No sólo el desastroso panorama político gubernamental puede ocupar nuestras mentes. Es hora de tomar el toro por las astas y asumir la dimensión del desafío que, como argentinos, se nos presenta ante nuestros ojos. A continuación iniciaré una serie de tópicos abiertos al debate y la contribución de todos, a fin de propender a la consecución de objetivos comunes que permitan una construcción social efectiva, y que nos eleven de las miserias contempladas y evidenciadas a través del ejercicio de la crítica. Porque la crítica por sí misma no cambia nada, si no es seguida de un aprendizaje, de una experiencia, que permita nuestra superación.
Como llega el fin de semana, y uno cuenta con un poco más de tiempo para reflexionar, me permito a continuación reseñar el siguiente texto, que pretende ser introductorio de una de las cuestiones cruciales que aborda nuestra sociedad, hoy como problema, mañana como desafío. Se trata del tema de la
educación.
Prisco piensa que hay que alfabetizar al pueblo. Salustio cree que no, y sostiene que el conocimiento de la literatura sólo puede hacer que los hombres humildes se sientan insatisfechos con su condición. Yo participo de la opinión de ambos. Una educación superficial es peor que ninguna: fomentaría la envidia y la pereza. Pero una educación completa abriría los ojos de los hombres sobre la naturaleza de la existencia humana, y todos nosotros somos hermanos, como recuerda Epicteto.
Juliano Augusto, 357 DC, en Juliano El Apóstata, Gore Vidal, Edhasa, Barcelona, 2004, pp. 352-353.
La gravísima crisis educativa que afecta a la Argentina desde hace lustros, tiene dos particularidades relevantes: La primera, que es su carácter progresivo e indetenible, que parece acelerarse con cada generación de egresados, y que se manifiesta en una depauperación de la infraestructura escolar y universitaria; en una mediocrización general de los planteles docentes y de los programas de estudio; en un cuestionamiento creciente del concepto de la autoridad, respaldado por el establishment político y la intelligentzia cultural, a través de un difundido, distorsionado y malintencionado criterio de “democratización” interna; y en la consolidación de un sistema de calidad educativa de corte oligárquico, es decir, sustentado en la capacidad económica de las familias para afrontar los costos de la formación, y que repercute cada vez más dramáticamente en las posibilidades ulteriores de inserción social y laboral.
La segunda, concerniente a una interacción degradante con los sistemas institucionalizados de progreso social, es decir, con el mecanismo meritocrático, el cual, cada vez más alejado de las vías formales, redunda en el llamado “deterioro moral” de la sociedad, cada vez más propensa a la recurrencia a recursos informales de progreso, todo lo cual a su vez devuelve a la comunidad un modelo de mérito y demérito absolutamente reñido con los principios éticos básicos de la sociedad de consenso: Es evidente que las formas de progreso social no siguen más los parámetros clásicos e institucionales, lo que las aleja de cualquier vía metódica y honesta, cuestión en la que, una vez más, nos enfrentamos a la tendencia mundial, y llegamos a los casos paradojales en los cuales se verifica un déficit insalvable entre las exigencias laborales de las empresas y del mercado, y el producto que el sistema educativo provee a la sociedad.
Esas dos características de la crisis, la interna (de cara a la misma estructura educativa) y la externa (de cara a la sociedad) obligan a un abordaje mucho más arduo y meticuloso que el que en este primer pantallazo se pretende como puntapié para el planteo del debate. Bástenos por ahora con mencionar algunas contradicciones manifiestas:
1. La educación gratuita. Desde los ámbitos de la progresía local, acostumbrada, en franca contradicción entre el nombre y el contenido, a ser la fuerza más conservadora y retardataria de todo el espectro ideológico, se sostiene dogmáticamente, sin lugar alguno a la disidencia, la gratuidad de la educación pública en todos sus niveles, confundiendo claramente el carácter público con la igualdad en el acceso a los bienes sociales. Una lógica progresiva y equitativa conduciría por el contrario a sostener, al igual que lo que debiera ocurrir en el diseño de la política fiscal, la necesidad de generar, al menos desde los niveles educativos superiores, un sistema escalonado de arancelamiento, que permita, mediante el subsidio cruzado, que los que más tienen sostengan en mayor medida la educación pública, para permitir que los que menos tienen tengan las mismas posibilidades de acceso a una educación de calidad. Ese sistema escalonado, a su vez, debería estar tamizado por un mecanismo meritocrático de premios y castigos, que determine incrementos y rebajas en los aranceles de acuerdo con el rendimiento del educando, hasta llegar a la beca total o parcial, en los estratos sociales de menores recursos.
