jueves, 4 de agosto de 2011

De antiguos pájaros y perpetuos fantasmas



“El kakuy es un ave que frecuenta los bosques (...) Kakuy era el antiguo nombre de ese territorio, que los primeros exploradores deletrearon por error ‘Jujuy’, nombre corrupto que por fin le había quedado”.


Guillermo Enrique Hudson, Marta Riquelme.






Escena 1.

Sur de Etiopía, 2007. Una meseta árida, moteada de arbustos achaparrados bajo un sol calcinante, 50ºC a las 3 de la tarde. Una tribu nómada de raza sudanesa, sus pieles de brilloso ébano cubiertas por telas de color naranja, sus pies descalzos, sus frentes perladas de sudor, sus cuerpos extremadamente delgados, constituidos puramente por huesos, nervios y fibra. Sus ocupaciones principales son la caza y el pastoreo. Migran constantemente en busca de mejores pastos para el magro ganado y sobre todo, al ritmo de las presas, antílopes y gacelas, que a su vez van siguiendo el humor de las aguadas y de los cursos de agua esporádicos que se forman con las lluvias también esporádicas. Sus chozas de ramas son por tanto harto precarias, casi simbólicas. Tan sólo proporcionan un poco de sombra para guarecerse de la furia del sol omnipresente en un cielo vacío. Un anciano (tendrá 40 años a lo sumo, la piel cuarteada, las arrugas dibujando una profusa cartografía urbana, tres o cuatro dientes en el comedor) está contento porque pronto va a casar a su hija. El pretendiente es un cazador (como todos los hombres jóvenes de la tribu), y por lo tanto la dote está constituida por dos cabras y un AK-47 Kaláshnikov



Fusil de asalto soviético, fue el arma reglamentaria de los ejércitos rojos durante la Guerra Fría, e inundaron el África en las guerras civiles revolucionarias del siglo XX, otorgando mejores medios a los africanos para matarse en números impresionantes. Teniendo en cuenta que hoy día se trafica profusamente en el mercado negro, es el arma de fuego más utilizada en el mundo. Su difusión es tal, que incluso su silueta engalana una bandera nacional: la de Mozambique. También aparece en el escudo de dicho país, en el de Timor Oriental y en el de Zimbabwe, así como en la bandera del Hezbollah.

En América es arma empleada por las fuerzas armadas de Bolivia, Ecuador, Nicaragua, Cuba y Venezuela, por las FARC de Colombia, y por los carteles narco de México, que la llaman “cuerno de chivo”, por la forma curva de su cargador. También la usan las bandas narco de las favelas de Brasil, y por derivación, la empleó tiempo atrás el Batallón de Operaciones Policiales Especiales (BOPE) que las combate.



Vuelvo a Etiopía. Cazadores nómadas aislados de la civilización le tiran a las gacelas con AK-47, que ha sustituido a las jabalinas y a las flechas, consideran a ese poderoso fusil un buen elemento para una dote matrimonial, y supongo que cualquier aventurero que cruce la meseta en una 4x4 se puede ver en un engorro si no lleva intérprete… Pero bueno, Etiopía es uno de los países más atrasados del mundo, como su vecina Somalía (o los pedazos que quedan de ella).


Escena 2.

Por oposición, Argentina es uno de los países más progresistas del mundo, siempre presto a consolidar avances normativos de primer mundo, siempre entre los 6 ó 7 primeros países que reconocen nuevos derechos, etc. Lo que naturalmente no quiere decir que sea un país desarrollado, siquiera en lo tecnológico. Mucho menos en lo humano. Altísimas tasas (silenciadas, lo que indica una nula esperanza de solución) de desnutrición y mortandad infantil, de morbilidad general en centenares de miles de habitantes de las provincias del Norte Grande, de marginalidad, analfabetismo, criminalidad y violencia… En el Gran Buenos Aires, a donde fluyen los contingentes de desgraciados expulsados de su tierra de origen, las proporciones más altas de consumo de drogas en población juvenil de toda Latinoamérica.

