En esta Argentina-potencia, de la producción y el trabajo, vive un gil que tiene que quedarse en la oficina hasta esta hora, porque no puede volver a su casa, ya que no sólo no hay luz desde el aguacero de las 5 de la tarde, sino que se agotaron también las luces de emergencia del edificio, y tiene entonces que subir 12 pisos por escalera, llamar al delivery por celular, bajar a abrir y volver a subir por escalera con la comida (porque encima su cordial familia prefiere quedarse refugiada en la cueva neolítica, argumentando el cansancio semanal que suele llegar los viernes a su apogeo, pero que parece que se hace insostenible comiendo en un restaurante de forma más o menos decente).
El gil no se encuentra sorprendido, ni siquiera por la actitud de su familia, que se sustenta por cierto en determinadas reglas del decoro y/o de la coquetería, según se mire, ya que nadie se puede bañar porque el termotanque es eléctrico, y entonces no puede nadie tampoco estar presentable para salir a comer afuera.
Pero menos sorprendido se encuentra el gil aun por este corte de luz, ya que la misma situación se ha repetido en los dos aguaceros anteriores. Y como Buenos Aires no padece de sequías, como lamentablemente sufren las regiones en donde el agua sí es necesaria (porque ni suerte para eso tenemos, y si la Argentina fue santacrucificada como calificara acertadamente Jorge Asís hace ya tiempo, su clima fue, sin dudas, patagonizado, lo que derribará próximamente las módicas aspiraciones que los discursos trillados y ominosos sostienen en esa "capacidad de alimentar a 400 millones de personas"; habrá que apurarse, porque los millones de cabezas de ganado muerto de hambre y sed se pudren rápido...)
Decía que, como en Buenos Aires son frecuentes estos chubascos, todos rápidamente comprenderán que el gil se queda sin luz al menos una vez por semana. Y al día siguiente, o algo así, ve a la cuadrilla diligentemente trabajadora, overol, casco amarillo, concentración y solemnidad, trabajando en cierta fosa que se volvió a inundar por enésima vez, con capacidad para secar lo que se seca solo e incapacidad para evitar que se moje otra vez lo que siempre se moja.
Pero para no dejar en esto solo la catarsis que me he propuesto, contaré algunas cositas más de esta bienaventurada aventura cotidiana.
1) Tras haberse informado de piquetes, calles en reparación, cambio de sentido de circulación, restricciones de toda índole, etc., el distraído paseante, con su paciencia oriental al hombro, decide, en hora-valle (que es la forma casi bucólica con que se denominan aquellos lapsos en los cuales el tránsito es menos intenso) tomarse un taxi en pleno barrio residencial, tranquilo, aburrido casi. Hace dos cuadras, y el tráfico se intensifica hasta abrumarlo. ¿Qué pasó? ¿Por qué ese atolladero infernal, con cada uno tratando de pasar por el más pequeño resquicio, trabando entre todos cualquier opción de escape, como un tetris endemoniado? Resulta que al Gobierno de la Ciudad se le ocurrió cortar por entero una calle, y le pareció que lo más razonable era indicar dicha circunstancia directamente cruzando unas cintas de plástico amarillo con la letra H entre esquina y esquina. ¿Para qué gastar el dinero de los contribuyentes en poner un par de cartelitos con 200 metros de antelación previniendo a los automovilistas de que se están metiendo en un callejón sin salida?
2) Roto el microondas de 10 años de antigüedad, que ya no conservaba ninguna virtud, a no ser, la de calentar hasta el rojo-blanco la vajilla, la feliz familia de clase media se dispone a comprar en Frávega uno nuevo. Para ello recurre al prestigio de la casa que vende y al prestigio de la marca que compra: Electrolux. Paga taca taca y se lleva el flamante microondas Electrolux a su casa. Luego de 1 mes y medio, y de utilizarlo para calentar vianditas de comida dietética, a razón de 3 minutos por día, el microondas, sin siquiera avisar, y en medio de uno de esos rutinarios calentamientos, palma. Que enchufarlo y desenchufarlo, mirarlo por los cuatro costados pero sin tocarlo, porque está estrictamente prohibido abrir la tapa, la familia de clase media llega a la conclusión de que el microondas está irremisiblemente roto. Y teniendo en cuenta que tiene 1 hora y 40 minutos exactos de uso, comienza a sospechar que ha sido estafada.
