viernes, 20 de junio de 2008

Inicio. The soldiers of the soldiers


A sugerencia de algunos seres bienintencionados, pero evidentes desconocedores del despropósito que han de provocar, he decidido postear algunas cosillas, con la seguridad de que nunca podré mantener una disciplina sobre este espacio, que entonces se diluirá con el polvo, tan imperceptiblemente como ha venido.
Encontrarán aquí su espacio las continuas diletancias de una mente inconformista, y políticamente incorrecta, antirracionalista y poco afecta al método. Por todo ello, quien se adentre en las reflexiones que contiene debe poseer la misma libertad espiritual, y por cierto, un alto grado de indulgencia.
Para empezar, y en honor a la sagrada virtud del ocio, he de pegar algunas opiniones más preclaras que las mías, pero que sirven de soporte a las intervenciones que en otro lugar (www.todosgronchos.blogspot.com, recomendado enfáticamente) tanto quien [no] suscribe como el resto de los participantes de ese foro han hecho.

Como no he de sistematizar, pido al lector un esfuerzo exegético adicional, conducente a desentrañar el contexto en el que cada opinión se engarza (no pidan más por ahora).

MONTONEROS. THE SOLDIERS OF THE SOLDIERS.

La siguiente es una recopilación de extractos, juzgados imprescindibles, del libro Guardia de Hierro de Alejandro C. Tarruella (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, 2005. ISBN 950-07-2682-3), y las citas entre corchetes al final de cada fragmento corresponden a las páginas de ese libro. En tanto, entre paréntesis aparecen las aclaraciones que entendí imprescindibles para contextualizar cada parte extraída.

PERÓN IDEOLÓGICO

“Perón concebía la idea latinoamericana de la guerrilla como una aventura temeraria y sin destino. En su concepto, cercano a la idea de Mao de caminar en el pueblo como un pez en el agua, la vanguardia no hacía sino romper la armonía entre el líder que conduce a partir de las condiciones dadas de un pueblo. Eso explica, en el sentido napoleónico de la conducción, su idea de que el líder persuade a sus seguidores, no los arrastra porque no impone agendas sino que hace, construye acciones a partir de la realidad del contexto, encuentra el eje sobre el que se debe cabalgar para llegar a un objetivo. La guerrilla latinoamericana, vista incluso desde una sabia paranoia, tenía muchos padres y jefes e influencias que no siempre acompañaban un proyecto de transformación. No en vano, Cuba es el único proyecto revolucionario triunfante en América latina, en parte debido al liderazgo estratégico de Fidel Castro. La diferencia de Perón con el comunismo clásico estaba dada porque él era un conductor que pretendía –en términos históricos- un retorno a la representación directa de las estructuras políticas occidentales previas a la Revolución Francesa. Perón pensaba en el concepto de las Españas (Argentina era una de ellas) que antecedieron a la organización del virreinato de los Borbones, que data de 1750. [Pp. 79-80]


MONTONEROS, LA IGLESIA Y EL EJÉRCITO

Juan Domingo Perón textual: “Esa juventud que hoy sigue a sus dirigentes revolucionarios, ¿sabe si realmente sus jefes están jugando por las mismas consignas que les venden a ellos? Estoy seguro de que por la extracción a la que pertenecen y por los contactos que mantienen, estos líderes de pacotilla pueden mandar a la muerte a toda una generación. Ellos no salen a pelear contra las fuerzas antiextremistas, los que salen son los jóvenes, llenos de impulso violento, los que defienden con su vida las directivas de Firmenich, Gullo, Galimberti. ¿Pero quiénes son en realidad estos ‘líderes’? Cuando murieron los auténticos jefes de la organización, como Abal Medina o Capuano Martínez, por ejemplo, ¿dónde estaba Firmenich?” (en Enrique Pavón Pereyra, Yo Perón, Milsa, 1993, p. 426) [P. 264]


El Plan Aurora.

