Las transcripciones efectuadas generaron alguna polémica en los comentarios al post, en general vinculada con cierta visión contemporánea, que puede ser calificada de libertaria, que en principio no admite autoridad superior ordenadora, y confía en las capacidades espontáneas de la sociedad civil para autorregularse. Algo así como la teoría económica de Adam Smith, pero sacada de su contexto natural y traspolada a la construcción política (desconociendo o negando asimismo la autonomía de esta última respecto de la Economía).
En esa ocasión, algunos comentarios fueron particularmente elocuentes respecto de esa visión. Así, por ejemplo, José Álvarez dijo:
"Los hombres libres no necesitan ser 'conducidos'. Sólo establecen relaciones voluntarias de asociación con un fin determinado y se hacen responsables de sus decisiones".
Asimismo en los comentarios, también Hegueliano se mostró naturalmente reticente a la lógica de la conducción, lo que a estas alturas, más allá de la eficacia empírica de la figura, resulta más que razonable, a la luz de los constantes aprendices de brujos y dictadorzuelos de la caja pública que han venido a hostigar y expoliar al pueblo, a la par que a generar una auténtica oligarquía política en la cual los actores se orientan de espaldas a la voluntad popular, y con sus narinas bien abiertas al cruel aroma de los billetes. Lo hizo en los siguientes términos:
"Se me plantea una pregunta, ¿qué nos hace necesitar a los argentinos 'ser conducidos'? "Qué me diferencia de un australiano o un noruego, que me tienen que adosar un conductor que me diga que hacer pensar u opinar?"
Más allá de que, curiosamente, en el comentario recién transcripto se han citado dos casos de monarquías, resulta que la cuestión de la conducción no se proyecta exclusivamente sobre la Argentina ni mucho menos, sino que se suscita respecto de toda construcción política humana, es decir, sobre la propia concepción del Estado, que resulta ser una institución con vigencia persistente y difusión universal, en cuanto el hombre es lo que es: un zoon politikon.
Sin que sea mi intención reflotar ese intercambio, pegaré a continuación una de las respuestas dadas a esas objeciones (en particular, la primera que he reseñado aquí) por mi parte, desde que sirve para enlazar con el texto que es propósito del presente post.
"Gracias por todos los comentarios. "Las concepciones anarcoliberales de josé álvarez son realmente interesantes, y las hemos visto fructificar y prosperar en ámbitos múltiples desde hace más de medio siglo. Hoy día, diríamos, resultan casi uniformes. Pero eso ciertamente no fue así en el pasado. "Toda polémica al respecto siempre chocará contra encrucijadas semánticas y axiológicas, ya desde el mismo principio de cada formulación, por lo que se torna ociosa cualquier discusión en tal sentido, por lo menos de mi parte. "Simplemente, evocaré al filósofo en cuyo honor construí mi nick, Guillermo de Occam, y su querella a los universales. Como nominalista que me considero, me cuesta categorizar al mundo en arquetipos universalmente válidos: por ejemplo, 'el hombre', 'la libertad', que son los empleados para el caso. Su promiscua aplicación, creo, conduce a las formas más sutiles de totalitarismo. ¿Libertad para qué? ¿Libertad respecto de qué? ¿Es libre solamente quien persigue y realiza su interés individual? Y más importante: ¿Es libre el hombre para definir cuál es ese interés? ¿Y ese 'hombre libre', qué tipo de hombre es? ¿Un permanente migrante en busca de la mejor oferta, en busca del mejor panorama de confort, en busca de algún oasis eléctrico? ¿Las relaciones humanas están condicionadas exclusivamente por el interés? ¿Debe Pedrito dejar a sus padres e irse a vivir con la familia de Juancito porque allí sirven comida más rica y tienen televisor de plasma?
"En fin, muchas preguntas. Entramos en una cuestión filosófica esencial, que seguramente más adelante desarrollaré. Otra vez muchas gracias a todos. Las polémicas inteligentes son el mejor disparador para la inteligencia colectiva, para hacernos más 'libres'. En eso adhiero a los sofistas de Atenas, que luego de la pérdida de su conducción política (Pericles) se esfumaron pintorescamente en el berenjenal de la humanidad migrante, hasta que ya no fueron".
