martes, 19 de octubre de 2010

El juego de las diferencias

Ante el sugestivo "Censo 2010", adelantado en un año al período decenal recomendado a efectos comparativos, y que por su contenido no puede más que agravar las sospechas en cuanto a la manipulación y distorsión de la labor del INDEC (y además, acerca de la idoneidad técnica del organismo y de la encuesta), proponemos el siguiente juego de las diferencias, que consiste en evaluar el desarrollo de los asentamientos ilegales de emergencia, es decir, la ocupación del espacio por gente en la situación de mayor pobreza y marginalidad, entre los años 2004 y 2009.

Ello así, puesto que es dable anticipar que los resultados del Censo 2010 persiguen un marcado objetivo político, que reside en comparar la situación presente con aquélla correspondiente a 2001, y de tal forma, reflejar una suerte de conclusión resultadista de la gestión kirchnerista, vendiéndola luego como "exitosa" en términos sociales, prescindiendo obviamente de consideraciones elementales -pero la honestidad y la objetividad no son virtudes del actual régimen, ciertamente- tales como que el año 2001 no es una buena referencia a efectos comparativos, por la situación crítica y recesiva del momento, y que el crecimiento económico de los últimos años obedece fundamentalmente a dos factores: 1) el rebote luego de tanta caída; 2) la situación internacional de los precios de las materias primas que la Argentina produce, y que al igual que al resto de Latinoamérica, la impulsan hacia arriba, acompañando la tendencia un cambio geográfico y cuantitativo de los mercados compradores de nuestros productos, fundamentalmente, los clientes de Asia.

Un segundo objetivo del Censo, han dicho los malpensados (aunque hasta ahora, la ley del "piensa mal y acertarás" se ha cumplido escrupulosamente), es el de detectar los focos y necesidades específicas, sobre todo de electrodomésticos, de cara a la generosidad electoralista que el oficialismo practicará con los excedentes de dineros públicos utilizables, luego de haber vetado el 82% móvil a los jubilados (y que se componen en la mayor medida, precisamente, por dinero de la ANSeS).

En fin, teniendo en cuenta que se considera en este Censo "trabajo" prácticamente a cualquier actividad humana ejercida con cierta habitualidad, prescindiendo de si ésta es remunerada o no, y que la pregunta sugerente que aparece en el cuestionario al respecto es algo así como "si trabajó usted al menos una hora en cualquier cosa la semana pasada", suponemos que los índices de desempleo resultantes serán muy auspiciosos. Asimismo, como las preguntas sobre alfabetización se reducen a "¿lee?", "¿escribe?", sin precisar el idioma, los índices educativos también serán muy optimistas, aun considerando a los extranjeros que, venidos de las lejanas tierras del Oriente, no pueden siquiera descifrar los jeroglíficos del alfabeto latino.

Por todo ello, y antes de presenciar la ominosa catarata de mentiras, falacias y verduras que nos va a caer encima desde fines de este mes hasta las elecciones del año que viene, y que no serán consideradas proselitismo sino "difusión científica", que colmará la ya de por sí colmada pantalla del Fútbol para Todos (que dicho sea de paso, entre la calidad de los relatores y comentaristas, y tanto estalinismo berreta, han obligado a bajarle el volumen a los partidos, mejorando la convivencia general en los hogares, y la vida de todos y todas), volcaremos a continuación algunos ejemplos gráficos y reales, obtenidos de la mera comparación de las fotografías satelitales de la Ciudad de Buenos Aires correspondientes, como anticipáramos, a los años 2004 y 2009.

Tomar el 2004 como primera referencia parece lo más justo, ya que es un año "enteramente kirchnerista", y en el cual se consolida la recuperación económica ya iniciada durante el interinato duhaldista (y que prolijamente la comunicación oficial se empeña en omitir, como ha omitido la participación protagónica de la Alianza en el fracaso de la convertibilidad, aunque ahora, desde hace un par de meses, le ha vuelto al respecto la memoria, cuando se dio cuenta de que el radicalismo será el rival a vencer, y que Menem es su aliado clave en el Senado). Tomar el 2009 como último parámetro comparativo también es de toda justicia, puesto que el 2010 no terminó, y seguramente cuando termine, más allá de la cortina de humo que nos pretenda vender el Miniver ("Ministerio de la Verdad" en neolengua, de 1984), estaremos un poquito peor que el año pasado, percepción por lo demás unánime e incluso reconocida por la propia Presidenta que, si en 2009 se pavoneaba de que a la Argentina la crisis no la afectó, en este año andaba por Europa diciendo que la crisis sí la había afectado.

Por lo tanto, la secuencia de la evolución social-territorial que se presenta en esta ocasión corresponde a 6 años enteramente kirchneristas, plagados de buenas noticias y montañas de números increíbles (en el más lato sentido de la palabra).

Sin más preámbulos, los dejamos con las imágenes, que corresponden a algunos ejemplos observables del crecimiento horizontal de las villas (haciendo notar que el crecimiento vertical también fue vertigionoso, aunque no se observe, por lógicos motivos de perspectiva, en las imágenes cenitales), suponemos que motivados en tanto modelo inclusivo, redistributivo y tanto crecimiento chino, con equidad y sin concentración de la riqueza en una oligarquía de amigos monopólica de casinos, medios de comunicación, empresas de servicios, bancos, energía y recientemente, teléfonos, que obviamente, no existe.

Recomendamos cliquear sobre las imágenes para ampliarlas y observar mejor.

Villa 31 y 31 bis. Ocupación completa hasta la misma cinta asfáltica de la Autopista Illia y hasta la zona de vías.


Villa 20. Ganándole espacio al depósito judicial.


Villa 21-24. La Zabaleta. Se "comió" hasta sus propias canchitas de fútbol. Obsérvese también el crecimiento sobre la península que compone el lado occidental del meandro del Riachuelo. Sin dudas, estamos en presencia de un modelo de crecimiento sostenido con intrusión.


Nueva villa en Paternal, entre Cucha-Cucha, Añasco, Av. Manuel Trelles y la vía del San Martín.


