Wikipedia define la iconoclasia (o inconoclastia) como:
"expresión que en griego significa «ruptura de imágenes», es la deliberada destrucción dentro de una cultura de los iconos religiosos de la propia cultura y otros símbolos o monumentos, normalmente por motivos religiosos o políticos. La Real Academia Española la define como la «doctrina de los iconoclastas» y a su vez señala que «iconoclasta» proviene de εικονοκλάστης, rompedor de imágenes, y se define como tal en particular al «hereje del siglo VIII que negaba el culto debido a las sagradas imágenes, las destruía y perseguía a quienes las veneraban». La iconoclasia es un componente frecuente de los principales cambios políticos o religiosos que ocurren en el interior de una sociedad. Es por lo tanto algo que se distingue normalmente de la destrucción por parte de una cultura de las imágenes de otra..."Podríamos agregar que la inconoclastia resulta un componente casi esencial de nuestro ser nacional, en perpetua mutación, confrontación y crisis con sus propia historia. Se dice por lo general, quizás con simplismo, que la iconoclastia es el opuesto de la
idolatría. Pero yo considero antes bien que resulta ser una de sus manifestaciones extremas. En efecto, sólo puede odiar las imágenes hasta el punto de destruirlas (máxime cuando esas imágenes forman parte "de la propia cultura") aquél que atribuye a las imágenes un significado sacro, que merece, en lugar de la ignorancia o el desprecio, ese encarnizado tratamiento. Asimismo, la historia arroja contundentes demostraciones de que los actos de inconoclastia siempre estuvieron acompañados por una idolatría de reemplazo.
Como ejemplo, vaya el caserón de
Palermo de San Benito. Construido por
Rosas en 1834, fue su residencia y sede del gobierno de la Confederación Argentina durante 18 años, lo que de por sí ubica a la edificación entre las más importantes de la historia de Buenos Aires. Luego fue sede de la Primera Exposición Agrícola, de la Escuela de Artes, Oficios y Arquitectura, del Colegio Militar, y finalmente perteneció a la Escuela Naval. En 1875 se inauguró en su predio el Parque 3 de Febrero, bautizado así en homenaje a la victoria de Caseros y el derrocamiento del "tirano". Sin embargo, tal situación no resultó suficiente, y el Intendente
Adolfo Bullrich en 1899, entendiendo que la sola presencia de la edificación significaba una oscura sombra omnipresente para el discurso dominante, dispuso su demolición, pretextando que un edificio tan antiguo obstruía la imagen de progreso que el gobierno liberal quería imprimir a la ciudad. El caserón fue dinamitado, con toda su vajilla y demás enseres dentro, y luego los escombros enterrados para que ni rastros ni memoria quedaran del edificio, del cual pequeños fragmentos volvieron a ver la luz recién con las excavaciones arqueológicas efectuadas casi un siglo después, y expuestas en el Teatro San Martín, en el homenaje de los 200 años del nacimiento de Rosas, el 30 de marzo de 1993.
Más allá de una excusa tan trivial, casi risible, que no explica por qué el alcalde de entonces no dinamitó el cabildo (aunque sevicias varias al pobre también le han hecho... por algo será), la Manzana de las Luces o la iglesia de los dominicos, el lector ya habrá adivinado a estas alturas cuál fue la fecha elegida para la destrucción. Sí, en efecto,
fue un 3 de febrero.
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En fin, de la vigente, siempre moderna, constante, persistente y pasional iconoclastia vamos a hablar un poco en esta ocasión, recordando la injusticia que los iconoclastas le hicieron recientemente a
Gustavo Adolfo Martínez Zubiría (conocido por su nombre de pluma como
Hugo Wast, laureado y prolífico escritor, director de la Biblioteca Nacional durante un cuarto de siglo, incluidos los dos primeros gobiernos de Perón, y destituido de ese cargo por el golpe del '55), y de la que
La Nueva Provincia ha dado cuenta en el siguiente editorial del 5 de mayo de 2010:
La "caza de brujas" continúa. Ahora la Biblioteca Nacional, en un acto del que participaron, entre otros, las Madres de Plaza de Mayo y Horacio Verbitsky -devenido en un virtual comisario político del gobierno- ha eliminado el nombre de Gustavo Martínez Zuviría (Hugo Wast) con el que se denominaba el salón de la hemeroteca. La medida se basó en el antisemitismo del prolífico escritor que sobre sus más de sesenta obras dedicó dos al tema judío.
Director de la Biblioteca Nacional durante 24 años (hasta la caída de Perón en 1955), Premio Nacional de Literatura y católico militante, nada pesó a la hora de su defenestración. Algo así como si se negara el aporte de Aristóteles a la historia del pensamiento por su defensa de la esclavitud o si se repudiara a Sarmiento por su declarado antisemitismo o su desprecio por el gaucho. Reconocer lo rescatable de cada pensador en lugar de destacar sus errores implica una grandeza de alma que parece haber desaparecido entre los que quieren re-escribir la historia partiendo de sus propias mezquindades.
Con una calidad y valentía insuperables, también
Jorge Asís ha dedicado a semejante acto de mediocre condena al ostracismo final y definitivo de una figura de nuestras letras, este
imprescindible artículo.
