Curiosos paralelismos sucedidos en el mismo
lugar con 162 años y 8 meses de diferencia. Sobre todo, cuando los mismos
residen en curiosas casualidades que otorgan la victoria a las tropas que se
hallan en absoluta desventaja, tanto numérica como de armamento y pertrechos.
Victorias providenciales que representan un punto de inflexión en la guerra que
se libra, que permiten obtener arsenal de calidad y en cantidad, que elevan la
moral propia y llenan al enemigo de dudas y vacilaciones, que devuelven la iniciativa
y permiten avanzar y asegurar territorio.
“El
triunfo de Tucumán permitió a los rioplatenses o argentinos confirmar los
límites de la región bajo su control”, leemos en Wikipedia.
Días atrás gozamos de un nuevo y
excepcional fin de semana turístico con la excusa del bicentenario de la
batalla de Tucumán (24 de septiembre de 1812), la más importante y decisiva de
las que, en el marco de la guerra de independencia, se libraron en el
territorio argentino.
Esa conmemoración nos recuerda otra
contienda más reciente: la que se librara hace 37 años en el monte tucumano
entre el Ejército Argentino (enviado allí por el gobierno nacional
democráticamente elegido 2 años antes por la abrumadora mayoría del pueblo
argentino) y un ejército internacional que unilateralmente lo había señalado y
erigido como su enemigo.
En 1974 el Partido Revolucionario de los
Trabajadores (PRT), brazo político del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
había elaborado un Informe Político Militar de Tucumán en el que consideraba: “El enemigo (Ejército Argentino) cuenta en
todo el país con 4 cuerpos de ejército, compuestos por 2 ó 3 brigadas con un
promedio de 15.000 cada cuerpo. Del total de las 10 brigadas que tienen, 2 son
blindadas, una mixta, las otras 7 son de infantería (una de monte, otra de
montaña, una aerotransportada y 4 de infantería de llanura), que no pueden
emplear en su totalidad por ser en su mayoría guarniciones que defienden
ciudades” [Revista El Combatiente,
Ediciones del PRT, 1974].
Ya durante los primeros meses de ese mismo año
el ERP había enviado en forma escalonada 150 combatientes graduados y
perfeccionados en Cuba y en numerosas operaciones especiales y entrenamientos
en campo, hacia las localidades de Famaillá y Monteros, cuya población era
mayoritariamente campesina y obrera. Allí la empresa Textil
Grafonor y los ingenios azucareros Nuñorco, Providencia,
Santa Rosa y Fronterita daban trabajo a 3.800 obreros permanentes y dotaban a
las poblaciones de escuelas, centros asistenciales y un equipo de fútbol. Era lo
que quedaba luego de que, en 1967, su hubieran cerrado 11 ingenios azucareros
que dejaron sin trabajo a 15.000 personas.
Siete años antes, esa circunstancia, junto
con la de que el país se hallaba gobernado por un régimen de facto, podría haber propiciado las famosas “condiciones
prerrevolucionarias” que se afanaban en perseguir los grupos guerrilleros. Pero
en 1974 la escala de actividad y poblacional se había adaptado a la realidad
acotada luego de los cierres de la década anterior, e intentaba salir adelante
perseverando en la producción azucarera nacional, en el marco de un régimen
democrático masivamente elegido y apoyado por el pueblo tucumano.
La ruta 38 divide a la provincia de Tucumán
(por ese entonces, gobernada por el peronismo, que había accedido al poder con
casi el 75% de los votos) en dos regiones: al Este, los altos cañaverales que
son como un techo plano e interminable; al Oeste, el monte, muy cerrado,
recorrido por senderos angostos y sinuosos, quebradas frías (el sol allí es un
privilegio y la tierra se mantiene siempre húmeda, pegajosa y negra) sobre los
faldeos de las estribaciones del Aconquija, riachos y arroyos. Una escenografía
muy propicia para recrear las fantasías revolucionarias en las sierras boscosas
caribeñas. Pero una cosa es una escenografía, en la cual los actores
representan sus papeles durante algunas horas, y otra cosa es un ambiente que
envuelve, domina, impone y prevalece duramente.
Una cosa es Cuba y otra Tucumán. Una cosa
era el Sargento Fulgencio Batista y otra muy distinta era Perón y el peronismo.