Nueva villa atrás de la Estación Federico Lacroze, entre Céspedes, Fraga y Teodoro García. Puede decirse sin equivocarse que se trata de un auténtico resultado de la política habitacional para todas y todos. Universidad de las Madres, Cátedra Granovsky, Bolilla IV, Bolazo Grande: 50.000 escuelas, 20.000 km de autopistas, 130 nuevos aviones, 10.000 nuevos hospitales, 2 millones de nuevas viviendas...




jueves, 14 de octubre de 2010

"Peor es trabajar"



Escultura Canto al Trabajo (Paseo Colón e Independencia), de Rogelio Yrurtia. 14 personas arrastrando una pesada roca. Simboliza que la unión y el esfuerzo en el trabajo son capaces de superar las mayores dificultades.



A fines de los '80, principios de los '90, estaban los grasas que iban a las bailantas a escuchar las cumbias melódicas de ese entonces, y que conformaban un mundo periférico todavía muy plural. Cuando me refiero a pluralidad, hablo de la pluralidad etaria. En los galpones de un club de barrio, con una iluminación de bombitas de colores, que pronto fue dejando lugar a "efectos" un poco más jugados, como la bola de espejos, se sorteaba un Fitito '73 con la entrada y se tomaba mucha cerveza en vasos de plástico, en torno a mesas de plástico, mientras la monada mostraba su plasticidad para el baile y la franela en la pista. A esos bailongos iba toda la familia: la mamá gorda, el papá cansado, las nenas pintarrajeadas en minifaldas o pantalones blancos, y también los precoces nietitos, regalos tempranos de algunas de las nenas para que la mamá gorda renovara su vocación de mamá gorda por una generación más. A veces, si no había con quién dejarla, también se sumaba la abuela con su vestido floreado y su imponente y exánime busto... tan imponente como el de Lía Crucet, que hacía las delicias de chicos y grandes. Los chicos, evocando su reciente idílica etapa de mamíferos, los más grandes, soñando con flotar entre esas nubes de blandura sudorosa. Todo el bailongo, puliendo las baldosas negras de la cancha de básquet y de handball, reproducía una sana escena de casorio y de cumpleaños de 15, con éxitos innumerables de las 9 docenas de discos de los Wawancó y los Palmeras. Gente de trabajo, de trabajos pesados, o sucios, ingratos, de trabajos de mierda, con diversiones al alcance de su billetera, pero también al alcance de sus pretensiones, módicas y sencillas.


Entonces se empezaron a diferenciar los bailes, aunque en el interior eso llegó más tarde. Ya la vieja no acompañaba a sus hijas, y los jóvenes se congregaban en algunos clubes de barrio, mientras los viejos (los "treintones", los "cuarentones", como se les decía por entonces a los cincuentones y los sesentones) iban a otros clubes de barrio.


A fines de los '80 y principios de los '90 también estaban los chetos. Ésos iban a los boliches de calidad, que a las infaltables bolas de espejos sumaban la infalible luz negra en los lentos, los flashes que nos hacían ver a todos como en una secuencia de movimiento-cuadro-por-cuadro, las barredoras y otros artilugios giratorios parecidos a platos voladores. La pista, en un boliche bueno, siempre tenía que estar bien diferenciada del resto del piso, generalmente en desnivel, y por supuesto, se desaconsejaba que hubiera mesas, las que eran reemplazadas por sillones bajos propicios para el manoseo clandestino, cuya zona de emplazamiento se conocía como "reservados" (y que luego se propagó a la jerga cabaretera, aunque con un sentido más comercial -DRAE, XXIIª ed., 7ª acepción). Allí los chetos escuchaban la música de moda, y con intensa devoción y apasionamiento pasaban de ser fans de Depeche Mode a fans de Guns & Roses, a fans de Bob Marley, de Soda Stéreo, de Charly García, de los Redondos o de Los Pericos. Con la altísima volatilidad de las modas pasajeras, las habitaciones se transformaban en inmensas bateas de variadísimos géneros, con un solo disco por grupo, gastado durante un año a lo más, para no volverlo luego a escuchar en la puta vida, generalmente Greatest Hits o el que pegó en la radio. Los chetos se uniformaban: con la chomba Lacoste (fundamental el cocodrilo, si no, mejor que ni te pusieras una chomba), con los cardigans, con el suéter al cuello, con los zapatitos náuticos, con el jean de marca... cuando llegó el grunge, con camisa a cuadros escoceses, etc., etc. Claro, para estar al día, era muy difícil ver entre éstos a pibes laburantes. Eran todos estudiantes, hijos de papis que podían mantenerles tan exigente handicap.


A fines de los '80 y principios de los '90 también estaban los rolingas, una subcultura levemente marginal del conurbano y de los barrios de zona Sudoeste de la Capital, proveniente de gente de clase media y clase media baja, en general trabajadora, que recalaba en los lugares de rock, de Flores o de Bánfield. Por ese entonces casi todos llevaban el pelo largo, usaban camperas de jean llenas de prendedores y la inflatable tuquera colgada al cuello entre numerosos talismanes y el pañuelo grasoso. Fundamentales eran el porro y la birra, y también saber bailar rocanrol. Musicalmente eran definitivamente clásicos, reactivos a cualquier innovación y mucho más al empleo de tecnología o implementos que suplieran al clásico voz-guitarra-batería y bajo (que sólo admitía los "caños" en ocasiones). Salirse cuatro milímetros de un canon musical cuadradito y con canciones clonadas era "venderse", y en esa consideración no importaba la certeza de que los admirados Rolling Stones no eran más que una gigantesca máquina de producir dinero, sin pruritos para adaptarse a las contingencias de las modas para mantenerse en el candelero. Siendo una subcultura juvenil, sus exponentes eran trabajadores de mayor precariedad, generalmente lanzados al sector servicios (cadetes, mozos, comerciantes de almacén o de kiosco) o al sector industrial (aprendices en imprentas, en textiles, en talleres mecánicos).


