado de muchas maneras. La manera que llevó al poeta a la posteridad fue la de un canto al compromiso por las armas. Pero una que a mí me causa gracia, puesto que el poema comienza "Tu carta —oh noble corazón en vela,/español indomable, puño fuerte—,/tu carta, heroico Lister, me consuela/de esta, que pesa en mí, carne de muerte", es que Machado desliza una ironía sobre la forma de escribir de Líster. También puede ser una exculpación por no enrolarse, pero esa explicación la dejaremos de lado, a la luz de la mala salud que lo aquejaba.
En fin, lo cierto es que los poetas Manuel y Antonio Machado, además eran hermanos muy apegados, coincidentes en todo, salvo en que uno se pronunció por el bando de los rojos y el otro por el de los nacionales. Sin embargo, casi todos sus biógrafos coinciden en que tales "elecciones" tuvieron que ver sobre todo con la localización geográfica en que los encontró la guerra.
En cuanto a si mentir es mucho más fácil, no puedo dejar de coincidir. Pero convengamos en que hay mentiras que de lo groseras parecen auténticos bolazos, y para ello hay que tener la cara de mármol.
Mis cordiales saludos.
Claude, Incorrecto: Muchas gracias por vuestros comentarios/aplausos, que los transfiero a quienes tienen el verdadero mérito, que son los poetas glosados. En el caso de la opinión de Claude, el mérito indiscutible de los mencionados es, por supuesto, el de hacer reír.
Mis cordiales saludos.
OliverX: Ocurre que Beethoven no tenía compromiso revolucionario ni adhería a una moral revolucionaria, y no dependía de la disciplina de partido (sectaria, implacable, amenazante de ostracismo). Simplemente estaba entusiasmado con la opción republicana, como también lo estaba Hegel, que siguió creyendo en Napoleón aun cuando se transformara en emperador, al punto de personificar en él al Espíritu.
En fin, lo cierto es que el buen Ludwig, que debía estar contento con su creación después de todo, tuvo el cuidado de romperla en pedazos bastante grandes y prolijos, para que nosotros pudiéramos disfrutarla...
Diría Giorgio Locchi, que por su entidad negativa, pasó a la posteridad como la sinfonía en-contra-de Napoleón, o la sinfonía del desencanto político.
Un gran abrazo.
Destouches:
¿Cómo no evocar, a través de sus palabras, las angustias de San Jerónimo plasmadas por el genio inagotable -y difícilmente simplificable- del gran Salvador Dalí, en esas imágenes del ermitaño esquelético resistiendo con el crucifijo enarbolado las tentaciones de la imaginación?
¿Y cómo no volver a evocar al gran Juliano, que se hizo pagano por una cuestión eminentemente estética, concibiendo -como buen griego que era- la estética como medida de la verdad?
Un abrazo.
Aunque pueden llegar a existir casos de propaganda artística, dificilmente pueda haberlos de arte propagandístico.
Coincido con la idea de la política como elección estética. Tal vez tenga que ver con atávicos arquetipos tribales que siguen pulsando vaya uno a saber desde qué recóndita cueva de nuestro cerebro y que tornan inútiles las expectativas racionales que reclama Goolian.
Mensajero, totalmente. Tengo bien claro que mi prédica por el raciocinio absoluto en materia política es prácticamente una quijotada; pero me sigue pareciendo lo correcto.
Según el Carl Sagan, algo olvidado por desgracia; de "Los dragones del Edén"; el cerebor humano se desarrolló por capas agregando un neocórtex a un cerebro de mamífero que rodea a su vez a un cerebro de reptil. Siendo éste último el responsable de los territorialismos, la agrupación en tribus y la agresividad intraespecífica; ya tiene usted al responsable.
Lanzo al ruedo para continuar el debate otra idea.
La inmensa mayoría de la producción artística de Occidente, entre digamos los siglos XIII y XVIII fue pagada por un número muy pequeño de "sponsors", los reyes, la nobleza y la Iglesia.
Y todo el arte sacro, desde un punto de vista ateo o agnóstico puede ser considerado propaganda. Entra entonces la idea de una moral no revolucionaria sino religiosa.
Lo mismo pasa con los cuadros de la nobleza. No todos los artistas admiraban o apoyaban a sus retratados. Van Dyck o Rubens embellecían las facciones de la casa real inglesa, pero Don Francisco de Goya y Lucientes no escatimó detalle alguno de los belfos degenerativos de los Habsburgo españoles.
En el arte sacro tenemos el caso de Hans Holbein, cuyo "Cristo muerto" le hizo decir a Dostoievsky "imágenes como ésta quitan la fe".
