Hemos omitido conscientemente este año evocar la gesta de Malvinas el día 2 de abril. Puede parecer paradójico, pues durante muchísimos años abogamos porque el 2 de abril fuera reconocido y conmemorado como corresponde, luego de un tenaz proceso de desmalvinización llevado a cabo en los años ’80, que estableció como fecha digna de ser recordada, el 10 de junio (conmemora el nombramiento de Luis Vernet, en 1829, como tercer Gobernador argentino de las islas[1], fecha asimismo escogida por recordar el desalojo que los españoles, el mismo día de 1770, hicieron de los ingleses establecidos ilegalmente en Puerto Egmont). Luego del violento y arbitrario despojo llevado adelante el 3 de enero de 1833, se produce una sublevación de gauchos argentinos, liderados por el entrerriano Antonio Rivero, que mata a los cinco cabecillas del gobierno británico (mientras respeta la vida de todos los demás pobladores, las mujeres y los niños), arría la union jack y pone en su lugar el pabellón azul y blanco. Eso ocurre el 26 de agosto de 1833, y la situación bajo bandera argentina se prolonga por más de cuatro meses, hasta el 7 de enero de 1834.
Una vez izada definitivamente la bandera británica, ese 7 de enero de 1834, por el teniente Henry Smith, la enseña de los usurpadores flameó sobre nuestra tierra austral ininterrumpidamente durante 177 años, 5 meses y 4 días hasta el día de hoy. Ininterrumpidamente, a no ser por tres episodios, dos gestuales y uno efectivo: 1) El aterrizaje del pequeño Cessna tripulado por el aviador argentino Martín Fitzgerald, el 8 de septiembre de 1964, con enarbolamiento de la bandera argentina (aunque no en reemplazo de la británica). 2) El aterrizaje de un jet de Aerolíneas Argentinas en Puerto Argentino, desviado de su curso por el Operativo Cóndor, el 28 de septiembre de 1966, llevado adelante por un comando de 18 jóvenes nacionalistas peronistas, que arrió la bandera inglesa e izó la argentina durante 36 horas, y mereció por su arrojo la cárcel en Ushuaia, en miserables condiciones, por parte del gobierno de Onganía. 3) La recuperación de la Islas Malvinas por la República Argentina el 2 de abril de 1982, con la designación de autoridades, el reconocimiento de los derechos de los ciudadanos malvinenses (a la inversa de lo que hizo y hace la potencia colonial británica) y la reafirmación real de los legítimos derechos soberanos de nuestro país sobre ese suelo patrio, durante 74 días, entre ese 2 de abril y el 14 de junio.
En algún momento se me dio por pensar que, los que estábamos presentes en 1982, tuvimos el raro privilegio de presenciar como realidad efectiva ese anhelo patrio tan demorado. Pudimos vivirlo, durante 74 días. Las Malvinas estaban bajo bandera argentina de verdad. Cuando sea el momento de contarlo a nuestros hijos, y más aún a nuestros nietos, tal vez tomemos consciencia del significado íntimo y vital del suceso: nosotros, los que nacimos antes de 1982, tuvimos el privilegio de vivir en la Argentina completa, recuperada de sus mutilaciones proferidas por el imperialismo también real y efectivo, es decir, palmario, evidente, material, y no argumental, ni semántico, ni retórico.
Duró sólo 74 días, es cierto, pero no hay amor que dure 100 años. Fueron 74 días en que lo logramos, lo hicimos finalmente, demostramos que somos valientes, decididos, que estamos dispuestos a defender lo que decimos, y no nos quedamos en meras protestas y lamentaciones, en pucheritos. Fuimos y le pegamos una piña en la cara al matón de la escuela, al grandulón abusador que nos escarnecía una y otra vez, con la complicidad de los demás, y hasta las sonrisas celebratorias de los demás. Por un momento todos se quedaron callados. Como dijo San Martín en ocasión del Combate de Vuelta de Obligado, los argentinos demostramos que no somos empanadas que se pueden comer de un solo bocado.
