martes, 22 de marzo de 2011

¡Taxi!


Fueron los antiguos romanos (cuándo no) los que inventaron el taxi. Carros de dos ejes trasladaban a los clientes y medían, mediante un sistema de ruedas dentadas (una vertical y otra horizontal), que a su vez determinaba que cada un kilómetro girara una criba con bolitas de metal y dejara caer una de las esferas en un cuenco, la distancia recorrida. Terminado el viaje el cochero contaba la cantidad de bolitas acumuladas en el cuenco, y establecía entonces la cantidad de kilómetros transitados, que era el parámetro tarifario regulado por el Estado. No había regateo ni había consideración a la cantidad de pasajeros (siempre dentro de la capacidad del vehículo, claro).

Un mito urbano de la modernidad porteña, pero que ya tiene muchos años, tantos como los relojes digitales, señala la existencia de un “piripipí legal”, es decir, de una forma de engañar al reloj para conseguir que él incremente el valor del viaje con mayor frecuencia que los 200 metros recorridos o el minuto de espera. Un viejo portero de edificio que conocí en la residencia donde estudiaba, hace ya como veinte años, y que había sido tachero por muchos años, me afirmó que el mito era cierto, y que se traducía en una forma generalizada de conducir el taxi.

La maniobra es la siguiente: se acelera el auto más de lo necesario con antelación a una detención segura (por ejemplo, un semáforo en rojo a 50 metros, o un embotellamiento), y luego se lo frena bruscamente. El reloj viene contando los metros en función de los giros de su mecanismo, que ante la interrupción repentina, por inercia, siguen un poquito más, y cuentan más metros recorridos que los realmente realizados. Sencillo. Cualquier usuario puede constatarlo en cualquier momento. Una vez detenido el vehículo bruscamente, pasados unos segundos en el semáforo, cae la siguiente ficha, sin que la espera o cualquier otra causa manifiesta lo justifiquen.

Es una maniobra trivial, una picardía, un pecado de niños. El robo de metros no implica, para tranquilidad de los usuarios, una diferencia significativa, de 2, 3 pesos, 4 tal vez si el viaje es un poco más largo. Por ejemplo, para un viaje de 6.000 metros exactos que realizo a diario, el costo debería ser de $ 23,20. Con esperas en semáforos, sube a $ 26,10 en la peor hipótesis, más probablemente, a $ 24,94, $ 25 redonditos. Sin embargo, y fuera del horario pico, con buena fluidez en el tránsito, en esos 15 a 20 minutos de viaje uno gasta unos $ 27,84, que por supuesto, son $ 28 redondos, $ 30 si uno tiene la costumbre de dejar propina. Como digo, el resultado de tanta frenada son $ 2 ó $ 3 de diferencia.

Lo incómodo, que a mí ya me tiene bastante molesto, es la forma generalizada de conducir de la que hablaba más arriba. Ver al chofer estirar la tercera y poner la cuarta a metros de decenas de luces rojas de frenado que indican que indefectiblemente habremos de detenernos, soportar el saludo con la cabeza que la frenada brusca provoca y rogar porque ninguno nos choque de atrás, son todos aspectos de una antipatía que va creciendo con la repetición de los episodios. Ya instalados en el tráfago, las aceleradas para avanzar 20 metros y las subsiguientes frenadas intempestivas, fuera de lugar y de oportunidad, terminan por dibujar un gigantesco culo en mi cara, que es difícil pueda retirarse de ella hasta que no pongo la llave en la cerradura de la puerta de casa.

Insisto, la picardía de rapiñar unos centavos con el asunto ése del mito del “piripipí legal” me tiene sin cuidado. El usuario de taxi debe calcular elásticamente el costo de su viaje, porque está sometido a un sinnúmero de imponderables. Lo que es realmente exasperante es cómo una suposición casi supersticiosa, pero en todo caso, sin un resultado económico sensible, puede dar lugar a una forma de conducir tan pelotuda, incómoda para el pasajero y supongo que también incluso para las pastillas de freno. Y ello es todavía más grave cuando tal conducta se uniformiza como una religión sometida a compulsivos rituales. Cualquier pibe que agarra el taxi las primeras semanas conduce normal, pero al mes o a los dos meses está haciendo las mismas gansadas que el resto.