A fines de los '80 y principios de los '90 también estaban los punks, los metaleros, y toda una movida más pesada y marginal, por la que sin embargo comenzaban a colarse los nuevos sonidos de la música alternativa. De lo más pesado y más marginal, destacaban los punks de cresta y los skinheads, todos del conurbano (aunque también había skinheads chetos de Belgrano, pero no ahondemos en las excepciones, porque nos distraeríamos del objeto principal), antisociales, quilomberos, destructores y agresivos, enfundados en pantalones chupines y borcegos de punta de acero, para hacer daño, para bancarse un pogo sanguinario y acercarse en medio de una maraña de empujones, trompadas y patadas al escenario para escupir bien en la jeta del cantante idolatrado. Los nombres de las bandas ya eran de por sí bastante explícitos: Rigidez Cadavérica, Conmoción Cerebral, División Autista, Meada Corrosiva, Flema, H.D.P. Y las letras también eran corrosivas, vinculadas al descontrol, al caos, y también a una pulsión de muerte o a imágenes de terror muchas veces divertidas, como puede verse en El Féretro o en Abre la Celda de Todos Tus Muertos, o en Cáncer de Flema: "Cuando ya se te va la vida / entrás en un sanatorio con ganas de morirte / sangran tu nariz y tu boca / provocan mucho asco / te dejan para la autopsia. / Cáncer, quiero, quiero cáncer / tengo, tengo cáncer / voy a morir de cáncer". Todos, unánime y enfáticamente, cantaban contra la policía, inspirados desde afuera por The Clash o por The Exploited y sus Cop Cars, o incluso por Titas y su Polícia (para quem precisa). Así Comando Suicida con Yuta, o Todos Tus Muertos con Gente que No, o los Defensa y Justicia de Varela con Ratis... y nos detendremos en esa pieza musical, porque es sugestiva para lo que exponemos: "Me levanto a la mañana, me voy a trabajar / jornada de trabajo, caos laboral / el sol calienta los cerebros y encima hay que aguantar / que vengan los ratis, a molestar. / ¡Allá vienen los ratis!".


Esa misma banda, abordando otro de los temas predilectos del palo, cual es la cultura cabaretera (como también Comando Suicida con Cabaret del Suburbio), cantaba en Fucky-Fucky: "Salimos del trabajo a las tres de la tarde / veintiocho grados de calor / tomamos cerveza en el camino / y nos vamos todos a la Isla Maciel".

Todos los grupos subculturales en que se dividía el divertimento nocturno (y también el diurno) tenían como rasgo común el de odiar a los chetos (aunque no por ello dejaban de odiarse entre ellos, ciertamente, y cuanto más afines, cuanto mayor la posibilidad de coincidir en el mismo espacio, como pasaba con punks y skinheads y trashers, eso era más marcado). La cuestión radicaba en que los chetos eran los mantenidos, los que no tenían que trabajar, como lo expresa Comando Suicida (skinheads) en Grito Proletario:

[Preámbulo relatado]
"Sonó el despertador.. ya son las 7.. afuera llueve y hace frío.. hoy no quiero ir a trabajar... pero si no voy.. no como. Mientras tanto yo sé que, mientras yo estoy entre esa lluvia y ese frío trabajando, muchos otros están en sus casas, con la mucama sirviendo el té, la hermana en la universidad con sus pensamientos psicobolches, el padre demoliberal burgués. Somos sus esclavos, nos explotan los que nunca trabajaron, los delincuentes de guante blanco, para ellos somos asesinos... somos basura... y nuestro único pecado es haber nacido pobres..."

[Canción]
"Estás todo el día, sentando en el bar
Por que sos un burgués y no trabajás

Te gastás todo el dinero que te da papá
Cerdo capitalista, qué asco que me das

"Puto mantenido Oi Oi Oi


"Miles de chicos tenemos que trabajar
Porque no somos de tu clase social

Vos sos un enfermo nene de mamá
Que estás todo el día sentado en el bar


"Cobarde mantenido Oi Oi Oi

"Yo no soy como vos yo no soy como vos

"Vos no tenés aguante
Vos sos un burgués vigilante".


La cisura entre los chetos y los demás se producía por el elemento trabajo. El joven que trabajaba no era cheto, era auténtico, era confiable, tenía códigos, se mantenía dentro de una lógica productiva; mientras que el que no trabajaba, era un mantenido, un indolente, un parásito, un burgués. No había posibilidad de negociación alguna entre los grupos sociales compelidos al trabajo (y trabajo era una palabra con una acepción predominantemente manual, física, y siempre asalariada), y aquellos otros con una posición económica más acomodada, que estudiaban sin trabajar, o que trabajaban de camisa y corbata de aprendices en un estudio, por ejemplo. Las especulaciones de los universitarios marxistas, tan preocupados por la condición de los proletarios, en largas discusiones de café, o en "comprometidas" manifestaciones en las calles de Barrio Norte, exasperaban, irritaban a los que trabajaban "de verdad".

Café de debate universitario-socialista.


Esa hermandad del trabajo era asimismo la que superaba las fuertes disensiones entre los subgrupos restantes, a través de un código de respeto. Recuerdo una vez, en la entonces Radio Alfa (106.9), periférica y marginal, en un horario encima más marginal aún, como a las 3 de la mañana, un reportaje al rústico cantante del grupo punk-cresta (hardcore-punk) de Aborto. El tema giraba en torno a la inminente visita a Buenos Aires, Federación Argentina de Box, del grupo británico GBH (ocasión en que la "cresta caravana" hizo estragos, dejando docenas de autos estacionados destruidos). Pero como suele suceder en toda conversación, abarcó otro tipo de asuntos, y terminó desembocando en la conocida "pica" entre los punks y los skinheads, y por supuesto, sufrió la defenestración de los segundos en la opinión del entrevistador, personificados en Comando Suicida. El cantante de Aborto entonces se sintió obligado a efectuar una salvedad, manifestando que a él le constaba que los pibes de Comando "trabajan", que son laburantes de verdad, que él lo había visto a Sergito varias veces en Tigre bien temprano llevando cajones de verduras...



Cuándo y por qué llegamos del "Barrio Obrero-Valentín Alsina" de 2 Minutos a la exaltación de la marginalidad delincuente como nuevo patrimonio subcultural, en el fenómeno de la cumbia villera y del hip hop villero, pero también en el del rock barrial, es una incógnita para mí, que sólo puede encontrar como punta de respuesta una modificación en el mensaje general de la cultura de consenso. Porque las únicas contraculturas que conozco son las realmente autónomas, por soberanía o por aislamiento (como los Amish de La Pampa). Pero las subculturas, como lo dice el prefijo, son subproductos de la cultura general o dominante. Subproductos adaptados a las necesidades o códigos de los grupos sociales, pero siempre funcionales a la cultura dominante, en cuanto se insertan e interactúan con ella.