Santucho, en su entusiasmo y su premura por reproducir como un calco la
experiencia cubana, entendió que, confluyendo en un territorio tres factores:
caña de azúcar, sierra boscosa y campesinado, alcanzaba para operar un injerto,
similar a una franquicia.
Para entrar en el monte, es bien sabido, es
imprescindible contar con la asistencia de baquianos, para no perderse en la
espesa vegetación donde los senderos se vuelven a cerrar en breve plazo y los
huellones se borran enseguida.
Contendientes:
1.
Ejército Argentino
2.
Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP)
– Compañía
de Monte Ramón Rosa Jiménez
(Ramón Rosa Jiménez era uno de los
escasísimos miembros del ERP que tenía origen campesino, por lo que se lo
cuidaba y consentía especialmente: fue unos de los primeros seleccionados para
viajar a Cuba, donde recibió instrucción militar especializada; cuando fue
capturado, en 1971, el ERP facilitó su fuga de la cárcel de Villa Urquiza.
Finalmente, fue muerto por la policía tucumana en 1972, y se transformó
entonces en el mártir guerrillero-proletario ideal para la propaganda).
Nacionalidad:
1.
Argentina
1.200 efectivos (100 oficiales, 300
suboficiales y 800 soldados) que rotaban en la montaña, provenientes del Ejército,
Gendarmería y la policía provincial [Se emplearon en total 3.600 hombres, a lo
largo de un año de operaciones]. En general, las tropas eran de extracción
social baja, y provenían casi en su totalidad de Tucumán, Salta, Santiago,
Jujuy y Catamarca, a diferencia de sus oponentes, que eran casi en su totalidad
universitarios de clase media y media alta y (los que eran argentinos)
provenían en su mayoría de la Capital
Federal y las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba,
Neuquén y Mendoza.
2.
Internacional
Escribe el periodista tucumano Eugenio
Méndez en su libro Santucho. Entre la
inteligencia y las armas, Ediciones de La Toma, 2001, página 113: «Esto determinó que cuando la instrucción erpiana tocaba su fin y se
preparaba un operativo, algunos pobladores reconocieran la presencia de
elementos foráneos, extraños en su forma de hablar, que se delataban cuando
pedían “libras de azúcar” en los almacenes rurales. Dicha situación determinó
que dieran aviso de inmediato a la policía, que inició una investigación».
El pelotón que bajó del monte a la ciudad
de San Miguel de Tucumán y asesinó, el 1 de diciembre de 1974, al capitán Hugo
Viola, a su hija María Cristina de 3 años, y le voló el parietal
derecho a su otra hija María Fernanda de 4 años, estaba integrado por 3
guerrilleros tucumanos, uno boliviano (N.G. “Lyn”) y uno sueco, llamado Svante
Graende (V. op. cit., pág. 126).
«Con
el militar secuestrado (el mayor Julio Larrabure) tuvieron problemas y contradicciones, que
arrancaron desde el primer día cuando se enteraron cuál era su segundo nombre:
Argentino. Por él lo sometieron a ironías, golpes y bromas tétricas, como la de
intentar hacerlo cantar “La Internacional”» (loc. cit., pág. 135).
«A
pesar de su trabajo político, el ERP no logró adhesiones a la causa, ni en la
clase media ni en el sector estudiantil universitario, por lo que la mayoría de
los combatientes llegaron de otras provincias o países» (cit., pág. 140).
«Una
información fue tenida en cuenta: jóvenes que no eran de Tucumán, no hacían
negocios allí y tampoco eran viajantes de comercio, aparecían cada 15 días en
lugares de diversión nocturna. Tenían ciertas características: provenían de
diferentes provincias (por las tonadas), o de otros países, por los modismos
como “oye chico”, “polola” (por novia), “los billetes” (por el dinero), la
utilización frecuente del “tú”, y manejaban dólares» (pp. 145-6).
«El
contingente original de la Compañía de Monte “Ramón Rosa Jiménez” estuvo
integrado por cuadros directivos de la organización, muchos de ellos entrenados
en Cuba, y por elementos extranjeros (chilenos, uruguayos, bolivianos y
cubanos) enviados por la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR)” [Vicente
Massot, Matar y Morir. La violencia
política en la Argentina (1806-1980), Emecé, Buenos Aires, 2003, p.
