viernes, 26 de agosto de 2011

Lo Políticamente Correcto

Recientemente me han llegado muy buenos materiales sobre el tema, redactados por autores que, no sólo tienen evidentemente mayor autoridad que nosotros, sino mejor capacidad expresiva. Es por ello que dejaremos a los mismos hablar sobre tan crucial cuestión.


Cronológicamente entonces, comenzaremos por Alexis de Tocqueville, genial pensador e historiador liberal francés, que en tiempos tan tempranos como 1840 anticipaba con perturbadora precisión (De la Democracia en América, 2ª Parte):

El despotismo me parece pues particularmente de temer en las eras democráticas. Pienso (...) que la especie de opresión que amenaza a los pueblos democráticos no se parecerá a nada de lo que la ha precedido en el mundo; nuestros contemporáneos no la encontrarían registrada en sus recuerdos. Yo mismo busco en vano una expresión que reproduzca exactamente la idea que me formo y robustezco de ella; los antiguos términos despotismo y tiranía no sirven. La cosa es nueva, por lo que hay que ponerse a definirla, ya que no se la puede nombrar.

Cadenas y verdugos son los instrumentos groseros que empleaba antaño la tiranía; pero en nuestros días la civilización ha perfeccionado hasta al despotismo mismo, que sin embargo parecía no tener nada que aprender
(...). El príncipe había, por así decir, materializado la violencia; las repúblicas democráticas actuales la han tornado tan intelectual como la propia voluntad humana que ella intenta constreñir. Bajo el gobierno absoluto de uno solo, el despotismo, para llegar al alma golpeaba groseramente el cuerpo; y el alma, escapando a esos golpes, se elevaba gloriosa. Pero, en las repúblicas democráticas, la tiranía no procede así; deja el cuerpo y va derecho al alma. El amo no dice más: pensaréis como yo o moriréis; dice: sois libre de poder pensar como yo; os quedáis con vuestra vida y vuestros bienes. Pero, desde este día, sois un extraño entre nosotros. Conservaréis vuestros privilegios en la Ciudad, pero os resultarán inútiles porque, si procuráis el cambio de vuestros conciudadanos, no lo aceptarán; y si demandáis sólo su estima, os la rehusarán. Permaneceréis entre los hombres pero perderéis vuestros derechos a la humanidad. Cuando os acerquéis a vuestros semejantes, huirán de vos como de un ser impuro; y hasta los que crean en vuestra inocencia os abandonarán, pues se les escaparía a su turno a ellos también. Id en paz, os dejo la vida, pero os la dejo peor que la muerte.



En 1997 Günther Maschke escribía "Lo Políticamente Correcto", en No a la Censura. De la Policía del Pensamiento a la Nueva Inquisición, GRECE, París, pp. 79-92, de donde extractamos:

La actual imposibilidad de construir una teoría crítica de lo políticamente correcto (PC) explica la tendencia que tenemos a subrayar solamente los aspectos más ridículos. Por ejemplo, la utilización de palabras correctas en el dominio de las diferencias sociales o raciales. Cada uno es consciente, sin duda, de lo ridículo de lo PC, ¡pero todo el mundo habla correctamente! En realidad, la fuerza de lo PC es imperiosa, decide arbitrariamente sobre la carrera de los individuos y condiciona las actitudes deseables en función, no de la opinión pública, sino únicamente de la opinión publicada.

(...)

Lo PC
se caracteriza siempre por una inversión de los conceptos, como en la utilización abusiva de los términos democracia o tolerancia. Sus partidarios reclaman así la tolerancia para los demandantes de asilo, los inmigrados, los musulmanes, los gitanos, los criminales y los terroristas, como para las minorías sexuales. En realidad, el esquema es siempre más o menos el mismo: primeramente se reclama derechos iguales para esos grupos; luego, se los privilegia. Esta situación conduce a que toda crítica respecto de estos grupos sea denunciada como un prejuicio de tipo fascista, autoritario o racista. Al final, se promulga una ley que prohíbe pura y simplemente toda crítica.

A la inversa, las convicciones de la mayoría son frecuentemente menospreciadas. Los fundamentos de la ley cristiana son frecuentemente ridiculizados y tratados con desdén, mientras que un solo comentario irónico sobre un culto africano puede fácilmente transformar a su autor en un cuasi criminal SS. Ya en 1916, Vilfredo Pareto escribía en su Tratado de Sociología General: Las demandas de igualdad ocultan casi siempre pretensiones de privilegios (...) Los inferiores quieren ser iguales a los superiores, y no admiten que éstos sean a su vez sus iguales.