Otras cosas que me molestan del servicio:

1) El conductor maleducado, que ni saluda cuando uno sube al taxi, o responde al saludo con una interjección gutural, pero que tres cuadras antes de llegar a destino hace algún comentario amistoso, generalmente vinculado con el clima, o con el culo de “esa mina”, para ganarse la propina.

2) La falta sistemática de cambio. La última que padecí, respectó a un pago con un billete de $ 50 para un viaje de $ 32 en el que le dije que cobrara $ 35. Obviamente, kiosco de por medio, le terminé dejando $ 30 ¿Hice mal?

Un billete de $ 100, que la obtusidad oficial considera todavía un papel fuerte, y que como alguien apreció, hoy día está más equiparado a los viejos $ 10 que a los viejos $ 20, sigue siendo para ellos algo así como un violeta pero de € 500, por más que todos los viajes que uno pueda realizar en Capital se ubican en una franja de entre $ 30 y $ 80, y ni hablar si son después de las 22 hs.



3) El conductor que recién empieza. Debería ser a estas alturas un artículo de museo. Sin embargo, cada vez abunda más. Debe el cliente decirle exactamente todas las calles del itinerario, pero por las dudas, no distraerse un segundo leyendo el diario, porque seguro que se pasa de largo, y luego hay que dar una vuelta, entre disculpas y redondeos, que siempre terminan beneficiándolo.

A un amigo y a mí intentaron hacérnosla en Montevideo, delante de la Municipalidad, en la 18 de Julio. Íbamos para Pocitos por la Costanera. Un viaje idóneo hasta para un ciego. Sin embargo, apenas nos subió, encaró para el lado opuesto. Advertido por nosotros de su falla, explicó que recién empezaba en un taxi, que se había pasado 14 años trabajando en una oficina, a lo que le respondimos si además de trabajar vivía y dormía adentro de la oficina, porque no hay que ser taxista para saber cómo andar por la Costanera (siempre derecho, con el río a un costado, ¿no?).

A un amigo de ese amigo de la anécdota anterior lo intentó pasear un taxista el sábado pasado. El pibe le dijo minuciosamente todo el camino, pero sin embargo, donde tenía que doblar se distrajo y siguió. Su excusa fue que era chileno, a lo que el otro le replicó que lo cierto era que no conocía las calles, y que entonces no podía conducir un taxi (estamos hablando de las calles y avenidas más conocidas de Buenos Aires, zona de turistas y postales), a lo que el conductor a su vez contestó, con algún desequilibrio de entendimiento o de susceptibilidad también frecuente en la profesión, que no lo tratara de analfabeto, que él era maestro. Bueno, para hacerla corta, el resultado fue que el taxista se bajó, el pibe también, el taxista le tiró una piña, y el pibe, que la esquivó, le rompió la cara. Los dos en la comisaría hasta las 2 de la madrugada.

Para información del lector, probable usuario, aunque sea esporádico, del servicio de taxis (la calle no está para andar esperando el bondi a las 2 de la mañana en Santiago del Estero al 1.400): Los choferes de taxi tienen la obligación de hacer un curso especial tanto de civismo e idoneidad conductiva, cuanto de calles y planos de Buenos Aires, con examen incluido. Claro está, la crisis, blablá, la necesidad, blablá, perdí el laburo, blablá, no tuve tiempo de hacerlo, blablá, mientras estudio ya comienzo a trabajar porque blablá… La cantinela de siempre. Total, el que se jode, es el usuario. Como decía Nirvana, serve the servants. Innovador concepto de “servicio”. Muy a la socialista. O sea, agua y ajo.