Alejandro “Losada (funcionario del Ministerio del Interior de Onganía y ex seminarista, que renunció al enterarse del plan y se exilió en Lima hasta su muerte) parece indicar en su libro (¡Andá, cantale a Gardel!, Aquarius, Bs. As., 1970) la historia de una conspiración fracasada. El plan era la puesta en acto del ‘golpe en el golpe’. La continuidad del plan, sostienen los guardianes, fue la creación de Montoneros desde el Ministerio del Interior cuando lo regenteaba al teniente general Francisco Imaz, poco antes del episodio Aramburu. En ese momento, el camino iniciado por el coronel Francisco Guevara y sus cursillos de cristianismo adquiría una coherencia que habría de sorprender a más de un observador de la época”. [P. 63]


“Alberto Sily, jesuita, ex titular del Centro de Investigaciones y Acción Social (CIAS), que tuvo un papel protagónico en los años de Illia y Onganía, reconoce aún hoy que la orden sentía afinidad con los militares conspiradores cuando realizaron el golpe del 28 de julio de 1966, y recuerda a Alejandro Losada, ex seminarista convertido en asesor de Onganía, cercano al empresario Diego Muniz Barreto, católico militante que se desempeñaba como asesor de la Secretaría Legal y Técnica, a cargo de Roberto Bobby Roth, del gobierno militar. Años después, Muniz Barreto se incorporó a Montoneros y habría sido él quien transmitió en una carpeta a Losada información secreta sobre el Plan Aurora. La conspiración estaba destinada a armar un fenomenal caos prerrevolucionario por el que se acusaría al peronismo revolucionario y a la izquierda, en connivencia con sectores liberales. El mismo Alejandro Agustín Lanusse dio cuenta de esos planes en sus memorias. El escándalo, en el imaginario de Muniz Barreto, Darío Sarachaga y Roberto Roth, funcionarios del general Imaz en Interior, y en el del propio ministro, expulsaría a los liberales del gobierno con el fin de instalar a Onganía por décadas al frente de una coalición nacionalista”. [Ibídem]


“A esa altura
(crimen de Aramburu), los guardianes sabían que Imaz y sectores de la Iglesia impulsaban una guerrilla autoproclamada peronista. El régimen (de Onganía) contaba para ello con el auspicio de la orden jesuita. Alberto Sily, jesuita, ex titular del CIAS, reconoce hoy, ‘nosotros teníamos una marcada simpatía con Montoneros’. El cura Alberto Carbone, que trabajaba junto al obispo Juan Carlos Aramburu en la sede del Episcopado, prestó su máquina para redactar el primer comunicado montonero por el episodio Aramburu. El hecho dejaba entrever que existía apoyo oficial de algunas líneas de la jerarquía católica a la orga. Entretanto, curas como Carlos Mugica se acercaban a la experiencia apoyando la violencia. Por entonces, ya estaba en circulación la revista Cristianismo y Revolución. Desde sus páginas, García Elorrio enfrentaba a sectores de la cúpula de la Iglesia apoyándose en la línea que conformaría Sacerdotes del Tercer Mundo con las ideas del cura colombiano Camilo Torres y el Che. El objetivo de Imaz era sostener la dictadura, mediante una derechización producto de la violencia de izquierda, promovida por el propio gobierno”. [Pp. 107-108]


“Los jesuitas
(en El Salvador) tenían al menos dos líneas: una, que iba en camino de la formación de montoneros –a la que no era ajeno el jesuita Alberto Sily-, y otra que lideraba Jorge Bergoglio, cura peronista cercano a Guardia”.

La Iglesia trabajaba en el escenario político completo, a izquierda y derecha; querían complicar a Perón en todos los espacios para instalar el modelo político italiano de posguerra. Según ellos, la realidad pasaba por el tamiz de lo que algunos denominaban el lonardismo, la corriente que en el ’55 intentó crear una democracia cristiana para realizarla en el peronismo. Pero ese proyecto demandaba congelar a Perón y dejar al peronismo vacío de contenidos, sin liderazgo histórico. De ese modo, el fantasma del nacionalismo católico del ’55 parecía retornar con una novedad: ahora estaba a la izquierda de la sociedad. Perón decía que esa corriente estaba en manos de los colorados, por el color de los trajes de los obispos, los dueños del partido en la Iglesia. Y decía que era un gran movimiento histórico, que en la Argentina pretendía reemplazar al peronismo. Ésa era la DC, a la que el general calificaba como ‘la masonería blanca’ porque entre sus cuadros había gente de la masonería”. [Pp. 87-88]