Es hoy un día propicio para continuar con ese debate inconcluso, y más aún teniendo en cuenta una opinión más sabia y autorizada que la mía, por erudición pero sobre todo por experiencia. Ayer miércoles 27 de agosto en La Nación salió un reportaje a Régis Debray, del que me parece trascendente rescatar y transcribir algunos fragmentos imprescindibles (la interviú fue realizada por Luisa Corradini, corresponsal en Francia):
"Los hombres desean obedecer a un jefe", dice Régis Debray
Es instintivo, señala el pensador francés
PARIS.– Hace tiempo que en nuestras sociedades igualitarias, horizontales y democráticas se considera que el jefe es una especie en vías de extinción. La realidad, sin embargo, parece demostrar lo contrario. "Aun en democracia existe en el hombre un deseo de jefe, un deseo arcaico que debe encarnarse en rituales, procedimientos y palabras que autorizan a alguien a dirigir a los demás", dijo a LA NACION el filósofo y escritor Régis Debray.
En una de las escasas entrevistas concedidas a un medio latinoamericano desde su aventura guerrillera en Cuba y en Bolivia, en los años 60, Debray aceptó reflexionar sobre esa figura controvertida "pero necesaria", sin la cual un grupo humano, cualquiera que sea, está "indefectiblemente condenado a la disolución".
"Jefe es alguien capaz de transformar un montón de cosas dispersas en un todo coherente", resume.-En las grandes democracias del siglo XXI, la gente tiende a pensar que ya no debería haber jefes. En uno de los últimos números de su revista, usted afirma que es todo lo contrario.
-En democracia se ha instaurado una suerte de hipocresía. La gente dice que el jefe no es bueno, que es algo superado, que hay que burlarse de él. Sin embargo, todavía hay jefes, e incluso los hay cada vez más.
-¿Por qué razón?
-Porque hay una constante que atraviesa la historia, que es lo político. En el fondo, lo político consiste en evitar lo peor. Y ¿qué es lo peor para un grupo humano? La desunión, el desmembramiento, la disolución. El jefe existe para lograr la unidad. Sea donde sea -en un equipo de fútbol, una empresa o un país-, el jefe es el que mantiene la cohesión o produce la unidad en el seno de una multitud.
-¿De qué manera lo consigue?-Es curioso, pero eso pasa siempre por la palabra. El jefe es, siempre, un hombre de palabras. Una palabra que cristaliza, que dinamiza, que construye el rebaño. Me estoy refiriendo al rey pastor, que no es el único arquetipo.
-¿Y el otro modelo?
-Es el rey tejedor, el preferido de Platón. Su trabajo es conciliar a los audaces y a los conservadores. En toda sociedad están aquellos que quieren cambiar y aquellos que quieren conservar. El papel del jefe tejedor es armonizar la cadena y la trama, hacer compatible lo que en principio no lo es. Simbólicamente, el rey tejedor debe fabricar un abrigo que protegerá al grupo del frío, del desmembramiento, de la dispersión. Me estoy refiriendo a dos modelos fundamentales, pero muy actuales, de jefe.
-Usted afirma que en la sociedad actual hay un auténtico deseo de jefe.
-Eso puede entenderse en dos sentidos. Uno que es muy feo y que quiere decir sentir el deseo de ser jefe. Aunque, después de todo, ¿quién no tiene ese deseo? Pero también existe el deseo de tener un jefe. La gente desea tener un jefe cuando se siente amenazada por la disolución.