233]
Efectivos:
1. Ejército
Argentino: Sus enemigos los apodaban “perros
guardianes del imperialismo” (Rev. El
Combatiente, en casi todos sus números. También Estrella Roja empleaba esa terminología tan hollywoodense).
Eran en su mayor parte de baja extracción
social, y provenientes de la
Región del Noroeste Argentino (NOA). En casi ningún caso,
dentro de la soldadesca, tenían más que nivel educativo primario. El
contingente se componía exclusivamente de solteros sin hijos, y se destacaban
los “voluntarios” (aquellos que se conchababan por techo y comida y los que
canjeaban alguna sanción disciplinaria por el combate). El ERP intentó, a veces
mediante fórmulas de discurso clasista alambicadas y muy académicas y
abstractas, convencer a los conscriptos de desobedecer a los suboficiales
(exactamente de la misma extracción social que sus soldados), para finalmente
traicionarlos y cambiarse de bando. Obviamente, no tuvieron ningún éxito en ese
intento. De hecho, tanto en Azul como en Formosa o en Monte Chingolo, la más
eficaz y encarnizada defensa de las instalaciones militares fue realizada por
conscriptos, y también son los que en mayor medida dieron la vida en los
enfrentamientos con la guerrilla.
2. ERP:
Los apodaban “fules” (que es como en
el Norte se les dice a los que hacen trampa) y “monos” (porque habían encontrado a comienzos de 1975 documentación
del ERP abandonada, redactada de puño y letra por Santucho, en la que sostenía:
“El hombre desciende del mono, comenzó la
lucha de clases en la época de la cavernas, enfrentando al jefe de la tribu que
lo oprimía”. (V. Nota 2, p. 140, loc.
cit.).
Finalidad:
1. Ejército
Argentino: Recuperar para la soberanía argentina el territorio que el
adversario pretendía liberar-emancipar. Acabar con el foco guerrillero.
2. ERP:
Ser reconocido como “Ejército Beligerante” y su “zona liberada” (ver
descripción abajo) en territorio soberano, libre de la intromisión argentina. A
tal efecto, siguiendo la propuesta cubana, la intención del PRT-ERP conducía a
imprimir su propia moneda de cambio, ponerla en circulación entre la población
correspondiente a los territorios dominados, imponer peajes a los
automovilistas en las rutas que atravesaran la zona liberada, editar un diario
en el “territorio propio” y las revistas de costumbre (Estrella Roja y El
Combatiente), y designar un representante ante la ONU en Ginebra.
A mediano plazo: Derrocar al gobierno
constitucional argentino, derogar la democracia como forma de gobierno,
establecer la dictadura del proletariado (o sea, del partido único), eliminar a
la burguesía en cuanto clase opresora, derogar la propiedad privada, instaurar
un sistema centralizado y dirigista de administración económica y social.
Zona de combate:
“La zona liberada en Tucumán estaría
limitada por la ciudad de Lules al Norte; al Sur, el Río Seco; el Este, la ruta
38, y al Oeste, el Monte y la Cordillera del Aconquija, constituyendo un
territorio rectangular de 6.000 km2” (Méndez, op. cit., p. 136). En el área se incluían 5 ciudades con unos 300.000
habitantes.
Inicio de las operaciones:
1. Ejército
Argentino: Febrero de 1975
2. ERP:
Principios de 1974.
Debilidades con las que contaba el adversario:
1. Del
Ejército Argentino: “Santucho cifraba
sus esperanzas de victoria en dos factores humanos: la supuesta incapacidad de
los oficiales del Ejército y la pronosticada deserción de la tropa de
conscriptos cuando le tocase combatir en la selva; creyó que el talón de
Aquiles serían los soldados, quienes, carentes de toda preparación, no iban a
resistir el embate de los subversivos largamente entrenados para matar”. [Massot,
ibídem].
Nada de eso ocurrió. El Ejército tuvo la
iniciativa en todo momento, corrió a los guerrilleros hacia el monte,
alejándolos del llano en donde estaban las poblaciones donde se abastecían, y
no dándoles cuartel, obligándolos a moverse permanentemente.
