miércoles, 25 de junio de 2008

LA SERIEDAD DE LOS IDIOTAS



(O "ME GUSTA LA PLATA, ¿Y QUÉ?")

Ayer estaba viendo, sin prestar mayor atención, el debate que había organizado Santo Biasatti en su programa "Otro Tema", que se emite por el golpista canal Todo Noticias (TN). Al mismo estaban convocados un diputados schiarettista (FPV "con reservas"), el inefable Basteiro (Socialismo) y Diana Conti (FPV, ex Frepaso) por el oficialismo "peronista"; y Patricia Bullrich (CC), la "Oveja" Sarghini (PJ Disidente) y Federico Pinedo (PRO) por la oposición. Además de muchas obviedades ya gastadas en 106 días en que pudrieron a la población entera con una dialéctica artificiosa, los puntos relevantes provinieron quizás de Sarghini, cuando desarrolló un paralelismo alarmante -y evidente- entre el crecimiento de la inflación y los sucesivos aumentos de las retenciones, desde 2003 a esta parte. También de Sarghini emanó el dato curioso, que refiere a que habla muy parecido a Carlos Ischia, el técnico de Boca Juniors.

Carteles de la JP Camporista.
Nos preguntamos por qué no es entonces "JC". Ah, claro, "JC" es la Juventud Comunista.

Sin embargo, de todo ese debate, que mostró la madurez cívica de los representantes del pueblo en múltiples griteríos de madurez e interrupciones de civismo, y en que nuevamente la imagen impertérrita de la mesura provino del diputado Pinedo, cuya intervención más dura se dio cuando dijo que "quitarle la posibilidad a un hombre de mandar a sus hijos a la universidad es maldad pura", era bastante aburrido hasta que empezó el cruce entre las dos mujeres del panel, masculinizadas una en su vestuario y la otra en su voz vinosa y tabáquica, ambas en sus gestos y sus tonos de guapo de barrio, ambas ex funcionarias de De La Rúa. Como suele pasar en estos casos, y teniendo en cuenta la mediocridad manifiesta de Diana (la diosa de la caza para los romanos), que apartada de sus dogmáticos asuntos de caza de brujas se vio obligada a confesar su ignorancia sobre las cuestiones del debate, que había motivado que estuviera pidiendo consejo a los funcionarios de "su" Poder Ejecutivo según sus propios dichos, lo cierto es que la dip. Conti, presa de un enojo irrefrenable, acosada por la Bullrich por todos lados, de pronto espetó (textual):

"Lo que pasa es que vos estás envidiosa, porque no podés hablar con el matrimonio presidencial".

Impagable.

Era, claro, obvia respuesta al reclamo de que el matrimonio presidencial no hablaba con nadie, y había tensado las cuerdas del conflicto irresponsablemente. Entre gritos y calificativos del tenor de "ignorante" y "obsecuente", Santo mandó todo a la reverendísima pauta publicitaria.

Diana Conti. Ella sí habla con el matrimonio real.

Un breve insert: A todo esto, las actitudes despóticas, la altanería y la soberbia, y las matonerías plasmadas en puñetazos, ostentaciones de fuerza bruta y tolderías copando el espacio público, en ninguneos y desprecios continuos al diálogo, en utilización de la fuerza pública como fuerza de choque parcial y malintencionada, etc., etc., han conducido con sopresa a la revalorización de la figura del denostado ex presidente Menem.
De la boca del insospechable De Ángeli, en el programa "Palabras Más Palabras Menos" (de la misma emisora), salió una anécdota según la cual el susodicho Demonio de Anillaco, sorprendido por algunas puteadas y protestas en una visita que realizó como primer mandatario a Entre Ríos, apenas se bajó a la vuelta del helicóptero en la Rosada envió una invitación a los puteadores para que al día siguiente se reunieran con él en Buenos Aires.
Bersuit Vergarabat decía por esos tiempos en Se Viene el Estallido (del gobierno de Menem) que "si eso no era una dictadura, qué era". A la luz de todo lo ocurrido, del manejo discrecional de la pauta oficial, de los embates violentos a la prensa, y todas las demás cosas que se han vivido, habría que preguntarle al Pelado Cordera qué opina, qué calificativo sobre formas de gobierno y sobre medidas de excepción tradicionales (como la dictadura, figura romana emanada del Senado, que tan bien supo honrar Camilo, por ejemplo), le pondría a todo esto...

Santo y el regreso al Medioevo.

En fin, el dato más interesante de mi audiencia al programa comentado, ocurrió a la vuelta de la pausa comercial. Ya el estudio se había despejado, y Santo Biasatti, solo y de frente a la cámara, con la cara de orto habitual (sólo equiparable a la de Alberto F.) pero agravada por un hondo pesar, una cara de orto de sepelio, digamos, empezó a referir que en la emisión anterior a ésta que estaba terminando (una última reflexión), en el maremagno de otro quilombo de debate, había sido proferida una frase terrible, que él se preocupó en aclarar varias veces, en el momento nadie oyó, y recién días después revisando el tape pudo escucharse.