“Julio Bárbaro sostuvo siempre la complicidad de la Revolución Argentina con el lanzamiento de la guerrilla en el país. ‘No es, como dicen algunos, que Perón inventa la guerrilla, la guerrilla la inventa Onganía. Perón quiso tomar esa violencia y darle un encuadre político, nacionalizarla’” (Repotaje en Siete Días, septiembre 1984) [P. 94]


“Días después de la desaparición de Aramburu, en tanto no se sabía nada de su suerte, el nuevo delegado de Perón, Jorge Daniel Paladino, recibió a Gandhi
(un militar amigo de Aramburu) y al general Bernardino Labayrú en su oficina de la calle Tucumán, frente al comité radical de Capital. Paladino convocó a Mario Gurioli, de Guardia de Hierro, para que fuera testigo del encuentro. Labayrú tomó la palabra y fue terminante: los amigos de Aramburu estaban convencidos de que el peronismo no tenía nada que ver con el secuestro. Juntamente con Gandhi acusaron a Onganía, Bobby Roth, a Darío Sarachaga, del Ministerio del Interior, y al ministro Francisco Imaz, de ser responsables del hecho. Según Gurioli, Gandhi dijo: ‘Sarachaga lo recibió directamente a (Mario) Firmenich varias veces y su ingreso quedó consignado en los libros de gobierno cada vez que entró’”. [P. 110]


“Cuenta Grabois que en 1969 su padre junto a otros –entre ellos el estudiante Jorge Sivak- se entrevistaron con el ministro del Interior Francisco Imaz para interesarse por la suerte de sus hijos detenidos. En la ocasión, los recibió el joven colaborador del ministro, Mario Eduardo Firmenich”. [P. 141]


El Operativo Dorrego.

“La nueva etapa profundizó en el gabinete diferencias entre López Rega y Eduardo Massera, quien, ya ungido titular de la Marina, se mostró molesto con el Operativo Dorrego, realizado en octubre y en el que participaron 4 mil militantes y 8 mil jóvenes de la Tendencia. Luego de ese encuentro, militares y Montoneros se reunieron a estudiar la continuidad del operativo después de hacer una evaluación positiva de él; allí surgió la idea de sumar a Montoneros como milicias populares al Ejército profesional. Estaban presentes el comandante Carcagno, los coroneles Jaime Cesio y Carlos Dalla Tea, Firmenich, Perdía y Quieto. Detrás de esos militares, acechaba el coronel Albano Harguindeguy, que impulsó las jornadas de Dorrego y tenía entre manos, con el ala liberal de su fuerza, un proyecto de golpe de Estado. La ilusión de Montoneros terminó en noviembre (de 1973) cuando Perón, enterado del proyecto de convertir a los montos en milicianos del Ejército, actuó sin darles tiempo a reaccionar: “Aquí el comandante en jefe soy yo, y nadie hace una reunión así detrás de mí”, dijo y relevó a Carcagno. El ministro de Defensa del gobierno, Ángel Federico Robledo, se enteró de esa iniciativa por el presidente. En su libro El presidente que no fue (p. 802), Miguel Bonasso sostiene que en la reunión se trató con Carcagno la unidad Montoneros-Ejército para dar un golpe en caso de que, luego de morir Perón, López Rega asaltara el poder convirtiendo a Isabel en una pantalla. Se habló de un levantamiento cívico-militar. Bonasso acusa al general Dalla Tea de haber sido quien avisó a Jorge Antonio, que fue a ver a Perón y le transmitió la información”. [P. 189]