4) El que no lleva niños. Ocho treinta de la mañana. Garúa finito, que cala los huesos, no pasa ni el loro por la calle. Esperando para llevar al párvulo al cole. De pronto aparece el techo amarillo, allá en el fondo. Uno deja al pibe en la vereda y baja al asfalto a sacar la mano como un poseído, porque media docena de oportunistas, al verlo esperando en la esquina, caminaron media cuadra hacia delante para ganarle de mano y robarle el taxi. El taxi se detiene junto a uno. Uno se da vuelta para agarrar la mano del pequeño, y el taxi, al ver que viaja un niño, arranca de golpe y velozmente se pierde en la espesa mañana de Buenos Aires. Uno putea. A uno le pasó ya varias veces, así que tiene que entender que se trata de una nueva costumbre instalada. Ignoro cómo se portarán los demás chicos arriba de un taxi. El mío se porta bien. Pero más allá de ello, lo interesante sería que no lo ignorara el INADI. No son cantitos xenófobos de hinchadas de fútbol, ni negritos que se bañan con agua caliente. Es la privación de un servicio público irregular (porque le falta la característica de regularidad horaria y de uniformidad territorial) por una discriminación etaria. Un servicio que el Estado debe garantizar en sus otras características: continuidad, libre acceso, universalidad, no discriminación.

5) El perverso y el psicópata. Algo de todo ello ya lo trató Scorsese en Taxi Driver, así que no nos detendremos mucho en ello. Primero, porque la película es demasiado buena y es imperdonable que algún lector no la haya visto. Segundo, porque el tema es tan desagradable como los exponentes. De los dos tipos, me quedo con el psicópata (más a la manera de Taxi Driver). El perverso me resulta repulsivo. Si continuamente está buscando el compinchismo, y que todos los temas desemboquen en sus fantasías retorcidas cuando viaja con un varón, no me alcanzan las palabras para describir mi repudio cuando viaja con una mujer. Recomiendo a las mujeres bajarse de inmediato ante la menor insinuación (por ejemplo conocido y directo, comentarle a la pasajera qué buenas tetas tiene una chica que pasa caminando), en la primera esquina, sin pagarle, y caminar hacia algún lugar habitado, sea negocio, parada de colectivos, etc. Siempre el celular debe estar en la mano, y siempre también deben tomarse los datos del auto, y cuando es posible porque tiene el cartelito en el respaldo, los del chofer.



6) El que anda con las ventanillas bajas en pleno infernal verano. Es una variante del “piripipí legal”. Un ahorro ínfimo en combustible que resulta tan inexplicable como incómodo, metidos dentro de una lata con vidrios como lupas bajo un sol inclemente.

7) El que tiene el auto sucio. ¿Cuánto cuesta una buena funda impermeable de asientos?

8) Un largo etcétera, que espero completen los lectores con los comentarios.

27 comentarios:

Anónimo dijo...

Occam: Acepto su convite. Aquí va una más para su etcétera:

Por ejemplo, cuando hicieron la diaria, y dejan de laburar, aun cuando hayan empezado hace cuatro horas. Los tipos se ponen en la cabeza un rendimiento: $ 150 para pagar al alquiler del taxi, $ 100 para mí, $ 30 para gastos... luego, tengo que hacer $ 280. Por ahí le salieron buenos viajes al comienzo, y a las pocas horas están vagueando. Ninguna previsión. Después resulta que, ante la actual bonanza del sector, hay momentos en que encontrar un taxi es una utopía, y cuando vienen días malos, te los tenés que aguantar llorando por la mishiadura. ¿Por qué no se quedan un par de horas más trabajando, y hacen una diferencia para prevenir futuras malarias?
En fin, ¿qué decir de la falta de previsión, con el ejemplo que tienen desde arriba? Cabezas de tacho...

Salutti,

Fedro

Hegeliano dijo...

Alguna vez pregunte a un integrante de la fauna de taxistas por los que rechazan a los niños.

La explicación fue que el GCBA los multa por no tener el asiento adecuado o el booster para los niños mayores.

Mitos urbanos, no lo pude corroborar con nadie.

Almafuerte dijo...

Una vez me tomé un taxi de madrugada para volver a casa, y el tipo me preguntó: "volvés de trabajar?". Yo tendría 16 años, y aparentaba 12 o 13.

Hoy la anécdota no tiene mucha relevancia, pero entonces la idea de correr algún riesgo en el transporte público o en la calle no existía.

Almafuerte dijo...

En otro orden de cosas, vi la publicidad de Alto Avellaneda que comentábamos hace un par de posts, es increíble, no podría ser más cruda.

Flor de Ceibo dijo...
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Flor de Ceibo dijo...