Finalmente, en 2006 Dietrich Schwanitz escribe con una claridad y sutileza encomiables, en el artículo "Lo Políticamente Correcto" de su libro La Cultura. Todo lo que hay que saber (Punto de Lectura, Madrid):

Tras su derrumbe, el socialismo ha sido relevado por un culturalismo que caracteriza en igual medida a la teoría del discurso, a la deconstrucción y al feminismo. El marxismo todavía relativizaba a su rival probando su conciencia falsa de la realidad. Las teorías culturalistas, en cambio, se han convertido en sus propios programas: dado que consideran los sistemas simbólicos como mecanismos de dominación encubiertos, su objetivo es conquistar los discursos apelando a la moralidad. Este objetivo se ve favorecido por el hecho de que, junto con su programa histórico, la vieja izquierda ha perdido también el criterio con el que poder distinguirse de sus rivales: "Nosotros representamos el futuro, somos los progresistas; los demás representan el pasado, son los reaccionarios". En vez de esto, ahora se apela a una diferenciación moral: "Nosotros somos los buenos, los demás son malos", lo que conduce a la moralización del mercado de opiniones mediante luchas y campañas semánticas: una palabra equivocada en público y tendrás que comparecer ante el Comité de Salvación Pública. No hay discurso que no esté acompañado de procesos inquisitoriales y de exhortaciones a la penitencia por parte de sacerdotes, cuya maquinaria incriminatoria les proporciona las víctimas con las que tiñen de rojo los altares de la corrección política.

En otras palabras: el mismo mercado de opiniones se ha convertido en un campo de batalla. Uno puede estar bien o mal situado, por lo que hay que tener precaución. Para orientarse en él existen señales luminosas con inscripciones como "Fascista. Prohibido el paso. ¡Peligro de muerte!"; "Machista. Peligro. Los hijos responden por sus padres"; "¡Atención! Trayecto peligroso. Eurocentrista. Logocentrista. Falocrático"; "¡Cuidado! Elitista"; "Biologismo. Firme deslizante”.





5 comentarios:

Flor de Ceibo dijo...

¡Muy bueno!

S.G dijo...

Cualquier parecido con nuestra realidad es pura coincidencia. Verdad?
Un abrazo

Desocupado mental en la era del blog dijo...

Che, ¿de dónde sacaste que "paseaperros", "trapitos", "chorros" y "prostitutas" es lo que más ha crecido en estos años de gobierno K?

Lo leí en el blog "Todos gronchos", donde se regodean bardeando a Zaffaroni sin discutir ninguno de sus textos.

Te lo pregunto porque a mí realmente me interesa debatir. Lo que leo ahí es pura fruta y sentido común, con algunos comentarios piolas.

Uno puede adherir o no a las ideas de Zaffaroni, pero el tipo no es ningún gil. ¿O acaso vos leíste textos de él que te han parecido malos?

Saludos

Occam dijo...

Desocupado mental: Supongo que ese tipo de planteos debe usted realizarlos en los comentarios del post de "Todos Gronchos", que es el lugar en donde se planteó el debate el que usted alude.

He leído a Zaffaroni, sí, y me ha parecido desde siempre un autor creativo. No riguroso ni sólido en materia de Derecho penal, en la cual no le llega ni a los talones a su contemporáneo Sancinetti, por ejemplo. Pero sí en los aspectos especulativos del pensamiento, hasta en la desmesura de muchos de sus planteos, debe ser sin dudas rescatado, aplicando la misma regla que E.M. Cioran empleara para recordar a Joseph De Maistre: la moderación y el tono prudente se reservan a las relaciones personales, mientras que en la arbitrariedad omnipotente del pensamiento solitario, rige la libertad con el capricho, la imponderación, la desproporción, la parcialidad, la exorbitancia, del látigo. Así, como un pensador desmesurado, especulativo, artísticamente creativo, debe ser sin dudas apreciado y valorado nuestro buen Eugenio. También, por haber iluminado a la caterva de ignorantes y cholulos que lo siguen por moda y afinidad ideológicas, aunque no le entiendan un pomo, al incorporar a la bibliografía y discusión a enormes juristas que esa misma tara ideológica había censurado de su conocimiento por estas playas marginales. Se me ocurre Carl Schmitt, por ejemplo.

Ahora bien, no recuerdo que mi intervención en TG condujera a adherir a ninguna idea, ni a favor ni en contra, de su investidura en la máxima judicatura de la Nación. Recuerdo sí haber escrito acerca de cuestiones culturales y sociológicas vinculadas con la Argentina y que tienen una fuerte raigambre histórica, y que se han visto en la última década exponencialmente incrementadas, al punto que el mismo Poder Ejecutivo Nacional las ha detectado y puesto de relieve a través de la trivial medida referida al rubro 59.

El "Facho" Martel dijo...

Excelente el posteo Occam. Me gustaría aclarar a SG que no hay coincidencia caprichosa en la semejanza, por supuesto que esa es nuestra realidad. Pero no se ilusione SG, porque la democracia en formato radical (con su disfraz de "lobo suelto cordero atado") ha sido mucho más déspota que la actual ó incluso que el modelo neoliberal de los 90's.
Saludos.