-¿Qué otras características debe tener un jefe?-El jefe es el maître des horloges (el dueño del tiempo). No se deja imponer el tiempo: crea su ritmo. Crear el calendario es un privilegio del jefe. El jefe es amado por los suyos, pero él puede no amarlos. Es alguien que tiene el privilegio de no amar. Eso es lo que se llama la impasibilidad del jefe, hasta su indiferencia. Una vez le pregunté a François Mitterrand cuál era su secreto. Me contestó: "La indiferencia". Es hermoso, ¿no? Se trata de una cierta ecuanimidad, una cierta distancia con todo el mundo, mientras que todo el mundo debe estar cerca, debe sentirse cercano al jefe y sobre todo amado por él. El jefe es la persona capaz de cerrar los dientes y de tener suficiente confianza en sí mismo como para inspirar a los demás. El jefe tiene esa capacidad que a veces se llama la implacabilidad, que es muy fácil de admitir en la guerra. Es la razón por la cual las mejores reflexiones sobre los jefes vienen de gente que hizo la guerra. Pienso, sobre todo, en el historiador Marc Bloch. En un libro que se llama La extraña derrota , reflexiona sobre el jefe, sobre lo que es un verdadero jefe. Para Bloch, el jefe debe tener dominio de sí mismo y ser implacable.
-Pero Bloch se refiere sobre todo al jefe militar. ¿Qué país de Occidente necesita ese tipo de jefes excepto en el ámbito castrense?
-Es evidente que la guerra es el grupo en fusión. Es la efervescencia, la fiesta de la identidad; es una contracción, pero también una extraordinaria producción de altruismo, un gran derroche libidinal, como diría Freud, donde todos aman al jefe, se identifican con él, están dispuestos a sacrificarse por él. Efectivamente, la guerra es el espacio de lo sagrado.
-¿El jefe no duda?
-No. Por eso es tan difícil para un intelectual ser jefe. Porque, por definición, un intelectual es aquel que duda siempre, que pone en tela de juicio sus ideas y sus opiniones.
-¿Y la ambición de libertad?-Esa es la tragedia: se hace la revolución para dejar de tener jefes y se termina con un superjefe. Eso fue también la Revolución Francesa, que quiso suprimir el Estado absolutista y terminó construyendo un superabsolutismo. Ese es el humor negro de la revolución. En todo caso, cuando una revolución no tiene jefe, no va demasiado lejos. Cuando tiene demasiados, se transforma rápidamente en dictadura o en restauración. Pero ¿quién dijo que la revolución no es una tragedia?
-¿Usted no desconfía de los jefes?
-Naturalmente. Sé que son necesarios, pero yo pido jefes condicionales y no incondicionales, es decir, jefes sometidos al único soberano, que es el pueblo.
-¿Es posible aprender a ser jefe?
-Hay un temperamento de jefe, una libido de jefe. Se lo tiene o no. De todos modos, hay numerosas escuelas de líderes en varios países. Los norteamericanos tienen esas escuelas, pero el jefe es el encuentro entre una personalidad y una coyuntura. Eso no se aprende.
-O sea que el jefe es mucho más que un individuo.-El jefe es un colectivo individualizado, un colectivo sublimado. Es necesario que el jefe sea una sublimación. Es teatro, dirá usted. Sí, pero el teatro forma parte de la vida política.
-Es verdad que hoy la palabra "jefe" es una palabra obscena. Cuando en Médium decidimos reflexionar sobre lo que es un jefe, quisimos terminar con ese tabú. El jefe existe: hay que saberlo para no caer en la mistificación del jefe.
-¿Es decir?
-Que de tanto rechazar el jefe, uno termina aceptando el primero que aparece. Es como con la sexualidad: es mejor hablar de ella para que no termine aplastándonos. Mejor hablar del jefe para prevenir lo peor, que es la mistificación del jefe, el culto de la personalidad y todas las manifestaciones extremistas de la autoridad.
-¿Qué es para usted la autoridad?
-La autoridad es moral, es imaginaria, no reposa sobre la fuerza bruta. No es una cuestión de músculos ni de número. La autoridad es una cuestión de creencia o de conocimientos. El maestro tiene autoridad en una clase. Es necesario que la tenga, de lo contrario, se producirá un desorden y el pequeño cacique del curso terminará por tomar el poder. Eso no será bueno ni para los alumnos ni para el conocimiento. Creo que la autoridad es la protección contra el poder. Y no creo ser reaccionario diciendo esto. Porque tratar de que un petimetre no termine creyéndose el patrón es justamente la democracia.