Llama entonces a Frávega para hacer el reclamo, y una semana después se lo pasan a buscar por la casa, aclarando el personal que lo retira que los Electrolux parece que vinieron casi todos fallados, porque ese mismo día ya retiraron varios con el mismo problema de muerte súbita prematura. Entonces se les pregunta a los retiradores qué es lo que piensan hacer con el artefacto trucho, ya que al estar en garantía, y dado el escueto tiempo transcurrido desde la compra, lo lógico sería que les dieran un aparato nuevo, y no el fallado reparado, porque de lo contrario, en realidad uno estuvo comprando como nuevo un cachivache reparado. Le contestan, como temían y de antemano en realidad sabían, que lo único que se puede hacer en estos casos es reparar el artefacto viciado, y agua y ajo. Que cualquier cosa hablaran con Frávega.
Se llama a Frávega, se amenaza con denunciar en Lealtad Comercial, se aceptan las risotadas de los interlocutores por semejante ingenuidad (leer la letra chica de la garantía)... y se comienza una larga y paciente espera. Cual menonitas hartos del progreso, la familia de clase media comienza a rescatar los viejos valores de la cocina artesanal y del baño maría, y espera, espera... Hace un mes que espera. Resultado del chiste: paga un aparato nuevo, en realidad obtiene un cachivache fallado, lo usa 1 mes y medio y lo espera (hasta ahora) otro mes y medio sin posibilidades de otra cosa que agua y ajo a baño maría. Mención aparte merece el personal de atención telefónica de Frávega, mezcla en dosis similares de oligofrenia tenaz y de robotización generación Arturito.
3) Año y medio atrás, situación similar, pero con la cocina. También opción nacional (no recuerdo la marca, pero prometo agregarla en algún comentario), porque simplemente es lo único que se consigue. Al mismo precio que antes se compraban las cocinas italianas (o por lo menos, con la misma gravitación en el poder adquisitivo de la familia de clase media), ahora nos llevamos felices la cocina de industria nacional, sabiendo que le damos trabajo a compatriotas responsables e idóneos y que contribuimos a ubicar a la Argentina dentro de los 150 países más industrializados del planeta. ¡Lloren Yibuti y Botswana, lloren!
También en Frávega (mala costumbre de la familia de clase media, que demuestra que el argentino es un animal de hábitos, muy dispuesto a tropezar 100 veces con la misma piedra... y a comer sus alimentos crudos, por cierto).
Cuando vamos a usar el horno, resulta que a la industria nacional ese día le faltó un abnegado trabajador, y se había entonces olvidado de hacer los agujeritos por los que sale el gas. Llamado el plomero de siempre, éste viene, mira y nos dice: "yo le haría los agujeritos con la agujereadora (máquina eléctrica que hace agujeritos simétricos), pero mejor llamen al sérvice oficial, y que vengan ellos y le cambien directamente la pieza, porque si no, el día de mañana por ahí le hacen problema con la garantía".
Viene el señor del sérvice oficial. Abre la puerta del horno, se acuclilla y mira, se rasca la barbilla, va hasta su caja de herramientas y... ¡saca un clavo y un martillo! El sérvice oficial hizo a ojo, y artesanalmente, una serie de agujeritos asimétricos, más o menos alineados, con un clavo y un martillo. Hizo firmar una planilla, saludó y se fue.
La familia de clase media se quedó entonces feliz y tranquila, sabiendo que el comprar productos de la industria nacional, efectivamente, da trabajo a mucha gente.
¿qué es la vida?
Hace 5 años
16 comentarios:
Viernes 13, Occam.
Mi fiel automóvil permaneció aferrado a un cordón de la calle Humboldt mientras modelos más modernos y vistosos navegaban a la deriva.
Claro que cuando el agua bajó y abrí la puerta descubrí que era portador de unas hermosas piletas artificiales. Hasta la guantera estaba llena de agua.
No arrancó. Y allí quedó.
Espero que mañana salga el sol temprano, que se sequen distribuidor y bujías, y me evite gastar una fortuna en taxi, porque los movimientos familiares del sábado me obligan a trabajar de remisero.
Saludos.
El costo de vivir en Trucholandia
es bastante alto y húmedo !
A no quejarse,es una manera de limpiar el Karma negativo...
Slds
Mensajero: Cuánto lamento lo que me cuenta. Un desastre, la verdad. Y una muy inequitativa distribución de las lluvias, consecuente con la iniquidad general que nos ha dejado este "modelo" de redistribución progresivablabla.
