“...ya sabía la acción de Obligado, de todos los interventores habrán visto por este echantillon que los argentinos no son empanadas que se comen sin más trabajo que el abrir la boca...”
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¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a la soberanía de nuestra Patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que recorre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!
Proclama del General Lucio N. Mansilla al ordenar la defensa en Vuelta de Obligado.
Un Triunfo, aun en la derrota.
Recuerdo de chico haber escuchado de Alberto Merlo este triunfo, digno ejemplar del folklore surero, que conmemora la gesta del 20 de noviembre de 1845:
Introducción:
"los hermanos sean unidos
porque esa es la ley primera
tengan unión verdadera
en cualquier tiempo que sea
porque si entre ellos pelean
los devoran los de afuera"
Noventa buques mercantes
veinte de guerra, veinte de guerra
Vienen pechando arriba
las aguas nuestras, las aguas nuestras
Veinte de guerra vienen
con sus banderas, con sus banderas
La pucha con los ingleses
quién los pudiera, quién los pudiera
¡Que lo tiro a los gringos
una gran siete
navegar tantos mares
venirse al cuete,
que digo venirse al cuete!
A ver che Pascual Echagüe
gobernadores, gobernadores
Que no pasen los franceses
Paraná al norte, Paraná al norte
Angostura del quebracho
de aquí no pasan, de aquí no pasan
Pascual Echagüe los mide
Mansilla los mata, Mansilla los mata
¡Que lo tiro a los gringos
una gran siete
navegar tantos mares
venirse al cuete,
que digo venirse al cuete!
[Alfredo Zitarrosa]
Por iniciativa del historiador José María Rosa, finalmente plasmada en
General Lucio N. Mansilla. Un bravo de verdad. Seriamente herido en Obligado, apuró su recuperación para seguir hostigando al invasor desde la orilla y en sucesivos combates (San Nicolás, San Lorenzo) hasta derrotarlo definitivamente en Quebracho en junio de 1846.
Restablecida luego, la celebración del 20 de noviembre ha debido afrontar cierta discreción culposa, y las sucesivas autoridades han procurado que pasara lo más desapercibida que resultara posible. Cuestión que a estas alturas quizás resulte hasta fortuita, puesto que no se traslada, en este año, al lunes 24 para posibilitar el turismo de fin de semana largo, que es una forma de trivializar (como todo barniz utilitario) el recordatorio. Brissenden decía que las grandes obras de arte debían antes pasar al olvido que resultar sometidas al juicio y crítica de la mediocre turbamulta. Que era preferible la digna muerte y el olvido, a la vejada y mancillada permanencia.
Yo creo, como ha ocurrido con los antiguos dioses, que las grandes cosas deben salir en estos aciagos tiempos del primer plano, para pasar discretamente a esperar detrás del telón de la tragedia humana el resurgimiento de los buenos tiempos. No por que no merezcan el juicio y el aplauso de la audiencia, sino porque la audiencia no se las merece.
Uno de los pocos reconocimientos oficiales. Obviamente, también devaluado.
Gente que SÍ.
Creo que para la ocasión merece ser recordado, por su actitud patriótica, de cara a la unidad nacional, el Coronel Martiniano Chilavert, un empedernido opositor a Rosas, convencido unitario, que luchó junto a Juan Lavalle en numerosas oportunidades, y debió exiliarse en Montevideo luego de las consecuentes derrotas. Al enterarse de la gesta de Vuelta de Obligado, algo en su interior se modifica, y escribe al General federal uruguayo Manuel Oribe:
-En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido siempre el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen un religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá; ¡traidor! ¡traidor! ¡traidor!
-El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella.
Las palabras extractadas del primer párrafo no son ambiguas (como no lo eran los hombres en esos tiempos): Habla de “llevar contra él (nuestro país) las armas del extranjero”, puesto que, más allá de las necesidades coloniales de expansión que a mediados del siglo XIX urgían a las dos mayores potencias del orbe, Francia e Inglaterra, lo cierto es que las mismas fueron convocadas por los unitarios de Montevideo, por todos ésos que hoy atiborran nuestras calles y plazas en insólitos homenajes, y que son con justicia aquí calificados, otra vez sin ambages, de “traidores”.
Meses atrás, el General Paz (dueño de la avenida de circunvalación de Buenos Aires y de cientos de otras arterias, calles, plazas y monumentos en todo el país) había formalizado una alianza con el Paraguay que culminó con la declaración de guerra de esa provincia díscola (hasta 1853 ni Argentina ni casi nadie reconoció la independencia de la provincia) a
En fin, hablando de algodón, la creciente industria textil inglesa necesitaba de nuevos mercados, de los cuales extraer la materia prima y a los cuales luego vender los hilados manufacturados, en el inicio de una relación de dependencia centro/periferia que luego sería estructural e inexorable. Hacia el Paraguay y la anárquica y sojuzgada provincia de Corrientes, iba destinado un gigantesco convoy anglo-francés de mercancías y pertrechos para facilitar la nueva guerra fratricida y fragmentadora del territorio argentino.