El dogma de la gratuidad tan sólo ha contribuido al deterioro de la calidad educativa en todos sus aspectos, y al abandono de la educación pública por parte de la clase media (el estrato principal desde la escuela secundaria en adelante, y aquél que con mayor énfasis ha confiado desde siempre en la misma como vía de progreso social), para volcarse a la privada, y caer presa de un nuevo sistema francamente disvalioso. En efecto, la educación privada es una solución no deseada, elitista y marginal, en cualquier sociedad que tenga por objetivo la justicia social, a través del estímulo de progreso en función del esfuerzo y del mérito, partiendo de una real igualdad de oportunidades. La educación privada, en general, corresponde a núcleos religiosos, apartados del Estado laico, y que han logrado involucionar en la construcción comunitaria homogénea promovida por los Padres Fundadores a finales del siglo XIX, a través de la legitimación de sus programas específicos, sin mayor inventario, a fines de la década de 1950, en la que la querella entre educación laica y educación libre quedó saldada a favor de la segunda.
Paradójicamente, quienes ejercen el monopolio de la política educativa pública, como grupos de poder enquistados en un medio, que por ingenuidad y tolerancia ha sido cooptado, y actualmente es rehén de los más mezquinos y malintencionados intereses, al hacer alarde de la gratuidad –que sólo beneficia a las clases más acomodadas, que forman la base social de la misma progresía educativa- han provocado, por la destrucción de la escuela pública, una masiva migración hacia una educación privada cuyos ribetes distan de garantizar la homogeneidad social y la comunidad de valores, para centrarse desde siempre en conceptos más universales, pero menos integradores de la realidad y el sentir particulares de una comunidad secular.
Si cayéramos en la tentación conspirativa, toda la política educativa llevada a cabo sobre la escuela pública parecería conducir deliberadamente al crecimiento exponencial de la educación privada, y a relegar la instrucción pública a los sectores menos pudientes de la sociedad, en un esquema que implica una mayor desigualdad, desde que la educación pública no ofrece grandes perspectivas de calidad que digamos (clases de un solo turno, sin idioma, falta de orden y disciplina, altas tasas de violencia, frecuentes suspensiones de clases por paros docentes o tomas estudiantiles, deplorables condiciones edilicias, etc.). Algo similar está ocurriendo con la salud pública, y será tema de otro abordaje.
Entonces, para sintetizar, diremos que la gratuidad de la educación pública compele a los sectores medios a tener que pagar –a veces, abusivamente- una educación privada que le garantice una calidad educativa siquiera semejante a la que la educación pública proveía en el pasado. Asimismo, relega a las clases menos pudientes a una educación de pobrísimo nivel, que acrecienta la desigualdad social en la próxima generación, y sucesivamente. En tercer lugar, contribuye a la disgregación social, al discriminar, separando entre ricos y pobres, el ámbito, la convivencia y los contenidos educativos.
2. La nivelación hacia lo mediocre. El sistema de promoción educativa, del cual luego será reflejo el sistema de promoción social todo, se sostiene en el simplificante y mediocrizante criterio del “pasa o no pasa”. Más allá del mérito académico –cada vez menos trascendente, ya que hasta la bandera se otorga por sorteo o elección entre el alumnado-, el único parámetro a considerar es el de aprobar un número determinado de materias, establecido en el programa, para obtener la promoción. Si numéricamente ello implicaría 6 posibilidades sobre 10, la realidad –y cada vez con mayor patetismo- demuestra que la probabilidad de aprobar, es decir, de acceder a la promoción, está en el orden del 95% para todo el proceso, incluyendo la escuela secundaria.