Occam, razón en todo. Pero aún falta lo peor: cuando la inflación impida ajustar los relojes cada vez que se da un aumento, volveremos a las "planillitas" de ajuste de hace veinte años, con su secuela de luz pálida en el interior de la cabina, numeritos ilegibles, columnas confusas (¡horarios diruno y nocturno, cada uno con su tabla!), hesitaciones &c....

RELATO DEL PRESENTE dijo...

Casualmente ayer, me interioricé sobre el control remoto para hacer caer fichas.

Yendo al listado de quejas sobre el servicio de taxis, podría sumar la destrucción parcial o total de algunos vehículos. Teniendo las comodidades que tienen para el recambio automotor y la que levantan en pocas horas de trabajo, no tiene justificativo el Siena sin amortiguadores.

RELATO DEL PRESENTE dijo...

Hablando de las bondades económicas de 5 aumentos en dos años sin haber sido requeridos por el sector, podría sumar la terrible consecuencia de no conseguir un puto auto un domingo a la tarde dependiendo de la zona donde uno se encuentre.

Abrazo grande!

Mensajero dijo...

Yo extraño al viejo tachero, de camisa prolija, en su Ford de asiento delantero entero, palanca al volante y esa barra-firulete de metal que tenían en el respaldo.
Antes disfrutaba de sacarles conversación, darles rienda para que se vayan de boca.
Ahora sólo quiero que permanezcan en silencio.

Occam dijo...

Hegeliano: Una evidente patraña. La sillita se exige para que el niño viaje solo en el asiento trasero (ya que no puede usar el cinturón de seguridad del vehículo). Cuando viaja acompañado de un adulto, el adulto debe ir atado en el asiento trasero, y tener al niño aferrado en sus brazos. Si se exige sillita para cualquier transporte, los niños no podrían viajar en colectivo, ni en ferry ni en avión.
La explicación que me dieron a mí cuando la requerí a algún otro taxista, es que tienen miedo de que el nene les ensucie el asiento, o haga mucho alboroto arriba del taxi.

Almafuerte: Es verdad, algunos años atrás la proporción de psicópatas supongo que era similar a la actual (estadísticamente, un 1% aprox. de la población en las sociedades occidentales). El problema es que un psicópata, que no interioriza la ley ni las normas morales, se autocontrola solamente por temor al castigo. Es decir, por coerción externa, y no por el ejercicio de la libre elección, que es una utopía irenista, el sucedáneo de la utopía del libre mercado aplicado a las normas cívicas y sociales. El actual "modelo", entonces, por ideología y por omisión, se presenta como descaradamente ultraliberal respecto de cualquier experiencia anterior.
Así, no es de extrañarse que se hayan multiplicado muchas veces las violaciones, y que perversos y otras lacras se encuentren a sus anchas en el medio social y comiencen a exteriorizarse con frecuencia.

Un cordial saludo a ambos, y gracias por subirse a este taxi.

Occam dijo...

Flor de Ceibo: Recuerdo esa época ochentista, en la que los relojes en realidad marcaban una entelequia que sólo se hacía inteligible una vez pasada por la oscura y amarillenta criba que cual arcano alquímico, atesoraba el chofer y mezquinaba en su exposición al pasajero, quedando en definitiva el costo del viaje al arbitrio y al carómetro de cada caso.

También, las comunes estafas con los billetes, tan cambiantes ellos con el decurso inflacionario: que la serie B, que la numeración, etc. Los nuevos ejemplares brasileros están muy cerca de los billetes sellados de aquellos aciagos tiempos. De hecho, se trata de billetes genéricos timbrados por una máquina...

En fin, dicen que el cuerpo se hace adicto a lo que le hace mal, y en cambio se acomoda con dificultades a lo que le hace bien. Perdonándome la reminiscencia spenceriana, la sociedad argentina se parece bastante a un cuerpo humano que se ha hecho adicto a todos los vicios, y que tiene una propensión maquinal a las recaídas.

Mi cordial saludo.

Occam dijo...

