lunes, 6 de octubre de 2008

Efemérides y homenaje


Éste, en verdad, fue hombre excepcional y grande, como debía esperarse de quien tenía el alma imbuida en los discursos filosóficos a los que se esforzaba en ajustar todas sus obras. No hay género alguno de virtud en que Juliano no nos dejara notables ejemplos.

Montaigne, De la libertad de conciencia.


Un día 5 de octubre como ayer, hace 1.647 años, ascendía a la cima del Imperio Romano Flavio Claudio Juliano (331-363), conocido como Juliano Augusto y, a partir de la persistente y malintencionada propaganda de los apólogos cristianos, como Juliano El Apóstata. En verdad, es difícil sostener la apostasía en referencia a una religión exótica, proveniente de los confines más marginales del Imperio y propagada por la prédica –bastante confusa y contradictoria al principio, por la defectuosa tradición oral- de gente perteneciente a las clases más bajas e ignorantes de la sociedad de la época: menesterosos, prostitutas, servidumbre del más bajo nivel social, etc., tal como dejara de manifiesto el filósofo griego Celso en su Discurso Verdadero en el siglo II, y que conociéramos a través de la refutación que del mismo hiciera Orígenes en el Contra Celso (ISBN 84-7914-240-5, en donde afortunadamente para nosotros se toma el trabajo de transcribir porciones vastas de la obra atacada):

"Hay una raza nueva de hombres, nacidos ayer, sin patria ni tradiciones, unidos contra todas las instituciones religiosas y civiles, perseguidos por la justicia, universalmente marcados de infamia, pero que se glorían de la execración común".

"Vemos, efectivamente, en las casas privadas a cardadores, zapateros y bataneros, a la gente, en fin, más inculta y rústica, que delante de los señores de casa, hombres provectos y discretos, no se atreven a abrir la boca; pero apenas toman aparte a los niños, y con ellos a ciertas mujercillas sin seso, ¡hay que ver la de cosas maravillosas que sueltan!" (III,55).

Ante la afirmación cristiana: "Dios fue enviado a los pecadores" (cf. III,62; Mt 9,11-13), Celso reacciona: "Pues qué, ¿no fue enviado a los sin pecado? ¿Qué mal es no haber pecado?" (III,62; cf. III,49; III,64); y "¿Qué mal hay en ser instruido y prudente?" (III,49). "Entre los cristianos se dan órdenes como ésta: Nadie que sea instruido se nos acerque […] No, si alguno es ignorante, insensato, inculto o tonto, venga con toda confianza. Ahora bien, al confesar que tienen por dignos de su Dios a gente de este tipo, bien claramente manifiestan que no quieren ni pueden persuadir más que a necios, plebeyos, estúpidos, esclavos, mujerzuelas y chiquillos" (III,44).

El propio Orígenes no niega la existencia de este tipo de discurso entre los cristianos, pero dice que se trata de muy pocos, que se creen cristianos, pero que están al margen de la enseñanza de Jesús, no se trata de los más instruidos, sino de los más ignorantes (cf. III,44). Pero hay que recordar que Orígenes transmite la situación eclesial de unos 70 años después de la redacción del Discurso verídico, cuando el cristianismo por su imposición política se había elevado y adquirido ribetes más pulidos y racionales.

Orígenes.

Finalmente, en torno a este asunto, Celso demuestra un optimismo en la inteligencia humana rayano con la ingenuidad: "Ningún hombre prudente creerá en esa doctrina [cristiana], retraído por la muchedumbre misma de los que la abrazan" (III,73).

En la Rev. Teología y Vida, Santiago de Chile, 2004 (ISSN 0049-3449), vol. 45, el decano y profesor de la Fac. de Teología de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Padre Samuel Fernández, nos da una idea bastante acabada del contexto en que se desenvolvía el cristianismo por esa época:

“Las críticas de Celso van contra los cristianos que él ha conocido: posiblemente predicadores ambulantes casi sin preparación. Un detalle de los Hechos nos ilustra algo de esta situación: "Apolo comenzó a hablar con valentía en la sinagoga. Al oírle Aquila y Priscila, le tomaron consigo y le expusieron más exactamente el Camino" (Hech 18,26). Tal como Apolo que, con mucha valentía pero poquísima preparación, se largó a predicar, podemos imaginar una proliferación de predicadores que proclamaban por doquier un cristianismo muy poco reflexionado, con todo el riesgo que ello implicaba”.