A continuación lo "escrachó" a su autor, un productor rural de origen piamontés del que no me acuerdo el nombre, pero si me lo acordara, creo que tampoco lo diría. Y reprodujo la frase terrible:

"Si a los piamonteses nos gusta más la plata que a los judíos"
A continuación Santo, visiblemente compungido, pidió disculpas (ya que no podía pedir perdón, porque sólo Dios es capaz de perdonar) a la colectividad judía, y también a la colectividad piamontesa, por haber dejado pasar sin censurar -inconscientemente, porque repitió que en el momento nadie había oído nada- la terrible frase, a la que él atribuyó un evidente carácter despectivo.

Y yo me quedé entonces pensando si no estamos todos un poquito susceptibles, y después de un rato de pensar, si no estamos todos un poquito pelotudos. En primer lugar, porque no sé en dónde está la ofensa por la circunstancia de que a uno "le guste la plata".

¿No vivimos acaso en un mundo mercantilista, signado por el ánimo de lucro, y cuyas -generosas- oportunidades aparecen circunstanciadas por el dinero? ¿No es acaso el dinero el medio de ascenso social, y como signo, un auténtico atributo de nobleza?

O más simple: ¿A quién no le gusta la plata? Que levante la mano, sea chino, boliviano, uruguayo o vaticano.

El asunto de la imputación de un sentido negativo a la frase corre por cuenta de un Santo Biasatti y de su producción, que quedaron empantanados en la época de los Santos (precisamente) y de los mártires. Nadie espera que los judíos -que después de todo parecen ser como colectivo el sujeto injuriado- se dediquen exclusivamente a la poesía y a la mística.

Como pueblo históricamente dedicado a las actividades comerciales, han recibido una atribución general similar a la que emitió el ingenuo piamontés. Los pueblos agrarios o guerreros de la antigüedad miraban con recelo a los pueblos mercaderes, porque en su candidez sabían que si pestañeaban los otros los caminaban, y se iban del mercado habiendo comprado más que sus intenciones o pagado más alto que lo que el sentido común indicaba. Pero ya no existen los pueblos agrarios ni guerreros (salvo quizás en el África subecuatorial profunda). Todos, absoultamente todos los pueblos de mundo, son pueblos de mercaderes, y la economía del intercambio, expandida y difundida por efecto de la globalización, impera en absolutamente todos los aspectos de la vida social, sean ellos artísticos, militares o religiosos.

Cierto que para los patricios griegos y romanos el mundo comercial era despreciado, y el ocio era ensalzado por sus virtudes para la creación y el progreso mental y espiritual (de ahí que negocio etimológicamente sea "la negación del ocio"). Pero hoy día hubiera sido realmente afrentoso que el tano este dijera que "los piamonteses somos más vagos que los judíos".

Max Weber

Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo claramente expone las raíces religiosas de la explosión capitalista en los Estados Unidos. Ellas se encuentran precisamente en la permanente referencia veterotestamentaria (o sea, bíblica) del cristianismo de raigambre calvinista (metodistas, presbiterianos, baptismales, etc.). En la carencia del instituto de la gracia -es decir, de la salvación por medio del arrepentimiento.

Como el protestante considera que en el Cielo los lugares están previamente asignados desde el día de la Creación, su vida transcurre tratando de descubrir si cada uno de ellos está dentro del círculo de los elegidos. O sea que si se equivoca, si delinque, si se emborracha, si insulta, en realidad lo que está evidenciando es que nunca tuvo su butaca reservada en el Reino de los Cielos.

El protestante de esas confesiones bíblicas también considera que Dios obra todo el tiempo en el mundo, a través de gestos sutiles hacia sus hijos. Entonces, desconocer esos gestos, no ser capaz de reconocerlos, es despreciar la generosidad de Dios, y otra vez hacer evidente que uno no fue elegido para sentarse a su diestra. Así las cosas, si sale un negocio, el protestante que abreva en el Viejo Libro debe obligatoriamente hacerlo, como debe trabajar y ganar plata día a día, desde el primer rayo de sol, porque Dios le ha puesto la oportunidad delante de la nariz y no debe ser despreciada.

Ello ha generado la "forma de vida metódicamente ordenada" muy común en el interior norteamericano, de donde surge el término "metodista". El metodista entonces, acumulaba enormes sumas que no gastaba, porque incurrir en vicios o excesos también lo hubiera sacado de la planilla celestial. Con esas fortunas, con la primera gran acumulación capitalista, se produjo el nacimiento de la vigorosa economía estadounidense, aún hoy la primera y dominante a nivel mundial.
Edward Hopper. American Gothic.