Cada vez ronda más por mi cabeza esa tentación de desembarazarme (liberarme, sería la palabra adecuada) del prejuicio causal, de esa tendencia metódica de concebir el tiempo como una sucesión lineal, y la historia como un cuento que requiere de algún final. Siempre el final debe ser establecido arbitrariamente. El momento de corte que se elija, determinará el género de la historia. Si se pretende un final feliz, la película termina cuando los enamorados finalmente se encuentran y se besan, a veces cuando se casan. Si se quiere un final triste, la historia puede continuar hasta que los enamorados quedan inmersos en la rutina, pierden la atracción el uno por el otro, empiezan a meterse los cuernos, terminan tirándose con la vajilla, y finalmente, dejan gran parte de los bienes habidos en la aventura conyugal en un bufete de abogados, que se encarga de pelear tenencias, régimen de visitas, alimentos y demás cuestiones desagradables. O puede continuar la historia, con los ex enamorados rehaciendo sus vidas, perdonándose sus afrentas pretéritas, y terminando en otra feliz escena familiar en Navidad, ante la misma mesa, con los míos, los tuyos y los de ellos.
Malvinas bien podría empezar con el despojo británico de 1833, repetido en 1834, y terminar en el 2 de abril de 1982, cuando un comando de elite recupera las islas, con tanta idoneidad y profesionalismo, que lo hace sin matar a un solo británico, por más que ellos arteramente dispararon y asesinaron al Capitán Giachino luego de pedir la rendición. O podría prolongarse hasta el 1 de mayo de 1982, día del glorioso bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina, de muchísimos actos del mayor heroísmo y destreza, que valieron el unánime elogio internacional. De la muerte de 14 hermanos compatriotas en esas acciones de heroísmo, y del hundimiento y destrucción de tantos buques británicos, con pérdidas millonarias, en el Estrecho de San Carlos. Sería un final épico, a toda orquesta.
También podría terminar el 14 de junio de 1982, con la rendición apresurada argentina, sin presentar prácticamente oposición en Puerto Argentino y en una coyuntura, se supo después, en la que las tropas inglesas se encontraban ya exánimes y desmoralizadas, y sus mandos muy preocupados porque el día anterior una escuadrilla aérea argentina casi mata de un bombazo a los máximos jefes en las islas. Ése sería un final previsible, después de todo, pero no del todo malo. Las guerras pueden ganarse y pueden perderse, como los partidos de fútbol, y una derrota 4 a 3 no es lo mismo que una goleada rotunda.
Si en cambio la historia de las Malvinas decidiéramos terminarla hoy, tendríamos realmente un cuento tragicómico, absurdo y ridículo. Un pueblo martirizado por la culpa, pidiendo perdón hacia todos lados, agradeciendo a los ingleses la vuelta de la democracia, tolerando los imperdonables crímenes de guerra, sin atreverse a demandar hacia fuera la justicia que sí demanda airadamente puertas adentro, protestando impotente ante los avances estratégicos en la zona: búsqueda de petróleo, expansión de la zona exclusiva, protección en aguas malvinenses a pesqueros depredadores del Mar Argentino, bases clandestinas en la Patagonia, etc. etc., mientras los argentinos nos golpeamos el pecho de contrición y hacemos profesión de fe pacifista hasta las últimas consecuencias… y un poco más allá también.
También, siempre considerando a la historia como un cuento lineal, podríamos ensayar un escenario contrafáctico, con un eventual triunfo argentino. Gran Bretaña, en el marco de su plan de ajuste armamentístico, decide finalmente no recobrar el archipiélago, y éste pasa definitivamente a la soberanía argentina. La democracia habría vuelto, indefectiblemente. Es un argumento mala leche el que vincula la derrota con el regreso de la democracia, y ya lo hemos tratado tres años atrás (http://corraldelobos.blogspot.com/2008/07/malvinas-contra-algunos-sagrados-dogmas.html). Probablemente, se habría creado una provincia en esas islas, con un gobierno provincial con jurisdicción sobre las antillas australes. Muchos kelpers (a los que tal vez se llamaría “cachiyuyeros”) se habrían marchado a Inglaterra, pero otros muchos probablemente se habrían quedado, y mandado sus hijos a estudiar a Buenos Aires, de donde ya no regresarían, más que alguna vez al año de visita. Un plan de promoción industrial como el que en los mismos ’80 se llevó adelante en Tierra del Fuego seguramente habría terminado en un escándalo de galpones vacíos y devoluciones de IVA por productos que jamás se produjeron y menos se vendieron y facturaron. Los hombres solos que hubieran llegado a las islas desde las provincias por la buena paga, requerirían de una buena oferta de cabarets y whisky, y de vez en cuando veríamos por TV las huelgas con gomas quemadas. Tampoco parece ése un final feliz.
Los finales felices son efímeros. La felicidad es efímera. La vida es efímera. La vida no es feliz, pero se compone de instantes felices. También se compone de instantes tristes. Y sobre todo, como una mayoritaria argamasa, de largos períodos grises y monótonos.