Padre Samuel Fernández.

Obviamente, las críticas de Celso hacia el cristianismo como manifestación de la Verdad y como teología piadosa no se limitan a esa consideración superficial, sino que profundizan en cuestiones más trascendentes:

“¿Acaso porque los profetas predijeron que el Gran Dios debía ser esclavo, sufrir y morir, tenía Dios que ser esclavo, sufrir y morir, sólo porque estaba predicho; para que una vez muerto se creyera que era Dios? Pero los profetas no pueden predecir eso, puesto que es malo e impío. Luego, no hay que examinar si está predicho o no está predicho, sino si la obra es digna de Dios y buena”. (VII, 14)

O en este otro pasaje, respecto del mito de la resurrección:

"Cuando [Jesús] podía presentar una prueba de fe tan fuerte como su resurrección de entre los muertos, se dejó ver a escondidas y de pasada sólo por una mujerzuela y por sus propios cofrades […] Ajusticiado fue visto por todos, pero resucitado sólo por unos pocos" (II,70).

Nos dice al respecto nuevamente Samuel Fernández (op. cit.): Celso objeta también el hecho que Jesús se apareció de modo tan poco claro: "como una sombra" (III,22). ¿Por qué no se apareció resucitado a todos? "Si Jesús quería mostrar su poder divino, debiera haberse mostrado a los que lo insultaron, al juez que lo condenó y a todo el mundo en absoluto" (II,63, cf. II,67). Para Celso, una verdadera prueba para la fe habría sido aparecerse resucitado a los fariseos, a Pilato y a todos. Porfirio, más tarde, agregará "al Senado romano" (cf. Contra los cristianos, fr. 64).

Por otra parte, Celso insiste que la resurrección de Jesús no tiene ninguna diferencia con la de Asclepio, Dionisio, Heracles y otros (cf. III,42; II,55), e incluso la de Asclepio es superior: "Una gran multitud de hombres, griegos y bárbaros, confiesan que han visto [a Asclepio] muchas veces y aún ahora lo ven, no como un fantasma, sino a él mismo sanando, haciendo beneficios y prediciendo el futuro" (III,24).

Asclepio, hijo de Apolo, también mortal, resucitado y sanador.

El Discurso verídico acusa a los cristianos de rechazar la sabiduría y optar por una fe sin apoyo racional. Celso transmite varias sentencias que, según él, repiten los cristianos: "No investigues, sino cree” "Tu fe te ha salvado"; "Mala cosa es la sabiduría de este mundo; pero buena es la necedad" (cf. I,9); "¡que nadie se dedique a la ciencia!" (III,75); "Cree si quieres salvarte, o márchate" (VI,11). Y recurre incluso a la famosa frase de la Carta a los Corintios del apóstol Pablo: “La sabiduría de este mundo es necedad”.

"Si unos –refiriéndose a los cristianos– proclaman a uno y otros a otros, y todos tienen a la mano como un santo y seña: "Cree si quieres salvarte, o márchate" qué harán los que de veras quieren salvarse? ¿Tendrán que tirar los dados al aire para adivinar adónde hayan de volverse y a quién adherirse? (VI,11).

"Los judíos […] compusieron la leyenda más absurda y sin gracia de cierto hombre plasmado por las manos de Dios e insuflado; de una mujer sacada del costado [del hombre]; de unos mandatos de Dios; y de una serpiente que se habría opuesto a ellos, y de la serpiente que habría podido más que los mandatos de Dios. Un mito de viejas, en que presentan, con la mayor impiedad, a Dios ya desde el principio como un impotente, incapaz de convencer ni a un hombre solo, al que acababa de plasmar" (IV,36).

Según Celso, como Moisés no sabía nada de la naturaleza del mundo, sólo compuso tonteras (cf. VI,49-50), pues, es muy necio que la creación se distribuya en seis días: "¿qué días podía haber cuando no se había creado aún el cielo, ni estaba asentada la tierra, ni el sol giraba en torno a ella?" (VI,60), y que después de los seis días Dios quedara cansado y necesitara descansar (cf. VI,61).