“El plan, lanzado oficialmente por el gobernador de Buenos Aires Oscar Bidegain, contaba con dos cuadros opuestos en el comando cotidiano de las operaciones: el montonero Norberto Habegger (que figuraba con su seudónimo de Ernesto Gómez) y el entonces coronel Albano Harguindeguy. Dos personajes que compartieron el ‘rancho’ y hablaron muchas veces sobre las incógnitas de un futuro en el que volverían a encontrarse”. (Miguel Bonasso, El presidente que no fue, Planeta, 2002, p. 795) [P. 200]

“En realidad, el golpe (al gobierno de Isabel) aparecía como una posibilidad más cercana, de manera que el apoyo (de GdeH) al gobierno era casi un modo de alargar una agonía inevitable. Álvarez entendía que el golpe sería producto del enfrentamiento velado entre el Ejército, que presuntamente acordaba con Montoneros, y la Marina. En ese encuadre, el Operativo Dorrego se convertía en una acción propia de un derrotero que reafirmaba las comentadas vinculaciones de las huestes de Firmenich con el Ejército. Dicha construcción se suponía que había nacido en el caso Aramburu”. [P. 214]

“En Córdoba, el intendente guardián Cacho Coronel mantenía una fluida relación con el titular del III Cuerpo de Ejército, general Carlos Eugenio Salgado. ‘Él no quería el golpe (de 1976) y me comentaba que los liberales lo preparaban –recordó Coronel-. Pertenecía a una minoritaria línea nacional legalista en el Ejército; estaba orgulloso de que Perón hubiera sido un militar’. El 5 de enero, en cercanías de Tafí del Valle, Tucumán, Salgado murió al caer el avión que lo transportaba. Las causas del accidente nunca fueron aclaradas y corrió el rumor de que se trató de una operación interna del Ejército para sacarse de encima a Salgado, en la que Montoneros se habría hecho cargo de la acción. Tras su muerte, quedó abierto el camino para el general golpista Luciano Benjamín Menéndez en el III Cuerpo. Cacho Coronel inauguró meses después una plaza que recordaba a Salgado, y luego del golpe Menéndez le cambió el nombre y encarceló al guardián por cinco años”. [Pp. 218-219]

(Luego del golpe) “Las Fuerzas Armadas y los paramilitares no tenían muchos pruritos a la hora de reprimir y matar. Todos buscaban a la izquierda sin sutilezas, era el gran enemigo y lo querían destruido. El Ejército tenía cierto cuidado con Montoneros y su centro de búsqueda eran los militantes del ERP. La Marina iba por izquierdistas y Montoneros, y mantenía una tregua con GH”. [P. 221]

“Martin Andersen, en su libro Dossier Secreto. El mito de la guerra sucia (Planeta, 1993, p. 189), cuenta que el coronel Ernesto Nabo Barreiro le confió que ‘el debate dentro del Ejército sobre si los montos eran nacionalistas o marxistas subsistía, hasta el ataque a Formosa’. En Galimberti (Ed. Norma, Bs. As., 2000) Roberto Caballero y Marcelo Larraquy aseguran que éste no participó en el hecho por su relación con el general Carlos Dalla Tea, quien ‘era jefe de la Séptima Brigada de Corrientes y entre las unidades a su mando, estaba el Regimiento 21 de Formosa…’ (246). Los autores recuerdan que por Rodolfo Walsh la conducción nacional de Montoneros tuvo seis meses antes del golpe la ‘Orden de Batalla del 24 de marzo’, que habría entregado al escritor el hijo del general Numa Laplane (264), lo que no se hizo público. Cacho Coronel dice que es posible que –como en el caso del general Salgado- los oficiales de Formosa no quisieran el golpe y el ataque bien pudo ser una trampa en la que cayó el conjunto de la organización guerrillera, salvo quienes lo sabían de antemano. Para los guardianes, como lo plantea en su libro Martin Andersen, los vínculos entre sectores del Ejército y Montoneros eran evidentes”. [P. 237]

EL PROTOKIRCHNERISMO

Hoy como ayer. Los "dueños" de la Plaza.