A mí me llamaron conocidos del interior, preocupados por las escenas que pasaba la tele, siempre propensa al melodrama. Yo, obviamente, permanecía ignorante de todo eso, ya que recién a medianoche se restableció el servicio eléctrico.
Lo que sé, y es empírico, es que la única manzana que sistemáticamente, cada vez que llueve, se queda sin luz en todo el barrio, es la mía. A uno le da cierta bronca mirar por la ventana y ver que el de enfrente, el del contrafrente, el de dos cuadras más allá, todos, tienen luz, mientras uno trata de discernir qué está comiendo bajo la temblorosa luz de una vela, siempre amagando con apagarse por la corriente de viento que se hace ante la necesidad de abrir las ventanas por el calor.
Ahora sí, lo del interior ya es una catástrofe nacional. Otra gran omisión. Pero supongo que los chacareros se lo merecen, por haber plantado bandera en el tema de la 125. Así que no esperen ni mierda para cuando ya no esté en juego la vida del ganado (ya todo perdido) sino la propia de las familias que están en la seca.
Mis cordiales saludos, y tendré que aggiornarme... Seguía mas pendiente del martes 13 que de su versión anglosajona, pero evidentemente la yeta también se globalizó.
Choripanboy: En eso andamos ya hace tiempo. Limpiando el karma, purgando viejas culpas, la mayor parte de ellas heredadas, rezando y recuperando un sentido místico y metafísico del destino, ya que no tenemos otra cosa...
Un abrazo.
Ah, y lo prometido es deuda: la marca de la cocina que venía sin agujeritos en el horno, es Domec.
Y una buena: Después de tanto luchar, parece (no lo quiero quemar) que Frávega nos va a dar un microondas nuevo. Lo único, hay que ir a buscarlo al local. Tanta generosidad no es admisible, che.
Frávega tiene una fama terrible. Hace ya años que escucho quejas de sus clientes. La más increíble fue la de una pareja que compró una computadora que, por supuesto, al poco tiempo dejó de andar, pero lo notable es que la parte de adentro (los cables, la memoria, todo eso) era de un modelo mucho más viejo y trucho que el de la parte exterior (los plásticos que cubren y dan la apariencia).
Claude: Increíble que nadie vaya preso. No está muy lejos de la época en que se vendían buzones. Ahora el argumento que esgrimen es que está el (supuesto) nuevo horno a microondas "en una caja cerrada", lo cual, a la luz de lo por usted expuesto, no es garantía de nada. Deberé conformarme con encontrar dentro de la caja algo parecido al artefacto que pretendí comprar (y que pagué como si fuera bueno).
Mis cordiales saludos.
Yo le iba a sugerir que escribiera un mail en inglés directamente a Electrolux de Suecia, con copia a la filial local. Aunque el problema se solucione, lo haría de todos modos.
Con respecto a la energía eléctrica tuve un padecimiento similar: todos con luz excepto mi cuadra. También le sugiero escribir a la empresa distribuidora, detallando todos y cada uno de los cortes de luz y su respectivos números de reclamo. En mi caso se tomaron su tiempo, pero algo hicieron. El verano pasado mejoró bastante la situación, veremos que pasa este año.
Almafuerte: No sabía que Electrolux casa-matriz está en Suecia. Sé que el producto que yo compré es nacional. Pero si hay que escribir a Suecia, quizás hasta lo haga en alemán. Hay una película muy buena, que habla del prestigio bienhabido de las marcas escandinavas, que es del cine independiente francés y se llama Aaltra (haciendo alusión a una hipotética fábrica de maquinaria agrícola finesa).
En cuanto a los reclamos a Edenor, tengo una anécdota muy graciosa de uno de los primeros que hice al respecto: a duras penas logro dar con el teléfono antiguo, que tengo guardado en una caja para cuando el inalámbrico no sirve (caso de los frecuentes cortes de luz), y más a duras penas lo logro enchufar a la ficha que está atrás de una pesada cómoda. Todo ello a oscuras. Entonces llamo a informaciones para que me den el teléfono de Edenor, y cuando finalmente me comunico, me piden el número de cliente que está en la factura... Como si uno, a la luz de la vela, pudiera atisbar algo de todo ello (sacando que yo las facturas las pago y archivo en la oficina, no en mi casa). En fin, el problema está bien detectado. Se trata de una cámara subterránea que invariablemente se inunda. Hay que hacer una somera inversión para aislarla, aunque supongo que con la excusa del retraso tarifario, conviene seguir con este cómodo procedimiento de corte de 6 a 8 horas, cuadrilla trabajando, luz que se reestablece a las 2 de la mañana. Encima, contribuye al ahorro energético.