Éste es sin duda otro “logro” de la progresía educativa, enquistada como un tumor maligno en el tejido de la instrucción pública con una vocación netamente destructiva. Pasa por confundir igualdad de oportunidades con igualdad en la consideración del desempeño, en detrimento del mérito y la justicia, para transformar todo el panorama en una medianía igualitarista absolutamente injusta, que transmite a personas en edad de formación, es decir, esencialmente maleables, la lógica del menor esfuerzo, de la picardía y la elusión.
Ello, desde la descabellada idea de que aquél que no es capaz, o que no quiere serlo, por el mero hecho de ir sorteando plácidamente los escalafones escolares, puede ir adquiriendo conocimientos mínimos por una suerte de ósmosis. De esta cuestión hablaremos con mayor detalle más adelante.
Por ello la segunda contradicción podría formularse de la manera que sigue: La destrucción del sistema de promoción educativa redunda en una incapacidad general de progreso a través del propio esfuerzo y capacidad, vedando de tal forma toda alternativa de promoción social a través de la educación. El igualitarismo provisto en función de una deplorable invocación a la igualdad mal entendida (igualdad esencial, sin consideración de los logros y el sacrificio individuales) determina la consolidación de una igualdad de inoportunidades, ya que la mediocrización resultante desvaloriza el carácter de todos los títulos, obligando al egresado a someterse a una serie de exámenes particulares tomados por las empresas, y a una serie de requisitos extracurriculares, que permitan al empleador deslindar las capacidades que el sistema de promoción educativa opaca.
3. El utilitarismo. La otra concepción dogmática que ha imperado, y se ha acentuado en las sucesivas reformas educativas, es aquélla que conduce a la especificidad práctica de los contenidos, renegando cada vez más de la formación holística y humanística integral del individuo, para centrarse, en un empobrecimiento cognitivo general, en aquellas cosas “que realmente importan el alumno de hoy”. La realidad, es que la diferencia, en términos de capacitación, la da la amplitud de miras que provee la educación con vocación integral y universal (etimología de la institución universitaria). Sin embargo, un funcionario circunstancial, es quien determina la gravitación que para todo el futuro de una persona tiene dejar de estudiar Latín o capacitarse en computación a través del sistema LOGO o BASIC.
La educación pública se halla reducida, en ese aspecto, a tres grandes vertientes vocacionales: la humanística (bachillerato), la comercial (perito mercantil) y la técnica, las que a su vez no resultan luego relevantes a la hora de determinar la orientación de la carrera universitaria. Por tanto, la división del caso tiende a ser nociva, desde que compartimentaliza los ámbitos del conocimiento en la etapa formativa más gravitante, y de tal forma cercena el horizonte del individuo. La respuesta universitaria a esos cercenamientos, no puede ser otra que la minimización de los contenidos para recuperar el plano de igualdad.
Asimismo, los contenidos de cada disciplina, cuando la lógica del sistema conduce a la promoción obligada, como una forma de evitar la exclusión, tiende progresivamente a empobrecerse, y la explicación o justificación que se ha aplicado a esa tendencia está basada en un sórdido criterio de utilidad mínima, básica, elemental, absolutamente arbitrario y miope, y esencialmente inútil.
Como síntesis respecto de este punto, diremos entonces que el utilitarismo en la determinación de contenidos genera una educación inútil, que no cuaja esencialmente con los requerimientos educativos del nivel superior, y nos aleja de los altos niveles de calidad vigentes a nivel mundial, a los cuales alguna vez nos jactamos de pertenecer.