Para leer el artículo completo:
http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1043677
25 comentarios:
Occam: Su post, y especialmente el comentario suyo anterior que aqui trascribió, me recuerdan una frase de Debray de una importante obra autobiográfica anterior:
“Lo que yo soy, irremediablemente,
se jugó antes de mí y sin mí. No se escoge una comunidad como un reloj en una vitrina”.
Muy buena la entrevista.
Salute.
Occam, gracias por la cita, reconozco que releido el comment resulta como anarco, pero creo que es el resultado de la disonancia cognitiva que me produce el saber que necesito de un gobierno, tal como Debray lo menciona y conocer al mismo tiempo a la calidad moral de los que lo integran y los van a integrar a futuro.
Eso es lo que me mueve a cambiar algo para reducir tanto ruido, así mi sistema de ideas no tiene tantos baches.
Gracias por el excelente post
Escabeche: Muchas gracias por pasar y por la cita que nos regaló. Un cordial saludo.
Hegeliano: El agradecido soy yo. Su comentario ayuda a movilizar la sesera, que si no se duerme en la complacencia. Igualmente, como apunté en el post, queda claro cuál fue la motivación de su comentario anterior, con la que por lo demás me siento absolutamente identificado.
Ocurre que, en las categorías de Debray, estamos padeciendo los abusos del "petimetre" que nos propició el constante y sistemático socavamiento del principio de autoridad, tarea sostenida y tenaz de la misma "intelectualidad" que luego firma la Carta Abierta.
Mi más cordial saludo.
No puedo estar más de acuerdo con la postura de Debray. Ya lo escribí en Todos Gronchos. Excelente post, Occam.
Como siempre muy bueno su post.
Respecto a la anarquía, recuerdo el comentario de alguien que recientemente visitó Haití (país en donde sus desafortunados habitantes solo pudieron vertebrar alguna suerte de cohesión debajo de dictadores hereditarios afectos al vudú), y comentaba que en una caminata por Puerto Príncipe lo impactó la vista de un guardia de seguridad de un almacén/supermercadito al que describió mas o menos en los siguientes términos "un clon de un NBA, pero semidesnutrido, de musculosa y bermudas raídas, descalzo, adormilado y entre tirado y sentado frente a la entrada del comercio con un fusil de asalto en sus manos".
Decía que esa imágen deprimente lo convenció que la anarquía no es la ausencia de gobierno, es el gobierno del más fuerte.
Coincido en gran medida, aunque acotaría que en esas circunstancias la fortaleza se equipara con la bestialidad lisa y llana.
Ahora bien, el "jefe", ¿siempre ha de ser una persona?, ¿no puede ser un grupo?.
Destouches e Isáurico: Muchas gracias por sus comentarios.
Sobre la pregunta de la calidad del jefe (como individuo o como élite), debo remitir a un comentario que efectuó Destouches remitiendo a Pareto en el post original del 1-7-08.
Mis más cordiales saludos.
Ay, creo que por primera vez, debo decirle que se quedó cortina -como Roy-.
El tema del liderazgo da para taanto y lamento decir que lo aborden del lado que lo aborden me apasiona. He leído por allí cuanta porquería me ha caído en las manos acerca del tema en cuestión.
Rescato una frase: "Es un colectivo sublimado", creo que con esa sola cita se pueden llenar no menos de 200 páginas.
Sin dudas hay un "qué se yo viste", que es innato a la persona y que no puede aprenderse ni enseñarse, para ser líder. Pero eso no es todo.
Los argentinos hemos visto con asombro, como un alfeñique de 50 kilos, septuagenario, riojano, feo, medio descuajeringado y con neumonía, imponía silencio ante su murmullo inaudible en la sesión del senado del famoso "mi voto no es positivo". Muchos de los senadores que lo escuchaban lo detestan, otros han dicho las peores cosas de él ante cuanto micrófono le pongan adelante; y ya ven... no volaba una mosca, nadie interrumpía a los gritos ni se mofaba por lo bajo. No hay mucho que explique la situación, el riojano no ostenta poder y es una sombra de lo que era, pero aún así consigue lo impensado: que el senado lo escuche.