"Los más moderados entre judíos y cristianos tratan de explicar todo esto alegóricamente, avergonzados de tales historias, buscando refugio en la alegoría […] Pero hay cosas que no admiten alegoría, sino que son cuentos simplemente tontísimos" (IV,48.50; cf. I,27; IV,51).

Sin embargo, la crítica más profunda y eficaz al cristianismo, de parte de Celso, es formulada respecto de su pretensión de universalidad, siendo paralelamente una revelación histórica. Así, compara a los cristianos, y sus frecuentes concilios “ecuménicos”: "un grupo de murciélagos, o a hormigas que salen de su nido, o a ranas que celebran sus sesiones al borde de una charca, o a gusanos que allá en un rincón de un barrizal tienen sus asambleas y se ponen a discutir quiénes de ellos son los más pecadores y discursean así: `A nosotros Dios nos revela y anuncia todo de antemano, y, abandonando todo el cosmos y el curso del cielo, y despreciando la tierra inmensa, con nosotros solos conversa, y a nosotros solos nos manda sus mensajeros, y nunca deja de mandarlos y buscar modos para que gocemos eternamente de su convivencia. Existe Dios, y después de Él venimos nosotros que fuimos hechos por Él, semejantes en todo a Dios. Todo nos está sometido: la tierra, el agua, el aire, las estrellas; todo es por causa nuestra y [todo] está ordenado a nuestro servicio” (IV,23). Reflexión que comporta asimismo una severa crítica al antropocentrismo más vulgar, como queda de manifiesto en lo siguiente: Las cosas suceden en función del bien del todo, y no en función del hombre (cf. IV,69); Dios se preocupa de los hombres tanto como de las moscas y de las hormigas (cf. IV,75-77), e incluso se pregunta: ¿No habremos sido hechos nosotros en función de los animales? (cf. IV,78-88). Finalmente declara: El universo no fue hecho para el hombre ni para los animales, sino para el bien del todo (cf. IV,99; VIII,21).

Constancio Cloro, abuelo de Juliano y fundador de la dinastía de los segundos Flavios.

Esa pretensión de exclusividad en la posesión de la verdad revelada, que conducía inexorablemente a una drástica intolerancia y a las persecuciones y muertes de paganos (e incluso en gran medida, de cristianos entre sí, en las recurrentes querellas entre sectas de monofisitas vs. unitarios, de arrianos vs. atanasianos, del filioque, etc.), y de allí a una guerra civil latente pero permanente, adquirió mayor patencia dos siglos después de Celso, cuando el cristianismo finalmente se impuso con el ascenso al Trono del Mundo del bastardo de Constancio Cloro, Constantino I llamado El Grande, tío de Juliano e hijo de Elena (luego canonizada, que cumplía bastante bien con la caracterización primitiva efectuada por Celso).

Constantino I.

A propósito de la coyuntura material y espiritual que caracterizó a la decadencia del Imperio Romano al momento en que Juliano hace su aparición, José García Blanco, en la Introducción a los Discursos I-V (Gredos, Madrid, 1979) consigna: Decadencia del pensamiento filosófico, del espíritu creador, una retórica preciosista y alejada de los problemas reales, la religión tradicional olvidada o confundida y mezclada con el más abigarrado mosaico de creencias de todo tipo desde el misticismo a la superstición, la nueva religión (el cristianismo) luchando fanáticamente por imponerse y, a su vez, dividida por diferentes herejías en una lucha que a menudo es a muerte, una guerra civil casi constante en la primera mitad del siglo con breves períodos de tregua, y la amenaza de los bárbaros por todo el norte del imperio y de los renacidos persas por la parte oriental, cuando no su silencioso pero continuo penetrar bajo bandera de aliados, en fin, la escisión ideológica y política entre Oriente y Occidente cuyo símbolo es la fundación de Constantinopla, marcan este siglo. [Pág. 9]

Sugestivas palabras, ciertamente. Resulta imperioso aclarar que el párrafo se refiere al siglo IV después de Cristo y no a los tiempos presentes…

El asesinato de Juliano el 26 de junio de 363, cuando había gobernado tan sólo 20 meses, en medio de una escaramuza contra los partos, perpetuada a traición por soldados romanos de confesión cristiana, pone fin a la auténtica novedad que podría haber salvado al mundo antiguo de su decadencia terminal, y precipita el dominio más brutal de la religión asiática, de la mano de las prohibiciones, saqueos de templos y persecuciones mortales que se hacen cada vez más agudos a partir de los principados de Valente y, sobre todo, de Teodosio, también llamado, precisamente por eso, El Grande.