Relato: Lo que usted menta es precisamente el piripipí. Algunos lo tienen como control remoto en el llavero o en un bolsillo. En el pasado, había un timbre oculto bajo la alfombra, a la altura del pie izquierdo del conductor, lo que lo hacía más detectable para un eventual (aunque infrecuente) control. Problemas de la tecnología...
En cuando al estado deplorable de la mayor parte de los vehículos, también está bastante vinculado al avance tecnológico. Hay autos evidentemente concebidos para hacer no más de 100.000 km, y luego tirar a la basura. Sin embargo, al ser los más baratos de la gama, son los escogidos últimamente para la renovación del parque. Como lo barato sale caro, un corsa classic (o un palio) se transforma en una lata incómoda y desvencijada a los 3 años, cuando los viejos falcon ó 504 le duraban al tachero como 15 años.
Supongo que no debe ser tan difícil para la autoridad de aplicación establecer un conjunto acotado de modelos idóneos para el fin perseguido, y luego negociar con las fabricantes incluso para obtener un mejor precio de conjunto, lo que redundaría en un beneficio para todos.

Lo que usted apunta sobre la escasez de taxis los domingos, está muy vinculado a lo que dijo Fedro en el primer comentario, ya que los domingos son los días que los peones de taxi tienen para trabajar exclusivamente para su bolsillo, y con la panza llena, para qué salir.

En 2002 y 2003 yo hacía 8 km con $ 7,70, redondeando en $ 8. Ahora hago 6 km con $ 27 a $ 30 (hoy fueron $ 33, porque había tránsito). Siempre hablando de horario diurno. O sea, 5 veces lo que salía al principio de la devaluación, con un primer aumento ya declarado. Si vamos a la tarifa nocturna, es aun mucho más. Y si tenemos en cuenta que salir a la noche en otra cosa que no sea un taxi es muy peligroso, cartón lleno. Hoy día, hasta el más humilde de los mortales opta por el taxi en muchas zonas y en muchos momentos, resignando otros gastos posibles para su frágil economía. Cuestión que transforma en algo más hipócrita y sospechoso aún el mecanismo de subsidios al transporte público. Pero ésa es harina de otro costal (del de al lado), a la que alguna vez contaremos los gorgojos.

Un cordial saludo.

Occam dijo...

Mensajero: Ni que lo diga. El actual tachero es un latero...

Un cordial saludo.

Hegeliano dijo...

Da para un post aparte eso del 1% del total de la población.

En el próximo encuentro le comento mis experiencias con esas cosas y la Internet.

Abrazo

Almafuerte dijo...

Aquí se aceptan posts por pedido?

Si un día tiene ganas, me gustaría que ampliara los comentarios del post de Mensajero "Las ciencias de la palabra":

"sus personajes representaban esos tipos humanos o a esas pulsiones a los que los que aspiran a sanarse deben necesariamente rehuir u oponerse. Para el genial gallego la salud no estaba en la razón, evidentemente. Y nada tenía que ver con la proximidad o la lejanía de la muerte"

Victor dijo...

Occam: el tachero que maneja con esa violencia por $2 extra en fichas, se los gasta en combustible y frenos en el mediano plazo. Hay otros trucos, algunos tienen instalada "la maquinita" un dispositivo que adelanta el taxímetro cuando el pasajero se distrae, también esta el clásico de olvidarse de bajar la bandera "y ahora, que te puedo cobrar?".

Por lo que decía Almafuerte, me acuerdo que a mediados del siglo pasado, íbamos a Pinar de Rocha, ponele, de ahí a una fiesta (colados) en Panamericana y 202 en bondi, y volvíamos a casa en tren. A nadie se le ocurría que le podía pasar algo mas grave que intoxicarse con una bola de fraile de la estación. Yo iba dos veces por semana a tocar con unos amigos a Pompeya (en bondi y con los instrumentos) y nunca nos pasó NADA ¿Que carajo pasó en el medio? Coincido que lo único que controla al psicópata es el temor al castigo pero no comprendo como lo asimila con el libre mercado, nada, un detalle.

Saludos cordiales.

Occam dijo...