Paradojas del liderazgo...
Salute (si hago tiempo prometo mandarle algunos pareceres acerca del tema)
¿Piscuiza, ese "je ne sais quoi" que menta no puede definirse como "carisma"?.
Ciertamente carisma era lo que le sobraba/sobra a Menem, hombre que -aún con sus infinitas carencias y agachadas- fue lo mas parecido a un estadista que hemos tenido en los últimos 30 años por estos pagos.
De todas formas, como usted bien dice, el "liderazgo" está lleno de paradojas, y el carisma, aunque nunca viene mal para un líder, no es condición "sine qua non" para alcanzar dicho rango.
Por dar un ejemplo, Iosif Vissarionovich Dzhugashvili (alias: Acero, aunque no era pariente de Cali), fue indudablemente uno de los grandes líderes del Siglo XX. Eso pese a que no tenía una onza de carisma y tranquilamente podría ser definido como un psicópata perverso.
Afortunadamente para nosotros, de nuestros propios lideres, quienes han demostrado estos rasgos psicópáticos y perversos (coincidentemente, siempre aunados a una falta absoluta de carisma, V.Gr.: Neshtor, Videla, Rivadavia, etc.), han mostrado también esa veta de cabotaje y trucha que Asís atribuye a veces a la argentinidad toda. Si no, seguramente, habríamos tenido la desgracia como pueblo de ser víctimas de un genocidio. Y afortunadamente, ese nunca ha sido el caso en esta tierra generosa.
Occam, respecto a su oportuna remisión al comentario previo de Destouches: ciertamente el Céline del foro contesta mi pregunta con su acertada cita de Pareto.
Piscuiza: me remito nuevamente a lo transcripto en el post:
Periodista pregunta:
-¿Es posible aprender a ser jefe?
Debray responde:
-Hay un temperamento de jefe, una libido de jefe. Se lo tiene o no. De todos modos, hay numerosas escuelas de líderes en varios países. Los norteamericanos tienen esas escuelas, pero el jefe es el encuentro entre una personalidad y una coyuntura. Eso no se aprende.
Coincido. Es un tema arduo, pero no es mi intención abordarlo en 200 páginas. Sobre el ejemplo que usted pone, me resulta adecuado, y lo digo desde el conocimiento personal. Empero, como bien dice El Isáurico, el liderazgo no se reduce a un aspecto, ni puede ser abordado inductivamente (a partir de un caso particular). Hay muchas formas, y Debray las ha sintetizado en una doble vertiente: la pastoral y la tejedora. En esta segunda están los tipos que usted evoca.
Mis cordiales saludos, y muchas gracias por su comentario.
NInguno de nosotros, imagino, dejaría un emprendimeinto económico propio a merced de una asamblea. Yo no lo haría.
Isáurico: sin dudas ese "qué se yo viste" es el carisma, pero queda mucho menos académico decirlo como el polaco en balada para un loco.
En cuanto a que el carisma no es requisito ineludible para ser líder, también es cierto. Pero sin dudas el carisma ayuda a la construcción de un líder.
Con respecto a la jefatura de un grupo o una persona, no noto gran diferencia en cuanto a resultados. Algunos recordarán los abusos de la elite de la rusia comunista.
Si bien es cierto que los americanos del norte nos han llenado de libros de liderazgo y motivación -muchos de ellos indispensables-, creo que para entender mejor lo que pasa por nuestras tierras viene bien leer historia argentina; porque ni dudar que el buen líder sabe leer la coyuntura como ningún otro. Retomando el ejemplo del riojano -no por cariño, sino porque nos resulta cercano en el tiempo- si hay una cualidad que hay que reconocerle, es que eso de saber "leer" la coyuntura. Así lo vimos patilludo y caudillesco a finales de los 80 y principios de los 90, para luego dejar el poncho y calzarse unos trajes europeos muy noventosos. Su adaptación camaleónica demostró que aparte del carisma natural el "cal lo" tenía muchas otras características inherentes al liderazgo.