Los que nacimos antes de 1982 hemos tenido el privilegio de poder vivir algo para recordar. Instantes felices. Instantes tremendamente tristes. Pero nada gris y monótono durante esos 74 días. No había tiempo para aburrirse y cambiar de canal.
Se me ha ocurrido que, como hacen las religiones, tal vez la mejor evocación sea por un período y no por una fecha. Es por eso que he elegido el día de hoy, casi equidistante del principio y del final de la contienda.
La revista del ACA, al ser trimestral, accidentalmente cumple un poco con esa ocurrencia mía. En su número 208, correspondiente al trimestre abril/mayo/junio 2011, evoca el 2 de abril, pero lo hace con toda la potencia temporal del trimestre. Lo hace cuando el 2 de abril pasó hace casi mes y medio. En un recuadro de la página 14 concluye en lo mismo que disparó este post: “Desde entonces (desde el atropello de 1833) flamea la bandera británica en las Islas, menos durante los 74 días que duró el conflicto bélico”.
He leído hace poco en el último libro de Mario Vargas Llosa (ISBN 978-987-04-1644-9, pág. 272) una reflexión que él pone en la mente de Roger Casement, a propósito de la ímproba lucha de Irlanda por liberarse del colonialismo británico, en particular, el fracaso de Semana Santa de 1916:
«Mil veces preferible morir como ellos, con las armas en la mano –una muerte heroica, noble, romántica-, antes que en la indignidad del patíbulo, como los asesinos y los violadores. Por imposible e irreal que hubiera sido el designio de los Voluntarios, el Irish Republican Brotherhood y el Ejército del Pueblo, debió ser hermoso y exaltante –sin duda todos los que estuvieron allí lloraron y sintieron su corazón tronando- oír a Patrick Pearse leyendo el manifiesto que proclamaba la República. Aunque sólo por un brevísimo paréntesis de siete días, el “sueño del celta” se hizo realidad: Irlanda, emancipada del ocupante británico, fue una nación independiente».
[1] Los gobernadores anteriores designados por Buenos Aires fueron: 1) Designados por el Reino del Río de la Plata (1776-1811): Ramón Carassa (1777), Salvador de Medina (1779), Jacinto de Altolaguirre (1781), Fulgencio Montemayor (1783), Agustín Figueroa (1784), Pedro de Mesa y Castro (1786), Ramón Clairac (1787), Pedro de Mesa y Castro (1788), Ramón Clairac (1789), Juan José de Elizalde (1790), Pedro Pablo Sanguineto (1791), Juan José de Elizalde (1792), Pedro Pablo Sanguineto (1793), Juan Aldana y Ortega (1794), Pedro Pablo Sanguineto (1795), Juan Aldana y Ortega (1796), Luis de Medina y Torres (1797), Francisco Xavier de Viana (1800), Ramón Fernández de Villegas (1801), Bernardo Bonavia (1803), Antonio Leal de Ibarra (1803), Bernardo Bonavia (1804), Antonio Leal de Ibarra (1805), Bernardo Bonavía (1806), J. C. Martínez (1807), Pablo Guillén (1810) y Gerardo Bordas (1810-1811). La Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires dispuso el reconocimiento de los salarios caídos, en carácter asimilable al legítimo abono, a este último hasta 1811. 2) Designado por el Director Supremo José Rondeau: David Jeweet (1820). 4) Sucede a Jeweet Pablo Areguatí, oficial de raza indígena educado en las misiones jesuíticas, ex capitán de milicias en Entre Ríos, a quien Belgrano había nombrado alcalde en Mandisoví, Corrientes, en su campaña al Paraguay (1820-1824). 4) Jorge Pacheco y Luis Vernet (1824-1828), administradores de las islas en carácter de concesionarios. 5) Designado por el General Martín Rodríguez: Luis Vernet (1829-1833).
12 comentarios:
Occam: Gracias por la evocación. Yo también tuve el privilegio de estar en uso de razón en 1982. Los argentinos del frío e inhóspito Sur vivimos aquellos días con especial intensidad, aguardando en todo momento los bombardeos, trabajando de noche con oscurecimientos etc. Pero aquellos 74 fueron los días más felices de mi vida. El 14 de junio, tras conocer la arrugada del lustrabotas Menéndez, coloqué ceniza en mi frente y me puse luto, el que luzco cada día aciago de esa fecha, hasta que me muera.
¡Todavía hay tanto que decir sobre Malvinas! Ya llegará el día, cuando toda esta mariconada inverecunda -e inducida- ceda y reflote el oscuro coraje de la raza, que cantaba el Viejo Pancho.