Una pauta que permite identificar el patrón subcultural, ya la ha anticipado Edwin Sutherland con su teoría de las asociaciones diferenciales, particularmente, a partir de las técnicas de neutralización, que no son más que un esquema moral normativo paralelo de justificación de las conductas delictivas: la sociedad tiene la culpa, robo porque lo necesito, porque necesito algo más que el que lo posee, lo lastimo porque se lo merece, porque es un parásito, porque es rico... robo porque no hay trabajo, porque los trabajos que hay son una mierda, porque no soy un gil.

El trabajador pasó de ser un exponente de una suerte de nueva aristocracia protagonista de la Historia, austera, fuerte y respetable, como la había prefigurado Ernst Jünger, a ser un gil.

Proyecto de Monumento al Trabajador, 1951 (140 metros de altura). Luego del golpe de 1955, se lo descartó, y fue retomado en el gobierno de Isabel Perón, en el mismo lugar, como Altar de la Patria (también fallido).



Y como las subculturas desarrollan sus técnicas de neutralización de forma paralela, y no contradictoria, con el mensaje de la sociedad de consenso, resulta evidente que, también para ella, el trabajador resulta evidentemente un gil. Y en eso tiene mucho que ver la clase política con su actitud paternalista y de superioridad. Una clase política que les toca las cabezas cuando baja al conurbano para un acto en que graciosamente les regala unas casas de mierda, ubicadas en una zona de mierda, en calles de barro y abandono, bien lejos de sus mansiones y hábitos fastuosos de consumo (que además ni siquiera se preocupa en ocultar, sino que por el contrario exhibe como trofeos de conquista), para que viajen luego en unos trenes vergonzosos o en remises de la Edad Media, a romperse el lomo por un dinero que día a día vale menos.


Es sencillo: La clase política le ha perdido el respeto al trabajo, y por ende, al trabajador, al que considera un inferior, un pobre boludo que sólo sirve para votar cada dos años. Al que hay que acariciarle la cabeza, y darle un hueso de vez en cuando para que no joda y siga fiel moviedo la colita. En cambio el delincuente, si no es respetado, al menos es temido, lo que en sentido práctico, como diría el personaje de Chazz Palmintieri en Una Luz en el Infierno, incluso es preferible.

Y encima, ese delincuente es justificado, por un contradictorio mensaje emanado desde el poder, que mientras miente y miente abrumando de datos dibujados que hablan de un crecimiento chino y de una pobreza reducida a la insignificancia, argumenta la delincuentización social (que ya no es un fenómeno marginal sino general, en muchos lugares preponderante, y que implica que incluso el que trabaja está muchas veces al límite del descuidismo, de la estafa o del abuso de confianza) en carencias económicas, en la falta de oportunidades, en definitiva, en la necesidad; cuando resulta que claramente, hoy día en la Argentina, la delincuencia no es una necesidad, sino una preferencia, nacida de la más absoluta racionalidad.



martes, 12 de octubre de 2010

Un poco de información



Ahora que Felipe Pigna arremete nuevamente con sus plagios e inexactitudes televisivas, y que a nuestra dirigencia (como a nuestros tacheros y personas en la cola del banco también, por cierto) le gusta tanto eso de las frases tan contundentes como poco meditadas del "dicen que dicen" y de los juicios de valor extemporáneos, voy a dejar, en este 12 de Octubre que, con esto de los feriados turísticos, pasa desapercibido (y quizás mejor así, a la luz de lo que hemos venido presenciando al respecto), algunas citas demasiado valiosas, no sólo por su profundidad, veracidad y elocuencia, sino por su casi absoluta indisponibilidad en los escaparates de librerías y bibliotecas. Espero que sean del agrado de los fieles lectores de este espacio tan marginal como irreductible.

1) El estado de guerra con el origen.



Hablábamos de las virtudes de la vejez en la maduración de las personas. Ciertamente, cuando las personas logran superar el escollo de la decrepitud, o saben manejar los tiempos “como un mariscal de campo” (diría Enrique Gómez Correa), producen por lo general su obra más sólida y más madura en el último tercio de sus vidas. Parece ser el caso de Juan Bautista Alberdi, que en sus últimos años de vida ha escrito Del Gobierno en Sud América, aparecido póstumamente en 1920, editado en Buenos Aires por La Facultad. De ese nonagenario volumen podemos destacar el siguiente extracto:

“La forma de gobierno de cada país deriva de su pasado, es un legado de su historia, se refiere a su complexión hereditaria. Pero se dice que la América es una tierra sin pasado. Esto no es exacto. Apellidarla «latina» es concederle un pasado. El pasado de un pueblo comienza, no desde el día en que se instala en un lugar distinto, sino desde que el pueblo empezó a existir como nación o raza con una individualidad propia y distinta, no importa en qué lugar. El pueblo que se traslada de un suelo a otro no pierde su pasado, como no pierde su nacionalidad el hombre que emigra de un suelo a otro; como no pierde su parentesco ni deja de ser de su familia el hijo que se emancipa de sus padres. Los antecedentes de sus padres no dejan de ser los suyos. Si fuese de otro modo, cada generación sería una especie de nación o raza distinta. El pueblo hispanoamericano tiene por pasado el pasado del Pueblo Español, del que ha sido parte accesoria e integrante desde la instalación de España en América, siglo XV, hasta 1810. Y como España es una monarquía que cuenta siglos de existencia continua, y jamás interrumpida, el pasado monarquista del pueblo que hoy constituye la América antes española cuenta muchos siglos más allá de la época de su establecimiento en América. Negar que la América tenga un pasado es presentar a sus pueblos como advenedizos en la familia de las naciones. Su «revolución» no ha sido un nacimiento propiamente hablando, sino una «reforma». Todo pueblo, como todo hombre, gana en tener un origen digno, conocido y civilizado. La posición más triste en que puede hallarse un pueblo o un hombre es el estado de guerra con su origen. Afear su cuna y sus padres es suicidarse moralmente: es acto de locura. Esto es lo que hace Sud América renegando de su origen español y europeo, y presentándose como pueblo de ayer y sin pasado. Todavía lo hace peor cuando queriendo darse un pasado se da por abuelos a los indios bárbaros de la América primitiva, lo cual es tan falso como ignominioso”. [El subrayado es nuestro]