Pero hemos hablado de “progresismo” y de “silenciar estadísticas”. Ambos términos tienen bastante en común, por más que parezcan en una primera mirada, antitéticos. En efecto, a la progresía le encanta aturdir con números para soportar argumentos. Sin embargo, o quizás por ello mismo, tiene una tendencia irrefrenable a hacer de los números elementos esencialmente manipulables, a mentir con los números. A poner el acento en los números más fútiles para solapar los más acuciantes. Que hay tanto por ciento de fumadores, que el promedio de vida de un fumador es 7 años menor que el de un no fumador, que un fumador pasivo tiene tantas más probabilidades de contraer cáncer del pulmón que… (Hay interesantes trabajos acerca de la preocupante omisión de factores ambientales concomitantes en esas capturas, tales como la presencia de azufre industrial en el aire, plomo, emisiones tóxicas, etc.). Pero no nos interesa abundar. Lo que sí resulta menester poner de resalto es que se aplican las consabidas recetas prohibicionistas sobre una población que por su hábito o vicio padece trastornos mayormente en la vejez, cuando la accidentología, por ejemplo, señala la inmensa mayoría de muertos e impedidos de por vida menores de 35 años por siniestros viales. Como hemos dicho en otra parte, ese más angustiante problema es encarado, en cambio, con gestualidades publicitarias, que poco y nada contribuyen a afrontar el fenómeno: siguen por rutas muy malas y de doble mano circulando catraminas y camiones en pésimo estado, conductores alcoholizados, cruces con caminos vecinales de tierra, etc. Salir a la ruta es para el automovilista más diligente el mismo peligroso albur que hace 30 años, quizás incluso peor, por el crecimiento exponencial del parque automotor.



Sin embargo, tanto progresismo con que se solazan la mediocracia y la intelectualidad porteñas, ha contribuido a instalar la idea general de que hay asuntos que ya han sido superados, que la Argentina “ha evolucionado”. Las constataciones fácticas entonces devienen inconducentes. Basta con aplaudir de pie la ley o el cartelito o el discurso. Como si la sanción de la ley de matrimonio igualitario haya eliminado la angustia social, familiar, existencial, de tantas personas que se intuyen o se saben homosexuales. O haya dado una solución a la orfandad de tantos niños de la calle. Como si una ley de permisión del aborto impida que las pibas sigan quedando embarazadas a los 13 ó 14 años, o la legalización de la falopa haga que los consumidores (rebeldes de la vida, transgresores de novela de Kerouac) pierdan interés en consumir, porque siendo legal pierde atractivo. No importa. Se resuelve la cuestión del reclamo de los grupos activistas, ya no vociferan en la TV, ya no cortan una calle, y por tanto el problema ya no está. No lo vemos, no lo escuchamos: no está.

Consecuencias de una sociedad de la información, que late al pulso de los issues periodísticos. Si no está en los diarios, no existe. Sólo es “actualidad” (o sea, realidad sociológica), sólo se comenta, se discute, preocupa, entusiasma, lo que está en función de las noticias procesadas y difundidas mediáticamente. Hace un tiempo unos mineros chilenos quedaron atrapados en una mina. Gran incertidumbre. Gran emoción por un rescate de película. A los pocos días, una nena se cayó en un pozo en Florencia Varela. Otro rescate, más módico e improvisado, pero con cámaras en vivo y gobernador incluidos. Luego de ello, ya las minas y los pozos, el inframundo subterráneo, dejaron de ser noticia. Con lo que ya la sociedad supone que no hay pozos ciegos, canteras al aire libre rellenadas de agua, socavones riesgosos, minas peligrosas, grisú explosivo, etc.



Escena 3.