Hegeliano: El porcentaje apuntado es posta. Viene refrendado por bibliografía y conversaciones con un profesional de la salud, con intensa experiencia en hospitales y sanatorios públicos y privados, gabinetes de investigación y actividad académica. Concierne a la amplia gama que comprende a psicópatas, sociópatas, psicóticos y perversos, que uno tiende a sintetizar en una sola condición, pero divergen bastante entre sí (p.e., del caso de Barreda, que casi con seguridad ha acabado con su problema después del brote, y no volverá siquiera a pisar una cucaracha; al remisero violador sistemático y repetitivo, que durante el día es un perfecto padre de familia, y que encuentra el gozo en el sufrimiento de la víctima, caso paradigmático del perverso). Prometo interesar al mencionado profesional, a ver si tiene tiempo para abstraerse de sus múltiples ocupaciones vinculadas con su quehacer, y nos puede enriquecer con su aporte en este espacio.

Un cordial saludo.

Occam dijo...

Almafuerte: Con la certeza trágica de la vida finita, y del final inexorable, la salud es un concepto relativo, como todos los demás. Coincido en que un abordaje más profundo de la cuestión debe ser apasionante. Pero no sé si estoy en condiciones de efectuarlo. Tan sólo me limito a señalar mis propias cuitas e intuiciones al respecto. Lo que estoy leyendo hoy por hoy me inclina peligrosamente a reflotar de lo profundo la idea de trascendencia, y me afana a hurgar por los arcanos replegados por el avance excluyente de la consciencia, para ver si es posible librar la pequeña guerra y la gran guerra (la exterior y la interior) hacia el develar del Ser, y por tanto, hacia la salud del alma.

Pero esos son caminos de comprensión difícil y de comunicación casi imposible.

En fin, veremos. Tal vez tengamos suerte, y logremos aproximarnos a algo potable en un tiempo.

Un abrazo, y gracias por la sugerencia.

Occam dijo...

Víctor: La maquinita a la que se refiere es lo que denomino "piripipí", de la que he conocido varios modelos. Lo de la frenada brusca, evidentemente una imbecilidad que sólo puede favorecer a aquél que no es propietario del vehículo, y que queda exento por tanto de las obligaciones nacidas del mantenimiento, aparece como un vicio, una suerte de defecto profesional adquirido merced a la difusión de la leyenda. Pero es realmente cargoso de aguantar.
En cuanto a los que no prenden el reloj, en general termino por pagarles de menos, y argumento que el viaje del caso lo realizo habitualmente y lo conozco de memoria (lo que suele ser cierto, porque mis desplazamientos son bastante rutinarios). De lo que debería salir, yo descuento hasta redondear, y obviamente no dejo propina. Por ejemplo: $ 27, que pagaría $ 30 en casos normales, resulta cuando el reloj está apagado en $ 25, o incluso en $ 24 si tengo un billete de 20 y dos de 2.
Además, hoy día muchas unidades tienen, y está la tecnología para ello, un sensor que activa el reloj una vez que uno se sienta en el asiento trasero derecho.

Occam dijo...

En cuanto a la evidente degradación de la seguridad, poco que agregar, cada uno tiene sus experiencias. Las mías pasaron por La Boca en madrugada, por el habitual uso del Sarmiento hasta Paso del Rey y hasta Moreno también de noche y de madrugada, de la Lujanera hasta Francisco Álvarez y de ahí cortando a pie por el campo, del uso del 80 para Floresta y Mataderos, también habitualmente, y del 21 ó el 28 a Ciudad Madero, siempre de noche, en donde un gran amigo hacía los asados, porque todos los demás vivíamos en departamentos minúsculos.
En cuanto al "liberalismo social", se trata de la distorsión mental que ocurre cuando se transforman teorías en conceptos y luego en valores. Así como es una gansada inconducente y destructiva esgrimir la "democratización de la educación", porque la educación es un ámbito evidentemente jerárquico, en el que el que sabe transmite de arriba para abajo conocimientos y valores al que no sabe, y ello no tiene nada que ver con el unánime (o casi) consenso relativo a que la democracia es la menos mala de las formas de gobierno modernas (Churchill); lo mismo puede decirse de atribuir al individuo frente a la sociedad una autonomía como la que el mercado presume que el individuo tiene en cuanto ser calculador, económicamente despierto y atento a las oportunidades, interesado, ávido y hábil, repleto de conocimientos contables, impositivos, jurídicos (la ficción de que la ley se presume conocida por todos nace de esa exigencia de mercado). Por eso los mercados específicos, alimentados e integrados en exclusiva por ese tipo de individuos, desde uno de hortelanos en una plaza holandesa a la gran Bolsa de Londres, funcionan bien, y los problemas aparecen con la pretensión universalista de transformar al mundo en un gran mercado y al hombre en un ser unidimensional llamado homo oeconomicus.