4. El voluntarismo vocacional. Toda la lógica educativa argentina presupone la presencia de un ser maduro, capaz de asumir decisiones gravitantes sobre su futuro, desde la más temprana edad. Ello así, en contradicción con la lógica protectiva emanada de la misma usina "progresista", que tiende a irresponsabilizar al individuo de sus compromisos de estudio, entendiendo que la aplicación de sistemas de mérito implica el sometimiento a condiciones de competencia social para las que éste no está aún emocionalmente preparado (algo evidentemente absurdo, e irreal, puesto que la competencia social se produce desde la primera interacción de individuo con sus pares, y la educación debería ser la más trascendente herramienta para que el individuo pueda afrontar esos permanentes y constantes desafíos).
De tal forma, a un individuo concebido como una frágil estructura emocional, al que hay que desalentar de cualquier iniciativa que ponga en peligro la medianía igualitarista, a su vez se lo constriñe a asumir determinaciones vocacionales definitivas desde la pubertad. Por supuesto, como dijimos en el apartado anterior, siempre hay tiempo para arrepentirse, y la universidad, como la Legión Extranjera, admite a todos los parias del mundo sin requerirles explicaciones y sin hacer una averiguación sumaria de su pasado. Pero ciertamente, no es lo mismo haberse aplicado seis años a la tornería y a las ciencias exactas, reduciendo al máximo los contenidos de la literatura o de la historia, si luego el individuo decide estudiar una carrera humanística.
Esta cuarta contradicción, entonces, se resumiría como sigue: Se le otorga al individuo la decisión sobre su elección vocacional desde la más absoluta inmadurez, y con abstracción de cualquier consideración sobre capacidades específicas, pero a través de ese ejercicio se le va cercenando cada vez más la capacidad decisoria sobre su futuro, insertándolo en un embudo cada vez más estrecho de incapacidades. La educación, entonces, gravita más por lo que no da que por lo que otorga. Y en un mundo cada vez más especializado, el individuo, a través de la asunción de sus propias decisiones, termina por obtener, como producto de años de educación, una formación muy edulcorada y ambigua, alejada de las exigencias del mercado laboral, y que requiere de la imprescindible complementación de los cursos de especialización de postgrado, con su consabida onerosidad, y obviamente al margen de cualquier criterio de “igualdad de oportunidades”. Como veremos, la orientación debe darla el sistema educativo, en coordinación con las necesidades sociales emergentes, el proyecto de desarrollo nacional, y en atención, sobre todo, a las capacidades específicas del individuo, antes que a su voluntad.
Caso contrario, el sistema educativo seguirá produciendo abrumadoras titulaciones en abogacía y administración de empresas, y un puñado –raramente, media docena- de científicos especializados en ciencias duras, y de ingenieros aeronáuticos, navales, etc.
Toma del Nacional Buenos Aires.
5. La democratización de la administración de la enseñanza. Consecuencia absoluta y directa de las dos reflexiones anteriores. La atribución de madurez volitiva hacia el educando, para las determinaciones que conciernen a su formación, contrapuesta a la asunción de inmadurez emocional para responsabilizarse por sus actos e ingresar en un sistema meritocrático, deriva en la democratización de los asuntos ordinales de la educación, que por tratarse de un arte según el cual se da algo a alguien que no lo posee, involucra un principio naturalmente jerárquico. En contradicción con ello, esta tendencia determina que los individuos que debieran recibir la formación sean en realidad quienes la “construyen”: quienes determinan el sistema de calificaciones, el sistema de sanciones, la evaluación de los docentes, el gobierno de la institución educativa. De tal forma, la política penetra prematuramente en el ámbito académico, determinando que los estudiantes aprendan, antes que nada, todas las argucias y picardías propias de la dirigencia tradicional.
Cabe, para resumir, recurrir a la célebre frase de Max Weber al respecto (El político y el científico):
Me ha bastado una sola experiencia, seguida de mesurada reflexión, para aprender a desconfiar de los cursos masivos, por muy inevitables que resulten. La democracia es efectiva dentro de su propio ámbito; en cambio la educación científica, tradicionalmente requerida en nuestras universidades, es una cuestión de aristocracia espiritual, y en esto no debemos engañarnos.