"La incorporación de trabajadores y vecinos (a GdeH) era muy importante. Y eso preocupaba a los miembros de la conducción montonera, que consideraban que los gremialistas eran burócratas y que los militantes de masas eran poco menos que cobardes que temían a las armas. Desconocían los lazos que producía la pertenencia al peronismo. Imaginaban hacerse del movimiento y obligar al general a someterse a una conducción alternativa con la imagen de Evita por delante, con el propósito de marcar un límite, una diferencia desde donde proyectarse: ‘Si Evita viviera sería montonera’. Se impondrían a pura prepotencia en la calle porque, después de todo, habían definido en sus análisis que el general no era, como ellos, un revolucionario, en términos semejantes a ciertos planteos de la izquierda. En Córdoba, los guardianes universitarios replicaban a las consignas de los montos, recordando el origen católico de la orga y sus vinculaciones con la Orden: ‘Si Jesús viviera, sería jesuita’, una sutileza”. [P.127]

“Si Montoneros era parte del gobierno de Cámpora y tenía a su cargo el Ministerio del Interior (a cargo de Esteban Righi), la Policía Federal y la bonaerense (a cargo de Julio Troxler), resulta inexplicable que no hayan apelado a ese poder del Estado para evitar la violencia. La organización estaba en el gobierno pero sus líderes continuaban situándola en la oposición sin observar que la llegada de Perón resignificaba el escenario político argentino”. [P. 197]

“La proyección política de la Iglesia se dividió en dos frentes: uno gorila y otro popular. Bárbaro los define como ‘los curas con los pobres, los obispos con los ricos’. Por eso, es posible establecer que los montos surgen de esas contradicciones y que, con el presunto crimen de Aramburu, introducen al peronismo un elemento que hasta entonces era propio de los gorilas: la venganza. Ese sentimiento era desconocido en el peronismo: no existía un solo antecedente de un hecho de venganza y menos de un magnicidio”. [P. 129]

“’Hay mucha gente que se pudo salvar por la intervención de Bargoglio’, dijo Sily. Si bien existen cuestionamientos sobre el jesuita, quienes lo conocen entienden que su serena actitud peronista, no expuesta públicamente, ha sido una de las claves para entender ataques a derecha e izquierda que se consideran infundados”. (v.gr., Verbitsky) [P. 226]


PERÓN Y LOS MONTONEROS.

La parábola de los pájaros.

“En primer término, llevó a los cuatro invitados (de GdeH) al living (de Puerta de Hierro) y conversaron allí unos diez minutos. Luego los invitó a pasar al comedor a tomar un café mientras continuaba el intercambio, y finalmente, cuando no habían podido asimilarse al encuentro, los llevó al jardín. Desde un jaulón ubicado en la cocina, veinte canarios hacían su recital.

“’Ese día a la tarde estábamos nosotros con Hernández (Montonero) y Muniz Barreto (el empresario antiperonista financista de Montoneros) en una galería ubicada al costado de la quinta –evocaría Álvarez-, donde había un jaulón con un montón de jilgueros’. Perón los escrutaba al acercarse al jaulón de los jilgueros donde señaló a uno de ellos.

“-‘Éste es un jilguero… y éste –señaló a un pájaro que era diferente- no es de acá, pero raciona acá. Así que yo le doy de comer igual a pesar de que, como les decía, no es de acá’”. [P. 156]

Cámpora.

“Mario Bosco, el amigo de Héctor Tristán, relató que en el último encuentro de Tristán con Perón en Madrid, Perón criticó severamente a los hijos de Cámpora, a quienes veía cercanos a la Tendencia. “Son unos hijos de puta”, les dijo a Tristán y Bosco. Sin embargo, en su juego pendular, el propio general había convocado a esa alianza para verla “en la cancha”. Bosco señaló que Perón, en cambio, tenía un gran afecto y respeto por Solano Lima”. [P. 166]


Frente a frente.