Occam dijo...

El liberalismo triunfante en Occidente a finales del siglo XVIII tiene una gran aversión por la política y por el Estado, y se plantea su sustitución por la economía y por el Mercado. En materia penal y penológica, sus pruritos se manifiestan en primer lugar, en la necesidad de dotar de utilidad a la pena (para disuadir, para resocializar, etc.), que por tanto cesa en su función social espontánea –y aún hoy mayoritariamente percibida como tal- de restitución del equilibrio (la famosa balanza) perturbado por el crimen. La nueva pena será económica también: el criterio a aplicar seguirá reglas de proporcionalidad y de cantidad, trocando conceptos monetarios (de la reparación civil) por conceptos temporales (años de cárcel). En segundo lugar, en la necesidad de dotar al individuo de las mismas garantías que, como agente económico, posee en el Mercado. Esas garantías, que aparecen en la CN (aunque provienen en su mayor parte de las Siete Partidas hispánicas) y dan lugar a un uso tal vez algo perverso por lo desmesurado e inventivo, de parte de cierto sector de la jurisprudencia y la doctrina que comúnmente se conoce como “garantismo”, presuponen siempre un Estado malo que quiere cercenar la libertad de un individuo autónomo, informado, perspicaz, sabedor de la conveniencia de tomar tal o cual decisión, sopesador de ventajas y riesgos de cada conducta, etc. En la facultad (en donde he sido profesor de Criminología por algunos años) siempre cuando se aborda el procedimiento penal y se trata la cuestión de las garantías en el debido proceso, los profesores acuden a la autorreferencia para situar la posición del imputado. Entonces los alumnos, nenes de clase media educados en una serie de valores burgueses (aunque de la boca para afuera se hagan todos los rebeldes), que están estudiando para ser abogados, usar traje y corbata y tener secretaria en un futuro cercano, se imaginan frente a un juez inquisidor que los señala y ellos se defienden con esas benditas garantías. Muy bien. Para ese “mercado”, el de la sociedad de consenso y en el que el delito es incidental y no sistemático, y donde los niveles de violencia son esporádicamente altos (crímenes pasionales, p.e.) y no deliberadamente altos siempre, para infundir terror, el derecho liberal funciona. La gente puede verse disuadida de cometer un delito con sólo conocer la escala penal.

Occam dijo...

Pero para el resto de la sociedad, para los bolsones en donde rige la impunidad por amiguismo o poder económico, y para los inmensos sectores en donde el Estado y con él su derecho, ya no llegan ni se asoman, nada. El liberalismo social es una falacia malintencionada, una entelequia creada por aquéllos a los que el prójimo no les interesa en absoluto. Por lo menos un Estado paternalista, con toooodos sus defectos, se preocupaba. Intentaba que el menor drogadicto se limpiara de sus adicciones, se preocupaba por inmiscuirse en el entorno familiar, etc. Pero al nuevo Estado omisivo la gente no le interesa en absoluto. Tan sólo pretende manejar niveles de violencia y exclusión, irlos llevando para que no desemboquen en una plena anarquía. Y para ello, alcanza con el discurso criticista, libertario: ¿para qué decirles que no se droguen, si es un acto libre de cada uno, a cualquier edad, decidir hacerlo? ¿Y qué ganamos prohibiéndolo, si con todas las necesidades insatisfechas que tienen, si con la carencia de futuro en el mercado laboral, etc. etc.? Más fácil la solución conocida: se lo entregamos a los padres y les pedimos que la próxima vez tengan más cuidado, porque el chico anda propenso a limarse la cabeza tanto tanto que, cuando sale de caño, no hay vez que no termine desgraciando a un pobre diablo. ¡Aunque los padres pidan por favor al Estado que se ocupe, que ya no pueden pararlo al menor, que los caga a palos, que les roba todo, que los tiene aterrorizados!
Bueno, como verá, el tema da para largo. Merece sin dudas otro ámbito más sistématico de tratamiento. Creo que la lectura de la segunda parte de este artículo: http://corraldelobos.blogspot.com/2011/02/de-autopistas-y-caminos-sin-salida.html puede servir un poco para completar el análisis.