Y basta!, que si no parezco la Bolocco y juro sobre "La guía telefónica" que no lo soy.
Saludos
Creo que hay que discriminar entre Jefe y Líder.
Estoy dispuesta a evalúar la posibilidad de seguir a un Líder, es decir pensar si su liderazgo es positivo para la mayoría.
A un líder se lo sigue, porque se deposita en él, la ilusión de que está iluminado sobre lo que hay que hacer para que todos estemos mejor.
A un Jefe se le obedece o no,ya que Jefe es casi una institución burocrática. Es un cargo ocupado en su mayoría por gente experta en el arte de apretar.
Eso de terminar admitiendo a cualquier energúmeno como jefe ante la necesidad de tener uno, es tan argento que da bronca.
Somos un pueblo adolescente, necesitamos todo el tiempo que nos digan qué tenemos que hacer y que tomen las decisiones por nosotros sin consultarnos siquiera.
Excelente, para variar.
Cerriwden, Relato: Muchas gracias por sus comentarios. El jefe, entiendo yo, es el vértice de la pirámide jerárquica en cualquier estructura social (que necesariamente es jerarquizada, y quienes niegan esa tendencia natural, terminan promoviendo estratificaciones antimeritocráticas basadas en el dinero, la influencia o la impunidad).
Justamente, uno de los factores en los que poner el énfasis para propiciar la posibilidad del surgimiento de un jefe con características de liderazgo, es decir, un conductor, un estadista, es en el sistema meritocrático de promoción y en el sistema social de orientación. Argentina no tiene lugar para jefes de ese estilo, sino para petimetres advenedizos, porque toda persona capaz y con verdadera vocación ve cerradas las puertas antes de siquiera pensar en entrar.
¿Nadie se pregunta acaso cómo pudieron coexistir San Martín, Belgrano y Rosas? ¿O Roca, Pellegrini y la Generación del '80? Evidentemente, hubo un campo propicio para la aparición de sus figuras y para su desenvolvimiento público en plenitud. Detrás de la aparición de tales jefes hay sin dudas una élite, un grupo, que sostiene y alimenta. De allí que el mando individual y la permanencia y sucesión grupal no son términos contrapuestos sino complementarios.
En el caso en que las élites desaparecen, los jefes siguen existiendo por una cuestión de necesidad social, como bien explica Debray, pero adquieren características de providencialismo, en las cuales el liderazgo carismático pasa a ser demasiado relevante, y la gestión individual y su éxito, una cuestión de vida o muerte. De ese tipo son los ejemplos mayoritarios del siglo XX.
Mis más cordiales saludos.
Cerri, Relato quizás confundimos al líder con sólo una de sus características: el paternalismo.
Si bien en la argentina es el estilo más reconocido (lo podemos ver en los variados caudillos de la historia del país), hay otros estilos de liderazgo completamente válidos y enriquecedores. El problema es que nos hemos convencido que el liderazgo en si "es malo". Yo no creo que sea así. En el mismo camino, nos convencieron que la política es "mala" porque eso es funcional a una dirigencia que no quiere ceder espacios. Los políticos -en su gran mayoría- se saben poco preparados, poco lúcidos y tienen pánico a perder sus porciones de torta.
Saludos y la verdad lindo intercambio se armó con el tema del liderazgo.
Por cierto Cerri, lo de la iluminación suena un poco a un líder mesiánico y la verdad yo no quisiera seguir a un líder de ese estilo. Porque le soy sincera, no la imagino a Carrió abriendo el mar argentino con uná vara de madera!
Saludos
Justamente estoy trabajando sobre un libro acerca de los "nuevos líderes". Más que interesante el testimonio de estos hombres, que han resignificado la palabra "lider". Mucho para decir, pero ahora estoy sin tiempo, sólo paso a saludar y a desearte buen fin de semana.