América es un mundo signado por el fenómeno más terrorífico que pueda generar el ser humano: la guerra civil, o sea, la matanza de vecinos con vecinos, hermanos con hermanos, padres con hijos. La guerra sin códigos, sin soldados, el partisanismo. Los infiltrados, la acción psicológica, la quintacolumna, los golpes de efecto, las represalias, la justicia por mano propia, el terror como método, las vidas como moneda de cambio y de contabilidad lúdica…

Pizarro llegó al Perú cuando la guerra civil del bastardo Atahualpa contra el legítimo Huáscar se estaba resolviendo a favor de aquél y comenzaban las purgas y las persecuciones a los vencidos. Cortés llegó a México y desató una rebelión de pueblos sojuzgados por los Aztecas, sanguinarios señores venidos del Norte con un carnicero concepto de la mercancía humana. Luego Pizarro corrió a Almagro, y los asunceños a Álvar Núñez Cabeza de Vaca. La guerra civil americana más importante por su generalización fue la llamada “de emancipación”, en la que se enfrentaron los realistas con los republicanos. Ambos bandos, compuestos casi exclusivamente por americanos. Los criollos tomaron partido en mayor grado por los republicanos, los indios por los realistas, aunque en las dos facciones había de todo. Quizás de lo que menos había en las tropas realistas era de afroamericanos (estrategia plausible de los republicanos para hacerse de un contingente considerable de buenos combatientes, que en general, quedó muerto en el frente). Si bien hubo uniformes y hasta banderas, ello no impidió que se utilizaran las guerrillas, y en un primer momento, se impusiera en el Río de la Plata la política del terror (v.g., Castelli), con fusilamientos sobre el tambor (v.g., Liniers) y persecuciones de vecinos (v.g., Álzaga) por su mera opinión o pensamiento.

En 1816 ya todos los argentinos sabían que la guerra de emancipación había terminado, y se preparaban para nuevos desafíos bélicos. En 1818 Chile también era liberado, y San Martín preparaba la expedición marítima al Perú. Sin embargo, este último hecho hizo que se prolongara la guerra civil de emancipación en la Argentina. Como los argentinos “sabían” que esa guerra había terminado, de hecho ni se enteraron de que en su territorio proseguiría por un buen tiempo y considerables bajas. Bastante lejos de Buenos Aires, es cierto, con lo que no había que darle mucha importancia.

Una vez que el bando de los republicanos se hizo del poder en Chile, se desató la llamada “Guerra a Muerte” contra los focos realistas que, de no ser aniquilados, podrían poner en peligro en el futuro la consolidación del nuevo gobierno. Esos focos estaban integrados por soldados realistas y por numerosos indios, principalmente de las etnias mapuche y pehuenche. A partir de 1818, huyendo de las tropas republicanas, muchos realistas cruzaron la cordillera. En 1819 un contingente de 7.000 vorogas, liderados por los caciques Cañiuquir y Mariano Rondeau, con más de 2.000 guerreros, atacó a los indios pampas argentinos (etnia tehuelche septentrional o günün a künna) en cercanías de Sierra de la Ventana. Curiosamente, en 1824 el héroe de Cancha Rayada (gran derrota republicana en la campaña libertadora de Chile), Gregorio de Las Heras, asumía la gobernación de Buenos Aires, con lo que los protagonistas de aquella guerra de independencia de volvían a encontrar.

Entre 1826 y 1827 la banda de guerrilleros realistas integrada por campesinos de la zona de Chillán, ex oficiales y soldados del Rey y aborígenes trasandinos y liderada por los hermanos Pincheira, también ingresó en territorio pampeano, huyendo de la persecución del Ejército Chileno, y se asentó en Chadileo, asolando la comarca en todas las direcciones, y atacando ferozmente a los indios tehuelches septentrionales, a los que prácticamente aniquiló, en alianza con los belicosos ranqueles (también un grupo heterogéneo, conformado por indios y criollos de frontera, y en ocasiones también por ex soldados y oficiales unitarios, luego de la derrota de Lavalle).