El último llamado a la tolerancia, en tono muy prudente y respetuoso (poniendo en juego su vida, en el ámbito de una Curia donde siempre reinó la mayor libertad de opinión) lo produjo desesperadamente Quinto Aurelio Símaco en 384, ante Teodosio y el Senado Romano, a propósito del pedido de restitución a ese ámbito del Altar de la Victoria, emblema de la religión de la Roma esplendorosa del pasado, en estos términos (Relaciones III):

Reclamamos el estatuto religioso que durante largo tiempo fue beneficioso para la República. Sin duda se pueden contar emperadores de ambas religiones, de una y otra opinión: unos anteriores han practicado las ceremonias de los antepasados y otros posteriores no las han suprimido. Si no os sirve de ejemplo la práctica religiosa de los antiguos, os sirva al menos la tolerancia de los modernos. (n. 3)

Todo lo que los hombres adoran es justo que sea considerado un solo y mismo ser. Todos vemos los mismos astros, el cielo es común, nos envuelve el mismo mundo. ¿Qué importa la forma con que cada uno busca la verdad? No puede haber un solo camino para acceder a tan gran misterio. (n. 10)

Teodosio.

En fin, obviamente, Teodosio no atendió a la petición, a instancias de Ambrosio, Obispo de Milán, que empero, por cuestiones de parentesco con Símaco, evitó que lo mataran por este atrevimiento.

Pero este post está dedicado a Juliano, y quiero transcribir a propósito algunos fragmentos que señalan una semblanza, del citado García Blanco (loc. cit.):

Hombre de su tiempo, perfectamente lúcido y consciente de lo que está en juego, su lucha va a convertirse, a lo largo de la historia, en ejemplo de los que no están dispuestos a sacrificar al mundo antiguo al nuevo dios. Apóstata para los cristianos, piadoso para los paganos, inmerso al fin en esa lucha decisiva de su época, su perfil está profundamente influido por las dos corrientes en conflicto, tanto que Piganiol ha podido decir que más que muchos padres de la Iglesia contemporánea, Juliano merece ser considerado un santo.

[…] Primero cristiano, después pagano, su conservadurismo religioso se hace revolucionario al adoptar para el paganismo las formas benéficas del cristianismo, al pedir el ejemplo de vida a sus sacerdotes y al intentar erigir una iglesia pagana; su conservadurismo político, al intentar volver a una especie de federación de ciudades, al querer enlazar con las formas republicanas y al rechazar el título de “dominus”, es también revolucionario, porque Juliano no intenta conservar lo que es, sino resucitar lo que fue –que a menudo era mucho mejor que lo que su tiempo le ofrecía– con un nuevo estilo, y, sin reparar en los riesgos de su anacrónica idealización del pasado y en la irreversible distancia entre los condicionamientos políticos de su tiempo y los modelos del viejo helenismo, se lanza a la aventura de una restauración quimérica.

Los pensadores, aun aquéllos que se manifiestan a través de la más depurada abstracción, tienen la referencia mental de seres extraordinarios a la hora de tomar la pluma. Si se dice que Maquiavelo escribió El Príncipe pensando en César Borgia, puede sugerirse que Nietzsche dedicó una no casual evocación a Juliano al perfilar su Superhombre.

Comparado con Cayo Julio César en lo militar por su talento, audacia y capacidad estratégica (jamás perdió una batalla), espléndido filósofo de singular memoria, escritor incansable y extraordinariamente prolífico, asumió el Trono del Mundo a los 30 años, y dejó la vida a los 32. Para cerrar este homenaje y evocación, y como una forma de ejemplificar su superioridad frente a los modelos dirigenciales de los tiempos presentes, dejaré unas líneas referidas a su frenética acción de gobierno (Discursos, op. cit., pág. 41 y ss.).