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Luego de esta breve introducción, y para echar un poco de nafta al fuego, voy a reseñar, a título ejemplificativo, una explicación somera del sistema educativo de la democrática, occidental, avanzada y desarrollada república federal de Alemania. Prometo otros ejemplos en ulteriores entregas.
El sistema educativo alemán.
El sistema escolar alemán es predominantemente público y las escuelas privadas, desde el Kindergarten hasta la Universidad, son la excepción.
La educación preescolar, de los tres a los seis años, es opcional, aunque en la actualidad atiende al 87% de los niños alemanes. La educación preescolar en Alemania es lúdica y no incluye aprender a leer o actividades similares. Los pequeños no se separan en grupos fijos, sino más bien están los niños de todas las edades juntos.
A partir de los seis años, es decir desde el primer grado de primaria, la educación escolar es obligatoria. La educación primaria ocurre en una Grundschule, es igual para todos los niños y dura por lo general cuatro años. Las escuelas públicas son gratuitas y la mayoría de los niños acude a la escuela más cercana a su domicilio. Es común que los niños vayan caminando a la escuela sin compañía de un adulto.
En Sarre, Sajonia, Schleswig-Holstein y Renania-Palatinado todos los menores continúan juntos durante el quinto y sexto grado en lo que se conoce como Orientierungsstufe ("fase de orientación"). Este tipo de escuela es, en esos estados, la continuación de la Grundschule y se supone que debe ayudar a los profesores a obtener una mejor impresión del aprovechamiento de los alumnos antes de seleccionarlos para los tres diferentes tipos de escuelas del sector secundario I. Este sistema es similar al que se sigue en Berlín y Brandemburgo durante el quinto y sexto grado de escuela primaria.
En la escuela primaria los niños deben desarrollar su potencial intelectual y por lo tanto no se los califica con notas durante los primeros dos años. Los profesores hablan con los padres y evalúan oralmente a los alumnos. Por lo general no suele haber la posibilidad de repetir el año lectivo, ya que la idea es reforzar el aprendizaje a través de la pedagogía y no a través de la repetición del año escolar. Las materias más importantes son alemán y matemáticas, las cuales son complementadas con música y competencias sociales. Aún no existe la diferenciación entre asignaturas y los profesores imparten todas las materias. La Grundschule suele usar una pedagogía innovadora, lo cual se muestra ya en la educación académica para los profesores primarios.
La educación secundaria se divide en nivel secundario I y II. Además los alumnos se separan, según sus capacidades, en tres escuelas diferentes. Los criterios para la selección son las calificaciones alcanzadas durante la escuela primaria y la recomendación del profesor primario. Los niños se distribuyen entonces entre el Gymnasium (instituto que permite luego del décimo tercer año asistir a la Universidad), Realschule (escuela media que permite realizar ciertos aprendizajes de corte industrial) y Hauptschule (escuela media cuya finalización permite realizar aprendizajes artesanales y prácticos).
En algunos estados federales existen además una Gesamtschule (“misma escuela”), la cual en vez de separar a los menores en tres escuelas diversas, los mantiene unidos para ciertas asignaturas, y para otras ofrece niveles diferentes. Al término de la Realschule, después del 10mo grado, y de la Hauptschule, después del 9no grado, los alumnos realizan una formación dual que les permite aprender un oficio tanto en la escuela como en una empresa.
Al terminar el nivel secundario I, los alumnos pueden comenzar un aprendizaje profesional en una escuela vocacional (Berufsschule). Los alumnos asisten a la Berufsschule por lo general solamente de dos a tres veces por semana y el resto de los días trabajan en una empresa. Esto es lo que se conoce como el sistema dual. El concepto atrás de la Berufsschule es que los estudiantes aprendan no solamente teoría, sino también la práctica de la profesión escojida. Sin embargo, es preciso añadir que solamente se puede realizar el sistema dual después de que el alumno haya sido aceptado en la empresa, lo cual el Estado alemán no garantiza. Durante el aprendizaje el estudiante se encuentra registrado en la Cámara de Comercio e Industrias (IHK) y recibe un salario de la empresa donde trabaja. Después de aprobar con éxito los exámenes de la IHK, el aprendiz recibe un certificado y está listo para empezar su vida laboral. El aprendizaje después del sector secundario I tiene una duración de tres años.