Detrás de los pincheiras llegó una columna del Ejército Chileno, integrada por unas decenas de cazadores de línea al mando del capitán Juan de Dios Montero, y un millar de indios amigos, también vorogas de la familia mapuche, liderados por el legendario cacique Venancio Coñuepán, que por entonces era sargento mayor del Ejército Chileno. Luego de algunas escaramuzas y el rescate de un puñado de cautivas, esa columna se encontró con que los pincheiras junto con otros grupos aborígenes trasandinos les cortaban el camino de regreso a Chile, y pragmáticos y serviciales, se pusieron a las órdenes del gobernador Dorrego bajo bandera argentina, y conformaron el contingente que fundó la ciudad de Bahía Blanca en 1828 (el otro grupo aborigen que colaboró en esa fundación fue el pampa que estaba liderado por el cacique Tetruel, que recibió personalmente a la columna que bajaba desde el Fortín Independencia, actual Tandil, en cercanías de la Laguna Sauce Grande, enarbolando una bandera nacional).



En 1830 los pincheira asesinarían al cacique pampa Tetruel y a toda su gente, y diezmarían a los indios del también amigo Chocorí, determinando el declive definitivo de los pampas (el verdadero “pueblo originario”) en la Argentina. A partir de entonces, los restos de esa etnia se integrarían a la civilización, e incluso algunos grupos pasarían a servir en condición de vasallos de los mapuches hostiles.

Asimismo, en 1836 un ejército de más de 23 caciques y 2.000 guerreros mapuches dirigido por el legendario Calfucurá cruzó la cordillera, y atacó y mató al cacique Venancio y sus vorogas (unos 400 indios amigos). Venancio Coñuepán, gran patriota americano y leal servidor de la Federación, fue amigo personal de O’Higgins y de Rosas, fue ascendido en 1827 por Dorrego al grado de “Teniente Coronel a Guerra al servicio de la Patria”.

César Puliafito, de cuya excelente obra La Bahía Épica (ed. La Nueva Provincia, 2010, ISBN 978-950-881-020-5, p.164) hemos extraído las referencias históricas de esta última parte, apunta sobre ese héroe olvidado y diluido en los simplistas, sensibleros y malintencionados discursos maniqueos de esta aciaga hora, la siguiente descripción: “Si bien el cacique contaba con uniformes para gala y diario, en campaña vestía prendas más cómodas aunque más rústicas, para que aguantaran el gran desgaste que provocaba salir al campo. Vestía una gorra de manga de oficial, una chaqueta corta y los grados militares (teniente coronel). Usaba el sable y un cuchillo ‘verijero’, que además de un lujo era muy práctico para tareas como picar el tabaco o cortar alimentos donde el sable o el facón se hacían incómodos”.


Epílogo

La Historia se impone por la fuerza, y arrasa implacable, como los meteoros, con las buenas voluntades y los olvidos.



8 comentarios:

Flor de Ceibo dijo...

Occam:
¡Brillante!: gran poder de síntesis e ideas claras. En breve tendremos que ir haciéndonos a la idea de enfrentar nuevos Pincheiras.
"Están los viejos cuchillos/ tiritando bajo el polvo"... (cita "igualitaria").

Victor dijo...

La escena 1, exagerando un poco, podría ser en Jujuy. Interesante post.
Saludos

choripanboy dijo...

Para cuándo un gran libro como sus grandes post,como éste!
Buen fin de semana!

Occam dijo...

Flor de Ceibo:
Viniendo de usted, lonco amigo, doblemente honrado por sus conceptos.
Un amigo me recordaba por mail las consignas setenteras: "ni votos ni botas, fusiles y pelotas" (JP '72), o "Adelante, compañeros,/ hasta vencer o morir/ por una Argentina en armas/ de cada puño un fusil" (marcha del ERP), o también "Con el fusil en la mano/ y Evita en el corazón,/ Montoneros, ¡Patria o muerte!/ para la liberación (agregado a la marcha peronista), o "Montoneros, FAR y ERP, con las armas al poder", y tantos y tantos otros.
Y de ahí nomás, por derivación, uno termina por recordar que a esos escudos de Mozambique o de Timor Oriental puede sumarse cómodamente el óvalo conteniendo la "M", con un FAL cruzando una tacuara. Y entonces, se da cuenta que de África a América, durante los tiempos que siguieron a la OLAS y a la Tricontinental, había un puente de violencia y fundamentalismo revolucionarios muy evidente, lo que relativiza un poco cualquier consideración de aquellas guerras civiles subsaharianas que pueda hacerse desde estos pagos en una posición de superioridad y mayor civilidad, como si viéramos esa historia en una película o desde un satélite en órbita.
De hecho, tenemos una acendrada costumbre de referir al África cuando hablamos de miseria extrema o de situaciones de enorme primitivismo, que supongo que un observador ajeno e imparcial tomaría como una broma cruel antes que como una sincera evitación de la realidad.