Nada más instalarse en Constatinopla, Juliano se dispone a aplicar al gobierno del imperio sus propias ideas en medio de una actividad febril –tónica constante de su vida–, lo que provoca un auténtico torrente de reformas. Una de las que primero emprendió fue la reforma de la corte, cuya pompa asiática había ido creciendo bajo Constantino y Constancio. La austeridad de Juliano hizo desaparecer de un plumazo a una larga serie de inútiles personajes, reduciendo el número de sus servidores a un mínimo indispensable. Al tiempo, Juliano desecha el riguroso ceremonial anterior y, deseoso de emular los hábitos de Marco Aurelio, se le ve marchar el 1 de enero de 362 mezclado a la multitud para asistir a las ceremonias de los nuevos cónsules Mamertito y Nievita, o asistir repetidamente a las sesiones ordinarias del senado de Constantinopla oyendo o interviniendo como un senador más. Juliano quiere volver a las antiguas formas republicanas y rechaza el, según él, bárbaro título de dominus. Aunque es cierto que a Juliano le gustaba el elogio popular, no sería justo poner en duda la sinceridad, a menudo ingenua desde luego, de sus ideales políticos.

En el Misopogon Juliano rehúsa el título y le molesta e indigna escucharlo, admitiendo sólo la soberanía de las leyes. Juliano se da perfecta cuenta de que muchos preferirían no tener esta libertad a cambio de no estar sometidos al rigor de la justicia (importaba una suerte de fueros, de inexorabilidad e irrevisabilidad de la conducta del emperador). La misma crítica de la autocracia y el mismo deseo de establecer el reino de la justicia recorren de un extremo al otro la Carta a Temistio.

La corte sufrió una transformación radical porque, tras la depuración efectuada, Juliano comenzó a llamar a su lado a todos aquellos hombres que descollaban por sus conocimientos y honradez en su sincero deseo de que le sirvieran de consejeros.

Está claro que no hubo distinción entre paganos y cristianos, pues, de entre éstos, mantuvo con él al médico Cesáreo, hermano de Gregorio de Nacianzo, y llamó a Aecio e incluso, probablemente, a Basilio de Cesarea. Como prueba de su imparcialidad, Juliano decretó una amnistía para todos los exiliados por motivos religiosos proclamando una tolerancia total.

El paganismo que el emperador comenzó a practicar abiertamente había sido duramente perseguido ya a partir de Constantino, y la cantidad de expoliaciones de templos y santuarios, cuyos materiales habían sido empleados en otras construcciones, fue bastante grande. Para hacer efectiva la libertad del politeísmo, Juliano tuvo que exigir la devolución de todo lo que había sido sustraído a sus antiguos dueños o una indemnización equivalente, porque el Estado no estaba en condiciones de sufragar el gran número de construcciones que se necesitaban. Estas medidas provocaron los primeros conflictos serios, al negarse bastantes cristianos a estas devoluciones…

Ordenó también que las propiedades públicas confiscadas o usurpadas fueran restituidas a las ciudades, perdonando, en ciertos casos, a algunas el pago de impuestos atrasados para aliviar su situación. También favoreció a los municipios el mayor control que Juliano impuso en la utilización de la posta pública, pues su uso abusivo traía consigo el mal estado de los caminos y estaciones cuyo arreglo corría a cargo de las curias correspondientes. El emperador empezó, una vez más, por dar ejemplo, limitando el número de sus mensajeros a diecisiete y retirando a los funcionarios la facultad de conceder permisos para su utilización, y al clero cristiano el derecho de que venía disfrutando de viajar con cargo al Estado.

En materia de justicia Juliano se esforzó por agilizar su aplicación, al tiempo que restauraba ciertas leyes tradicionales frente a las innovaciones de sus predecesores. Su afición a otorgar él mismo justicia es objeto de las burlas de Gregorio de Nacianzo (cristiano) y de encendidas alabanzas de parte de Amiano.

En cuanto al ejército, empezó por conseguir que el soldado recibiese su paga regularmente y en efectivo, no en especies, y con su propio ejemplo intentó fortalecer por todos los procedimientos la disciplina y dureza del soldado, evitando una larga ociosidad.

20 comentarios:

Destouches dijo...