2. Una democracia federal y austera.


Marcelino Menéndez y Pelayo, en un estudio crítico sobre Calderón de la Barca aparecido en su libro Estudios de Crítica Literaria (Madrid, 1884), nos dice respecto de la sociedad española de la época de la conquista:

“Si quisiéramos reducir a fórmula el estado social de España en el siglo XVI, diríamos que venía a constituir una especie de democracia frailuna. Ni aquí había monarquía propiamente poderosa por ser monarquía, ni aristocracia poderosa por ser aristocracia. Es más, la aristocracia, políticamente, estaba anulada desde que el cardenal Tavera la había arrojado de las Cortes de Toledo. ¡Providencial y ejemplar castigo de la mal segura fe y tornadiza lealtad con que la primera nobleza castellana sirvió, ya al Emperador, ya a las ciudades, en la guerra de los comuneros! Sólo quedaba, y omnipotente lo regía todo, el espíritu católico sostenido por los Reyes, y en virtud del cual los Reyes eran grandes… [Pero] decir que el régimen español de la Edad Media había sido anulado por la tiranía de los Reyes de Austria, fuera incurrir en lugares comunes, indignos ya hasta de refutación. El espíritu municipal, el amor a las antiguas y veneradas libertades, se conservaba tan vivo en España como en parte ninguna. Felipe II no tocó a los fueros de Aragón, en su parte sustancial, y los de Cataluña y Valencia se conservaron en todo su vigor hasta la Casa de Borbón, que fue quien verdaderamente mató las tradiciones forales, iniciando la unidad centralista a la francesa.



“Por todos los campos de batalla de Europa iba derramando su sangre una población aventurera en que apenas había término medio entre el caballero y el pícaro, ey en que a veces andaban juntas las dos cosas; una población sin clase media propiamente dicha, y sin aristocracia con representación e influjo en el Estado. La hidalguía en el siglo XVI, cuando no era heredada de los mayores, solía ganarse a punta de lanza, bien peleando contra turcos y franceses, bien conquistando en América o venciendo en los campos de Flandes; pero la aristocracia, excepción hecha de algunas, muy pocas familias, había perdido la autoridad, ya que no el prestigio. La nobleza de segunda clase solía ser pobre; abundaban hidalgos de aldea semejantes a Don Quijote, y caballeros pobres y buscones por el estilo del que retrata Calderón en El Alcalde de Zalamea, y labradores honrados, parecidos al admirable Pedro Crespo de la misma comedia. La hidalguía era patrimonio de todos. Había provincias en que nadie dejaba de creerse hidalgo… Hoy es el día en que los mismos salvajes de Arauco se llaman entre sí caballeros, cosa que aprendieron de nuestros caballerescos antepasados.

“La tercera parte de la población de España se componía de frailes y monjas. La Iglesia abría sus puertas a todo el mundo, y era fácil camino para llegar a las mayores dignidades del Estado. Esto acaba de completar el cuadro de lo que he llamado «democracia frailuna». No hay clases inferiores ni desheredadas; en general todos son pobres; pero en medio de eso reina una igualdad cristiana sui generis, que no tiene otro ejemplo en el mundo, y no carece de austero y varonil encanto. Por desgracia, mezclábase con tanta igualdad y pobreza no poca mala levadura de vicios que de la miseria nacen, y por eso advertí que algunas veces la distinción moral entre el caballero y el pícaro suele borrarse… No hay nada que deslinde las clases en este siglo, y hago observación porque luego hemos de verla prácticamente confirmada en el arte”.


3. La aristocracia del soldado.



El escritor vasco José María Salaverría, vivió algunos años en la Argentina, en donde colaboró con Caras y Caretas y con el diario La Nación, y respecto de cuya experiencia dejó un trazo no poco sugestivo en el siguiente extracto de La Afirmación Española (1917):

Viviendo en la Argentina, yo me acostumbré a sentir el fuerte hálito de aquellos pueblos afirmativos. Existe allí un optimismo intenso, frondoso, orquestal. Primeramente me pareció absurdo, demasiado oratorio, con exceso crédulo e infantil. Después abrí mi alma al respeto, y ahora estoy convencido de que los pueblos necesitan, si puede ser más que las personas, de los sagrados velos de la ilusión alentadora, y de una confianza ciega en la obra de su pasado y su porvenir...”

Claro está, de esa capacidad afirmativa, que iluminaba a una nación pujante como la del Centenario, en la que se incardinaban las visiones formidables del último Alberdi citado más arriba y del Yrigoyen del Día de la Raza, a esta vocación negativa nacida de un criticismo casi masoquista y siempre destructivo, que caracteriza a la nación disgregada y decadente del Bicentenario, media, por supuesto, un siglo nada menos. Pero es otra la cita que traeremos a esta memoria, y corresponde al ensayo Los Conquistadores, de 1923:

“Entre los reparos que la sordidez de los historiadores pone a la empresa de América, uno de los más socorridos es el de atribuir a los indios toda la indefensión y a los conquistadores toda la superioridad de armas y elementos combativos: cañones, arcabuces, caballería y demás formidable aparato militar. Si el lector no se previene contra la sugestión de una fácil literatura, creerá verdaderamente que los indígenas fueron en todas las regiones de América unos pobres salvajes indefensos, y que la civilización europea ha poseído siempre y en todas las ocasiones los mismos recursos de poder y fuerza que hoy admiramos. Por tanto, si el lector no se previene, y se deja seducir por la fantasía de un hábil historiador, pensará que los españoles de Cortés y de Pizarro acometían a los indios con grandes y numerosos cañones de tiro rápido, con nutridas descargas de fusilería y con fuertes escuadrones de húsares. En el siglo XVI existían, es verdad, grandes y poderosos ejércitos, con buenos parques de artillería y fuertes reservas. Pero después de tocar sus trompetas y mandar decir pregones, Hernán Cortés pudo reunir un ejército de 508 soldados; menos fortuna tuvo Francisco Pizarro, el cual, de su viaje a Extremadura y de su recluta a Tierra Firme, reunió, para conquistar el Perú, 164 hombres de guerra. También es cierto que en el siglo XVI había en Europa cañones y mosquetes. Pero los conquistadores no pudieron contratar baterías, regimientos de artilleros ni compañías de fusileros, sin duda porque en aquel tiempo costaban mucho tales artefactos y porque en América no abundaban todavía los elementos de guerra. De modo que Hernán Cortés sentíase muy alegre porque pudo reclutar tres artilleros (o sea hombres que entendían cosas de pólvora). Pizarro, siempre más modesto, hubo de contentarse con un artillero, Candía el cretense. Y cuando Cortés hizo el alarde de su tropa en la playa de Cozumel, halló que poseía 4 falconetes, 13 escopeteros y 32 ballesteros. Los falconetes eran pequeñas piezas de difícil y lento manejo que disparaban balas de piedra; las escopetas o mosquetes eran de corto alcance y sus disparos no podían repetirse mucho ni rápidamente. En cuanto a Pizarro, contó en su tropa 3 escopeteros y 20 ballesteros…



“Hernán Cortés se percata pronto de las condiciones especiales de aquella guerra contra los indios. Comprende que el interés de los españoles está en rematar cuanto antes las escaramuzas, por acometidas rápidas y audaces, antes de que la masa contraria logre envolverlos y abrumarlos como una nube densísima. No se trata allí de fuerzas semejantes, en número y armas de esgrima; hay una diferencia monstruosa que es necesario suplir con una táctica especial. Dice a sus soldados de infantería que omitan los tajos y cuchilladas, y a sus caballeros encarga que dirijan la lanza al rostro y renuncien a los botes. Llevando la lanza baja, como en la esgrima europea se usara con el intento de alzar del arzón al adversario, corríase el peligro de que los indios, formados en montón compacto, prendieran la lanza con las manos y la rompieran, como en efecto ocurrió en Tlascala. Eran un país y una guerra diferentes, que los conquistadores necesitaron aprender a costa de apuros. Así también el tajo y la cuchillada usábanse en los encuentros europeos entre ejércitos iguales o proporcionados; la cuchillada no compromete tanto al que la da, pues tiene la rodela para resguardarse; los duelos duraban mucho tiempo, en pleno combate, y una herida somera o la prisión daba fin a la pelea. Pero el español que caía en las manos de los indios, pronto iba a regar con su sangre los santuarios de los ídolos… Y era preciso romper aquellas masas de combatientes, que avanzaban como olas… Tirarse a fondo, embestir de punta, arrostrar la estocada directa, matar de un único golpe; esto lo imponía la necesidad de aquella guerra diferente. El soldado antiguo se dedicaba a las armas como un profesional. No se parecía al soldado recluta de hoy; era guerrero de oficio, y entraba en el oficio por virtud de una selección. Esta selección del hombre de armas antiguo, todavía se apuraba y refinaba más entre los conquistadores. Quien no tuviera el brazo duro y el ánimo templado podría quedarse en las poblaciones tranquilas… Francisco Pizarro exagera como nadie el método seleccionador. No obstante lo exiguo de su tropa, a pesar del precio que en una aventura como aquélla tenía el hombre, el capitán quiere que sus soldados no sean valores numéricos, sino positivas personalidades guerreras.

“Nosotros estamos habituados a la idea de multitud, mientras que en algunas épocas ha disfrutado el hombre solo una consideración que ciertamente nos extraña. El ejemplar del caudillo, del campeón, del héroe, es un concepto para nosotros bastante vago, casi inverosímil. Pero es verdad que en ciertos momentos, el profesional de las armas ha sido una persona temible, poderosísima y hasta invulnerable. El tipo de Aquiles, de Rolando y del Cid, no podemos achacarlo ligeramente a la hipérbole de los pueblos o de los poetas; ha existido de veras y lógicamente. Habituados nosotros a la ley democrática de la recluta, olvidamos que otras veces la recluta era de índole aristocrática y alcanzaba sólo a los aptos, a los mejores. Hoy todos tienen el derecho al empleo de soldado, siempre que dispongan de ciertas medidas o proporciones físicas: la resistencia corporal, el ánimo y el valor, se les suponen; y basta. Mientras que en otros tiempos no podía ser soldado quien quisiera. El peso de las armas era excesivo, y la esgrima obligaba a un largo aprendizaje. Hábil en saberse cubrir con el escudo, diestro en la espada, blandiendo con facilidad la pica y cubierto de oportunas defensas, aquel hombre de guerra era ciertamente poderoso…La fuerza, el ánimo resistente, el valor más sublime se muestra en aquellos hombres y en aquellos encuentros, donde las hazañas homéricas adquieren exacta realidad. Parece que por último hallan evidencia las enormidades de los libros de caballerías”.



No por nada ha dicho el inglés Hilaire Belloc, en su notable Richelieu (Ed. Juventud Argentina, Buenos Aires, 1939), que “En aquellos comienzos del siglo XVII, cuando sonaba la palabra soldado, inmediatamente se pensaba en un español”.


4. El matrimonio y la familia indianos.



Para cerrar esta somera aproximación, en la que hemos dejado la palabra a quienes indudablemente saben mucho más que nosotros, citaremos finalmente a nuestro decano historiador Ricardo Levene (quien fuera presidente de la Academia Nacional de Historia), a través de un fragmento de su obra Manual de Historia del Derecho Argentino, Ed. Kraft, Buenos Aires, 1952:

“Estaban en vigor para las Indias, como para España, los acuerdos del Concilio de Trento, que regulaban la celebración del matrimonio, pero son numerosas las disposiciones que diferencian notablemente la organización de la familia indiana de la castellana… Durante el gobierno de Obando en la Isla Española, unos trescientos castellanos vivían amancebados con mujeres del país. El gobernador fijó un plazo para que contrajeran matrimonio, so pena de perder los bienes que habían heredado de las indígenas. Por disposición de 1539, reiterada en 1551, se ordenaba que contrajesen matrimonio dentro del plazo de tres años a los que tuvieran indios encomendados. Como el objeto no era imponer apremio ni vejación, se encargaba al prelado de la Provincia se persuadiera y amonestara a que tomaran estado de matrimonio los encomenderos que no fuesen casados. En 1595 se consiguió especialmente que fueran echados del pueblo los españoles, mestizos, mulatos y zambaigos vagabundos, no casados. Por la Ley V, Título V, Libro IV de la Recopilación se mandaba al gobernador y prelados que los vecinos solteros sean persuadidos a casarse ‘porque es muy justo que todos vivan con buen ejemplo y crezcan las poblaciones’. A los casados se debía dar en Indias la tercera parte más en tierras que a los solteros. Pero en general, la libertad de matrimonio estaba asegurada por una serie de disposiciones legislativas… Desde 1503 se autorizaba el casamiento de cristianos con indias y de mujeres cristianas con indios. La prescripción de valor excepcional, por el espíritu igualitario que la alienta y el pensamiento social de la formación de nuevas sociedades, es la ley que aseguraba la libertad de los indios e indias de casarse ‘con quien quisieran’, así con indios como con naturales de los reinos peninsulares o españoles nacidos en Indias, ‘y que en esto no se les ponga impedimento’, debiendo procurar las Audiencias que así se guarde y cumpla (ley del 19 de octubre de 1514).

“En el Libro VI de la Recopilación de 1680 se consignan numerosas disposiciones organizando la familia indígena sobre el modelo de la familia española. Trátase de una materia de gran importancia. Por razones éticas y religiosas se debía proceder a ordenar la vida matrimonial de los indios, pero hubiese sido impolítico imponer a los hombres de aquellas razas los mismos moldes en que se había venido vaciando una civilización de siglos. De ahí los preceptos dictados para la conversión de los indios y el reconocimiento de la validez de las uniones de los indios en tiempos de infidelidad. Como eran numerosos los casos en que se encontraba a los indios casados con varias mujeres, el Pontífice resolvió que debía considerarse como legítima la mujer con la que primero hubiera tenido contacto carnal. Una vez elegida la que debía ser su única mujer, se consagraba el matrimonio y a las otras mujeres se les dotaba para que pudieran atender sus necesidades. Castigando la poligamia, mandaba la Ley IV, Título I del Libro citado, que si se averiguase que algún indio, siendo ya cristiano, se casó con otra mujer o la india con otro marido, viviendo los primeros, sean apartados y amonestados, y si amonestados dos veces no se apartasen y volvieran a cohabitar, se les penaría. Se prohibió el matrimonio por compra. Usaban los indios vender sus hijas a quien más les diese para casarse con ellas. En contra de este pernicioso abuso, que llevaba a los maridos a tratar a sus mujeres como a esclavas, ‘faltando el amor y lealtad del matrimonio’, se imponían penas a los que infringieran este mandato”.

viernes, 8 de octubre de 2010

Redondo

La Argentina sin dudas resulta divertida. Quizás la más entretenida comedia de enredos que pueda imaginarse. Con matices realmente literarios, como lo son las historias cíclicas, la continuidad de los parques, las noches boca arriba... Un modelo autoritario en donde reina la anarquía y el descontrol, un modelo de alta concentración del poder político en el cual la política (es decir, el arte de mejorar la vida de los pueblos, y de conducir a la nación en algún rumbo) brilla por su ausencia, y ha sido reemplazada por el esgrima verbal y las estratagemas electorales para huir hacia adelante. Un modelo de los modelantes en el cual la principal consigna es no ir en cana. Un modelo que oculta (para la conveniencia de todos) una aciaga realidad: que no tenemos los argentinos la más mínima idea de qué hacer con todos los quilombos que nos hemos sabido ganar en estos años: la exangüe matriz productiva, incapaz de absorber un solo brazo más de las multitudes miserabilizadas, debe en cambio dejar su libra de carne al Estado para que éste tenga a esas muchedumbres subsidiadas, adormiladas, drogadas, matando de vez en cuando a algún "blanquito" de clase media para robarle las zapatillas... algo que no haga mucho ruido. Después de todo, es mejor que miles de guerrilleros asesinando cada 10 horas todos los días, paisaje típico de los '70. Es una tensión controlada, parte del cliché kirchnerista: "menos mal que estamos nosotros, porque si no, quién para a esos millones de desposeídos que viven en el limes y como los bárbaros de antaño, acampan cada día más cerca, piden cada día una milla más, más cabezas de ganado, y que el día que nos vayamos van a cruzar la frontera y a decapitarnos a todos, a saquear, a quemar y a violar". Lo último que le queda a la dirigencia en el (des) gobierno es ese argumento incendiario, triste secuela de los tristes días de fines de 2001. "Nosotros estamos para tener a la masa sin rumbo controlada en su barro y sus carencias cotidianas, conforme con su reguetón perreante, su cumbia tumbera, sus bravatas con un arma en la mano, su fantasía de gangsta' hip hop de L.A."

Un argumento elementalmente oligarca, como oligarcas son los personeros, todos millonarios pedantes y pedestres, que conforman el elenco estable que se presenta a través de un populismo cada vez más vacío, cada vez más impopular.

Ése, el argumento incendiario, casi un apriete que condicionará la futura gobernabilidad para quien venga después, matizado con toda la parafernalia American Psicobolche de museo. Para la gilada, para prolongar la fantasía a los otros marginales, los marginales de la intelectualidad autista y retrasada, eternamente repetidora y pendevieja, para que sientan, esos viejos caducos que otrora se sintieron una juventud maravillosa enfundada en patillas y bluejeans, que viven en la Cuba de sus sueños, que toman un mojito en el malecón, viendo el sol hundirse en el mar Caribe al atardecer, mientras los guajiros vuelven transpirados de los cañaverales, sin un cobre en el bolsillo, sin jabón para bañarse, pero felices por ser "el sujeto histórico de la revolución"... O la fantasía de volver a 1968, cuando eran veinteañeros, y tal vez ni siquiera, cuando las minitas les devolvían las miradas y todos eran importantes por repetir las consignas libertarias con voces un poco engoladas de tonito "Che", y en esa fantasía surcar las calles de París -siempre románticas- e ir a acampar al patio de la Sorbona... "debajo del asfalto está la playa".