Goethe-Gymnasium El inglés es el único idioma extranjero obligatorio en las tres escuelas del sector secundario I. Luego es posible escoger entre varios idiomas, por lo general latín, español, francés, ruso o italiano.
Hauptschule.
La Hauptschule representa un nivel básico de estudios y tiene una duración de cinco o seis años adicionales (dependiendo del Land). Este tipo de escuela debe preparar al alumno desde el comienzo para una formación profesional. La educación que los alumnos reciben es por lo tanto muy práctica y metódica en comparación con los otros dos tipos de escuelas del sector secundario I. La idea original en que se sustenta es la de seleccionar a los niños según sus capacidades (más prácticas o manuales, o más abstractas o intelectuales). El egreso de este nivel escolar no habilita al ingreso a Universidades, sino que se orienta a trabajos vinculados con lo artesanal: pintura y arreglos domésticos, plomería, zapatería, corte y confección, electricistas, mecánicos automotrices, etc.
Hauptschule
Realschule.
La Realschule tiene una duración de seis años, hasta 10mo grado. Originalmente la Realschule se concibió como el camino intermedio entre la Hauptschule y el Gymnasium y se supone que debe proveer a los alumnos de una educación general de nivel técnico o de asistencia o apoyatura. Los egresados de la Realschule forman entonces la tradicional clase burguesa intermedia. Este tipo de escuela debe cubrir la demanda de trabajadores mejor cualificados para la industria y servicios. Su éxito radica en que ha sabido adaptarse a los cambios en la sociedad, de una economía industrial a una de servicios.
El título obtenido al término de la Realschule también se consigue si se abandona el Gymnasium después del nivel secundario I. Este diploma permite el acceso a mejores formaciones que las de la Hauptschule e inclusive permite continuar con un Fachabitur, un diploma especializado en ciertas asignaturas que permite el acceso a la universidad normal o a una de ciencias aplicadas. Luego de la titulación es posible realizar un aprendizaje de empleado bancario, y de otros muchos sectores industriales y de servicios. Los aprendizajes suelen ser más bien de empleados de saco y corbata, pero también es posible, por ejemplo, realizar una formación en mecánica aplicada.
Por estas razones, la Realschule ofrece muchas oportunidades para sus alumnos y la mayoría de los padres de familia prefiere la Realschule a la Hauptschule.
Realschule
Gymnasium.
El Gymnasium tiene una duración de ocho o nueve años (según el Land) y al terminarlo permite asistir a la universidad. Esta escuela incluye el sector secundario I y el II. Así, el sistema escolar alemán tiene una duración total de Grundschule más Gymnasium de doce o trece años, para los alumnos que se deciden o son recomendados para esta escuela. Hoy en día, la mayoría de los niños salen de la Grundschule para entrar directamente al Gymnasium, ya que éste ofrece el camino más directo al Abitur y ofrece una mayor cantidad de posibilidades profesionales.
El Abitur es el diploma que se obtiene al terminar el Gymnasium con éxito y éste permite asistir directamente a la universidad en toda Europa sin necesidad de exámenes extras o de ingreso. Los exámenes del Abitur son tanto orales como escritos y duran varias horas por materia. Los alumnos tienen por lo general dos semanas de exámenes. En el certificado de graduación aparecen tanto las notas alcanzadas durante los dos últimos grados, como las calificaciones del Abitur. La nota que los alumnos alcancen en este examen es muy importante para su futuro profesional, ya que de ella depende dónde y qué carrera pueden estudiar en la universidad. Para el estudio de la medicina, por ejemplo, se necesita un promedio de 1.2, es decir “excelente”.
Gutemberg-Gymnasium
Otras características.