Lógicamente son justos la admiración y el homenaje hacia este singular hombre, cuya importancia ha sido sistemática y sugestivamente silenciada por la historia posterior. En algún post anterior, usted mencionó la novela de Gore Vidal, llamada precisamente "Juliano el Apóstata" (en la versión castellana; simplemente "Julian", en la inglesa), y no quiero dejar de recomendar a todos que la lean porque es sencillamente magnífica. También pueden consultarse, sobre esta historia del conflicto entre el Cristianismo primitivo (es importante no confundir con el catolicismo posterior -en especial, durante el período renacentista-, que es el resultado de un gran sincretismo entre cristianismo y mundo europeo antiguo) y la civilización antigua, los libros de Louis Rougier (llamado justamente "El conflicto del cristianismo primitivo con la civilización antigua") y de Johnatan Kirsch ("Dios contra los dioses"). En particular, puede decirse que la desafortunada muerte de Juliano supone la clausura irreversible del período más extenso de tolerancia religiosa que ha conocido la humanidad (además de la irreparable decadencia de la civilización romana, como ha demostrado Gibbon), lo cual no es poca cosa .

Occam dijo...

Destouches: Veo que usted es un hombre empapado en el asunto. Efectivamente, el libro de Gore Vidal que señala es uno de mis predilectos, como también puede consultarlo de mi perfil. A partir de su lectura, es que he profundizado más sobre la querella que existió entre la tolerancia pagana y las miserias del cristianismo primitivo.

En cuanto a la distinción que usted formula a continuación, sólo puedo apuntar que la misma coincide con la famosa frase de Salvador Dalí, cuando se calificaba de "católico pero no cristiano", y más adelante de "católico, por lo tanto, no cristiano", para terminar, en sus famosos "A favor" y "En contra", por postularse a favor del catolicismo y en contra del cristianismo. Tampoco esa conceptualización define a todo el catolicismo, sino a su corriente vitalista, que estuvo siempre al borde de la incorrección, si no de la herejía y la excomunión lisa y llana, y que encarnan San Francisco de Asís, Guillermo de Occam, Duns Scotto, Alejandro VII y su hijo; y modernamente, tipos como Chesterton.

Nietzsche había puesto de resalto la evolución del cristianismo hacia el catolicismo que originó el Renacimiento; como también su posterior involución, a partir del surgimiento de los protestantismos de corte veterotestamentario y su reacción católica, que fue la Contrarreforma.

En cuanto a la bibliografía que usted aporta, no puedo más que agradecerla, y abocarme de ahora en más en su procura.

Mis más cordiales saludos.

piscuiza dijo...

Juliano, Cayo Julio, Orígenes?
Oiga no podía poner una efémerides tipo: "Día del Encargado de edificios" o "Hace quichicientos años el Chango Cárdenas hacía su famoso gol?
Felicitaciones por su faraónica tarea.
Saludos

Victor dijo...

Estimadísimo: esta vez lo si, lo leí en el monitor, sin print. Interesante artículo. Juliano el Apóstata me hace acordar a un cura de mi colegio, que casualmente, no lo evocaba con reconocimiento.

Saludos

Gabriela dijo...

fa!!
y yo que ando tratando de convecer a mi chico menor de que la teoria darwiniana es una cosa y la teoria religiosa es otra...

si le doy a leer esto no sè si lo convenzo para que me tome la comuniòn.

Segùn él no va a ir a un lugar a escuchar cosas que hasta el momento sospecha que son mentiras porque Darwin dice otra cosa, si tras cartòn le agrego a los romanos vamos peor en la toma de la decisión.


siempre un gusto leerlo!
saludos.

Destouches dijo...

Occam:

Coincido con su comentario. Creo que se refiere a Alejandro VI, Borgia. En esa misma línea de Papas, también podría mencionarse a Julio II, Rovere, el "papa guerrero", político y militar notable y, además, amante y mecenas de las artes. De hecho, fue quien mandó construir la imponente Basílica de San Pedro.

Entre efemérides y efemérides, creo que se le pasó publicar algo sobre el fundador del Movimiento Nacional Justicialista el día de su nacimiento.

Occam dijo...

Piscuiza: Muchas gracias por su reconocimiento. Es verdad, es una efemérides bastante extraña. Pasa que yo mismo me extrañé de ver que, a 16 siglos y varias monedas, estamos más o menos en los mismos lugares, en flagrante contradicción con el optimismo del progreso indefinido tantas veces pregonado.

Por eso, aunque lejana, aunque algo extraña, esta efemérides se nos acerca sombríamente. Como dije, estoy pasando por una etapa en la que cada vez se me dibuja más preciso el concepto del eterno retorno.