2. Del
ERP: La estrategia del ERP residía en verdad en alejarse del monte y
refugiarse en las ciudades. Cada dos semanas se reemplazaba a un pelotón de 30
hombres que permanecía en la selva, haciendo pintadas y reforzando con su
presencia la sensación general de que el territorio estaba efectivamente
ocupado. Cuando el Ejército Argentino obligó al ERP a internarse
definitivamente en el monte, el frío, el hambre, el sueño y las condiciones
sanitarias causaron estragos en los guerrilleros, que además perdieron en todos
los combates y escaramuzas que se libraron. La colaboración del pueblo tucumano
con las fuerzas nacionales, que así gozaban de la ayuda de los baquianos para
moverse en el monte, fue también fundamental para el triunfo del gobierno
constitucional. Casi todas las operaciones iniciadas por la guerrilla fueron
enervadas por denuncias de los obreros y campesinos locales, que veían
movimientos y/o personas extrañas.
Combate decisivo:
Manchalá,
28 de mayo de 1975.
«Es
cierto que cuando un ejército regular debe enfrentar a una guerrilla no hay
batallas decisivas. No lo es menos que el resultado de todas las contiendas
decide la guerra. En
tal sentido, la idea que se había extendido acerca de la capacidad de ERP se
hizo pedazos tras enfrentar a la 5ª Brigada de Infantería. En Manchalá, el 28
de mayo de 1975, unos 100 hombres de la Compañía de Monte marchaban en columna hacia
Famaillá. Su objetivo consistía en copar el comando táctico, fusilar en la
plaza pública a los oficiales que tomaran prisioneros y proclamar una zona
liberada en parte del territorio tucumano. Ni la mitad del camino habían
recorrido cuando se toparon con un contingente menor de soldados y dos
suboficiales que pintaban una escuela. Tras varias horas de lucha, el ERP debió
abandonar camiones, municiones, armas y muertos. Desde entonces, perdió
definitivamente toda iniciativa y no hizo más que retroceder» (Massot,
op. cit., p. 234).
En la batalla de Tucumán de 1812, los
patriotas tenían todo para perder, y en la confusión del combate, en ningún
momento estuvo claro el triunfo argentino. Sin embargo, la providencial
aparición de una enorme manga de langostas que se abatió sobre los pajonales,
confundió a los soldados y oscureció la visión, acabando de descomponer el
frente. Podemos leer en Wikipedia:
“Las
versiones tradicionales refieren que fue tal la confusión sembrada por aquel
enjambre de langostas que hizo parecer a los ojos de las fuerzas españoles, un
número muy superior de tropas patriotas, lo que habría provocado su retirada en
la confusión”.
Eugenio Méndez nos cuenta así el
desenlace de la batalla de Machalá: “Después de 3 horas de combate y cuando la
resistencia de los soldados del Ejército decaía por las bajas y la falta de
municiones, se escuchó un intenso ruido, parecido a un tanque de guerra, que
provenía de la ruta. Esto
motivó gritos de alegría de los defensores y la huida desesperada de los
erpianos y del propio Santucho, a través de los cañaverales, ya que creían que
llegaban nuevas tropas acompañadas de tanques. En realidad, era
un camión Unimog al que se le había roto el caño de escape, con varios soldados
que traían la merienda”.
5 comentarios:
Excelente Occam!!
Espectacular! Muy interesante, como siempre.
En mi adolescencia idealista, más allá de repudiar los medios adoptados, creía comprender a los combatientes del ERP. Luego, de más grande, conocí a un par de ex combatientes y no pude tener peor impresión. Unos pelotudos de importancia, realmente. Eso cambió bastante mi visión del ERP, sesgada sin duda, pero propia al fin.
Saludos!
Hermoso artículo.
Es cierto lo del factor externo como elemento decisivo a favor del triunfo argentino, pero la diferencia es que los realistas siguieron combatiendo en medio del humo, las ventiscas y las langostas, mientras que los erpianos huyeron cobardemente al escuchar lo que ellos creyeron que era un tanque de guerra.
Los realistas de Pío Tristán fueron un ejército hecho y derecho, enemigo nuestro, pero digno en su batalla. Mientras que el ERP de Santucho no se trató más que de una piara de imbéciles y cretinos, mataniños y vendepatrias.