Un cordial saludo.

Occam dijo...

Amigo Víctor: Usted comprenderá que el tenor de los tiempos que corren obliga a una liaison bastante elaborada entre escena y escena, y a la complicidad activa del lector, que debe completar con su perspicacia todos aquellos espacios aparentemente vacíos... Usted lo ha entendido. Un cordial saludo.

Choripanboy: No desfallezca. Todo llega en la vida, a su debido tiempo, claro está. Por ahora, este libro digital, cosido por los hilos de las Etiquetas, es lo que podemos humildemente ofrecerle... Un gran abrazo.

Occam dijo...

Una cosa más, que por las imposiciones de la síntesis, obvié señalar en el artículo, pero que merece ser apuntada:

El cacique y teniente coronel del Ejército Argentino Venancio Coñuepán, además de ser amigo "de veras", leal y valiente en todo momento y circunstancia, fue amigo personal y epistolar, tanto de O'Higgins como de Rosas, y uno se sorprende por la fluidez del manejo de la lengua de Cervantes y el estilo florido de sus cartas (obviando, naturalmente, las lasitudes ortográficas, propias de una época carente de regulación al respecto).

Rosas, por cierto, manejaba todo el vasto universo de sus relaciones a través de ese medio, lo que lo obligaba a una rutina monacal, recordándose como buen paisano bien temprano a la madrugada, todavía negro el cielo, y abocándose en esa tarea hasta el mediodía. Ello implica, naturalmente, que los indios amigos, e incluso aquellos que cabresteaban e iban y venían, necesariamente dominaban el arte de la lectoescritura, y por tanto, estaban sobradamente alfabetizados.

Asimismo, en los fortines de línea, siguiendo la tradición hispánica, se asentaba por escrito absolutamente todo, lo que indica también un amplísimo grado de alfabetización en la tropa regular y en las milicias, dato no menor, teniendo en cuenta que por lo general, quienes estaban conchabados en tan sacrificada posición provenían de los estratos sociales más pobres.

Todo ello, claro está, varias décadas antes de que Sarmiento "inventara" la educación pública. Seguramente este señalamiento sorprenderá a más de un desprevenido, que ha venido digiriendo historia de manual escolar como un cuento dialéctico de retraso-progreso, civilización-barbarie, y demás patrañas efectistas para espíritus simples.

Desde Mompracem dijo...

Los verdaderos conquistadores del Tawantinsuyun fueron los indios (cañares, chancas, caracaras y huancas) naciones sometidas después de una porfiada resistencia por el poder distante y despótico de los incas cuzqueños. Los libertadores, después, en puridad, fueron españoles americanos, como Bolívar, San Martín o Sucre, que en algún momento decidieron llamarse por el adjetivo antes que por el nombre. Bajo el signo de la guerra intestina, siempre. Y ella no fue -ni, lamentablemente, será-la última.

Occam dijo...

Estimado amigo de Mompracem: Muy acertado y oportuno su aporte. La guerra es sin dudas un deporte demasiado generalizado en un continente en el que la sangre nunca ha sido mezquinada, ni siquiera "ahorrada", y en donde, pese a la dilatadísima geografía y la baja densidad demográfica, siempre parece que la gente es lo que sobra...

Un cordial saludo.