Martiniano Chilavert se integra de manera definitiva al servicio de
La visión de la prensa extranjera de la época.
Mientras la prensa escrita por los unitarios en Montevideo está muy eufórica por la intervención armada extranjera contra su propia patria, el periodismo de América defiende la posición argentina y su caudillo Juan Manuel de Rosas: “New York Sun” (NY-EE.UU.): “Nos complacemos en ver que nuestro encargado de negocios ha protestado contra la injustificable intervención en los negocios domésticos de una república americana; y nos es grato ver al gobierno argentino firme en su determinación de defender la integridad de la unión... nuestra confianza en el General Rosas y en su administración no nos deja qué temer a ese respecto”.
“O Brazil” (Río de Janeiro-Brasil): “El cañón europeo va a decidir en el Río de
El “New York Herald” (NY-EE.UU.): “Esta injusta intervención revela el deseo de introducirse en el hemisferio occidental y mantenerse en actitud de aprovecharse de cualquier punto débil que les quede a mano. El General Rosas se les opone heroicamente”.
“El Tiempo” (Santiago-Chile): “La degradación de los pueblos americanos... es el último resultado que producirá la intervención europea en los asuntos internacionales de América... una reprobación unánime debe desacreditarla y trabar su ejercicio”.
[Fuente: I.N.I.H.J.M.de R.]
Las consecuencias.
La guerra del Paraná librada por
2) Salutación y desagravio al pabellón argentino con 21 tiros de cañón.
3) Reconocimiento incondicional de todos los derechos soberanos argentinos sin excluir el de reglar la libre navegación de los ríos Paraná y Uruguay.
4) Devolución, íntegramente y reparada, de la flota de
12 comentarios:
¿Qué más se puede agregar a este verdadero acto de docencia? Sencillamente excelente. Es necesario que los argentinos aprendamos de la historia. Feliz día de la soberanía para todos.
Muchas gracias, Destouches, por su comentario, y muy feliz día por cierto.
Mis más cordiales saludos.
Me sumo a la celebración.
Es extraño cel funcionamiento de la memoria; como algo completamente olvidado puede reaparecer en un instante. Como si todo estuviese guardado pero se borraran lo íconos de acceso hasta que un detalle conecta con el recuerdo.
Me refiero a los versos que publicó. También los escuchaba de chico, aunque no se si en la misma versión que usted, Saludos.
Mensajero:
Quiere decir que nuestro aparente cosmopolitismo de desarraigados argentinos sin futuro y sin motivo, como por inercia y a la bartola, puede tratarse de un espejismo, de una maquinación más para distanciarnos de nosotros mismos. En el fondo de nuestra memoria (sobre todo, afectiva), o sea de nuestra alma, muchos compartimos un acervo común, aunque no todos hayamos escuchado la misma versión... Brillante apreciación (y muy feliz por cierto).
Mi más cordial saludo.
Para serle franco, no creo que la identidad se defina por la narrativa, e identificar la soberanía nacional con el gobierno de Rosas es algo con lo que no estoy de acuerdo. Pero “identidad”, “soberanía nacional”, etc., son sólo palabras que cualquiera puede hacer suyas. Yo se las regalo a todo el mundo para que se las adueñe. En los hechos, somos muchas argentinas, y yo me he comprometido a no tener problemas con quienes no procuran imponerme su idea de país. Que se la impongan a sí mismos y a nadie más, y estoy en paz con ellos mientras yo y los míos tenemos y vivimos nuestra propia idea de país. Esta realidad de que Argentina es varias naciones y varias ideas de país me obsesiona particularmente y de lo cual estoy ultraconvencido. ¡Saludos!
"...y es algo de lo cual estoy ultraconvencido", quise poner.
Claude: En ningún momento (supongo que se refiere al comentario que le hice a Mensajero) hablé de una relación intrínseca entre identidad nacional y Rosas, que, por lo demás, si me ha leído desde el principio, sabe usted que no comparto. Ya he dicho hasta el hartazgo que la Argentina moderna (y sus habitantes) tiene tanto que ver con la de los libros de historia como Italia a la antigua Roma, más o menos. Con ver los cuadros de Figari alcanza, si no, con leer las cartas de la época o ver cómo los hombres se comportaban entonces.