O el magistral Matthias Grunewald que con la crucifixión del altar de Isenheim pintó un cadáver retorcido de rigor mortis con pústulas y labios blancos.
Se cuenta que la Santa Inquisición al ver el cuadro le prohibió pintar por varios años.
Esa historia inspiró la obra "Matías el pintor" de Paul Hindemith.
Entonces a la moral del patrón, ya sea la religiosa o la nobleza, algunos artistas opusieron una moral artística. Para Grunewald o Holbein el realismo de la muerte fue más interesante que la visión edificadora del Salvador ?
Chocaron la moral artística de realizar una obra valiosa contra las restricciones del encargo ?
Por supuesto son casos muy distintos de los mencionados modernos, como Neruda y los Machado, ya que elllos ELEGÍAN su moral o su propaganda.
Pero históricamente me parece valioso rescatar a quienes eligieron algo distinto de lo impuesto.
Goolian:
Muy interesante su aporte, por demás agudo y erudito.
Sin embargo, yo no digo que el arte político o el religioso necesariamente sean malos. Más bien, como usted demuestra, resultaría bastante problemático fundar una afirmación de este tipo.
Lo que yo quise señalar con mi humilde aporte es que, a mi juicio, existe una tensión inevitable entre la calidad y el espíritu artístico y el compromiso político o religioso militante, en especial si este compromiso se vincula con una forma de ideología mesiánica. No hay que olvidar que la iglesia europea, más allá de sus innegables vicios y pecados, expurgó a partir de San Agustín (y su reino del Espíritu), la mentalidad mesiánica y apocalíptica propia del primer Cristianismo (lógico, ya habían accedido al poder, no tenía sentido ser revolucionario).
Pero esta reflexión es válida en muchos aspectos de la espiritualidad humana. El paradigma del escritor comprometido, tan propio de los años siguientes al final de la segunda guerra mundial, supone en mi criterio un empobrecimiento del arte y, en ciertos casos, del pensamiento. Los malabarismos que tuvieron que hacer notables escritores y pensadores para justificar a un régimen como el estaliniano es sólo un ejemplo. Un pensador profundo como Sarte (más allá de que su filosofía es una forma de repensar el existencialismo de Heidegger) realizó descomunales e infructuosos esfuerzos por coinciliar concepciones tan disímiles como el existencialismo y el comunismo. El resultado, desde el punto de vista del pensamiento, es indefendible.
El primer cristianismo hacía de hecho bastante hincapié en la fealdad y en su atracción mórbida por la muerte. Las iglesias compendiaban auténticas colecciones de huesos de santos y de mártires (ciertos o presuntos). El abandono de toda consideración estética (y la excecración del arte en todas sus manifestaciones) era consecuencia lógica del desprecio por esta ilusión del demonio que era la vida terrena.
Claro que el cristianismo se fue europeizando, y por tanto paganizando, con el tiempo. Entonces el arte sacro comenzó a adquirir connotaciones de alto esteticismo, apoyado por la tolerancia y/o complacencia de algunos de los auspiciantes. Aparecen entonces vírgenes muy femeninas, ángeles rebozantes de vida y sensualidad. Y concomitantemente, empiezan a tallar los temas "clásicos" (léase, mitológicos), que terminaron por abrir el abanico de la imaginación y de la libertad. Paralelamente, los regodeos de un Bosco, por ejemplo, con especulaciones alucinógenas sobre el Apocalipsis, también alcanzan el paroxismo de la libertad creativa, irónicamente auspiciada por esa misma Iglesia que se decía continuadora de los "osarios" (según el decir de Juliano) dogmáticos y sepulcrales de aquella primitiva religión asiática.
Quienes retomaron el camino de la abominación por la belleza que pudiera crear el hombre y en general por los simulacros de este mundo, fueron sustancialmente los protestantes de la línea calvinista, particularmente, los metodistas, presbiterianos y baptistas, en sus diferentes ramificaciones: metodistas, amish, cuáqueros, hussitas, unicistas...
En fin, el arte es reflejo de su época, no hay que decir mucho para argumentar esto. Asimismo, el artista tiene que laburar para vivir, con lo que puede estar condicionado en cierta medida por los deseos del cliente. Empero, en general los buenos artistas, como señala Goolian, se las arreglan para salirse con la suya. Algunos con supina sutileza, como el enorme Miguel Ángel. No siempre confrontando, sino torciendo levemente las premisas, cambiando el foco como el Velázquez de las Meninas o como los increíbles, surrealistas, iconos del Greco.