En línea con la iniciativa que hemos propuesto un par de posts atrás, relativa a salvar del olvido a tantos grandes escritores y pensadores deliberadamente
obliterados por el colonialismo pusilánime en su versión disfrazada y
aggiornada, dejo a continuación una poesía del cura
Leonardo Castellani (que fue amigo de él), y que le saca el cuero con esa picardía e inocencia impagables que caracterizaban otra pluma de fuste condenada, y que merece en esta ocasión desempolvarse, aunque sea por un rato, del olvido:
Martínez Zuviría
dijo que él nunca ha escrito una novela
que no pueda leer "una hija mía";
de él (entre comillas... ¡entendela!),
sin la menor cautela...
y sin permiso de la Jerarquía.
Yo no las puedo leer.
¿Qué le vamos a hacer?
Pero la hermana Blanca Echeverría
tampoco puede leer una poesía
o prosa que yo escriba.
Porque ya no está viva,
que si no fuera muerta, bien podría,
"tuta conciencia",
sin mengua de su fe y de su inocencia...
Y que la Santa Penitenciaría
tenga paciencia...Finalmente, para combatir la iconoclastia (que siempre es sectaria, maniquea y perniciosa para toda cultura en todo tiempo) con el valor y la claridad que un auténtico pensamiento nacional puede evidenciar como antídoto y remedio para los males de la desmemoria y la eterna discordia, también compartiré con todos los argentinos unos fragmentos de
Américo Rial que leí el pasado 15 de mayo:
Los viejos que ya no están nos narraban la magnificencia de los festejos del centenario. Aquella Buenos Aires, que lucía radiante como "Sol de América Latina", estrenaba el segundo subterráneo del mundo, construido a pico y pala en menos tiempo que el que ahora, con un arsenal tecnológico, se utiliza para hacer un tramo entre dos estaciones.
Nosotros llegamos a ver la celebración de otro gran aniversario: el Año del Libertador General San Martín. Fue una amplia y verdadera congregación de patriotismo, que se manifestó en todos los niveles y las formas posibles en la época, con auténtica participación popular, con un gobierno claramente involucrado en el esfuerzo por revalorizar a nuestra máxima figura histórica y su proyección en la política nacional.
Hoy, a pocos dias de cumplirse el bicentenario de la revolución que dio origen a la Argentina, no se palpa en el ambiente otro interés que en aprovechar los feriados. Peor aún: desde los medios -concentrados o desconcentrados- comenzó una campañita para minimizar el hecho recordado o ridiculizar a sus protagonistas.
Hace unos dias en la audición del médico Nelson Castro escuché cómo los participantes aprovechaban el comienzo de las obras para instalar escenarios en la avenida 9 de julio -una mala elección, por cierto- para mofarse de los denuestos que "seguramente" iban a lanzar los molestos automovilistas contra los próceres recordados. La burla torpe siguió con el nombre Cornelio, el apellido Larrea y el de Moreno, éste en relación con el secretario de Comercio. Por último hasta un ignoto movilero se permitió "descalificar" a Saavedra, diciendo que "era boliviano" (nacionalidad que entonces no existía) en un tono casi como para mover el INADI.
Sin duda el gran patriota Cornelio Saavedra, general de hombres libres, auténtico jefe de la Revolución de Mayo, será el gran "ninguneado" de esta celebración, si así se la puede llamar. El asunto viene de lejos y basta con citar que en Buenos Aires -el escenario de sus hazañas- sólo lo recuerda una perdida calle de Balvanera Sur.
Saavedra casi sólo existe en la historia oficial para presentarlo como un milico conservador enfrentado con un abogado más liberal, Moreno, en una vulgar "internita". Una dialéctica falsa porque ambos actuaban con igual espíritu patriótico. Hay que poner las cosas en claro: no se está en contra de un prócer u otro. Lo que se busca es descalificar el origen de la Argentina misma con argumentos colonialistas disfrazados de historiográficos.
Desde la izquierda troska neonacional se acusará a los hombres de Mayo de burgueses, porteñistas -no tenían celular para hablar con La Quiaca-, milicos y representantes del contrabando. Desde la derecha hispanista y clerical se los llamará masonetes, jacobinos y sirvientes de Inglaterra.
Otros con ingenuidad dirán que fue más importante el 9 de julio. Pero... ¿cómo se podía haber llegado a la declaración de 1816 sin mayo y las campañas libertadoras a las que dio origen? Es como creer que pudo existir el 17 de octubre sin el 4 de junio de 1943.
Por si esto no alcanza mandan a la cancha al chimentero Felipe Pigna para cuestionar la existencia de los paraguas, el color de las las cintas de French y Beruti o la sexualidad de algún participante en la gesta. Intrusos en el Espectáculo. La verdad es que se cuestiona la existencia misma de la Argentina como Nación. El metamensaje que mandan es claro: somos malnacidos y de ahí vienen todos nuestros problemas, con este origen no merecemos existir, mejor que "este país" vaya a manos de otros más dignos que nosotros, que somos unos verdaderos hijos de...mayo.
Algunos que presumen de nacionalistas son esencialmente cipayos. El revisionismo hizo su gran aporte revalorizando figuras históricas, como Rosas, Dorrego o Quiroga, pero no en su versión destructiva y atacaestatuas. Sólo cabe defender a los padres de la Patria con la misma energía con la que defendemos el honor de nuestros progenitores o abuelos. Seguro que tenían defectos y contradicciones pero son los nuestros. Los únicos que tenemos. Para nosotros la Patria es como la madre: hay una sola.