Un cordial saludo.

El Isáurico dijo...

Quizá sería conveniente que, como los camioneros, los taxistas deban someterse a un examen psicofísico periódico, que les permitiría mantener el registro especial que conseguirían luego de aprobar un curso dictado por una entidad con poder de policía sobre el transporte.
Curso en el que amén de tener que demostrar un acabado conocimiento de las calles de la ciudad donde se desempeñen, se le inculque, así sea mediante sistemas de acondicionamiento pavloviano, un cierto respeto por las normas de tránsito (a ojo de buen cubero, y siendo muy generoso, el 50% de los taxistas no sabe lo que es la luz de giro).
Tampoco me parecería mala idea, pasando ya del conductor al vehículo, que adoptásemos alguna de las buenas prácticas de países que tienen una tradición de taxis tan consolidada como la nuestra, y que podrían servir también para dar mas trabajo acá, como ser las del Reino Unido de Gran Bretaña. Mas allá del proceso de desindustrialización que pueda haberse verificado en la pérfida Albión, lo cierto es que los muchachos se reservan cierta cuota de mercado para la industria local mediante expedientes tan simples como los de empacarse en conducir por la izquierda, o bien el de fijar una carrocería estándar para los taxis (carrocería que a su vez guarda, en virtud de su diseño retro, cierto atractivo turístico). Ergo, ¿para cuando taxis carrozados en Argentina? (y obviamente, fileteados para el caso de Buenos Aires).
Esto amén de mil chiches que podrían, o mas bien deberían exigirse que equipen a las unidades, como ser un sensor alcoholímetro que impida arrancar el vehículo si el conductor (como más de una vez me toco padecer)esta beodo, separador del sector del conductor y los pasajeros, botón de alarma para el conductor (y copados en el tren Orwelliano, minicámara que se conecte en forma inalámbrica a la red de cámaras de la ciudad), baúles con capacidad de carga, etc., que resultaría mas fácil y económico implementar sobre carrocerías estándar.
Me juego que el amigo Viviani, entre zarpe y zarpe, ha de estar pendiente de la implementación de estas medidas que servirían a los intereses de sus representados.
Saludotes.

Victor dijo...

Estimado, gracias por la extensa respuesta. La voy a releer con cuidado. No me refería a lo que se le dicen liberalismo social, sino a lo que uno entiende como liberalismo (error mío) que lo resumo rústicamente como el respeto irrestricto por el prójimo, fundamentalmente derecho a la vida. Da para largo.

Saludos


pd, sería bueno que nos juntemos a conversar y tomar algún brebaje un día de estos. Relato, Almafuerte y el Lic. Palotes están proclives. Ojalá venga el Dr. Groncho también.

Occam dijo...

Isáurico: Maravillosa sabiduría bizantina la suya. Sería muy bueno que la CABA revirtiera la tendencia a parecerse cada vez más a La Cava, y empezara a trabajar en transformaciones efectivamente interesantes en lo que respecta al tránsito y el transporte (es muy lindo pretender que la gente haga deporte y ande en rollers o bicicletas, aunque algo irrealizable para la mayor parte de los habitantes en lo relativo a la rutina laboral... aunque claro está, la Argentina feriante en general va cada vez más en el rumbo del esparcimiento y del consumo, antes que en el del trabajo). Adhiero a sus propuestas, y creo que hay algunas más que agregar, por ejemplo para asegurar una oferta horaria mínimamente decente, que podrían llevarse adelante con la implementación de un control satelital del parque y la consecuente planificación logística centralizada.

Un cordial saludo.

Occam dijo...

Víctor: Adhiero entusiasta a su propuesta. Si el liberalismo social lo permite, acudiré en taxi y llegaré indemne al evento.

Un abrazo.

Anónimo dijo...
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