Nada de los hombres de esa primera mitad del siglo XIX conservamos. Ni su manera de hablar, ni de vestir, ni de pensar, ni de comportarse, ni de ver las cosas.
La Argentina es un país abrumado por corrientes tan masivas de inmigración que ocasionaron un proceso de aculturación/nueva creación cultural casi total. Señalaba Lezcano -y ya lo he escrito hace tiempo- que prácticamente cada chileno tiene un antepasado en 1810, mientras que casi ningún argentino de las metrópolis -con excepción de los criollos, claro está- tiene antepasados argentinos más allá de la tercera generación.
No se trata tanto de establecer parámetros de identidad arraigados en la historia como de encontrar vectores que permitan atisbar un destino coherente. Porque los países, mal que les pese a los individualistas, tienen un destino que sólo de vez en cuando, y a través de pocos hombres, y casi siempre de casualidad, alcanza a develarse a los ciudadanos.
Ahora bien, luego de esta larga enunciación, que supuse necesaria, debo decirle que tan sólo me manifesté sorprendido por encontrar un compatriota que tuviera en la memoria un tibio y recóndito recuerdo vestigial de la primera infancia similar al mío. Nada más.
Claude: Otra cosa, que no puedo dejar pasar, porque se trata de una cuestión medular del presente post. Precisamente, la soberanía nacional no se identifica con ningún gobierno, ni el de Rosas, ni el de Mitre, ni el del Virrey Sobremonte, ni el Galtieri ni el de Kirchner. Es un concepto permanente y superior al gobierno e incluso al Estado, del que no tengo mayor intención aquí de hacer docencia, y sólo me remito a lo que he escrito en estos últimos 6 meses.
Creo que el ejemplo de Martiniano Chilavert fue lo suficientemente explícito al respecto.
Claro que siempre estarán los malnacidos dispuestos a colaborar con el enemigo extranjero por cuestiones de camisetas partidarias o cualquier miserable excusa. Pero por ello mismo, tendrán para mí la invariable consideración de los traidores. Y creo que al respecto las citas extractadas son suficientemente elocuentes.
Mis saludos cordiales.
De traidores estamos llenos.
No hay que olvidarse de Manuel Quintana, por ejemplo.
De luchas fraticidas estamos hasta el cuello, el problema es consolidar la paz interior con una idiosincracia basada en la viveza criolla.
Saludos.
OliverX: Muchas gracias por su comentario. Acertada evocación al similar caso de Quintana, que ya hemos abordado, si bien de soslayo, algún tiempo atrás, a propósito de un comentario de Aquiles M.
Mis más cordiales saludos.
Tarde pero seguro. Extraordinaria clase de historia, Occam. Es difícil agregar algo más. Simplemente propongo que, ya que el 3 de febrero es una fecha machacada por todos lados (calles, partidos, etc.), la recordemos por un evento de mayor importancia y patriotismo que el que tácitamente cita usted. Después de todo, ese fue el día también de la batalla de San Lorenzo, que más bien fue una escaramuza, pero que simbólicamente significó mucho para la nación naciente.
Mis saludos
Ciertamente, Monsieur Sandoz, el Combate de San Lorenzo tuvo lugar en la misma fecha, 39 años antes, en el paraje que hoy ocupa la localidad homónima, al Norte de la ciudad de Rosario. Si bien, efectivamente, no se trató de mucho más que una escaramuza, en el mismo hubo oportunidad de apreciar la valía del soldado argentino, su honor y su coraje, en varios episodios que luego inmortalizó la historia. Un García Hamilton intentaría demostrar que la historia ha exagerado, y que las tropas españolas no eran muy superiores en número a las argentinas, por ejemplo. Pero nuestra memoria al respecto es bastante más rigurosa que la de los antiguos griegos, muy propensos a darle mítico relieve a sus gestas; y también, que nuestra memoria sobre episodios o períodos recientes, que es descarnadamente crítica, hasta la flagelación.
En San Lorenzo, tal como se relata en este post, tuvo lugar también otra batalla, 33 años después, en el marco de la misma Guerra del Paraná de la cual Obligado representa, por su intensidad, altruismo y vidas humanas, el punto culminante.
Supongo que en ese 3 de febrero más glorioso se escuda la ominosa repetición celebratoria. Después de todo, objetivamente, ningún argentino de bien puede conmemorar con tanto beneplácito que un determinado día se encontraran 44.000 argentinos (orientales y de este lado) y 5.000 brasileros para matarse cruelmente y sin piedad, y que acto seguido los venecedores dieran caza como fieras a los derrotados y los colgaran de cada árbol que encontraron.
Mis más cordiales saludos.
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