Piscuiza: Su comentario remite directamente a la conclusión más trascendente de la entrevista reseñada: que la aversión a la política y a las cuestiones del liderazgo, considerada religiosamente por estos pagos tan retrógrados (dominados por el retroprogresismo anclado en el '68), nos ha alejado de las cuestiones que mejor deberíamos observar y estudiar para mejorar como pueblo.
Acá, cuando se cae un edificio por falencias de construcción, primero demonizamos a los arquitectos y después a la arquitectura, lo que no quiere decir que podamos prescindir de la necesidad de habitar bajo techo.
Mis más cordiales saludos.
Estrella: Gracias por pasar y por dejar su comentario. Comprendo que anda sin tiempo, pero no se olvide en algún momento de enriquecernos con su aporte sobre la cuestión.
Mi más cordial saludo.
Piscuiza, le agradezco su respuesta personal.
Pero creo que me ha malinterpretado:" ilusión" es una percepción alterada de la realidad; por otra parte el término "iluminación", no lo use en términos místicos sino de claridad de conciencia.
Por otra parte, la imagen de Carrió guiando al pueblo argentino, con una vara serpiente es cuando menos, graciosa.
También le extiendo cordiales saludos.
San Martín, Belgrano y Rosas pudieron convivir por muchísimos factores. Pero uno primordial, y tal vez subjetivo, es que ninguno de los tres padecía de esa enfermedad que tanto estamos acostumbrados a ver en el Gobierno:
el Vedettismo.
Muy cierto lo que he leído. Y, Relato, le agrego otro detalle, fundamental para el jefe político: estaban y estuvieron dispuestos a afrontar, en forma personal y absoluta, la responsabilidad por sus actos y por los privilegios de las investiduras que les fueron conferidas.
Debray larga con una tonteria: "Aun en democracia existe en el hombre un deseo de jefe, un deseo arcaico que....
El liderazgo no es un deseo humano, es una necesidad social.
La sociedad es una aglutinación de sujetos en pos de la supervivencia efectiva.
Para supervivir, una condición necesaria es ser eficiente en el presente, y proyectarse al futuro.
Ese avanzar por el sendero presente-futuro trae algunos problemas.
El mayor es que, al tratar de ver adelante, la complejidad aumenta. En terminos ajustados, comienza a hacerse más patente la necesidad de pensamiento estratégico (fundamentalmente por el aumento de la incertidumbre).
El manejo de esa realidad (la de dirigir el presente y proyectar al futuro) requiere personas con la habilidad de manejar esa complejidad.
Acierta Debray con "Jefe es alguien capaz de transformar un montón de cosas dispersas en un todo coherente", pero erra fatalmente conesto de "crea su ritmo". Se participa de la creación del escenario, pero intervienen múltiples factores, entre otros, la voluntad de los dirigidos.
El jefe no debe ser implacable, más bien reflexivo, abierto, yb constructor y reconstructor de la alianza. La diferencia con el intelectual, sería solo que no abandona jamás el compromiso con la realidad (que incluye a los representados).
Si no duda, como afirma Debray, es que sufre una patología. Un líder es (perogrullo) humano.
Acierta en que el liderazgo es un encuentro entre una personalidad y una coyuntura.
El caso más paradigmático es el de Churchill, sacado del ostracismo de preguerra (era un marginal político), elevado al cenit, y en su momento de gloria, eyectado del poder.
Pero esa coyuntura no debe tomarse como incidental, o de corto plazo.
Finalmente, nunca habla, nadie, no solo Debray, del elemento escencial del liderazgo (si es democrático, más aun): la confianza.
La confianza es el mayor aglutinante social. Y la forma de liderazgo más efectiva se basa en este elemento.
Obvio, esta el miedo por ejemplo: un sucedáneo, pero poco efectivo.
es tan importante la confianza, que permite desarrollar una de las actividades más importantes de los líderes, la conformación de su sucesión.
Nada delata más la presencia de autoritarismo que un liderazgo cerrado a la sucesión, que no es otra cosa que una forma de proyección al futuro que se intenta moldear.
Mickey: Le agradezco su excelente comentario. Mis más cordiales saludos.
Publicar un comentario