Como dijimos, el metodista, sea presbiteriano, bautismal, cuáquero, menonita, etc., el Ned Flanders americano en definitiva, obedecía fielmente a su religión y era un buen ciudadano a la vez (el régimen estadounidense proviene de los colonos protestantes llegados en el Mayflower, y a partir de su independencia adquirió un carácter cada vez más teocrático: "In God we trust"), haciendo dos cosas que a Santo Biasatti le producen escalofríos: ganar plata y ahorrarla.


Asimismo, la capacidad para los negocios no siempre fue denostada tampoco en la antigüedad. Hay un dicho en el Mediterráneo Oriental (tierra de árabes, otros hábiles mercaderes como los fenicios y los babilonios), referido a la maestría para los negocios atribuida genéricamente a diversos pueblos: "Diez judíos lo que un armenio y diez armenios lo que un griego" y no he visto ni a Kalpakián ni a Aristóteles Onassis quejarse de ello. Más vale con su actividad fecunda han venido a demostrarlo. Tampoco por cierto se han incomodado mucho los Ezquenazi, los Werthein, los Epztein, los Soros, los Rokefeller, los Rothshild, el taquillero Spilberg o el joyero brasileño Howard Stern.

Ni creo que los coreanos se hagan demasiados problemas por una "fama" similar de talento y vocación comercial que en el extremo oriente le hacen los chinos y los japoneses.

En fin, poco que agregar. Quería compartir estas reflexiones, sobre todo a la luz de lo ridículo que resultaba la solemnidad de Biasatti, y su rasgado de vestiduras, sus terribles "disculpas" y su penoso talante.

Siempre los serios suelen bordear el ridículo (a veces sumergirse de cabeza en él). Y éste, desde 2003, es "Un país en serio".

Ah, y lo confieso: A mí también me gusta la plata más que a los judíos. Así que si les sobra algún manguito, y no saben qué hacer con él, acuérdense de su buen amigo Occam, que aquí los espera.

4 comentarios:

José Luis dijo...

Buenísimo lo suyo, Occam (¿lo de Occam es por la razor?). Un placer leerlo además, no se cae el relato.
Keep posting.

Occam dijo...

Gracias, José Luis, por detenerte nuevamente en este sitio. Es muy grato encontrar gente ávida de compartir con uno las reflexiones que la realidad provoca.
Efectivamente, el Occam al que hago homenaje es Guillermo de Occam (o de Ockham, en su grafía inglesa), autor del postulado epistemológico de la "Navaja", dramáticamente ignorado en las prácticas dilettantes de estos pagos, y que Wikipedia resume acertadamente así: "en igualdad de condiciones la solución más sencilla es probablemente la correcta. El postulado es Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem, o «No ha de presumirse la existencia de más cosas que las absolutamente necesarias».
"En su forma más simple, el principio de Occam indica que las explicaciones nunca deben multiplicar las causas sin necesidad. Cuando dos explicaciones se ofrecen para un fenómeno, la explicación completa más simple es preferible. Si un árbol achicharrado está caído en tierra, podría ser debido a la caída de un rayo o debido a un programa secreto de armas del gobierno. La explicación más simple y suficiente es la más probable —mas no necesariamente la verdadera—, según el principio de Occam. En el caso del árbol, sería la caída del rayo. Por ejemplo, si uno se encuentra en una ciudad y escucha galopar, probablemente se trate de caballos o cebras, pero se debe optar por considerar que son caballos".
Encuéntrele ahora, aplicando la regla de la Navaja, la causa al arduo tema de las retenciones, por ejemplo... ¡Y cómo nos duermen con el pluricausalismo!
En fin, Occam, que fue un gran filósofo franciscano (inspirador del Guillermo de Baskerville de El Nombre de la Rosa), merece su homenaje sobre todo por la "Querella de los Universales" que formuló junto a Duns Scoto, y que lo dejó al borde de la excomunión, según la cual "si los universales no tenían existencia real, tampoco era posible imponer leyes generales a los hombres, y sobre todo, la ley divina". Luego de la caída del paganismo y su sustitución por los monoteísmos, resulta el primer principio expreso de la tolerancia, formulado en los albores del siglo XIV.
Mis más cordiales saludos.

Barullo dijo...

Qué pelotudo ese Santos Biasatti.
Seguramente no tiene idea de cómo se inventó el alambre.
Dicen que un piamontés y un judío encontraron -al mismo tiempo- una moneda tirada en el piso. Empezaron a tirar cada uno con tanta fuerza, que al final la moneda se transformó en alambre.
Y es cierto: a los piamonteses nos gusta la plata tanto o más que a los judíos. Por eso, donde se asientan los piamonteses, no se asientan los judíos. Nos queremos muchos, pero no nos hacemos competencia.
Saludos desde la cuenca más láctea y más piamontesa de la Argentina.

Occam dijo...

Muchas gracias, Barullo, por su comentario. Muy bueno.