En fin, la Argentina es un sainete muy colorido. Siempre resulta cómico ver a los viejos caducos payasear de pendejos, mostrarle a todos que aquellos jóvenes son estos jóvenes... Que el tiempo no pasó... Y hacer esa alharaca, llena de morisquetas y escenas dantescas, dedicada a un público aún más viejo, si no muerto ya... Esos otros viejos que en su momento los miraban de soslayo, con cara seria, y sobre los que, en este tiempo congelado, los jóvenes de otrora siguen proyectando su rebeldía adolescente. Denevi postulaba en La República de Trapalanda con enorme contundencia y meticulosidad la tesis de la Argentina adolescente, que estructuralmente se aplica a casi todas sus ridículas y pantagruélicas situaciones, que impiden que nuestra decadencia sea siquiera contemplada como una tragedia. Y claro está, para una Argentina adolescente, con una intelectualidad adolescente, con una dirigencia adolescente, adolescentes envejecemos, adolescentes hacemos el ridículo y adolescentes nos moriremos.

Jorge Lanata en cambio demuestra que sabe envejecer, que a él el tiempo le produce los efectos naturales que el tiempo, salvo para nuestra caterva adolescente, sabe generar. Que algo aprende, si bien que a los golpes, que es una forma de aprender que desprecia el factor volitivo. Y Ha alcanzado la preclaridad de que debe necesariamente volverse más sabio, como el Diablo del Martín Fierro (¿o deberíamos decir, como la pendevieja más paradigmática, del "José Hernández"?), simplemente para no morirse adolescente, que es algo así como morirse pelotudo.

Pero no nos desviemos. Hablábamos de la comedia argentina, literaria, colorida, llena de paradojas y de historias circulares, de enredos de revista estival, y casi por casualidad mentamos a uno de los adalides del progresismo periodístico de los últimos '80. En ese entonces, un joven provocador que destacaba sobre todo por la creatividad de las primeras planas del diario que fundó, el actual Boletín Oficial 12, y que en su momento supo ser el medio que imprimió a todos los medios el código ideológico y de conducta con que habría de afrontarse el periodismo de ahí en más. Un periodismo de cáscara cáustica, irónica, crítica, pero con un trasfondo quizás algo ingenuo: el bienpensantismo de los eslóganes y la moralización de la política.

Ya desde hace unos años que Lanata se quedó sin eslóganes, porque se los robaron todos. Los tipos que hoy, desde un mercenarismo inescrupuloso, lo "corren por izquierda" como él mismo dice; se quedaron con todo el cotillón del discurso progre, incluyendo las llaves del anatema. Le pasó a Magdalena, le pasó a Strassera, le va a pasar a muchos. Muchos que tal vez aplaudan cuando a alguna persona que quizás no les cae bien por motivos ideológicos, le vedan el acceso a un cargo electivo, a expresarse por la prensa o por la televisión, o simplemente lo descalifican y lo condenan al ostracismo, porque se sostiene que, durante la dictadura militar por ejemplo, tuvo la mala idea de trabajar, o incluso de tomarse un café con un teniente coronel a la vista de todo el mundo... Le puede pasar a Verbitsky, le puede pasar a Zaffaroni, le podría pasar a muchos de los que hoy laburan de funcionarios, y quizás porque lo saben se anticipan. Porque esto de sacar los trapitos al sol como viejas conventilleras es escupir para arriba. Porque tal vez deberían morirse todos los que nacieron de 1955 ó 1958 para atrás, para que el tema del Proceso deje de ser un Proceso kafkiano en la actualidad.

En fin, el domingo pudimos verlo a Lanata reivindicando sin querer la figura tan denostada (odiada sería la palabra, porque el adolescente es muy odiador) de Bernardo Neustadt. Ya lo van a ver abajo, pero por las dudas, algunas definiciones:

- Me preocupan los chicos. Mirá vos, me volví viejo y me preocupan los chicos. Me preocupa el mensaje que los chicos reciben. Porque la historia que les están contando es mentira.

- Les estamos enseñando a los chicos que si tomás un colegio podés lograr que se vaya Macri. Pero la manera de que se vaya Macri no es tomar un colegio. Es ganarle las elecciones.

- Pero para ganar las elecciones tenemos que trabajar más, que estudiar más... Y eso lleva muchísimo más laburo que tomar un colegio.


- Es mentira. El tipo que te dice que se hace la revolución porque tomás un colegio te está forreando.


- Así no se produce ningún cambio. Los cambios se producen trabajando en serio. No existen los cambios rápidos. Son mentira los cambios rápidos.


- Tristán Bauer está filmando un documental sobre el Che ¿Sabés cómo se llama? "El hombre nuevo". Por favor, no empecemos otra vez con esta pelotudez setentista del hombre nuevo, que en el fondo es una idea de la Biblia... "El hombre nuevo se redime por la fe", etc. etc. No existe el hombre nuevo. Tenemos el hombre que tenemos.




Acostumbramos a decir que el mundo es redondo (y Nietzsche explicó que la historia es esférica, y que cada momento del presente actualiza todo el pasado y pone en perspectiva todo el futuro), y que todo llega. A Lanata, como le pasó a Eliashev, a Leuco, a Caparrós y a tantos otros, esta interna del progresismo lo puso cara a cara con los talibanes más crapulosos y crematísticos... Un progresismo argentino que los prodigó a los crápulas, que los amparó en un silencio cómplice y selectivo, y que ahora ve al rey desnudo. Porque la criatura siempre fue la misma. La madre de las purgas y las facciones. De los iluminados, de los exegetas más fieles a los libros sagrados, de los monjes del compromiso laicizado. Una banda que siempre hizo de todo debate una acusación y una descalificación, y de toda premisa de conducta una mascarada cínica. Que escudó todo su terrible autoritarismo, su oligarquía pétrea y su mentira en presuntas "asambleas populares", "juicios populares", "confiscaciones populares".

La banda que ahora, como ayer, como siempre (sólo que esta vez también a ellos, a los cándidos que sostienen la bondad de las utopías, o sea la verdad de lo que es imposible -y por tanto esencialmente falso), los acusa, los señala, los descalifica, y los persigue.