Vergalito: Ciertamente, usted lo ha dicho de modo inmejorable. El análisis de las guerras de independencia de la segunda década del siglo XIX aún requiere de una imparcialidad y serenidad que nos son ajenas (dato poco auspicioso, para quien albergue algo de optimismo conducente a la prevalencia en corto plazo de la verdad por sobre el relato faccioso). Para comenzar a enfocarnos desapasionadamente, habría que decir que en muchas partes de América las poblaciones originarias (indígenas) se pronunciaron masiva y entusiastamente a favor de los realistas. Sin ir más lejos, los mapuches en Chile continuaron combatiendo al gobierno de O'Higgins aún luego de la derrota realista, en forma de guerrillas, lo que motivó que éste les declarara la Guerra a Muerte que los empujó a pasarse, a mediados de la década de 1820, a territorio argentino. Guerra a Muerte que, juzgada con nuestros ojos tan extemporáneos cuanto hipersensibles, hubieran deparado al Libertador trasandino con seguridad la más absoluta condena penal, sin derecho a libros, a educación universitaria, con ostracismo y escraches incluidos.
En fin, valgan en estas horas aciagas las guías éticas de la virilidad criolla: no es de hombres andar llorando, y rehuir el combate que uno mismo ha buscado suele ser sinónimo de deshonra.
Un cordial saludo, desde la patria de Güemes.
Martín: A veces es difícil el precisar el idealismo en términos de la praxis revolucionaria, aunque muchas veces las imposturas robinhoodianas, matizadas con igualitarismo casi siempre de cuño religioso, permiten emparentar esa acción violenta con algún efecto deseado. La realidad señala que en toda empresa revolucionaria, como decía Perón, las variables inversamente proporcionales en juego son el tiempo y la sangre que se habrá de derramar. En tal sentido, es innegable que Santucho y los suyos eran muchachos muy ansiosos.
Luego juega, como norma infalible en las revoluciones de ese cuño, el odio, que determina una tendencia sin excepciones al terror. Lo paradojal en todo caso es que ese terror termina recayendo con la mayor virulencia sobre los mismos sectores respecto de los cuales los revolucionarios se arrogan representatividad.
Un ejemplo: En los hechos de agosto de 1918, la Cheka y el Ejército Rojo respondieron a los alzamientos de Petrogrado que llevaron adelante obreros metalúrgicos, en protesta porque recibían sólo 2 libras de harina por mes y ante la evidencia de la gran vidurria que se daban los "comisarios del pueblo", que se quedaron con las grandes mansiones y los objetos de lujo, disparando a mansalva directamente sobre la multitud. Paralelamente, con la misma sangre fría y vocación asesina masacraban los centenares de levantamientos campesinos, hambreados por las cada vez más frecuentes y abusivas "requisas populares".
Luego (siempre en 1918, a los pocos meses de hacerse los bolcheviques con el poder), para evitar futuros alzamientos de los obreros industriales, y al haber expropiado y nacionalizado todas las fábricas, optaron directamente por cerrar aquéllas en donde el personal se declaraba en huelga, y condenar así a los trabajadores al desempleo y el hambre.
De modo que, más allá de que muchas veces se confunde igualdad con justicia y se cae en la tentación de repartir por la fuerza antes que desarrollar y hacer crecer, no debemos nunca olvidar la evidencia que en absolutamente todos los casos empíricos, señala la historia, dejando que las masas caigan en la esclavitud de un puñado de iluminados siempre propensos a solucionar cualquier diferencia "con un tiro en la cabeza", como recomendaba Trotsky.
Y como no está de más, recordemos también en esta ocasión la preclara reflexión de G.K. Chesterton, para el cual solamente la propiedad privada es garantía de la libertad en el hombre. Y ello, más allá de cualquier régimen. Solamente quien posee algo tiene la fortaleza y la motivación de oponerse a quienes pretenden esclavizarlo. De modo tal que la emancipación del hombre nunca puede plantear la colectivización total ni la supresión de la propiedad privada, sino antes bien, el avance en procura de que cada uno tenga trabajo, casa, familia y obligaciones para consigo, para con los suyos y para con su comunidad.
Un cordial saludo, y disculpe la demora en contestarle.
Publicar un comentario