Una perlita: Los contratos de concesión de la nefasta década de los '90 (por suerte superada a favor de este modelo de la distribución y de la socialización de la riqueza) habilitaban a pedir la caducidad de la concesión si se sucedían 3 cortes de 2 horas en un mes, o un solo corte de 8 horas. Jajaja.
El único caso resonante en la época fue una falla mayúscula de Edesur, que dejó a la zona Sur de la ciudad sin luz por 10 días. Si bien nadie tuvo el coraje de decretar la caducidad, a la empresa le aplicaron US$ 100 millones de multa, más la obligación de resarcir a todos los damnificados.
Mis cordiales saludos.
Y como si todo lo relatado acá fuera poco, el gobierno -por las dudas- nos enchufa un impuestazo tecnológico.
Fede: El gobierno-amish quiere disuadir al argentino de volcarse al espejismo de la técnica, que aleja de la espiritualidad y la reflexión. El verdadero "hombre nuevo" acampa bajo las estrellas en la 9 de Julio, o en la recova de Leandro N. Alem, orina en los cordones cuneta, juega al fútbol en medio de la calle, bebe dudoso vino en honor de los dioses laicos que habitan en el Ministerio de Bienestar Social o en la ANSeS...
Un retorno a la barbarie primal, a esa pureza ingenua y salvaje. Claro que ello se contradice con las peroratas de la autosuficiencia tecnológica en los DNI, de la "renovación" nuclear, de los panegíricos en vida para Bill Gates... Pero bueno, ya lo hemos dicho, han vuelto a tallar, en el escenario "neo" los rancios conceptos camporistas, en particular, esa muletilla con la que se pretendía explicar todo cuando "el Viejo" hacía exactamente lo contrario de lo que la "juventud maravillosa" quería: las contradicciones.
Mis cordiales saludos.
Qué pesadilla! Yo compré un horno eléctrico y estoy sufriendo, como no podía ser de otro modo, los invariables inconvenientes de todo avance teconológico en Argentina. En este caso, el enchufe es de un tamaño completamente inusual en Argentina, de modo que tengo que instalar un aplique especial que se adapte a él, con el condigno gasto. Ahora, por suerte zafé del apagón...
Me hizo cagar de risa con su último comentario.
Occam: la queja es en la Argentina una profesión que el ciudadano va perfeccionando con cada nuevo abuso, hasta que se convierte en todo un arte.
Con respecto a Edenor, le sugiero que guarde una boleta junto con el teléfono viejo para tener los datos a mano. Y también una hojita para anotar: NUMERO DE RECLAMO (exigirlo, si no no lo dan), fecha y duración del desperfecto.
Es sencillo, y tiene recompensa: a ellos les jode como nada acumular reclamos, ud. contará con un registro preciso de los perjuicios a la hora de mandar una carta reclamando obras, y además en algún momento -créalo o no- le va a llegar una nota de crédito.
Otra cosa útil es averiguar el número de cliente de la boleta a nombre del consorcio, como el corte afecta al edificio se puede duplicar el reclamo. Yo siempre lo hago.
Mi historia más larga y onerosa fue con Aguas Argentinas, pero se las gané. La más reciente con Cablevisión/Fibertel, y para decirlo finamente me recagaron. Es indignante como empresas y organismos maltratan a clientes y usuarios, nuestras únicas armas son la información y la terquedad.
Almafuerte: Después de su consejo, no veo la hora de que se me vuelva a cortar la luz, así empiezo a acumular números de reclamo (de hecho, supongo que ahora está cortada en casa, con lo que llovió).
Un abrazo.
Destouches:
A ver si usted "se enchufa" y algún día invita a comer algo cocinado en ese horno suyo.
Un abrazo.
Actualizo: Con la tormenta de anoche, se me volvió a cortar la luz, demostrando una implacabilidad matemática. Me di cuenta casualmente, porque con el estruendo de tanto aguacero me desperté y aproveché para ir al baño. Lo que sí, debo excusarme con Almafuerte por no seguir su consejo. Estaba tan fundido que, en lugar de hacer el reclamo telefónico (o sea, conectar el otro aparato, buscar la factura, llamar, etc.), volví a la cama. Así que, por mi omisión, es seguro que, con la próxima lluvia, termino de nuevo a oscuras.
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