Mis cordiales saludos.

Occam dijo...

Víctor: Me alegro de que haya podido vencer esa barrera, que confieso que yo mismo tengo, ante los textos extensos en la PC, que me obliga a imprimir casi todo para poder leer sobre el papel.

Hubiera sido llamativo que alguien vinculado a la cristiandad militante reconociera algún mérito a Juliano, aunque con ello demuestra ese alguien una cerrazón mental y un odio enconado impropio de lo que predica, puesto que el emperador del caso fue, objetivamente, un hombre con demasiadas virtudes, principiando por algunas que los cristianos invocan para sí y no profesan.

En cuanto a las diversas leyendas que se han tejido para desprestigiarlo, el paroxismo llega en la Edad Media, con algunas muy graciosas, que hacen ver a Juliano como la encarnación de Lucifer bajado al mundo, o como un vampiro que succionaba la sangre de los mártires, etc. Voy a buscar en un libro que tengo en casa al respecto, porque es bastante gracioso por lo absurdo, máxime teniendo en cuenta que Juliano NUNCA persiguió a los cristianos.

Parece que les molestara sobre todo eso, que les sacara el argumento de autoridad con el que construyeron su propaganda, que siempre fue el martirologio (como ha ocurrido con otras facciones o grupos humanos hasta el presente, hay que reconocerlo).

Muchas gracias por pasar y detenerse. Un abrazo.

Occam dijo...

Gabriela: Qué decirle. La verdad, considerándome un hombre religioso, no puedo entender todavía esa absurda discusión que ya lleva más de un siglo, y menos aún, la agresiva ofensa que para un dogma conlleva un descubrimiento científico. Siempre desde la fe hasta eso se puede compatibilizar. Como decía Dolina, bien puede postularse que Dios creó al mundo, a las plantas, los animales, Adán y Eva y que paralelamente plantó en la tierra un montón de fósiles para que los humanos pensaran que la Tierra tenía 4.500 millones de años de antigüedad, en lugar de los 6.000 añitos que se desprenden de las Escrituras. O sea, que en esta cuestión de la fe, siempre habrá tela para cortar y no perder clientela.

Mi más cordial saludo.

Occam dijo...

Destouches: Tiene razón sobre el fallido. Obviamente, me refería al Papa Alejandro 6to. (que fue además un prolífico papá).

Sobre el otro tema, creo que ya he ocupado bastantes palabras en Perón en otras ocasiones, máxime cuando su nacimiento todavía es cuestión de controversias. Igualmente, gracia por recordarlo. La liturgia peronista tiene demasiados días en el santoral como para hacerme cargo de cada uno de ellos.

Un abrazo.

Victor dijo...

Estimado Occam, es cierto. Pero no es tan raro encontrar a cristianos que tengan el zoom mas abierto el el típico "cura de colegio" , inclusive en esos ámbitos se encuentran excepciones muy agradables.

Veo que te interesan banderas alternativas federales. Acá hay algunas interesantes, en la barra lateral.

http://puntopau.blogspot.com/

Saludos

Occam dijo...

Estimado Víctor: Gracias por la recomendación. En verdad, la óptica de ese blog coincide, al respecto, bastante con la mía propia, en lo relativo a la necesidad de superación de los mezquinos Estados nacionales hacia una integración política y espiritual más fiel a nuestra historia y tradiciones, y más viable también por cierto.

En cuanto al tema de las banderas, el mismo es uno de los que más me apasionan, con lo que próximamente los aburriré con las curiosidades que al respecto ha habido en abundancia en la vexilografía argentina y sudamericana.

Mi cordial saludo.

Mensajero dijo...