Perón, 21 junio 1973 (refiriéndose a Ezeiza): “Los que ingenuamente piensan que pueden copar nuestro movimiento o tomar el poder que el pueblo ha reconquistado se equivocan. Ninguna simulación o encubrimiento, por ingeniosos que sean, podrá engañar al pueblo que ha sufrido lo que el nuestro y que está animado por una firme voluntad de vencer”. [P. 198]

“Desde Guardia, el debate se recalentó y tanto Álvarez como Bellomo y Tristán empezaron a debatir con los montos el tema de la violencia; estaban convencidos de que iba a entorpecer el proyecto de Perón. Esa distancia era compartida por otros sectores del peronismo y la izquierda, como el Partido Socialista de la Izquierda Popular, de Abelardo Ramos, y el trotskismo de Nahuel Moreno; hasta el Partido Comunista era crítico de esa violencia. Una de la claves de esa mirada sobre la cuestión armada era el concepto que cada uno tenía del papel de Perón. Para unos era el conductor indiscutido de un movimiento nacional; para otros, un líder que se debía descabezar acercándose a sus posiciones bajo el lema de ‘si no puedes con tu enemigo, únete a él’, con el propósito último de quedarse con su poder. No era descabellado tal vez pensar en hacerse del peronismo a lo guapo –armas en mano-, pero no es menos cierto que dichas exploraciones no habían cesado desde antes de 1955 y, en cada caso, habían fracasado. Lo había hecho la Iglesia, lo ensayaban sectores políticos aliados a los militares tras la frustración de Frondizi y lo volvieron a intentar los amigos de Onganía. La única originalidad estaba dada por el hecho de que, siempre, hacerse del movimiento había sido una aventura que iba de la derecha al centro; en ese momento, en cambio, se buscaba copar por izquierda”. [P. 131]

“Los muchachos de Firmenich encaraban una conducción alternativa que consistía en usar a Perón para afirmar la organización y ganarle el poder de decisión. ‘Ellos pretendían que él se hiciera cargo del pensamiento de la orga: digo, soy peronista y luego no hago lo que dice Perón; yo pensaba diferente y tenía una decisión ética: si estoy en el peronismo, para mi inserción, me hago cargo de que Perón es el conductor, no puedo pretender que él se haga cargo de mi pensamiento’” (Roberto Pajarito Grabois, líder del FEN, luego integrado a Guardia) [P. 133]

“Según los dirigentes del FEN a nivel nacional, Montoneros pretendía insertar una organización como conducción alternativa en le peronismo para superar la instancia del líder, un viejo al que consideraban gagá. El alternativismo, entonces, consistía en incorporar al peronismo una organización de vanguardia de tipo leninista, de estructura vertical. A esta concepción se sumaban las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR), cuyos principales cuadros provenían del Partido Comunista, como su líder Roberto Quieto, y mantenían una rígida disciplina”. [P. 141]


6 comentarios:

Victor dijo...

A la pelota! ... con este arranque te va a costar mantener el nivel.

Esperame que lo imprimo, me siento y lo leo.

S2

José Luis dijo...

Te vengo leyendo los comentarios (en varios puntos, eruditos) desde TodosGronchos.

Pienso seguirte el blog, ya lo tengo anotado en mi blogroll. Espero tus posteos.

Bienvenido,
JL

José Luis dijo...

No leí todavía, pero acabo de ver el título "El Protokirchnerismo", con una foto abajo de una antigua plaza peronista, y no pude menos que sonreírme por la monstruosa delicadeza (parece un oxímoron, pero es tal cual) del sarcasmo. Una delicatessen.

piscuiza dijo...

jajajaja y en el blog del groncho me advirtio que habia poquito!
Oiga occam no arranque de modesto que esto es un deleite pal paladar.
Pero adhiero a lo que le dice Victor, mamma mia como va a mantener el nivel de esto? Prometo pasar regularmente para averiguarlo.
Vere si este finde me hago un rato y hago un esfuercito en eso de rememorar las travesuras de los bufones de la corte en epocas anteriores y me decido a mover mi blog.
Saludos y CHAPEAU por su blog!
M

Occam dijo...

Gracias, José Luis y Víctor por vuestras palabras elogiosas. Espero no defraudar.
Un abrazo

Occam dijo...

Gracias a Usted también, Piscuiza!