Gracias y un cordial saludo
Es una buena nota, bien documentada y tersamente escrita. Don Guillermo, insista.
Chofer, muchas gracias por su elogioso comentario. En esta versión (que no estamos seguros de que sea la última), usted ha sido el primero.
En fin, como dice el título, son sólo momentos (condenados a repetirse, como en el eterno retorno).
Un cordial saludo, desde Ockham, en las islas inglesas.
Recien pasé por lo del Opinador Compulsivo y a él también lo han perjudicado los de Blogger.
Esto me recuerda a la navaja de Hanlon: "No atribuir a la maldad lo que puede ser atribuido con comodidad a la estupidez"
Amigo Chofer: En una línea similar, debemos recordar que Perón prefería los malos a los brutos, pues "Yo he visto malos que se han vuelto buenos, pero no he visto jamás un bruto volverse inteligente".
En fin, creo naturalmente que el problema técnico de Blogger fue un problema técnico: 50 horas ininterrumpidas de "sólo lectura", y la supresión de todo lo que se hubiera publicado después de determinada hora del 11 de mayo (da la casualidad que nuestro artículo estaba en ese postulado). Lo que molesta es que mientras tanto se nos mintiera diciendo que el material suprimido iba a restaurarse. Pero está todo bien. Más allá de todo, yo sigo agradeciendo la posibilidad increíble que me ha dado este sistema de expresarme y difundir lo que pensaba. Una posibilidad que no estaba ni en mis sueños 15 años atrás.
Un cordial saludo. (Ya no es usted el primero respecto de esta versión sustituta de emergencia, sino que es el único... menudo honor).
Qué manera de sudar con blogger...
Esta tarde, mientras ya tenía listo para publicar mi primera entrada en Wordpress, volvió blogger. Me sentí más contento que Zaffaroni en el vestuario de Nigeria.
Yendo a la temática de la publicación:
Estimado, más de una vez he expresado mi admiración a tu forma de escribir y mucho más cuando lo hacés desde el corazón.
Este post se nota muy sentido, se percibe y se comparte.
Respecto del proceso de desmalvinización iniciado por el alfonsinismo y cuyo punto culminante hemos vivido en los festejos por el Bicentenario, donde han desfilado alegorías de Bolivia en camionetas disfrazadas y sin seguro ni VTV y no un desfile de los veteranos de guerra.
Quizás, la última cachetada fue cuando la yegua, muy suelta de lengua y constreñida de cuerpo, disparó que el bautismo de fuego de la Fuerza Aérea Argentina fue en realidad el bombardeo a la Plaza de Mayo el 16 de junio de 1955, ante el aplauso hipócrita de doña Estela, quien parece haberse olvidado de su confesión de haber brindado con champán ese día.
De más está decirle que este post me ha llegado.
Un abrazo grande!
Hay veces en que los dioses prueban su existencia: ¡benditos los que eliminaron estos correos!
Yo planteaba, en ellos, la duda sobre el 10 de junio, tal como fue pergeñado por el Alfonsionato. Al correr de la pluma y de memoria.
Consultadas las fuentes, parece ser innegable que el 10/6/1829 fue el día de la creación de la Comandancia Político Militar de las Malvinas, puesta en cabeza del hamburgués Luis Vernet. Tan "prusiano", si cabe, como el malogrado Rauch, aunque el hugonote nunca había combatido por Napoleón.
El caso es que junio -mes nefasto- tiene mucho que ver con las Malvinas. Porque el propio Martín Rodríguez (quien, como gobernador delegado, fue quien firmó esa institución), fue quien apoderó a Vernet en 1824, justamente un 10/6 (Saldías).
La Protesta y Memoria del comsionado argentino en Londres, Manuel Moreno ("don Oxide"), a raíz del episodio de la "Clío", fue el 17/6/1033.
Y el rechazo sistemático del gobernador don Juan Manuel a la "protesta" nortemericana tras al atropello de la "Léxington", fue justamente en junio 1832...
En fin, que donde las dan las toman. Y eso es lo que decía en mi "post" extraviado. Al que agregaba algunas vivencias personales. Como que me puse luto aquel 14/6/1982, el que llevaré mientras viva. O que aquellos 74 días -con sus más y con sus menos- fueron los más felices de mi vida, a despecho de concretas amenazas de bombardeos y muy reales oscurecimientos cotidianos. Sin lamentos. Decía Lugones "desde que cae al montón hasta el día en que se acaba/ pinta el culo de la taba la existencia del varón"...