Muy oportuna efemérides para su serie sobre el Imperio como idea.
Recordando sus comentarios sobre la circularidad de los procesos históricos, leyendo ahora su referencia al eterno retorno, y asociando la misma con la imagen de NIetzche, aprovecho para introducir una hipótesis paralela:
Conocerá tal vez la refutación que Jorge Luis Borges hace a la idea del eterno retorno que el filósofo alemán pone en boca de Zaratustra. Allí apela a la geometría de Cantor y a la segunda ley de termodinámiica (recientemente comentada para seguir con las asociaciones) para invalidar su posibilidad.
Claro que lo que él no acepta es que el universo se repita ("de nuevo nacerás de un vientre, de nuevo crecerá tu esqueleto, de nuevo arribará esta misma página a tus manos iguales"...) en cambio usted sugiere el retorno de procesos históricos.
Marx decía que se repiten como farsa; para Kung-Tse y para Lao-Tse son inevitables, son parte del Tao (movimiento, sentido); cuando yin alcanza su punto culminante se convierte en yang.
Pero usted no va tan lejos, no necesita apelar a arquetipos o a fuerzas cósmicas para fundamentar su hipótesis.
A mi me hizo acordar a la idea militar de "repliegue", tan facilmente transpolable a los procesos sociales.
Ponerse a resguardo, volver a lo conocido, buscar seguridad....ante el riesgo, ante el fracaso, ante la derrota, es el movimiento sensato.
Visto así, su idea deja de ser difusa y empieza a definirse.
Un gran saludo, dejo el link del bellísimo texto de Borges para aquel que no lo haya leído.

http://www.nietzscheana.com.ar/borges_ciclos.htm

Occam dijo...

Mensajero: Muchas gracias por su comentario. Por supuesto he leído esa refutación borgeana, y he atisbado la misma acotación, que es similar a la que se formula en la introducción de Kundera a La Insoportable Levedad del Ser. La idea nietzscheana corresponde a una concepción esférica de la Historia, donde en cualquier momento del presente se actualiza el pasado y se plantea el futuro. Me ha dado la idea sobre qué postear el día de hoy, así que lo espero en un rato nuevamente.
Un abrazo, y otra vez muchas gracias por su brillante comentario.

Destouches dijo...

Mensajero:

Su comentario es formidable. Yo también he leído y disfrutado ese ingenioso texto de Borges. Sin embargo, al igual que la sátira del Superhombre escrita por Bernard Shaw, no constituyen refutaciones serias de la doctrina nietzscheana y, más bien, atestiguan su incomprensión. Es probable empero que, dada la envergadura de los críticos en cuestión, no haya habido incomprensión sino ánimo de provocación, tan característico en ambos autores.
Nietzsche, como buen alemán, fue un hombre serio, profundo y apasionado (bastante a pesar de él mismo). Borges y Bernard Shaw cultivaron con maestría la ironía y superficialidad filosófica inglesas (el gusto por las paradojas es buen indicio de ello).
A mi juicio, ha sido Heidegger quien mejor ha sabido captar la compleja idea del eterno retorno nietzschena, en su obra titulada "Nietzsche". Algún día me voy a explayar sobre ella, pero -como bien apunta Occam- basta decir por ahora que ella no postula una repetición exacta e indefinida del pasado sino que más bien se emparenta con la idea de temporalidad heideggeriana, en el sentido de que el tiempo humano no es susceptible de ser compartimentado en pasado, presente y futuro. El hombre mismo es esta conjunción entre su historia (pasado) y su proyecto (futuro), es decir, su decurso vital actualiza el pasado (o lo repite, aunque bajo una diferente versión, pues tiene en miras un proyecto propio).

Occam dijo...

Clarísimo, Destouches, como es habitual. Naturalmente, su comentario se superpuso con la última publicación de este blog, que trata precisamente esa cuestión.
Un abrazo.

piscuiza dijo...

Gabriela, mi hijo hace poco me preguntó si el día del padre era para acordarnos de Adán. Para mi que este chico tiene un matete con la versión bíblica de la creación.
Pero ud le cuenta que las ostias con dulce de leche quedan de rechupete y va a ver las ganas de tomar la comunión que le dan!
Occam, perdón por usarle el blog para intercambiar con Gabriela.
Saludos

Occam dijo...

Para nada, Piscuiza. Para eso estamos. Si no departen entre los comentaristas, sino sólo con el autor, es muy aburrido. Además, hay que hacer lo que sea para que el chico comulgue...
Un cordial saludo.

pau dijo...

Juliano es mi emperador romano predilecto, por lejos! Una de mis ucronías preferidas es la de lo que hubiera pasado si Juliano no se moría esa vez!! con todo su genio y su locura, el mundo hubiera sido otro!!
S2

Occam dijo...

Pau:
Coincidimos otra vez. Me alegro por ello.
Un cordial saludo