- En general para todo el sistema educativo, los exámenes son, como en todas partes, supervisados y por lo general se trata de ensayos y no de opción múltiple. Cada examen consiste de dos o tres preguntas de ensayo. Durante el nivel secundario I los exámenes suelen durar dos períodos (hora y media) y durante el nivel secundario II pueden inclusive llegar a durar cuatro períodos (tres horas) sin pausa.
- En los Gymnasiums, existe un aula amoblada como la sala de una casa. Los alumnos del nivel secundario II pueden hacer uso de ésta durante las pausas sin verse molestados por los estudiantes menores. Estas aulas suelen tener una máquina de café y bebidas.
- El arreglo de las aulas y el patio es tarea de los alumnos.
- Clases de computación e informática son muy raras y poco efectivas. Si es que existen, son por lo general tan sólo extracurriculares. Sí son importantes los idiomas, siendo frecuente que los alumnos egresen con un fluido manejos de al menos dos idiomas extranjeros, y frecuentemente tres.
- Es posible, aunque no fácil, cambiar de una Hauptschule a una Realschule y de una Realschule a un Gymnasium. Para ello el alumno de una escuela de nivel inferior deberá realizar un esfuerzo para obtener altas calificaciones en su ámbito, que le permitan la admisión en la escuela del nivel inmediato superior. Inversamente, el bajo rendimiento en un año escolar gravitará en la ubicación del alumno, para el siguiente año, en la escuela de nivel inmediato inferior.
- Al terminar el Gymnasium, muchos recién graduados realizan un año de intercambio, de trabajo social voluntario y los hombres deben hacer obligatoriamente el servicio militar o servicio social. Por lo tanto, la edad promedio de los graduados universitarios en Alemania es superior al promedio europeo.
- Los alumnos tienen aproximadamente entre 30 y 40 períodos de 45 minutos por semana. Muchas escuelas del nivel secundario I y II acostumbran hoy en día a enseñar por períodos de 90 minutos, el cual equivale a dos períodos normales uno tras otro. Los alumnos tienen por lo general 14 ó 15 asignaturas obligatorias, las cuales consisten en dos o tres idiomas extranjeros (el primero se aprende por 9 años y el segundo y tercero mínimo por tres), física, biología, química, matemáticas, música, historia, alemán, geografía, astronomía, ética, deportes y estudios sociales.
- Después de cada bloque hay dos pausas de 15-20 minutos. Un día normal tiene tan sólo 6 horas de clases, sin embargo suele haber días en que los adolescentes tienen 10 horas de clases, hasta las 16h. Los profesores le dedican a las materias complementarias dos horas a la semana y a las materias más importantes tres. En casi todos los casos, la enseñanza del latín ocupa cuatro horas a la semana, y comienza a aprenderse en los últimos 3 años de secundaria.
- Muchos colegios ofrecen además materias novedosas para los alumnos como psicología, ciencias políticas y economía. A partir del Secundario II, deben escogerse adicionalmente al programa tres asignaturas de nivel superior (Leistungskurse), las que ocuparán cinco horas cada una a la semana.
- El Kultusministerium (Ministerio de educación y cultura) es el encargado de la contratación de profesores. La mayoría de los profesores son empleados públicos de por vida, una posición muy codiciada en el mercado laboral.
- La administración de la escuela es competencia de los profesores.
Universidad Humboldt (Berlín)
Universidades.
La tarea fundamental de las universidades es la investigación y la creación de nuevo conocimiento a través de la ciencia. La docencia ocupa un papel secundario que hoy en día se intenta reforzar. Las universidades se organizan en facultades y centros independientes, por ejemplo de idiomas, deportes y soft skills.
El Estado alemán le garantiza a los estudiantes de bajos recursos económicos la financiación del estudio a través de un crédito conocido como Bafög (que se paga con las utilidades producidas con la actividad laboral a su egreso). Además, un sinnúmero de asociaciones ofrece becas para alumnos con calificaciones excelentes.
En 2008 hay en Alemania 1,9 millones de estudiantes universitarios, el 2,3% de la población.
Sobre la situación en la Argentina, aunque se abordará más adelante, dejo esta nota, de 2002 pero con absoluta vigencia:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=421013