Nueva felicitación y saludos cordiales.
Relato: Muy buenos y adecuados ambos comentarios suyos, lástima que mencionara en ellos tanta gente de la que no quería acordarme. Pero bueno, ahí están, y no hay que olvidarse de quiénes son y qué dijeron, dicen y piensan.
Agrego ahora uno yo: H. Verbitsky, que conoce muy bien a la Fuerza Aérea, para la cual incluso escribió un libro en 1979, en colaboración con un brigadier. Supongo que él también opina así de bien como nuestra líder de masas. A ella, que tan peronista es, habría que recordarle que fue Perón, siendo Ministro de Guerra en 1945, el que creó la Fuerza Aérea, escindiéndola del Ejército. También, el que en 1947 la dotó de la más moderna tecnología, y que trajo a varios ases de la aviación de la SGM, como Adolf Galland y Hans Ulrich Rudel, para capacitar y entrenar a los pilotos argentinos. Con el golpe gorila del '55, a Kurt Tank, por ejemplo, lo obligaron a abandonar el país, se fue a la India, y allí desarrolló para ese país el estupendo caza birreactor "Marut", demostrando cómo la Argentina deja pasar sus oportunidades por un problema de imbecilia en su dirigencia, seguramente compartida por todos los (lamentablemente) mencionados.
Un abrazo, y muchas gracias por su comentario y su solidaridad.
Flor de Ceibo: Quizás tenga usted razón sobre el designio de los dioses. Este comentario suyo, que reemplaza al anterior, es mucho más completo y enriquecedor para con el artículo al que se refiere. Seguramente junio es un mes muy significativo para la cuestión Malvinas, lo que me respalda en mi idea de generar un período anual de conmemoración, en lugar de un día puntual específico.
Buenísima la cita de Lugones. Ella sola merece que todo lo escrito en esta segunda vuelta se conserve perpetuamente.
Un abrazo.
"Les vamos a quemar, les vamos a quemar, les vamos a quemar toda la tropa, y se van a volver, y se van a volver...a Inglaterra en pelotas".
El cántico se coreó durante esos 74 días en muchas partes.
A mí me tocó escucharlo en New York City (la discoteca) en un alto de la música provocado por la euforia de los habitués -habitualmente, pro-anglo-.
Saludos
Mensajero: No sé ciertamente si volvieron en pelotas, pero las pérdidas económicas que sufrieron fueron enormes. Si las guerras fueran también contiendas económicas (a veces lo son), Argentina ganó en ese rubro por goleada. También en lo concerniente al número de bajas. Si Argentina sufrió 649 pérdidas humanas en la contienda, Inglaterra sufrió holgadamente más de 2 millares, aunque sólo reconoce las evidentes, las que no puede ocultar, de algo así como el 10% de la realidad. Sugestivamente, estableció sobre la cuestión un secreto de Estado absoluto que recién podrá develarse en 2078.
A mí me enorgullece que la Providencia nos haya dotado de tamaño enemigo histórico, al que se sigue recordando con cada "el que no salta, es un inglés". Cuando toda la estrategia imperialista siempre condujo a la división entre hermanos sudamericanos, a las peleas absurdas, Argentina puede exhibir una foja casi impecable, sólo empañada por la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay, en la época del anglófilo y brasilerófilo Don Bartolo. En cambio en la región presenciamos a Chile contra Perú y Bolivia en la Guerra del Pacífico, a Bolivia contra Paraguay en la Guerra del Chaco, y recientemente a Perú contra Ecuador.
Cuando podría haberse desatado el Conflicto del Beagle contra los hermanos chilenos en 1978, en el cual la victoria argentina era casi segura, sin embargo primó la concordia y la solución pacífica. Claro que Chile luego ayudó a Inglaterra, como un cuchillo por la espalda, en 1982, prestando sus bases en el continente y sus radares, y recibiendo como contraprestación un portaaviones tipo "Invencible" y la isla Adelaida, al oeste de la península Antártica, de parte de Su Graciosa Majestad. Más tarde, como suelen pagarse estos favores personales, Pinochet fue encarcelado en Gran Bretaña. Porque eso sí hay que reconocerle a los piratas: respetan a los enemigos que le hacen la pata ancha. Tanto el Barón Rojo como Don Juan Manuel de Rosas fueron inhumados con honores en suelo británico, mientras que los cipayos y esbirros lamebotas jamás son siquiera recordados.
Un cordial saludo, y gracias por el recuerdo.
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