En tanto, el compromiso revolucionario encuentra al artista con la obligación absoluta de la sumisión a la moral revolucionaria y a la disciplina de partido. Y se sabe: un artista sumiso no es un artista. A lo sumo, un artesano de plaza los domingos.
Mensajero: No tratemos de corregir al hombre, si no queremos llegar a encontrarnos, al cabo de un camino sembrado de buenas intenciones, con una de esas horrorosas distopías totalitarias. Eso sí: intentemos conocerlo, aceptarlo, detectar sus potencialidades y sus debilidades, y dirigirlo en consecuencia hacia lo mejor que pueda él dar. Ésa es la clave de la conducción política. Y tal vez también la clave de las religiones y otras artes sociales.
Un muy cordial saludo.
Orígenes no era el padre de la iglesia que se castró a sí mismo ?
Coincido plenamente con Destouches, tanto el cristianismo como el comunismo y algunos postmodernismos son teleológicos y eso me llena de desconfianza.
Creo que cada vez que los hombres se juntan con la excusa de armar un paraíso en la tierra, consiguen alguna forma de infierno.
Destouches, creo que el deslumbramiento, pasajero o no, de cierta "inteligencia" europea con el marxismo leninismo jugó muy en contra de sus propios logros. Sartre es un caso paradigmático como bien apunta.
El problema es que todo creador vive en un época determinada y como tal se compromete más o menos con la sociedad que le toca.
Podrá ser Shostakovitch que hizo excelentes sinfonías sin dejar de romper nunca con el régimen stalinista.
O Ieronymous Bosch que vivió y pintó totalmente apartado de lo que sucedía alrededor.
A veces pienso que la práctica artística debe ser curativa, el artista chamán como quería Joseph Beuys; entonces me parece que tiene que hacerse arte que critique las enfermedades patológicas de nuestra sociedad actual.
Otras veces creo que el arte debiera ser un refugio edénico, y entonces debe abstraerse de todo contacto con la contemporaneidad.
No lo sé.
Occam, es el primer cristianismo tomó mucho pero mucho de la filosofía imperante en su mundo de expansión, el neoplatonismo helenístico.
La idea del mundo material como copia imperfecta del mundo de las ideas fue un fundamento teórico perfecto para crear la teología cristiana que desprecia el cuerpo, el aquí y el ahora, Nietzsche dixit.
Una derivación muy interesante es el cristianismo gnóstico con su énfasis en el dualismo espíritu trascendente-cuerpo cárcel.
La paganización que menciona fue mucho también de sincretismo, buena parte del santoral católico son derivaciones de dioses celtas o germanos. Tenemos el caso de San Josafat, que es el mismísimo Sidharta Gautama.
El renacimiento al exaltar la belleza, pretendiendo una vuelta ficticia a la antiguedad clásica, enseñó a la contrarreforma la manera de pelear estéticamente contra los herejes protestantes. Tengamos mejor música sacra, cuadros más dramáticos, arquitectura más adornada; y parieron el Barroco.
Los reformados en cambio fueron puritanos y anti belleza durante bastante tiempo. Cronwell mandó quemar los laúdes y las violas da gamba que Elizabeth I había comprado para que la corona inglesa prestara en la calle a los clientes de las barber shops mientras esperaban que les atusaran la barba y el bigote.
Me encantó la idea de que un artista sumiso no es un artista.
Goolian:
Coincido absolutamente con sus -nuevamente- muy eruditos comentarios. Me pregunto si en su concepción del arte curativo (chamánico) resuenan fuertes influencias schopenaurianas. En ese caso, quizá compartamos la admiración por este gran pensador.
Goolian:
Con respecto a su pensamiento sobre lo nefasta que ha resultado la idea de un paraíso realizable en la Tierra, me tomo el atrevimiento de recomendarle enfáticamente la excelente obra de John Gray "Misa negra". Allí se desarrolla con gran rigor y profundidad precisamente esa idea. Un abrazo.
Destouches, Compartimos la admiración por Schopenhauer y deploramos la escasa reedición de sus obras.
Con respecto a John Gray, no lo conocía y estuve leyendo sobre él.
Justamente estuve a punto de adquirir "Misa Negra" por internet, pero me hizo dudar su alto precio.
De cualquier manera el mes que viene lo compraré. Mil gracias.
Goolian: Es cierto que es bien caro el libro de marras. Pero, siga el consejo, no lo dude. Es dinero bien gastado. (Por las dudas, aclaro que no soy John Gray, ni familiar, amigo o allegado, ni tengo interés comercial de ningún tipo ni con el autor ni con sus editores).
Mis cordiales saludos.
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